El samurái solitario y el inventor

Tipo de historia: Romance y Drama

Palabras: 8395

Advertencias:

• Abuso sexual implícito

°~🌹~°

Denki, un joven inventor prodigio, viajaba junto a su padre, un importante empresario, hacia el castillo del Señor feudal más poderoso de la región. Su misión era presentarle una nueva tecnología que prometía revolucionar la industria del transporte: los trenes de carbón.

El viaje no fue fácil, ya que el camino estaba plagado de bandidos y peligros, pero finalmente llegaron al castillo. Denki estaba nervioso, pero su padre le había enseñado a confiar en sus habilidades y en la validez de su invento.

El Señor feudal los recibió con gran hospitalidad, y escuchó con atención las explicaciones de Denki sobre cómo los trenes de carbón podrían mejorar la eficiencia del transporte de bienes y personas en su territorio. El Señor feudal se mostró interesado en la propuesta, y accedió a darles una oportunidad para demostrarlo.

Mientras el señor feudal y su padre se dedicaban a la construcción y mejora de las líneas de tren, Denki comenzó a explorar los alrededores del castillo. Un día, mientras caminaba por los jardines, se topó con un hombre malherido, tendido en el suelo.

—Oh, por dios... —exclamó Denki asombrado, corriendo a arrodillarse junto al hombre de tez morena— ¿estás bien? ¿Me escuchas?

El hombre tumbado sobre el pasto, se removió débilmente en su lugar al escuchar la suave voz del menor. Entonces, maldice mientras agarra su costado.

—M-me... me apuñalaron... ayuda...me ... —explicó con mucho esfuerzo el hombre, jadeando y sudado, mientras presionaba con fuerza la herida en su estómago.

—¡Iré a buscar ayuda en seguida! —Denki estuvo por ponerse de pie, pero el ronnin sujetó con fuerza su brazo deteniéndolo.

—No... —jeadando, inhalaba el aire con fuerza para controlar el dolor— los guardias... me están buscando... s-si me encuentran... me ejecutarán...

Impresionado, Denki le miró dudoso unos segundos. ¿Éste hombre era peligroso?

—Buscaré a un Doctor, yo no puedo ayudarte —titubeante, Denki trató de levantarse, pero el agarre del hombre se hizo aún más fuerte, casi lastimandolo.

—No, no, por favor no lo hagas —le rogó el moreno, con la mirada temblorosa. Realmente estaba asustado.

Sin decir nada más, Denki zafó su brazo y corrió dentro del castillo, no le había tomado más de dos minutos encontrar a un Doctor y llevarlo fuera al jardín, pero cuando salieron, el hombre ya no estaba. En su lugar, había sangre manchando el pasto, que dejaba un sendero hasta el cobertizo.

Rápidamente, Denki, el Doctor y un jardinero que vió la escena, entraron al pequeño cuarto de madera, encontrando al hombre al borde del desmayo, totalmente pálido.

—Te dije... que no... —susurró débilmente el moreno, con los ojos adormilados, respirando lentamente, casi por perder la conciencia.

Sin darle oportunidad a Denki de responder, el hombre quedó inconsciente. Sin perder el tiempo, entre los tres llevaron al moreno hasta uno de los cuartos más cercanos dentro del palacio,  en donde lo dejaron sobre una de las camas.

Las enfermeras no tardaron en llegar, limpiaron las heridas, la más grande al costado del estomago, se suturó y se vendó apropiadamente hasta detener el sangrado. Sin embargo, ya no había mucho que hacer.

El ronnin estaba gravemente herido, y había perdido mucha sangre, no había más que rezar y esperar a que se recuperara.

—Lamento no poder hacer nada más, señorito Denki —se disculpó el viejo Doctor, mientras limpiaba sus manos de la sangre.

—Está bien... supuse que no habría mucho que hacer —asintió Denki, cruzándose de brazos mortificado—. Por favor, no le informe a nadie que está aquí, no quiero que nadie se entere de que este hombre se encuentra en el palacio.

—Lo lamento señorito, pero debo informarle a mi señor que--

—Haz lo que te ordenó —exclamó una voz con firmeza detrás de sus espaldas.

Al girarse, Denki quedó mudo al ver que se trataba de Tento, el hijo del señor feudal.

—Oh, sí mi señor —asintió el Doctor, y detrás de él, las enfermeras y el jardinero implicados en todo eso, también asintieron, bajando la cabeza en señal de respeto.

—Ya pueden retirarse —exclamó el joven pelirrojo, haciendo que todos en el cuarto se fueran, quedando tan solo él, Denki y el ronnin de momento sin nombre inconsciente en la cama ahora manchada de sangre.

Denki desvió la mirada, dejándola fija en aquél moreno ensangrentado que apenas acababa de conocer. Mientras que Tento, le acompañó en silencio un momento.

—Y... ¿quién es el vagabundo que ahora mancha mis cobijas? —preguntó sin cuidado el menor de los dos.

—No lo sé... él... estaba en el jardín, me dijo que no le dijera a nadie que está aquí... —explicó pensativo Denki, sin despegar la mirada del pálido rostro de desconocido—... no podía dejarlo morir...

Tento cerró los ojos, suspiró y colocó ambas manos en su cadera, poco asombrado de lo amable que había sido su amigo.

—Siempre tan bondadoso —comentó Tento, observando la posesiones del desconocido, que se hayaban junto a la cama en la mesa de noche—. Una espada ensangrentada, una daga, una bolsa con comida maloliente, y algo de dinero.

Y volteando a ver a Denki, dijo:

—Probablemente sea un ladrón, un asesino... o incluso un Ronnin, siempre mueren señores feudales en estos años —comentó Tento—. Debe de venir de muy lejos.

—Un ronnin... —murmuró intrigado Denki.

Si era un Ronnin, significaría que no tenía un amo, probablemente vagaba por el mundo sobreviviendo como pudiera. Con esa herida y las cicatrices en su cuerpo, suponía que había peleado mucho, y continuamente se metía en problemas.

Probablemente había hecho cosas de las que no estaba orgulloso y por ello es que los guardias lo estarían buscando. Denki prefirió pensar que sus delitos implicaban robo, bandalismo o algo similar, antes que cualquier otra cosa mucho más seria. No quería pensar que le estaba salvando la vida a un criminal peligroso.

—Es guapo —comentó Tento, observando muy de cerca al moreno.

—¿Eh? —Titubeó Denki al escucharle.

—Míralo, se ve muy joven, yo le calculo unos dieciocho a veinte años. Y tiene un rostro muy atractivo —agregó el menor muy ameno—, ¿por eso lo salvaste?

