Capitulo 24. Impulsiva e imprudente



Hanji no esperaba concluir aquella visita estando tan molesta, pero sabía que si se quedaba un minuto más en el 331B de Baker Street, golpearía a alguien.

Mikasa no preguntó nada cuando la vio salir de la cocina hecha una furia, y Zeke fue lo bastante listo para cerrar la boca cuando Hanji pasó por su lado echando chispas.

En otras circunstancias, le habría gustado quedarse un rato más y verificar que Eren tuviera todo lo que necesitaba por el momento, acordando una nueva reunión al día siguiente. Ahora, sólo le quedaba pensar que la adolescencia era una etapa de pesadilla y que apenas podía imaginarse cómo lo habría manejado Carla Jeäger.

Permitiendo que Eren y Mikasa se despidieran con calma en el recibidor de la casa, Hanji salió a la calle, tratando de pillar una brisa que refrescara su mal humor.

Ni siquiera le sorprendió que Zeke la alcanzara, tal como iba su suerte.

─ No iba a mencionar lo del beso. ─Aunque lo había dicho en un murmullo discreto, Hanji no pudo evitar mirar a ambos lados de la calle, vigilando que nadie escuchara algo que podía malinterpretarse con facilidad─. Lo lamento.

¿En serio? ─Ella lo miró de brazos cruzados, el escepticismo marcando sus facciones─. Por lo general, te gusta dejarme en evidencia. Creo que tienes un placer retorcido con eso.

─ Un poco ─reconoció él con una sonrisa, metiendo las manos en los bolsillos del pantalón. Había dejado la chaqueta adentro─. Eres una amazona, Hanji, y proteges muy bien tus pensamientos y emociones. No negaré que me gusta hacerte bajar la guardia.

─ En este momento ─replicó ella─, no lo estás consiguiendo. Y ─añadió cuando él abría la boca para defenderse─, difícilmente podría bajar la guardia contigo, si tú no haces lo mismo.

Estaba enojada con Eren, preocupada por Levi y tenía mil cosas en la cabeza, pero no podía dejar pasar aquella oportunidad.

Vio el momento exacto en el que Zeke retrocedía e intentaba reorganizar su estrategia. Sin duda, no se había esperado que ella mostrara interés en él, justo en ese momento. No podía retroceder ahora.

─ Siempre eres tan reservado ─insistió, bajando la voz─, que sólo me queda suponer que estás jugando conmigo.

En realidad, se dijo, era ella jugando con fuego.

El fuego que despertaba por alguna razón en aquel par de ojos azules, los cuales la observaban como si necesitaran desentrañar su misterio a como diera lugar.

Y ella apartó la mirada, negándole la oportunidad.

─ ¿Qué tendría que hacer para que creyeras que hablo en serio? ─le preguntó él, la curiosidad mezclándose con el deseo. Aunque estaban a una distancia prudente el uno del otro, sin el más mínimo contacto físico, la tensión había vuelto a poseerlos en una telaraña ajustada─. Ahora soy yo quien te ofrece una prenda.

Hanji sonrió. No recordaba haber sentido nunca ese tipo de satisfacción malevola. ¿Lo peor? Ese gesto parecía encantarle al forense.

Con una voz encantadora, viendo que Mikasa salía por fin, dijo:

─ Invítame a la subasta del St Barth.

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El camino de regreso a casa fue mas bien en silencio.

Aprovechando su paso por Marylebond, se desviaron al norte de Crawford Street, para visitar a una muy embarazada Nanaba Zacharius. El carácter de la mujer, habitualmente dulce y divertido, estaba teñido de una melancolía preocupante.

─ No puedo ni siquiera salir a la calle ─les había dicho con voz lastimera, mirando siempre en dirección al pasillo por si su madre andaba cerca─. Mamá dice que es de mal gusto que una mujer se muestre en este estado, y que de todos modos ya ninguno de mis vestidos me cierra bien. Dice que estaré mejor aquí, hasta que nazca el bebé.

─ ¿Y Mike qué dice al respecto? ─preguntó Hanji, tratando de controlar el odio hacia Magda Winner. Por lo general, no le parecía justo depender del esposo de su amiga, pero en este caso, esperaba que al menos fuera una fuerza de apoyo para ella.

Sorprendentemente, Nanaba bajó la mirada con tristeza.

