Intrusos
J.A.R.V.I.S.
Autora: Clumsykitty
Fandom: Marvel AU.
Parejas: Stony principalmente.
Derechos: A soñar y vivir.
Advertencias: Universo alterno sin poderes, una historia inspirada en los cuentos del maestro Bradbury como en las ideas que asaltan a la autora en las noches de desvelo y perdición. Dedicado con mucho cariño a Kasu Tailer por sus acosos y mensajes amenazadores llenos de amor.
Gracias por leerme.
"Di esperanza a los hombres, más no he conservado ninguna para mí."
Gilraen, a su hijo Aragorn. El Señor de los Anillos, de J.R.R.Tolkien.
Intrusos.
Howard Stark no había sido un hombre perfecto, siempre estuvo lejos de estarlo. Desde muy joven su meta fue nunca tener que preocuparse por qué llevarse a la boca en un mundo donde los alimentos escaseaban cada vez más. Se dio cuenta que el poder y las influencias eran la diferencia al momento de garantizarse una vida cómoda, porque el dinero que estaba acumulando por sí solo no era suficiente para mantener alejados a todos los buitres acechando algún hombre distraído sobre el cual abalanzarse. Así que dedicó buenos años de su vida a ganarse los favores de todo tipo de personalidades, desde aquellos del mundo del entretenimiento que aún sobrevivían, los políticos todos corruptos hasta la médula de los huesos, nombres de respeto en círculos religiosos... cada nombre con importancia fue parte de su agenda de amistades.
Así conoció a su esposa María, así creó Industrias Stark. Howard no fue un buen hombre y él siempre lo reconoció, no necesariamente en público. Cuando fue padre, es que entendió la magnitud de sus acciones que iban a repercutir sobre ese pequeño hijo suyo al que colmó de todo capricho que sus labios pronunciaran, creyendo que así era como lo protegería. Muy tarde se daría cuenta de eso, como también de la gran traición forjándose a sus espaldas, oculta tras la sonrisa hipócrita que perteneció a Obadiah Stane, su mejor amigo hasta el momento pero que le envenenó lentamente, esperando así hacerse de su imperio, de los secretos que ocultaban, de su poder adquirido. Viejos trucos aprendidos de la peor de las serpientes traicioneras: HYDRA.
Si hubo algo de lo que Howard Stark estuvo orgulloso en su vida, además de su hijo Anthony, es de haber protegido y salvaguardado el Proyecto Renacimiento de las manos ambiciosas de HYDRA. El poder ayudar a esos soldados a convertirse en algo mejor, fue lo que le inspiró a cambiar. Pero el precio por tal osadía fue la pérdida de su primogénito en uno de tantos movimientos terroristas que azotaban la Tierra, promovidos por una agonizante HYDRA. Mientras su atención se había dirigido en buscar al Capitán Rogers, Tony había sido secuestrado, Obadiah lo envenenaba con unos gases y el mundo al fin estallaba en una horrible guerra por la supervivencia. Aquel secuestro junto con el veneno mermó la fuerza de su corazón, postrándole en cama con la angustia paterna de perder a su único hijo. Pero Anthony aún tenía mucho que demostrarle, al igual que él, pasó de ser un muchacho egoísta, vanidoso e indiferente al dolor a su alrededor como muchos hijos de poderosos, el secuestro le cambió a un hombre maduro que supo tomar las riendas de Industrias Stark cuando su padre cayó gravemente enfermo.
Sin Obadiah ni HYDRA de por medio, la única preocupación de Howard fue poner a resguardo tanto a su esposa María como a su hijo. Pero ella se rehusó, en una muestra no merecida de amor incondicional se quedó a su lado en un planeta agonizando, mientras su primogénito volaba hacia una nueva oportunidad en Marte, llevándose consigo los secretos que Howard le susurró al oído, antes de perder la capacidad de hablar. Le habló sobre el reactor de Ho Yinsen, del cerebro positrónico creado por Marty Shelley, le contó cuanto secreto tenía consigo para darle las armas y defenderse allá afuera, en un mundo hostil y de las amenazas que la Tierra le enviara. Tanto Howard como Tony estuvieron de acuerdo que sería la última vez que podrían verse.
