XIII; los huevos explotan
│ ✧ ISLE OF BERK ✧ │
❄LOS HUEVOS EXPLOTAN❄
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No permitió que los rayos del sol se colaran por su ventana y le quemase el rostro, ni a que cantase los pájaros, ni siquiera que los demás aldeanos se levantasen primero, sino que ella fue la primera en toda la Isla de Berk en poner un pie fuera de la cabaña. Con una radiante sonrisa adornando su rostro y aquel inusual brillo en la mirada ante la emoción, Dhalia provocaba un suave meneo en el borde de su vestido al corretear mientras la pequeña espada que colgaba de su cinturón se movía de un lado al otro. Así de energética y entusiasmada por llevar a cabo sus planes, llegó al bosque y se adentró a él, no sin antes haber revisado el mapa que Hipo había hecho. A pesar de los nervios que la rubia sentía que se la comían viva, se deshizo de los pensamientos negativos y siguió el camino marcado en el mapa.
La joven no recordaba el camino hacia la pradera, mucho menos hacia el valle, pero todo sentimiento de temor por perderse comenzaba a reducirse conforme más lo visitaba y, claramente, gracias al mapa que no dejaba en ningún lugar; ni siquiera cuando no iba al bosque, pues no se permitiría perder tan valioso detalle. Hipo llegó de repente a invadir sus pensamientos, creyendo que quizá debía contarle al castaño sobre el Canto Mortal y su nido, pues él había sido honesto con ella e inclusive le había guiado hacia el Furia Nocturna cuando él no pudo matarlo y no supo qué hacer.
Antes de poder seguir pensando, la rubia reconoció el lugar en medio de los árboles y arbustos, visualizando de inmediato los tres huevos juntos casi ocultos bajo uno de los más frondosos arbustos. Una vez más, el Canto Mortal no se encontraba cerca y parecía no tener planes de aparecer, por lo que frunciendo su ceño se preguntó, ¿abandonó a sus hijos? Dejando las dudas de lado, se atrevió a poner un pie en el pastizal con lentitud y vigilando a su alrededor hasta casi girar el cuello como un búho, pero al ver que el Canto Mortal no había sentido que alguien pisó su territorio y no apareció escupiendo fuego con furia, se encogió de hombros y decidió acercarse a los huevos.
—Son hermosos—murmuró cuando se puso de rodillas frente a ellos, agarrándose las manos para evitar tocarlos, pues por muy emocionada que se encontraba, Dhalia sabía que aquello era pasar una línea muy peligrosa. Con sus ojos brillando por las lágrimas que se acumulaban en sus ojos, observó con admiración pues ella jamás había pensado en que los dragones también tenían su familia. Los vikingos no solo habían estado cometiendo el mismo error al estar en guerra con los dragones por generaciones, sino que jamás se habían parado a pensar que ellos tenían a quienes querían y protegían—. ¿Quién habría creído que pueden ser tan inofensivos?
La rubia suspiró observando los colores mezclados que adornaban la cáscara dura de los huevos, mientras los rayos del sol, que pegaban justo en su espalda haciéndole sentir al fin un poco de calidez después de tanto tiempo, les hacía relucir con elegancia y delicadeza. Los tres, tan juntos como era posible, tenían la apariencia de estar abandonados hacía unos días, pero Dhalia sabía que aquello era imposible, pues había visto al Canto Mortal merodear por allí de un lado al otro de manera inquieta. Antes de incluso seguir pensando en el dragón y en lo que podría estar haciendo que fuese tan importante como para no cuidar bien a sus crías, el sol de repente dejó de calentar su pequeño cuerpo y los huevos no recibieron más luz.
