Vuelve

Otro oneshot editado y rescatado de la carpeta de cosas sin terminar.






 Malditos sentimientos. No hacen más que subir y bajar sin equilibrio alguno, moviéndose hacia todos lados, de una esquina a otra. Y todo esto es por su culpa. Hubo momentos en donde me decaía, lloraba por todo y sentía que el mundo junto a todos sus habitantes me odiaban. Sentía que hacía todo mal, desde intentar traerlo de regreso hasta prepararme un café. Sentía que el destino estaba simplemente jugando conmigo, como con una rata al interior de una jaula.

Podía romper en lágrimas y reparar en diversas formas de suicidarme. Simplemente se trataba de tomar un cuchillo y rebanar mis venas, o atar una cuerda alrededor de mi cuello para quitarme la respiración, al igual que lo hacían sus dulces labios antes de... O podía saltar de un edificio, esperando el golpe después de unos segundos de caída libre, segundos en los que estaría él sonriéndome, diciéndome que todo terminaría cuando golpeara el piso.

Otras veces me sentía enfadado, me volvía completamente loco. Podía golpear la pared con mis nudillos hasta hacerlos sangrar y no me importaba. Pateaba los muebles de toda la casa, y cuando alguien llegaba a visitarme me dedicaba a discutir con quien fuera. Pero luego eso me hacía sentir culpable, y me arrastraba de cabeza a una crisis emocional.

Pero otras veces... otras veces sólo quería una salida fácil para escapar de esos sentimientos. Aunque creo que esto sólo incrementaba mis emociones. Yo realmente quería escapar, aunque fuera por un minuto, del terrible hervidero de sentimientos dentro de mí.

Desde que todo terminó, dejé de beber. Pero eso no significa que no haya encontrado una nueva forma de calmarme. Por unos momentos sentía una cálida brisa a mí alrededor, llevándome a otro lugar, un lugar donde era feliz y no existía nadie. Cada pastilla que ingería, cada polvo que dejaba entrar en mi nariz, cada agujero drenando al interior de mis venas esa sustancias me hacían insensible al dolor de mi corazón, aun cuando estaban matándome desde adentro.

Cada vez que hacía eso me sentía de maravilla, no había nada que pudiera compararse con lo que esas drogas me hacían sentir cuando se esparcían por mi sistema. Llegaron a convertirse en los maravillosos medicamentos que salvaban mi vida. Al menos yo los veía así, pero sé que el mundo no.

Soy Frank Iero, solía ser adicto a él... pero ahora soy adicto a las drogas.

Y sí, antes de que pregunten, lo culpo a él. Si él no me hubiese hecho caer en ese amor yo ahora no estaría con este problema. Si sus caderas no hubiesen sido tan maravillosas, si no hubiese sido tan hermoso como era, si sus labios no hubiesen sido tan suaves, si su pálida piel no hubiese llamado mi atención, si sus ojos no me hubiesen atrapado por completo... tal vez entonces no estaría pasando por esto.

Esa necesidad insana de quererlo entre mis brazos, de escuchar su voz pidiéndome ir más fuerte o más profundo, esas ansias de sentir el calor de su piel contra la mía. El deseo insano de oírle gritar mi nombre, de sentir sus uñas arañándome la espalda... de tenerlo cerca por las noches, frotando su nariz contra la mía, ver su sonrisa, oírlo hablar sobre los planes para mañana... o de simplemente sentir su aliento contra mi piel.

Un suspiro escapa de mis labios y por inercia cubro mi rostro con las manos, protegiéndola de la oscuridad que me tragó. Sentado sobre mi cama sé que no importa lo que haga, nunca volveré a tenerlo cerca por las noches, no así como lo hizo durante más de tres años, después de que le confesara mis sentimientos.

Solo... a ratos solo necesitaba hacerle saber que yo no estaba tan mal como él creía, que pensara que todo estaba bien. Sentir yo también que todo está bien. Tenerlo junto a mí por las noches, porque aunque él no lo diga o incluso lo niegue, yo sé que se siente solo por las noches. Yo sé que quiere estar en mi cama, y no para hacer nada en específico, solo para sentir que no está solo.

