Capítulo 28.- Sin tiempo para decir adiós
«Si me vuelvo a quedar sin nada... Sé que te tengo a ti»
En la calle, un lacayo lidiaba con dos cocheros enfadados, que no dejaban de discutir respecto a un pequeño accidente que había entorpecido el tráfico de la calle. Algo sobre una rueda rota atorada en la de otro carruaje. Los caballos resoplaban, impacientes, y algunos invitados cansados se quejaban entre susurros debido al retraso de sus transportes.
Era un jaleo habitual en Londres, una cacofonía reconfortante y familiar que le hacía saber a Hanji Zöe que aquel momento no era un sueño.
Ninguna fantasía habría podido simular tan bien la forma en que Levi inclinaba su rostro hacia un lado con las manos, invadiendo su boca con notable desesperación, su lengua saboreando la línea de sus labios y devorando cada centímetro de su paladar. Su aliento le sabía a hojas de menta, lo que no eclipsó completamente el aroma salvaje que cubría su ropa y el resto de su cuerpo.
Por su parte, Hanji no pudo mantener quietas las manos, buscando la piel de su cuello debajo de un abrigo viejo y una camisa áspera. Tanteó con los dedos los músculos posteriores a sus hombros, justo donde sabía que él era tan sensible.
Ella sonrió cuando sintió que se estremecía contra su toque.
─ Hanji. ─Levi gruñó su nombre contra sus labios en una advertencia, pero perdía cierta severidad bajo aquella nota de anhelo lascivo─. Hanji, espera.
─ No quiero esperar ─replicó ella, temblando ante la pura perspectiva de perder su contacto─. Te necesito aquí, ahora.
Cuando el pelinegro intentó apartarse, ella se aferró al cuello de su abrigo y volvió a besarlo, indiferente al riesgo de ir más lejos en el reducido espacio del callejón. Notaba su renuencia, el cerebro queriendo imponer la razón por encima del deseo. Era la misma lucha que tuvieron antes, en su primera vez en Tyburnia, cuando ella lo convenció de llegar al final de esos toques sensuales frente al fuego de la chimenea.
Y aunque ahora no tenían la calma de una salita caliente y la privacidad para tomarse todo el tiempo que quisieran, cuando Hanji mordió con fuerza su labio inferior, toda la cordura de Levi se desintegró en un segundo.
Él la empujó más firmemente a la pared de ladrillos, bajando las manos hacia sus hombros y recorriendo los brazos desnudos de la castaña con pura devoción. Sintió que se elevaba a las estrellas cuando ella suspiró en su boca por el roce, y más cuando bajó a la base de su garganta, regando besos húmedos y dejando marcas a diestra y siniestra.
─ Es un desastre... ─susurró Hanji, ligeramente desorientada, como si no entendiera del todo lo que estaba ocurriendo. Sin embargo, antes de que Levi pudiera preocuparse, ella se subió las amplias faldas de su vestido y le enganchó la cintura con una pierna─. Mi vestido ha de haberse ensuciado y... mi cabello... Creo que se ha soltado...
─ Y estos besos están dejando marca ─añadió Levi, sabiéndolo incluso en aquella oscuridad y notando la sonrisa de la castaña como una especie de sexto sentido─. ¿Quieres que me detenga?
─ No ─dijo ella de inmediato, casi sin aire, presionando con tanto empeño la pierna que Levi no se resistió a tomarla─. Quiero que me hagas un desastre.
Esa mujer estaba loca, lo había sabido desde el día que la conoció en la morgue de Scotland Yard, sonriendo con ese brillo radiante en sus ojos almendrados. Era un manojo de nervios cuando no tenía las manos ocupadas en algo y un cerebro con patas que necesitaba desesperadamente entender todo aquello que la rodeaba.
Y amaba con una pasión que ningún hombre podía alguna vez merecer.
