Capítulo 4
El fuerte aroma de Dylan aún se mantenía adherido a su cuerpo, la sonrisa que su sola presencia había pintado en sus labios, permanecía con fuerza, preservando el momento que había vivido con él.
Se llevó las manos hacia los brazos, frotando con suavidad, tratando de darse calor en vano. Suspiró, percibió su aliento brotar en un halo frente a él. Aquello fue suficiente para que volviese a reír con sencillez, distrayéndose un segundo de su camino, de lo que ocurría a su alrededor. Bastó ese lapso de tiempo para que su omega interior saltara, gritando una sola palabra: peligro.
Se quedó quieto de un momento a otro, observando apenas por el rabillo del ojo, apretando los labios cuando el tenue olor familiar llegó a él. No hizo falta más que dar un paso hacia adelante para percibir la figura que se irguió frente a él, cerrándole el camino. Los pardos examinaron al hombre en silencio, las rubias cejas se arrugaron tratando de reconocer al alfa que le miraba altivo desde su posición. Su omega interior dejó escapar un suave gemido, sus feromonas hicieron el resto: el aroma del alfa enojado comenzó a causar estragos en él, haciéndole sentirse indefenso en menos de un instante.
—¿Will? —el nombre del inglés brotó de sus labios con suavidad, la duda asomándose, sin detenerse a percibir lo que conllevaba aquella situación.
—Thomas.
El tono del rubio más alto fue llano, seco. Fue hasta aquel segundo en que recordó que su primo debía hallarse en Londres, en la matriz de la empresa de su padre. Las palabras de Katherine sonaron suavemente en su memoria, haciéndole elevar el rostro, mostrarse seguro por un instante, sabiendo de antemano que su propio aroma le delataba pese a todo.
El más alto se inclinó en la dirección del omega, aspirando con suavidad la tenue mezcla de la esencia que su destinado había dejado en él.
—¿Has venido a visitar a Katherine? —cuestionó tratando de mantener el porte, ignorando el sonido que la mandíbula del alfa emitió al tensarse.
Las palabras cesaron al segundo en que el alfa aferró uno de los delgados brazos del omega, terminando por empujarle contra el muro más cercano. Un suave gemido brotó de los labios de Thomas como mera consecuencia, al tiempo que su naturaleza volvía a ser visible, haciéndole bajar la mirada en espera de la sentencia que el otro estaba a punto de dictar.
—La urgencia de visitar a nuestra prima escondía un motivo. Tu padre lo supo desde que la presencia de los O'Brien fue reconocida en la fiesta de tu compromiso. ¿Acaso pensabas que ello pasaría desapercibido? —el rubio arqueó una ceja, apretando con firmeza el brazo del más bajo, logrando que el omega volviese a gemir como consecuencia—. Apestas a ese alfa —añadió mientras tronaba la mandíbula, logrando que el rubio se encogiera de nueva cuenta, sin percibir el segundo exacto en que su naturaleza cedió y clamó por su destinado.
—No tienes derecho de venir a reclamar por una pelea tan absurda, no tienes derecho a... —las palabras cesaron de manera abrupta una vez más, consecuencia del puño del alfa que había colisionado contra la pared sobre la que se hallaba acorralado el omega.
—Es una clara ofensa a nuestra familia. ¿Acaso no lo comprendes? ¿No puedes dimensionar las consecuencias, Thomas? —las palabras brotaron teñidas en ira, el alfa de Will gruñía en su interior, desgarrando, aullando—. Y el menor de los O'Brien habrá de pagar por ello.
Los pardos de Thomas se abrieron con alarma en menos de un instante, su omega volvió a gemir desde el fondo de su pecho. Cerró los ojos, se mordió el labio inferior por unos segundos, ladeó el rostro, evitó el aliento del Will. A ese punto simplemente trataba de deshacer el agarre del más alto, de irse de ahí y olvidar lo que estaba ocurriendo. Su omega estaba aterrado, las feromonas del alfa lo tenían demasiado fuera de sí, sumiso, completamente acorralado.
—Aléjate, Will, desiste de la encomienda de mi padre y olvidaré este...
—¡Desistir! —la voz del alfa logró que el omega abriera los ojos de nueva cuenta, que le observara en silencio—, esto no se trata de tu padre, Thomas, esto se trata de venganza. Nuestra casa clama por reponer el daño que los suyos nos han hecho, ¿por qué no puedes comprenderlo?