Y al mismo tiempo, necesitaba que Gerard me bendijera con su luz y destruyera así esta oscuridad, oscuridad que me había encadenado a la catástrofe que causé en mí mismo, romper todo esto y ayudarme a subir con él, hacia la luz... donde todo es cálido y agradable, y, desde luego, seguro.

Yo... solo quiero hablar con él de nuevo. Desde la última vez que hablamos no he podido dormir. La angustia que sentí al verlo partir ha incrementado, lloro todas las noches por tristeza, ira y a veces por ambos. Creo que todo esto que siento fue gatillado por la conversación con él, porque tal vez las cosas que no dijo fueron las que más dolieron. Solo dijo adiós, pero la última vez que me miró supe que no podía volver a hablarle como solíamos hacer, no iba a verlo sonreír nuevamente y supe que si alguna vez nos encontrábamos en la calle él iba a cambiar de acera. Dijo, poco antes de partir, que no tendría sentido alguno que intentara hablar con él de nuevo.

Y cuando comienzo a pensar en eso mi cuerpo necesita más pastillas para sentirme un poco mejor, pero ya no quedan. Lleno de enojo y frustración lanzo la botella contra la pared y desesperadamente busco en los cajones algo con lo que evadirme del mundo. Pero no tengo nada. Mi mente se vuelve paranoica y mis pensamientos se mueven como la fauna silvestre. Mezclan todo, haciendo que mi palpitante cabeza se sienta a punto de estallar.


¿Por qué la droga no me causa lo mismo que él? Yo le amé con tanta fuerza... y aun así me dejó. Pero no puedo culparlo. No puedo. Y aun así lo hice. Fue mi culpa, pero también fue suya. Ambos hicimos las cosas mal, y aunque yo sé que él sufrió, yo sentía mucho más dolor al hacerle daño. No sé que había en nuestra relación que era tan venenoso. Quizás era falta de amor. Quizás era exceso del mismo.


Empecé a beber mucho en cierto punto de nuestra relación. Tenía problemas y no importaba lo feliz que me sentía con Gerard, no era igual que el alcohol. Solía beber bastante y luego iba a parar a su apartamento. Me sentía pésimo por hacer que la bebida envenenara mi cuerpo y me quemara por dentro, pero en esos reducidos momentos me sentía bien. Pero a veces cuando estaba ebrio le hacía daño, y no me enteraba hasta la mañana siguiente. Aun sin recordar, sabía que era mi culpa, muchas veces me dijo que abusé de él. Yo, a él. Una vez fue demasiado, y lo que más me afectó fue verlo a la mañana siguiente... tan herido... y todo por culpa mía.

Poco antes de romper conmigo buscó amor. Pero no era el mío. Una noche fui a un bar nuevo para mí, y nunca pensé que iba a encontrarlo ahí. Estaba besando a alguien que no era yo. Pegado contra una pared, con los ojos cerrados y su lenguaje corporal hablando por él; lo deseaba. Quizás más que a mí. Me acerqué a ellos con discreción, pensando que no lo notarían por estar ebrios.

Gerard abrió sus ojos, y él se apartó. Y supe... solo supe que Gerard no estaba ni un poco borracho. Lo que significaba que lo hizo porque en serio quería. Él quería. Y eso me rompió por dentro, recordé la vez que dijo que yo había dejado de quererlo y de preocuparme, y que solo lo quería conmigo para hacerle daño. Y entendí por qué buscó a alguien más. Y... darme cuenta de eso mató una parte de mí. Gerard estaba tan mal y era culpa mía. Estaba desesperando por algo de amor al llegar a hacer algo así, dejar que un desconocido lo tocara solo para sentirse deseado.

Encontré dos botellas de pastillas, ambas a medias. Y sin pensarlo o guardar para después, me las eché a la boca. Con algo de agua las ayudé a bajar y seguí tragándomelas hasta que no quedó ni una sola. Por lo general no ingiero en grandes cantidades, pero en serio necesito sentirme relajado. Y con los ojos cerrados, de espaldas sobre mi cama, esperé por ese momento de placer, abrazándome y llevándose el dolor... Pero ese momento no llegó, y el consumo de estas drogas me hizo sentir peor que antes. Alcé la cabeza y parpadeé un par de veces, mi mente estaba jugando conmigo y en lugar de la lámpara del techo vi una enorme luciérnaga con sus horribles patas intentando agarrarme, había voces en las paredes y risas, muchas risas al interior de mi cabeza. Y por más extraño que fuera, se sentía bien... mi mente me había llevado a un mundo diferente, en donde mis problemas no eran importantes.