Cuando Levi cogió sus muslos y la levantó contra la pared, cuando sintió su risa al percatarse que en esa posición ella podía perfectamente apoyar los pies en el suelo, fue como si su alma volviera a la vida.
El peso de los muertos nunca desaparecería del todo, pero con ella, con su risa y sus besos, se sentía más ligero que nunca. Era como ser bañado por el sol.
Así que decidió rendirse a sus deseos y hacerla un desastre.
Al besarla, la ternura no eclipsaba la dureza de su agarre, ni disminuía la ansiedad cuando logró desabrocharse los pantalones sólo lo suficiente para liberar su dolorosa erección. Cuando ella notó su vacilación, pues sin duda era muy pronto y no estaba del todo lista para recibirlo, tomó la iniciativa separando los pliegues de su ropa interior y dándole un acceso perfecto a su sexo palpitante.
─ Hanji... ─él jadeó, sintiendo cómo toda la sangre abandonaba su cabeza.
─ Te lo suplico ─ella gimoteó. No recordaba alguna otra ocasión en que hubiese sonado tan necesitada─. Por favor...
A pesar de la oscuridad, Levi fue capaz de ver el reflejo de una luz tenue sobre aquel rostro hermoso y poco común. Las lágrimas habían empañado los anteojos de la castaña, y sus ojos brillaban con un amor que sería capaz de derretir todo el polo norte.
Él empujó hacia arriba, casi perdiendo el aliento al sentirla tan estrecha y caliente... y no tan húmeda como solía ser. Pero Hanji se aferró a él con fuerza, respirando tan pesadamente contra su oído que le hizo perder el control. Embistió una vez más, y luego otra, y cuando quiso darse cuenta ella estaba gimiendo contra su boca para no llamar la atención de los transeúntes afuera del callejón.
Nunca lo habían hecho en esa posición, mucho menos en público o sin la preparación adecuada, pero fue como si la sangre llevara fuego a través de sus venas. Ambos se volvieron un poco más locos de lo usual, y la necesidad de una semana apartados se canalizó en un sexo agresivo, rápido y voraz.
Levi apenas tuvo tiempo de saborear cada gemido que brotaba de Hanji antes de que el cuerpo femenino se sacudiera entre sus brazos, casi debiendo morderla para ahogar ese chillido agudo e indiscreto. Permitió que ella lo abrazara hasta dejarlo sin aire. Dejó que temblara de pies a cabeza mientras él seguía empujando en su interior y, entonces, el orgasmo lo alcanzó a él también, derramándose en lo más profundo de Hanji hasta que su cabeza empezó a darle vueltas.
─ Mierda, mierda, mierda... ─susurraba ella como una especie de plegaria llorosa, como si la sensación de dicha se desbordara con tanta fuerza que doliera.
Y sí dolía un poco, pero no iba a quejarse de eso ahora.
─ Hanji... ─Levi apenas recordaba cómo hablar. Objetivamente sabía que tenía que decirle un montón de cosas importantes, pero en ese momento, con ella tan vulnerable y hermosa, con sus lágrimas cristalinas empapando sus mejillas, sólo pudo besarla de nuevo.
Cada beso era más tierno y suave que el anterior, secando su rostro con los labios y frotando sus brazos y la forma de su cintura.
─ No tenemos tiempo, ¿verdad? ─preguntó ella antes de que el momento terminara del todo, la tristeza ligeramente aplacada por las endorfinas que hacían fiesta en su cerebro.
Levi negó, pegando la frente a la suya.
─ Tenía que verte a como diera lugar, pero no estabas en casa.
─ Nile Dok tomó el departamento por sospechas de corrupción ─le dijo Hanji al instante, despertando la urgencia de ponerlo al día tanto como fuera posible─. E-Encontró las pruebas en la habitación extra y Mike me suspendió de Scotland Yard.
Levi soltó una palabrota en francés.
─ Sabía lo de Nile, pero no esperaba que Mike te sacara de la morgue.
