X; canto mortal
│ ✧ ISLE OF BERK ✧ │
❄CANTO MORTAL❄
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Dhalia Gorm juraba haber dormido solo cinco míseros minutos, pues durante la madrugada no pudo conciliar el sueño por dos razones. Esas dos inquietantes y tan irritantes razones que fueron causantes de su poco descanso, tenían nombre y apellido, uno que soltaba estruendosos ronquidos similares al rugido de un dragón con dolor de estómago, y la otra era tan sonámbula que Dhalia se preguntaba cómo lograba descansar si pasaba la mayoría de las horas de pie; Björn Lodbrok y Sigrid Tryggve. El primero de ellos había llegado a su casa minutos después de que el Canto Mortal escapó, estuvieron hablando un par de horas y cuando Dhalia no recibió más respuesta del pelirrojo, se dio cuenta de que se había quedado dormido a su lado en la cama. Un par de minutos después, Sigrid aporreó la puerta de madera como si sus intenciones fuesen tirarla abajo. Cuando ella abrió, la pelinegra entró como si fuese su casa, se quitó los zapatos y se lanzó a unos de los sofás improvisados que había en la vieja cabaña, argumentando que no habían casas disponibles.
La rubia solo suspiró con frustración y volvió a subir las escaleras para llegar a su habitación, la cual tuvo que compartir con Björn. Aquel joven se movió tanto que cada que ella cerraba los ojos para dormir, él volvía a cambiar de lado provocando que la chica se sobresaltara. Le había enterrado una rodilla en su costilla, le aplastó la cara con un brazo unas tres veces y roncó tan fuerte en su oído que no sabía cómo no había quedado sorda. Sin embargo, a pesar de tantas desgracias durante la noche, una sonrisa apareció en sus labios en cuanto los rayos del sol se colaron por su ventana, pues recordó que volvería a estar con Hipo. Así que, después de empujar un poco a Björn para quitárselo de encima, se incorporó para estirar su adolorida espalda.
Un golpe en seco le hizo voltear asustada, encontrándose la cama vacía sin rastros de Björn. Apoyando una rodilla en la cama, se asomó para ver al pelirrojo en el suelo con la boca abierta y aún roncando, parecía que la caída no le había afectado en lo más mínimo. Soltando una risilla, giró el cuello visualizando a Sigrid de pie bajo el umbral de su puerta, con los ojos abiertos pero la mirada tan perdida que Dhalia supo que aún estaba dormida. Con un "vuelve a la cama", la pelinegra se giró y salió de allí para seguir sus órdenes, pues al no estar en sus cinco sentidos, sería capaz de obedecer cualquier cosa.
—Dormidos no son tan rudos—comentó divertida, acercándose al baúl en el cual su madre le había mandado su ropa. Al abrirlo se encontró con varios vestidos que no tenía antes y su ropa usual, por lo que tomando un par de cosas se apresuró en estar lista para ir en busca de Hipo.
Una hora después, una Dhalia fresca con su cabello rubio mojado por el baño, atravesó el umbral de su cabaña. Llevaba uno de sus vestidos celestes preferidos, aquellos que tenían una abertura para que el largo no fuese un impedimento al correr y llevaba un pantalón debajo que llegaba un poco más arriba las rodillas. No se trenzó el cabello, pero sí pasó una cinta por debajo de éste para hacer un pequeño nudo sobre su cabeza, para así dejar que su cabello se secara con el viento y no terminase ondulado como le quedaría con una trenza. Recorriendo la aldea, logró encontrar al hombre que había estado buscando, quien estaba ocupado en la armería.
—¡Ah, pero si es la princesa de Vrede!—exclamó Bocón cuando la vio, como referencia a su atuendo. Dhalia solía vestir parecido todos los días, pero los berkianos sólo le habían visto con la ropa de Astrid, por lo que la mayoría volteaba a mirarle cuando pasaba a su lado. Dhalia sonrió a pesar de no saber si aquello realmente era un halago—Dime, ¿en qué te puedo ayudar? Porque no creo que has venido solo para darme los buenos días.
