( IV )

Comprender.

Esa fue la palabra que mi dulce belladona me dijo hace un par de horas, y no podía entenderla, ¿qué quería decir con eso? ¿Qué comprendiera? ¿Qué debía comprender? Es inexplicable, porque esa sola palabra fue lo que salió de sus labios en cuanto termine de saciar mis instintos con su cuerpo, quería que lo comprendiera, pero no sabía de qué manera hacerlo.

Los humanos son extraños, en toda mi larga existencia perteneciendo al pútrido mundo humano, me he percatado de diversas actitudes de ellos, algunos eran codiciosos, otros amaban la lujuria y el poder del dinero, otros se deleitaban y fascinaban en brazos del amor, y muchos otros pensaban que la soledad era una respuesta que solamente podían encontrar en manos de la muerte, todas esa bolsas pútridas de deliciosa sangre eran un manjar de ideas que podían provocarte dolores de cabeza indescriptibles, pero de alguna forma había ciertas mentes que intrigaban y te hacían querer escucharlas días y noches enteras.

Mi dulce belladona es una de esas pocas mentes... y es por eso que quería comprenderlo, pero no podía hacerlo, no en su totalidad, quizás inclusive quien debería de comprenderme es él, porque la sensación de cosquilleo en mis colmillos y la abundante saliva de mi boca me pedían con gritos de suplica y deseo tomar cada gota de su dulce sangre, mis ojos se tornaban rojizos por el deseo de probarlo y deleitarme con cada parte de su ser, y mi pulso temblaba por la gran codicia que sentía de tocarlo a cada momento, él es quien debe comprender, él es quien debe estar a mis pies, rogándome por tener mis colmillos en su sedosa piel.

Cerré mis ojos, y relamí el interior de mis labios con parsimonia una y otra vez, tratando de recordar ese aromática sabor tan especial de mi belladona, porque eso es Min Yoongi, es mi belladona, es el veneno que deseo probar una y otra vez, no me importa si le hago daño, sólo necesito que me complazca. Abrí mis ojos, y mi boca se sintió de repente seca, mi lengua lograba pegarse ligeramente a mi paladar indicándome que estaba completamente sediento.

—Creo que es hora de darle una pequeña visita a mi belladona —me dije a mí mismo. Di una larga inhalación en el aire, tratando de percibir su aroma dulzón, y no tarde en dar con él, sonreí con satisfacción mostrando mis blancos dientes que pronto tendrían una cubierta de sangre.



...




—Belladona —canturrie gustoso mientras mantenía mis manos detrás de la espalda—, ¿dónde estás, belladona? —sé en donde se encuentra, pero me gusta este juego.

Dicen que a los depredadores les gusta jugar a capturar a su presa, y definitivamente me encanta este juego, mi belladona es el dulce ratón que sale disparado y se oculta entre los rincones de la casa, mientras que yo soy el gato hambriento que busca apoderarse de él para satisfacer sus deseos.

Sonrió al escuchar sus pasos apresurados dirigirse a una habitación cercana, camino despacio, provocando que cada paso mío se escuche en la madera del suelo, quiero que se percate de mi presencia, quiero que su corazón se aceleré con cada uno de mis pasos, que pierda el aliento al escuchar mis palabras y que su piel se perle en sudor por el miedo a ser descubierto. Seguí mi camino, y podía escucharlo, el tamborileo extremo de su corazón era audible y tan delicioso, porque ese bello órgano era capaz de bombear tan delicioso manjar.

—¿Puedes oírlo, belladona? —pregunte en voz alta—. Escucha esos hermosos latidos de tu corazón... escucha como alimenta tu cuerpo y lo llena de mi vicio predilecto —detuve mis pasos, y miré hacia la puerta que se encontraba cerrada—, ¿no te encanta?

Giré sobre mi propio eje, dando media vuelta a mi flanco izquierdo y quedando por fin frente a la puerta, sonreí en grande, está allí dentro, su aroma tan característico se puede percibir, el retumbar de su corazón también, y esas respiraciones agitadas, casi podía recordar lo que había pasado hace poco, y el recuerdo era tan fresco que era inevitable no seguir teniéndolo en la cabeza.

Fue perfecto...



...



Dos horas antes.

—¡D-déjame, aah! —los gritos no servían de nada en ese momento, pues ni siquiera un cuervo sería capaz de escucharlo pedir ayuda.

—Guarda silencio, belladona —le exigí, su cuerpo se hizo pequeño ante mí cuando lo mire a los ojos, y pude ver mi reflejo en sus pupilas, mis ojos brillaron en ese carmín tan característico mío—, sino quieres que termine contigo, será mejor que cierres la boca.

