IV; prohibición de amistades

│ ✧ ISLE OF BERK ✧ │

❄PROHIBICIÓN DE AMISTADES❄

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Como era típico en Hipo, su plan para atrapar un dragón y demostrarle a Berk, mucho más a su padre, que él era todo un vikingo, se había desplomado por un pequeño desliz, y ese error les había metido en un inmenso y espantoso problema. Una enorme columna fue lo que utilizaron Hipo y Dhalia para ocultarse del ardiente y destructor fuego que sacó el Pesadilla Monstruosa de sus entrañas, quienes de espaldas entre ellos, intentaban no salirse de la anchura de la columna para no ser quemados. Hipo ladeó la cabeza para poder espiar y saber si el dragón aún estaba tras ellos, pero Dhalia le jaló del cuello de su camisa verde casi de inmediato.

—No puedo creer que me recuerdes. —Soltó ella a pesar de la peligrosa situación, diciendo lo que había querido cuando se encontraron, pero al ver cómo se marchaba no tuvo la oportunidad de comunicárselo.

—¿Cómo no hacerlo?—cuestionó cuando realmente lo que anhelaba decir era: ¿cómo es que me recuerdas?—Justo jugamos a que nos perseguía un dragón, o bueno, tú eras el dragón y hacías un gesto muy...

El rostro del enorme e intimidante dragón que les perseguía apareció detrás de Dhalia, quien lo supo al ver la palidez en el rostro lleno de pecas que tenía Hipo. La joven tragó grueso, sin moverse por el temor de provocar el enfado en la Pesadilla Monstruosa y terminar cubierta por las llamas. Sin embargo, antes de que el dragón hiciera de las suyas y terminase con los jóvenes vikingos, Estoico el Vasto apareció a tiempo, llamando la atención del animal. Ibernòn se encontraba al otro lado esperando a que Estoico llegase con el dragón para ambos acabar con él. El jefe de Berk se preparó para luchar con nada más que sus puños, observando cómo el dragón intentaba escupir fuego y fallaba en el intento.

—Ya no tienes—murmuró Estoico, levantando uno de sus pesados puños para propiciar un golpe bajo la cabeza del dragón, y luego golpeando su costado también. Aquello provocó que la cabeza del dragón quedase cerca de Ibernòn, quien con una patada asustó al animal, el cual se elevó en vuelo y decidió desaparecer de allí.

Dhalia sintió cómo la columna, la cual habían utilizado para protegerse, se partía por la mitad con el crujido de madera llegando a sus oídos. Los dos voltearon justo para observar a la columna caer de costado, quebrándose la base de la gran antorcha encendida que tenía en la punta, la cual rodó hasta cruzar un puente que no tardó en prender fuego también, así como siguió su camino por toda la aldea. Los dragones comenzaron a alejarse con sus presas, al mismo tiempo que nacía el alba.

—Lo siento, papá—murmuró Hipo ante la furiosa mirada de su padre. Dhalia miró alrededor, dándose cuenta de que sus acciones y las de Hipo habían acarreado la atención de los habitantes de Berk, quienes observaban la escena con disgusto—. Pero le di a un Furia Nocturna. —Estoico tomó a su hijo de la camisa y lo elevó en el aire, haciendo notar: o su fuerza, o lo poco pesado que era Hipo como para ser levantado de aquella manera. Después de ponerlo en el suelo, comenzó a arrastrarlo junto a él—. No como las últimas veces, papá, esta vez de verdad le di. Estaban ocupados y tuve un tiro libre.

Dhalia abrió los labios con la urgencia de argumentar a su favor, informando que ella estaba con él cuando pasó y que realmente había derribado a un Furia Nocturna de una manera increíble y casi imposible para algún vikingo. Pero sus ojos se encontraron con Ibernòn al otro lado de la plaza, y al encontrar su rostro contraído en una furiosa expresión, el ceño exageradamente fruncido y la molestia bailando en sus ojos como si de fuego se tratara; las palabras se aferraron a su garganta "con uñas y dientes", y no se atrevieron a salir.