—¡Claro que no! Simplemente no podía dejar que muriera —respondió con vergüenza Denki—, y ya déjalo en paz, no seas grosero.

—Hay un vagabundo en mi castillo y me imagino que ahora querrás que mis doctores lo cuiden, merezco indagar un poco sobre este tipo si va a quedarse aquí.

Denki suspiró, y le sonrió suavemente a su amigo.

—Gracias por dejarlo quedarse.

—Oh, no es nada, ni siquiera me daría cuenta de que está aquí, el palacio es muy grande para eso —dirigiéndose a la puerta, se despidió de Denki alzando la mano—. Volveré al trabajo, mi padre sí se dará cuenta si me desaparezco mucho rato.

Dejándolo solo, Denki se sentó en la silla junto a la cama, y observó un momento al nuevo invitado.

Tento tenía razon, era atractivo, su piel era acanelada, sus labios ligeramente gruesos, sus pestañas largas y facciones finas y maduras. Aún estando sucio, era apreciable que era un chico atractivo.

Denki se percató de el ronnin que traía un turbante rojo, ahora muy mal acomodado en su cabeza, dejando ver varios mechones de cabello salir por debajo de este, cubriendo su rostro.

Lentamente, Denki dirigió su mano al turbante, con la intención de quitarlo, pero apenas lo había tocado, los párpados del hombre de abrieron débilmente, fijando su mirada en los ojos de Denki.

—Ahm... —Titubeó un segundo Denki,  apartando su mano— ya estás a salvo, los guardias no sabrán que estas aquí, estas en buenas manos, ahora solo necesitas descansar.

Pareciera que el moreno estaba demasiado cansado para responder, porque al instante había vuelto a quedarse dormido. En cambio, Denki estaba aliviado de ver que aún estaba lo suficientemente bien como para despertar.

Poniéndose de pie, Denki salió del cuarto.

Ahora tenía que cuidar que nadie se enterara de su nuevo inquilino, por mucho, su padre no debía saber. Ereki era un hombre ocupado, era poco probable que se enterara. Sólo le quedaba rezar y esperar a que el ronnin se recuperara. Después, este podría irse y volvería a su día a día normal.

~¤~

El ronnin se recuperó lentamente de su herida en el estómago, gracias al cuidado constante de las enfermeras y los doctores. A medida que su cuerpo se sanaba, iba recobrando más y más la conciencia, hasta finalmente estar en sus cinco sentidos. Había pasado semana y media para que esto ocurriese, sin embargo, su herida no había cerrado en lo absoluto y aún necesitaba mucho reposo.

Al moreno no parecía preocuparle demasiado. Recibía cuidados, baños, ropa limpia y comida muy buena, más allá de ser descubierto por los guardias, el ronnin no estaba preocupado, y planeaba quedarse el tiempo que fuera necesario, o que le permitieran al menos.

Un día, mientras una enfermera le cambiaba el vendaje, el moreno le comentó:

—El chico de lentes, el que me salvó ¿Donde está?

—El señorito Denki usualmente se encuentra en reuniones y pequeños viajes, está muy ocupado con el tema de los trenes —respondió la enfermera.

—Oh, entonces, es una persona importante.

—Me parece que llegará hoy por la tarde de una reunión.

—¿Puede pedirle que venga? Quisiera agradecerle por ayudarme —le pidió tímidamente el ronnin, a lo que la enfermera asintió amablemente.

Se sentía en deuda con él, sin su ayuda abría muerto en aquél cobertizo.

El moreno se dedicó a comer rápidamente su comida; carne, arroz y una papa. Era vergonzoso de decir, pero había comido mejor en esa semana y media que en los últimos quince años. Es más, no recordaba la última vez que había estado tan limpio, ni usado ropa con tan buen olor y sin agujeros.

Genuinamente no entendía porqué ese chico lo había salvado. Nunca antes alguien había hecho algo tan bueno y desinteresado por él, y eso le preocupaba.

¿A caso lo estaban preparando para venderlo? Negro o blanco no vería raro que lo fueran a vender como esclavo. Pero ya lo había cuidado mucho para eso, les serviría más muero que vivo, y con esa herida no lo podrían vender por mucho o si quiera por algo.

Su mente seguía divagando, preguntándose porqué de la amabilidad del joven de lentes, pero sus pensamientos fueron interrumpidos cuando la puerta del cuarto se abrió, dejando entrar la figura esbelta y bien vestida del pelinegro que había conocido aquél día.

—Me alegra ver que ya está mejor —comentó Denki con una suave sonrisa, mientras tomaba asiento en la silla de madera junto a la cama—, lamento no haber podido venir antes a verlo.

—Está bien, estoy disfrutando mucho estar aquí —respondió el castaño—, no recuerdo la última vez que estuve tan bien alimentado o vestido, es más, creo que nunca lo estuve —agregó con una sonrisa burlesca, pero a Denki no parecía haberle hecho gracia—... pero necesito saber, ¿por qué?

—¿Mh?

—¿Por qué me salvaste? ¿por qué me alimentas, me das un techo y ropa limpia? Soy un extraño, no sabes nada de mí, ni siquiera mi nombre —preguntó arisco el castaño, dejando mudo un segundo al menor, pues no sabía que responder.

—... yo... no podía dejarlo morir... no era correcto —admitió con sinceridad, acomodándose los lentes—. No lo vi como una amenaza.

—Bueno, antes que nada, deja de tratarme de usted, no estoy tan viejo —pidió algo incomodo el moreno.

—Bueno, este es un buen momento para presentarnos —le sonrió el menor, tendiendole su mano al castaño—. Me llamo Denki Kaminarimon, un gusto conocerte.

Dudoso, el moreno observó con desconcierto la mano del menor. Se fijó en lo pequeña que era, en lo blanca y limpia que estaba, mucho más que la ropa que le prestaron. Y al estrecharla, también se percató en lo suave que era, más suave que las sábanas de la cama en la que estaba, y más cálida que la comida que le daban.

—Yo... soy Iwabee... Iwabee Yuino, el gusto es mio —respondió algo apenado, pues nunca había tratado a alguien tan formalmente. Algo nervioso, desvió la mirada y buscó las palabras apropiadas para lo que había estado queriendo decirle los últimos días— Denki... no tengo palabras para expresar mi gratitud por lo que has hecho por mí. Si no fuera por tu ayuda, no estaría aquí hoy... gracias.

—No hay necesidad de agradecerme, Iwabee. Simplemente hice lo correcto —con una suave y cálida sonrisa, respondió, cautivando al moreno con su gentileza.

Iwabee asintió con la cabeza y agarró suavemente la mano de Denki.

