Capítulo 12.- Arrepentimiento
Mikasa se había quedado dormida en sus brazos apenas diez minutos atrás, pero Hanji se sentía ansiosa.
Eren estaba por cumplir los catorce años y aún era muy joven para andar de noche por la ciudad, pero tal vez un paseo nocturno no la hubiera preocupado tanto si no fuera por la discusión que había sucedido hacía unas horas.
Cuando las nubes oscuras cumplieron su amenaza y los truenos resonaron por todo Londres, Hanji simplemente no pudo soportarlo más.
Con cuidado soltó a Mikasa y besó su frente, arropándola antes de salir de la habitación.
Había evitado cruzarse con Levi desde el pleito de la tarde, pues aunque el enojo había disminuido, no estaba lista para perdonar su accionar con Eren.
Aún así, fue primero a la recamara que compartía con el detective, hallándola vacía para su sorpresa.
— ¿Levi? —Ella lo llamó, suponiendo que tal vez había ido a echar un vistazo al estudio.
Efectivamente, la habitación tenía un aire de abandono muy contrastante con el resto del departamento, el cual siempre estaba limpio y ordenado. Sin embargo, el que las cajas continuaran abiertas y un poco desperdigadas le hizo pensar que Levi no se había tomado la molestia de guardar nada.
Sobre la cama estaban varias cajas a medio vaciar, y Hanji pudo reconocer de inmediato la que contenía todos sus informes originales que no había enviado a Mike después del caso. Levi y ella habían pensado, ingenuamente, que les serviría tener copias de toda esa información.
Jamás pensó que eso podría fracturar a su familia.
Y ahora Eren no estaba… y tal vez tenía razón sobre ellos.
No eran sus padres. Puede que ni siquiera fueran buenos tutores.
Ella se había pasado toda la vida concentrada en sí misma, en sus estudios y aspiraciones, e incluso cuando había llegado a la edad adecuada para tener hijos, había decidido que eso no era lo suyo. Por otra parte, Levi era un caso más extremo. Se había criado en un prostíbulo y luego en las calles, aprendiendo de un modo que ningún niño debería. Los golpes y las humillaciones debieron ser frecuentes en aquel tiempo, y tal vez cosas peores que él no se había atrevido a contarle.
Bajo esa perspectiva, Levi tenía razones para creer que una "bofetada suave" no era la gran cosa, pero Hanji creía lo contrario.
Quizá tener suficiente amor para compartir con otros no fuera suficiente para criar adecuadamente a un par de adolescentes huérfanos. Por no mencionar a sus propios hijos.
Sintiéndose demasiado cansada incluso para llorar, Hanji se dirigió a la sala, llamando de nuevo a Levi sin obtener ninguna respuesta a cambio. Simplemente no estaba en casa.
Levi no era la clase de hombre que escapaba al burdel o a los clubes cada vez que algo se ponía difícil, pero, ¿tal vez había vuelto a Scotland Yard para evitar otro enfrentamiento?
Esa opción quedó descartada cuando encontró junto a la puerta, en una pequeña mesa, una nota doblada.
«Fui por el mocoso. No salgas.
En serio, maldición.
Lo voy a encontrar.»
El año pasado, las notas y cartas habían representado la anticipación de una pesadilla, pero reconocer la agradable caligrafía de Levi la reconfortó.
— Deja que vuelvan a salvo. —Susurró en una oración, abrazando el papel contra sus labios.
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La tormenta se había desatado finalmente antes de medianoche, más intensa de lo que cabría esperar en Abril. Los truenos resonaban y el cielo oscuro se iluminaba durante unas fracciones de segundo mientras la lluvia caía como una pesada cortina de agua de manera vertical. La falta de viento hacía un poco menos peligrosa la tarea de buscar a un chiquillo en las calles, pero como no dejara de caer tanta agua, tendría que recorrer la ciudad en bote en vez de a caballo.
Marlo se había ofrecido a acompañarlo. Ambos peinaban el área cercana de Whitehall Street, pero después de un par de horas de búsqueda, Levi comenzó a preocuparse en serio.
Eren se movía bien en las calles y conocía esa área de la ciudad, pero si en su enfado había decidido ir más lejos, temía que pudiera haberle ocurrido algo peor que sólo perderse. Después de todo, Jack el Destripador no era la única amenaza en Londres, ni el único capaz de cortarle el cuello a un indefenso.