—En eso tiene razón, pero buenos días, de todos modos—habló ella de forma animada, escuchando cómo Bocón reía después de eso. Llevando sus manos detrás de la espalda, ladeó su cabeza para volver a hablar: —Quería saber si ha visto mi espada. Creo que la perdí cuando el Pesadilla Monstruosa nos persiguió a Hipo y a mí, y quizá la saqué en algún momento y se me cayó.
—Mmm. —Bocón frunció el ceño mientras pensaba y miraba a su alrededor en busca de alguna espada, pues cabía la posibilidad de que alguien la haya encontrado para dejarla allí después. Segundos después, el vikingo negó bajando las comisuras de sus labios—. No he visto ninguna espada, pero dime cómo es y si la encuentro sabré que es la tuya.
—Oh, es sencillo de diferenciar entre las demás. —Mientras la rubia decía aquello, a lo lejos vio a los gemelos acercarse a la armería sacudiendo una mano en modo de saludo, así como Patán que caminaba detrás de ellos—. En la hoja dice "Honor de Vrede" de forma vertical.
—Perfecto, te avisaré si encuentro una—aseguró Bocón señalándola con su prótesis en forma de garfio. Cuando la rubia le agradeció luego de sonreír, se giró para acercarse a los jóvenes que le esperaban, pero Bocón formuló una pregunta que la dejó helada—¿Has visto a Hipo?
—¿P-por qué habría yo de saberlo?—cuestionó riendo de forma nerviosa. La noche anterior había negado su amistad con Hipo por la misma razón que debía esconderla ante todo Berk, porque si alguien les veía juntos, podrían hacerle algún comentario a Ibernón y el hombre se enojaría con ella por el resto de su vida. Tenía prohibido ser su amiga, no debía ni siquiera hablarle, pero el querer su amistad y apoyarlo era más fuerte que los mandatos de su padre. Aun así, no quería que él se enterara—No le veo desde la cena, él y yo ni somos amigos.
"Pensé que lo eran", había murmurado Bocón, haciéndole sentir mal por negar la amistad que comenzaban a forjar. Cuando salió de la armería, cabizbaja al notar que también andaba mintiéndole a todo el mundo, los gemelos junto a Patán se acercaron a ella. Dhalia pensó que el ojiverde soltaría uno de sus usuales comentarios coquetos, pero en lugar de eso puso ambas manos en sus hombros y con evitable desesperación preguntó:
—¿Has visto a Sigrid?
—¿Quién no la ha visto?—cuestionó Brutilda con una mueca de espanto en su rostro. Brutacio asintió abriendo la boca para sacar la lengua y señalar el interior con un dedo, en señal de asco—Es como una mezcla de bruja y yak.
—¡No te atrevas a compararla de esa manera!—exclamó Patán en su defensa, señalando a la rubia con furia. Luego volteó hacia Dhalia y sacudió su cuerpo—¿La has visto? Dime que sí, hija de Vrede.
—Hija de Ibernón, Vrede es una isla—aclaró ella con diversión, tomando los brazos del castaño para retirar las manos de sus hombros lentamente. Patán solo pensó "¿no era al revés?"—Sigrid aún no despierta, está en mi cabaña.
Soltando un "¡genial!", Patán salió corriendo en dirección a la casa de Dhalia, los gemelos y la rubia simplemente le observaron alejarse con gran entusiasmo, olvidando el hecho de que ella ni siquiera le había dicho cuál de todas las cabañas era la indicada.
—Así que te tocó dormir con la loca. —Dhalia volvió a escuchar la voz de Brutilda, por lo que giró para verla sin poder evitar reír.
—Tú solo llámanos si se pone más pesada de lo que ya es, ¿entiendes, cabeza de algodón?—Ella asintió como si estuviese aceptando su orden, rodando los ojos con diversión. Dhalia pensaba que su estadía en Berk no hubiese sido para nada igual si esos dos no estuviesen allí, o si ellos no tuviesen aquella extraña amistad.