Thomas se sintió mareado, las palabras ya no brotaron de sus labios. Era la primera vez que se hallaba en una situación de esa índole, se sentía desfallecer. Alfa, alfa, alfa. Su omega aullaba de dolor, aterrado, buscando ayuda.
—Quita tus manos de mi omega —la voz de Dylan sonó firme al final de la estrecha calle. Los ojos pardos de Thomas se dispararon hacia él: ahí estaba su alfa, con la mandíbula apretada, con la clara intención de atacar a su primo.
El rubio más alto finalmente suavizó el agarre impuesto sobre el omega, al tiempo que una tenue sonrisa se asomaba por sus labios. Apartó su atención del menor, centrándose en el alfa que le observaba desafiante a apenas unos cuantos metros de donde estaba.
—¡Por fin muestras tu cara! —el inglés se limitó a atraer al omega contra su cuerpo, ignorando la clara advertencia que continuaba pintándose en el rostro del castaño—. ¿París? Eres un romántico, ¿te lo han dicho? —el claro sarcasmo continuaba pintándose en el tono del inglés, al tiempo que su diestra se hundía con suavidad en el hombro de Thomas, algo que no pasaba desapercibido para Dylan—. Enviar un reto a tu hogar es sumamente arcaico. ¿Por qué no arreglamos las diferencias de nuestras casas, aquí y ahora? ¿Qué te parece eso, O'Brien?
La señal de alarma saltó de inmediato en Thomas, haciéndole reaccionar en menos de un instante. Sus pardos pasaron de la tensa figura de Dylan, hacia el rubio que yacía a su lado.
—Estás hablando barbaridades. Nuestra familia jamás permitiría un método tan arcaico para acabar con los enemigos de nuestra casa. Renuncia a tu sueño perdido, Will, olvidaremos este encuentro, no será más que... —las palabras murieron en el segundo que el gruñido del alfa llegó hasta sus oídos. Thomas bajó la mirada al instante, quieto, sumiso.
—¡Suéltalo! —las botas del otro alfa sonaron firmes contra el asfalto. A ese punto, Dylan estaba dando lo mejor de sí para no saltar sobre Will y despellejarlo por aquel instante. Thomas estaba de por medio, no podía permitirse lastimar a su omega.
—¿Ves esto, O'Brien? —el tono despectivo del inglés logró que Dylan diese un segundo paso en su dirección. Con la mandíbula fieramente apretada el alfa observó como el rubio más alto sostenía al omega, al tiempo que sacaba de su chaqueta el pequeño frasco que contenía las gotitas de sangre del prometido de este—. Thomas tiene un alfa. En su próximo celo se unirá a él y eso ni tú ni nadie podrá impedirlo. Reglas son reglas, amigo, ¿acaso irás contra nuestra naturaleza? —soltó con un ápice de desdén al tiempo que lograba que el pequeño omega expusiera su cuello, un movimiento suave, sumiso, a ese punto Thomas simplemente estaba dejándose hacer por el otro—. Justo aquí, Dylan, la marca de otro alfa descansará para siempre en el cuello de este omega.
No hubo más palabras tras aquello, no cuando Dylan ya se había abalanzado sobre el alfa, logrando que este soltara a Thomas como mero acto de reflejo.
El omega casi trastabilló hasta el piso, sosteniéndose al último segundo al tiempo que toda su atención se derramaba en el par de alfas que gruñían y se acechaban en círculos. No había pelea, solo era la antesala de un acto brutal que no tendría manera de revertirse.
—¡Basta! ¡Dyl! Es un reto sin sentido, no lo hagas, Dylan... —Thomas dio un paso en la dirección en que ambos alfas se hallaban, terminando por arrepentirse al segundo exacto en que la mirada de estos cayó sobre su persona. No necesitó más que ello para retroceder, sin reparar en los estragos que las feromonas de los alfas, causaban en su naturaleza.
Bastó aquello, fue un minuto. El primer golpe salió del puño cerrado del inglés, Dylan lo esquivó con gracia, sin afán de devolverlo. La risa brotó de los labios de Will en consecuencia.
—¡Huyes! ¡Levanta tu mano, protege tu casa, tu familia, tu apellido! ¿Acaso provienes de una familia de cobardes, O'Brien? —el reto se dejó ir con desdén, con una clara amenaza en el medio de cada palabra, pero a Dylan le bastaba con oler el terror que emanaba de su pequeño omega, para saber que no habría marcha atrás de corresponder a las incitaciones del otro alfa.