Uno de los lugares favoritos del castaño, había notado el detective, era Westminster. Le gustaba la abadía, el palacio y el propio puente, pero cuando Levi pasó por ahí en su caballo, no lo encontró.
¿Dónde demonios se había metido ese niño?
No podía dejar de pensar en la discusión que habían tenido y en la forma que él había reaccionado.
Eren había cometido un error al tratar a Hanji tan injustamente, pero él sabía que sus acciones no habían sido dirigidas por la disciplina paternal, sino por una rabia primitiva. La sola imagen de su prometida llorando, tan herida desde el fondo de su corazón, le hizo ver todo en rojo. Era como si algo le hubiera arrancado esa capa de civilidad que había aprendido a vestir en público, y ahora… Ahora Hanji sabía la clase de bruto que era él.
La peor parte es que arrepentirse de lo que había hecho no era suficiente. De algún modo, sospechaba que esa violencia formaba parte de sí mismo, y no culparía a Hanji si decidía reconsiderar el tener hijos con él.
— Detective Ackerman. —Marlo lo interceptó en la esquina del ministerio, donde habían acordado reunirse a medianoche si no encontraban nada. La expresión del oficial no era muy alentadora.— Nadie lo ha visto en las calles que suben al norte. Pero tal vez haya ido más lejos…
— Más lejos está Marylebone. —Asintió Levi, sombrío. La lluvia pegaba los mechones negros a su frente, mientras el frío hacía ver su piel aún más pálida.— Tú sigue revisando el área y pregunta si alguien lo ha visto. Yo iré a Baker Street.
— ¿Tan lejos, señor? —Marlo frunció el ceño.
Levi dirigió al oficial una mirada cargada de pesar, pero casi de inmediato volvió su rostro hacia la calle mientras retomaba el control sobre las riendas.
— Baker Street es el único lugar que Eren ha podido llamar hogar. Debe estar ahí.
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Eren no había estado en Kensington desde que visitó la casa de Hanji, en Tyburnia, por primera vez.
Incluso de noche se respiraba un aire diferente al resto de la ciudad, con los extensos jardines y parques dando una quietud al barrio que la mayoría de los londinenses envidiarían.
Zeke le había dado varias opciones, entre las cuales destacaban llevarlo a casa a salvo, donde sin duda estarían preocupados por él, o acompañarlo a tomar algo caliente para resguardarse de la lluvia.
A Eren no le hacía gracia ir a casa de un extraño, pero tampoco deseaba volver a Whitehall, así que Zeke encontró un punto medio al llevarlo a una cafetería cerca de su hogar.
No dejaba de ser sorprendente que un establecimiento decente abriera hasta tan tarde en la noche, sobre todo cuando quedaba claro con la lluvia que ningún cliente se pasaría por ahí para comer un bocadillo o tomar el té.
Excepto… Bueno, ellos.
— El dueño es amigo mío. —Le explicó Zeke cuando notó su desconcierto, sin apenas revisar la carta.— Siempre cierra tarde. Dice que soy su mejor cliente después de un día de trabajo.
— ¿Bebe café? —Preguntó Eren, extrañado.
El café era una cosa tan americana que casi resultaba anti patriotico para un inglés.
Pero Zeke no parecía acomplejado con esto.
— No podría funcionar en el laboratorio sin él. —Admitió a la ligera, encogiéndose de hombros.— Y cuando llego a casa aun tengo mucho trabajo, así que me viene muy bien tener un suministro inagotable de café.
— Entonces realmente trabaja con Hanji. —Reflexionó Eren en voz baja.
Zeke levantó una ceja.
— ¿A qué te refieres?
Eren se encogió de hombros.
— Ambos trabajan como unos obsesivos.
El único mesero en ese turno, Johan, les tomó la orden con una sonrisa somnolienta. Zeke pidió lo de siempre (un café bien cargado y un biscuit con mermelada) y ordenó para Eren un poco de té y pastas dulces.
— Creo que a Levi le daría un infarto si viera que estoy comiendo dulces a estas horas de la noche. —Eren se echó a reír al pensarlo, comiendo una de las pastas casi de forma tentativa, como si esperaba que el detective se materializara de un momento a otro a su lado para tirarle de la oreja.