—Y cayó cerca de Punta Cuervo—continuaba Hipo contando con entusiasmo mientras su padre lo alejaba de la escena, dejando atrás a una cabizbaja Dhalia con sus hombros ligeramente encorvados, sintiendo la tristeza caer sobre ella como un balde de agua fría—¡Vamos a buscarlo para que...!

—¡Basta! —ordenó Estoico con tal firmeza que aterrorizó al pequeño Hipo por un momento, haciéndole callar al instante—Siempre que pones un pie fuera se desata el desastre. ¿No entiendes que tengo mayores problemas? El invierno está muy cerca y tengo todo un pueblo que alimentar.

—Aquí entre nos, al pueblo le hace falta menos alimento, ¿no crees?—bromeó un Hipo necesitado por acabar con la discusión, pues si ya era lo suficientemente desagradable ser reñido por su padre, el hecho de que lo hiciera frente al pueblo de Berk le hacía sentir más que humillado.

—Esto no es un juego Hipo—reprimió Estoico. Dhalia estaba deseando desaparecer, o que tal vez la tierra se la tragara, pero al tener la mirada de su padre sobre ella no podía marcharse a menos que así él lo dijera—¿Por qué no puedes obedecer las más simples órdenes?

—No, no puedo evitarlo—aseguró Hipo, intentando ignorar el hecho de que, hasta vikingos no habitantes de Berk observaban su discusión con el jefe. El joven puso una mano sobre la otra con una pequeña distancia entre ellas, simulando que apretaba algo mientras decía: —Veo un dragón y tengo que asesinarlo, ¿no? Es lo que soy papá.

Dhalia sintió cierto alivio al ver cómo Ibernòn hacía una señal hacia su pueblo expectante, como si durante aquella conversación entre Hipo y Estoico le hubiese comprobado algo, provocando que todos se alejaran de la escena. Un hombre se acercó a él y murmuró "lo necesitan en los barcos, dos de ellos fueron incendiados". Tras asentir, el jefe de Vrede se acercó a Dhalia a paso lento y con su semblante enseriado habló:

—Dormiremos allá. —El hombre señaló hacia una de las colinas más alejadas de la aldea, donde algunas casas, la mayoría destruidas por el ataque, se podían ver casi diminutas a causa de la gran distancia que existía entre ellas y la aldea. Y justo por la lejanía, Estoico les había ofrecido aquel lugar, pues por más amable que se presentaba ante Vrede, no podía confiar en ellos por completo—. Mientras reviso los barcos, tú irás directamente hacia una de esas casas y no saldrás hasta que tú y yo tengamos una muy larga y agotadora conversación. ¿Se entiende?

—Sí, papá—murmuró evitando su mirada, girando sobre sus pies cansada de tanto lío. Aún de espaldas y preparándose para una extensa caminata hasta la colina, las últimas palabras de Estoico hacia su único hijo llegaron a sus oídos, dándole de qué pensar durante el camino.

—Un cazador de dragones no eres.

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Dhalia Gorm había llegado a la cima de la gran colina hacía más de cinco minutos, pero al notar que comenzaba a amanecer y algunos rayos de sol le regalaban un poco de calidez después del helado frío de la noche, no pudo evitar tomar asiento en el césped con las piernas cruzadas. Sus ojos celestes admiraron el profundo y extenso océano que no parecía tener ni un principio ni un fin, aguas que reflejaban la belleza del cielo con sus nubes blancas y esponjosas, de las cuales Dhalia siempre se preguntó cómo debían sentirse al tacto y si existía algo más allá arriba.

Arrastrando la mirada hacia abajo, desde su posición en las alturas, los vikingos fornidos y exageradamente altos, lucían como pequeñas e inofensivas hormigas, llevando en sus espaldas los materiales que necesitarían para construir sus hogares de nuevo después del ataque de dragones. Aquello le hizo pensar inmediatamente en Vrede, ¿estarán tranquilos y en paz, o estarán luchando en alguna batalla? Quien más le preocupaba era su madre, Helga Næss.

