Capítulo 7.- Un mensaje dentro de una botella
La resolución de Hanji sobre quedarse a trabajar aquel día en Scotland Yard flaqueó considerablemente con el transcurso de la tarde.
Se había puesto furiosa con Mike por lo que parecía una imposición de género, poniéndola a ella como la esposa que debía estar en casa atendiendo los asuntos de su boda y no como la doctora que aún tenía trabajo que hacer. Había hecho eco de innumerables comentarios que llegó a recibir de joven, cuando se empeñó en estudiar medicina… Y también de sus propias inseguridades.
Sin embargo, mientras realizaba la autopsia de un adolescente que había sufrido graves lesiones en el cuerpo (no lo habían asesinado realmente, sino que había sufrido una caída terrible, tal vez por beber demasiado), Hanji pensó que su orgullo y temperamento le habían jodido la tarde.
Cierto que aún quedaba trabajo por hacer, pero buena parte de ello era el papeleo del que podía encargarse en casa, en compañía de Mikasa, que no dejaba de hacerle preguntas sobre las palabras que iba descubriendo en sus lecturas.
Estaba desaprovechando un tiempo valioso para estar con sus niños. Sin mencionar a su guapo prometido.
Pensar en Levi la llevó a las mismas fantasías en las que se había estado perdiendo aquella mañana, mientras recordaba la manera tan tierna en que el detective le había hecho el amor. Volvió a llevarse los dedos a sus labios, donde aún podía sentir sus besos y la tersura de su piel.
Lo habían hecho durante horas, sin prisas, charlando entre medio sobre la boda. También habían tocado el tema de cambiarse a Tyburnia, pues la casa de Hanji en Kengsinton era mucho más espaciosa que el piso de soltero de Levi. Aunque el pelinegro había sugerido comprar una casa nueva (y ella no dudaba que tuviera suficiente dinero para hacerlo), a Hanji le entusiasmaba formar una familia en casa de sus padres, pues ahí había disfrutado sus días más felices.
Con un pesado suspiro, ordenó las piezas quirúrgicas que necesitaría para cerrar el cuerpo del muchacho. Le tomaría casi una hora terminar el informe, pero decidió que después de eso volvería a casa.
Y quizá, si estaba de mejor humor mañana, se disculparía con Mike por su actitud infantil.
— Parece bastante pensativa, doctora.
La voz de Zeke Fritz la sorprendió tanto que dejó caer sus utensilios al suelo, causando un tintineo.
— Le merde. —Maldijo en francés por puro hábito, agachándose para recogerlos. Ahora tendría que desinfectarlos de nuevo.— Lo siento.
— No, fue mi culpa. —El rubio parecía ligeramente intrigado, pero se mantenía calmado como siempre.— La vi tan sumergida en sus pensamientos que debí saber que no era buena idea acercarme así de repente.
Por alguna razón, eso le arrancó a Hanji una sonrisa divertida.
— Bueno, es una fortuna que tratemos con muertos y no con pacientes a quienes sin duda podríamos dañar con un médico pillado por sorpresa. —Le dijo medio en broma.
Zeke tensó los labios, como si contuviera una carcajada.
— Touché. Aunque trabajar con muertos tiene su encanto. —Él le dijo, echando un vistazo al cuerpo del joven en la mesa.
Hanji había cerrado su torso con las tiras de piel que debían cortarse primero; sin embargo, aún no lo había suturado. Lo que más llamaba la atención, además de la larga incisión en Y que cruzaba todo su torso, eran las marcas púrpuras y casi negruzcas a lo largo de todo su cuerpo. Su rostro se había llevado la peor parte, con la boca destrozada y los pómulos tan inflamados que habría sido difícil reconocerle. Hanji ya le había lavado toda la sangre, pero no era difícil imaginar cuánta de ella había perdido por los golpes.
— A simple vista, cualquiera diría que lo mataron a golpes. —Reflexionó Zeke.— ¿Dónde lo encontraron?
— A las afueras de la ciudad, cerca de un bar de paso. —Le dijo Hanji, sonriendo ante la repentina expectativa. Le había llevado horas crearse una hipótesis razonable después de haber revisado de arriba a abajo, de afuera hacia adentro, el cuerpo del muchacho. ¿Podría realmente Zeke llegar a la conclusión correcta sólo echando un vistazo?— Los policías pensaron que tuvo algún altercado con otros miembros del bar, y que éstos decidieron darle la última paliza de su vida. Aunque una pelea entre borrachos no suele ser considerado homicidio, la idea de que un grupo lo emboscara tiene indignada a la mitad de la comisaría.