Como nada de eso pasó, suspiró y comenzó a remojar las pastas en el té, del mismo modo que hacía Hanji.
Zeke lo observó con una mirada evaluativa.
— El detective Ackerman parece un poco estricto contigo. —Murmuró, recibiendo en respuesta apenas una mirada renuente y un encogimiento de hombros.— Sin embargo, me pareció agradable cuando lo conocí, el año pasado.
— ¿Cuándo? —Eren frunció el ceño, curioso.
— En noviembre, me temo. —El forense suspiró.— No fue la mejor manera de conocer a alguien, supongo. Hanji estaba en problemas y los oficiales de Scotland Yard llegaron para hacerse cargo del problema.
A menudo Eren era tomado por idiota, porque era demasiado impulsivo, pero no lo era en absoluto.
Le tomó un momento comprender a qué sucesos se refería el mayor.
— Fue Jack, ¿no es cierto? Ese "problema" que menciona. —Levantó la mirada con una rebeldía renovada.— En Noviembre, cuando lo atraparon… Cuando Hanji desapareció… Ellos no me contaron lo que pasó. Yo estaba satisfecho con saber que Hanji estaba a salvo.
— Ella te importa. —Zeke sonrió con algo bastante cercano a la ternura, pero pronto su expresión se volvió seria.— Lo que pasó en Wraysbury el año pasado fue terrible, así que entiendo que ellos no quisieran preocuparte con los detalles.
— ¡Al diablo con eso! —Eren explotó, golpeando la mesa con los puños en un arrebato de frustración. Sin embargo, recordando donde estaban, se sonrojó de vergüenza y se encogió en su asiento, con las lágrimas picando en la comisura de sus ojos.— Yo… Realmente quiero saber qué pasó. Quiero que dejen de tratarme como a un niño.
"Pero es un niño", Zeke pensó que esa sería la respuesta de Hanji. Probablemente a ella no le haría ninguna gracia que fuera tan explícito con el chico, pero él creía firmemente que Eren necesitaba saber.
Y después de todo, era una oportunidad para condimentar la historia.
— Te contaré lo que vi, si eso te sirve. —Le dijo con suavidad al menor, viendo el momento exacto en el que éste bajó la guardia.— Sin embargo, a cambio, dejarás que te acompañe de vuelta a Whitehall.
Eren formó una mueca. Sin duda no esperaba que hubiera un trato de por medio, pero luego de beber un poco de té con sabor a mermelada, debió parecerle buena idea.
— De acuerdo.
Zeke asintió y meditó un momento, como si reorganizara sus memorias sobre aquel día.
— Antes de contarte lo que ocurrió esa mañana, necesito darte un poco de contexto. —Le dijo, pasando distraídamente el pulgar por el asa de su taza de café.— Yo había trabajado en Scotland Yard no mucho antes de que Hanji arribara a Inglaterra. Fui asignado al caso del Destripador por ser un asunto delicado, pero en septiembre tuve un problema personal que me obligó a abandonar Londres por tiempo indefinido.
— Entonces Hanji tomó su lugar. —Comprendió Eren. Luego de un momento, observó con duda al rubio.— Usted… ¿Usted vio a mi mamá?
— No. —Zeke volvió a usar ese gesto amable, compasivo.— Me llegó una carta sobre su deceso, pero para entonces la doctora Zoe ya iba en camino a Londres, así que no me necesitaban. Esperaba que me mantuvieran al corriente con los detalles de la investigación, pero el Comandante Smith mantuvo el asunto como confidencial después de la muerte de Sasha Brauss.
— A usted también le mintieron. —Concluyó Eren con un enfado empático.
— Yo no lo llamaría mentir. —Para su sorpresa, Zeke se echó a reír.— El Comandante Smith siempre fue un hombre reservado y paranoico. No era la primera vez que mantenía fuera a más de la mitad de la comisaría. No me lo tomé como algo personal, pero me sentía preocupado e inquieto.
« No recibí demasiada información a partir de entonces. Incluso el Times parecía confundido sobre las investigaciones. Hablaban de varias jóvenes muertas y de cómo Scotland Yard se negaba a responder sus preguntas.
« Entonces, sin ningún aviso previo, un conocido mío llegó a mi casa de campo con la doctora Zoe a cuestas.
