Capítulo 9.- La sagrada familia
Hanji volvió a Whitehall Sreet bien entrada la noche, con los hombros hundidos y la sensación de cargar piedras en el alma.
Había deseado poder llegar temprano a casa, arrepentida de la postura que había tenido aquella mañana con Mike; sin embargo, las revelaciones que dio la autopsia de Annie consumió más tiempo de lo que tenía planeado. Habían cosas extrañas en su muerte, aunque la causa fuera tan simple como un par de manos adultas alrededor de su cuello.
Zeke era compañero agradable en el laboratorio, paciente y meticuloso, aunque nunca se guardaba sus opiniones ni tenía miedo de mostrarse en desacuerdo con ella. Resultaba fascinante trabajar con una persona que no sólo la consideraba su igual, sino que motivaba su ambición y nunca le negaba la oportunidad de ir más allá en su investigación.
Pero no importaba cuán emocionante fuera trabajar codo a codo con Zeke Fritz… extrañaba a Levi y a sus niños.
Jamás pensó que una rutina tan hogareña podría hacerla feliz; que no sería, en el mejor de los casos agradable, sino que esperaba con ansias y anticipación la hora de volver a casa y sentir el calor del hogar.
La primavera finalmente se abría camino en Londres, lo que era una mezcla inevitable entre el florecimiento de los árboles y el lodo helado que producía la nieve al derretirse. Por desgracia, tanto sus botas como el dobladillo de su falda color ladrillo se habían llenado de lodo.
— Buenas noches, doctora. —Marlo Fraudenberg la saludó con una inclinación de cabeza, sonriendo en su dirección.
— Buenas noches, Marlo. —Hanji le devolvió la sonrisa, a pesar del cansancio, pero no pudo sostenerla más de un segundo.— ¿Sabes si el detective Ackerman está en casa?
— Oh, no, creo que salió hace una hora. —Marlo pensó en voz alta, echando un vistazo discreto a la libreta que tenía debajo del mostrador. Ahí anotaba la hora en que los residentes del edificio, y sus visitantes, entraban y salían.— ¿Quiere que le entregue algún mensaje?
— No, ninguno. —Hanji suspiró. Daba igual a qué hora regresara su prometido, estaba dispuesta a disculparse por la tardanza cuando lo tuviera en frente.
Con una breve despedida al policía, Hanji subió las escaleras al departamento que compartía desde hacía casi cinco meses con Levi. Era la primera vez en mucho tiempo que le costaba tanto trabajo poner un pie delante del otro, y creyó tardarse una eternidad en llegar a la puerta correspondiente.
— Niños, soy Hanji. —Les gritó desde afuera con suaves golpeteos, aunque su voz sonaba más como el graznido de un gato viejo.
Luego de esperar unos instantes, con la cara cerca del mirador de la puerta, el chasquido de un pasador abriéndose le dio la bienvenida.
Eren no parecía demasiado contento, con el cabello húmedo y la ropa de dormir puesta, lo que indicaba cuán tarde era.
— Tienes los zapatos y el vestido llenos de lodo. —Le dijo el muchacho, que parecía crecer cada día una pulgada.
— "Buenas noches, mamá. Me alegra que estés aquí, ¿quieres un vasito de leche con miel?" —Bromeó Hanji, supuestamente imitando la voz de un niño como Eren.
— ¡Yo no hablo así! —Exclamó él, sonrojándose hasta la raíz del pelo.
— Pues deberías. —Ironizó la forense, pellizcando de forma juguetona la nariz del castaño y riendo cuando éste se resistió con sacudidas infantiles.
— Buenas noches, mamá. —Intervino Mikasa, saliendo de la cocina con un delantal blanco atado a la cintura.— ¿Quieres un poco de leche caliente con miel?
Hanji volvió a reír y Eren masticó maldiciones en voz baja, aún más avergonzado. A pesar de que Mikasa tomaba en serio las palabras de afecto, había demostrado tener un sentido del humor bastante oscuro y peculiar, como el de Levi.