Hanji sospechaba que el hecho de que todos ellos habían acabado a la mar de borrachos en algún bar en medio de la nada, tenía algo que ver.
Vaya empatía con la víctima, pensó con amargura.
Sin embargo, Zeke no parecía convencido con esa hipótesis tampoco.
— ¿Usted piensa que murió por causas naturales? —Él le preguntó con interés, mirándola ahora a ella.
Por alguna razón, esa simple mirada la hizo estremecer. No entendía por qué las acciones del doctor Fritz, por más inocentes que fueran, le causaban tanta conmoción. Hasta antes de volver a Londres, se había considerado a sí misma una mujer poco atractiva, andrógina y casi asexual. Sin embargo, era como si de repente no fuera capaz de pensar en otra cosa, con su cuerpo más caliente que en el pasado.
Definitivamente debía darse un baño de humildad. El doctor Fritz no estaba interesado en ella.
— Tan natural como lo es su estado de ebriedad, al menos. —Contestó, esperando que no se notara el diminuto temblor en su voz.— Las marcas en su cuerpo sugieren golpes, pero la hemorragia en su cabeza y el hecho de que tenía el cuello fracturado me hace suponer que murió por una caída.
Esperaba que el rubio asintiera, conforme con su veredicto, y decidiera que no podía ser de otro modo.
En cambio, lo vio sonreír de un modo un poco menos caballeroso, como quien sabe algo que tú no. Incluso su mirada parecía traviesa y atrevida.
— Error. —Le oyó decir, sobresaltándola.— Su teoría sería correcta si nuestro amigo hubiera estado cerca de algún edificio… por lo menos de tres o cuatro plantas. Sin embargo, cerca del camino donde fue encontrado, no hay nada con esas características. ¿Puedo suponer que el bar tenía, a lo mucho, una planta de altura?
— Sí. —Hanji admitió a regañadientes, recordando parte del informe que le habían envíado con el cuerpo.
¿Qué pretendía el doctor, menospreciando sus conclusiones? ¿En serio creía poder dar una razón más fundamentada sólo viendo el cuerpo por encima?
— ¿Dice que no fue una caída lo que lo mató? —Le preguntó, en parte molesta por su intervención y en parte intrigada por sus deducciones.
— Oh, definitivamente murió por la caída. —Reconoció Zeke, suavizando su sonrisa hasta volverla amigable, casi risueña.— El cuello está lo bastante inflamado para suponer que estaba vivo cuando se lo rompió. Sin embargo, creo que sí hubo un asesino en la escena.
Eso sin duda despertó el interés de Hanji.
Distinguir si una persona había sido empujada o si simplemente había perdido el equilibrio (o saltado) era casi imposible, así que sabía que Zeke debía estar considerando otros factores para su nueva hipótesis.
— Un caballo lo mató.
La conclusión del forense fue tan simple, casi alegre, que Hanji tuvo que esperar a ver si él se echaba a reír por su propia broma.
Luego, viendo que él hablaba en serio, levantó una ceja.
— Ah… ¿No querrá decir que un caballero lo mató? —Sugirió, desconcertada.
— No, no. Pocos caballeros tendrían la fuerza para hacerlo así. —Replicó el rubio con una mueca.— Imagino que encontró lesiones internas en el cuerpo. Tal vez el hígado estaba destrozado.
— Sí, y un pulmón perforado, pero había poca sangre dentro así que eso refuerza mi teoría de que murió por una caída. —Repuso Hanji, cada vez más exasperada.
— Nadie es más experto matando personas de una caída que los caballos, doctora. —Le dijo Zeke con una sonrisa encantadora.— He visto esta marcas muchas veces en el pasado, principalmente de jinetes imprudentes o novatos. Tomando en cuenta el estado de ebriedad de nuestro amigo, me imagino que intentó montar un caballo de las cuadrillas del bar, pero al animal no le gustó demasiado sus modos.
Hanji abrió la boca para refutar esa hipótesis, pero no se le ocurrió nada que pudiera servir como argumento.
En efecto, la caída había matado al muchacho, pero habían demasiados golpes en el cuerpo para creer que se debía sólo a una caída de pocos metros. Para conseguir ese daño, tendría que haberse lanzado a conciencia desde el puente de Londres, y aún entonces podría resultar difícil.