Al levantar la mirada, pudo notar cómo una enorme sombra se alzaba frente a ella, formando una definida, y bastante temible, figura de dragón. Sus alas como las de una mariposa fueron extendidas con fuerza, haciendo que su cabello se moviese por la ráfaga de viento provocado, mientras ella observaba cómo los dos cuernos de su cabeza parecían mucho más largos y finos, y esa vez pudo captar dos crestas a cada lado de éstos. Podía sentir su respiración en la nuca, bufaba con furor haciéndole encoger al mismo tiempo que sentía su cuerpo temblar ligeramente, pero aun así tomó el valor que todo vikingo tenía dentro de su ser y se dio media vuelta, quedando así sentada en césped dándole la espalda a los huevos y encarando al Canto Mortal.
Tenía mucha más altura que ella, por lo que tuvo que elevar su mirada azulada, enfrentando los ojos amarillentos que poseía y que le recordaban la mirada de Chimuelo, así como sus pupilas eran como dos líneas delgadas al sentir amenaza como los del Furia Nocturna antes de conocer las buenas intenciones de Hipo y Dhalia. El Canto Mortal se encontraba sobre sus dos grandes patas traseras y se había inclinado sobre la rubia para poder observarla de cerca, intentando comprender qué hacía ella allí con aquella mirada brillante que rebosaba de inocencia y no se mostraba en su contra. Visualizó la espada en el cinturón de Dhalia, mas no le atacó ni se hizo hacia atrás cuando vio que la joven no dirigía su mano hacia el arma y solo tomaba bocanadas profundas de aire.
—No quiero hacerte daño—murmuró tan bajo que se preguntó si le había escuchado, pero cuando recibió un gruñido de su parte, amortiguado por el inmenso bozal que aún tenía puesto, su atención se puso en ello y un jadeo fue lo que soltó, mientras su cuerpo dejaba un poco la tensión sin bajar la guardia del todo—. Déjame ayudarte—habló alzando un poco la voz, pero siendo tan dulce como lo era desde el día en que había aprendido a hablar, levantando su mano de la cual aún temblaban sus dedos, pero tan ligeramente que casi era imperceptible. El Canto Mortal sintió cierto alivio al escuchar aquellas palabras, pues aunque no comprendiera del todo, podía sentir las buenas intenciones emanando de ella. Así que sin moverse comenzó a cerrar sus ojos, de los cuales sus pupilas estaban dilatadas, bajo la mirada sorprendida de Dhalia. Centímetros antes de poder tocarle, dijo: —. Él podrá quitarte el bozal.
Los ojos del Canto Mortal se abrieron para mostrar indicios de furia, regresando a su mirada amenazante y cargada de odio, mientras se alejaba de ella con inseguridad y transmitiendo cierta decepción que entristeció a la joven. Dhalia quería ayudarla, tenía esa necesidad en su corazón que le inquietaba y sabía que debía ser paciente, pues los dragones tenían ese rencor hacia los vikingos el cual era muy comprensible. Pero si al mencionar a otra persona, ella se ponía de tal manera y se molestaba ante tal hecho, Dhalia no sabría qué hacer para poder quitarle el bozal. Sabía que el Canto Mortal llevaba días sin comer ni beber agua, se podía notar su debilitamiento a la hora de andar y era visible su hambre también, por esa razón su única opción era Hipo.
—Hey, no te enfades—dijo suavemente, apoyando las manos sobre el suelo para levantarse. Estaba tan alterada que ni había notado las acciones de Dhalia. Moviéndose de un lado al otro mientras resoplaba con fuerza y gruñía frustrada ante los sucesos. Pues aunque para Hipo y Dhalia todo aquello era terreno desconocido, del cual aprendían con cada paso que daban y comprendían más allá que cualquier otro legítimo vikingo, para esos dragones también eran experiencias nuevas y situaciones totalmente confusas e inquietantes—. Hipo es muy bueno, él jamás te haría daño y es el único que puede ayudarte con ese bozal.