Sintiendo que la desazón con la que había salido de Scotland Yard se diluía en una cálida ternura, Hanji se acercó a Mikasa y la rodeó con sus brazos, besando su frente mientras el calor de su cuerpo terminaba por desmoronar el estrés del trabajo.
— Lamento haber llegado tan tarde. —Les dijo a los dos, mientras Mikasa recostaba la cabeza en su hombro.— Sucedió algo importante en el laboratorio y tuve que quedarme hasta solucionarlo.
— ¿Estás bien? —Le preguntó Eren, mucho más serio y atento que antes.
Hanji le dedicó una sonrisa reconfortante al percibir su preocupación.
— Sí, todo en orden. —No era verdad, pero lo que menos necesitaban sus chicos era imaginar a una huérfana, como ellos, asesinada sin piedad sólo para entregar un mensaje.— Marlo me dijo que Levi salió hace rato, ¿saben a dónde fue?
Mikasa se separó de la castaña para lanzar una mirada a Eren, quien abrió la boca para responder, pero la cerró sin decir una mirada. Ambos se encogieron de hombros al mismo tiempo.
— Ni idea.
Hanji levantó una mirada. No necesitaba ser una genio para saber cuando ese par de diablillos le ocultaban algo, y es que el chico Jeager no era muy discreto.
Al menos Mikasa tuvo la delicadeza de escabullirse de vuelta a la cocina.
— ¡Pero mejor que no esté aquí! —Exclamó Eren con un cambio de actitud que divirtió a la forense. De algún modo, Eren se había vuelto más consciente de sus debilidades y sabía como distraer la atención de sus mentiras.— Con lo sucia que vienes, le daría un infarto si te ve en ese estado. Venga, quítate las botas de una vez o no podré limpiar antes de que llegue Levi.
— Me ofende profundamente que Levi haya sido capaz de inculcarte su obsesión por la limpieza, pero no te interese mi trabajo. —Se quejó Hanji mientras se sacaba las botas de un tirón. Afortunadamente, aquel día no se había puesto más de botones que estaban tan de moda, o habría tardado una eternidad.
Eren recogió las botas con presumida diligencia, rodando los ojos ante su comentario.
— Mi mamá decía que la limpieza nos acerca más a Dios. —Replicó él.— Tú trabajas con muertos.
Hanji hizo un puchero, pero Eren ya se dirigía al área de lavado junto a la cocina. Al parecer, sólo Mikasa compartía su interés por el cuerpo humano.
Dejándolo pasar, la forense se dirigió a la habitación que compartía con Levi, donde se deshizo de su vestido y las capas interiores. Cuando estuvo completamente desnuda, pasó por encima del círculo que formaba su ropa en el suelo y se acercó al espejo de cuerpo completo que se hallaba cerca de las ventanas.
Se observó de los pies a la cabeza, ya no pensando en las manos de Erwin recorriéndola desde atrás, sino en su vientre… imaginándolo hinchado como el de Nanaba. Tal vez pronto podría ver una curva tierna ahí donde sólo había un páramo suave y liso. Y quizá después, sería capaz de sentir a una criatura misteriosa moviéndose en su interior.
Las fantasías la tuvieron ajena al mundo un largo rato, hasta que el suave golpe en la puerta la sobresaltó.
Eren tenía la horrible costumbre de abrir la puerta sin previo aviso, así que Hanji se apresuró a recoger su vestido rojo, protegiéndose el cuerpo con él.
Afortunadamente, fue Levi quien cruzó el umbral, cerrando de inmediato la puerta a sus espaldas.
Apenas la vio y reconoció su desnudez, el detective levantó las cejas con fingida sorpresa.
— Creo que me equivoqué de habitación. —Dijo, mirando a todas partes como si el espacio le resultara ajeno y ella fuera apenas una desconocida.— Buscaba a mi prometida, quizá la conozca, madame. Es una mujer alta, trigueña, que usa lentes y viste como bibliotecaria.