Un segundo golpe fungió como distracción. Dylan volvió a esquivarlo con gracia, sin reparar en la rodilla que fue a parar directo a su abdomen. El aire se escapó de sus pulmones, retrocedió un paso, jadeó un tanto mareado por el repentino movimiento. Escuchó la voz de Thomas a lo lejos y volvió a elevar el rostro, encarando la furia que el inglés derramaba aún sobre su persona.
—¡Responde! ¡Acaba con esto! —un tercer golpe brotó de los puños cerrados del inglés, el resultado fue el mismo: Dylan lo esquivó, reticente a responder a las provocaciones que soltaba el alfa de rubia melena.
Aquello fue suficiente para que la nula paciencia de Will se agotara. Su naturaleza clamó por respuesta, su alfa interior no pensó y simplemente se abalanzó hacia el pequeño omega, el rubio que les había observado a varios metros de distancia: su brazo se deslizó por la cintura de Thomas, la izquierda se posó en el mentón de este, obligándole a ser participe del sin sentido que protagonizaba por aquel instante.
—¡Aquí está la razón de tus delirios, O'Brien! —con la locura trastabillando en el medio de su voz, el inglés obligó a su propia sangre a mantener la mirada en el castaño, quien por aquel momento, temblaba en consecuencia de la ira contenida en ese instante—. Vamos, primo, suelta algo, usa tu encanto de omega, usa tu discordante y sucia naturaleza para ensañar al heredero de tu casa enemiga.
Aquello fue todo, las palabras sobraron al preciso instante en que Dylan recorrió el trecho que los separaba. La sonrisa en los labios del alfa inglés se ensanchó y el escudo humano que portaba por aquel instante, fue el receptor de un último atisbo de la creciente locura de su naturaleza. El gemido brotó de los labios de Thomas cuando el ardor se instaló en su costado, haciéndose a un lado en el preciso instante en el que Will así lo dispuso.
Sus pardos no repararon en la herida que su cuerpo lució casi de inmediato, no cuando su atención se posó en el castaño que se hallaba sobre el inglés, devolviendo con la mano desnuda cada golpe sin sentido que este había tirado en el previo encuentro de ambos.
La risa del inglés logró que Dylan perdiera cualquier pensamiento lógico por aquel instante. Su omega había sido herido y su naturaleza bramaba con furia, buscando apaciguar el deseo de proteger a su destinado y mantenerlo lejos de aquel inminente peligro. Pero probablemente, el descendiente de los Sangster no jugaba limpio, y eso lo comprobó en el momento en que este dejó ir su rodilla contra su intimidad, haciéndole caer casi de inmediato, perdiendo el aliento y la noción del tiempo en menos de un instante.
El brillo del arma que el inglés sacó de entre sus prendas, capturó una vez más toda la atención del alfa en el piso, el aliento escaseó en sus pulmones y la desesperación le embargó casi de manera inmediata.
—Defensa propia —informó el rubio más alto al tiempo que preparaba el cruel disparo que estaba por cegar la vida del alfa en recuperación.
Pero no ocurrió. El bramido del arma resonó por la callejuela vacía, pero la bala acabó por incrustarse en cualquier punto de la pared del edificio más cercano: Thomas había reaccionado por mero instinto, desviando el curso del fatal destino que su primo planeaba forjar para Dylan.
—¡Basta, Will! ¡Detén tu guadaña en este instante! ¡No permitas que la ira ciega de nuestra familia te arroje al abismo de la locura! —con evidente desesperación inundando sus pardos, Thomas rogó en silencio para que su propia sangre entrara en razón, pero al contrario del efecto deseado, Will se limitó a utilizar los remanentes de su fuerza para impactar la culata del arma sobre su quijada. La explosión de dolor le hizo retroceder mientras el sabor metálico de la sangre hacía acto de presencia en su boca.
Thomas parpadeó confundido, llevándose la diestra al mentón, saliendo apenas del ligero entumecimiento cuando un segundo bramido surcó el aire a su alrededor. Abrió los ojos y se obligó a observar a su primo, pero el arma de este descansaba a su costado, al tiempo que su mirada yacía fija hacia el frente. Esta vez, su atención pasó de su primo a Dylan, observando el arma que este portaba en su diestra, la misma que había impactado con furia el pecho del inglés.
El sonido del cuerpo de Will cayendo contra la acera le hizo reaccionar en menos de un instante. A ese punto ya podía escuchar murmullos, una sirena, pasos. Se había desconectado de la realidad, ignorando las consecuencias que sus actos acarrearían.
—¡Tom! —la dulce voz de Kaya sonó a unos cuantos metros de distancia, logrando que la atención del británico se trasladara del inerte cadáver de su primo, hacia la doncella que corría hasta donde él se hallaba.