Mis manos no tardaron en tomarlo por la cadera y acercarlo a mi cuerpo, con esfuerzos había logrado despojarlo de sus ropas para deleitarme por completo de la vista de todos esos metros de su sedosa piel, y por supuesto no desaprovecharía esta oportunidad, me aleje un poco para mirarlo, y joder, no podía apartar mi mirada, su figura delgada, llena de diversas curvas contorneándolo a la perfección, esos pezones endurecidos por el frío y de color rosado, esa limpia y blanca piel suya que lograba brillar bajo la luz de la luna, sin imperfecciones a pesar de los azotes dados por mi padre, las cicatrices parecían ser imperceptibles en él, y eso me fascino, porque era tan puro como la primer nevada en las montañas.

—Eres precioso, Yoongi —le dije y él me miro con miedo. Y cuando decidí inclinarme a su cuerpo y obligarlo a separar sus esbeltas y contorneadas piernas, su cuerpo tembló.

—¿Q-qué h-h-harás? —mis manos subieron hasta su cuello, y las fui paseando lenta y tortuosamente, bajando hacia sus clavículas y pasando por su pecho, el frescor y calidez de su piel se sentía tan bien, y el temblor de su cuerpo bajo mi tacto me provocaba cada vez más.

—Te haré pagar por mis deseos, belladona —acaricie su cintura y deje mis manos allí, sonreí ladino mientras lo miraba—, no sabes lo mucho que me estás excitando ahora, tu sola presencia desnuda para mí hace que quiera poseerte de una y mil formas.

—N-no —negó levemente con la cabeza—, p-por favor...

—Suplica todo lo que quieras, belladona —relamí mis labios—, no estoy dispuesto a detenerme.

—P-por favor —casi podía ver sus cristalinas lagrimas acumularse, solté una suave risa al ver aquello.

—Oh, belladona, eso es —sonreí y su cuerpo tembló debajo de mí—, llora, suplica que no te haga nada, hazlo...

—Estás loco...

—No —negué levemente y me acomode mejor entre sus piernas, lo obligue a levantar su pelvis y me acerque más a su rostro—, no estoy loco —acaricie sus labios con los míos—, estoy perdidamente enamorado de ti.

Bese aquellos finos belfos suyos, sintiéndolos tan suaves y cálidos bajo los míos, y a pesar de que él quería separarse de mí, lo obligue a permanecer allí mordiendo su labio inferior con fuerza para probar su exquisita sangre, chupe con fervor en aquel beso, compartí su propio sabor con él, mientras me deleitaba con su fino y exquisito cuerpo, haciéndolo reprimir sus gemidos en mis labios, negándome a escuchar sus suplicas, y jamás me había sentido tan satisfecho con un acto tan carnal como ese.



...



—Belladona —abrí la puerta con fuerza y él no tardo en caer sobre mi pecho por el susto, de inmediato lo aprisione en un abrazo por su cintura, pegándolo por completo a mi pecho, sintiendo ese ligero temblor en su delgada silueta—, el miedo le da un sabor más dulce a tu sangre, pequeño.

—¿Por qué lo haces? —su pregunta me hizo sonreír, la dulce voz casi silenciosa del miedo lo hacía verse mucho más apetecible—. ¿Por qué?

—¿No es obvio? —relamí mis labios—. Lo hago porque te deseo, belladona.

—Deja de llamarme así —se quejó, sus ojos cristalinos demostraban pequeñas lagrimas de impotencia—, quiero dejar de escucharte decir eso, no soy tuyo, ni tu belladona, tengo un nombre y...

—Me importa un carajo —dije mi voz profunda lo hizo contener la respiración—, deberías estar agradecido, escoria —sonreí ladino—, prácticamente te estoy nombrando mi propiedad, es un honor, debería darte vergüenza no aceptarlo de una maldita vez.

—Y-yo no...

—¡Guarda silencio, escoria! —grite, y el agarre que mantenía en su cintura lo apreté con fuerza, y el chillo al sentir dolor.

—M-me lastimas...

—Agradécelo... —me miro a los ojos—, para un saco de sangre como tú debería ser un honor pertenecer a un vampiro, no eres nada... —lleve mi mano libre a su mentón, tomándolo con fuerza—, debe quedarte claro que me perteneces, todo tu ser me pertenece, tu alma, tu cuerpo, tu sangre, absolutamente todo le pertenece a Park Jimin...

—D-duele...

—El dolor es parte del trato, belladona —le solté el mentón—, ahora dilo, di que me perteneces, di que eres mío, que no le darás tu cuerpo a nadie más que a mí, que tu alma esta encadenada a mi placer y que cada gota de tu sangre me pertenece una y exclusivamente a mí.

—Yo n-no... —mis largas uñas se clavaron en su cintura y él volvió a soltar un alarido de dolor.

—Sino lo dices te mataré...

Oh, dulce belladona... tu eres quien debe comprender que me perteneces hasta tu último aliento.

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