31
Luego de confesarle que soy huérfana, Lauren se quedo completamente callada. Se levantó de mis piernas en silencio y comenzó a ordenar sus cosas en el consultorio, después hizo unas cuantas llamadas en su teléfono y finalmente me extendió su mano para que la tomara.
Salimos de su consultorio, cerró con llave y finalmente caminamos hasta la recepción, donde se despidió de la recepcionista - quien me miró frunciendo el ceño al verme de la mano con la ojiverde -, después salimos del hospital en dirección al estacionamiento, donde estaba su auto estacionado. Desactivo la alarma y después quitó los seguros para que pudiéramos entrar, y fue así como me soltó la mano.
Sin decir una sola palabra me subí al auto en el asiento del copiloto y después saqué mi teléfono para mandarle un mensaje a Dinah diciéndole que no me esperara y se fuera a casa con Seth tan pronto saliera de la consulta.
Lauren arrancó el auto en silencio y comenzó a conducir por las calles de la ciudad. Al principio estaba un poco confundida por no saber a donde íbamos, pero después de ver un letrero de "Disfrute su viaje" supe que estábamos saliendo de Nashville.
Estuvimos aproximadamente unas dos horas y media en el auto. Pasamos una caseta de peaje y finalmente la ojiverde estacionó el auto en un hotel llamado "Eternal".
Tenía su mano derecha apoyada en el volante y la izquierda en la palanca de cambios. Tenía la mirada pérdida hacia enfrente, como si estuviera viendo la entrada del hotel. Suspiró lentamente y estiró su mano izquierda para apagar la radio, después la volvió a situar en donde estaba antes.
- ¿Cariño, estás bien? - me atreví a preguntarle, necesitaba saber si estaba así por mi culpa
Cuándo le confesé hace unas horas atrás que era huérfana, no esperaba que reaccionara de la forma en que lo hizo. Creí que me llenaría de preguntas pero en cambio parecía estar en una especie de shock.
- ¿Tú lo estás? - volteó a verme finalmente luego de horas evitando cualquier contacto visual conmigo
- Estoy un poco preocupada por ti. - admití mientras estiraba mi brazo para tomar su mano izquierda que estaba posada en la palanca de cambios - ¿Quieres que hablemos un rato? Necesito saber que tienes.
- No lo sé. Pero bajemos, hay que rentar una habitación, ya está empezando a anochecer y no vamos a dormir en el auto, es incómodo.
Asentí. No entendía muy bien que estábamos haciendo aquí, pero estaba un poco tranquila solo por el hecho de que estaba con la ojiverde.
Entramos al hotel y nos registramos. Lauren pidió solo una habitación, pero eso no me sorprendió mucho, lo que me sorprendió fue que no era una habitación con doble cama.
Subimos las escaleras hasta llegar al tercer piso y después caminamos por el pasillo levemente iluminado hasta que estuvimos frente a la habitación número 34. Lauren me entregó la llave pidiéndome que entrara y me pusiera cómoda porque ella iría a hacer una llamada más para avisarle a su padre donde estaba.
La habitación era acogedora, no era la gran cosa, pero tampoco era una porquería. Las paredes estaban un poco desgastadas, sin embargo no se notaba mucho eso a menos que miraras de cerca. Había una cama matrimonial con sábanas color crema y una televisión mediana frente a ella.
También había un baño y un pequeño clóset. El baño estaba limpio a comparación de muchos hoteles en los que yo había estado antes, como por ejemplo ese hotel en Ámsterdam que tenía manchas de sangre en los azulejos, o aquel pequeño hotel de carretera que había en las afueras de Brasil, el agua que salía de su regadera era más bien lodo.
- ¿Te pusiste cómoda? - preguntó la ojiverde entrando a la habitación
- Solo me quite las botas. Estaba revisando el lugar. - contesté
- ¿Y qué tal?
- Está muy mono a pesar de lo barata que está la habitación. - caminé hasta ella y la tomé de la mano llevándola hasta la cama - Tenemos que hablar.
- Lo sé. - dijo - Quiero que me cuentes tantas cosas, Camila, pero no quiero lastimarte haciéndote recordar tu pasado con mis preguntas tontas. - acarició mi mejilla
- Puedes preguntarme lo que sea, cariño. No te angusties, ya soy inmune al dolor. - traté de sonreír
- ¿Por qué no me dijiste que eras huérfana, Camila? - suspiró - Pudiste evitar que te estuviera acosando con preguntas de tu familia todo este tiempo. Estoy tan apenada contigo.