Sin embargo, podía imaginarse la escena. Él estaría demasiado borracho para pensar en lo mala idea que era montar un caballo que no era suyo, y cuando inevitablemente el animal se encabritara, queriendo quitárselo de encima, lo lanzaría al suelo, causando que se rompiera el cuello. Y un caballo de temperamento fuerte podía ser realmente rencoroso, así que debía haberlo pisoteado durante un rato, antes de darse por satisfecho.
Bueno, pues… ¡tenía sentido!
Y ella no había llegado a la misma conclusión porque jamás había trabajado con una víctima de un equino molesto.
— Creo que usted tiene razón. —Admitió después de unos minutos, muy a su pesar.— No sé cómo no lo vi.
— Si sólo se tratara de la causa de la muerte, en realidad, usted habría estado en lo correcto. —Repuso el mayor, señalando al cuerpo.— Además, a nadie en la comisaría le interesaría arrestar a un caballo para llevarlo ante la justicia, así que "muerte natural" y "muerte accidental" tiene casi el mismo peso en este caso.
— Tal vez, pero yo detesto dejar las cosas a medias. —Dijo ella, causando un momentáneo mutismo en el rubio. Hanji observó el cuerpo y luego a él, suspirando y sonriendo resignada.— Usted tiene razón, y pienso cambiar mis notas y escribir un informe adecuado. Si quiero hacer bien mi trabajo, debo dejar a un lado mi orgullo y aceptar otras perspectivas. Sobre todo si vienen de alguien con mucha más experiencia que yo.
— La experiencia es algo que todos adquirimos con los años, doctora. —La voz de Zeke se volvió apenas un murmullo, y si no fuera porque mantenían las distancias físicas y estaban hablando de trabajo, Hanji hubiera jurado que había algo íntimo en aquella conversación.— Usted también lo hará, con el tiempo. No conozco a nadie más entregado que usted en su trabajo.
Sus palabras la hicieron sonreír, más halagada de lo que se había sentido jamás, pues no se trataba de un cumplido vacío o por obligación. En cierto modo, nadie entendía aquella profesión como Zeke, y todo lo que ella implicaba.
Tal vez por eso, y que sus defensas habían caído, se animó a compartir con él algo que sólo había discutido con Levi y Nanaba hasta ahora.
— Amo mi trabajo, pero he estado pensando en la posibilidad de volver al campo de la medicina aplicada. —Le confesó, mientras tomaba los instrumentos que había dejado caer para desinfectarlos con jabón carbólico.— He estado haciendo trabajo voluntario en el St Bartholomew, pero el director me ha asegurado que tiene una plaza disponible para mí.
— Suena interesante.
La mirada de Zeke iba acorde a sus palabras, pero por dentro, la rabia bullía como un volcán activo, listo para destruir todo a su paso.
Hanji no lo notó, así que comenzó el trabajo de suturar el cuerpo que había abierto previamente.
— Sí, me gusta ayudar a las personas. —Ella se encogió de hombros, sus suturas siendo perfectas a pesar de que el cuerpo no sanaría ni recuperaría un aspecto saludable.— Me he dado cuenta que falta personal en St Bart, especialmente de mujeres, y me encantaría trabajar ahí con mis amigas de forma permanente.
— Es difícil hacer amigos en una sala forense. —Reconoció Zeke con una sonrisa.— Al menos, amigos que respiren.
Hanji se echó a reír.
— Y sería aterrador que alguno de ellos se riera de sus bromas, ¿no, doctor Fritz?
A la castaña se le iluminaba el rostro cuando sonreía, pensó Zeke con curiosidad, cruzándose de brazos mientras la observaba trabajar.
— Usted y yo podríamos ser amigos. —Él le sugirió, causando que ella detuviera su última sutura, con el hilo todavía tensado.
— ¿En serio?
— Sí, sería una manera de charlar aquí abajo sin que los oficiales piensen que estamos locos. —Zeke se encogió de hombros, todavía con la diversión bailando en sus ojos azules. Él hizo una pausa para limpiar sus anteojos con un pañuelo que guardaba en el bolsillo de su chaleco, tras lo cual se acercó a ella.— Podríamos probar llamándonos por nuestro nombre de pila.
Hanji se sonrojó.
Muchos amigos, especialmente colegas, mantenían la formalidad aún en privado, así que era imposible que aquella sugerencia fuera tan inocente como pensaba. Pero el doctor sabía que ella estaba comprometida, así que aunque quisiera acercarse a ella, sabría que siempre existiría ese límite.
