0.3/Pruebas contundentes

        Este día es inusual, el mundo parece estar confabulando en mi contra, el pensar que hoy seria tranquilo con un resultado satisfactorio; ahora solo parece un pensamiento lejano, aunque, espero mantener la esperanza.

        Hoy deberé trabajar duro para mantener mi puesto, de todas formas, el que falte un miembro del personal hoy es perjudicial para la tienda. Cuando llegué al área principal, me detuve un momento, observé la agrupación de gente que esperaba fuera de la tienda.

        Suspiré cansado, no por el problema con Tomas, sino que por lo tedioso que se ve el futuro; es «sábado gratis», un día similar al «viernes negro» que en este lugar no se celebra, si es que se le puede llamar celebración a eso, sin embargo, es algo que hemos adaptado para beneficiar el negocio, como todos.

        Mientras me dirigía a marcar mi hora de entrada, logro escuchar una discusión en el pasillo de al lado. Asomé el rostro por la esquina, no es que me incumbiera, pero la voz más fuerte la conocía muy bien.

        ―¡Por un demonio! Hoy precisamente nos debía faltar gente.

        El que gritaba era el gerente Aoyama, sus quejas son dirigidas sin justificación a una compañera de trabajo y Momo, quien al verme me advirtió con la mirada para que me alejara. Es increíble que por ser el jefe no puedan decir nada al respecto, digo, si no fuera el caso, ¿Quién soportaría los gritos de un gordo de mal temperamento? en su lugar, las opciones de responder se limitan a solo agachar la cabeza.

        ―Necesito que todo esté listo en diez minutos. ―Aoyama tomó la documentación de la entrega que hizo Kagero―. El que no trabaje hoy, que se considere muerto en vida.

        Abandonando el lugar para entrar a su oficina y dedicarse a... hacer nada, Momo viene a mí, su rostro arrugado y molesto, es algo raro de ver.

        ―Es un patán ―afirmó molesta―. Está irritado porque no estabas media hora antes de abrir, además de que Sato no vino hoy, esto es muy molesto.

        ―Es eso, o no tener trabajo, sabes lo difícil que es conseguir uno, en tu caso es peor por tus horarios. ―Ella se encogió de hombros.

        ―Pero no me agrada, quiero robarle el puesto un día de estos. ―Tomó una caja y empezó a colocar su contenido en los estantes.

        ―Por favor, alguien confiable y capaz como tu sería mejor que él, pero...

        ―También quieres ese puesto ―completó mi frase.

        ―Me conoces, ese puesto algún día será mío. ―Inflé el pecho con orgullo, a lo que Momo rio un poco, aunque no me molestaba, ya sé lo que dirá.

        ―Ya lo sé, ya lo sé, eres "El que quiere todo" ¿No?

        ―Ah, vamos, solo quiero vivir en paz por una vez, y necesito eso para lograrlo. ―Bostecé; estar cansado sin siquiera haber empezado el día laboral, que desalentador, de las pocas energías con las que pude haber comenzado el día, ya he invertido una parte en ayudar al viejo Kagero, que desperdicio.

        »De acuerdo, sería mejor que empiece con los productos pesados, o Aoyama me encontrara y esta vez sí que me despedirá, te veo luego Momo.

        Tedioso, molesto, un infierno en la tierra, bueno, solo exagero, pero hasta ahora no había un día tan estresante como este. Del personal, en su mayoría son mujeres, en bodegas solo somos cuatro sujetos, de los que uno fue despedido hace cinco días, el otro no se presentó a trabajar, el tercero es Kagero, quien desapareció con la excusa que tenía que ver al doctor, el único que quedaba era yo. 

        La responsabilidad de traer y llevar el producto pesado recaía sobre mí, más aún con el señor Aoyama amenazándome con despedirme. Siento que mi espalda arde, además de eso, mis oídos y paciencia son puestos a prueba con los clientes, sus exigencias varían, más con la desesperación de acaparar una buena oferta.

        También me vi envuelto en una serie de problemas con los mismos clientes, algunos peleaban entres si, había quienes se quejaban del servicio por no ser tan veloz para cumplir las tareas en dos segundos o menos, demonios, por suerte este día de ofertas pasa una o dos veces al año.

        Para el final del día, llegó ese momento en el que agradecemos a los cielos. Cerramos las puertas al atender al último cliente. Masajeé mi cuello, mi espalda me estaba matando, súmale a eso el dolor de cabeza que he mantenido desde el comienzo del día; me las he arreglado para evitar al señor Aoyama, también me he encargado de que mis compañeros le informen de todo lo que he hecho hoy.

        Espero un reconocimiento debido, sin mí, este día hubiera sido un desastre, por suerte ya todo terminó con broche de oro.

        O, mejor dicho, que estoy llegando al fin.

        ―¡Midoriya! ¡¿Dónde está ese desgraciado?! ―Aoyama balanceaba su visión a través de los pasillos de la tienda, de poco a poco, la atención de los demás también fue dirigía hacia mí: todos me observaban.

        Para cuando dio conmigo, la escena se había vuelto un espectáculo público «¿Qué me dirá ahora?» aquella pregunta sondeó mi cabeza, hoy me dediqué a nada más que mostrar mi valor, y ayudar al resto.

        ―Señor Aoyama, estoy aquí. ―Llamé su atención, agaché la mirada evitando el contacto visual―. ¿Hay algún problema señor?

        ―Ponte de rodillas. ―Levanté el rostro expresando una mezcla de confusión y odio―. Maldito delincuente, te di el trabajo porque Chisaki me lo pidió, pero eres un delincuente más.

        ―¿De qué está hablando señor? He estado trabajando todo el día, como me lo ha pedido.