—Aún así, debe saber que siempre estaré en deuda con usted. Si alguna vez necesita algo, solo tiene que pedirlo —afirmó, mirándole a los ojos en señal de sinceridad.

Sorprendido, Denki le miró intrigado, y algo abrumado por la intensidad de su mirada, desvió sus a sus manos. La mano del moreno era cálida, se dio cuenta de que era un poco áspera y tenía pequeñas cicatrices. "Manos de hombre" como se diría por ahí.

—Mhg, perdón —rápidamente, Iwabee apartó su mano de la de Denki, temiendo haberlo incomodado, pero en el acto, tiró el pequeño vaso con jugo sobre las sábanas—, Agh, demonios... —nervioso, se quitó el turbante para absorber el liquido con él.

—¡Ah! No hacía falta, de verdad, puedo llamar a alguien para que limpie —exclamó Denki, observando con pena la escena, percatandose a su vez que el cabello del castaño era largo y lacio, cayendo sobre sus hombros. Era la primera vez que lo veía sin el turbante, y sin él se dio cuenta de que era aún más atractivo.

—Ah~... me aprovecho de su gentileza y ahora mancho sus sábanas... lo siento —dijo apenado el moreno.

—Oh, está bien, ni siquiera son mías así que no hay problema, tranquilo —repitió con calma Denki, sonriendole suavemente al desconocido, mientras tomaba el turbante rojo—, si me permites, llevaré esto a que alguien lo lave.

—Sí, gracias, de verdad y de nuevo... perdón por las molestias...

Denki salió del cuarto, dejando solo a Iwabee, quien pensativo, bajó la cabeza, pensando en lo que acababa de pasar.

Un chico lindo bien acomodado, con genuinas intenciones, lo había dejado vivir bajo su techo, le dio comida caliente, ropa limpia, una cama cómoda y atención para sus heridas.

Realmente no lo entendía, no entendía como es que alguien tan bueno y puro pudiera existir, y más aún, que ese alguien que hubiera salvado de morir... era como un ángel que algún dios le había mandado para cuidarlo.

No sabía que había hecho para merecerlo... es más, no había hecho nada para merecerlo, más aún, tomando en cuenta lo que hizo antes de llegar malherido a ese patio aquél día que lo conoció. No, Iwabee no era una buena persona, y no merecía estar ahí, no era su lugar.

Y ese chico... Denki, quien ahora veía como su ángel salvador, había hecho que su corazón diera un brinco, y su pecho se sintiera cálido. Apenas lo había conocido pero movió todo su cuerpo como nadie lo había hecho. Estaba seguro de que solo se trataban de sus inmaduro corazón que con la más mínima muestra de amabilidad se habían...

Denki lo había tratado como un humano y eso había sido suficiente.

Iwabee se tomó el cabello con frustración,  cerró sus ojos con fuerza y negó con la cabeza. Ese no era su lugar.

~¤~

Mientras Denki caminaba por los pasillos del palacio, una señora con el turbante limpio en mano lo detuvo.

—Ya está limpio, señorito Denki —exclamó la señora mayor mostrandole la tela roja, ahora limpia pero igual de rota que la primera vez que la vió—, ¿quiere que se la lleve al invitado?

—Creo que iré personalmente, muchas gracias —tomando la tela, Denki se encaminó al cuarto más apartado de la residencia, en el área menos transitada, lugar donde se había estado quedando Iwabee.

Deslizando la puerta corrediza, con una pequeña sonrisa, Denki ingresó al cuarto, para que al instante su sonrisa se desvaneciera.

La cama blanca, que los últimos días había estado habitada, ahora estaba vacía.

No había rastro en el cuarto de que alguien había estado viviendo había, ninguno más que la sábana manchada.

Le costó un momento procesar la escena. Se sentó en la silla de madera, y posó su mirar en la ventana hubiera de par en par, que daba al patio trasero del palacio, y como vista, tenía el frondoso bosque.

Denki no supo que decir. Después de todo, ese hombre era un desconocido, y lo había mandado a cuidar por que quiso, nadie se lo había pedido, nació de él.

Entonces... ¿porqué sentía un suave dolor en su pecho?

—Al menos... te hubieras despedido...

~¤~

Los días pasaron, y al poco tiempo se convirtieron en semanas. La empresa del padre de Denki poco a poco crecía, y se iba dando a conocer en los pueblos y aldeas cercanas al palacio, que un empresario y su hijo eran los responsables de los empleos que se habían generado gracias a la construcción del primer tren a carbón.

Desafortunadamente, el éxito de Denki y su empresa atrajo la atención de bandidos y otros malhechores, que vieron en ellos una oportunidad para obtener riquezas fáciles.

Denki miró por la ventana del carruaje mientras se movía lentamente por el camino hacia las vías del tren para una inspección.

El sol de la tarde caía suavemente sobre los campos y los árboles, y sin embargo, el clima era bastante fresco, así que tratando de abrigarse, Denki acomodó el turbante remendado que ahora portaba como bufanda envolviendo su cuello.

De repente, el carruaje se detuvo abruptamente y Denki se tambaleó hacia adelante. Antes de que pudiera siquiera reaccionar, la puerta del carruaje fue abierta y varios bandidos lo sacaron a la fuerza.

—¿Qué es esto? —exclamó Denki anonadado, observando con miedo al hombre frente a él.

—Esto es un secuestro —dijo con una sonrisa burlesca el hombre, apuntando su Katana hacia el pecho de Denki.

—Parece que tenemos a un ricachón aquí, —dijo uno de los bandidos entrando por la otra puerta, mientras sujetaba a Denki por la espalda— Este será un buen rescate.

—¡Por favor no, suéltame! —suplicó Denki forcejeando con el hombre, pero no servía de nada.

—Oh vamos, no hagas esto más difícil —hablándole al oído, el hombre coló una daga en el cuello de Denki.

—Tu padre y el señor feudal seguro que pagarán muy bien por ti —dijo el otro hombre que portaba la katana, mientras se acercaba al menor y lo tomaba de la barbilla—, depende de ti si quieres regresar completo con ellos.

Denki se estremeció al escucharlo, y con terror, cerró los ojos aceptando su destino.

~¤~

Iwabee, cansado, había parado a descansar en las ramas de un árbol mientras comía un poco de la fruta de este. Hacía tiempo que no comía algo de carne, no desde que se fue el palacio, extrañaba tanto todas esas comodidades a las que se había malacostumbrado, sabía que no sería para siempre pero realmente extrañaba tener un lugar cómo y cálido para dormir.

Le molestaba pensar así, durante años había vivido así, sin casa ni comida caliente sobre la mesa, y ahora que había probado lo que era la buena vida, quería volver a ella. Pero ese era un sueño, tan solo tener algo bueno de comer era costoso, no se quería imaginar lo que tendría que pagar para tener una casa.

