C A P Í T U L O D O S

‹ UNA ESCENA FAMILIAR ›

El primer despertar de Thomas en el Área podría haber sido mejor, la mano de Alby sobre su boca fue lo que le impidió gritar y le permitió serenarse segundos después para vestirse y empezar con su día.

El amanecer sobre el claro era espectacular, quizá demasiado perfecto para su gusto, había algo extraño en ese cielo y ese sol, como si no fueran reales. Thomas talló su nombre sobre la roca junto al de todos los demás habitantes, incluidos los de aquellos que habían perdido la vida por una u otra razón, ya tachados; era mejor no entrar en detalles sobre eso. Inconscientemente buscó el nombre de Minho, que estaba por encima de donde había puesto el suyo, separado tan sólo por el de Alby. Su letra era ancha y bastante grande, y ya estaba algo borrosa, como si llevara allí mucho tiempo.

No pudo ver a Minho esa mañana, ya que él y los otros Corredores se iban mucho más temprano de lo que ellos se despertaban. Cada segundo del día era crucial en la búsqueda de su escape, no podían perder ninguno.

Como con cada novato, Thomas debía ir probando trabajo en las diferentes opciones que había para los Habitantes, pues la pereza no estaba permitida para nadie que quisiera a quedarse dentro del Área. Newt lo llevó donde los carniceros en el matadero, pero lo descartaron inmediatamente después de que vomitara al ver la sangre de los animales que allí desollaban Winston y los otros. Con los constructores no le fue mucho mejor, así que Newt no vio mejor opción que llevarlo con él y los Araderos al huerto, allí parecía desempeñarse mucho mejor.

Pero no era lo que quería.

-Newt-Llamó, mientras trataba de cortar un tomate de su tallo-Esto... Sobre lo de hacerme Corredor, yo...

-Tommy ¿Qué te dije anoche? No elijes ser un Corredor, tú debes ser elegido por los Encargados.

-Pues...

-No, y no puedo llegar y simplemente decirles que el Novato de turno quiere ser Corredor sólo porque sí.

-¡Entonces dime qué debo hacer para que me tomen en serio!

-Tommy, olvídalo. Diste suficiente con ese tropezón ayer, no pondremos en peligro la vida de nadie. ¿Sabes cómo puedes sernos útil? Tráenos algo más de fertilizante ¿Quieres?

A regañadientes, Thomas tomó la pala y el cubo que le señalaban para realizar su nada apetecible labor. Mientras se alejaba en dirección al bosque, imitó las órdenes de Newt en voz baja y con un tono ridículo. Estaba frustrado ¿Cómo iban a negarle la oportunidad de probarse por un error que cometió cuando era presa del pánico y la desorientación? Le parecía injusto. Le daba igual no saber el porqué, solamente sabía que debía ser Corredor, estaba más que convencido de que podía hacerlo, pero más ruidoso para él: necesitaba conseguir un momento a solas con Minho, y no iba a obtenerlo de ningún otro modo si cuando estaba aquí, este se comportaría como la noche anterior ni si partía cada día antes de que él abriera los ojos siquiera.

Antes de internarse en el bosque, dirigió su atención hacia las puertas del Área. Fue como si lo hubiera invocado, a pesar de ser poco más de la una de la tarde, según lo que indicaba el cielo, Minho estaba de vuelta, pero algo no se veía bien.

Arriesgándose a ser regañado, Thomas soltó la pala y el cubo y fue a su encuentro.
Entre más se acercaba, más se convencía de que las cosas no marchaban como deberían. Caminó cada vez más rápido, y cuando estaba a siete metros de Minho, este se desplomó en el suelo.

-¡Minho!

Thomas trató de hacer que volviera en sí llamándolo varias veces y sacudiéndole los hombros lo menos bruscamente que podía. Estaba completamente sudado y su cabello totalmente desaliñado ¿Qué le habría pasado allí afuera? Imaginarse las posibilidades revivió la ansiedad que lo inusual de su situación le generaba, pero no iba a dejarse llevar por ella fácilmente.

Eventualmente, sus llamados atrajeron la atención de varios Habitantes sobre ellos, que llamaron a Alby y a los médicos con los que contaban para asistir a Minho. Se lo llevaron rápidamente hasta el hospital improvisado en un rincón del claro. Cuando desapareció detrás de las puertas de ese pequeño edificio, Thomas tuvo una fuerte sensación de que esa no era la primera vez que había tenido aquella visión, como si ya hubiera pasado por esa experiencia antes... ¿Sería posible? ¿O su mente sólo estaba jugándole una mala pasada?