- No es como si fuera por la vida diciéndole a todo mundo que no tengo padres. - reí un poco, pero mi comentario no le hizo mucha gracia ella, así que me aclaré la garganta - Es algo que no tiene mucha importancia. - traté de sonar convincente
- ¿En serio?
- Sí. Digo, no he tenido una mala vida. - le aseguré - Lo único que he tenido es un poco de soledad, pero he lidiado muy bien con ella desde los nueve años. Antes de esa edad sólo estaba concentrada en porque diablos mi padre me había abandonado.
- ¿Te abandonó?
- Bueno, algo así estaba en los papeles que guardaban las monjas en mi expediente. - tomé una de las muchas almohadas que habían en la cama para ver qué tan suaves estaban
- ¿Monjas? - me quitó la almohada para que le prestará atención
- Estuve en un orfanato hasta los nueve años. No fue muy malo, pero no era un lugar que me hiciera feliz.
- Estoy tan confundida. Por favor, cuéntame desde el principio.
- Ok, pero hay que acomodarnos mejor en la cama, ¿vale? no quiero que me de dolor de espalda. - ella asintió
Nos levantamos y empezamos a quitar las almohadas extras que habían en el colchón, después de acomodarlas en el suelo yo levanté las sábanas y antes de acostarme apagué la luz. Me metí dentro de la cama y gracias a la luz de la luna que se colaba por la ventana, pude ver la forma en la que Lauren estaba mordiendo su labio inferior. Al parecer estaba nerviosa, y lo entendía, digo, después de todo está iba a ser la primera vez que dormiríamos juntas.
- ¿Entras? - pregunté tratando de sonar lo más casual posible para no asustarla - Está muy cómoda, vamos.
- Esto es un poco raro. - murmuró cuando ya estaba a lado mío en la cama - ¿No crees?
- No, no realmente. Es raro si piensas que es raro, así como lo de sentarte encima mío. - expliqué
- Ok. - suspiró - ¿Me vas a contar?
- Sí. - me atreví a pasar mi brazo por encima de su cabeza, por un segundo creí que se alejaría de mi, pero más bien se acomodó más cerca de mi cuerpo, a tal punto de apoyar su cabeza en mi pecho - Mi expediente decía que mi madre había muerto en el parto. También decía como los médicos y enfermeras esperaron dos días enteros para que apareciera el hombre que llevó a mi madre al hospital para que recogiera el cuerpo de la zona forense y también reclamará sus derechos como mi padre, sin embargo nunca llegó.
- ¿Y sabes cómo se llama?
- No, en el expediente dice que nunca dijo su nombre. Desapareció tan pronto como le dijeron que mi madre había fallecido. - la ojiverde se abrazó más contra mi - Luego de esos dos días los doctores decidieron que lo mejor era informar al departamento de cuidados infantiles, así que eso hicieron, pero antes de eso me pusieron nombre y ocuparon el apellido de casada que tenía mi madre, sabiendo que ese era el apellido del bastardo que nos abandonó. Después de eso, llegó una señorita y con autorización del estado me mandó a un orfanato, donde se supone que estaría hasta los dieciocho años.
- ¿No estuviste hasta los dieciocho?
- No, me escapé a los nueve.
- ¿A los nueve? - preguntó sorprendida - Eras una bebé, ¿cómo lo hiciste?
- Lo había planeado todo, hasta el más mínimo detalle. Una noche salí de la habitación que compartía con cinco niñas más y luego fui a la oficina de la madre superiora. Ahí se guardaban los expedientes de todos los niños que vivíamos en el orfanato, pero estaban bajo llave. Unas horas antes yo le había robado esa llave a la monja en el comedor cuando estábamos cenando, así que fue muy sencillo abrir y buscar mis documentos.
- ¿Y los abriste?
- No, no quise leerlos, no quería atormentarme, pero unos años más tarde tuve que hacerlo para poder sacarme un acta de nacimiento que comprobara mi identidad. - expliqué pausadamente - Cuando estaba en la oficina de la madre superiora, también tomé una caja donde guardaban el dinero de la limosna de las misas de los domingos.
- ¿En serio?
- Sí. - reí al recordar para que había gastado ese dinero - Después salí de esa oficina y volví a mí habitación. Saqué la mochila que guardé debajo de mi cama y metí la caja de limosnas. Lo más difícil de todo fue burlar a los perros que habían en el patio.
- ¿Tenían perros?
- Así es. - dejé un beso en su frente sin poder evitarlo, afortunadamente ella no dijo nada al respecto - Recuerdo que eran seis perros negros, los soltaban en las noches para que nadie saliera ni entrara al patio a esas horas, era como un método de seguridad contra ladrones.
