III; reunión con un viejo amigo
│ ✧ ISLE OF BERK ✧ │
❄REUNIÓN CON UN VIEJO AMIGO❄
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Vrede no era la isla más grandiosa, no solo por sus amargados y gruñones vikingos que ni un "buenos días" eran capaces de soltar, sino porque sus habitantes eran egoístas, imprudentes y perezosos como para ayudar a los demás con sus problemas personales. Solían criar ovejas para sus propias familias, después de un ataque de dragones sólo reparaban sus casas y no extendían una mano amiga, además, acostumbraban pelearse por el mismo plato de comida como si no hubiese más. Sin embargo, había una cosa en la que sí eran expertos por excelencia; obedeciendo al jefe.
Cuando Ibernòn Hacha Sangrienta decía "no", nadie en Vrede discutía ni dudaba del porqué de una respuesta negativa, y cuando el jefe de la tribu decía "sí", todo vikingo existente en la isla iban tras él y obedecían con emoción. Por esa misma razón, muy a pesar de su profundo y horrible egoísmo, todos los vikingos que le acompañaron a Berk no dudaron en luchar contra los dragones que recién habían aparecido. Corrían apresurados por acatar las órdenes de Ibernòn, alzaban hachas y espadas con el mismo espíritu de entusiasmo por pelear con un grito de guerra.
—¿Qué tenemos?—preguntó Estoico listo para la lucha, en cuanto llegó a la aldea. Dhalia Gorm se encontraba detrás de él, junto a Ibernòn y la mayoría de hombres de Vrede.
—Goncles, Naders, Cremallerus —informó un Berkiano pequeño en estatura, levantando la cabeza para poder ver a su jefe—. Ah, y Hoark vio una Pesadilla Monstruosa.
La punzada que sintió la rubia en su corazón al escuchar Pesadilla Monstruosa fue impresionante e inexplicable para ella, sintió como si le estuviese fallando al dragón por estar allí, peleando contra los suyos después de haber presenciado el asesinato de uno de su especie. La joven simplemente miró hacia otro en espera de las órdenes de su padre, así como todos los habitantes de Vrede que aguardaban detrás de ella, quienes se sobresaltaron en cuanto una explosión se llevó a cabo a tan solo unos pasos de ellos.
—¿Algún Furia Nocturna?—cuestionó Estoico, quien fue el único junto a Ibernòn que ni parpadearon ante el repentino ataque. El hombre que veía por Berk, se sacudió el hombro con desdén, del cual algunas chispas del fuego ocasionado por un dragón había recibido.
—Hasta ahora, no. —Aliviado, el informante le comunicó aún cubriéndose la cabeza con su escudo. Al recibir un simple "bien", el vikingo junto a los demás que le acompañaban se retiraron para continuar con la tarea de espantar y atrapar algunos dragones. Ibernòn se volteó hacia su tribu, notando a su hija encabezando la multitud.
—Cubre a los más pequeños, Dhalia, y no desenvaines tu espada a menos que sea completamente necesario. —La rubia asintió ante las palabras de su padre, dando unos pasos para retroceder y tomar impulso, corriendo en busca de algún niño o persona que no se pudiese defender.
La joven de quince años se alejó de allí, esquivando bolas de fuego o algún dragón que se interpusiera en su camino. No quería atacar a ningún animal, se sentía insegura ante todo lo que estaba sucediendo a su alrededor, mucho más porque Dhalia no quería tener que vivir más ataques y había tenido la esperanza de no tener que ver más dragones al llegar a Berk. Pero allí estaba ella, tomando la parte inferior de su impecable vestido para elevarlo y no tropezar por lo largo que era. El calor se hacía presente en ella no solo por la actividad física y lo afligida que se sentía, sino porque el inútil vestido con sus mangas largas le estaba estorbando.