—Bien, creo que los veré después. Tengo varias cosas que hacer...
—¿Qué cosas podrías tener que hacer si no estás en tu isla?—preguntó Brutacio confundido, recordando que él y Brutilda habían tenido una pequeña conversación sobre las desapariciones de la rubia—Si yo estuviese en Vrede, robaría mucha comida para estar todo el día en la cama y solo me levantaría para ir a robar un poco más.
—Suelo pasar mi tiempo en el bosque... —Brutilda abrió los labios para ofrecerse en acompañarla, pero cuando Dhalia terminó la oración, ella solo pudo arrugar su rostro—... estudiando el Libro de Dragones.
—¡Agh, qué manera de arruinar tu vida!—exclamó Brutacio poniendo los ojos en blanco, sacudiendo una mano con desdén—Vete antes de que considere dejarte sin herencia, hija mía.
La rubia se mordió el labio inferior para aguantar la risa y al voltearse corrió gritando "¡no!", como si de verdad temiese que Brutacio hiciera aquello. Dhalia recorrió el pueblo saludando a todo berkiano que se cruzara en su camino, inclusive a algunos de Vrede que solo le ignoraban. Aquella mañana había amanecido tan feliz y no tenía idea del por qué, solo presentía que sería un gran día. Iría en busca de Hipo para llegar al valle y se encontrarían con el dragón, que aunque ella no se sintiese con el valor suficiente para tocarlo como Hipo lo había hecho, le gustaría mirarlos desde lejos.
Sin embargo, a pesar de estar cerca del bosque, no lo estuvo lo suficiente para que Hipo le viese acercarse a él. La rubia visualizó al castaño adentrarse al bosque sin ella, y por más que corrió para alcanzarlo, no logró llegar a él a tiempo.
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Tomó una decisión arriesgada, Dhalia lo sabía, pero la verdad era que no le podía importar menos. Estaba asustada, eso no lo podía negar, pero la determinación y el deseo en encontrar a Hipo sobrepasaba todo temor que la joven le tuviese al bosque.
Cuando llegó a la entrada de aquel mundo inmenso y tenebroso para la rubia, solo le tomó cinco segundos para tomar la decisión de adentrarse al bosque a pesar del las posibilidades que tenía en perderse. Dhalia no tuvo las mejor experiencias en el extenso bosque de Vrede, pues la primera vez que se perdió fue el mismo día que cumplió cinco años. La niña adoraba las mariposas y al hallar una volando cerca de ella no dudó en seguirla, ni siquiera cuando la mariposa entró al bosque de Vrede dejó de correr tras ella. Cuando la pequeña Dhalia se dio cuenta, había oscurecido y tuvo que pasar más de tres horas llorando aterrada en la penumbra del bosque.
Pero ni ese u otro recuerdo que atacaba su mente, fue capaz de parar sus decididos pasos. Quería con todo su corazón encontrar a su amigo y al dragón por su propia cuenta, pero parecía que con cada minuto que pasaba se alejaba más de su destino en lugar de acercarse. Se detenía de vez en cuando y miraba a su alrededor girando sobre su eje, confundida de cuál camino tomar o cómo había llegado allí, no sabía ni siquiera si andaba caminando en círculos. Su corazón comenzaba a latir con fuerza, le aterraba pensar en perderse dentro de un bosque por cuarta vez en su vida, ¿qué tal sin nadie se daba cuenta de su ausencia y no le buscaban? Luchando con todas sus fuerzas, intentó dejar de pensar negativamente y miró hacia el cielo con la esperanza de que no fuese a llover.
Se distrajo cuando vio un ave dejar la copa de un alto y frondoso árbol, volando sobre ella a gran altura en dirección contraria hacia donde ella se dirigía. Para poder seguir viéndolo, en lugar de girar su cuerpo como cualquier persona lo haría, comenzó a caminar hacia atrás para apreciar al pájaro que parecía disfrutar de las alturas al volar de manera pacífica. Para desgracia de Dhalia, por caminar hacia atrás sin fijarse, la rubia se acercó peligrosamente a una empinada bajada, por lo que cuando llegó al borde su pie dejó de pisar la tierra firme y su cuerpo cayó hacia atrás. Dhalia rodó llevándose raspones por algunas ramas y probablemente tendría moretones gracias a las piedras, pero nada de eso le impidió reír cuando su cuerpo se detuvo y quedó mirando hacia el cielo.