Era algo que el castaño había aceptado, pues era claro que no podría volar de vuelta a la Tierra cualquier día de la semana. Ni llegar al siguiente. Tony había aceptado esa idea cuando soltó la mano temblorosa y manchada en su piel de su padre. Lo que no había contemplado también era posibilidad de una doble desgracia. María siempre había acompañado a todos lados a su esposo, incluyendo esas veces cuando Obadiah los envenenó. No lo notaron porque nunca mostró signos. Hasta que llegó a cierta edad, hasta que hubo algo que la puso decaída. Stark apretó sus manos en puños, sobre el tablero de comunicaciones sin ánimo de levantar su vista hacia la pantalla donde estaba la figura seria y algo llorosa de Virginia Potts, hablándole desde la Tierra sobre el repentino infarto de Howard en plena noche, cobrando su vida en una muerte silenciosa casi indolora.
A la que pronto se uniría María Stark.
-Lo siento, Tony.
-No... no... no... debe haber...
-Los médicos dicen que su corazón ya está demasiado débil para cualquier intervención.
-¡Aún debe existir un remedio! -casi azotó sus puños sobre el delicado teclado, sintiendo sus ojos rozarse- ¡Ella no puede morir!
-Tony...
-Voy a hacer algo, puedo hacerlo.
-¡Tony no!
Se levantó para alcanzar otra pantalla y comenzar a teclear comandos, ya pensando incluso en quitar reactores de los superconductores con tal de darle a una nave la fuerza suficiente para volar con mayor rapidez a través del espacio. El castaño se quedaría a medio esfuerzo, donde apareciera la figura de Pepper, se sobrepuso otra, la del Comandante Rogers con una expresión muy seria que ya le conocía, cuando solía aparecer alguna misión peligrosa o dar una orden que no era su agrado.
-Tony, lamento interrumpir, pero tenemos una emergencia.
-¿Qué?
En otra pantalla holográfica apareció la imagen de uno de los satélites, que miraba siempre hacia el sol cual vigía. Stark frunció su ceño hasta que notó cómo una nave iba apareciendo, dejando atrás un escudo protector, dirigiéndose al planeta rojo. No era de Industrias Stark, pues ninguna nave de carga o combustible iba a llegar en esas semanas. Aún a la distancia en que el satélite captó esa extraña nave, el millonario supo distinguir un emblema que le hizo apretar los dientes en rabia, volviendo su vista hacia el rubio, quien asintió igualmente tenso.
-Proviene de la Tierra. La Federación.
-La enviaron en secreto los muy bastardos, sabiendo que...
-Si la atacamos, declaramos la guerra.
-No puede aterrizar, Steve.
-Estoy consciente de ello, Tony. Natasha ya se ha comunicado con la nave.
-¿Quién viene ahí?
Otra pantalla apareció para explicar mejor las palabras del comandante. -Su líder dice llamarse Blackagar Boltagon, la nave recibe por nombre Attilan. Boltagon viaja acompañado de su familia, solo se ha presentado su esposa, Medusalith Amaquelin, y según las declaraciones de ambos, vienen en son de paz.
-Paz, deben creer que nací ayer -masculló Tony- No estoy de humor ahora para visitantes no anunciados... -quería matar a alguien y la nave Attilan parecía ser un excelente objetivo- Esos nombres son extraños, Steve.
-Propios de las generaciones de terrícolas modificados.
-Es lo que estoy pensando. Deben ser una intentona de colonos genéticamente diseñados para Marte, contrarios a los de Genosha que son adaptaciones generacionales como al buen Darwin le hubiera gustado.
-Attilan no es una nave de combate, y seguramente está agotando su combustible.
-No van a aterrizar en mi planeta.
-Jamás te sugeriría tal cosa. No sabemos que planes tienen... ni tampoco he recibido ninguna transmisión de aviso.
-La Federación cree que el universo le pertenece y puede llegar a hacer lo que se le venga en gana. El tal Boltagon tendrá que esperar, pueden ser espías de una HYDRA renovada.