La angustia no le atacaba por creer que la vikinga era incapaz de poder defenderse ella sola, sino porque aquella mujer lo era todo para Dhalia. La extrema dulzura con la que trataba a su hija, los sacrificios que hacía para verla feliz, el acompañarla en momentos difíciles y apoyarla en la vulnerabilidad; Dhalia podía crear una lista eterna de las razones del porqué su madre siempre permanecía en sus pensamientos. La lista de su padre no sería tan extensa, especialmente desde hacía un par de años que la joven comenzó a tener una relación muy inestable con Ibernón. El hombre se había cegado demasiado en obtener la "paz y victoria" para Vrede, por lo que su obsesión en acabar con los dragones le había hecho descuidar a su familia.

Podían tener instantes que se convertirían en bellos recuerdos para el futuro, como el momento en que le dio la espada sobre el barco, pues había demostrado que estaba orgulloso de su única hija. Pero no eran más que "instantes", pues jamás lograban tener conversaciones agradables y escasas de tensión, donde ella simplemente le contase sobre su día, o en las cuales Ibernòn tomase el tiempo de recordar su infancia y compartiera sus memorias; así como hacía cuando ella era una niña. Y si no charlaban creando aquellos "instantes". lo hacían para discutir.

Justo como sabía que pasaría en cuanto vio a su padre comenzar a subir la colina.

¿Qué fue lo que sucedió allá afuera?Había sido lo primero que Ibernòn dijo al entrar rápidamente a la pequeña casa. La rubia se mantuvo en silencio, pues sabía que antes de hablar debía escuchar lo que él tuviese que decirDhalia tú jamás has ocasionado problemas como ese, ¿te das cuenta de lo mal que se vio todo ese espectáculo con el dragón? Cuando vi a Hipo de niño ya me presentía que sería un creador de líos, él está lejos de ser como nosotros. Pero, ¿esperaba ver a mi hija huyendo con él en lugar de enfrentar al dragón, provocando más desastres de los que ya habían?

El silencio después de la pregunta le hizo saber a Dhalia que debía responder.

Nomusitó observando la punta de sus pies, avergonzada de haber actuado de aquella manera en lugar de, como Ibernòn había dicho, enfrentar el problema.

Norepitió Ibernòn, llevando las manos a la cadera—. Imagina mi decepción.

Pero estaba haciendo justo lo que tú me habías pedido, papá, ayudando a los demásreplicó la rubia, tomando su larga trenza entre las manos para comenzar a deshacer lo que su madre había hecho, en una clara señal de lo nerviosa que estaba por tener que torcer un poco la verdad. Pues cuando estaba por explicar lo sucedido, se dio cuenta de que a su padre no le agradaría saber que Hipo fue su gran distracción—. Luego apareció Hipo con un cañón hecho por él mismo, quería atrapar a un dragón y me ofrecí en ayudarlo. Y cuando atrapó al Furia Nocturna...

No vuelvas a mencionar a esa bestia gruñó Ibernón intentando no levantar la voz, formando puños con ambas manos, los cuales comenzaron a tornarse blancos por la ira con los que apretaba. Se giró sobre sus pies para tomar la enorme hacha que había dejado en la mesa, llevándola hacia su cinturón de cuero de dragón. Dhalia supo que al mencionar al Furia Nocturna, toda la importancia sobre el lío ocasionado anteriormente se había disipado, dando paso a un enorme barril de sal que caería sobre viejas heridas—. Si no fuese por esos animales despreciables, Niels estaría aún con nosotros y no muerto después de la poco misericordia que tuvieron con él.

¿No te has puesto a pensar que Niels aún estaría vivo, si no hubiese ignorado tus ordenes y no hubiese ido en busca del nido de dragones él solo?cuestionó ella en completa inocencia, sus intenciones no eran hacerle molestar mucho más, solo salieron las palabras sin haberlo pensado antes.

