18.
Tres días, llevaba tres días enojada desde aquella plática en la parte trasera del bar que tuve con Jennie. ¿Amigas? Iba a ser difícil eso de ser amiga de alguien que te llama la atención, afortunadamente lo que sentía por la ella solo era simple y sencilla atracción, por lo tanto no sería sumamente complicado sin embargo a pesar de que todo era solamente físico no podía evitar sentirme enojada a morir por el asunto de solo ser amigas.
No me considero un vaso de agua en medio del desierto, pero estoy consciente que fea no soy, al contrario. De hecho mi apariencia física siempre me ayudó a salir adelante cuando tenía nueve años y comencé a moverme por el país, y luego por el mundo, ya que siendo adorable y teniendo una sonrisa pícara y de ángel muchas personas adultas me ayudaban dejándome más de un dólar en aquel gorro de lana que ponía en el suelo cuando tocaba en las calles.
Cuando llegué a la adolescencia y pasé de tener escencia angelical a ser una joven con un buen cuerpo, las chicas extranjeras siempre quedaban encantadas con mis halagos y el hecho de coquetearles siempre fue fácil gracias a mi grandioso talento musical, haciendo por su puesto que ahora no solo los adultos dejarán más de un dólar en el gorro si no que también las adolescentes me ayudarán con dinero extra.
Y por el hecho de que nunca me faltó atención el que Jennie se haya alegrado de que no le coqueteara me resulta sumamente ofensivo.
Gruñí al recordar su suspiró de alivio cuando le mentí diciéndole que no estaba coqueteando con ella.
- Maldición. - dije al instante en el que escuché el "crack" que hizo la cuchara de madera con la que estaba revolviendo los huevos para el desayuno.
- Siempre quise huevos con madera.
- Jodete Lisa. - rió.
- Realmente no sé que te tiene tan molesta desde hace días, Chaeng. - tomó un vaso de la repisa y luego fue hacia el refrigerador para sacar una caja de jugo de uva - Pero déjame decirte que es gracioso ver como haces todo mal.
- Voy a meterte ese vaso por el culo si no cierras la boca, idiota. - le advertí.
- ¡Chaeyoung, el lenguaje! - gritó Ann desde la sala donde yacía acostada en el sillón viendo una película con el más pequeño de los Manoban.
- ¿Me vas a decir que te tiene así?
- No quiero hablar de ello. - le contesté enojada tirando los huevos llenos de madera a la basura - Es algo estúpido.
- Me imagino. - le lancé una mirada de reproche - ¿Qué? Es fácil deducir que es estúpido porque siempre te enojas por estupideces, Chaeng.
- ¿Ya cantó la malhumorada? - preguntó Marco entrando a la cocina haciendo el mismo ritual que su hija para servirse un poco de jugo.
- No soy una malhumorada.
- Sí, sí y yo soy linterna verde. - contestó el hombre luego de tomar su jugo.
- Serías asqueroso con el traje de linterna verde, papá. - reí a la par con Lisa al ver la cara de Marco - ¡Ouch! - se quejó cuando sintió un golpe en la cabeza - ¡Chaeng se burló también, dale uno!
- ¡Maldición, Lisa! - le grité cuando sentí yo también un golpe.
- Continúa haciendo el desayuno, Chaeyoung y tú, ve haciendo jugo de naranja.
- Hay de uva.
- ¿Y luego? Yo quiero de naranja.
- Ya voy papá.
- Eres una idiota, Lalisa. - le dije minutos después de que Marco nos había dejado nuevamente solas en la cocina - Siempre me pasa algo malo por culpa tuya.
- Aún así me amas. - se encogió de hombros riéndose al ver mi cara de pocos amigos - Haz los huevos, pero evita esta vez ponerle madera.
- Eres insoportable.
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Narrador omnisciente.
-En algún lugar de New Jersey-
Un hombre alto, delgado, de cabello castaño y traje color gris caminaba de un lado a otro en su oficina mientras esperaba que su hija llegará para que le diera una explicación sobre aquel viaje que había hecho hace unas semanas a Nashville sin su consentimiento.
- ¿Señor Son? - la voz de su secretaria sonó a través del intercomunicador.
- Dime.
- Su hija está aquí, ¿quiere que pase?
- Sí.
Arregló un poco su traje y se fue a acomodar nuevamente en aquella silla de cuero que se había dado el lujo de comprar por su cumpleaños número sesenta y cinco.
- ¿Querías verme?
Apoyó sus codos en el escritorio y recargó su barbilla en sus manos observando atentamente a su hija mayor sin saber cómo empezar.
- Uno de mis socios me comentó casualmente que te vio en Nashville hace unas semanas. - empezó - ¿Es eso verdad, Seung-wan?
- ¿No crees que estoy lo suficientemente grande como para irme de viaje sin tener que hablarte sobre ello? - respondió irritada - Necesitaba ver unas cuantas cosas ahí, eso es todo.
- ¿Qué cosas?
- Ashton y yo nos vamos a mudar.
El hombre se hizo hacia atrás pegando totalmente su espalda contra la silla y se cruzó de brazos.
- Quiero un nuevo ambiente para Oli, y si me mudo lo antes posible me puedo casar en Nashville con Ashton.
- No.
- ¿Disculpa? - levantó una ceja
- Mi respuesta es no. No te vas a mudar, no vas a llevar a mi nieto a Nashville y no te vas a casar ahí con tu patético novio. - respondió.
- Bueno, no te pregunté ni pedí tu opinión, padre. Ya fui a buscar casas a la ciudad y no voy a cambiar de opinión, de todas formas mi madre está enterada y me apoya.
- ¿Por qué diablos quieres dejar New Jersey, Wendy? Aquí está tu patrimonio, cuando yo no me muera-...
- Cuando tú te mueras mi hermano va a tener edad suficiente para administrar la empresa. Sabes muy bien que no quiero nada que tenga que ver con alguien que desconoce a su propia familia. - habló enojada.
Un golpe fuerte se escuchó tan pronto como Son Daniel dejó caer sus manos sobre su escritorio levantándose rápidamente al igual que su hija.
- ¡Yo no desconozco a mi familia!
- ¡Lo hiciste!
- ¿Es por eso? - preguntó de repente - ¿Por eso fuiste a Nashville, por eso el maldito investigador privado? ¿Por eso, Wendy?
- Eso a ti no debe importarte. - respondió mirando con desprecio a su padre y caminó hasta la puerta pero antes de salir le pregunto: - ¿Quién te dijo que fui a Nashville?
- Kim Ji Chul.
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Rosé's P.O.V.
Estábamos todos comiendo nuestros desayunos tranquilamente cuando de la nada Ann pegó un grito muy fuerte, por lo que todos volteamos a verla con preocupación.
- ¿Ann, cariño, qué sucede? - preguntó Marco preocupado pero ella solo se quejó aún más de dolor - ¿Qué te duele, qué? ¿El estómago? - negó - ¿La cabeza, el vientre? - negó - ¿E-e-l pecho? - asintió.
- Lleva a Luca a su habitación. - le dije a Lisa, el pequeño no debía presenciar ese tipo de escenas, él no tenía que preocuparse por nada que no fuera hacer sus deberes y jugar videojuegos; Lisa asintió y tomó a Luca de la mano para llevarlo arriba mientras le decía que no pasaba nada y todo estaría bien - Vamos, Marco, debemos ir al hospital, yo manejo.
Tomamos a Ann entre los dos y la subimos al auto para después irnos rápidamente en dirección al hospital.
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