-Ni siquiera tienes que decirme eso, Tony, en estos precisos momentos todas las colonias deben ya estar sobre aviso de la nave Attilan.
El castaño se talló su rostro con desesperación. -Justo ahora, tenía que ser ahora.
-¿Estás bien, Tony?
-No, no lo estoy... yo... iré afuera.
-Te veré ahí.
Afuera era toda una locura únicamente superable por otro evento igualmente amenazador, como lo pensó Stark al ver a todos los colonos yendo de un lado a otro, algunos tratando de ver a través de telescopios con lentes especiales la nave que estaba aproximándose a Marte. Camuflada para no ser detectada a una distancia mayor, Attilan había conseguido su meta de llegar al planeta rojo prácticamente de manera invisible, porque la Federación estaba al tanto de los satélites marcianos más ocupados por las tormentas y vientos solares que intrusos colándose por las sombras. La gran mayoría o casi toda la población de las colonias, habían llegado en las naves de Industrias Stark, elegidos por éstas bajo un perfil libre de toda sospecha, que se unirían a los nativos, cuyos ancestros habían llegado prácticamente por sus propios medios, la Federación no había patrocinado viajes a Marte sino hasta muchísimo después, y demasiado tarde, ya que Howard Stark controlaba la entrada al planeta.
-Tony, ¿estás bien? -la mano firme del comandante atrapando la suya, sacó al castaño de sus cavilaciones.
-Sí... luego te explico. ¿Qué vamos a hacer? Es decir, no podemos declarar Marte como propiedad de Industrias Stark, pero si negamos la entrada a Attilan, la Federación lo tomará muy mal.
-Tenemos que hablar con Boltagon. Saber por qué han venido de esta manera.
-¿Crees que vayan a decirte todo solamente porque eres muy guapo? -bromeó Stark con una sonrisa torcida.
Steve rió, negando apenas antes de acercarse y depositar un beso en la frente del millonario.
-Voy a intentarlo, no pierdo nada con ello.
-Comandante -llamó el Mayor Blake- La Agente Romanoff tiene todo listo para la reunión de jefes de colonia. Tony, ¿estás bien?
-Dejen de preguntar eso, ¿quieren? Vamos a esa reunión, ¿puedo estar, cierto?
El comandante solo rodó sus ojos, jalándole con él. Les alcanzaron el Doctor Pym, Banner junto con Van Dyne y el Agente Olsen. Todos con rostros tensos por la emergencia literalmente sobre ellos. También estuvo presente JARVIS, quien estaba muy callado desde que se anunciara la proximidad de Attilan a Marte. Pocas veces se daban esa clase de reuniones de jefes de colonia, no había mucho que discutir y salvo un Látigo de Fuego, cada colonia era autosuficiente. Steve al fin tendría la oportunidad de verlos a todos, sobre todo al jefe de Genosha, el Profesor Charles Xavier, a quien pronto iría a visitar una vez que obtuvieran el permiso de su parte. Ahora estaban concentrados en lo que resolverían sobre Attilan y esos terrícolas que la Federación enviaba a escondidas.
Tony casi no prestó atención a las discusiones que más bien versaron en ponerse de acuerdo en las acciones a seguir para los recién llegados. Su mente estaba en la Tierra, con su madre despidiendo el cuerpo de su padre, probablemente atada a monitores robóticos que estaban ayudando a su corazón a seguir latiendo. Quería huir, dejar todo eso y volar de vuelta con María Stark, abrazarla y no soltarla más, pero aún en sus mejores cálculos, el viaje le llevaría ocho meses. Ella ya estaría muerta para entonces. Maldijo de nuevo el nombre de Obadiah Stane, el de HYDRA como el resto de los seres humanos en la Tierra que aún viendo la crisis por la que estaban pasando no cambiaban su forma de pensar ni de vivir. Ahora les habían enviado a ese tal Boltagon con su supuesta familia, en un intento más de corromper un mundo nuevo.
