XV; idea mortal
│ ✧ ISLE OF BERK ✧ │
❄IDEA MORTAL ❄
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El castaño no daba crédito a lo que sus ojos veían, no podía creer que Dhalia estuviese ocultando a tres dragones y un huevo; y no era que le hubiese lastimado que le guardase un secreto así de grande cuando él había sido sincero con ella respecto al Furia Nocturna, sino la valentía que la rubia parecía tener. Hipo pensaba que Dhalia, aunque conviviera con Chimuelo y le mostrase su cariño a diario, aún no estaba lista para conocer y compartir con otro dragones, pues había llevado tiempo que ella tuviese contacto con el Furia, mas se había llevado la enorme sorpresa de que ella ya estaba forjando amistades con otros dragones.
Se mantuvo observando a Dhalia jugueteando con los dos bebés dragones, de los cuales era notable el amor que le tenían a la rubia. "¿No te molesta que te lo haya ocultado?" , preguntó la dueña de aquellos ojos azules, levantando la cabeza para así poder mirarle desde su posición. ¿Cómo podría estar molesto cuando esos dragones le sacaban una sonrisa a Dhalia, después de la tristeza que Sigrid había provocado? La felicidad que Hipo sintió cuando la escuchó reír de alegría al ver cómo los bebés dragones corrían hacia ella, fue tan inmensa que él no recordaba cuándo había sido la última vez que se sintió tan contento por alguien.
Si los Canto Mortal la hacen feliz, buscaría hasta quinientos de ellos, pensó.
—¡Te los presento!—exclamó, haciéndole una seña con la cabeza para que él tomase asiento a su lado. El castaño estuvo por negarse, pero la ilusión que pudo visualizar en la mirada de Dhalia, le hizo olvidar su inseguridad ante aquella especie y casi se lanzó al césped para acompañar a la rubia. Ella señaló a la que de inmediato se acercó a Hipo y comenzó a mordisquear su zapato—Ella es Mordelona, ya te habrás dado cuenta de porqué.
La pequeña dragona gruñía mientras halaba hacia atrás el zapato de Hipo, forcejeando para quitárselo, lo que era completamente imposible por su poca fuerza. Abadejo notó al otro, el cual se mantenía al lado de Dhalia observando a Hipo desde su escondite, como si fuese un dragón tímido y con un poco de susto por conocer a otro humano. La rubia lo tomó entre sus brazos y le acarició la cabeza con todo el cariño y suavidad que ella otorgaba en cada uno de sus mimos, pero se detuvo cuando Hipo llevó una mano hacia la cabeza del pequeño y comenzó a acariciarle.
—¿Cuál es su nombre?
—Eh, Hipo—murmuró dándose cuenta de lo vergonzoso que era el hecho de que el único amigo que le quedaba, se enterase de que su afecto hacia él crecía tanto con cada día que pasaba, que había utilizado su nombre para un bebé dragón. El castaño le miró al escuchar su nombre, creyendo que ella le llamaba para decirle algo, sin embargo, sus labios formaron una "o" y el sonrojo en sus mejillas fue tan intenso como nunca, al comprender que así se llamaba el pequeño dragón. Sintiéndose más que halagado, Abadejo señaló al pequeño y luego a sí mismo, queriendo asegurarse de que su amiga realmente había usado su nombre—. Sí, le puse tu nombre. Ya sé que es extraño, y debes sentirte raro al saber que le he puesto tu nombre a un bebé dragón, pero cuando lo conocí y vi cuán único era, me acordé de ti y... pues, sí.
El balbuceo nervioso hizo que Hipo sintiese cierta diversión, para nada burlona, sino porque jamás le había visto tan inquieta y jugueteando con sus dedos como si él se fuese a molestar. Él sonrió esperando a que la rubia levantase la mirada y observara el agradecimiento por aquel detalle en el brillo de sus ojos, mas al mirar más allá, a unos metros de distancia, su sonrisa fue borrada de repente. Dhalia le miró al no escuchar palabras de él, encontrando aquella palidez que le cubría cuando estaba impresionado y era notable su respiración acelerada.
