Capítulo 16.- Lo que hacemos por amor
La discusión sobre el repentino deseo de Eren de independizarse duró apenas unos minutos más. Levi había sugerido ir a descansar para pensar bien las cosas y Eren accedió a no tomar ninguna acción al menos hasta el fin de semana, cuando tendrían tiempo para discutirlo con más calma.
Por otro lado, la forense no se sentía tan paciente ni tan comprensiva como antes.
Mas bien, Hanji estaba particularmente frustrada, pues creía que si hablaban con Eren en paz y sin filtros, serían capaces de saltar aquel bache y pasar página. Pero por lo visto aquella tensión iba más allá de la pelea del día anterior, lo que la puso de mal humor.
- Es sólo un niño. -Bufó en la privacidad del cuarto de ambos. Levi se había puesto ya su camisa para dormir y se ocupaba de pulir sus botas de trabajo, sentado junto a la ventana.- ¿Cómo diablos va a vivir solo?
- Para ser justos, la herencia de sus padres no es despreciable. -Objetó el pelinegro, todavía con la mirada en su tarea.- No es suficiente para toda una vida, pero si es listo, puede usar el dinero para impulsar un negocio. O podría trabajar, lo que ya era su plan incluso antes de venir aquí.
Hanji, que hasta ese momento había estado luchando para abrir los botones traseros de su vestido, se giró hacia su prometido como si de pronto le hubiera sugerido ir a matar a la reina.
- No puedes estar de acuerdo con él. -Increpó, sin disimular su indignación.
Pero Levi sólo suspiró, bajando los hombros mientras levantaba la mirada hacia ella.
Parecía cansado, a pesar de haber tenido un día excelente en la oficina.
- Por supuesto que no estoy de acuerdo. -Le dijo.- Pero ni tú ni yo podemos obligarlo a permanecer aquí si él no lo desea.
- ¡Oh, permíteme diferir! -Ella exclamó, poniendo los brazos en jarras.- ¿Quieres ver cómo puedo conseguir un par de grilletes de las celdas de Scotland Yard para encadenarlo a su maldita habitación?
A pesar del enfado de la castaña y la seriedad del tema, Levi no pudo reprimir una pequeña sonrisa ante su intenso sentido de protección. Sin mencionar que, aunque Hanji no era capaz de caer en el mismo tipo de impulso violento que él, sí era tan apasionada y mal hablada cuando algo la hacía enfadar de veras.
- Lo estás viendo desde la perspectiva de una madre. -Le dijo, dejando sus botas a un lado y acercándose a ella, levantando una mano para pellizcar esa mueca tan adorable de sus labios.- Lo cual no está mal, Hanji, pero debes respetar sus límites.
- ¿En qué momento cambiamos los papeles en este pleito? -Cuestionó ella mientras hacía morritos, pero no había verdadero enfado en su voz.
Levi sacudió la cabeza y la tomó por la cintura, instándola a darse la vuelta para encargarse él mismo de su vestido.
- Siempre serás el policía bueno y yo el policía malo. -Aclaró el detective mientras sus dedos ágiles soltaban cada pequeño botón.- Pero en este caso me toca ser el pragmático entre los dos. Cuando me dijiste que deseabas adoptar a los chicos, ¿recuerdas lo que te dije?
- ¿Que estaba tomando una decisión impulsiva? -Hanji levantó una ceja al recordar esa conversación, pero su pulso se disparó al sentir los dedos del pelinegro recorriendo su espalda.
- Sí. -Levi se inclinó hacia adelante cuando abrió el cuello del vestido, despejando el área de sus hombros para depositar ahí un cálido beso.- Y tú dijiste que todo estaría bien siempre y cuando habláramos con ellos y estuvieran de acuerdo.
La molestia de Hanji se disolvió como espuma de mar, siendo reemplazada por una mezcla curiosa y diluida de vergüenza, tristeza y melancolía.
Ciertamente ella había condicionado la adopción de los jóvenes que vivían con ellos a su entera disposición, pero hubo un tiempo en el que esto parecía darse por sentado. Un tiempo, ni bien apenas unas semanas, en que Eren parecía encantado con la idea de ser parte de su familia.
Pero quizás ella se había adelantado demasiado. Quizás ni siquiera le había dado tiempo de pensar las implicaciones de una adopción.