— Suena demasiado aburrida para usted, monseur. —Replicó Hanji, en parte abrumada por la vergüenza y en parte curiosa por seguirle el juego al pelinegro.— Si me lo pregunta, suena a que es una solterona desabrida… —Haciendo una pausa reflexiva, decidió añadir con malicia:— No tan fuerte como una lavandera ni tan delicada como una costurera.
La frente del detective se arrugó al reconocer la referencia de sus propios prejuicios cuando recién conoció a Hanji en la sala forense de Scotland Yard. Se preguntó durante cuánto tiempo se habia estado guardando aquella revancha en silencio.
— Aunque ella es quien usa anteojos, detesto reconocer que fui un completo ciego cuando la conocí. —Levi se aflojó la corbata y se sacó la chaqueta por los brazos, doblándola con tanta pulcritud como de costumbre.— Admito que pequé de ignorante, pero en mi defensa, su carácter es tan endemoniado que apenas podía soportarla.
Hanji se echó a reír, todavía con el vestido presionado contra su pecho, y se permitió detallar el cuerpo de su prometido mientras se quitaba cada capa de ropa. A diferencia de la suya, no caían como una cebolla pelada, sino que eran ordenadas una sobre otra sobre la silla que el detective siempre usaba para dicha tarea.
Incluso ahora, Hanji sintió que se le secaba la boca cuando la camisa blanca de Levi resaltaba el movimiento de sus músculos. Cuando el chaleco quedó fuera y él pretendía desfajarse, ella no pudo soportar más tiempo la tentación.
Dejó caer el vestido y se apresuró junto a Levi, haciendo que él levantara la mirada y contuviera la respiración cuando ella atrapó su rostro entre sus manos y lo atrajo hacia su boca.
Su beso fue imperioso y demandante, pero no por eso menos tierno, y él respondió con la misma necesidad, rodeando su estrecha cintura con las manos.
Parecía como si hubiera pasado una eternidad desde la última vez que habían hecho el amor, aunque sólo hubieran sido dos días.
La ocupación solía volverlos impacientes, como si la pasión acumulada consumiera su autocontrol. Sin embargo, no fue el caso de esa noche, pues Levi consiguió aplacar un poco la lujuria, capturando las manos de Hanji que sin advertencia le habían sacado la camisa de los pantalones, separando los primeros botones.
— Bueno, mi adorada diablilla, controla tus manos diabólicas o me obligarás a castigarte.
— ¿Vas a castigarme? —Inquirió Hanji con una sonrisa mientras intentaba alcanzar su cuello.— ¡Sí, por favor!
Levi soltó un sonido, mitad risa mitad gruñido, frustrado por lo difícil que era no ceder a las tentaciones de la médico forense.
Bastaba su simple presencia, y ni hablar de su desnudez, para encender todas sus pasiones y hacerle olvidar todo lo demás.
Pero esto era importante, se obligó a recordar, debiendo apartar a la castaña hasta que el cuerpo femenino dejó de ser una llama ardiendo contra el suyo.
— Es importante, Hanji. —Le dijo, desenfadado.
Ella chasqueó la lengua y formó un puchero. Estaba siendo una noche realmente frustrante con los varones de esa casa.
— ¿Tiene algo que ver con el mandado que saliste a hacer hace rato? —Le preguntó con curiosidad, mientras él confiaba en soltarla.
— Sí. —Reconoció el detective, no del todo feliz de que ella pudiera sospechar algo.— Esperaba estar en casa antes de que tú volvieras, pero no habían muchas tiendas abiertas a estas horas.
Levi le dio una caricia antes de salir de la habitación, dejando que Hanji aprovechara el tiempo para cubrirse con una bata de seda color amarillo pastel.
Ni bien habían pasado dos minutos, el detective volvió con un precioso ramo que por obra del destino, era del mismo color que su bata. Hanji rió, desbordada de ternura, como una cascada purificada.
— ¿En serio saliste tan tarde, después de lo que seguramente fue una jornada pesada, para comprarme flores? —Ella le preguntó con el asombro marcando la sonrisa de su rostro.