Su risa fue interrumpida por algunos de sus propios quejidos, pero de pronto escuchó un sonido extraño que no fue emitido por ella. Parecían gruñidos amortiguados por algo que no lograba descifrar qué era. Incorporándose a pesar del fuerte dolor que se había dado en la cabeza por los golpes y los ligeros mareos al rodar, sobre sus rodillas gateó en busca del dueño de los gruñidos. Al toparse con un arbusto que le obstruía la vista, se puso sobre sus pies solo para lanzarse al suelo segundos después con su respiración agitada y asustada como nunca en la vida.
—No puede ser verdad—susurró para sí misma llevándose una mano al pecho donde estaba su corazón, sintiendo los fuertes latidos bajo su palma. Poniéndose sobre sus rodillas de nuevo, Dhalia se asomó sobre el arbusto que le cubría todo el cuerpo. Mientras al otro lado del bosque Hipo luchaba con ponerle el prototipo de cola que le había hecho al Furia Nocturna, Dhalia se quedaba sin respiración al admirar al Canto Mortal a unos metros de distancia.
Era la primera vez que podía apreciar a un dragón de la clase misterio de tan cerca, aunque si Dhalia lo pensaba bien, nunca había tenido el tiempo de apreciar a ningún dragón. Sentía la misma impresión que tuvo al ver al Furia Nocturna por primera vez, pero ambos era extremadamente diferentes. Empezando por su cuerpo, pues el Canto Mortal era muy delgado y alargado, así como su cuello, y su cabeza era chica, en la cual tenía dos pares de largos cuernos retorcidos y finos como un espiral, parecidos a los de una cabra. Lo que más le llamaba la atención era su color; un azul tan potente como los ojos de la misma Dhalia.
Sus alas se podían asemejar a las de una mariposa, eran celestes desde el comienzo en su cuerpo, pero el color se comenzaba a dispersar en tonalidades celestes y verdes conforme llegaba a los bordes, creando una maravillosa combinación entre aquellos tres colores. Si el Canto Mortal se hubiese quedado quieto por más tiempo, Dhalia se habría quedado admirando sin siquiera parpadear, pero el dragón se sacudió de forma violenta y se desplazaba con sus dos grandes patas traseras de un lado a otro con frustración. Al escuchar sus gruñidos, la rubia levantó la mirada hacia su cabeza, visualizando el enorme bozal que tenía puesto, lastimando así su cuerno nasal. Sin embargo, las heridas no parecían ser su molestia, puesto que Dhalia observó algo escondido entre unos arbustos de los cuales el dragón no se alejaba.
La rubia jadeó cuando esforzó la vista y logró captar lo que era—¡Es un huevo!
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No podía dejar de pensar en el Canto Mortal y en su huevo, pues era evidente que aquel dragón no tenía planes en dejar Berk por algún tiempo. Dhalia no podía evitar sentirse mal por no ayudarle con el bozal, pero debía admitir que, aunque estaba maravillada, el temor en ella era gigantesco. ¿Qué si no reaccionaba como el Furia Nocturna y sí le atacaba?, no tendría maneras de cómo defenderse y nadie le escucharía si gritaba. Así que, cuando Dhalia se dio cuenta de que no sería de ayuda y con observar a la dragona como boba no haría desaparecer el bozal, prefirió marcharse con la esperanza de encontrar el camino a la aldea.
Justo cuando su camino se cruzaba con otro, formando una "Y" por varios árboles y arbustos juntos, visualizó a Hipo caminando a unos pasos más adelante que ella. Soltando un suspiro cargado de alivio, chillo:
—¡Hipo!—El nombrado se giró con la confusión en su rostro, pero también el espanto fue evidente en él al creer que alguien le había descubierto. Cuando vio que era Dhalia, parpadeó rápidamente y se acercó a ella con urgencia.