Se giró, buscando ese ojo azul que estaba atento a él, como si estuviera adivinando su pensamiento. JARVIS estaba en una esquina no lejos de su asiento, pero desde que Pepper le llamara no le había escuchado decir una sola palabra. Algo extraño para el dron que generalmente era muy parlanchín con todos, aunque el ambiente fuese tenso. Tan concentrado y perdido estaba en sus pensamientos que no se percató cuando enlazaron todas esas comunicaciones con la Attilan, mostrando en una pantalla el rostro serio de un hombre que miraba a todos los presentes con expresión neutral y una mujer de largos cabellos carmesí quien les saludó. El castaño salió en esos momentos, realmente ya no pudo más, algo desesperado por alcanzar a su madre, tenía ideas muy alocadas, pensando en algunos de los experimentos trabajos no hacía poco en el laboratorio, con tal de alcanzar viva a su madre, estar con ella los últimos días de su vida.
Tendría una extraña sorpresa cuando llegó a su laboratorio y las puertas de éste no obedecieron su voz de comando, ni tampoco su credencial o su registro de ADN. Nada funcionó. El castaño gruñó, tecleando de forma manual el comando que no resultó, mostrando un error en la pantalla. Se talló una sien, imaginando que tal vez fuese el Comandante Rogers el culpable de que no pudiera entrar, restringiendo sus accesos hasta que el asunto de Attilan estuviese resuelto y eso le dio mucha rabia, pateando las puertas e intentando una vez más abrirlas. Anthony Edward Stark era el CEO de Industrias Stark, no Steven Gran Rogers. Obtuvo el mismo resultado, y esta vez gritó buscando alrededor algún arma de grueso calibre para derribar las puertas reforzadas. Solo entonces es que se percató de que el Mayordomo de Manhattan estaba ahí.
-¿J?
-"No puedo permitirlo, Señor."
-¿Qué no puedes permitir?
-"Su escape."
Stark jadeó, entre ofendido y consternado. -¿Y por qué no? Yo iré solo...
-"Lo siento, la respuesta es negativa."
-J, tengo que...
-"Está tan desesperado por viajar a la Tierra que trata de usar algo que ni siquiera está probado, el Doctor Banner como el Doctor Pym no hace mucho le comentaron el sinnúmero de variables desconocidas para un motor de antimateria como el que pretende ensamblar."
-¿Cómo... cómo supiste...?
-"Sólo es una lectura de su comportamiento, Señor."
-Con o sin lectura, habré de hacerlo, JARVIS, así que no estorbes -gruñó Tony, apretando sus puños.
-"No puedo permitirlo."
-¡Claro que puedes! ¡Es una orden!
-"Lo siento, Señor Stark."
-Pues mira que hago con tus disculpas -el millonario se giró sobre sus talones, bien dispuesto a ir a la armería, pero el dron se interpuso en su camino- ¡Hazte a un lado!
-"No puedo."
Las dos enormes y poderosas pinzas del robot rodearon a Tony, pegándole contra el cuerpo de JARVIS cuyo ojo reactor se inclinó hacia él, doblando esas tenazas a modo de un abrazo de contención. El castaño rugió airado, tratando de zafarse, pero sin conseguirlo, atrapado entre esos dos brazos metálicos era imposible. Las lágrimas aparecieron en esos ojos amielados, ya no golpeando con puño limpio el metal brillante del mayordomo, sino abrazándole entre pequeños espasmos de su cuerpo al sollozar. JARVIS se encorvó otro poco más, canturreando una melodía vieja, sin soltarle ni un centímetro. Así es como Steve les encontraría al salir aprisa de aquella reunión, parecía angustiado antes de ver aquella escena que solamente aumento esa expresión en él. El comandante sacudió su cabeza, echando a correr hacia ellos.
-Tony -dirigió una mirada al dron, ambos quedándose así hasta que Stark reaccionó, girando su rostro hacia el rubio.
-¡Steve!
-Tony, dime qué sucede.
Éste se giró al sentir que JARVIS aflojó su agarre, permitiéndole ahora abrazarse al militar, contándole al oído de la llamada de Potts, de la muerte de Howard, del estado terminal de su madre. Rogers frunció su ceño, envolviéndole entre sus brazos y cerrando los ojos por unos segundos.