Maldiciendo en sus adentros, Iwabee bajó de un salto del árbol, y continuó su camino.

Mientras caminaba por el bosque, Iwabee notó un grupo de hombres moviéndose rápidamente por el camino principal. Decidió seguirlos, curioso. Pero pronto se dio cuenta de que algo estaba mal. Los hombres estaban cargando algo pesado y parecían estar huyendo de alguien o algo.

Iwabee decidió acercarse sigilosamente para averiguar lo que estaba sucediendo. Fue entonces cuando escuchó las voces de los bandidos discutiendo entre ellos.

—¡Dense prisa! Tenemos que alejarnos antes de que alguien nos siga —dijo el líder de los bandidos.

Iwabee se asomó desde detrás de un árbol cercano y vio a Denki amarrado y siendo llevado sobre el hombro de uno de los hombres más grandes del grupo.

Alarmado, se dio cuenta de que tenía que hacer algo para ayudarlo, sin embargo, también sabía que enfrentar a un grupo de bandidos armados era peligroso. Decidió esperar y observar, buscando una oportunidad para intervenir.

Paciente, los siguió por largo rato, tanto que se había hecho de noche, hasta llegar a una colina alta en la que los hombres se detuvieron en lo que parecía un templo para rezar, pero ahora había sido habitado por ellos.

Observó en silencio como el fortachón dejaba a Denki dentro del templo, junto con comida y dinero que habían estado acumulando los bandidos.

Los hombres comenzaron a hablar entre ellos, parecían discutir, pero Iwabee estaba muy lejos como para escuchar. Entonces, el líder entró al templo en el que se hallaba Denki. Hubo silencio, y acto seguido, un grito.

Iwabee se alarmó, quiso ir a salvarlo pero solo lograría que lo mataran, eran demasiados.

Entonces, los gritos se intensificaron, Denki pedía ayuda, ¿lo estaban torturando?

Y de pronto, los gritos cesaron... y cambiaron a quejidos, quejidos rítmicos y pausados. Zonaban como si al que los provocaba le hubieran amordazado la boca.

Iwabee comenzaba a entrar en pánico, se temía lo peor, pero no podía hacer nada. Pasaron varios minutos, hasta que el líder salió del templo, Iwabee se dio cuenta de que portaba una sonrisa burlona, entonces otro de ellos entró al templo, y se repitió, los gritos de ayuda volvieron a empezar, esta vez más débiles que antes.

Entonces Iwabee cayó en cuenta de lo que estaba pasando.

Abrumado, se apoyó en uno de los árboles, se tapó con fuerza los oídos y cerró los ojos, mientras sus dientes se presionaban con fuerza. Negó con la cabeza una y otra vez, meciéndose de enfrente atrás lentamente, tratando de ignorar los gritos de ayuda del que antes había sido su ángel salvador.

Y sin embargo, aún lo alcanzaba a oír, provocando que lágrimas se deslizaran por las mejillas de Iwabee, impotente ante la situación.

Una hora, tal vez dos, habían pasado hasta que los quejidos empezaron, ahora todos los ladrones se hayaban fuera del templo, no sabía cuánto tiempo había durado aquello, pero sentía que había sido una eternidad.

Hirviendo de ira, con los nudillos de sus puños blancos de lo fuere que cerraba las manos, Iwabee finalmente había encontrado su oportunidad cuando el grupo de hombres se acomodó fuera del templo a comer. Entonces, decidió actuar.

Rápidamente se acercó al templo por detrás y entró por la ventana rota, se acercó a Denki silenciosamente y le tapó la mano con la boca haciendo que le mirara.

Iwabee colocó su dedo sobre sus labios, dándole a entender que guardara silencio, entonces, lo desató.

—¿Te puedes parar? —Preguntó Iwabee mientras lo ayudaba a levantarse.

Denki no respondió, tenía las mejillas cubiertas de lágrimas, la ropa rasgada, estaba cubierto de tierra, y tenía varios moretones por todo el cuerpo, especialmente en sus muñecas y cuello.

Pero se veía genuinamente sorprendido y agradecido por la llegada de Iwabee. Tanto que volvió a llorar, esta vez con una débil sonrisa, mientras se aferraba a Iwabee y hundía su rostro en su pecho.

El corazón de Iwabee tembló al verlo tan malherido y vulnerable. Y mientras cargaba a Denki en brazos, le susurró al oído.

—Te sacaré de aquí.

Con cuidado, Iwabee sacó al menor por la ventana, le siguió de cerca, y volvió a llevarlo, esta vez en su espalda. Y cuidando no hacer ruido, comenzó a correr colina abajo.

Los bandidos pronto se dieron cuenta de que Denki había escapado y furioso, el lider dio la orden de buscarlo. Su grito fue tan fuerte que llegó a oídos de Iwabee, quien se apresuró a huir tan lejos como pudo, con Denki aferrándose a él en su espalda.

~¤~

Iwabee guiaba a Denki por el bosque, tratando de encontrar la forma de salir de allí y regresar a su hogar. No habían hablado en lo poco que llevaban de camino, ninguno encontraba que decir. Aunque estaba concentrado en el camino, no podía dejar de pensar en lo que le había pasado a Denki.

Pudo darse cuenta de que sus piernas temblaban, y tiritaba del frío, pues no llevaba suficiente ropa encima, probablemente la mayoría se habría quedado en aquél templo. Además, se había fijado que ahora llevaba su turbante rojo en el cuello.

—Toma... —quitándose el Haori, Iwabee cubrió el pequeño cuerpo de Denki con él, protegiéndolo del frío. Denki no dijo nada, solo lo aceptó en silencio, pero se veía agradecido.

Mientras caminaban, Denki se tropezó con una raíz y cayó al suelo. Iwabee lo ayudó a levantarse, pero notó que seguía temblando.

—¿Estás bien? —preguntó Iwabee, preocupado.

—Sí... perdón... —respondió Denki, tratando de sonreír, cosa que hizo pequeño el corazón del moreno, pues sabía que él no estaba bien.

—Quizás deberíamos detenernos y descansar un poco. No querrás lastimarte de verdad —dijo Iwabee, apuntando a una pequeña cabaña a la distancia entre los árboles.

Denki asintió, y juntos caminaron en silencio hacia la choza.

—Parece abandonada —comentó Iwabee mientas abría la puerta.

—Al menos nos dará un poco de protección contra el clima y podremos pasar la noche—dijo Iwabee, mientras entraban.

Una vez dentro, se dieron cuenta de que la cabaña estaba vacía y en mal estado, pero tenían un techo sobre sus cabezas y un lugar donde descansar. Iwabee se sentó en el suelo y Denki se acurrucó a su lado, cosa que sorprendió al moreno, pero lejos de incomodarlo.