Él era uno de los vikingos más fieles y valientes que he conocido, si hizo aquello fue porque creyó que era lo necesario para llegar al final de todo esto. Tienes prohibido volver a hablar mal de élsentenció Ibernòn, abriendo la puerta de aquella casa de madera con tal brusquedad que Dhalia se sorprendió de que lo terminase arrancando—. Estoico ha reunido a los mejores de Berk para hablar sobre mi plan, espero que no vuelvas a buscar a Hipo y acaben por provocar otro lío peor.

¡Espera!exclamó al verlo cruzar el umbral, saliendo ella también de la casa. El hombre no se volteó a mirarle ni se detuvo, simplemente bajó la velocidad de sus pasos. Con el corazón latiendo tan fuerte que juraba poder escucharlo, preguntó angustiada desde la puerta:¿Estás diciendo que no puedo hablar con él?

El hombre se detuvo en seco bajando la cabeza un instante, dándole esperanzas a la joven de que estuviese sopesando la situación y decidiera darle otra oportunidad. Durante aquellos segundos en los que Ibernón no movió ni un solo músculo, Dhalia ni se dio cuenta de que estaba conteniendo la respiración y comenzaba a sentir un enorme vuelco en su estómago al presentir que su padre le negaría una amistad por primera vez en la vida. ¿Tanto estaba cambiando su padre que hasta planeaba escoger los amigos de su hija?

—No estoy diciendo eso, Dhalia. —La palidez en el rostro de la joven desapareció y el color regresó a ella cuando su padre le miró por encima del hombro y dijo aquello. Sin embargo, un segundo antes de que en su cara apareciera una minúscula sonrisa de alivio, él volvió a abrir la boca solo para estrujar el corazón de su hija—. Si lo puedes evitar por completo, estaría perfecto, no quiero que te conviertas en una cobarde ante los dragones por su culpa. Estoico es un gran jefe, pero con un hijo defectuoso.

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Arrastraba por la tierra el borde del vestido que alguna vez fue celeste cielo, deseando cambiarse aquel atuendo del cual estaba muy arrepentida de haberse puesto, pues no solo había sido incómodo durante la batalla, sino que realmente sentía no encajar con la situación. Debió decirle que no a su madre sobre el vestido, argumentando lo mal que estaba aquella idea sobre lucir impecables y demás, pero nunca encontraba la manera de negarse ante los demás. Ni siquiera había tenido el valor de ponerse frente a su padre con la firmeza suficiente para hacerle entender que él no tenía derecho de escoger sus amistades, después de todo quizá sí era una cobarde respecto a muchas cosas.

Dhalia estaba aliviada de que su padre no le prohibiera salir a recorrer la aldea, pues después de todo lo ocurrido necesitaba una distracción para no dejar que la tristeza le consumiera. Por eso, la joven dentro de aquel sucio vestido, rasgado en algunas partes, caminaba a paso lento admirando la Isla de Berk, mientras se abrazaba a sí misma para entrar en calor. Aunque fuese de día y el sol estuviese en su punto más alto, el frío que sentía le calaba hasta los huesos y no podía evitar sorprenderse por ver cómo los demás vikingos parecían ni notar el helado frío.

—Te toca el techo. —Escuchó Dhalia una voz ronca, por lo que giró su cuello para encontrar a un vikingo cargando bloques de madera en sus brazos, siendo seguido por un joven de su edad que arrastraba los pies con pereza y encorvado por recibir órdenes.

—¡Pero si ayer lo terminé de reparar por el último ataque!—El joven gruñó con frustración, pero en el momento en que volteó distraído hacia Dhalia, su mal humor pareció transformarse e incluso cambió su postura. El castaño levantó una ceja y sonrió ladinamente, mientras acomodaba el casco con cuernos de carnero sobre su cabeza. Sacó pecho y caminó lento pero seguro hacia la rubia. —Tú no eres de por aquí.