─ Me lo merecía ─admitió Hanji─, pero ahora Zeke domina por completo el área forense de Scotland Yard.
A pesar de la oscuridad, la castaña pudo notar la expresión sorprendida de su prometido ante el desdén con el que se refirió al otro forense.
Una vez más, asumirlo fue tan doloroso como tragarse pequeñas navajas de afeitar, pero no había tiempo para regodearse en sus errores pasados, por mucho que quisiera pedirle perdón por no hacerle caso sobre Zeke.
─ Sé que es un asesino, que mató a Alessa Porter y a Annie Leonhart ─dijo en voz baja, aferrándose a las mangas del pelinegro y sintiendo el apoyo incondicional de sus manos masculinas en la cintura─. Sé que estuvo detrás de los crímenes de Berthold Hoover.
─ ¿Por eso viniste a la subasta con Eren? ─preguntó Levi.
A Hanji le sorprendió que él supiera que iba con el chico.
─ Sí, ¿pero cómo...?
Justo en ese momento, las sombras de los carruajes cortando la luz de las farolas les hizo saber que su tiempo se había acabado. Pronto el flujo de invitados afuera aumentaría y alguien iría a buscarla.
Muy a regañadientes, Levi salió de ella y acomodó sobre sus piernas las pesadas enaguas y la falda de satín. Como un maldito enamorado, se permitió abrazar la tela y llenarse del aroma sólo por un instante.
─ Erwin y yo estamos ocultos en Whitechapel ─dijo él de prisa, mientras se ponía de pie con una expresión de gravedad─. Ambos estamos bien, pero venir aquí ha sido probablemente mi idea más estúpida. Lo que pasó en Highgates... Ahora que todos en Londres saben sobre Kenny, no pueden vernos juntos.
─ Lo sé ─dijo ella, tragándose lágrimas más amargas, deseando tener más tiempo para preguntarle sobre lo sucedido en el cementerio─. Mikasa y yo estamos en mi casa, en Tyburnia, pero sé que no puedes venir con nosotras. Aún así ─añadió casi a las carreras cuando el pelinegro comenzó a arrastrarla a la boca del callejón─, a-aún así, necesitamos encontrar una vía de comunicación, Levi.
─ Es arriesgado. ─La mirada del pelinegro era dura y fiera, pero ella sabía reconocer su preocupación─. Hanji, tienes que mantenerte lejos de Zeke Fritz.
Con el corazón desbocado, Hanji sacó del bolsillo el fajo de cartas y la pintura en acuarela de Ransom Manor, obligándolo a cogerlos.
─ No puedes dejarme fuera de esto ─le dijo con una desesperación casi frenética que le desgarraba las cuerdas vocales─. Ya no. Estoy tan involucrada como tú y Erwin, así que debemos mantener la comunicación. No puedes... No puedes desaparecer como él, Levi. Creo que estoy...
Hanji estaba a un palmo de la luz de las farolas, sus manos temblando mientras observaba los preciosos ojos grises del hombre que amaba. Sin embargo, un movimiento por el rabillo del ojo le hizo captar a Eren antes de que él los alcanzara.
No hubo tiempo para una despedida.
Apenas la forense salió a la calle, sintió la mano de Levi desprenderse de la suya.
Por primera vez en la noche, la sensación de vacío fue tan grande y dolorosa que no logró fingir una sonrisa. Además, era consciente de la imagen que proyectaba bajo la luz de las farolas, con el vestido arrugado y sucio, el peinado medio deshecho y los labios hinchados.
La expresión de Eren al verla fue un poema de terror, digno de Edgar Allan Poe.
─ ¿Hanji? ─musitó, aturdido─ Te estuve buscando por todas partes, ¿qué...?
─ ¿Conseguiste el carruaje? ─preguntó ella sin tacto, acomodándose bruscamente la falda y soltándose del todo el cabello. Al menos así podría cubrir un poco las marcas en su cuello.
─ Sí, pero...