—¿Tan mal está que tenga tu nombre?—cuestionó confusa, pero cuando él levantó una mano y señaló con el índice hacia algo detrás de ella, entendió al voltear porqué tan conmocionado. Dhalia jadeó de sorpresa y se levantó contenta al ver que la dragona, madre de los Canto Mortal, al fin había aparecido—¡Hasta que llegas!
Su cuerpo estaba estático con la mirada amarillenta puesta en el desconocido, a quien claramente consideraba el peligro. Dhalia le había inspirado confianza desde el inicio, pero aun así la dragona no podía evitar sentir cierta molestia hacia la rubia por haber guiado a otro humano a su hogar temporal cuando ya le había presentado su disconformidad sobre obtener ayuda de otro. La rubia escuchó los ligeros gruñidos que soltaba el Canto Mortal, mientras extendía sus grandes alas como cuando conoció a Dhalia y se sentía amenazada.
—Es enorme—exageró Hipo detrás de su amiga, aunque no mentía del todo. Ella era mucho más alta que Chimuelo, pero él pudo comprender que era porque utilizaba sus patas traseras para apoyarse pues eran más grandes que la delanteras, las cuales eran de un tamaño tan pequeño que, si se inclinaba, no podría tocar el suelo con éstas. Quizá si tuviese las cuatro patas iguales, como el Furia Nocturna, y las utilizara para caminar en lugar de solo dos, no se vería imponente por su tamaño.
—Ella es...—Dhalia se detuvo cuando quiso presentársela a Hipo al recordar que no le había nombrado. Aún con su mano extendida hacia el Canto Mortal, dijo tapando el costado de su boca con la mano libre como si fuese un secreto—... La verdad es que no tengo idea de cómo nombrarla.
—¿Enorme?—repitió el castaño como broma, aunque en su temblorosa voz se podía notar el nerviosismo.
Dhalia dejó su vista fija en Hipo como si le quisiera reñir por bromear en un momento como aquel, pero la pequeña sonrisa ladeada borraba toda seriedad en su rostro. Luego negó con su cabeza y rodó sus ojos, regresando la mirada hacia la dragona.
—Él es Hipo, de quien te hablé—contó la rubia levantando una mano de inmediato cuando el Canto Mortal hizo un ademán a lanzarse sobre el castaño en modo de ataque, queriendo detener sus movimientos agresivos hacia él. La dragona comenzó a pasearse de un lado otro, sin despegar la mirada de Hipo. —Sé que no deseas conocer a nadie más, pero te pido que me escuches y le des una oportunidad. Él te ayudará.
La concentración que tenía el castaño en el dragón se desconectó de repente al escuchar "él te ayudará", por lo que sacudiendo su cabeza al salir de su ensimismamiento, miró hacia Dhalia de manera interrogante, pues ella había volteado hacia él en espera de una respuesta. Hipo no recordaba que ella le mencionara que el Canto Mortal necesitase ayuda, ya que le había soltado aquella noticia de "he estado escondiendo a bebés dragones" y al mismo tiempo se los presentó, y ni tiempo le estaba dando para asimilar que más dragones andaban sueltos por la Isla de Berk. Él arrugó su rostro en réplica hacia Dhalia por ponerle en aprietos frente a la dragona que le miraba expectante, pues lo mejor hubiese sido que le contara antes.
Sin embargo, cuando suspiró y volteó hacia el Canto Mortal, comprendió el problema. Minutos atrás, cuando él conocía a los bebés y visualizó a la dragona detrás de Dhalia, a lo único que puso toda su atención fue en su tamaño y comenzó a preguntarse ciento de cosas sobre los Canto Mortal, así como había sucedido con Chimuelo. Teniendo su mente en el tamaño, la fuerza que debía tener y en lo poco (pero esencial) que la rubia le había comentado sobre aquella especie —"es un dragón que con su canto especial e hipnótico, puede atraer a sus presas y después las atrapa en una clase de ámbar que tiene su saliva"—, Hipo no había notado el terrible bozal que tenía abrochado atrás de sus cuerno.