A diferencia de Mikasa, quien había perdido a sus dos padres en un asalto seis años atrás, Eren apenas había tenido tiempo para procesar que casi de un día para otro, era un huérfano que tendría que salir adelante de algún modo. Mikasa había tenido años para adaptarse a la idea, formando el deseo de ser adoptada por unos padres cariñosos, mientras que Eren ni siquiera estaba seguro de qué quería hacer con su propia vida.
Levi debió sentir esta lenta reflexión por parte de la castaña, pues una vez que deslizó el vestido blanco hasta el suelo, la abrazó a la altura del pecho con fuerza.
Ambos quedaron así un largo rato, sólo sintiendo la respiración del otro. Luego, Hanji echó la cabeza hacia atrás y soltó un largo suspiro.
- Tienes razón. -Y parecía que odiaba que así fuera. De hecho, él mismo lo odiaba.- Quería tanto cuidar de él... Darle todo lo que perdió... Que en ningún momento me detuve a pensar si eso sería lo que él deseaba. Si sería suficiente.
- Nadie puede devolvernos lo que hemos perdido, Hanji. -El detective afianzó más el agarre, sintiendo que ella levantaba las manos hacia sus brazos.- Pero a veces encontramos otro tipo de cosas que, sin llegar a reemplazar a lo anterior, llenan nuestras vidas.
Hanji sonrió cálidamente, deshaciéndose del abrazo de su prometido para darse la vuelta. Ella tomó su rostro y acarició los pómulos del hombre. Aunque Levi no era ningún niño, poseía rasgos juveniles que disimulaban muy bien su edad, a diferencia de hombres como Erwin o Mike que poseían mandíbulas duras y ángulos demasiado rectos.
Además, había algo en los ojos del pelinegro que siempre lograban hacerla bajar sus defensas. Algún tipo de magia, debía ser, en forma de motitas azules en un fondo de mercurio y plata.
- Cuando mis padres murieron, fue como si Dios reafirmara mi creencia de que debía dedicar mi vida a la ciencia. -Le confesó ella con una voz baja e íntima.- Yo creía que el camino del matrimonio y los hijos no era para mí, porque odiaba la idea de perderme de todo lo demás. Porque tú sabes, cuando una mujer se casa, sacrifica hasta la última gota de individualidad que la juventud te permite tener.
Levi frunció el ceño por el repentino giro de la conversación, sin entender muy bien a qué venía.
- Yo no quiero que pierdas tu individualidad para casarte conmigo. -Replicó, casi ofendido de que ella pidiera creer algo así.- Es más, te exijo que sigas siendo un individuo, maldita cuatro ojos.
Hanji se echó a reír con ganas, y sólo cuando ella se quitó los anteojos por su propia cuenta, para dejarlos en sus manos, Levi se percató del brillo húmedo en sus ojos de chocolate.
- Lo sé, y por eso te amo tanto. -Ella le dijo con una diversión conmovida.- Por eso confío en ti. Porque nunca has querido que sea nada más que yo misma. -En un movimiento que hechizó al detective, Hanji se soltó el cabello y lo agitó para que cayera libremente sobre sus hombros.- Por eso acepté casarme contigo, porque joder... No me casaría con nadie más.
- ¿Ni siquiera con Erwin? -Preguntó él con sincera curiosidad, acercándose al tocador que recientemente había comprado para Hanji, donde dejó los anteojos metidos dentro de una tela de terciopelo.
Por su parte, la castaña no se ofendió por la pregunta. A esas alturas podían hablar de sus sentimientos sin miedo a ser juzgados.
Su sonrisa, si acaso, se amplió más.
- Ni siquiera con él. -Declaró, dejando que Levi le fuera soltando los cordones del corsé. Aunque no era la primera vez que usaba uno, debía reconocer que no estaba acostumbrada.- Independientemente de mis sentimientos por Erwin, no me arrepiento de no haberme casado con él. Así que creo que tienes razón cuando dices que uno no puede reemplazar aquello que perdió.
- No voy a decir alguna mierda como que Erwin hubiese sido un mejor esposo. -Dijo Levi al cabo de unos minutos, los mismos que le tomó aflojar todos los cordones para que Hanji pudiese sacarse aquella cosa por encima de la cabeza.- Pero tampoco creo que hubiese sido tan malo.
Hanji miró un punto indefinido de la pared, mientras Levi recogía, en su maldita obsesión por el orden, cada prenda que iba soltando para dejarla pulcramente doblada en el canasto de la ropa sucia.