—¿Tienes hambre? —preguntó Iwabee, sacando una manzana de su pequeño saco que portaba en su cinturón.

Asintió Denki, tomando la fruta.

Comieron en silencio, mientras la noche caía sobre el bosque. Pronto, Denki se durmió apoyado en el hombro de Iwabee. Él no se movió, solo se quedó allí, disfrutando de la calidez del cuerpo de Denki junto al suyo.

Con el tiempo, Iwabee también comenzó a sentirse cansado. Se acurrucó junto a Denki y cerró los ojos. Pero no pudo dormir, no con Denki tan cerca y menos con el peligro de que los bandidos los encontraran.

—¿Estás despierto? —preguntó Denki, con voz somnolienta.

—Sí, lo estoy —respondió Iwabee.

—... Iwabee... ¿puedo preguntar algo?

—Ya lo hiciste —dijo tratando de alegrar el ambiente.

—... Iwabee... ¿por qué... por qué te fuiste de pronto ese día?

La pregunta hizo que el mayor se removiera tenso en su lugar y se despertara un poco más. Titubeó en responder, pero pensó que Denki merecía una explicación.

—Yo... no quería molestar...

—No mientas... pudiste haberte ido días antes, pero te fuiste después de que hablamos... ¿por qué? —insistió Denki, enderezandose un poco para ver al moreno a la cara, acto que hizo al mayor desviar la mirada, pues sentía su rostro caliente, así que no quería que lo viera sonrojado.

—Solo quería agradecerte antes de irme...

Molesto, Denki bajó la mirada, y volvió a acomodarse, cruzándose de brazos.

—Está bien, si no quieres decirme no importa...

Se quedaron en silencio un momento, pero curioso, Iwabee posó su mirar en la bufanda roja que ahora portaba Denki, pues era su turbante que había olvidado aquella vez.

—¿Porqué usas mi turbante de bufanda? —preguntó Iwabee.

La pregunta hizo que el rostro de Denki se colorara avergonzado.

—Tú no me respondes con sinceridad, yo tampoco lo haré.

Otro silencio se instó entre los dos.

Iwabee dudó en hablar, pero cayó en cuenta que después de llevarlo con su padre, no volvería a verlo, así que no importaba.

—¿Realmente quieres que te diga... porqué me fui de pronto ese día? —titubeante, dijo con las mejillas sonrojadas, sin dirigirle la mirada. Denki lo volteó a ver para escucharle—... fue porque... me estaba enamorando de ti...

Abriendo los ojos de par en par, las mejillas de Denki se llenaron de sangre haciendo que se sonrojara nuevamente.

—Nunca nadie me había tratado como tú antes... nadie había hecho nada bueno por mí sin esperar algo a cambio... me trataste como ser humano y... fue suficiente para hacer que sintiera algo... por ti...

Sintiendo su pecho cálido, Denki le escuchó atento, sin saber que responder.

—No quería que mis sentimientos crecieran, así que me fui, además... —bajando su mirar, cruzándo miradas con Denki, agregó—, no creí que lo mereciera... no merecería nada de lo que me diste, porque antes de llegar al palacio, el hombre que me hirió, quería matarme porque yo maté a su hijo.

Impactado, Denki le miró incrédulo. Entonces, Iwabee le comenzó a narrar toda la verdad.

Con la mirada fija en el suelo, Iwabee explicó que había matado al hijo de un comerciante rico.

La razón detrás de esto fue porque el hijo del comerciante había secuestrado y violado a la madre de Iwabee, y luego había dejado su cuerpo destrozado y sin vida en el bosque.

Iwabee había buscado justicia de forma pacífica, y había presentado su caso ante el líder del pueblo, pero el comerciante había logrado sobornar a los jueces y a la policía local para que lo protegieran a él y a su hijo. Fue entonces cuando Iwabee decidió hacer justicia por sí mismo.

Tuvo que esperar varias semanas para llevar a cabo el acto y cuando lo había efectuado, el padre del muchacho lo encontró en plena escena y lo persiguió con cuchillo en mano, logrando herir a Iwabee en el acto. Y sin embargo, el coraje y la ira de Iwabee eran más grandes, así que sin dudarlo le quitó la vida también a ese hombre.

Huyó malherido, temiendo que los guardias del pueblo lo buscaran y ejecutaran, fue entonces que llegó a al palacio en donde Denki lo había encontrado.

Fue por eso que escuchar los gritos de Denki en aquél templo lo habían puesto tan mal. No podía evitar pensar en su madre y que no hizo nada para protegerla.

—Yo... lo lamento... —susurró el moreno, bajando la cabeza y jalandose el cabello con fuerza, lleno de culpa y coraje— no pude hacer nada... no hice nada para detenerlos... no pude protegerte... —abrumado, los ojos del moreno se llenaron de lágrimas— lo siento... lo siento...

—Iwabee... —susurró débilmente Denki, llevando su mano a la espalda del moreno para darle consuelo.

—Debí hacer algo... debí detenerlos... lo lamento... lo siento Denki, lo siento... —la voz del mayor se entrecortaba y pronto comenzó a sollozar.

—No Iwabee, estoy bien, estoy aquí y es gracias a ti, me salvaste, si estoy vivo es gracias a ti —preocupado, Denki lo tomó del rostro y comenzó a secar sus lágrimas—, hiciste todo lo que pudiste y estoy agradecido contigo por eso.

Iwabee alzó lentamente la cabeza, encontrándose con la cálida y cariñosa sonrisa de Denki, cruzando miradas con esos ojos oscuros y verdosos, tan llenos de comprensión y ternura.

No pudo evitarlo, su cuerpo se había movido solo pues sin esperarlo, Iwabee envolvió a Denki en sus brazos, aferrándose a él con fuerza, como si temiera que desapareciera y lo dejara solo.

Entonces de pronto, la puesta de la choza se abrió de golpe por el viento helado, Iwabee se apresuró a cerrarla, colocando de tope una roca para que no se volviera a abrir.

Regresando a sentarse en el suelo junto a Denki, ya sin lágrimas en los ojos, Iwabee sonrió tímidamente y tratando de aligerar el ambiente, preguntó.

—Bueno... yo fui sincero, así que... ¿por qué usas mi turbante de bufanda?

—Mh... —avergonzado, Denki desvió la mirada y se cubrió la boca con el turbante, tratando de ocultar su rostro—... la verdad es que... la verdad... yo... —posando tímidamente su mirar en la del moreno, respondió— pensé que eras... lindo... y... aun quería tenerte cerca de mí...