La tristeza que sintió en su corazón fue transmitida en su mirada, y de repente el susto se marchó. Hipo dio solo dos pasos, para así poder visualizar las heridas que tenía el Canto Mortal por toda su cabeza. Ella sola había intentado varias veces arrancarse el bozal, pues la frustración era inmensa y sentía que no podía más con tan pesado e incómodo aparato, que no solo le inquietaba llevar encima, sino que le impedía poder comer y beber, además de que no podía alimentar a sus bebés como era debido. Pues aunque su especie dejaba a los bebés en cuanto nacían, ella sentía cierto cariño hacia los suyos por pasar tanto tiempo con ellos casi de manera obligada.
—Es cierto—habló Hipo con tal firmeza que no solo sorprendió a Dhalia, sino que el asombro fue a sí mismo. Él levantó una de sus manos y avanzó suavemente, tan lento que sus movimientos era casi imperceptibles y mantenían a la dragona tranquila—. Yo puedo quitarte ese bozal, déjame ayudarte. —Dhalia observaba desde su posición, admirada de todo lo que hacía Hipo, pero al mismo sintiendo la tensión entre el Canto Mortal y el castaño. Inclusive los bebés dragones se habían quedado mirando con atención. Hipo necesitaba que ella confiara en él, por esa razón planeaba hacer lo mismo que con Chimuelo hacía un tiempo atrás, mas cuando daba un paso, la dragona daba dos hacia atrás—. ¿Algún consejo, Dhalia?
La rubia pensó en cómo podría él llegar a tener contacto con la dragona, hasta que lo recordó.
—¡Canta!—exclamó en voz baja para que solo él escuchase. Él no volteó, pero Dhalia sabía que él no estaba muy convencido de aquello—Si tu canción le gusta, creo que le puedes agradar.
—¿Crees?—cuestionó inseguro ante la información, pero al no obtener respuesta supuso que aquello era su única opción. Intentando recordar el ritmo de la última canción que había escuchado, siguió avanzando hasta que al fin la letra estaba en su cabeza—Tengo yo mi hacha, tengo yo mi mazo, tengo yo una esposa con horrible cara...
Dhalia chilló el nombre de su amigo, ¿de verdad debía cantar eso? Aunque admitía que le parecía graciosa la manera en la que Hipo había cantado con un fingido entusiasmo, la canción no era la mejor del mundo. ¡Bocón la canta todo el tiempo!, le explicó el castaño a la dragona cuando ella gruñó con disgusto y sacudió la cabeza de un lado a otro, como si ella supiera quién era el mencionado. Ella había escuchado a Dhalia cantarle a los bebés una canción dulce y realmente le había agradado, pero la que aquel joven le cantaba era espantosa.
—Bien, intentaré con otra. —Le aseguró al Canto Mortal, esperando poder improvisar un poco, pues aunque de verdad quería ayudarle, no soportaría decepcionar a su amiga. El castaño comenzó a caminar de nuevo, y cantó: —. Escucha mi dragón, la historia contaré, del tiempo en que el vikingo no quería aprender. Un tiempo atrás con pretensión, peleaba sin razón contra quien hoy es nuestro amigo y fue una gran lección.
Conforme más improvisaba, cantando lo que realmente era un deseo que habitaba en su corazón, más lograba acercarse al Canto Mortal, a quien parecía agradar la canción de Hipo, no solo porque se escuchaba mucho mejor que la primera, sino porque era notable su esfuerzo en lograr una conexión con ella. La dragona se inclinó hacia adelante cuando Hipo estaba lo suficientemente cerca y, al mismo tiempo que él cerraba los ojos y volteaba su cabeza, ella le imitaba en cerrar los ojos y se dejó tocar por el joven vikingo. En cuanto su mano tocó la cabeza del Canto Mortal, el silencio se adueñó del lugar y lo único que se podía escuchar eran los pájaros volando sobre ellos.