Ella aún estaba algo enfadada con el antiguo Comandante de Scotland Yard, pero debía ser justa con su respuesta.
- Creo que Erwin hubiese sido un excelente esposo. Atento y gentil, ya sabes, y me hubiese dado tanta libertad como fuera posible. -Hanji formó una mueca al pensar en ello, yendo hacia la cama para sentarse en el borde.- Pero su posición requería que él tuviera una esposa apropiada, y con el tiempo, aunque él quisiera hacer oídos sordos a las críticas, hubiese sido infeliz. Y yo también, porque odiaría saber que eso sería mi culpa.
Levi se volvió hacia Hanji.
Él realmente no creía que Erwin pudiera ser tan banal, pero debía reconocer que la opinión social a veces era tan afilada como la hoja de una espada, y tan venenosa como la poción más mortífera jamás creada. No sabía cómo Erwin hubiera podido sortear esos obstáculos, y tomando en cuenta el espíritu sensible de Hanji, dudaba que algo así pudiera no afectarle de manera negativa.
- De cualquier forma -ella suspiró cuando él se acercó, tal vez suponiendo que él no querría criticar a su amigo-, es una de esas decisiones que tomas y no se puede cambiar. No porque no lo haya pensado. -Reconoció con un toque de timidez.- Sino porque de algún modo, es como intentar volver en el tiempo. No se puede.
Levi suspiró. Ahora podía entenderla un poco mejor, y la sensación de que había encontrado un tesoro invaluable en la sala forense de Scotland Yard, aquella tarde de Septiembre, le hizo comprender lo afortunado que era.
- Con todo esto... -Él murmuró, arrodillándose frente a ella para descansar la mejilla contra sus piernas esbeltas.- ¿Dices que anticipas un futuro feliz conmigo?
Hanji sonrió con dulzura, pasando los dedos por el cabello negro del detective. Adoraba que fuera tan suave, que pudiera pasar la mano y que cada mechón se deslizara como una cortina de seda color onix.
- Sí, siempre y cuando no se nos olvide la parte de la comunicación. -Dijo ella, sabiendo que era un punto en el que aún les hacía falta trabajar.
Como impulsado por un resorte, Levi se levantó y colocó ambas manos a cada lado de su cuerpo, inclinándose hacia ella hasta que ambos pudieron respirarse mutuamente.
- ¿Hiciste esa cosa el día de hoy? -Le preguntó casi en un susurro.
Ella asintió con una mirada mucho más seria.
- Me propuso investigar por nuestra cuenta el caso de Annie.
Levi frunció el ceño.
Al mediodía, cuando ambos habían charlado en la oficina de Mike para resolver cualquier aspereza, habían tocado a conciencia el tema de Zeke Fritz, y el evidente interés del forense hacia Hanji que sin duda no podían sólo ignorar.
Si hubiese sido cualquier otra persona, en cualquier otra circunstancia, no hubiese sido tan complicado despacharlo sólo con los puños, pero había mucho en juego. Por un lado, era el colega de Hanji, y a ella no le hacía ni tantita gracia ser tan grosera con un hombre al cual admiraba y con quien le gustaba trabajar. Un chisme de ese calibre podría arruinar la carrera de cualquiera de ellos. Y por otro lado... estaban las sospechas del detective, con respecto al caso del Destripador.
Erwin le había dado una advertencia muy sospechosa a Hanji, y el instinto de Levi no dejaba de gritarle que había algo mal con Zeke Fritz, más allá de cuánto pudiera odiarlo por acercarse a su casi esposa.
Era algo más, una especie de intuición que le advertía que el médico forense era peligroso.
Sin embargo, Hanji le hizo reconocer que una intuición no era suficiente para desprestigiar a un hombre, así que ambos llegaron a un acuerdo.
Hanji fingiría no rechazar a Zeke, al menos dentro de algunos límites, e intentaría aprovechar su cercanía para investigarlo sin levantar sospechas.
La castaña había utilizado una metáfora muy desagradable sobre moscas, miel y vinagre, pero Levi tuvo que reconocer que era una buena idea.
Salvo que no le daba mucha gracia pensar que la mujer que amaba saldría a investigar un caso peligroso en compañía de aquel simio repugnante.
- Sabes lo que pienso de que investigues en las calles. -Le dijo con evidente molestia.