Pero Gerard apareció de pronto, terminando con mi mundo de fantasía. Estaba ahí, pero no era él realmente. Estaba en mi armario, sonriendo y esperando a que me acercara. Y al mirar hacia la puerta lo vi de nuevo, lucía muy azul parado frente a mi ventana. Y luego apareció otro a mi lado en la cama, acariciando sus caderas, mordiendo su labio inferior... deliciosamente desnudo. Burlándose de mí con su mirada.

Al verlo sonreír así recordé cuando tomé su virginidad en la cama de sus padres. En la puta cama de sus padres. Fue impresionante. Justo como imaginé que sería mi primera vez. Justo como deseé que fuera. Ambos sudando, gimiendo, sintiendo todo ese espiral de sensaciones que terminaron con nuestros cuerpos pegados, su voz afectada por el dolor que produce la primera vez, pero disfrutándolo.

Recordar eso hizo que mis ojos se llenaran de lágrimas, porque sabía que esos momentos no iba a volver. No importaba lo mucho que las alucinaciones con su rostro se parecieran a él, no importaba lo cerca que lo sintiera, no importaba lo mucho que lo amaba... nunca más iba a tenerlo. Tenía que contentarme con estas falsas versiones de él. Azules. Fuera de mi alcance.

Estiré mi mano para alcanzar el Gerard junto a mí, pero no pude tocarlo. Estaba vacío, simplemente había aire. Y lloré de ira aunque la expresión en mi rostro era de tristeza. Los Gerard que había en mi cuarto se alejaron de mí, dirigiéndose a la puerta cerrada y desapareciendo a través de ella. Hasta que no quedó ni uno solo de ellos. Tal como hizo el real.

Pero mi mente estaba tan arriba que todo a mí alrededor comenzó a desaparecer y se convirtió en algo nuevo y colorido. Pero esta vez no era agradable. Me sentía mareado, confundido, me sentía perdido entre tantas alucinaciones e intentando huir de todo me caí de cara al suelo, y luego de un rato logré quedarme sentado, intentando mantener los ojos cerrados, pero la fuerza de mis manos era demasiada y los colores se imprimían al interior de mis párpados. Había explosiones de colores al interior de mi cabeza.

Pero al abrirlos me encontraba con imágenes falsas.

¿Qué mierda hice? ¿Por qué me tragué todas esas píldoras? Yo sabía que eran drogas y que eran demasiadas, pero no se suponía que me hicieran sentir de esta forma. No eran tantas, hay personas que ingieren mucho más que eso. ¿Por qué hay tantas luces? ¿Por qué Gerard está de nuevo por todas partes?

No sé cómo o por qué, pero en cuanto mi mente le puso un nombre todos se unieron en un solo cuerpo y simplemente se giró y se despidió de mí antes de salir. Me llamó por mi nombre. Grité que se detuviera. Traté de levantarme pero fue inútil y caí de rodillas mientras la puerta se cerraba a sus espaldas. Me arrastré tras sus pasos, pero cuando supe que era inútil me detuve. Mis ojos estaban hinchados y las lágrimas no dejaban de caer por mis mejillas. Los colores comenzaron a desvanecerse poco a poco y volví a ver mi habitación.

Quizás las pastillas, en lugar de hacerme ver alucinaciones agradables durante un rato me hicieron ver cosas mucho más intensas en menos tiempo. Y no fue agradable. Fue... triste. Demasiado triste ver todo eso, un arcoíris pintado en el vacío. Es triste pensar que tengo que alucinar para poder ver al amor de mi vida.

Fue triste decirle a una alucinación todo lo que sentía por él resumido en tres palabras, dejar escapar mis sentimientos rotos en las emociones que me afligen, para alguien a quien ni siquiera le importo, solo tres palabras, en un susurro quebrado.

"Por favor, vuelve..."

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