─ Vamos.
Hanji sabía que Eren estaba molesto y desconcertado, pero agradeció que se quedara a su lado sin armar un alboroto, llevándola de prisa al carruaje que esperaba detrás de otros dos, ayudándola a subir y cerrando la puertecilla y las ventanas con aprensión.
─ Sea lo que sea que pienses preguntarme ahora ─se apresuró a decir Hanji cuando el chico abrió la boca─, me temo que no obtendrás una respuesta satisfactoria.
─ Dificilmente ─replicó Eren─, alguna explicación podría ser satisfactoria. Yo sólo... ─Lleno de frustración, pero todavía bajo control, el chico se relamió los labios y se removió en su asiento. Luego de un largo e incómodo silencio, la miró con aprensión─ ¿Estás bien?
A pesar de todo, aquella simple pregunta tocó el corazón de Hanji.
─ Sí ─dijo─, estoy bien.
Ahora lo estaba.
El viaje de regreso a Tyburnia fue tranquilo, tal vez porque el cochero estaba muy cansado para hacer sus carreras habituales o simplemente porque le apetecía ir con calma en esa zona de la ciudad.
Eren tampoco decía gran cosa, aunque no dejaba de mirarla de pies a cabeza. Era obvio que sabía lo que había estado haciendo.
Cuando el coche se detuvo frente a su casa, apenas unos minutos después, Eren la ayudó a bajar con cuidado.
─ Te estuve buscando por todos lados ─le dijo, no sin cierto reproche─. El doctor Fritz me dijo que no te despediste de él.
─ No, no lo hice ─contestó Hanji de mala gana, demasiado cansada para fingir que tenía modales─. Zeke Fritz puede ser encantador, pero a veces no queda más remedio que poner ciertos límites con él, si es que no quiero verme comprometida.
─ Ah, claro ─replicó el menor con sarcasmo─, porque te preocupaba mucho verte en una situación comprometida.
La sorpresa y el dolor por aquel comentario no fueron nada en contra de la ira que brotó de la castaña.
Afortunadamente, fue capaz de domar su carácter y no gritarle en medio de la calle.
─ La próxima vez que sugieras que soy una furcia, Eren Jeäger ─le dijo con una crudeza que lo hizo saltar─, te dejaré la mano marcada y no voy a disculparme por ello.
Eren retrocedió, conmocionado.
Antes de que pudiera disculparse o decir cualquier cosa, la vio darse la vuelta y entrar a la casa con un revoloteo de faldas arrugadas.
Luego, el azote de la puerta lo hizo sentir como si algo pesado y desagradable cayera al fondo de su estómago.
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.
.
La mañana siguiente a la subasta, Historia abrió los ojos y sintió que algo extraño ocurría.
Según Zeke, la intuición era una herramienta poderosa si se usaba apropiadamente en conjunto con el razonamiento y la investigación, así que por muy cansada que estuviera y por muy suave y calentita que estuviera su cama, se levantó para averiguar de dónde venía esta sensación.
Tenía el cabello alborotado y rizado ahí donde la doncella le había hecho unos lindos tirabuzones la noche anterior, pero no fue difícil resolverlo con un cepillo de cerdas finas. Al cabo de un rato, cuando su sedoso cabello rubio resplandecía, la doncella entró a la habitación para ayudar a vestirla.
Historia no pasó por alto su expresión incómoda, mirándola a través del espejo de cuerpo completo mientras entraba en un bonito vestido de día color blanco.
─ Lucy ─la llamó con suavidad─, ¿ocurre algo malo?
La doncella apartó la mirada.
Era sólo unos años mayor que ella, y había trabajado con el doctor Fritz desde que era muy pequeña, pero seguía sin saber muy bien cómo dirigirse a Historia. A menudo podía notar la incomodidad de servirle, luego de vivir juntas en el sótano de Ransom Manor como los otros sirvientes.