Sus ojos captaron a un pequeño niño corriendo en dirección contraria, con cada paso que el pequeño vikingo daba más se acercaba a Dhalia. Al parecer no era la única que había tomado la decisión de correr para hacer tiempo, pero al menos ella sí ponía atención a las estructuras de las casas destruidas o incendiadas que podrían caer sobre ella. El pequeño niño se detuvo para tomar aire, poniendo ambas manos sobre las rodillas con su respiración agitada y con la carita brillante por el sudor.
—¡Aléjate de ahí!—exclamó Dhalia señalando al niño, sin embargo, él no pareció entender su mandato, por lo que exigió más esfuerzo a sus piernas cansadas para llegar a él antes de que la enorme pared prendida en fuego le fuese a caer encima. Cuando la pared de madera crujió en señal de que estaba por desplomarse, Dhalia se lanzó en dirección al pequeño, quien abrió los ojos sin entender porqué una chica desconocida, con un muy incómodo vestido, parecía que deseaba aplastarlo con todo su peso. La rubia abrazó al niño cuando estaba cayendo al suelo, girando sobre su eje para que su propia espalda fuese la que se llevara el impacto de ambos pesos. Al llegar al piso, la chica se arrastró hacia un lado con el niño, justo a tiempo para que la pared cayera, y el niño comprendió que la joven le había salvado la vida—Dije que te alejaras, pequeño vikingo.
—La próxima vez sí hago caso—prometió aterrado, observando la estructura incendiada.
Dhalia se levantó adolorida por el impacto, tomando al niño de la mano para ayudarle y alejarlo del caos. Ambos encontraron una pequeña cueva de piedra de la cual no tardaron en usar para protegerse, la joven se volteó hacia él y apoyó las manos en sus hombros.
—Quédate aquí, y cuando el ataque termine podrás salir a buscar a tu familia. —El niño asintió muy seguro de que ella era confiable y debía hacer lo que le dijese, todo por su bien. La rubia suspiró asomando la cabeza, preparada para salir y seguir con su tarea—. Espero que los demás niños obedezcan y no tener que lanzarme sobre todos, porque no tengo espalda de acero.
El niño no pudo evitar reírse ante su petición, asintiendo con diversión. Dhalia sonrió satisfecha de verle a salvo, saliendo de la cueva antes de arrepentirse por no quedarse con él allí, oculta hasta que todo terminara. Pero sus ganas de regresar a Vrede y dejar Berk por lo que sucedía, desapareció de inmediato cuando giró su cuello para asegurarse de que el niño no había salido, y por no mirar al frente terminó chocando su cuerpo con alguien.
Dhalia no podría explicarle a nadie lo que sintió al regresar la vista al frente, hallando a un joven de su edad con la misma expresión de asombro que ella. Por unos momentos toda su aflicción, la angustia con la que cargaba ese día y el temor por convertirse en una verdadera vikinga, se convirtieron en alegría pura, el entusiasmo le cubrió de pies a cabeza, dándole un ligero vuelco en el estómago por tanta emoción. Sus ojos celestes como el océano mismo, no tuvieron la capacidad de romper la conexión con aquellos ojos color verdes como el césped recién regado y brillante por los rayos del sol de algún atardecer.
—¿D-dhalia?—preguntó él sujetando una carretilla de madera, la cual estaba cargada con un aparato que la rubia reconoció como alguna arma, seguramente construida por él. Dhalia notó las diferencias en él, pues aunque ella seguía siendo un poco más alta que Hipo, lucía un poco distinto a como era de niño.
—¿Hipo?—cuestionó señalando al joven, sorprendida de que él la reconociera casi al instante. Para él, Dhalia seguía luciendo como una chica intrigante, quien ocultaba en sus ojos más de lo que él podía captar. Aunque su cabellera larga le asombró, ambos se sobresaltaron cuando la casa de al lado prendió fuego a causa de un Cremallerus, inclinándose ligeramente hacia abajo para protegerse.
