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- ¿Estás segura que quieres que te deje aquí? - me preguntó por quinta vez la ojiverde mientras se estacionaba frente al bar de su hermano - Podría llevarte a tu departamento.

- No te preocupes, de todas formas quedé con Ashlee de verme aquí en el bar. - alzó una ceja - ¿Qué?

- ¿Ashlee?

- La guitarrista de la banda. - dije pero ella seguía sin entender - ¿La mujer de aproximadamente veinticinco años que tiene rastas en la cabeza?

- Oh, Ashlee. - soltó una pequeña risita - Ya me acordé de ella. Antes de que me fuera a Canadá, la primera vez que me vió empezó a coquetarme.

- ¿Ella qué? - no debería sentir celos, lo sé, es patético, pero la idiota de Ashlee se atrevió a coquetearle a mi mujer antes de que yo lo hiciera y eso me enoja un poco - ¿Te... ella hizo eso?

- Sí, fue muy gracioso. - quitó las manos del volante - Ella estaba ofreciendome pasar una noche muy agradable en su departamento, luego llegó Richard y juro que estuvo a punto de desmayarse.

- ¡Esa bastarda! - no pude evitar gritar un poco - Oops. - tapé mi boca con mis manos - Lo siento, lo siento. Olvida lo que acabo de decir.

- Camila, creo que ya estoy muy acostumbrada a oírte decir ese tipo de cosas, digo, pasamos la mayor parte del tiempo juntas. - dió un ligero toque en mi nariz con su dedo - Tranquila.

- Vaya, soy muy grosera, eh.

- Un poco, pero no me quejo. Eres una mujer increíble y aventurera. - me acomodé en el asiento para estar más derecha

- Bueno, soy un gran prospecto. - le guiñé el ojo - Deberías animarte.

- Lo pensaré. - rió

- ¿En serio?

- No. Ahora bajate y ve con Ashlee. - se estiró sobre mi cuerpo y abrió la puerta del auto - Andando, quizá encuentres a otra loca con cabello teñido que quiera estar encima tuyo.

- Creo que la Lauren celosa es mi Lauren favorita, guapa. - me incliné un poco y besé su mejilla haciéndola sonrojar - Nos vemos por ahí.

Me bajé del auto y cerré la puerta, sin embargo me recargué en la ventana y observé fijamente a Lauren.

- ¿Me acabas de dar un beso en la mejilla? - con cada segundo que pasaba sus mejillas se iban volviendo cada vez más rojas

- Sí, y déjeme decirle que usted tiene la mejilla más suave del mundo, doctora Jauregui. - sonreí de lado

- ¿Has besado muchas mejillas?

- Unas cuantas. - me encogí de hombros - ¿Por qué? ¿Te interesaría saber cuántas han sido?

Estaba jugando con fuego en estos momentos, pero si en algún punto me llegaba a quemar, definitivamente no me arrepentiría de nada. Ver a Lauren no incomodarse por el hecho de que le estuviera coqueteando me alentaba a hacerlo aún más.

- N-no. - murmuró - ¿No deberías entrar ya? - señaló la puerta del bar

- ¿No deberías arrancar ya? - respondí de vuelta sonriéndole

- L-lo haría si no es-estuvieras parada encima d-d-de mi auto. - tartamudeo un poco

- Eres adorable, cariño. - agachó la mirada - Oye, ¿si vas a acompañarme a Washington? - le pregunté segundos después

- No estoy muy segura, Camila. Debo hacer unas cosas para el hospital, lo siento mucho. - está vez quien agachó la mirada fui yo

Algo dentro de mi realmente esperaba que la ojiverde aceptará acompañarme. Sobre todo después de lo que le había contado en el hotel cuando ella estaba abrazada a mi.

Escuché el sonido de una puerta cerrarse y ví cómo la ojiverde rodeaba el auto hasta llegar a mi para después engancharse en mi espalda.

- Por favor, por favor, perdóname. - murmuró contra mi espalda - En verdad me gustaría acompañarte, sobre todo por lo que me contaste cuando veníamos de regreso a Nashville, pero no puedo.

- No hay problema. - me quité de encima del auto, pero la ojiverde se aferró aún más - Cariño, puedes asfixiarme. - reí un poco al notar la forma necesitada con la que se abrazaba contra mi cuerpo 

- No te enojes conmigo. - el tono de voz que uso hizo que mi corazón se derritiera de amor absoluto

- Nunca me enojaría contigo. - con dificultad me giré entre sus brazos para quedar frente a ella a pesar de que su rostro se escondiera en mi pecho - Te quiero. - me atreví a decirle las mismas palabras que ella me había dicho antes - Eres tan importante para mí. Me has enseñado muchas cosas, y me has ayudado a superar uno que otro miedo. - besé su cabeza

- ¿Cómo al de mi profesión? - preguntó tímidamente evitando reír

- Exactamente. Gracias a ti descubrí que los dentistas no son unos monstruos. - dije logrando que se separara de mi pecho y me mirara

- ¿Entonces qué somos?