—Oh... —musito el moreno sorprendido, mientras sus mejillas tomaban un tono rosa, y a su vez, Denki cubría su rostro con ambas manos avergonzado— Creo que deberíamos dormir, ya es muy noche y mañana debemos seguir caminando.

—Sí... está bien...

Se sentaron cerca el uno del otro, algo incómodos pues no había como acostarse cómodamente a dormir. Tímidamente Denki llamó la atención de Iwabee.

—Mh... Iwabee-kun... —el rostro de Iwabee sonrojó aún más al escucharle llamarlo así, tan cariñosamente— C-creo que... si me siento frente a ti... y-y... me envuelves con los brazos... podríamos dormir más calentitos... ¿está bien?

—Ah s-si, claro, está bien —asintió nervioso el moreno.

Rápidamente, Iwabee separó las piernas para que Denki se sentara entre ellas y apoyara su espalda en su pecho, entonces, dudoso, el moreno envolvió al menor entre sus brazos, abrazándolo con delicadeza, para mantener el calor.

—¿Estás mejor? —preguntó tímidamente el moreno, sintiendo como rápidamente entraba en calor.

—Sí, mucho mejor... —asintió con una pequeña sonrisa Denki, acomodándose para apoyar su cabeza cómodamente en el pecho del mayor— eres muy cálido, Iwabee-kun.

Iwabee tragó nervioso, el ambiente lo estaba poniendo extraño. La situación comenzó a volverse incómoda cuando sus cuerpos empezaron a calentarse más de lo esperado.

—¿Todavía tienes frío, Iwabee-kun? —preguntó Denki, notando cómo el cuerpo de Iwabee temblaba.

—No, en realidad estoy bastante caliente ahora —respondió Iwabee con una pequeña sonrisa.

La tensión en la habitación era palpable mientras se miraban a los ojos. Ambos sabían lo que pensaba el otro, pero la situación no lo ameritaba y ninguno quería dar el primer paso.

Armandose de valor, si decir nada, lentamente Iwabee sujetó la barbilla de Denki, y acercó su rostro al del menor, lo suficiente para sentir la respiración del otro en sus labios y dejarle a Denki decidir si dar el siguiente paso.

No pareció dudarlo mucho, porque casi al instante, Denki cerró los ojos y sus labios se encontraron en un beso, uno pequeño y tímido.

Sus labios se movieron con lentitud contra los ajenos, como si les asustara el ambiente que se había formado tan rápido.

Y siendo Iwabee el primero en separarse, miró fijamente a los ojos al pequeño pelinegro frente a él, y con cariño, posó su frente contra la ajena, y cerró los ojos, disfrutando el momento, tan íntimo y cálido que le hacía olvidar por completo el frío del cuarto.

—Me siento seguro contigo —susurró Denki, antes de caer dormido sobre el pecho del mayor.

Iwabee sonrió, feliz de poder ofrecerle esa sensación a Denki. Pero a la vez, se sentía confundido por los sentimientos que estaba desarrollando por él. ¿Cómo podría enamorarse de alguien en tan poco tiempo? Pero era imposible ignorar la conexión que compartían.

Se quedó despierto por un tiempo más, disfrutando de la calidez de Denki a su lado. Finalmente, se durmió.

~¤~

La noche pasó sin incidentes, y al día siguiente, Iwabee y Denki salieron de la cabaña abandonada después de pasar una noche juntos, y continuaron su camino hacia el Daimyo. La atmósfera entre ellos era diferente a como había sido antes, más cálida, más íntima.

El silencio reinaba entre los dos, ambos parecían estar sumidos en sus propios pensamientos, pero de vez en cuando se miraban y sonreían tímidamente.

Después de un rato caminando, Iwabee finalmente rompió el silencio.

—¿Cómo te sientes, Denki?

—Bien... Supongo. Gracias por... lo de anoche.

—No tienes que agradecerme nada. Me alegra que hayas encontrado refugio y compañía en mí —respondió muy contento el moreno con una sonrisa en el rostro.

Denki se sonrojó y se detuvo a mirar a Iwabee. El Ronin había sido un verdadero caballero con él, lo había salvado de los bandidos y lo había protegido toda la noche. Además, había sido su confidente y su amigo. Se habían sincerado la noche anterior y tan solo pensar en ello hacía que el corazón de Denki se volviera loco y su rostro se colorara por completo.

—Oye, Iwabee-kun... Quiero que sepas que me importas mucho. Y no sé cómo voy a agradecerte todo lo que has hecho por mí.

—No tienes que agradecerme nada, Denki. Hice lo mismo que tu hiciste por mí, ahora estamos a mano.

—No, en serio. Te estoy muy agradecido... y yo...

Iwabee detuvo su caminata y lo miró sorprendido. Denki le miraba fijamente, con ojos sinceros y una mueca nerviosa en el rostro.

—Quiero decir q-que... no quiero que nos separemos después de esto. Q-quiero seguir a tu lado, cuidarte y protegerte, como tú lo has hecho conmigo.

Iwabee se quedó sin palabras por un momento, pero luego sonrió suavemente.

—No tienes que hacer eso, Denki. Soy un Ronin, un vagabundo sin hogar ni trabajo. No puedo ofrecerte nada.

—No me importa eso, Iwabee-kun. Yo puedo ofrecerte trabajo. Te juro que te contrataré como mi guardaespaldas personal, y así estaremos siempre juntos.

Iwabee sonrió con ternura.

—Eso suena bien, Denki. Pero no quiero que me contrates solo por lástima o por gratitud. Además... —acercándose a Denki hasta estar frente a él y con suavidad, lo tomó de los hombros— mi lugar no es ese, no soy digno de esa posición.

—¿Cómo puedes decir eso? Te has demostrado a ti mismo que eres un luchador valiente y fuerte. Eres perfecto para este trabajo —insistió molesto.

—No es eso, Denki. No tengo un hogar, una familia o un lugar al que pertenecer. He hurtado, asesinado y mentido la mitad de mi vida... y sé que tu padre nunca aceptaría a alguien como yo para proteger a su hijo.

—¡Eso no importa! Lo convenceré, él no tiene que enterarse de tu pasado.

—No quiero que te metas en problemas por mi culpa. Además, hay gente que me está buscando, no sólo los guardias del pueblo, le debo a mucha gente y estoy seguro de que les encantaría tener mi cabeza de trofeo, no... no quiero que te arriesgues por alguien como yo.

—Entonces —agobiado, Denki bajó su cabeza con tristeza— ¿Realmente... así tiene que ser?

—Tendremos que decir adiós cuando te regrese con tu padre.