El Canto Mortal gruñó, dándole la espalda a la rubia, quien abrió los labios y jadeó soltando en voz baja un "eres una dramática". Pero antes de poder insistir un poco más, la atención de ambas fue atraída por el crujir de algo. Las dos abrieron los ojos a más no poder y voltearon lentamente hasta poder mirar los huevos con claridad, pero al estar Dhalia más cerca que el Canto Mortal, fue la primera en captar varias líneas que se entrelazaban en ciertos puntos y rodeaban la cáscara de los huevos.
—¡Van a nacer! —chilló Dhalia, llevándose ambas manos hacia sus mejillas y lanzándose al suelo para quedar sobre sus rodillas y así ver más de cerca. Pero al captar la sombra del Canto Mortal quieta, giró su cuello para verle indignada—¿Por qué te quedas allí, no quieres ver su nacimiento?
Ella simplemente se quedó estática en su lugar, y Dhalia después de suspirar y negar con la cabeza, sin parar a pensar mucho en porqué no actuaba durante un momento tan importante como aquel, volvió su mirada hacia los huevos. Su ceño se frunció al notar que el crujir proveniente de éstos se había detenido y una luz comenzó a emanar de las diminutas hendiduras hechas anteriormente, y de pronto, su cuerpo fue lanzado hacia atrás con una fuerza sorprendente. Al impactar contra el césped, su mirada quedó puesta en el cielo, pero el asombro fue el doble cuando captó a dos figuras volando con descontrol para luego caer sobre el suelo también, por lo que Dhalia no se tardó en incorporar con los labios abiertos y las cejas alzadas. Jamás se lo habría esperado, así como no se habría imaginado su apariencia en aquellos momentos.
—Los huevos explotan—balbuceó llevándose una mano hacia sus labios, con su cabello despeinado y quemado en algunas partes, y suciedad en todo su rostro. Varios sonidos suaves y un tanto débiles llamaron su atención, por lo que al buscar los propietarios de aquello, se encontró con dos pequeños dragones caminando con torpeza hacia su madre, la cual no parecía muy alegre. El Canto Mortal levantó la mirada, mirando a Dhalia—¡Los huevos explotan!
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El Canto Mortal no era como los demás dragones respecto a sus crías, pues cuando éstos nacían, ellos solían abandonarlos no por sentir algún tipo de rechazo, sino porque así era su naturaleza. Sin embargo, ella no podía marcharse y dejarlos, pues aún le quedaba un huevo que proteger y por obvias razones no lo dejaría solo en aquella isla llena de cazadores. No se acercaba a los dos pequeños dragones que jugueteaban a unos cuantos metros de ella, pero sí les observaba desde su posición, acostada en el césped al lado del huevo que aún no se abría.
El sonido de pasos apresurados le provocaron levantar la cabeza con rapidez, buscando así al dueño y saber si era una amenaza, pero el mal sentimiento se disipó en cuanto divisó a una joven de cabello casi tan blanco como el color de su piel, por lo que entrecerró sus ojos amarillentos al verle regresar. Caminaba de espaldas, pues intentaba llevar con ella un canasto que, aunque el Canto Mortal desconociera su contenido, podía creer qué tenía dentro por el olor tan agradable que llegó a su nariz y que le revolvió el estómago.
—Así es, regresé—canturreó Dhalia con diversión, soltando el canasto para llevar las manos a sus rodillas y tomar una enorme bocanada de aire. La rubia se había marchado después de comprender que los pequeños dragones necesitarían alimentarse y su madre no parecía tener intensiones de buscar comida, aunque tampoco era que pudiese pues el bozal se lo impedía, por lo que se fue a la aldea en busca de pescados. Cuando Dhalia logró recomponerse, se enderezó y le sonrió al Canto Mortal mostrando todos sus dientes, al mismo tiempo que extendía ambos brazos—. ¡Y traje comida!
El Canto Mortal gruñó, bajando la cabeza para ponerla sobre el césped.