-Lo siento mucho, Tony.
-Mi madre...
Un rugido en el cielo rojizo hizo respingar a los dos hombres. El dron de inmediato se colocó en posición de defensa, anteponiendo su cuerpo frente al de los otros dos con sus tenazas desplegadas, volviéndose al cielo donde vieron un diminuto punto brillante adquiriendo tamaño a gran velocidad.
-¿Steve?
-Es la Attilan, por eso salí a buscarte -masculló el comandante- Sufrió una avería, tratarán de aterrizar de emergencia.
-¿Avería?
-"El golpe de un viento solar" -explicó JARVIS con una voz muy seria.
Tony comprendió por qué el robot no quiso dejarle ir. Bien podía viajar con él como lo había hecho en el pasado cuando el Doctor Shelley le envió a rescatar a Ho Yinsen de los tentáculos de una fortalecida HYDRA. Lo que sucedía era una nueva tormenta solar cuyo viento era fatal para cualquier viaje en el espacio sideral. Una muerte segura por muy avanzada tecnología que se tuviera hasta el momento, la radiación era algo que aún no vencían pese a los mejores y nuevos materiales de Industrias Stark. Y parecía que acababa de golpear la Attilan, que estando lo suficientemente cercana a Marte, sería atraída al planeta por su gravedad. Los tres levantaron su vista al escuchar las alarmas sonar para la alerta de la tormenta, el silbido del escudo levantándose, oscureciendo el paisaje hasta hacerlo prácticamente una noche por la nueva capa que rechazaba los rayos solares que azotarían al planeta en los próximos días.
-JARVIS -el millonario dejó su pena a un lado por un breve lapso- Calcula el ángulo de aterrizaje de la Attilan, ¿dónde caerá?
-"Haciendo cálculos..."
Una tenaza apuntó hacia el oeste de Manhattan. Steve silbó.
-Muy cerca de Genosha.
-"Señor Stark, Comandante Rogers, debo pedirles que entren a sus habitaciones, de ahora en adelante no deben salir de los complejos sino es con un traje protector."
-Vamos, Steve, hay que ayudar con ese aterrizaje.
El rubio miró por encima de su ojo a JARVIS llamando a otros drones para encargarse del escudo y la situación, mientras ellos iban de vuelta al complejo para tomar sus trajes protectores y cascos, una medida extra pero no por ello menos importante para sobrevivir al golpe de un viento solar. Marte aún no poseía una atmósfera lo suficientemente fuerte para impedir el paso de rayos ultravioleta, aún debían protegerse con la diferencia que ahora poseían mejores equipos y a tres científicos genios trabajando en ello. Mientras el comandante daba sus órdenes, Stark, Banner y Pym trabajaban en los campos de todas las colonias, y el aterrizaje de la Attilan que era cuestión de horas para verla entrar al fin en la atmósfera marciana.
-A los de Genosha no les va a gustar que la nave llegue tan cerca de su colonia -comentó Hank.
-A nadie en realidad -dijo Bruce, rascándose su nuca- No sabemos qué planes tienen y además si son humanos genéticamente modificados pueden traer consigo algún microorganismo que desate alguna epidemia entre nosotros.
-¿Portadores de armas biológicas, Brucie?
-Es una posibilidad que no podemos descartar, Tony.
-Manos a la obra, debemos tomar las medidas precisas para ello.
-¿Estás bien, Tony?
Éste rodó sus ojos, riendo. -Dejen de preguntar eso, en serio.
Las siguientes horas fueron cruciales, todos los motores de la Attilan estaban rostizados, y sus equipos de comunicación a punto de perderse luego de pasar esos años viajando por el espacio. Tenían poco tiempo antes de darles las coordenadas para un marinaje seguro en una de las altiplanicies, y luego proporcionarles un campo de emergencia ante la primera ola de viento solar. Los colonos fueron preparándose, las comunicaciones fallarían los próximos días, no se diga los mensajes de la Tierra. Estarían completamente solos, con los recién llegados y todos los planes de contingencia estarían más que ocupados. Ese pensamiento agradó a Tony, quien de nuevo fue interrumpido por Steve, quien llegó discretamente para "robárselo" de los laboratorios e ir a su oficina sin hacer prácticamente ninguna pregunta del motivo.