—Pero... yo no quiero decir adiós —pequeñas lágrimas se formaron al borde de los ojos del menor— No quiero estar lejos de ti...

—Esto es lo mejor para los dos —le dolía verlo así, pero debía ser firme.

—Yo... lo entiendo... Pero no lo acepto —las primeras lágrimas se resbalaron por sus mejillas— No quiero dejarte ir.

—Lo siento, Denki. Pero así tiene que ser —con cariño, el moreno limpió las lágrimas de Denki.

Denki miró a Iwabee, tratando de encontrar alguna forma de convencerlo, pero Iwabee se mantuvo firme en su decisión. Finalmente, Denki se resignó a su destino y continuaron su camino hacia el Daimyo, sabiendo que tendrían que separarse en algún momento.

Tímidamente, Denki tomó la mano de Iwabee, quien sin verlo, aceptó el acto, y entrelazó sus dedos con los ajenos en silencio, atesorando el suave tacto del menor, tan suave como la primera vez que lo tocó.

~¤~

Mientras caminaban por el bosque, Iwabee y Denki disfrutaban de la naturaleza y de la compañía del otro. Iwabee, quien solía ser un hombre solitario, se sorprendía de lo fácil que era hablar con Denki y lo a gusto que se sentía con él.

A medida que hablaban de sus vidas, sus intereses y sus sueños, comenzaron a descubrir una conexión especial. Iwabee admiraba la inteligencia y la determinación de Denki, mientras que Denki se sentía atraído por la fortaleza y la valentía de Iwabee.

Conforme avanzaban por el bosque, la tensión entre ellos crecía, alimentada por la emoción del momento. Pero sabían que pronto tendrían que separarse, y que ese pensamiento los hacía sentir tristes.

Cuanto más se acercaban al palacio del Daimyo, el tiempo que les quedaba juntos se volvía cada vez más precioso. Sabían que tendrían que tomar caminos diferentes al final del camino, y eso les dolía en el corazón. Pero por el momento, simplemente disfrutaban de la compañía del otro, disfrutando del sol que se filtraba a través de las hojas del bosque y de la suave brisa que acariciaba sus rostros.

~¤~

Finalmente, llegaron a la residencia del Daimyo. Los guardias, al verlos acercarse, informaron inmediatamente de su llegada y el padre de Denki salió apresurado a recibir a su hijo.

—¡Denki, hijo mío! ¿Estás bien? —preguntó Ereki, preocupado.

—Sí, padre, estoy bien. Iwabee me salvó y me trajo hasta aquí— respondió Denki, mientras se abrazaba a su padre.

—¡Gracias a los cielos que estás sano y salvo! ¡Y gracias a ti, por proteger a mi hijo! ¿Cómo puedo agradecerte? —preguntó el mayor, volviéndose hacia Iwabee.

—No necesito ningun agradecimiento, señor. Solo cumplí con mi deber —respondió Iwabee con humildad.

Ereki hizo una seña a uno de los sirvientes, quien sostenía en sus manos una bolsa de seda llena de monedas de oro. Y se acercó apresuradamente.

—Este es mi agradecimiento por haber traído a mi hijo de regreso a salvo. Es una pequeña muestra de mi gratitud —dijo Ereki, extendiendo la bolsa hacia Iwabee.

Iwabee se detuvo y se rascó la nuca incómodo. Mientras Denki observaba la escena expectante.

—Lo siento, señor, pero no puedo aceptar esto.

—¿Por qué no? —preguntó el hombre, frunciendo el ceño—, cualquiera en tu posición lo aceptaría sin dudarlo.

Iwabee se aclaró la garganta antes de responder.

—Porque no lo hice por dinero. Lo hice porque era lo correcto. Y porque su hijo es importante para mí.

Ereki se sorprendió por la respuesta de Iwabee, y suspiró con una sonrisa comprensiva.

—Entiendo —dijo con voz suave—. Pero quiero que sepas que apreciamos mucho lo que has hecho por nosotros —En cambio, le dio una palmada en el hombro a Iwabee y le agradeció de nuevo por su ayuda— Y si alguna vez necesitas algo, no dudes en pedirlo.

Iwabee asintió, agradecido por las palabras del mayor. El padre de Denki se despidió y comenzó a caminar de regreso al palacio. Mientras, Iwabee sintió una punzada en el pecho al pensar en tener que separarse de Denki.

Timidamente, Denki tomó la mano de Iwabee y la apretó con fuerza.

—No quiero que te vayas —dijo con tristeza en su voz, y sus ojos cristalinos por el inminente llanto. Iwabee se acercó y le dio un beso suave en los labios.

—Tampoco quiero irme —respondió—. Pero esto es lo mejor.

Denki asintió, sabiendo que tenía razón.

—Te extrañaré —dijo mientras se alejaba con pequeñas lágrimas al borde de sus ojos.

Iwabee también se alejó, con la sensación de que su corazón se rompía en pedazos. Pero luego, Denki se acercó corriendo y lo abrazó.

—¿Y si...? —comenzó a decir, pero Iwabee lo interrumpió.

—Sé lo que estás pensando, pero no quiero que te arriesgues —dijo con firmeza. Pues sabía que Denki quería irse con él— Si algo te pasara, no lo soportaría.

Denki se quedó en silencio por un momento, pero luego asintió en acuerdo.

—Iwabee-kun... yo...yo... te--

Sin dejarle terminar, Iwabee posó su dedo sobre los labios de Denki.

—Sí me dices eso será aun más difícil para mí irme —dijo Iwabee con una sonrisa triste. Mientras que Denki, cerraba los ojos y bajaba la cabeza, dejando caer las lágrimas que tanto había aguantado—. No, por favor no llores, despídeme con una sonrisa.

Con mucho esfuerzo, Denki esbozó una débil y temblorosa sonrisa. Mientras Iwabee le limpiaba las lágrimas.

—Gracias por salvar mi vida aquél día, y gracias por haber puesto de cabeza mi vida en tan poco tiempo, te estaré eternamente agradecido y prometo siempre llevarte en mi corazón.

Con un último beso, Iwabee soltó con delicadeza las mejillas del menor, y se alejó. Comenzó a caminar por el sendero que cruzaba el bosque, sin mirar atrás.

El padre de Denki observaba la escena desde lejos, pero entendía perfectamente lo que estaba sucediendo. Así que se acercó rápida y en voz alta, habló.

—¡Eh, regresa, necesito hablar contigo! —ordenó Ereki haciendo que Iwabee se girara, y Denki le mirara confundido.

—¿Qué está haciendo? —Preguntó Denki.

Ereki guardó silencio, hasta que el moreno se paró frente suyo, y con un gesto con la mano, le indicó que lo siguiera.