—¿Es muy notable? —preguntó en son de broma, sonriendo de una manera dulce como era su costumbre. La rubia estiró una mano hacia él, quien aceptó maravillado por la atención—. Soy Dhalia Gorm, habitante de Vrede.

—Ah, una vrediana—musitó con su usual tono "galán", pues a pesar de no tener ni la más remota idea de lo que era Vrede, lo único que pasó por su cabeza fue: no suena como un lugar con vikingos tan atractivos como yo. Dhalia solo asintió, feliz de poder entablar una conversación con alguien para olvidar un poco la que había tenido con su padre—. Déjeme presentarme, señorita. Soy Patán Mocoso, conocido en todo Berk como el más...

—¿Irritante?—preguntó una voz femenina detrás de Dhalia.

—¿Inútil?—Siguió un joven, para después ambos reír.

La rubia se volteó rápidamente, encontrando a un par de vikingos muy parecidos y distintos al mismo tiempo. Los gemelos no repararon mucho en la presencia de Dhalia, pero ella no pudo evitar sonreír asombrada por verlos de nuevo después de tantos años, pues aunque por obvias razones ellos seguían viviendo allí, Dhalia no esperaba encontrarse con ellos.

—... Heróico—terminó Patán su oración, con su semblante serio al ser interrumpido por los gemelos. El castaño caminó hasta posicionarse al lado de la rubia, enfrentando a los hermanos con los brazos cruzados dispuesto a replicar—. Algún día se arrepentirán por no dejarme terminar e interrumpir mis...

—¿Estupideces?—habló Brutacio primero, dándole un codazo a su rubia hermana para darle el turno.

—¿Animaladas?—Dijo detenidamente mirándole a los ojos, echándose a reír junto a su hermano. Dhalia supuso que aquellos tres solían hablarse de esa manera muy seguido, pues Patán solo rodó los ojos y regresó con el hombre que parecía ser su padre. Los gemelos se sonrieron entre ellos, satisfechos al haber fastidiado a Patán.

La rubia regresó la vista hacia los hermanos después de seguir a Patán con la mirada, jadeando de repente para exclamar:

—¡Vómito de dragón!—Brutacio volteó hacia Brutilda con una mueca en su rostro, confundido por las palabras de la extraña, mientras su hermana elevaba un dedo cerca de su oído en señal de que estaba loca—. El ingrediente secreto de su bebida para bromas, lo deduje hasta el día de ayer cuando un dragón salpicó su vómito en mí—Ambos rubios dieron un paso atrás como si se hubiesen puesto de acuerdo, dispuestos a marcharse y dejar a la desconocida hablando sola—¡Estuve aquí hace algunos años y los vi haciendo una broma!

—¡Cabeza de algodón! —exclamó Brutacio extendiendo ambos brazos para correr y estrujar a Dhalia, quien se sorprendió por tan repentino cambio. El joven se volteó hacia Brutilda y secó una inexistente lágrima—. Nuestra hija adoptiva ha regresado.

—¿Por qué tiene que ser "nuestra" hija?—se quejó Brutilda empujando a su hermano, apoyando un brazo alrededor de los hombros de Dhalia —Ella podría ser solo mi hija, ¡ya compartimos todo en la vida, inclusive el útero de nuestra madre!

La discusión entre ambos fue observada por Dhalia, quien no pudo evitar reír varias veces, pero su sonrisa desapareció para darle paso a una expresión llena de confusión cuando a lo lejos, casi en la entrada del bosque, encontró a Hipo viendo la escena. Cuando el joven fue atrapado, abrió los ojos de forma exagerada y, mientras el sonrojo se expandía por su mejillas, se dio media vuelta para fingir que no estaba espiando y se adentró al bosque.

Y aunque Dhalia ya sabía muy bien lo que Ibernòn opinaba de Hipo, la joven no pudo evitar alejarse de los gemelos en busca del hijo de Estoico, curiosa por conocer qué estaba ocultando.

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