───────────────


Thomas continuó con sus labores en el huerto el resto del día, casi logrando distraerse por completo de lo sucedido horas antes. Tuvo una discusión con Newt sobre las formas en las que podrían salir de allí sin salir al Laberinto, con la que sólo consiguió exasperar a Newt, ya que todo lo que se le ocurriese había sido intentado más de una vez, además de saber que cuando trataron de descender al pozo por el que subía la caja, el chico que se ofreció terminó partido en dos antes de poder bajar dos metros. La única forma de escapar era a través del Laberinto.

Su conversación se vio terminada cuando, después de anunciarse el tiempo de descanso, Alby llegó hasta ellos con una expresión que denotaba cierto desconcierto, sosteniendo una bolsa mediana.

-¿Todo en orden, chicos? ¿Ya vas acostumbrándote a esto, Thomas?

Como pudo asintió con la cabeza, aunque seguramente su rostro delataba lo inseguro que se sentía todavía respecto a varias cuestiones.

-Estarás bien-Alby tomó aire y alzó la bolsa frente a él-Oye, esto te sonará raro pero ¿Podrías llevarle esto a Minho? No ha querido comer desde que despertó, Sartén ya preparó la cena.

-¿Por qué yo?

-Te lo dije, es algo raro. Ni siquiera él se lo explica, de hecho niega haberlo hecho, pero cuando despertó, él... empezó a balbucear. No entendimos casi nada de lo que dijo, pero creo que... trató de decir tu nombre.

Thomas parpadeó y pasó la mirada entre Alby, la bolsa y Newt, que también se mostró confundido e interesado en el asunto.

-¿Por qué crees eso? Quiero decir, no tiene sentido ¿Por qué me llamaría?

-No lo sé, quizás tenga algo que ver con que fuiste tú el que lo recibió y alertó a todos de lo que le pasaba. No está claro realmente, pero en cualquier caso, lo que importa es que coma algo y tal vez te haga caso a ti. ¿Lo intentas por mí, Thomas?

Alby le extendió la bolsa, y tras hesitar por unos segundos, finalmente la tomó.

-¿Dónde está?

Thomas caminó hacia donde Alby le indicó, internándose en el bosque, sosteniendo la bolsa con ambas manos. Sobre el lodo, la hierba y montones de hojas cada tanto, dio sus pasos con cierto recelo. La oportunidad que buscaba había llegado mucho más rápido de lo que esperaba y su anticipación no hacía más que aumentar con el paso del tiempo, alimentada por lo ocurrido ese día.

Un momento después, vio a Minho sentado sobre un viejo tocón, parecía completamente ido. No podía negar que estaba nervioso de ser el que tuviera la primera palabra, sus manos habían empezado a sudar.

-Uhmm, hola ¿Minho?

Al oír su voz, el Encargado de los Corredores despegó su mirada del vacío y la posó en los ojos de Thomas. Al hablar, Thomas hizo su mejor esfuerzo para evitar que le temblara la voz.

-Te traje la cena, me dijeron que no has comido todavía, así que...

Dio los últimos pasos que lo separaban de él y le entregó la bolsa. Minho la tomó lentamente.

-Oh. Gracias, shank... Thomas ¿Verdad?

Thomas asintió con la cabeza y se pasó las manos por los pantalones, pensando en qué decir a continuación, mientras Minho abría la bolsa y sacaba los alimentos (sándwiches con bastante carne y complementos que lucían muy apetitosos) para luego dar un mordisco con muy poca energía.

"Alby tenía razón."

-¿Qué te pasó hace rato? ¿No sales a correr todos los días?-Preguntó luego de que Minho terminase de masticar.

-Digamos que hoy me entusiasmé un poco de más, aceleré más de lo necesario con tal de llegar antes.

-¿Por qué? ¿Pasó algo?

-Nada que tú tengas que saber-Minho dio otro mordisco a su sándwich.

Esa respuesta le dolió por alguna razón, como si no fuera algo de esperar.

-Relájate, güey. Créeme, estás mejor sin saberlo, después de todo sigues siendo un Novato.

De momento estaba siendo indescifrable. No podía decir si el sujeto le agradaba o no, pero no sé sentía inclinado a dar la vuelta todavía.

-¿Puedo preguntar cuánto tiempo has hecho esto? ¿Ser corredor?

-¿No te cansas de hacer preguntas?

-A-ah...

Minho suspiró y terminó con el primer sandwich.

-Fui de los primeros Habitantes del Área, larcho. Llevo un año y medio recorriendo esos corredores, casi no me queda nada más...

En su voz se denotaba la frustración, el deseo de que lo que se conoce tan bien cambie de una vez, pero también cierto rastro de esperanza, vaga y lejana, pero esperanza al fin y al cabo

Thomas no supo de dónde sacó el coraje para poner la mano en el hombro de Minho, como si quisiera alejar su desesperación y alimentar la pequeña semilla de esperanza que notaba en él.