« Me di cuenta de inmediato que ella estaba herida y exhausta, incapaz de soportar su propio peso. Porco, el hombre que la encontró en las dársenas, la llevó a mí porque sabía que yo soy médico. Hizo bien. Hanji no tenía heridas graves pero estaba deshidratada y al borde de la hipotermia. Le di un poco de láudano para el dolor y durmió lo que quedaba de la noche.
« A la mañana siguiente ella parecía muy confundida, pero supuse que era por el láudano. No podía saber la clase de infierno que había pasado en las dársenas, aunque lo sospechaba por lo que me contó Porco. Él me dijo que había un cuerpo en el almacén donde encontró a la doctora.
— ¿Un cuerpo? —Eren interrumpió la narración con una expresión de horror. Su rostro había perdido el color.
Zeke asintió.
— Si mal no recuerdo, se trataba del oficial Berner. Era un buen hombre.
Eren también asintió, luchando contra las ganas de llorar. Él había insistido en oír esa historia y no quería ser tomado como un bebé, así que tomó aire y le pidió al forense que prosiguiera.
Cuando Zeke pareció convencido de que estaba bien, continuó.
— En fin. Yo esperaba que ella pudiera tomarse aquel día para recuperar sus fuerzas, pero entonces Berthold Hoover entró por la puerta con Nanaba Zacharius agarrada del brazo.
Eren abrió mucho los ojos, cada vez más consciente de que Levi y Hanji le habían dado una versión mucho más ligera de los acontecimientos de noviembre. Él sabía que Nanaba se había visto afectada de algún modo, pero nadie le dijo que Berthold la había tomado personalmente.
— Yo estaba en mi estudio cuando Berthold irrumpió en el vestíbulo, así que no escuché toda la discusión. —La expresión del rubio de pronto se volvió sombría. El café había sido hecho a un lado.— Llegué por detrás, pero Hoover se veía cada vez más inestable. Hanji estaba ahí con ellos, tratando de disuadirlo, pero el muchacho no oía razones. Creo que quería matarlas a ambas y luego darse un tiro en la cabeza.
Como si apenas fuera consciente de la crudeza de sus palabras, Zeke resopló y se inclinó hacia atrás en su silla, pasándose una mano por el pelo.
— Lo siento, ¿tal vez es demasiado?
— No, está bien. —Eren se veía más pálido que antes, un poco verde incluso, pero no daba señales de querer vomitar.— Todo esto… Todo esto lo deben ver Levi y Hanji a menudo, ¿verdad? También usted. Continúe, por favor.
Zeke asintió una vez más. Ya había perdido la cuenta.
— Yo poseía un revolver de servicio, así que lo usé con Berthold.
— ¿Lo mató? —El castaño se estremeció.
— Sí. —Zeke apartó la vista, observando el oscuro exterior desde su asiento. Poco a poco la lluvia iba menguando, dejando los edificios limpios y los árboles brillantes.— Sigo frustrado por eso, si te soy sincero. En ese momento no había otra cosa que pudiera hacer, pero me arrepiento de haberlo matado.
— ¿Porque es un pecado? —Quiso saber Eren, con un mohín tímido y curioso. Zeke lo miró sin comprender al principio.— Mi mamá decía que matar es pecado.
Esa fue la primera vez que Zeke realmente tuvo problemas para mantener su fachada, pero fue sencillo disimular su molestia y confundirla con desasosiego.
— Yo… no sé si creo en eso. —Dijo con calculada humildad.— Pero no, no es esa la razón principal. Sólo me arrepiento de no haberlo atrapado con vida. Hanji parecía realmente consternada de no poder obtener una confesión del asesino. Sé que hubiera preferido que Berthold Hoover se pudriera en una celda.
Eren aprovechó el silencio que siguió para asimilar toda esa información.
Era la misma historia que le había dado Hanji, pero con todos los detalles adicionales, era como una pesadilla inimaginable para un niño. Explicaba por qué Hanji había estado tan nerviosa después de que cerraran el caso, y que le costara tanto volver a dormir toda la noche.
Ella había intentado ahorrarle todo ese horror en las noches, pero al mismo tiempo lo había mantenido apartado, incapaz de comprender del todo sus decisiones.
— Dijo que se siente frustrado. —Murmuró después de un rato, tomando por sorpresa al médico.— ¿Se siente culpable porque hizo enojar a Hanji?