Ereki llevó a Iwabee a un pequeño estanque en el patio del palacio, un lugar tranquilo y alejado de las miradas curiosas. Allí, Ereki se sentó en un banco y lo invitó a sentarse a su lado.

—Dime, Iwabee, ¿qué te ha llevado a ser un ronin? —preguntó Ereki con interés.

Iwabee se sintió un poco incómodo, pero decidió ser sincero.

—Mi padre murió cuando yo era joven, y mi madre no podía mantenerme. Así que decidí unirme al ejército. Pero después de unos años, me di cuenta de que no era para mí. No me gustaba la violencia, así que decidí ser un ronin y vivir de lo que pudiera ganar honradamente. Pero la verdad es que... —con vergüenza, desvió la mirada— la mayor parte de mi vida solo he podido robar y pedir dinero, gracias a eso conseguí muchos enemigos que quisieran verme muerto.

Ereki escuchó atentamente, y luego le preguntó:

—¿Y qué hay de Denki? ¿Qué significa para ti?

Iwabee vaciló un momento antes de responder.

—Denki es una persona muy importante para mí, cuando más necesitaba de un milagro, él apareció y me salvó la vida. Lo he protegido y he aprendido mucho de él en este viaje.

Ereki reflexionó durante un momento antes de hacer una propuesta.

—Iwabee, ¿qué te parecería ser el guardaespaldas de mi hijo? Creo que Denki necesita alguien en quien pueda confiar en todo momento, y tú has demostrado ser una persona honesta y valiente.

—¡Pero soy un ladrón, un asesino y descerté en el ejército! ¿Porqué yo?

Ereki frunció el ceño, preocupado.

—Entiendo. Pero ahora eres el hombre que salvó la vida de mi hijo. Y eso es lo que importa.

Iwabee se sintió agradecido, pero todavía se preocupaba por su seguridad y la de Denki.

—Pero eso no cambia el hecho de que tengo enemigos que querrán verme muerto. Y si soy el guardaespaldas de Denki, lo expondría a ellos.

Ereki asintió, pensativo.

—Lo tendré en cuenta. Pero te aseguro que haremos todo lo posible para proteger a mi hijo y a ti mismo de cualquier peligro.

Iwabee se sintió aliviado al escuchar esas palabras, y agradecido por la preocupación que Ereki mostraba por su seguridad.

—Gracias, señor.

Ereki sonrió, reconfortante.

—No hay necesidad de agradecerme. Lo haré por mi hijo.

Iwabee se quedó en silencio, procesando lo que Ereki acababa de decirle. Después de unos momentos, bajóla cabeza, conmovido por la amabilidad del hombre.

—Pero... ¿porqué yo?

Ereki sonrió amablemente a Iwabee.

—Es porque he notado lo mucho que mi hijo te quiere. —dijo Ereki.

Iwabee le miró, sintiendo un poco de vergüenza.

—No sé si soy digno de su amor, señor. —dijo Iwabee—. Tengo un pasado oscuro y muchas cosas de las que arrepentirme.

—Todos cometemos errores en la vida, Iwabee. Lo importante es aprender de ellos y seguir adelante. —dijo Ereki—. Además, Denki es una persona muy especial. Él ve lo mejor en las personas y tiene un gran corazón. Si te ha elegido a ti, es porque ve algo en ti que yo también veo. Confío en que harás un buen trabajo protegiéndolo.

Iwabee asintió, agradecido por las palabras del padre de Denki.

—Lo haré, señor. Haré todo lo que esté en mi poder para mantenerlo a salvo. —dijo Iwabee con determinación.

Ereki sonrió y puso una mano sobre el hombro de Iwabee. Con una sonrisa en el rostro, se alejó del estanque hacia Denki, que lo estaba esperando a la distancia.

Iwabee mira a Denki con ternura y con una sonrisa en su rostro, le cuenta la noticia de que será su guardaespaldas. Denki mira a Iwabee con una mezcla de alegría y sorpresa, y luego se lanza a sus brazos, abrazándolo con fuerza. Iwabee lo sostiene con ternura, sintiendo la calidez del cuerpo de Denki contra el suyo. Por fin, se separan y se miran a los ojos, sonriendo el uno al otro.

~¤~

Iwabee se levantó temprano esa mañana, sabiendo que tenía una tarea importante que cumplir. Se dirigió a uno de los baños del palacio del Daimyo y se aseó cuidadosamente, asegurándose de estar presentable para el día que tenía por delante.

Luego se vistió con el uniforme, consistía en una túnica de color rojo oscuro, pantalones negros ajustados y botas de cuero negro. También llevaba una katana nurva en la cintura, símbolo de su papel como protector y defensor.

Iwabee se sintió orgulloso de su nueva posición, pero más importante aún, estaba feliz de poder estar al lado de Denki, su amor y su protegido.

Con paso firme, Iwabee salió del baño y se dirigió al cuarto de Denki, esperando paciente frente a su puerta, hasta que éste salió, saludandole con una suave sonrisa.

Iwabee y Denki finalmente encontraron un momento a solas. Estaban sentados en uno de los jardines, aquél en el que se habían encontrado por primera vez.

Iwabee se veía nervioso, mirando alrededor y jugueteando con sus dedos. Finalmente, reunió el valor y tomó las manos de Denki.

—Denki, tengo que disculparme por no haber dicho nada antes, pero no encontraba el momento perfecto —Denki lo miró con ternura, esperando a que continuara—Te amo, Denki. Cada momento que pasé a tu lado, cada sonrisa que compartimos y cada beso que nos dimos, me hizo darme cuenta de lo mucho que te amo. Y no puedo soportar estar separado de ti.

Los ojos de Denki se llenaron de lágrimas, y su rostro se iluminó con una sonrisa.

—Cuando llegué aquí, estaba herido y sin rumbo. Pero tú… tú me cuidaste y me sanaste. Me salvaste la vida. Y después de eso, pasamos tanto tiempo juntos, hablando, riendo, aprendiendo el uno del otro. Y yo no pude evitar enamorarme de ti. Sé que no soy digno de ti, que tengo un pasado oscuro que me persigue, pero quiero intentarlo. Quiero estar a tu lado y hacer lo que sea necesario para hacerte feliz.

Denki apretó las manos de Iwabee con fuerza, y acarició suavemente su mejilla.

—No tienes que disculparte, Iwabee. Yo también te amo y quiero estarcontigo. Y no importa lo que hayas hecho en el pasado, lo importante es que te has convertido en una mejor persona, y yo te acepto tal como eres.

Iwabee sintió un gran alivio y una gran felicidad al escuchar las palabras de Denki. Los dos se abrazaron con fuerza, sellando su amor con un tierno beso.

Fin

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