— Es que no es cualquier ramo. —Replicó Levi mientras le entregaba las flores, observando sin aliento lo hermosa que se veía con ellas.— Nanaba me dijo que ambas fueron a mirar en las florerías, y que las dalias amarillas te habían gustado bastante. —Él se encogió de hombros.— A mi también me gustan.
— Espero que no compres cada cosa que me guste para nuestra boda de manera anticipada, o la ceremonia acabará costando el doble. —Le advirtió la castaña, medio en broma.
Lo cierto es que había considerado seriamente elegir las dalias amarillas para su ramo de novia, pero no había sabido decidirse antes de volver a trabajar. Esto facilitaba de algún modo su decisión, y aumentaba su expectativa para su propia boda.
— Es hermoso, Levi. Gracias. —Le dijo con una sonrisa sincera, casi vulnerable, mientras el fresco e inocente aroma de las dalias inundaban sus fosas nasales. Entonces, notó que entre las flores se escondía un papel doblado de color ocre, como muchos documentos oficiales de gobierno.— ¿Y esto?
Levi sólo sonrió.
Hanji extrajo el papel y lo abrió hacia arriba, pasando sus ojos por la larga sección de líneas del documento. Aunque habían muchísimos términos legales, cualquier persona podía entender su significado y sus implicaciones.
La mirada de la castaña se volvió borrosa y su corazón se disparó con la energía de una sinfonía de Wagner. De no ser porque Levi la atrapó en el aire, habría caído sin gracia al suelo, con sus piernas demasiado temblorosas para sostenerla.
— ¿Es… en serio? ¿Es de verdad este papel? —Ella le preguntó con la voz quebradiza por la emoción, levantando la mirada con los anteojos empañados por las lágrimas.— ¿Es real?
— Lo es, mi amor.
Hanji dejó que el pelinegro le retirara los anteojos para limpiarlos, indiferente al hecho de que ahora no podía leer la solicitud que tenía en las manos. No era necesario, pues la parte más importante ya la había leído.
En consideración a su compromiso y próximas nupcias, el juez Bradley había accedido a revisar personalmente el caso de la adopción de Mikasa, luego de media docena de solicitudes rechazadas.
Aunque no era un certificado legal que declarara a Mikasa como su hija, sí era la promesa de que, después de la boda, no habría más impedimentos para adoptarla legalmente.
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Ignorante de las noticias respecto a su adopción, Mikasa calentaba un poco de leche en el fogón de la cocina, vertiéndola en una taza de porcelana cuando alcanzó el punto correcto de ebullición. Sin embargo, cuando se quiso dar cuenta, no encontraba la miel para endulzar la leche como a Hanji le gustaba.
Claro que podía ofrecerle la leche sin miel, pero no pensaba darse por vencida tan rápido. Sabía, nada más verla llegar a casa, que había pasado un día terrible en el trabajo y deseaba reconfortarla con algo dulce.
Buscó al fondo de la alacena, donde guardaban la sal, la pimienta, las salsas y otras especias, pero no encontró el tarro color ámbar.
En el estante de arriba sólo encontró cereales como avena, arroz, lentejas y mucha, mucha harina. Nada de miel.
— Kuuso. —Susurró para sí misma.
— ¿Esa fue una mala palabra? —Preguntó Eren, a sus espaldas, dándole un susto de muerte que por fortuna alcanzó a disimular. El chico la observaba con malvada curiosidad.— Lo es, ¿no es cierto? Te he oído decirla varias veces.
— No puedes saber si es una mala palabra si está en otro idioma. —Repuso Mikasa, con los nervios a flor de piel, mientras continuaba la búsqueda del tarro de miel ahora en el cajón de pastas.
— Le estás dando vueltas a mi pregunta. —Se burló Eren, causando que la asiática le lanzara una mirada asesina.— Yo sé donde está la miel. Dime qué significa esa palabra y te lo diré.