—¡Dhalia, pensé que no vendrías y ... !—Dejando el canasto que llevaba con él sobre el suelo, el castaño elevó una mano para tomar uno de sus mechones rubios entre los dedos, observando la suciedad en su cabello con curiosidad. Dhalia supo que Hipo había actuado por instinto, y que cuando se diese cuenta del poco espacio personal que le había dejado, se pondría más rojo de lo normal y comenzaría a decir cosas insensatas. Cuando el castaño levantó su mirada y se encontró con Dhalia tan cerca, sus cejas se dispararon hacia arriba y el calor comenzó a invadirlo. Dando unos pasos atrás fingiendo normalidad, tomó de nuevo el canasto y empezó a caminar sabiendo que ella le seguiría—¿Notaste el clima de hoy? Bocón decía que llovería todo el día, pero yo sabía que aunque haría frío y el cielo tendría nubes grises, no habría lluvia hasta dentro de unos días.
—Creíste que me había arrepentido, ¿cierto?—preguntó la rubia ignorando sus delirios, caminando a unos pasos detrás de él. Hipo abrió los labios para responder, pero sabiendo que quizá se pondría a decir cosas que ni al caso, cerró la boca con rapidez y asintió varias veces seguidas—Pues no, Hipo, solo me retrasé hablando con los gemelos. Te lo dije, no voy dejarte solo en esto.
Justo cuando ella terminó de hablar, Hipo se detuvo en seco y Dhalia chocó con su espalda, su nariz llevándose la peor parte.
—Espera—murmuró girándose para verla, abriendo sus ojos a más no poder mientras sus labios se abrían también. La señaló de pies a cabeza mientras decía: —. Dhalia, estás aquí. —La rubia dejó de sobar su nariz para verle y soltar una risa por sus extrañas palabras, musitando un "acabas de señalarme completa"—. ¿Te perdiste? Ay, si tu padre se da cuenta de que te perdiste en el bosque por mi culpa, me cortará la cabeza y la pondrá de adorno en su casa.
La risa de Dhalia llegó a sus oídos como un sonido melodioso, por lo que toda su palidez desapareció y el color regresó a él cuando sonrió mientras la observaba. Sus ojos se entrecerraban de manera chistosa, pero le hacía ver tan adorable que Hipo creía poder verle reír durante horas y no se aburriría. El pensamiento le puso nervioso como si Dhalia pudiese adivinar lo que pasaba por su cabeza, pero se sintió aliviado cuando ella retomó la caminata.
—Justo por esa razón no llegué al valle, porque me perdí—contó la joven poniendo todo su cabello sobre su hombro derecho para pasar sus dedos entre cada pelo para quitar los nudos que le había provocado el pequeño accidente. Por un momento estuvo por comentar sobre lo ocurrido con el Canto Mortal, pero sin saber muy bien porqué, quiso guardarlo como un secreto—. Pero no te preocupes, fue divertido—. Ella miró a Hipo, quien caminaba a su lado con el canasto en sus manos, recibiendo una sonrisa ladina por la tranquilidad al saber que estaba bien—. ¿Qué llevas ahí?
—Una asquerosa anguila ahumada, o al menos solo eso quedó. —Hipo recordó la nueva experiencia que había pasado con el dragón, sonriendo sin poder ocultar su entusiasmo—. Bocón dijo que si un dragón no podía volar, estaba prácticamente muerto, así que tuve idea.
—No me digas—bromeó ella, empujando al castaño de manera juguetona, quien soltó un fingido jadeo al sentirse "ofendido".