- ¿Y cómo le hiciste para que no te hayan ladrado o mordido? - preguntó
- Usé las sobras de la cena de esa noche. Tan pronto como salí y los ví acercarse a mi, tiré la comida lo más lejos que pude y ellos salieron corriendo en dirección a ella. Yo en cambio salí disparada a aquel árbol de manzanas que había en el patio. Me trepé en el y fue así como logré saltar la barda del orfanato, después salí corriendo a pesar de tener las rodillas raspadas por haber caído contra el asfalto.
- ¿Te dolió?
- Un poco, sí. - la verdad lo que menos me interesaba en ese entonces era lastimarme, lo único que quería era huir - Esa noche estaba lloviendo mucho, pero algunos locales seguían abiertos a pesar del clima. Fue cuando me detuve frente a un restaurante.
- ¿Y qué pasó?
- Entré y le pedí trabajo a la señora que estaba en la caja registradora. Ella al principio pensó que bromeaba, pero después me vió bien y se dió cuenta que hablaba en serio. Me llevó hasta su casa luego de cerrar el restaurante y me ofreció ropa y una ducha caliente. Fue como un ángel caído del cielo para mi. Me quedé con ella hasta que junté el dinero suficiente para comprar un boleto de tren y luego me fuí de Nashville.
- Entonces comenzaste a viajar. - dijo recordando que ya le había contado antes de los miles de viajes que había hecho en el pasado
- Así es, guapa.
- ¿Y cómo le hacías para viajar tanto?
- Esa es otra historia, pero te lo contaré mañana, ¿te parece? ahora quiero dormir un poco. - murmuré
- Está bien. - respondió para después separarse de mi; se acomodó al otro extremo de la cama y lo último que escuché fue como me deseaba buenas noches con voz adormilada
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Traté de removerme un poco en la cama para buscar una posición más cómoda, pero algo encima mío me lo estaba haciendo muy difícil.
Abrí poco a poco mis ojos mientras bostezaba y ya con los ojos completamente abiertos y consciente de que estaba despierta, ví cómo encima de mi pecho estaba la cabeza de Lauren. Una de sus piernas estaba enrollada entre mis piernas y su brazo izquierdo estaba sobre mi abdomen, aparentemente abrazándome.
Sonreí.
No sabía cómo la ojiverde había terminado así, pero eso me hacía feliz. Tenerla enganchada a mi me proporcionaba un calor hogareño por todo mi cuerpo. Era como si hubiera encontrado mi hogar verdadero después de todos estos años.
Traté de pegarme aún más cerca de ella y aspiré el aroma que desprendía su cabello. Olía como a frutas.
Con mi mano empecé a quitar poco a poco los cabellos que cubrían su rostro y cuando ya no tenía nada tapándola, admiré la belleza de su su perfil. Verla de esta forma tan tranquila me hacía sentir en paz conmigo misma.
De vez en cuando se le escapaban pequeños suspiros haciéndola ver aún más adorable y angelical de lo que ya se veía. Con mi mano empecé a acariciar su mejilla el expuesta; era tan suave y estaba un poco fría, por lo que me estiré y jale la sábana que estaba por mis pies para poder cubrirnos a ambas.
La admiré un poco más y luego opté por dormir nuevamente.
No tengo idea de cuánto tiempo estuve dormida, pero desperté cuando sentí como algo me hacía cosquillas en mis labios.
Abrí los ojos encontrando frente a mí un par de ojos verdes mirándome con intensidad. Bajé un poco la mirada y ví cómo tenía sus dedos sobre mis labios. Cuando levanté nuevamente la mirada pude admirar como sus mejillas se tornaban levemente de color rojo.
- B-buenos días. - murmuró evidentemente apenada - No quise despertarte. - quitó rápidamente sus dedos de mis labios y luego salió de la cama - Tomaré una ducha. Prometo no tardar mucho para que tú puedas tomar una también. Después podemos bajar a desayunar. - habló rápidamente
- Ok. - respondí con la voz un poco ronca por recién haberme levantado - Disfruta del baño. - dije cuando ella estaba a punto de entrar
- G-g-gracias. - tartamudeo un poco y luego se adentró al baño cerrando la puerta detrás suyo
Me estiré un poco en la cama. Tomé la almohada que la ojiverde había usado anoche en algún momento antes de acostarse encima mío y la acerqué a mi nariz. Olía a ella. Abracé la almohada contra mi pecho disfrutando del aroma.
Una sonrisa se extendió por todo mi rostro. Estaba 100% segura que comenzaba a agradarle de diferente forma a mi preciosa pelinegra, y debía aprovechar eso.
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