─ No le gusta verme tan decaída ─dijo─, pero parece estar de acuerdo con mi madre sobre que debería quedarme en casa. ─Antes de que Hanji pudiera explotar contra Mike, la rubia se apresuró a explicar─. No creo que se de cuenta que es algo irracional ─dijo, su mano deslizándose sobre la hinchazón de su vientre─. Está convencido de que mi madre sabe más que él sobre estos asuntos, y por otro lado... creo que sigue muy afectado por lo que pasó en Noviembre.

Oh, cierto. El secuestro.

No es que existiera un riesgo potencial ahora que Berthold Hoover estaba muerto, pero incluso entonces, tampoco pensaron que el destripador pudiera atacar a Nanaba, sobre todo cuando ella parecía a salvo en Whitehall. Más aún, los homicidios no habían parado del todo, y hasta que encontraran al segundo asesino y su relación con el caso anterior, Nanaba podría ser un blanco potencial.

Aún así, Mike no estaba ayudando mucho a la causa de su esposa, dejándola a merced del trato estricto de su madre.

Hanji le había prometido pasar con ella todo el tiempo que restaba a su embarazo. Lo que era una idea fantástica, en realidad con el argumento irrefutable de que siempre sería mejor tener a un médico de planta, por si sufría alguna complicación.

Nanaba lo hablaría esa noche con Mike y mandaría llamar a Hanji al día siguiente.

Mikasa había estado escuchando con mucho interés, por supuesto, pero Hanji podía notar el cansancio en su mirada mientras intentaban descansar en el carruaje. Con un día satisfactoriamente productivo, ambas se morían de ganas de llegar a casa, con la esperanza de que cierto detective estuviera ahí esperándolas.

Por desgracia, había más de un policía cercando el edificio de Whitehall street, y ninguno de ellos era el que a ellas les interesaba ver.

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Por poco no las habían dejado pasar, de no ser por la intervención del oficial Erd Gin, que las reconoció antes de que Hanji pudiera dar un puntapié a uno de los idiotas de la calle.

Erd había sido ascendido a detective en diciembre, después de que Levi escribiera una recomendación a su favor. Según le había dicho el pelinegro a Hanji, el chico había mostrado gran entereza, determinación y coraje durante la investigación del destripador, teniendo los huevos para frenarle los pies cuando había perdido la cordura por la desesperación.

Ahora, Erd la tomó a ella y a Mikasa y las condujo adentro, donde los policías interrogaban a vecinos y al nuevo portero del edificio.

De alguna manera, Hanji se sentía atacada y vulnerada, especialmente cuando, al llegar a la tercera planta, vio a una docena de policías esculcando sus cosas en el departamento.

─ ¡Ey, no pueden tocar eso! ─exclamó con furia a un par de hombres que apilaban, desordenadamente, todos sus libros de medicina─ ¿Acaso están locos? ¡No pueden...! ¡Oye, tú! ─Hanji señaló con mirada asesina a un oficial que revolvía una caja llena de ropa de Mikasa─ ¡Aléjate de ahí, cerdo asqueroso!

Antes de que Hanji pudiera lanzarse sobre el sujeto, que a su vez le lanzó una mirada desdeñosa y desagradable, unos fuertes brazos masculinos la sujetaron desde atrás. No la levantó del todo, pero la sensación fue tan horrible y familiar que no pudo evitar sacudirse como un animal salvaje.

─ ¡Hanji, contrólate! ─La voz de Mike resonó conciliadora en su oído, pero ella seguía luchando─. Hanji, tienes que...

─ Señorita, le sugiero que se tranquilice ─dijo Nile Dok, el Inspector en Jefe de la Policía Metropolitana de Londres, mientras los ojos de la forense picaban con lágrimas de impotencia. Nile usaba su uniforme y su placa con orgullo, pero no parecía más contento que ella de estar ahí─. Lo último que quiero es tener que mandarla a una celda porque atacó a uno de mis hombres.

Mike, que todavía sujetaba a Hanji contra su pecho, frunció el ceño.

─ No te pases, Nile.

─ Entonces controla a tu amiga ─replicó el aludido─. Te lo dije antes, esta no es una visita amistosa. Tengo pruebas de que mucha información ha sido filtrada desde Scotland Yard, y con la desaparición del detective Ackerman, no puedo pasar nada por alto.