- Lo sé, y después de lo que pasó con Berthold Hoover no creas que me fascina la idea. -Hanji suspiró, recostándose contra la cama y disfrutando en secreto la visión de Levi quedándose sin palabras. De hecho, parecía incapaz de respirar.- Pero creo que si Zeke está de algún modo relacionado con Hoover, esta sería una excelente oportunidad para encontrar alguna pista.
- Y te mueres por resolver lo de Annie. -Repuso el pelinegro, subiéndose a la cama para sentarse sobre los muslos de la castaña.
Ella sonrió con picardía.
- También.
Ninguno de los dos dijo nada después de eso. En cierta forma, era difícil conversar cuando la boca de uno cubría la del otro; mientras sus lenguas se entrelazaban y el calor de sus cuerpos aumentaba al mismo ritmo.
Parecía imposible excitarse luego de temas tan espinosos, pero ambos habían pasado la última noche con un frío atroz, producido a la vez por la ausencia del otro.
Hanji había intentado buscar consuelo en la inocente ternura de Mikasa, pero no le quedaba más remedio que reconocer lo mucho que había necesitado el contacto con Levi.
Era como si de pronto su cuerpo fuera incapaz de funcionar sin él; sin sus manos buscando debajo de su camisola, o sus labios recorriendo la línea de su mandíbula.
El calor que se acumulaba en su vientre iba más allá de una reacción al estímulo sexual. Era el resultado de emociones mucho más intensas, de una necesidad que nacía de la confianza y el amor más puro.
Cada célula de su cuerpo reaccionaba tres veces más sensible cuando Levi la tocaba, acariciando esos trazos de piel que había descubierto luego de largas noches de hacerle el amor. En días así, cuando no había prisa y lo único que querían era consumirse en uno solo, Levi le recorría la garganta y ella suspiraba de gusto, levantando los brazos por encima de la cabeza para que él pudiera desnudarla de una vez.
- Eres tan hermosa... -Él susurró, sus labios contra la tierna curva de su cadera.
Aunque no era la primera vez que él le decía algo así, Hanji volvió a sonrojarse, incapaz de creer que alguien pudiera encontrarla bonita.
Y como en otras ocasiones, cuando sentía su inseguridad, Levi bufó y apretó las manos en torno a su cintura.
- Eres una jodida obra de arte, amor mío. -Él declaró con una mirada ardiente, casi desafiándola a contradecirlo, deslizando ambas manos por sus costados, haciéndola estremecer.- Amo el color de tu piel, de tu cabello y de tus ojos. Y me encanta como tu piel se calienta cuando te toco. Adoro como no te imaginas la humedad entre tus piernas.
- Eso es tan... -La voz de Hanji se extinguió en un jadeo ahogado, cuando él le separó las rodillas para besar el interior de sus muslos.- Tan... explícito y... poco romántico... e inapropiado...
- Nunca he presumido de ser un estúpido poeta, mi amor. -Él sonrió, mordisqueando esa carne tan dulce, disfrutando de la manera en que ella temblaba bajo su cuerpo, intentando contener esos sonidos tan hermosos.- Y tomando en cuenta que te mojas más y más... creo que en el fondo no te molesta mi vulgaridad.
La indignada réplica de la castaña se ahogó en un dulce gemido cuando él deslizó dos dedos a lo largo de su sexo, en ese mismo movimiento que utilizaba para determinar si una superficie estaba lo suficientemente limpia para su gusto. Hanji dobló las rodillas y lo sintió situarse por completo entre sus piernas, inclinándose para besar su vientre y los alrededores de su pelvis.
Era interesante lo paciente que podía ser Levi para ese tipo de cosas; la atención que ponía en cada beso y cada caricia era, en ocasiones, tan dedicada como la que ella le daba a su trabajo en el laboratorio. Como un científico explorando las maravillas del macro y el micro universo.
- Oh, por favor... -Hanji suplicó casi de manera inconsciente, mordiéndose los labios para contener sus expresiones de placer.
Levi sonrió con malicia, sintiendo que ella guiaba su cabeza exactamente hacia donde ella necesitaba el alivio. Y él la ayudó con eso, mimando los cálidos y húmedos labios vaginales con su boca, sujetándola fuertemente de la cintura mientras la saboreaba a conciencia, mientras bebía de su jugo femenino y la sentía temblar conforme las oleadas de placer se volvían más violentas.
Y justo cuando Hanji pensó que tendría su primer orgasmo de la noche, Levi se apartó de ella, dejándola a la deriva en un océano de necesidad y calor.