Las suaves manos de Kaya se posaron sobre sus mejillas, le examinaron en silencio, reparando en cada golpe que se instalaba en su piel.
—Tom —Kaya volvió a musitar, alterada, deslizando sus dedos sobre las mejillas amoratadas que portaba el inglés—. Lo siento, lo siento tanto —los murmullos de la beta inundaron la atmosfera, aquella que pronto se vio envuelta en el tenue aroma del alfa que ahora, yacía a su lado, esperando por él, por recibirlo en sus brazos.
La contrariedad se hizo cargo de sus sentidos. Dylan había cegado la vida de su primo, pero este había caído en la locura que la venganza de su familia había germinado en él. No podía dimensionar las consecuencias y siquiera quería pensar en lo qué su padre había planeado al enviar a por él de aquella manera.
—Debes irte, Dylan. No estás a salvo aquí. Cuando los Sangster se enteren de la muerte de Will, habrán de clamar por tu sangre en retribución —Kaya había pasado de tratar de consolar al ausente omega, a permitir que una luz de esperanza se instalara en la mirada del afligido alfa.
—Es mi padre —soltó finalmente Thomas— el autor de tan trágico destino. La tinta de su ira ha teñido con sangre esta noche —hizo una pausa, apartando con suavidad el tacto de Kaya al tiempo que dirigía toda su atención al alfa que esperaba por él.
—No puedo irme, no sin ti —la voz de Dylan brotó en un hilo, ocasionando que el omega frente a él se estremeciera en menos de un instante. Apenas habían sido un par de días desde que el destino caprichoso se había asegurado de juntarlos, y a ese punto, Dylan sabía que perecería cuando el lazo le hiciera clamar por él. Extendió la diestra y dudó durante un instante la decisión que estaba tomando.
Los ojos de Thomas le examinaron en silencio, con angustia y duda por partes iguales.
Un minuto, quizá dos. Dylan no fue consciente del tiempo que el omega demoró en colocar su mano sobre la propia, pero el dulce tacto que se instauró en su piel, fue suficiente para saber, que nada importaría a partir de ese instante, nada salvo el precioso ángel que estaba a punto de hurtar de la casa de la familia Sangster.
[...]
El andar del tren lo tenía adormilado. Mantenía la cabeza apoyada contra el respaldo del asiento, al tiempo que su brazo descansaba alrededor de los hombros del inconsciente rubio. Podía percibir el dulce aroma que manaba de su dorada melena, aquella deliciosa mezcla que continuaba hipnotizándolo como si se tratara aun de su primer encuentro.
Cerró los ojos unos segundos, completamente agotado de la pequeña odisea que habían atravesado en las últimas horas. Pero cada minuto transcurrido desde su partida, había valido completamente la pena, porque ahí, junto a él, se hallaba su destinado, su omega, suyo, finalmente suyo. Eran libres en al menos un aspecto. Si bien el temor del mismo exilio despertaba su ansiedad, esta era mermada por la calidez que el cuerpo a su lado desprendía.
Tyler le había contactado un par de horas atrás. Sabía de antemano que el regresar a Londres no era una opción. La familia Sangster se había encargado de regar el rumor del asesinato a sangre fría de uno de los suyos, aun cuando los testigos en París, aseguraban que aquello se trataba de una pelea entre alfas, una donde un omega había sido la razón. Pero eso no le importaba, no cuando las palabras de aliento de su primo le impulsaron a continuar, prometiéndose a sí mismo, el mantener a salvo a su dulce ángel.
Tenía dinero suficiente en los bolsillos, contaba con el apoyo de uno de los suyos y por supuesto, tenía una residencia en los viñedos de la lejana Mantua, donde sabría que podrían vivir a salvo, lejos de la riña sin sentido que sus familias habían preparado para ellos.
Ladeó el rostro y permitió que sus labios descansaran sobre la blanca frente de Thomas, quien, al percibir el dulce tacto, se revolvió ligeramente contra su pecho, abriendo de manera lenta los ojos y develando aquel precioso par de pardos que lo mantenían hechizado.
—¿Ya llegamos? —Thomas habló en un susurro, arrugando ambas cejas al tiempo que mantenía su mirada fija en el alfa.
—No, aún no. Te avisaré cuando lleguemos a la siguiente estación —la sonrisa bailó de manera inminentemente en los labios de Dylan, ocasionando que las comisuras de Thomas se elevaran ligeramente en consecuencia.