─ No estoy segura... señorita. ─Lucy tensó los labios mientras ajustaba unos lazos en su espalda─. E-El señor Galliard ha venido muy temprano en la mañana y ha discutido con el doctor. Creo que pasó algo con el invitado de la buhardilla...
Historia se sobresaltó al escucharlo, pero se obligó a permanecer quieta mientras Lucy terminaba de vestirla y ajustaba los últimos detalles.
Después, salió de su habitación en dirección al estudio del doctor Fritz, cruzándose en el camino con Porco Galliard.
Él se detuvo al verla, conmocionado y con unas terribles ojeras bajo los ojos.
─ Historia ─dijo, sacudiendo la cabeza como cuando ella salía por la buhardilla para espiar en la oficina de Zeke─, será mejor que vuelvas a tu habitación. El doctor Fritz no está...
─ ¿Qué pasó? ─preguntó ella con necedad─. Te ves terrible. ¿Discutiste con Zeke? ¿Por qué?
─ Yo no...
─ Porco. ─La voz suave de Historia acarició su nombre, no como hacía con Zeke Fritz, sino como un tipo diferente de camaradería. No había adoración ni idealismo. Sólo pura confianza─. Por favor.
Él volvió a sacudir la cabeza, pero la tomó por los hombros para sacarla de mitad del pasillo. Llevándola junto a una ventana que daba al jardín trasero, Porco suspiró.
─ El invitado del doctor Fritz murió anoche ─le dijo en voz baja, tomándola por sorpresa.
─ ¿Qué? ¿Durante la subasta? ─Porco asintió─ ¿Qué pasó?
─ Él se... colgó.
A Historia le faltó el aliento, paralizándose como si todo su cuerpo estuviera hecho de hielo.
No conocía al hombre más allá de unas cuantas visitas anteriores. Ni siquiera sabía su nombre. Sin embargo, aunque nunca se habían quedado solos ni habían compartido una charla profunda, notaba el interés del extraño cuando le enseñaba a tocar el piano o pedía echar un vistazo a sus pinturas.
Según Zeke, era un pariente lejano, pero Historia sabía que eso no era todo.
Los había escuchado varias veces hablando de ella, como si fuera importante, como si le importara.
Ahora, al saber que estaba muerto, no pudo evitar sentir que le habían arrebatado algo.
─ Historia...
─ ¿Él era mi padre? ─le preguntó al mayor directamente, mostrando unos ojos azules cristalinos por las lágrimas. Al notar su indecisión, lo agarró del brazo─. Porco, necesito saberlo. ¿Lo era?
─ No ─admitió él con un suspiro─. Aunque creo que le habría gustado serlo. Él... te quería mucho.
Porco no esperaba que Historia rompiera en llanto ahí mismo, tan silenciosa y diminuta como un fantasma. Ella se cubría la cara con las manos, pero él podía sentir la pena desbordándose en pequeños espasmos.
Él no acostumbraba consolar a otros, no tenía ni idea de cómo contener y reconfortar. Aún así, rodeó los hombros temblorosos de la chica y la atrajo contra su pecho, notando el momento exacto en el que ella se rendía a la tristeza.
Uri Reiss jamás le había dicho su nombre, ni el lazo sanguíneo que compartían, pero había sido tan gentil y atento con ella, que a Porco no le sorprendía que de un modo u otro, Historia supiera que estaban relacionados.
Y si bien, no habían compartido tanto tiempo juntos, ella podía pensar en su muerte como la pérdida del único familiar que podría llegar a quererla.
Sólo que ella se equivocaba, pensó Porco mientras veía, a través de la ventana, como dos hombres se llevaban en una bolsa negra el cuerpo de Uri Reiss.
Había otra persona que podría formar un vínculo filial con Historia.
Supo que había cometido un error de juicio cuando escuchó unos pasos a sus espaldas, luchando por contener un escalofrío cuando Zeke Fritz pasó por su lado, mirándolo con una frialdad escalofriante.
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