—¡Dhalia!—exclamó él con emoción cuando ella asintió, como si él necesitara que alguien lo comprobase, pues sabía perfectamente que la hija Ibernón, aquella joven que fue la única interesada en jugar con él cuando tenían once años, había regresado aún más jovial que antes.
—¡Hipo!—soltó divertida dando un ligero salto, riendo de felicidad para avanzar unos pasos y rodear el cuello del joven.
El hijo de Estoico se quedó helado, aún con sus manos sujetando la carretilla, asombrado de observar por primera vez a una persona tan alegre por verle. Sabía que su padre le quería, al igual que Bocón le tenía cierto cariño, pero que él fuese la causa de que una vikinga de su edad tuviese una reluciente sonrisa en su rostro y hasta diese un brinco por la felicidad, le dejó con el corazón latiendo a una velocidad impresionante y con las mejillas coloradas. Sin embargo, cuando ella se alejó de él, recordó cuál era su objetivo, por lo que sonriendo con un poco de tensión por tener que dejarla, señaló el camino por el que se marcharía y empujó la carretilla para llevar a cabo su misión.
—Sí, claro, como si no te fuese a seguir—comentó más para sí misma que para Hipo, pues él avanzaba apresurado por llegar a su destino.
La rubia se puso en marcha y correteó por la aldea, apoyando una mano en el pomo lobulado de su nueva espada. Podía visualizar a Hipo subiendo una colina, ¿qué locura estaba por hacer? Sabía que si su padre le viera persiguiendo a un joven vikingo, en lugar de luchar contra los feroces dragones, se llevaría una reprensión muy severa de desaprobación, pero a pesar de eso la curiosidad le ganaba y quería averiguar por qué el apremio de Hipo Abadejo III.
En cuanto llegó a la cima de la colina, se encontró con el castaño preparado detrás de una trampa para dragones que, como ella lo había presentido, fue hecha por él. Una pequeña sonrisa se escapó de sus labios y con lentitud se acercó hasta él para posicionarse a su lado, mirando hacia el cielo en busca de su objetivo. Cuando sintió la mirada de Hipo sobre ella, la chica sacó la espada de su respectiva vaina por si se aparecía algún dragón.
—¿No deberías estar...? ¡Wow!—La pregunta de Hipo quedó suspendida en el aire cuando ella volteó hacia él con la espada en su mano casi golpeando su cara, por lo que agachó la cabeza esquivando la afilada arma, levantando ambas manos como si fuese a detener algún ataque—¿De dónde sacaste esa espada?
—Era de mi abuelo, Haakon el Arranca Ojos—murmuró sonriendo un tanto apenada por casi lastimar al castaño, quien volvió a su posición cerca de la trampa para inclinarse y poner su ojo en la mira. Pero en cuanto pensó en el sobrenombre de su abuelo y el hijo de Estoico le miró con los ojos abiertos y las cejas levemente levantadas, ella guardó la espada un tanto asustada—. Ahora comprendo porqué el nombre. Pero dime, ¿qué estás haciendo aquí?
—Voy a atrapar un Furia Nocturna—contestó con determinación, muy seguro de lo que deseaba hacer, aunque los nervios le hicieron mirar hacia el suelo avergonzado por la risa que esperaba escuchar. Sin embargo, al no sentir ningún gesto u obtener comentarios burlones, él levantando la mirada para encontrar a Dhalia observando el cielo con notable confusión al no haber visto al Furia Nocturna.
—¿Estás seguro de eso?—cuestionó preocupada, arrastrando la mirada hacia él, para luego señalarlo de pies a cabeza—Si algo sale mal ese dragón podría devorarte de un bocado.
—Acabas de señalarme completo—murmuró frustrado mirándole con un poco de reproche. Al escuchar un apenado "lo siento", el chico se encogió de hombros con desdén, pues su costumbre a recibir malos comentarios le hacía inmune a las ofensas, pero al volver a su trampa, no pudo notar lo avergonzada que lucía Dhalia—. Un blanco es todo lo que necesito, y podré demostrar de lo que estoy hecho.