—Es la primera vez que viajo en tren —murmuró Thomas al tiempo que dejaba que su mirada paseara en el estrecho interior del vagón-habitación que compartía con Dylan. Sus pardos se detuvieron en el escaso amanecer que comenzaba a teñirse en el horizonte, haciéndole bostezar ligeramente.
—Es la primera vez que viajo a Mantua —respondió el castaño, permitiéndose el posar su atención en el paisaje que capturaba la mirada del omega por aquel instante—, al menos desde los diez años. Tyler siempre insistía en visitar los viñedos, aun cuando la gente había dejado de cuidarlos desde hacía tiempo. Es el único que se ocupó del lugar después de ello —Dylan hizo una pausa, suspirando de manera audible—. Lo siento, Tommy, todo esto es culpa mía. Te arranqué de la comodidad de tu casa, de tu familia, de todo lo que...
—Shhh... —Thomas descansó su índice sobre los labios de Dylan, callándole en menos de un instante—. El destino es caprichoso, Dylan. Jamás comprenderías mis razones, no del todo —esta vez el omega se permitió apretar los labios, cerrar los ojos apenas por un segundo—. Mi padre está cegado por su ambición, mi madre es subyugada por él. Dejémoslo hasta ahí —porque no, aun no estaba listo para develar todos los horrores que había vivido hasta aquel instante. No quería hacer notorio el rechazo ni la repulsión que su propia naturaleza había llegado a causarle en algún punto de su vida, no al menos cuando su omega le estaba haciendo pasar los momentos más gloriosos a lado de ese hombre.
Dylan simplemente bufó por lo bajo, poco antes de permitirse elevar la diestra para acariciar el golpe —ahora hinchado— que descansaba sobre uno de los pómulos de Thomas. Dejó escapar un gruñido por lo bajo y se detestó durante un segundo.
—No pude protegerte, no pude proteger a mi omega —las palabras se ahogaron en sus labios, su alfa interior le desgarró la garganta y le impidió continuar hablando.
Thomas le observó alarmado en menos de un instante. Su omega tomó control sobre la parte humana, logrando que el dulce aroma inundara el ambiente casi de manera inmediata. No fue consciente del momento en que sus manos se apoyaron sobre los hombros del castaño, ni mucho menos, del segundo en que impulsó su cuerpo hacia arriba, terminando por acomodarse a horcajadas sobre las caderas de Dylan.
—Mi alfa, mi fuerte alfa —murmuró poco antes de permitir que sus labios buscaran la piel de la mejilla diestra del menor, depositando un suave beso sobre el trazo inexacto de los lunares que adornaban la misma—. Me salvaste. Acabaste con el infierno que la ira de los míos había deparado para mí. Estos golpes... —añadió mientras movía la diestra, guiando la mano de Dylan a través de las heridas que eran visibles en su rostro—, desaparecerán. Sanaré.
—Pero Tommy, yo...
No hubo más, no cuando los labios de Thomas se apoderaron de la boca de Dylan, cesando cada palabra que luchó por brotar de esta. El omega se regocijó de alegría, el alfa aulló desde el fondo del pecho de Dylan, correspondiendo de manera inmediata. El lazo se encargó de drenar la duda, la angustia y la impotencia que la naturaleza humana se encargaba de instalar en ambos. Ese era el efecto de un destinado, de un alma gemela, de un mate.
Thomas sabía que necesitaba calmar a su alfa, ansiaba que la sonrisa volviera a aparecer en los labios del castaño, aun cuando no entendía del todo la razón. Llevaban días de conocerse, y su omega le gritaba desde el interior, le hacía actuar como nunca.
Alfa, Alfa, tranquiliza a tu alfa.
—Quédate conmigo, Tommy —el deseo brotó de manera inconsciente de los labios de Dylan, al tiempo que sus manos se deslizaban con cautela hasta la curva que las caderas de Thomas, le permitían ver.
De nuevo no hubo respuesta, solo un segundo beso, uno que duró lo suficiente para que el sol terminara por asomarse en el horizonte.
Notas finales: fue un capítulo relativamente corto. En la obra, Teobaldo (Will) mata a Mercutio (Tyler) y Romeo mata a Teobaldo en consecuencia. Aquí decidí dejar vivir a Tyler-Mercutio, y lo hice su primo aunque nada que ver.
Es bastante romántico, cursi y le metí inspiración de la novela en algunas frases, espero no aburrir con ello. En fin, estamos próximos a ver algo más entre ambos, al menos antes de volver a meter drama, porque Romeo y Julieta es puro drama, ¿a poco no?
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