- Algunos son doctoras muy sexys de ojos verdes y pelo negro. - se sonrojo nuevamente así que no pude evitar reírme un poco al verla

- ¿Cuándo te vas a Washington? - cambió de tema rápidamente mientras me miraba atentamente

- Hablaré con tu hermano hoy para avisarle que mañana no vendré a trabajar. - miré hacia el bar sin razón aparente - Así que lo más probable es que me vaya mañana como a las diez más o menos, ¿por qué?

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(N/A: 👀)

En alguna parte de Nashville...

El hombre de cabellos castaños se dejó caer en la cama de aquel prestigioso hotel en el que se estaba quedando desde hace ya dos días. Con su mano derecha desató nerviosamente el nudo de su corbata ya que tenía la sensación de que se estaba ahogando. Era mucha información en solo una noche y no podía procesarla con calma.

No podía creerlo, tenía que ser mentira. Nada de lo que estaba leyendo podía tener ni una pizca de verdad. ¿Sinuhe lo había engañado?

Ella le había asegurado mil veces que al día siguiente de su encuentro en Nashville, se había tomado unas pastillas anticonceptivas por precaución, pero al parecer nunca hizo aquello. Todo parecía indicar que su hija tenía razón; él era el peor hombre de la faz de la tierra.

Una hija suya creció sin familia en un orfanato y todo por culpa del egoísmo de Sinuhe y Alejandro Cabello. No cabía duda que después de todo aquella mujer que alguna vez había amado era igual de frívola, egoísta e interesada que el mismísimo hombre que creció junto a él.

- ¿Robert? - se levantó de la cama cuando le contestaron la llamada - Necesito que me proporciones toda la información que le diste a mi hija sobre esa mujer que investigaste.

- ¿Esta seguro, señor Mazella?

- Por su puesto. - afirmó totalmente seguro - Mándame todo a mi correo personal. - colgó después de decir aquello y comenzó a ordenar su maleta mientras marcaba otro número en su teléfono - Abigail, por favor reservarme un boleto de vuelta a New Jersey. Lo necesito urgente.

Guardó su teléfono en su pantalón de vestir y después camino hacia el ventanal que había en su habitación.

Movería cielo, mar y tierra para encontrar a Sinuhe y a Alejandro. Tenía muchas cosas que reclamarles, entre ellas, haber mandado a su hija a un orfanato. Los demandaría y luego se encargaría de buscar a su hija para explicarle las cosas, aunque también debía hablar primero con Maddison, pero eso ya lo haría cuando regresará a Nashville nuevamente y fuera a visitarla a su nueva casa.

(N/A: baia baia 👀)

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Después de discutir media hora con Ashlee por haber vuelto a cancelarle de última hora mi asistencia a una de las fiestas de su no novio, fui con Richard para pedir permiso.

Al principio se negó a darme autorización de faltar al trabajo, pero después de un diálogo educado y unas cuantas excusas, finalmente aceptó.

Del bar me dirigí a la casa de los Hansen, donde me di una ducha rapidísima y me puse unos pantalones levemente rasgados de las rodillas junto con mi playera gris de la suerte. Tomé una muda de ropa y también algo que pudiera utilizar como pijama, mi cepillo de dientes, desodorante, perfume, y lo metí todo en la mochila que normalmente utilizaba cuando iba a pasar la noche al departamento de Ashlee.

Antes de salir le pedí a Dinah que por favor me arreglará una maleta con ropa para tres días porque llegaría mañana en la mañana a recogerla para irme al aeropuerto. Sin embargo tuve que acceder a lavar los trastes de la casa dos meses enteros.

Gordon me prestó su auto así que fue fácil para mí trasladarme de la casa de los Hansen hasta el nuevo departamento de Lauren.

Mientras iba conduciendo una enorme sonrisa se formó en mi cara al recordar lo nerviosa que estaba cuando me invitó a pasar la noche en su departamento. Dijo que veríamos películas y comeríamos pizza para recompensar el hecho de que no me acompañaría a Washington y obviamente no me negué en absoluto.

La sola idea de estar a solas con ella era totalmente increíble para mi; sobre todo por el hecho de que esta noche le dejaría en claro absolutamente todo lo que sentía por ella y lo mucho que odiaba la palabra innombrable: "amiga".

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N/A:

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