La chica aguardó sin más comentarios, temía meter la pata de nuevo y terminar con la pequeña y casi invisible amistad que tenía con Hipo. Miró el cielo estrellado, escuchando gruñidos y rugidos de los dragones que atacaban la aldea a unos metros de ellos, mientras suspiraba y guardaba el aire en sus pulmones sin soltarlo por unos momentos, apretando los labios como si se estuviese esforzando en no abrir la boca y desconcentrar a Hipo. Prácticamente le había llamado al joven flanco, pequeño y débil; adjetivos inexistentes en un vikingo, y aquello le hacía sentir terriblemente mal, aún sin haber tenido intenciones de ofender.
De pronto, sus ojos captaron la silueta de un dragón volando en las alturas, para de pronto ver cómo lanzaba una bola de plasma contra una enorme estructura en la colina más alejada, destruyendola al instante. Hipo tomó provecho disparando su cañón lanza redes contra el dragón, quien por la fuerza de su trampa, fue lanzado hacia atrás impactando en el suelo. Dhalia no pudo voltear de lo asombrada que se encontraba al escuchar cómo el dragón se quejaba por haber sido derribado, quizá por primera vez en su vida.
—Le di—murmuró Hipo, quien no se dio cuenta de Dhalia parpadeando velozmente ante la sorpresa que sentía, no porque creyese a Hipo incapaz, sino por el simple hecho de ser un Furia Nocturna, uno de los dragones más habilidosos como temidos que existían en la tierra. No por nada se había ganado la descripción en los libros de "La cría maldita del rayo y la muerte misma"—¡Sí, le atiné! ¿Alguien vio cómo lo hice?
En cuanto Hipo se volteó en busca de testigos, Dhalia se contuvo de gritar al ver cómo una Pesadilla Monstruosa terminaba de escalar la colina en la cual Hipo celebraba su triunfo. Pero aunque Dhalia sentía la espada quemar el costado de su pierna, en el fondo de sí no deseaba sacar su arma y realmente esperaba jamás tener que hacerlo, ni aunque su vida dependiera de ello.
—Emmm, ¿Hipo?—llamó al castaño temerosa del enorme dragón que tenía enfrente, porque a pesar de que temprano ese día había observado a uno en el suelo, estaba atrapado en una enorme red cuando estaba débil. En ese momento, el animal estaba libre y en su mejor racha para escupir fuego y acabar con ellos dos en un instante.
—Aparte de ti. —Hipo volteó para encontrarse con el dragón, el cual se inclinó hacia atrás para rugir con todas sus fuerzas. El castaño estuvo por huir, pero al ver que Dhalia no tenía intenciones de moverse, aún confundido por su extraño actuar, se atrevió en tomar la mano de la rubia para arrastrarla con él.
A lo lejos, Ibernòn Hacha Sangrienta y Estoico el Vasto, quienes se cubrían la espalda entre ellos, escucharon el grito de un joven junto a los gruñidos de un dragón. Al levantar la mirada, visualizaron a Hipo corriendo despavorido mientras arrastraba a alguien con él, huyendo de un enorme dragón. Ambos hombres se dieron una mirada, pues Ibernón había reconocido aquella joven con Hipo como su hija, Dhalia.
—¡No dejen que escape!—ordenó Estoico a los hombres que intentaba dejar a un dragón atrapado en el suelo, mientras volteaba para ir por su hijo, siendo acompañado por Ibernón.
Hacha Sangrienta tendría una seria y muy extensa conversación con su hija, probablemente prohibiendo una posible amistad con el vikingo más debilucho en la Isla de Berk. Y Dhalia estaría dispuesta a desobedecer con el mayor de los gustos.
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