        ―Ponte de rodillas ―repitió.

       Tragué hondo, empecé a temblar por la impotencia al ser obligado a hacer lo que dice.

        »Contesta, y no me mientas. ―Sacó la documentación de la mañana―. ¿Le pusiste las manos encima al producto que trajo el señor Kagero en la mañana?

        Fruncí el ceño leyéndolo, según el informe, hacía falta unas cuantas cajas de la entrega de la mañana ¿Qué tiene que ver conmigo? simplemente ayudé al viejo Kagero...

        ―Yo... Solo ayudé al Señor Kagero en su trabajo, llegué temprano, pero...

        »Eso es todo lo que necesito, tu confesión está grabada. ―Guardó los documentos debajo de su sudorosa axila―. Estás despedido.

        Simples palabras, que hicieron que mi mundo se viniera abajo, palidecí, mi corazón se detuvo y mi cerebro me castigó haciendo fluir mi imaginación cruelmente; en un segundo pude ver todos los problemas que tendría al perder mi trabajo, me arrojé al suelo, me postré a sus pies rogando para que no tomara decisiones precipitadas.

        ―S-Señor Aoyama, ¡No tengo nada que ver en eso!

        Intenté defenderme, sin embargo, los susurros no muy discretos del resto del personal no ayudaron, cosas como:

        «¿Quiso incriminar al señor Kagero?»

        «Que bajo».

        «Y yo que pensaba que era un buen tipo».

        «Deberían de despedirlo antes de tener más problemas».

        Aoyama alcanzaba cada palabra con una sonrisa maliciosa, su mirada prepotente rechazó cualquier excusa que le diera.

        ―No tienes defensa ni testigos, yo por otro lado, los tengo. ―Una tableta, en ella mostraba las cámaras de seguridad, específicamente, el momento en el que llegué y ayudé al viejo, pero sigue siendo firme ante las acusaciones.

        »Según Kagero, cuando regreso al camión, tu habías descargado todo el producto diciendo que le ahorraste el trabajo, y ahora faltan cosas ¿No crees que es mucha coincidencia? incriminar a un mayor, que asco me das.

        ―¡No! ¡Debe creerme! ―En mi desesperación miré alrededor, ahí estaba, observando a la distancia, esa vieja víbora se mofaba de la escena―. ¡Kagero! Intentaste convencerme de ayudarte a robar la tienda ¡¿Y ahora me culpas por venganza?!

        Su rostro cambió a uno serio cuando la atención se dirigió a él.

        ―Nunca pensé que llegarías a esto, pensé que eras un buen muchacho...

        ―¿Escuchaste? ―cuestionó sarcástico el gerente―. Estás despedido, no presentaré cargos por respeto a Chisaki.

        ―Pero...

        ―¿Qué? ¿Sigues pensando que nos convencerás?

       Me cerró la boca con eso, no tengo pruebas, no tengo testigos...

        ―¡Momo! ―la localicé, le tomé de las manos, mi última esperanza yacía en ella―. Diles, diles que me quedé para ayudarlo, luego volví para trabajar, lo recuerdas ¿No?

        Le vi a los ojos, la amiga a la que he apoyado siempre que pude en los últimos dos meses; esperaba tanto de ella, pero al final, todos, ¡Todos son iguales!

        ―Lo siento, Midoriya, pero te vi quedarte en la bodega, y luego vi entrar al señor Kagero a la tienda por sentirse enfermo, mientras que tú...

        ―¡¿Qué?! Momo, sabes que nunca haría...

        ―De verdad lo siento, pero no puedo abogar por ti, por favor no me des problemas. ―Bajó la voz a un tono que solo yo pudiera escuchar―. No hagas que me relacionen contigo, no codicies todo cuando no tienes nada.

        Me desplomé, ¿Cuándo me volví tan miserable? Quizás he vivido en una ilusión últimamente, debí reconocer que Kagero no era la única víbora que me rodeaba, sus sonrisas, sus mormullos, sus malas intenciones desde el momento que puse un pie en esta tienda, fui tan ingenuo.

        ―Si quieres tener tu pago completo, por lo menos saca la basura, luego de eso te quiero fuera de mi vista.

        Sin palabras, atravesé la tienda en la que depositaba mis esperanzas de salir adelante, a sabiendas de lo que todos decían a mi alrededor, caminé cabizbajo como suelo hacer, porque...

        «Todos están en mi contra».

-.-.-.-.-.-Entran los créditos con Mezame no Uta by Yuiko Ohara-.-.-.-.-.-.-

https://youtu.be/HhwysBy2Oro

No debes olvidar, el sonido del rayo se arrastraba sobre la tierra.
Las estrellas dormidas también se despiertan, lloviendo como flechas.

En las incontables noches oscuras, oremos por el regreso de la cosa que nos da aliento.

Esta canción, que conoce el tiempo giratorio, lo daré sin cesar.
Las pequeñas lágrimas en el campo de visión secas, los dejaré también, los dejaré.

Quemar en un instante, bañarse en los granos de fuego,
Si sobrevive, en la próxima vez,
Los días de sufrimiento y el odio también, recibirás el permiso brillante.

Cruzarás el ciclo interminable de la vida y la muerte, el niño de las estrellas,
Sigue tu destino.

Esta canción, que sabe del tiempo giratorio, le daré sin cesar.
Cuando pides ahorrando de la verdad de este mundo,
Hacer una oración.

Esta canción, que sabe del tiempo giratorio, le daré sin cesar.
Sin esperar la orientación, una oración por el lejano pasado, no puedes dejar detenerse, una oración.

Fin del capítulo.

Pruebas contundentes.


-.-.-.-.-Mikebait is canon-.-.-.-.-

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