—Lo sé, tú no puedes comer—murmuró arrugando su rostro al recordarlo, sintiendo la tristeza invadir su corazón, sin embargo, aun así volvió a tomar el cesto para arrastrarlo hacia los pequeños dragones que, al jugar entre ellos dos, ni habían notado su presencia. El Canto Mortal no se tardó en ponerse sobre sus dos patas y se interpuso en su camino, extendiendo las alas en señal de que no le permitiría acercarse. Dhalia solo levantó las cejas—. Pensé que no te importaban.
Sus instintos le hacían alejarse de sus crías al nacer, sí, pero cuando observó a la joven acercarse a ellos, sintió su lado protector activarse y no permitiría que ella u otra persona se les acercarse. Uno de los pequeños dragones que se encontraban detrás de la madre, olió el pescado y sintió desesperación, mas el susto que le había provocado su madre al aparecerse de aquella manera, fue superior al hambre, por lo que no pudo evitar lloriquear. Las manos de Dhalia se fueron directo a sus oídos para taparlos, pues los quejidos del pequeño dragón eran agudos y tan altos que hasta su propio hermano se alejó.
—¡Me explotará la cabeza! —Los bramidos del Canto Mortal se hicieron presentes, alejándose del pequeño dragón para posicionarse a la derecha de Dhalia, dándole un empujón con una de sus dos patas pequeñas delanteras. Ella jadeó al comprender que el Canto Mortal quería que ella actuase y que detuviera el llanto del pequeño pues sus quejidos eran aturdidores. Dhalia entrecerró los ojos y le señaló con su índice—¡Es tu hijo, hazte cargo!
La madre de los pequeños se negó y se alejó de ella para acostarse al lado del huevo, quien al instante se arrepintió al ver cómo el otro dragón, que ignoraba el llanto de su hermana, comenzó a empujarle en insistencia de que jugase con él. El Canto Mortal miró fijamente a Dhalia, pero al instante su mirada amarillenta se suavizó y la rubia juró visualizar súplica de su parte al no saber qué hacer, pidiendo ayuda con el pequeño dragón que lloraba caminando con las cuatro patas de un lado para el otro.
—Bien, creo que tengo una idea—comentó levantando las manos hacia ella para tranquilizarla. La rubia miró al cielo intentando concentrarse, esperando que aquello fuese a funcionar, porque si no ella quedaría o con los oídos sangrado, o sería la cena de un Canto Mortal. Meneando su cabeza de un lado a otro lentamente, mientras sus labios articulaban suavemente, Dhalia recordaba la melodía y letra de aquella canción tan preciada que su madre le cantaba durante las noches. Cuando se sintió segura de que su memoria estaba fresca, se apoyó sobre sus rodillas y miró a la bebé Canto Mortal—. A naeoidhean bhig, cluinn mo ghuth. Mise ri d' thaobh, o mhaighdean bhan.
Los gemidos fueron aminorando conforme Dhalia cantaba, su suave voz y el sentimiento que ponía en cada una de las palabras, llamaba la atención no solo de la pequeña que había estado llorando con tanta intensidad, sino también de su hermano y su madre, que ladeó la cabeza con curiosidad y sus pupilas se dilataron ante la emoción que empezó a recorrerle. Al Canto Mortal mayor jamás le habían cantado, simplemente le atacaban y la última vez le habían aprisionado con un bozal para que dejase de llamar a los demás dragones, justo por esa razón su cabeza se irguió con interés y su cola empezó a moverse de un lado a otro.
—Naoidhean bhig, ar rìghinn òg. Mhaighdean uasal bhan. —Cantaba sin poder evitar sonreír, pues los recuerdos de su infancia volaban a su mente y podía escuchar la voz de su madre entonando la canción con ella. Además, la bebé se acercó a ella olvidando el miedo que tenía, bajando la pequeña cabeza para que Dhalia le acariciara. El otro pequeño caminó hacia la rubia con cierta timidez, tropezando un par de veces, pero al final llegando a ella para escuchar más de cerca—. Así que les gusta la música.