Hipo miró a Dhalia con una enorme sonrisa, al mismo tiempo que estiraba su mano libre en su dirección y le invitaba en acercarse. Ella dudó unos segundos, pues recordaba que una vez lo intentó y falló, pero la mirada segura de Hipo fue el empujón que necesitaba y la emoción recorrió todo su cuerpo. Con rapidez, pero siendo cuidadosa en no parecer muy agresiva, se acercó a su amigo y al Canto Mortal, pegando un pequeño sobresalto cuando sintió la mano de Hipo sobre la suya. El castaño dirigió la mano de Dhalia hacia la cabeza de la dragona, e intercambió su mano por la de ella, quien mantuvo sus ojos azules puestos en aquella mirada amarillenta.
—Ya lo habías intentado, ¿cierto?
—Sí, pero supongo que tú me das la seguridad que necesito.
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Hipo Abadejo III era conocido como el hijo destructor, el habitante menos vikingo de Berk, un provoca líos, el Abadejo más escuálido de la historia y todo lo negativo que alguien podría imaginar; de tales cosas ya estaba acostumbrado. La fama de Dhalia Gorm en su isla, Vrede, existía no solo por ser la hija del temido e imponente Ibernón Hacha Sangrienta, sino también por su conocida valentía y delicadeza, respetable futura líder y la más hábil en entrenamientos de su edad en la isla cazadragones; de tales características ya estaba informada. Así que, ¿quién habría imaginado que ambos terminarían envueltos en la aventura más arriesgada y prohibida que un vikingo haya vivido jamás y que además la idea más loca vendría a la cabeza de Dhalia y no de Hipo?
—Sigo sin estar muy convencido de esto Dhalia, ¿qué si no sale bien?—protestó el castaño a unos pasos más adelante, liderando el paso. Juraba que jamás se había sentido tan temeroso ante los posibles resultados de una, para nada común, idea que había tenido él jamás, ni siquiera cuando tomó la decisión de cazar a un Furia Nocturna, con eso era decir demasiado. Y era la primera vez que sopesaba todas las consecuencias si la locura que estaban por cometer salía mal.
—¿Y yo cuándo te he cuestionado tanto, Abadejo? —bromeó ella bastante jovial, a lo que Hipo frunció el ceño confundido ante tanta felicidad, pero al estar ella detrás de él, no pudo captar la expresión de estupefacción. La rubia apretó el paso, Hipo siempre caminaba más rápido que ella... en realidad todo el mundo caminaba más rápido que Dhalia—Después de tantas cosas que hemos hecho; nuestra amistad en privado, esconder dragones, ¡hemos traicionado a nuestros padres! Creéme, esto es lo menos arriesgado que hemos hecho en todo este tiempo.
—Nuestra amistad ya no es tan privada. —Su murmuro casi no llega a los oídos de Dhalia si no hubiese sido porque ella corrió un poco para alcanzar a Hipo, posicionándose a su lado, haciendo notar los pocos centímetros de altura que le llevaba al berkiano. "Eso es cierto", canturreó Dhalia permitiendo que la más grande sonrisa que un vikingo podría tener en su rostro, apareciera al mismo tiempo que sus mejillas se llenaban de color. Al recordar que no tenía que ocultarse más por la nueva reputación que Hipo tenía, sus pasos se hacían más ligeros, casi avanzaba en pequeños brincos por tanta alegría. Hipo era su amigo y todos podían saberlo. —Pero hay algo que se te escapa; ella es un Canto Mortal, él un Furia Nocturna. Dudo que sus especies sean amigas.