- ¿Qué...?
Ni siquiera fue capaz de exigir una explicación a sus acciones. En un segundo, Levi se había deshecho de su camisa de dormir y ahora hacía lo mismo con sus calzones.
Todavía agitada y con la vista nublada por la miopía, Hanji apenas era capaz de distinguir los detalles del cuerpo del hombre a quien tanto amaba. A veces esa limitación era todo un fastidio, pero él había aprendido a complacerla, dándole largos vistazo de su cuerpo desnudo cuando aún había luz de vela en el cuarto. Como ahora.
Levi poseía una piel pálida, mucho más blanca que la suya, pero no enfermiza como algunas personas que jamás salían a tomar el sol. Sus venas resaltaban en sus brazos y manos y una fina capa de vello negro bajaba por su vientre hasta su entrepierna... la cual en ese momento se veía rígida e inflamada.
Hanji deseaba tomarlo con las manos y llevárselo a la boca, pero Levi tenía otras ideas.
Antes de que su corazón volviera a estabilizarse, él la tomó por las caderas y la obligó a girarse, sujetándola con un control determinante y gentil al mismo tiempo.
Ella lanzó un gemido foto cuando él no esperó ni un segundo más para enterrarse en su interior, imponiendo de inmediato un ritmo lento y profundo que casi la hizo perder la consciencia.
El orgasmo llegó sin previo aviso, pero Levi no se detuvo en ningún momento, sino que siguió adelante, extendiendo el placer de una forma casi inimaginable. Hanji soltó un par de lágrimas, pues como en otras ocasiones, el placer se desbordada sin que ella pudiera hacer nada para contenerlo.
Levi tenía una maravillosa complexión física; músculos en los lugares correctos y extremidades atléticas. Pero pocos podrían imaginar la resistencia a que poseía el huraño detective. Minutos en los que él podía mantener el ritmo sin señales de cansancio, y que ella apenas podía sostenerse sobre sus codos, arqueando la espalda para darle todo el acceso que hiciera falta.
Después de que Hanji perdiera la cuenta de sus orgasmos (algunos parecían demasiado largos para contarse sólo como uno), Levi volvió a darle la vuelta y atrapó sus labios en un beso dulce y cariñoso, dándole tanto gusto a la castaña que casi casi ronroneó como una gatita mimada.
Ella rodeó su cuello con los brazos, atrayéndolo en un abrazo tierno y apasionado a partes iguales, disfrutando del contacto de piel con piel, susurrando a veces palabras de amor y a veces otras no tan delicadas.
Durante otros cuantos minutos se limitaron a besarse y recorrerse de pies a cabeza, pero entonces Hanji sonrió con picardía y empujó a Levi contra el colchón, subiéndose a su regazo mientras buscaba con su lengua aquel exquisito rincón detrás de su oreja que lo hacía temblar.
Cuando lo encontró, trazó círculos de saliva que le arrancaron un quejido. Ella sonrió cuando el detective hincó los dedos en la carne de sus caderas, pero no le permitió cambiar de posiciones, sino que se impuso sobre él.
- Maldición, Hanji... -Levi le lanzó una mirada molesta, pero ella sabía que era sólo la manera en que reaccionaba cuando perdía el control.
Cuando ella tomó su virilidad y se acomodó para caer cómodamente encima, él reforzó su agarre sin poder evitarlo. Hanji sintió aquel dolor como algo dulce, sabiendo que él sufría más que ella la lenta tortura.
A su manera y a su gusto, Hanji doblegó al orgulloso detective con un ritmo inconsciente, lento y exquisito en un instante y rápido y salvaje al siguiente.
Levi contenía la urgencia de cerrar los ojos, pues no deseaba perderse aquella imagen que sin duda parecía creada por el mismo Lucifer. Si así era el infierno, se sentía bastante satisfecho con su vida de pecado.
Cuando parecía imposible contener esas violentas oleadas de placer, Hanji se inclinó hacia adelante para alcanzar sus labios en un beso duro, silenciando ahí cualquier grito indiscreto, mientras ambos se permitían disfrutar el clímax de sus orgasmos.
.
.
.
El viernes llegó casi sin aviso, y aunque había sido una semana llena de atropellos y discusiones, las noches de reconciliación de Levi y Hanji los tenía de buen humor.