— Sí. —Admitió Zeke con pesar, extrayendo de su chaleco un par de libras para pagar la cuenta.— Aunque temo que, más que enojada, esté decepcionada. Eso es un poco más difícil de solucionar.
— Entonces estamos en el mismo barco.
Mientras Johan recogía la mesa y se encargaba de la cuenta (Toma el cambio, Johan, en París se acostumbra dar propina), Zeke se puso de pie para abrochar el botón inferior de su saco, reafirmando la creencia de Eren de que el forense era algún tipo de caballero.
— Dudo que pueda cambiar los sentimientos de Hanji respecto a Berthold Hoover, ya que está muerto y nada puede revivirlo. —Reflexionó Zeke cuando salían de la cafetería, sosteniendo la puerta para el menor.— Pero no creo que ella pueda estar mucho tiempo enfadada contigo.
— No sé. —Eren bajó la mirada, apenado.— Le hablé muy feo, y no es la primera vez que sucede.
— ¿Sueles enojarte a menudo?
— Sí. —Eren infló las mejillas en un gesto infantil y orgulloso.— Mikasa dice que soy un bebé y un idiota.
— ¿Quién es Mikasa?
— Mi hermana adoptiva.
Zeke detuvo un carruaje en la avenida principal de Kensington, al cual le pidió que los llevara hasta Whitehall.
Ya adentro, se sentaron uno delante del otro.
— Nunca tuve hermanas, así que no sé si es normal que sean así. —Zeke se echó a reír por lo bajo.— Pero siempre quise un hermano.
Los ojos verdes de Eren se iluminaron por un instante.
— ¡Yo también! —Pero entonces recordó el informe forense de Hanji, y de nuevo odió a Berthold Hoover. Las pastas y el té empezaron a darle dolor de estómago.— Um…
— ¿Estás bien? —Zeke se inclinó hacia adelante con una sincera expresión preocupada.
Pero Eren parecía encogerse en sí mismo, con el cansancio finalmente haciendo mella en él.
— Sólo quiero ir a casa.
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Era pasada la medianoche y no había noticias de Levi.
No había manera de que Hanji no se preocupara, ni manera de evitar que el remordimiento estrujara su corazón y le diera un sabor a hiel en la boca.
A esas alturas sólo quería tener a Eren de nuevo en sus brazos. Asegurarle que nunca volvería a mentirle, aunque no estaba segura de poder cumplir esa promesa.
Aunque había bebido un poco de leche caliente con miel y manzanilla, el dolor de cabeza le resultaba insoportable. No habría podido dormir incluso si no estuviera esperando tan ansiosa en la sala principal con un chal sobre los hombros.
Todos sus sentidos estaban tan alerta que fue capaz de escuchar los pasos en el pasillo incluso antes de que golpearan a la puerta.
Hanji se levantó como un resorte y alcanzó la puerta en una fracción de segundo, abriéndola lo bastante rápido para que el segundo golpe diera contra el aire.
Había estado esperando una escena incómoda, con Levi sujetando a Eren de la oreja, los dos empapados mientras reñían entre sí.
Sin embargo, la ausencia de Levi fue tan llamativa que casi superó la urgencia de abrazar a Eren.
Casi.
— ¡Estás bien! —Exclamó ella al abrazarlo. Olía un poco a lluvia, pero no estaba empapado de pies a cabeza como esperaba, salvo por algunas gotitas en el pelo.— Estaba tan preocupada.
— Lo siento.
Hanji se echó para atrás un momento, examinando la expresión del chico.
Parecía incomodísimo, mirando a todas partes menos a ella, pero si bien su renuencia la hería, sólo podía sentirse dichosa de que él estuviera a salvo y en casa.
— Está bien, podemos hablar de eso mañana. Ya es bastante tarde. —Hanji acarició su mejilla y a pesar del trago amargo, Eren suspiró contra su mano, devolviéndole el abrazo con cariño.— Ve a descansar.
— ¿Mikasa?
— Se durmió hace unas horas. —Hanji notó el momento exacto en el que Eren deseaba preguntarle por Levi, pero parecía demasiado orgulloso para hacerlo. La castaña sólo suspiró.— Anda a dormir.
Antes de obedecer, Eren se giró hacia el hombre que le había acompañado, al que casualmente Hanji ni siquiera había notado.