Aquellas palabras golpearon a Hanji como un puño en la cara. Sus miembros se paralizaron, temblando con el mismo horror helado que la dominó en las Dársenas. Lentamente, Mike la soltó.

─ ¿Levi... desapareció?

Nile la observó un momento, determinando si ella estaba o no actuando su reacción.

Finalmente, se pasó una mano por el cuello con un suspiro.

─ Me temo que sí, señorita. ─Nile hizo una pausa, viendo a una chiquilla de rasgos extranjeros aproximándose a la forense. Hanji la abrazó, un gesto sumamente protector que tomó por sorpresa al Inspector─ ¿Acaso no lo había notado?

Hanji no mantenía una relación cercana con la Policía Metropolitana de Londres, pero sabía que de un modo u otro, su relación con Levi era de dominio público. Aunque el detective trabajaba para Scotland Yard, se relacionaba con toda clase de funcionarios tanto de manera legal como de manera ilícita. Para Nile Dok, no debía ser ajeno su compromiso y el hecho de que vivían juntos aún sin estar casados.

─ Él dijo que estaría patrullando anoche... ─murmuró, aturdida. Sin embargo, antes de que pudiera decir cualquier otra cosa, Mike puso una mano sobre su hombro.

─ No tienes que decir nada más, Hanji ─le advirtió, lanzando una mirada irritada a Nile─. El Inspector Dok no puede interrogarte aquí, sin un abogado presente o una causa probable.

Nile frunció el ceño cuando vio que la castaña cerraba la boca de golpe.

─ Es cierto ─dijo─, pero pensé que querría agilizar el trámite. Sobre todo después de que esta mañana encontráramos un cuerpo en Highgates.

Hanji abrió los ojos con sorpresa, sintiendo que la sangre escapaba de su rostro y todo a su alrededor daba vueltas. Por fortuna, Mike la sujetó con fuerza.

─ Nile, basta.

─ Después de tantas muertes ─insistió Nile, su mirada fija en los ojos almendrados de Hanji─, quiero algunas respuestas.

Hanji escuchaba a Mike y Nile discutir, pero oía sus voces lejanas y amortiguadas. El agarre de Mikasa era cálido, pero ni eso podía empujar el frío que amenazaba con congelar cada centímetro de sus extremidades. Una vez más, el recuerdo del cuerpo inerte de Moblit Berner vino a su mente, sólo que ahora sus facciones eran las de Levi.

Entonces, alguien gritó desde una de las habitaciones.

─ ¡Jefe, encontramos algo!

Mikasa sacudió el brazo de Hanji y, como quien es sacado bruscamente del agua después de casi ahogarse, ella jadeó.

El policía los condujo a una de las habitaciones de huéspedes, donde algunas cajas habían sido amontonadas en un rincón e incluso encima de la cama.

Hanji sabía lo que verían al echar un vistazo, y si antes estaba líbida, ahora sintió que el mundo daba la vuelta y bruscamente desmoronaba a su alrededor.

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No supo cuánto tiempo pasó antes de que el suave traqueteo de las ruedas sobre el empedrado de las calles la despertaran. Su cabeza seguía sintiéndose liviana, su corazón latía al ritmo del aleteo de un colibrí y no estuvo realmente bien hasta que corroboró que Mikasa se encontraba a su lado.

─ No te muevas ─le pidió Mike, sentado al frente, con una expresión preocupada─. No tardaremos mucho en llegar a Crawford Street, ahí le pediré a Riko que te prepare un poco de té. ─Mirándola de pies a cabeza, añadió:─ Estás muy pálida. ¿Debería llamar al médico?

No ─respondió ella de inmediato, lo último que quería era a un médico rondándola ahora─. Estoy bien.

─ Te desmayaste.

─ Estaba... impresionada ─admitió, apartando la mirada al recordar a los oficiales rodeando las cajas llenas de pruebas del caso del destripador. Por la ventanilla del carruaje pudo ver las últimas luces del día contra los edificios de Marylebond─. No puedo creer que fuera tan estúpida para dejar las cajas así, tan al descubierto.

Hanji, que casi esperaba que Mike calmara su consciencia o intentara consolarla, lo miró con cara de pocos amigos cuando éste no dijo nada.

¿En serio, Mike?

