It's Ok

Todavía sigo asimilando lo que acabo de hacer. Todavía no me creo aquí, sentado en un vagón de tren, vista hacia el paisaje marítimo con la puesta de sol por corona. Sigo sin poder deshacer el nudo que aprieta dentro de mi garganta ni de esconder del todo esas lágrimas que asoman por mis ojos, luchando por escapar y encontrar camino en mis mejillas.

Pero la música proviniente de mis auricularses resuena por mis oídos, el paisaje se mueve a decenas de kilómetros por hora ante mis ojos, el vagón blanco de asientos naranja se zarandea ligeramente y la poca gente que queda a mi alrededor está en el silencio más puro que existe.

Sí. Definitivamente. Me he ido.

Yo solo sé aguantar mis lágrimas mientras me quedo callado. Y hace tiempo que lo aprendí, porqué nunca hubo nadie para escuchar. Siempre oía a los demás hablar, claros y seguros, con la mente fría y las ideas claras. Y yo aguantaba. Porqué todo el mundo parece saber cuál es su camino, mientras yo me pierdo en los cruces sin un mapa entre mis manos.

Pero está bien. Está bien no estar bien.

Lo que no puedo olvidar es su mirada triste y angustiada. Mark siempre estuvo a mi lado y dispuesto a luchar, él confiaba en mis capacidades y se mantenía fuerte ante las adversidades que se nos mostraban. Y yo... Bueno, digamos que lo intentaba. Pero no soy tan fuerte como él, nunca lo fui. Él confiaba en mí, y estoy completamente seguro que he logrado decepcionarle como nunca lo ha hecho nadie.

Observando la ventana puedo recordar la escena que me ha llevado a dónde estoy ahora. Bajo las nubes plateadas amenazando desde el firmamento, y un aire frío y denso. El mar rugía con fuerza, y yo lo observaba desde el puerto, pero no era capaz de domarlo, ya que ni mis pensamientos sabía gestionar. Nos ganaron, nos hicieron trizas, y aunque para muchos fue una sorpresa, yo ya había asumido la derrota antes del pitido inicial del partido. No soy negativo, solo soy realista. Y la realidad es que no pudimos contra ellos.
Mark me vio allí, se acercó a mí y con una sonrisa trató de animarme. Aunque esta se borró de su rostro cuando yo mencioné que ya no podía seguir adelante. Y me daba igual lo que me dijera, yo ya había tomado una decisión.

-¿Por qué te ha ocurrido esto? -dijo mientras zarandeaba mis brazos con insistencia- Con lo que hemos pasado para llegar hasta aquí.

Ni yo lo sabía. Pero mis pensamientos son perspicaces, mucho más que yo, y tras cada derrota que sufríamos me recordaban todas las jugadas que había fallado. Me hacían ver cada vez más claro que yo no estaba listo para ganar a esa gente, y que no iba a lograrlo por mucho que entrenara.

-Te aseguro que si entrenamos más nos haremos más fuertes y les ganaremos -respiró profundamente y se calmó, sin quitar la vista de encima de mí- Les acabaremos ganando.

Y fueron esos mismos pensamientos que terminaron metiendo en mi cabeza la simple idea de que yo no valía para futbolista. Tan sencillo como eso. Me incitaron a levantarme entonces y comenzar a caminar lejos de mi amigo.

-Nathan -soltó Mark al ver cómo no logró captar mi atención con sus palabras.

-Lo siento, Mark -hablé con la voz quebrada- Pero yo nunca he sido tan fuerte como tú.

Y así fue cómo me despedí de mi mejor amigo, el que siempre apoyó mis decisiones, me dio seguridad en mis momentos más oscuros, se alegró por mis logros y me animó tras mis fracasos. El amigo más fiel que siempre tuve. Y yo solo le dejé atrás cuando él más me necesitaba a su lado.
Que clara tengo la concepción de mí mismo en este momento. Dos simples palabras que defininen mi ser, Nathan Swift: cobarde egoísta.

Está bien de vez en cuando sentirte fuera de sitio, fuera de tu propia mente. Ahora mismo la mía está rota. Puedo ver por las noticias los daños que los alienígenas están causando en el país, puedo ver a mis compañeros luchar para detenerles. Y con eso, el miedo que he sentido todo este tiempo revive y me da escalofríos. El sudor frío que desciende por mi frente al pensarlo me devuelve al tormento pasado.
Todos parecen tener ganas de luchar hasta el final sin pensarlo, y yo me atreví a ser un cobarde. Me permití pensar en la situación por un momento y a ser realista. Y aquí estoy. Aquí es dónde he terminado. Huyendo, sí. Dónde los cobardes como yo pertenecen. Porqué yo soy un cobarde.