Un gruñido de parte de la madre llamó a su atención y con aquella mirada brillando y rebosando de agradecimiento, a Dhalia no le importó faltar al entrenamiento y tomó asiento al estilo indio. Entre sus piernas, la pequeña se acomodó para reposar la cabeza en su muslo izquierdo y comenzó a cerrar los ojos para descansar, mientras el otro se mantuvo solo observando.
—Les pondré nombre—dijo la joven en voz baja, pensando "si Hipo le puso nombre al Furia Nocturna, ¿por qué yo no lo podría hacer con los bebés?". Acariciando a la pequeña entre sus piernas, observó su cuerpo azul y cada detalle idéntico a los de su madre. En una de esas que ella pasaba su mano por la cabeza, ella hizo a morderla, y cuando Dhalia la esquivó, la pequeña pensó que la rubia jugaba y comenzó a mordisquear su ropa. —Tú te llamarás Mordelona, de eso no tengo dudas.
Levantando los brazos para que Mordelona no atrapase sus manos, mientras soltaba ligeros gruñidos, Dhalia observó a otro dragón. Su cuerpo era naranja amarillento con detalles en un azul brillante, era muy diferente a su madre y a su hermana, pero la rubia pudo captar cierto brillo especial en su mirada y por eso sonrió y estiró una mano hacia él para que se acercara—. Y tú serás Hipo.
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Con todo su pesar, Dhalia tuvo que dejar a los bebés dragones para regresar a la aldea, pues presentía que el entrenamiento estaba por terminar y si no se aparecía, las preguntas sobre su ubicación llegarían y ella no deseaba mentir. Ya tenía suficiente con ocultar aquellos dos enormes secretos como para tener que mentir para mantenerlos así, además de que la amistad que tenían Björn y ella se había ido por un acantilado gracias a los secretos. No culpaba a Hipo, pues ella se sentía igual que él, pero algunas veces deseaba que todo aquello se acabase. Pensaba en su padre, cómo reaccionaría cuando descubriese la nueva y alocada relación que tenía la "futura jefa de Vrede", con los temibles y desgraciados dragones.
Antes de poder seguir pensando en aquello, logró llegar a la arena y aún estaban las puertas cerradas con los jóvenes vikingos adentro, por lo que apoyó su cuerpo contra la pared de afuera cruzando los brazos para fingir haber estado allí hacía horas. Algunos minutos pasaron y Bocón fue el primero en aparecer, alzando las cejas al encontrársela.
—Me estaba preguntando dónde te habías metido—dijo el vikingo meneando la prótesis de su mano, la cual era en forma de martillo. Detrás de él salieron los demás, quienes hablaban con entusiasmo lo que había sucedido durante el entrenamiento—. Ayer te busqué toda la tarde para entregarte tu espada, pero cuando no te encontré pensé que ya te habías marchado a Vrede.
—Eso no pasará tan pronto... Espero—murmuró esto último con expresión de aflicción, pero después suspiró profundamente y en su rostro apareció una impecable sonrisa. Detrás de Bocón, los gemelos canturreaban sobre el mejor vikingo de Berk, alegando que Hipo lo era, así como Patán le interrogaba sobre "porqué había fingido ser un torpe durante toda su vida si tenía tanto talento" —. Pasaré por ella después del almuerzo.
—Sí, respecto a eso, pensaba preguntarte si podía hacerle algunos cambios —comentó soltando una risilla, dejando a Dhalia pensar sobre eso. La rubia no creía ser una buena idea, pues había sido la misma durante generaciones, pero pensaba que si se negaba, su padre le regañaría al decir "no" a un Berkiano cuando estaban en deuda con ellos—. Es muy grande para ti y bastante pesada, creo que podría ajustarla y así no caerás de espalda al usarla.