Un gruñido avisó a los jóvenes que la dragona no podía estar más de acuerdo. Dhalia se encogió de hombros sin darle importancia al asunto, ella estaba segura que todo saldría bien. Cuando Hipo se ofreció en buscar la solución para liberar al Canto Mortal de aquel bozal, hizo un comentario parecido a: "tendré que dividir mi tiempo entre los dos". La chica sabía que con "los dos" se refería a Chimuelo y a la dragona, por lo que se le ocurrió llevar a los tres nuevos habitantes de Berk hacia el hogar de Chimuelo, presentarlos, que todos vivieran en el mismo lugar y así Hipo podría hacerse cargo de ambos dragones. Hipo ni había dicho aquello como reclamo, pero se arrepintió al hablar cuando Dhalia abrió sus labios para contarle sus pensamientos.
Él estaba ansioso, no podía evitar recordar lo que ella le había dicho sobre la alimentación del Canto Mortal, ¿ahora con qué motivación le quitaría el bozal? Porque aunque aquella dragona necesitaba ayuda, Chimuelo era su mejor amigo y él no quería destruir su lealtad con dejar a dos feroces dragones atacarse entre sí hasta que alguno terminase sin vida, pero luego por su cabeza resonaba el nombre de Dhalia. Si él se negaba en arriesgar la vida del Furia... ¿con ello arriesgaba la amistad que tenía con ella? Necesitaba que aquello funcionara, Dhalia se había convertido en su más preciado tesoro y no soportaría si todo se acabara entre los dos.
—¡Hey! ¡Vas muy rápido!—exclamó la peliblanca provocando que Hipo saliera de sus pensamientos. Dhalia salió corriendo tras Mordelona, quien era tan energética que no solía acatar órdenes, mucho menos las indicaciones de una humana. Ella tomó la parte baja de su vestido para levantarlo un poco y así, sin dudarlo, recorrer el bosque en busca de la pequeña dragona.
—N-no te alejes, por favor—casi suplicó Hipo con preocupación al ver cómo Dhalia se alejaba. El Canto Mortal se posicionó al lado del castaño cuando se detuvieron a observar cómo la hija de Ibernón corría en círculos con sus manos estiradas para intentar tomar a Mordelona, quien se divertía huyendo. La madre de los dragones resopló para llamar la atención de Hipo y él no se tardó en levantar la cabeza para verle, elevando una mano para acariciar a la dragona. Notando el evidente cansancio en ella, aclaró—. Falta muy poco para llegar, eso sí Dhalia atrapa a tu hija. —Sonrió divertido, al mismo tiempo que sus ojos brillaron al mencionar su nombre—. Y respecto a Chimuelo... todo irá bien, es un buen dragón.
No sabía si había dicho aquello para tranquilizar a la dragona o para convencerse a sí mismo de que nada se arruinaría, pero estaba seguro de algo. Daría todo su esfuerzo para: ayudar a su nueva amiga, conseguir que Chimuelo pudiese volar de nuevo y enorgullecer a Dhalia Gorm.
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¡He vueltoooooo!
Después de tanto tiempo, vuelvo a publicar un capítulo nuevo de Isle of Berk, pero varios sabían ya que necesitaba un tiempo fuera de Wattpad y la verdad es que me ha hecho bastante bien. Así que, estoy dispuesta a terminar esta historia ya que he visto que hay personas aún interesadas en Dhalia, lo cual todavía me tiene sorprendida.
¿De verdad les gusta tanto Isle of Berk? ¿Cómo es posible?
En fin, quería agradecerles el apoyo inmenso que me han dado y además mandarle mil besos a @b-barnes y a @newtmas- por apoyarme siempre, ¡las quiero muchísimo! :') Btw, pásense a Walk Through The Fire y a Crown que estoy segura que son las mejores historias de todo Wattpad.
¡Espero que les haya gustado el capítulo y que la estén pasando bien durante esta cuarentena, de verdad lo deseo de todo corazón!
¿Qué creen que pasará cuando Chimuelo y el Canto Mortal se conozcan?
Lo que pasó cuando se conocieron de niños ↓
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