Pero está bien. Está bien no estar bien.

Probablemente ahora todos piensan que soy débil y que no sirvo para esto. Y es verdad. Pero debería frustrarme, debería hacerme sentir como un idiota y tendría que pensar en regresar a su lado. Pero no es así. Para empezar no tengo la dignidad de volver con ellos y explicarles mi arrepentimiento. Porqué no me arrepiento de haberme ido, siento que he tomado la decisión correcta, y espero que ellos se den cuenta pronto de que nosotros no podemos ganarles.

La música cambia. Aprovecho el despiste de mi mente para no pensar más en ello y centrarme en los próximos días. Tengo ganas de regresar a casa y ver a mis padres. Ellos se preocupan, y sé con total certeza que estarán más tranquilos si yo estoy cerca de ellos y no expuesto al peligro que supone ir tras la Academia Alius. Podré ver de nuevo a los amigos que se quedaron en Tokio hospitalizados, podré contarles todo lo que hemos vivido y todo lo que queda por hacer. Tendré que contarles que a pesar de los problemas, el resto del equipo sigue sin mí. Pero está bien, yo no soy nadie para desilusionar a otro. Ya se darán cuenta por ellos mismos que yo he hecho lo correcto antes de que algo grave pasara.

Y aún así, a pesar de estar seguro de lo que he hecho, sigo odiándome. No quiero este cuerpo. No quiero esta voz. No quiero estar aquí. No quiero estas piernas que corren asustadas tras el balón, no quiero mis ojos avellana miedicas ni mis pensamientos que toman las decisiones por mí. No quiero lo que he conseguido, no quiero dejar la lucha a medias, no quiero ser tan débil. No quiero ser Nathan Swift.
Pero no me queda opción.

Y tras el trayecto en tren que me regresa a mi cuidad, puedo dar por acabada mi estancia en el equipo que lucha para salvar todo cuanto tiene. Me levanto de mi asiento y miro por última vez por la ventana, recordando todos los pensamientos que me han atormentado mientras el vagón se movía, y camino hacia la salida. Ahora ya no hay vuelta atrás, yo he tomado la decisión y yo voy a asumir las consecuencias.

Caminar a oscuras hacia mi casa me hace sentir peor de lo que ya estaba. Porqué ese camino siempre lo tomaba al lado de Mark, regresando de clase sin más preocupación que los exámenes finales o el siguiente partido que teníamos que ganar. Y pensar que ahora lo camino solo, al lado de nadie, con el dolor agudo que come dentro de mí y con el miedo de no ganar la lucha, es... es... Jodido. Muy jodido. Porqué yo no estoy ahí para ayudar, yo no puedo cambiar nada, y todo queda en manos del juego de dados que el destino lleva a cabo para decidir cómo terminará todo. Y lo odio. Me odio por ello.
Soy demasiado indeciso a veces.

Diviso el portal de mi hogar. Las luces están encendidas, y el olor al aire muestra a todos el gran talento que tiene mi padre para cocinar una comida rica cuando se acerca la hora de cenar. Entraría a comer con mi familia si no hubiera un hombre plantado delante de la puerta, mirándome como quien observa algo que desea en el aparador de una tienda callejera.
Un hombre alto, de cabello verdoso y tez del color de la leche me observa con una sonrisa interesada en el rostro.

-Nathan Swift -sus labios pronuncian mientras yo aún observo sorprendido- Te estaba esperando.

-A... ¿A mí? -hablo sin pensarlo mucho.

-No estás roto, pequeño -ensancha su sonrisa mientras se acerca un poco a mi posición- Solo algo confuso.

-...

Mamá me observa desde la ventana de la cocina. La angustia es palpable en su mirada, y habla algo que yo no soy capaz de entender, mirando atrás de ella, seguramente con mi padre. Pero al desconocido no parece importarle.

-Tengo algo que deseas -dice, extendiendo su mano para ofrecerme un trato- Tengo lo que necesitas para ayudar a tus amigos, porqué eso es lo que quieres, ¿verdad?

-... -miro a mamá. Y lo siento por ella. Siento que tenga que ver a su hijo de ese modo.

-Ven conmigo, voy a hacerte más fuerte -su mirada me atenta- Vas a estar bien.

Y yo estrecho su mano. Me odio después de todo, y ganar es lo que más deseo después de ver lo que esa gente puede hacer. Y aunque no sea como Mark quiere, voy a redimirme de mis errores y salvarles el pellejo. Aunque me acusen de cobarde tramposo. Aunque eso signifique perder la confianza de los pocos que están de mi lado.

Pero está bien. Está bien no estar bien.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top