—Así que tuve idea—repitió con diversión, volteando hacia ella para ver su reacción cuando le contase—: ¿por qué no ayudarle a volar? Estuve toda la noche trabajando en una especie de prótesis para su cola, y me inspiré en el dibujo que hice el día que lo encontramos. Se me ocurrió que alimentándose podría crear una distracción y así ponérsela, con lo que descubrí que los dragones odian las anguilas. —Para ese punto de la conversación, ambos se había detenido, no solo por la emoción en las palabras de Hipo, sino por lo maravillada que se encontraba Dhalia al ver cuán dispuesto estaba en ayudar al dragón—. Cuando se dio cuenta de que tenía algo parecido a una cola, comenzó a volar sin importarle que yo estuviese sobre él...
—¿Estás diciendo que montaste al dragón?—interrumpió la rubia asombrada al imaginar un vikingo sobre un dragón sin otras intenciones que no fuesen derribarlo.
—¡Y fue increíble!—exclamó lanzando los brazos al aire, con la sonrisa expandiéndose en su rostro. Estaba más que ilusionado ante sus descubrimientos y nuevas experiencias, pues antes de aquel dragón su vida era aburrida y nunca tenía qué hacer, pero luego de conocerlo sintió que quizá su vida sí tenía un propósito—Hasta que Chimuelo se dio cuenta de que iba colgando en su cola, ya que me lanzó al lago y por obvias razones él también cayó.
—¿Chimuelo?
—Eh, sí. —El castaño se llevó una mano a su nuca, mirando hacia todos lados menos a ella sin saber muy bien las razones de su nerviosismo—. Creí que necesitaba un nombre para dejar de llamarlo Furia Nocturna, y al recordar sus dientes retráctiles pensé que sería un buen nombre.
—Le queda—aseguró ella asintiendo estando de acuerdo, apoyando al chico una vez más sin dudarlo. Era extraño, sí, ningún vikingo había nombrado a un dragón, pues ellos jamás llegarían a pensar que aquellos animales lo necesitaban si al final serían asesinados. Pero también le parecía dulce, un gesto amigable y también muy valiente de su parte. De pronto el castaño se sobresaltó murmurando "tengo una idea". Ella rodó los ojos en modo de broma y en medio de quejidos dijo: —¿De nuevo? Deja ya que tu cerebro descanse, Hipo.
El castaño negó con su cabeza de manera divertida, sacando la libreta que solía cargar con él a todas partes. Abriéndolo comenzó a buscar entre las páginas un dibujo en específico, y al hallarlo, arrancó la página y se la entregó a Dhalia, quien la aceptó sin comprender la razón.
—Es un dibujo del bosque que hice el día que busqué a Chimuelo, está dibujado justo hasta donde se encuentra el valle—explicó Hipo señalando con su dedo todo el camino desde la entrada del bosque hasta el valle donde el dragón habitaba temporalmente. El castaño se removió en el lugar con inquietud, esperando alguna reacción—. Así podrás encontrarme...—Hipo se cortó a sí mismo para corregirse—... encontrarnos. Si te vuelves a retrasar, solo debes sacar el mapa y seguir el camino para llegar a Chimuelo y a mí. O solo a Chimuelo, si es que lo quieres visitar.
Al no obtener respuesta, Hipo levantó la mirada en busca de reacciones por parte de Dhalia, encontrando un par de mejillas sonrosadas y una sonrisa que no terminaba por expandirse ya que la chica había atrapado su labio inferior con los dientes. No hizo falta palabras, ningún gesto o mirada significante, pues el abrazo que Dhalia le dio fue el mejor agradecimiento que Hipo pudo recibir. Con sus delgados brazos alrededor del cuello de Hipo, la rubia susurró un casi inaudible "eres el mejor", y al Hipo sentir cómo su estómago se revolvía de la emoción al escuchar aquello por primera vez, rodeó a Dhalia con sus brazos para abrazarla también.
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Este capítulo se lo he dedicado a la bella Pau por toda la ayuda que me ha dado con las varias ideas sobre el Canto Mortal. Así como le agradezco por el precioso gif que me hizo y que no pondré en el área de gráficos porque sino sería un enorme spoiler. Love u, Pau :3
Y también les quiero agradecer a mis preciosas dragon riders que me muestran su apoyo no solo en la historia, sino en momentos difíciles.
*créditos al autor de la imagen en multimedia*
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