Mikasa era lo bastante discreta para no mencionar nada del tiempo que pasaban sus padres a solas en su habitación, mientras que Eren se mostraba tan distante y ocupado, que apenas era capaz de notarlo.
Eso no impidió que Levi organizara una salida familiar para los cuatro, como Hanji le llamaba en secreto, con el objetivo de llevar alimentos y otros suministros a Saint Anne's y otros albergues de la zona.
Eren no estaba tan dispuesto como en otras ocasiones, pero no discutió demasiado y finalmente organizaron el día de compras y entregas.
- No vamos a hablar de por qué Hanji camina como un cervatillo, ¿verdad? -Murmuró Eren a Mikasa, mientras organizaban los insumos dentro de una carreta a pie de calle. Levi y Hanji se encargaban de negociar con el dueño de un almacén que de pronto deseaba aumentar los precios.- ¿Siguen intentándolo?
- Si te refieres a tener un bebé, sí. -Mikasa suspiró, sentándose sobre un enorme costal de harina. Su largo vestido rosa era nuevo y le cubría los tobillos, pues Hanji opinaba que ya era tiempo de usar vestidos largos.- Pero no creo que sea asunto nuestro.
- Oh, no me digas. -Eren rodó los ojos y subió a la carreta un par de canastas con huevos y frutas.- Siempre dices que te gustaría un hermanito.
- Siempre quise uno. -Ella se encogió de hombros.- Y seré muy feliz si pueden tener un bebé. Pero el cómo lo hagan, no nos incumbe.
Eren no dijo nada al principio.
No es que disfrutara de oír cada tanto los rechinidos que provenían del cuarto de al lado, pero sí le creaba cierta curiosidad, aquello que los adultos hacían en la intimidad.
La supuesta "charla" que Levi y Hanji habían intentado darles para complementar su educación respecto a las uniones carnales, había sido un asco. Un terrible fracaso que sólo los dejó más confundidos.
Intentó dejar de pensar en ello cuando la carreta estuvo llena y Levi condujo hacia Saint Anne's, con Hanji a su lado charlando sin parar y con Mikasa asomándose hacia el frente.
Mientras la chica de pelo negro se inclinaba, sostenida en los hombros de la forense, Eren miró en su dirección como lo habría hecho en cualquier otra ocasión.
Excepto que ahora, sin saber muy bien por qué, se percató de la manera en que el trasero de Mikasa sobresalía a pesar de las numerosas capas bajo su falda.
Eren frunció el ceño, abriendo la boca con la urgencia de tomar aire sin éxito.
No tenía ninguna razón para pensar en eso, se dijo a sí mismo con el rostro encendido por la ira y la vergüenza, pero ella seguía en aquella posición y sus caderas se balanceaban sin intención por culpa del movimiento del vehículo.
- ¿Y entonces dónde guardas los caballos? -Preguntaba la asiática a Levi, señalando al par de yeguas que tiraban de la carreta.
- Tengo un conocido que me renta su establo a un buen precio. -Respondió él detective con un simple encogimiento de hombros. Luego tiró de las riendas para girar en una esquina.- Suele tener problemas con la policía así que a veces le echo una mano.
- ¿Qué tipo de problemas? -Mikasa ladeó la cabeza, curiosa, pero Levi no contestó.
En cambio, Hanji parecía muy divertida.
- Levi Ackerman, no me digas que te haces de la vista gorda con un traficante. -Lo reprendió con una sonrisa de dientes blancos, riendo cuando él apartó la mirada.- ¡Ahora entiendo cómo tienes tanto dinero!
- Para ser justos -Dijo Levi sin tratar de negarlo, usando una cara de poker-, los cerdos que decretaron la prohibición del opio son los mismos que la consumen, así que es un trato justo.
Mikasa hizo otras preguntas al respecto, mostrándose muy poco escandalizada con el hecho de que su padre tuviera tratos con un traficante de opio.
Desde su lugar en la parte de atrás, Eren hacía todo lo posible para mantener la vista fija en los costales de zanahorias y patatas que tenía a sus pies, invocando imágenes de suciedad y comida apestosa para hacer a un lado sus pensamientos impuros.
Sin embargo, cuando dieron una vuelta más y se detuvieron frente a la fachada del orfanato, Mikasa se movió con intención de bajar del vehículo, dando la casualidad que una fresca brisa de primavera agitó su cabello en dirección al castaño.