Detuvo el gesto al poco tiempo, al reparar en que no tenía ningún lazo con él y que ese comportamiento no podía tacharse de algo más que de rarito. Se mostró avergonzado, pero Minho no le reprendió por aquello, en vez de eso le miró como un rompecabezas que intentaba armar.

-Thomas... ¿Por qué... ? ¿Por qué siento que te conozco de antes?

Thomas no tenía una respuesta que ofrecer. Deseaba saber eso tanto como él, pero las personas que los habían puesto allí se habían encargado de enterrar esa información, quizás hasta de borrarla completamente. La posibilidad de no poder sacarse esa duda de la cabeza completamente algún día le causaba una desolación tremenda, la señal, según pensaba, de que debía seguir avanzando por cualquier camino que lo acercara más al esclarecimiento del asunto.

-¿También lo sientes?

Tragó saliva.

-Sí, también lo siento, pero por más que intento rebobinar no logro hallar una explicación. No queda nada en mi memoria.

Minho asintió torciendo los labios.

-Bueno, debemos volver.

El Corredor cerró la bolsa y se puso de pie. Después le extendió la mano para ayudarlo a levantarse, misma que tardo unos segundos en aceptar. Su mano encajaba perfectamente en la de Minho, el tacto de su piel era suave y cálido, y nuevamente lo envolvió la reminiscencia, pero esta vez no le causó confusión ni dolor, tan sólo se dejó llevar, como si de un tren en el que las preocupaciones desaparecen se tratara.






───────────────






El vecindario estaba sumido en la melancolía. Las nubes grises, el derrumbe del cielo y el viento cruel no lo hacían más tolerable, pero en la vida de Minho aquel paisaje no era más que una extensión de lo que vivía en su hogar. Los rugidos del viento eran preferibles a los que lanzaba su padre contra su madre, los truenos eran placenteros al ser escuchados, a diferencia de los gritos furiosos de su progenitora cuando el reloj marcaba las doce y el color del firmamento era bello, no absorbía la vida de su interior como si lo hacía el espectro de colores de su casa.

Sus zapatos estaban llenos de agua y manchados de lodo, las agujetas grises de ambos estaban desamarradas, era un milagro que hubiese tropezado todavía debido a estos. Había perdido la cuenta de los minutos que llevaba corriendo, pues no había revisado el reloj en su muñeca en un buen rato. Si sus descuidos y el clima no lo habían derribado todavía, el agotamiento reclamaría su lugar como ganador.

Luchó con todas sus fuerzas contra este. Correr era lo único que mantenía su mente despejada, lo único que le hacía sentir vivo fuera del lugar al que debería llamar hogar, pero en el que sólo podía pensar con desprecio.

Pero ya eran demasiados los días e incontable el tiempo que había pasado haciéndolo hasta que sus pies dolían y le impedían continuar.

Le fue imposible seguir. Sus fuerzas se acabaron y le dejaron caer sobre un charco de agua en medio de un parque, al lado de una farola que apenas y emitía algo de luz.

Se sentía muerto.

-¡Hey! ¿Estás bien?-Dijo una voz, que tenía algo de irritante a la vez que llamativo.

Minho no pudo contestar. Sintió de repente que el agua dejaba de caer sobre su cuerpo y unas botas de cuero aparecieron frente a él. La mano de un chico sacudió suavemente su hombro, como si temiera que se rompiera.

-¿Puedes levantarte? Di algo, por favor.

Minho peleó contra sí mismo para girar el rostro y encarar a quien hablaba. Al encontrar su mirada, vio el rostro de un chico castaño, cuya mirada era tan penetrante que lo devolvió en sí lo suficiente como para apoyarse sobre sus brazos y levantarse a medias; debía de tener más o menos la misma edad que él, o no podía ser mucho menor. El chico sostenía una sombrilla con la que los cubría a ambos de modo muy justito.

-Gracias... Estoy bien-Fue su contestación, para la cuál tuvo que reunir aire varias veces.

-¿Estás seguro?

-S-sí. No te molesto más, puedes irte.

-¿Y dejarte aquí en la lluvia? No, ven, mi casa no está muy lejos de aquí, puedes quedarte en el porche un rato hasta que pare.

-En serio, ni te molestes.

Minho intentó ponerse de pie, pero las piernas le flaquearon y cayó de rodillas sobre el lodo.

-¿Seguirás negándote?-Dijo el extraño, ofreciéndole la mano

Rodó los ojos y resopló, aceptando la ayuda.

-¿Cómo te llamas?

-Minho.

-Un gusto, Minho. Soy Thomas.

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