─ Sí, en serio. ─El fornido teniente se cruzó de brazos, sus hombros tan anchos que casi ocupaba todo el espacio. Estaba serio y, por primera vez en mucho tiempo, parecía molesto con ella─. ¿Cómo diablos se les ocurrió llevarse a casa pruebas originales del caso? Aunque puedo esperarme esa imprudencia viniendo se ti, Levi debía saber que, si alguien los descubría, estarían en serios aprietos.

─ No nos pareció que fuera algo incriminatorio, cuando pasamos semanas sin dormir tratando de resolver quién era el destripador de Londres ─replicó Hanji, sintiéndose indignada al ser llamada imprudente, incluso si no le faltaba razón al rubio.

─ Sí, pero eso fue hace meses, Hanji. Tú misma acabas de reconocer que fue estúpido dejarlas al descubrierto. ─Mike frunció más si cabe el ceño─ ¿Por qué diablos no lo devolvieron? ─La castaña no recordaba haberlo visto tan severo en toda su vida. No con ella, al menos─ ¿No se te pasó por la cabeza que, con tantas filtraciones, fuera terriblemente sospechoso que el detective a cargo del caso y la médico forense, que además es su prometida, tuvieran tantas pruebas guardadas en su propio domicilio?

Bueno, pensó Hanji, si lo decía de ese modo, las teorías conspirativas de Nile no sonaban tan descabelladas.

Lo cierto es que desde que Erwin había restringido el caso como algo confidencial, Levi y Hanji habían adquirido algunas de sus estrategias más paranoicas, monopolizando las pruebas e ignorando la cadena de mando. Pensándolo bien, no era la mejor manera de mantener una imagen limpia y libre de sospechas.

─ ¿Y qué piensa Nile, con exactitud? ─preguntó, quejumbrosa─ No puede creer que estamos involucrados con Berthold Hoover o... ¿O qué? ¿Qué ganaríamos con eso, de todos modos? Está muerto. ¿Por qué alguno de nosotros filtraría información?

Pero el teniente no dijo nada más, y en cambio, sólo le sostuvo la mirada de mal humor.

─ ¡Mike, por favor!

─ Nada de "Mike" ─gruñó el Teniente─. Estás oficialmente suspendida de tu trabajo en Scotland Yard, y puesta a prueba, si esto no escala a más.

Hanji pensó que se pondría furiosa, que entraría en erupción con una explosión piroclástica de gritos e insultos, pero lo cierto es que sólo estaba dolida. No podía odiar a Mike, y no podía seguir peleando por algo que sabía que era su culpa, así que se limitó a aceptar su decisión con toda la pena que eso implicaba.

En pocos minutos, el carruaje se detuvo frente a la casa de los Zacharius, pero el hombre no entró de inmediato, sino que dejó que Mikasa se adelantara para ser recibida por su esposa. Nanaba, a pesar de su mirada curiosa, no hizo preguntas mientras Mike apartaba un momento a Hanji.

─ Realmente no importa lo que crea Nile o cualquiera de la policía metropolitana ─le dijo en voz baja, la severidad todavía marcando sus facciones─. Ya ni siquiera es sobre si cometieron un crimen o no. Esto es un asunto político, Hanji.

─ ¿A qué te refieres? ─preguntó ella, perturbada.

─ Cuando declararon a Erwin sospechoso de ser el destripador, todos nosotros sabíamos que se trataba de un chivo expiatorio ─dijo, pasando por alto que Hanji había llegado a dudar, aunque fuera por un tiempo muy breve, de la inocencia de su primer amor─. Él sabía que, independientemente de las pruebas en su contra, alguien lo quería muerto. Y eso significa que, cualquiera que intentara ayudarlo, podría acabar igual.

Hanji pensó en la última vez que vio a Erwin en Ransom Manor, en su actitud fortuita y paranoica, en la desesperación que transmitía su mirada mientras la besaba y se despedía de ella.

─ Crees que se fue para mantenernos a salvo de esta conspiración ─susurró ella.

Mike asintió, suspirando con pesadez.

─ Y ustedes no se ayudan con este comportamiento imprudente ─sentenció. Aunque seguía molesto, su mirada cálida era la de un hombre preocupado por sus amigos─. Sé que quieres resolverlo a como dé lugar, pero lo mejor que puedes hacer ahora es mantener un perfil bajo.

─ Es decir, no hacer nada.