Eren se estremeció con violencia, y antes de que pudiera hacer algo para evitarlo, un dolor que empezaba a reconocer se hizo presente dentro de sus pantalones.
Con un gesto brusco y torpe, alzancó el saco de zanahorias y lo cargó sobre sus piernas.
- ¿Vamos a tardarnos mucho? -Exclamó con voz trémula hacia los adultos, fingiendo que Mikasa no lo miraba con desconcierto a su lado.
- Tengo que hablar con Nifa sobre unos asuntos. -Le respondió Hanji, siendo últimamente ella la intermediaria para todos. Quizá sabía que Levi no sería capaz de responder con amabilidad y deseaba evitar otra discusión. Como fuera, su mirada era alegre y gentil cuando bajó del carro y se aflojó las cintas de su sombrero.- Iré a pedirle a los chicos que les echen una mano con la carga. Ya saben dónde dejarla. Más tarde nos reuniremos en el comedor.
Levi acompañó a Hanji al interior del edificio, que a pesar de las generosas donaciones del detective, seguía teniendo el aspecto de una criatura moribunda.
- Yo puedo llevar eso. -La dulce voz de Mikasa lo sacó de su letargo, señalando el saco de zanahorias que él aún sostenía.
Aunque la idea era clara, el gesto de la chica sólo aumentó el calor de sus mejillas, provovándole aterradores cosquilleos que bajaban por su columna vertebral.
- ¡Yo puedo hacerlo, muchas gracias! -Eren casi gritó, y aunque odió la manera en cómo Mikasa se echó hacia atrás, dolida por su rechazo, se deshizo en alivio cuando finalmente tomó otros costales y bajó de la carreta para entrar al edificio.- Soy un asno. -Suspiró para sí mismo, avergonzado y confundido a partes iguales.
Aunque sabía que ningún lazo sanguíneo lo unía a Mikasa, y que de hecho ni siquiera eran legalmente hermanos, parecía incorrecto sentir esta clase de cosas por ella. Había pensado que en verdad la quería como a una hermana, pero dudaba que cualquiera que sintiera un sincero amor fraterno tuviera esa clase de pensamientos y... reacciones.
Oh, cómo le gustaría poder huir de su propia piel... O al menos habar de esto con alguien.
Levi no era opción, ni en sueños, y aunque Hanji era más abierta y no juzgaba fácilmente, no se sentía del todo cómodo compartiendo esas inquietudes con una mujer.
Se sentía más solo que nunca, pero suponiendo que no tenía mucho sentido darle más vueltas al asunto, se colgó un par de costales más pequeños al cuello, los cuales debían guardar arroz, y utilizó el de las zanahorias para ocultar su vergüenza de miradas indiscretas.
.
.
.
St Anne's era como la mayoría de los edificios de Cornwall Street una estructura alta y robusta, con numerosas ventanas orientadas a la calle y unas almenas altas de color gris oscuro y chimeneas en la parte lateral. Su principal diferencia, además del relativo buen mantenimiento que le evitaba manchas de humedad y ceniza, era el jardín del patio trasero, donde habían plantado un par de árboles de donde podían cosechar manzanas cada temporada.
Mikasa había estado en el orfanato el tiempo suficiente para ver crecer estos árboles, pero era la primera vez que presenciaba una cosecha real de primavera.
- ¡Son enormes! -Exclamaban los niños más pequeños mientras señalaban las copas de los árboles y revisaban los alrededores, por si acaso una manzana hubiera decidido caer antes de tiempo.
- Habrá que ver si están realmente maduras. -Les había dicho Nifa, pero la llegada del detective Ackerman y su familia retrasó tal investigación.
Gabi, de cinco años, era tal vez la huérfana más testaruda e impaciente del orfanato, de modo que no quiso esperar a Nifa para que les echara una mano.
Decidió que podía subir el árbol ella sola, pues lo hacía todo el tiempo, pero no contaba con lo lejos que estaban las manzanas más rojas del tronco principal.
Atorada en una de las ramas más altas y con los pies colgando, fue como la encontró Mikasa, quien sólo suspiró antes de trepar ella misma para ayudar a la chiquilla.
Lo último que pensó que pasaría era que ella también quedara atrapada en el árbol, luego de que su vestido se enganchara.
Los gritos llorosos de Gabi se extendieron hasta el interior del edificio y Mikasa sólo pudo ocultar la cara en la manga de su vestido, avergonzada.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top