Supuso que llamarlo por su nombre no sería tan malo, después de todo. Y más considerando la ayuda que le había proporcionado con respecto al caso de Eren.
— De acuerdo… Zeke. —Fue extraño llamarlo por su nombre, pero él parecía satisfecho. Hanji no pudo evitar susurrarlo por segunda vez, poco acostumbrada a su pronunciación.
— Entonces te dejo trabajar, Hanji. —Él acarició su nombre, pero no de un modo inapropiado. Simplemente parecía disfrutar aquel cambio.— Yo aún tengo que terminar el informe de Annie Leonhart.
Aquello capturó su atención con tanta violencia que casi dejó caer su bisturí por segunda ocasión.
— ¿Ya has terminado? —Le preguntó, nerviosa, dejando sus herramientas en la mesa para quitarse los guantes.— ¿Qué encontraste?
Zeke la miró de vuelta, sin parecer desconcertado por su exagerada reacción.
Hanji no se molestó en disimular lo mucho que le importaba.
— No había agua en sus pulmones, así que ya estaba muerta cuando fue arrojada al río. —Le dijo él después de unos momentos de reflexión, usando un tono suave pero profesional.— No encontré daños internos. Tenía algunas caries, pero tal como estaba de peso, se había estado alimentando bien.
Sí, Nifa se había esmerado bastante en que Annie ganará algo de peso, pensó Hanji con tristeza.
— También encontré indicios de abuso previo. —Añadió Zeke con más cuidado, atento a la reacción de Hanji, la cual fue como cabía esperar. Una mezcla de furia y tristeza oscureciendo su expresión.— Todo indica que pasó un largo tiempo recibiendo maltrato físico y sexual.
No es como si no lo supiera de antemano, pero confirmar que los abusos de Berthold Hoover habían dejado marcas permanentes en el cuerpo de Annie le revolvía el estómago. Aún podía recordar aquel día en el vestíbulo de la casa de Zeke en Wraysbury, cuando el salvaje homicida había sido baleado desde atrás por el forense.
Algunos habrían considerado esa acción como cobarde y traicionera, atacar desde la espalda, pero aquello les salvó la vida a Nanaba y a ella.
Recordándolo, Hanji experimentó un inesperado y desconcertante placer por su muerte, a lo que se removió, incómoda.
— ¿Alguna seña reciente además de las marcas en el cuello? —Le preguntó a Zeke, intentando despejar aquellos pensamientos.
Él no contestó.
En cambio, la observó con cuidado, como si evaluara su estado mental.
Hanji le devolvió la mirada, cada vez más inquieta, hasta que entendió que había algo que él no deseaba decirle.
— Suéltalo. —Le suplicó, deseando que su angustia no fuera tan transparente.
Zeke suspiró y volvió a cruzarse de brazos, mirando a un punto indefinido de la pared.
— Tal como parecía desde el principio, todo indica que Annie Leonhart murió asfixiada. —Le dijo con lentitud, cuidando cada palabra como quien limpia un arma cargada.— Su cuello tenía mucho daño, pero la muerte debió ser rápida. No hay otras señas de tortura, aunque no se le dio de comer alrededor de veinte o treinta horas antes de su muerte.
Claro que no, Annie jamás aceptaría comida de un extraño qué la secuestró, Hanji pensó, recordando cómo Levi le había contado la renuencia de Annie a aceptar comida aunque claramente se moría de hambre.
— Hay algo que no me has dicho. —Replicó la castaña, mordaz.
— No se te escapa nada. —Zeke volvió a suspirar, pero antes de decirle cualquier otra cosa, le hizo una seña a su colega para que le acompañara al salón contiguo de la sala, donde había llevado a cabo la autopsia de la pequeña. Afortunadamente, ya había guardado el cuerpo, pero él la condujo hacia su escritorio, donde había estado trabajando en el informe.— Al principio pensé que Annie habría mordido a su agresor, arrancándole un retazo de tela de su manga o algo así. Pero mira.
Zeke había extendido, sobre una placa de metal pulido, un trozo de lino de color beige. Estaba realmente sucio y manchado, tal vez por los jugos gástricos, pero una vez extendido, podían leerse palabras perfectamente escritas.
— ¿Dices que esto estaba en el estómago de Annie? —Le preguntó Hanji, señalando la tela. Zeke asintió, y después de un breve momento de reflexión, lo entendió.— Su asesino escribió un mensaje para nosotros… y la manera de transmitirlo fue obligándola a tragárselo y matarla después.
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