Hanji frunció el ceño. No estaba acostumbrada a tomar un papel pasivo. Ya lo había intentado antes, cuando Erwin la sacó oficialmente del caso, pero sólo sirvió para que ella siguiera trabajando desde casa, con un montón de pruebas retenidas de forma ilegal. Luego, había pasado meses dejando que Zeke se encargara de los cuerpos porque ella estaba muy afectada para hacerlo por su cuenta, y Levi salía solo a patrullar, y ahora había desaparecido.

La imprudencia era uno de sus mayores defectos, ¿pero cómo se suponía que era mejor quedarse a un lado?

La mano de Mike cayó pesada sobre su hombro, pero ella no quiso mirarlo.

─ Ellos saben cuidarse solos, Hanji. ─Cuando el suave apretón no surtió efecto en su carácter obstinado, el teniente volvió a suspirar─. Intentaré resolver esto con Nile. Mientras tanto, te sugeriría buscar un buen abogado.

Hanji entornó los ojos. Odiaba a los abogados.

Antes de que Mike se alejara en dirección a la puerta de su casa, Hanji lo alcanzó por el brazo.

─ ¿Levi realmente desapareció? ─le preguntó, odiando no poder disimular el temblor en su voz.

Mike la observó unos instantes y finalmente asintió.

─ Sí, pero Nile no debió asustarte de esa manera ─dijo─. El cuerpo no era de Levi, sino de Kenny Ackerman.

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─ ¿Oh? ─Al verlos llegar juntos, y con expresiones tan cabizbajas, Nanaba los recibió con esa cálida benevolencia que podía calentar incluso en el invierno más frío de Siberia. No hizo preguntas, ni siquiera cuando Mike se limitó a saludarla con un beso seco en la frente, antes de encerrarse en su estudio.

Riko había servido el té y ahora preparaba la cena. Sin embargo, Mikasa había estado tan cansada por tantas emociones juntas que había preferido irse a dormir de una vez.

─ ¿Mike está enojado contigo? ─preguntó Nanaba con cuidado, una vez que estuvieron solas.

Hanji tomó una bocanada de aire.

─ Sí.

─ ¿Su enfado está justificado?

─ Bastante.

Nanaba asintió lentamente mientras lo asimilaba. No recordaba una sola vez en que Mike estuviera tan enojado con Hanji, ni siquiera cuando le contó que su amiga le había cantado las cuarentas un día antes de su boda, enumerando todo lo que podía salir mal, y ofreciéndole una vía de escape por si acaso cambiaba de opinión.

De cualquier forma, todos parecían demasiado cansados para interrogarlos por ahora, así que se limitaron a conversar sobre el plan para los próximos días.

Hanji y Mikasa se quedarían en casa de los Zacharius hasta que llegara el bebé, lo cual, tomando en cuenta su avanzado estado de embarazo, no tardaría en suceder. Hicieron planes respecto al parto, así como un plan de contingencia por si hacía falta llevarla al hospital St Barth o al St Thomas.

Después de la cena, Hanji se excusó con Nanaba y subió a la habitación donde Mikasa ya dormía profundamente. Al menos, pensó la forense, Nile les había permitido llevar algo de equipaje ligero mientras continuaban revisando el departamento y deliberaban que no se trataba de una escena del crimen.

Mientras se desvestía para ponerse un camisón cómodo, Hanji reflexionó sobre todo lo ocurrido aquel día. La visita a Baker Street, el comportamiento de Zeke Fritz, las conjeturas inapropiadas de Eren, al cateo en Whitehall, y finalmente la desaparición de Levi.

Volvía a tener aquella molesta migraña, pero mientras la suave tela de algodón se deslizó sobre su cuerpo, no pudo evitar apoyar la mano en su vientre plano.

Si realmente estaba embarazada, si no fuera una simple ilusión producto del estrés, ¿qué se suponía que debía hacer ahora?

En días como ese, odiaba pensar tanto, que su cabeza se volviera un enjambre furioso de pensamientos inconexos. Quería empezar a buscar soluciones, compartimentando cada cosa en su lugar y después, tratarlo con su debido análisis y reflexión.

Fue necesario amordazar la parte de ella que amaba a Levi, que amenazaba con desbordarse por el miedo y la desesperación de no tenerlo a su lado. Quería llorar y llamarlo a gritos, pero si dejaba escapar aunque sólo fuera una lágrima por él, no podría volver a levantarse.

De algún modo, tendría que encerrar el dolor en una cajita de plomo y dejar que su cerebro tomara control de la situación.

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