En contra de lo que creían muchos adultos, Mikasa tenía un temperamento de diablo cuando se enfaba o alguien intentaba burlarse de ella, pero esta violencia de su carácter no alcanzaba nunca a su hermano adoptivo.
No importa lo mucho que la fastidiara, era incapaz de hacerle daño.
— "Mierda". —Susurró ella finamente, tanto como explicación como una expresión que le salía directamente del corazón.— Eso significa. Ahora dime dónde está la miel.
— Kuuso. —Repitió Eren en voz baja, tanteando divertido la palabra. Luego rió por lo bajo y sacó el tarro de miel de sus pantalones de dormir.— Aquí tienes.
— ¡Eres un…! —No, ni siquiera se le ocurría un adjetivo lo bastante preciso para definir al moreno en ese momento.— ¡Lo he estado buscando desde hace rato! Espero que la leche no se haya enfriado.
Eren se encogió de hombros mientras Mikasa tomaba el tarro y usaba una cuchara para endulzar la leche con dos porciones de miel.
— No creo que Hanji esté muy preocupada por la leche en este momento. —El chico suspiró pesadamente, en un gesto melodramático.— Con las flores que le trajo Levi, probablemente sigan intentando hacer bebés esta noche.
— ¿Te refieres a lo que me dijiste que han estado haciendo? —Preguntó Mikasa con los ojos muy abiertos. Su sorpresa creciendo cuando Eren asintió.— En ese caso, no debería molestarlos.
Eren observó la tranquila reacción de la chica, que observaba la taza de leche con ojo crítico, como si se preguntara qué debía hacer con ella ahora.
— ¿No te molesta que quieran tener un bebé? —Él no pudo guardarse su curiosidad, sobre todo cuando ella lo miró sin comprender.— Quiero decir… Nosotros estamos aquí porque no tenemos otro lugar a dónde ir, y ellos lo saben. Pero ahora quieren un bebé, un hijo propio, de su propia sangre.
— Pues claro que quieren. —Replicó Mikasa, llevándose la taza de porcelana a los labios, probando la reconfortante bebida dulce.— Aunque aún no se han casado, ambos tienen la misma edad que tenían mis padres, así que no es raro que quieran formar una familia desde el principio.
Eren observó a su hermana adoptiva con una mezcla de asombro y desconcierto, pues había supuesto que ella también tendría algún conflicto interno para conciliar a sus padres biológicos de los extraños padres adoptivos que habían formado esa nueva familia casi por accidente.
Él siempre había querido tener hermanos, pero luego de lo ocurrido en septiembre del año pasado, sólo se sentía cómodo con la asiática.
Ella pareció percibir su ansiedad, ofreciéndole lo que quedaba de su leche con un gesto sereno.
— No les digas que te dije todo esto. —Le pidió a la chica mientras aceptaba el obsequio y lo bebía con calma. Él prefería el té con aniz, pero esto también era reconfortante.— No quiero que piensen que soy un llorón.
— Pero sí eres un llorón. —Replicó ella con una pequeña sonrisa, causando una conmoción fraternal que los dejó riéndose un buen rato, hasta que la noche avanzó y decidieron ir a la cama.
Mikasa se acostó, pensando lo lindo que sería tener un pequeño hermanito, deseando que Hanji le permitiera cargarlo y arrullarlo de vez en cuando.
Eren, en cambio, reflexionó lo que sentía sobre esta nueva familia. Aunque no podía negar el genuino amor que sentía hacia cada uno de ellos, el recuerdo de sus padres biológicos seguía palpable en su memoria, desde los agradables días de verano antes de ir a la escuela, hasta la fatídica noche que se cruzó con Berthold Hoover en el pasillo fuera de su habitación.
Deseaba despertar de aquella pesadilla, pero por más que lo intentara, se sentía insatisfecho.
Berthold Hoover estaba muerto, así que vengar a su madre era una causa perdida.
Sin embargo… tenía la impresión de que aún faltaban muchas piezas por encajar. Y dudaba que pudiera estar realmente satisfecho con su nueva vida hasta que formara todo aquel rompecabezas.
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