— Gracias por el viaje, doctor Fritz. —Murmuró, somnoliento.— Y por la charla. Buenas noches.
— Buenas noches, Eren.
La voz de barítono del médico forense hizo que Hanji levantara la mirada hacia él.
Igual que Eren, no se veía muy afectado por la lluvia. Su traje negro brillaba un poco por la humedad, y su cabello rubio parecía un poco más oscuro de esa manera. Estaba tan elegante como siempre, pero su expresión era indescifrable.
— Doctor Fritz… Um, Zeke, ¿qué haces aquí?
El forense le ofreció una sonrisa relajada.
— Salía de la oficina cuando vi a Eren en el puente de Westminster. —Le dijo.— Parecía algo abatido así que me acerqué a hablar con él. Me dijo que tuvieron una discusión.
Hanji apartó la mirada. No sabía por qué le avergonzaba hablar de ello, cuando no fue ella quien empezó a gritar ni quien lanzó el golpe.
— Sí, tuvimos… bueno… ya lo dijiste tú, una discusión.
Hanji se preguntó si Eren le habría contado todo al forense. Por alguna razón, le preocupaba lo que el rubio pudiera pensar al respecto.
Sin embargo, aunque la mirada de Zeke era penetrante, eligió no mencionar nada sobre el tema en cuestión.
— Lamento mucho no haberlo traído aquí de inmediato. —Fue lo que decidió decir, con un gesto de disculpa.— No quería preocuparte, pero Eren no estaba listo para volver. Ojalá no te moleste que lo haya llevado a tomar un poco de té y golosinas.
— En estos momentos no estoy para dar sermones sobre comer dulces a mitad de la noche. —Replicó ella con una sonrisa derrotada. Luego suspiró con tristeza, al pensar que Levi no hubiera sido tan comprensivo.— Sólo me alegra que esté bien y de regreso. Estaba preocupada. Sé que él puede moverse bien en las calles, pero…
No pudo continuar. No cuando esa oleada de recuerdos la hizo estremecer con tanta violencia.
— Tranquila, Frau. —Zeke se veía indeciso sobre si tocarla o no, pero su voz era cálida y cercana.— Entiendo lo que quieres decir. Si tuviera hijos, también moriría de terror si desaparecieran incluso un minuto, ya no digamos la mitad de la noche. El caso del Destripador paralizó a la mitad de Londres y estoy seguro que la otra mitad aún está consumida por el miedo. Y tú trabajaste en eso personalmente. Tú viste de lo que era capaz.
Hanji se rodeó a sí misma con los brazos, tratando de absorber lo más posible las palabras de su colega. De pronto tenía frío, aunque había dejado encendido un tronco en la chimenea.
El recuerdo de las pesadillas siempre la hacía temblar, pero Zeke tenía razón. No era la única que tenía miedo.
— De nuevo, gracias por traerlo a casa. —Hanji le dedicó una pequeña sonrisa, con sus ojos color avellana fijos en los azules del rubio.— Ya te debo varias, sobre todo cuando concierne a Eren.
— No soy de los que cobra favores. —Zeke se encogió de hombros, devolviéndole la sonrisa.
Sin embargo, esto hizo reír a la castaña.
— Creo recordar que me pediste una prenda la primera vez. —Ella repuso.
— Ah, sí. —Zeke apartó la mirada sólo un instante, pero Hanji habría jurado que sus mejillas se habían coloreado un poco debajo de la barba.— Lo siento, no pude evitarlo.
— Está bien. —Hanji se echó a reír de nuevo, recuperando un poco ese espíritu travieso que la definía.— En ese entonces no estaba comprometida.
El silencio que vino después hizo pensar a la castaña que tal vez se había pasado un poco con las bromas. Hasta ahora ella y el otro forense habían tenido una excelente relación laboral y seguía enormemente agradecida por la ayuda que le había brindado a Eren.
Pensó disculparse, asegurando que no volvería a burlarse de él, cuando de pronto Zeke cambió el peso de su cuerpo y la miró con una intensidad desconcertante.
— No puedo jurar que no haría lo mismo, incluso si hubiera estado comprometida. —Le dijo en voz baja. Y como si no quisiera dejar ninguna duda, añadió:— Incluso si supiera que lo está.
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