-Por favor, sean discretos -fue lo que comentó Pym al verlos salir.
Tony negó con una sonrisa tensa, mirando al comandante al que siguió algo consternado. Fueron a su oficina, donde les esperaba Natasha con una expresión que no le había visto el castaño. Ella solo le abrazó y les dejó solos.
-Steve, ¿qué está pasando? Debemos...
-María Stark quiere hablar contigo.
Aquella frase silenció a Stark, pasando saliva al momento de entrar a la oficina y ver aquella pantalla con la imagen de una mujer de cabellos blancos y arrugas en su rostro pero que aún conservaba su belleza, sonriéndole como solo una madre sabe hacerlo. Steve estaba por dejarle, pero la mano del castaño le alcanzó, deteniéndole y pidiéndole con la mirada que se quedara. Iba a necesitar de su apoyo. El comandante asintió, entrelazando sus manos en silencio respetuoso mientras Tony se dirigía a su madre con una voz temblorosa.
-Mamá.
-Bambino... -la voz de María era cansada, casi ronca- Pepper me ha contado lo que tratas de intentar.
-Quería llegar a ti.
-Pero no tienes que viajar para hacerlo, caro mio. Ya estás conmigo.
-¿Por qué nunca dijiste algo?
-Porque conozco a mi hijo, y sé que no se hubiera marchado de haber sabido que su madre estaba enferma del corazón, que igualmente había sido envenenada. No, amore mio. Suficiente he pasado con verte salir adelante con ese reactor para anclarte a este mundo que ya nada tiene que ofrecer. Allá tienes una nueva oportunidad -los ojos de la mujer se posaron en el rubio con una sonrisa- Y sé que vivirás mejor de lo que has vivido aquí.
-Pero...
-La más grande prueba de amor, es desaparecer de la vida de alguien, bambino. Deja que tu madre se despida con la seguridad de que su pequeño habrá de forjar un nuevo futuro, lejos de tanta corrupción, tanto dolor y guerra. ¿No es lo que toda madre quiere para sus hijos?
-No es justo.
-Quizá, caro mio. Pero no por ello habrás de entristecer. Estoy orgullosa de ti, y tu padre también lo estuvo.
-Lo sé... me lo dijo la última vez que hablamos.
-Entonces ya nada tienes que hacer en la Tierra. Vive feliz, vive tranquilo, hijo mío. Es la última voluntad de tu madre, si de verdad la amas, no te arriesgarás a venir, ni harás nada que te ponga en peligro por mí. ¿Lo harás, Anthony?
Con un suspiro profundo, el castaño asintió, apretando la mano del comandante.
-Sí, mamá.
La sonrisa de María se amplió, sus ojos se humedecieron.
-Yo sé que no crees en dios alguno, cielo, pero yo sí. Y creo que estaré en un lugar donde podré no solo verte sino también protegerte. Así que no debes llorar, porque voy...
La comunicación se cortó, la primera oleada del viento solar llegaba más rápido de lo que hubieran calculado. Tony se quedó mirando la estática de la pantalla hasta que Steve con un gesto la desapareció, solo entonces se giró a él con una media sonrisa, tratando de cumplir su promesa más el rubio sabía que eso iba a ser imposible, así que le abrazó con fuerza, besando sus cabellos y permitiendo que llorara acunado entre sus brazos todo lo que quisiera. Escucharon la voz de JARVIS avisando de la caída de la Attilan en la altiplanicie donde esperaba ya un escudo para envolverla y esperar hasta que pasara esta primera oleada de radiación, con los avisos de las otras colonias que el comandante respondió apenas. Tenía sus propios ojos húmedos, resistiendo para el castaño oculto en su pecho, mientras veía la imagen borrosa de una nave levantar una columna de humo al estrellarse con tierra marciana.
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