—En ese caso, puede hacer lo que quiera con ella—aceptó con gusto, para después de eso despedirse y se acercó a los jóvenes, quienes esperaban por ella. Los gemelos cantaban, o más bien pegaban alaridos, y mientras Patán se quejaba de Patapez y Björn charlaba con Astrid, Hipo miró a Dhalia y le habló solo articulando con sus labios sin soltar sonidos, "¿Dónde estabas?". Sin hacer mucho caso a su expresión de preocupación pura, ella sacudió una mano con desdén, "Luego te explico", gesticuló la rubia—. ¿Cuál es el motivo de tanta celebración? No veo a nadie con heridas nuevas y todos tienen ambos brazos y piernas.
—¡Te has perdido el mejor entrenamiento de la vida! —exclamó Patán, mientras el grupo retomaba su camino hacia el Comedor. Hipo intentaba escaparse, pues prefería estar con Chimuelo y probar de nuevo la silla con sus mejorías, pero no lograba escaparse de las manos de los gemelos—Aunque hubiese sido perfecto con Sigrid, ¿por qué Sigrid nunca va?
—Yo diría todo lo contrario—musitó Astrid entredientes, llevando su mirada azulada hacia Hipo con todo el rencor que crecía en ella día a día. El castaño se encogió y continuó con sus intentos en deshacerse del agarre de los gemelos lo más disimulado que podía, mientras le pedía ayuda a la rubia con su mirada.
—Eso lo dices porque Hipo es mejor que tú y no lo quieres aceptar—comentó Brutacio rodando los ojos, provocando que la furia apareciera en Astrid y que su enojo aumentara. La rubia se lanzó sobre Brutacio, pero Dhalia se interpuso en el camino recibiendo abucheos de parte de Brutilda—. Hazte a un lado, Dhalia.
—Nope. —La Vrediana le sonrió a Astrid, llevando un brazo sobre sus hombros para llevarla hasta al frente y así poder caminar hacia el Comedor sin más problemas de camino. Astrid avanzaba a paso firme, con sus ojos entrecerrados y bufaba murmurando cosas sobre Hipo. —¿Sabes? Él no es tan malo como tú crees.
La rubia ignoró sus palabras y cuando llegaron al Comedor, todos se adentraron diciendo que guardarían un campo para el castaño, pues se había quedado en la enorme puerta junto a Dhalia. Su estómago rugía del hambre, sentía que podía comerse un animal entero y aun así quedaría con hambre, pero prefería quedarse al lado de Dhalia en lugar de comer. Él le observó, parecía que deseaba decir algo por las veces que abrió los labios pero nada salió de ellos, y aún se quedó así, en silencio y mirándola.
—Recuérdame contarte algo cuando estemos en el valle, ¿sí? —habló la rubia al fin, sin apartar la mirada de sus ojos, notando cómo Hipo luchaba por no apartar sus ojos como solía hacer usualmente por su timidez. Él asintió, y ella sonrió adentrándose al Comedor con Hipo.
Hipo merecía saber sobre su pequeño secreto que incluía al Canto Mortal que había escapado, tres huevos que además no se abrían como uno normal, sino que explotaban, y dos recién nacidos y uno que aún estaba dentro de su huevo. Ella creía que el joven era con el que podría contar por el resto de su vida y de quien esperaba compartir por mucho tiempo más; pues él no solo era grandioso, sino que lo consideraba su mejor amigo.
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Me tardé un poco en actualizar porque el finde tenía exámenes y debía estudiar muchísimo, además de que este capítulo me costó escribirlo y debo aceptar que no estoy del todo convencida con el resultado.
En fin, en multimedia les dejé la canción que Dhalia les cantó a los bebés y aquí abajo les dejo una imagen que encontró b-barnes de los Canto Mortal :3
Oh, y aquí les dejo el gif de nuestra amada Astrid diciendo, ¡Los huevos explotan!
Btw, ¿vieron que Isle Of Berk está en número 1 de How To Train Your Dragon? Estoy tan feliz, además de que es seguida por Walk Through The Fire que les recomiendo al cien por ciento de b-barnes. ¿Y notaron la nueva portada? Me la hizo la bella wolfvre-
Y eso es todo, espero que les haya gustado.
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