🌊39. Del pasado al presente🌊


Nubes grises se acercaban a la costa. Una tormenta se desencadenaría pronto y nadie estaba preparado para lo que estaba por venir.

Shin y Axel llegaron al puerto esperando ver a Marina de regreso, pero el extraño clima les hizo temer lo peor. Shin decidió navegar por su cuenta, en su intento por ir a buscarla abordó un pequeño bote del puerto, con la intención de ir mar adentro para encontrarla. Axel se apresuró a detenerlo, pero no lo consiguió, pesé a las advertencias que le dio este continuó.

—Algo debió salir mal, tengo que encontrar a Marina. —Shin trató de activar el motor del bote, pero lograba no encenderlo.

—Déjalo, jamás llegaras a menos que sepas nadar o respirar bajo agua —replicó el tritón.

—Si tienes razón por eso vendrás conmigo —le dijo, más que como un favor hizo que sonara como una orden—. Ayúdame, eres un tritón puedes nadar y llevarme hasta ella.

—No, no lo haré.

—¿Por qué no? Eres el único que puede nadar ahora.

—Simplemente no puedo hacerlo.

El tritón movió la cabeza negándose. Era imposible para él incluso pensar en tocar el agua del océano, su pasado era más fuerte que cualquier palabra que Shin le dijera para obligarlo a ayudar, por esa razón decidió irse.

—Iré con o sin tu ayuda—pronunció Shin abordando el bote—. Pero escucha, Marina y Stella se negaron a destruir el tridente y están ahí abajo poniendo sus vidas en riesgo por negociar la libertad de tus amigos. Quieras venir o no es tu problema, yo no soy capaz de quedarme con los brazos cruzados sabiendo que hay vidas en juego —fue lo último que le dijo Shin, antes de marcharse con el bote a medio reparar y llevándose consigo una soga, equipo de buceo y un par de remos.

🌊🌊🌊

Marina

Me sentía mareada, era como si me hundiera en el fondo del océano sin poder hacer nada. La canción que Alvira utilizó solo lograba debilitarme y dificultar que nadara para alcanzarla o eso pesaba, ya que en realidad lo que ella hizo fue llevarme directo a su trampa. La cueva en fondo del océano estaba cerca de una salida volcánica, el agua hervía incluso más que la lava y esa era la razón principal para que casi nadie viviera cerca de ahí y también para que ese fuera su refugio a salvo de curiosos, usó un hechizo que le permitía entrar y salir de aquel lugar sin sufrir ningún daño. 

No me fue difícil aceptar, que aquel lugar fuera tan desconocido y alejado como para haber podido mantener en secreto sus planeas todos esos años.

Hallsan es el volcán dormido, que permanecía oculto debajo de la isla. Ahí es adónde Alvira me guio, para dejar al descubierto de una vez por todas sus planes, juntos a los aliados que tenía. Una cueva rocosa llena de vapor y con paredes resguardadas por su hechizo para así impedir que cualquiera en ese pequeño espacio fuera sancochado por el agua hirviendo. Ese era el lugar en donde vi a Layna, Leo y Austin junto a una silueta desconocida o que por lo menos no logré reconocer en ese instante.

—Chicos —me dirigí hacia ellos.

Sus miradas eran inexpresivas, en sus ojos había un destello color verde, que indicaba que seguían bajo el control de Alvira. A un lado estaba Layna junto a la silueta de una persona que no dejaba que viera su rostro ocultándolo tras una máscara y capucha negra. Layna sonrió y se acercó a mí, pero Alvira le advirtió que no debía tocarme pues ella tenía otros planes para mí.

—Te cambio a tus amigos por el tridente —ofreció—. Piénsalo es un precio justo, de otro modo los destruiré como tu quieres hacer con el tridente —advirtió.

Lo pensé por un segundo, realmente no tenía opción y en el fondo sabía que algo como esa oferta podría suceder y dar resultado. Esa fue la razón principal por la que decidí no destruir el tridente. De hecho yo misma lo portaba en ese momento, lo había encogido usando un hechizo que aún no terminaba de dominar por completo, pero gracias a el pude convertirlo en una pequeña peineta que traía puesta en el cabello.

Ninguno de los villanos ahí, lo habían descubierto. De otro modo me lo habrían arrebatado desde el principio, debía ser cautelosa y pensar con calma. Si le entregaba el tridente a Alvira, ella se volvería imparable, aunque llegará a salvar a mis amigos aún habría muchos que no podría ayudar y que serían sometidos por ella.

—Escoge rápido pequeña sirena, no soy muy paciente con el tiempo, ¿son tus amigos o el tridente? —le cuestionó por última vez.

—Parece que es el tridente y no sus amigos, ¿debería destruirla ahora? —comentó Layna acercándose hacia mi con una daga.

Cerré los ojos cubriendo mi cuerpo por instinto con mis manos, no escuché ni un sonido y tampoco sentí ningún dolor, así que abrí los ojos lentamente y me encontré con la imagen de aquella silueta encapuchada sosteniendo la mano de Layna con la daga para impedir que llegará hasta mí. En ese momento la capucha se deslizó y dejó al descubierto su rostro, era Dylan, quien aunque tenía forma humana podía respirar bajo el agua.

—Ya basta, madre —le pidió él.

—Layna te dije que no la tocaras —reclamó Alvira—. Por suerte tu hijo es más racional que tú —comentó aliviada, aunque yo no podía salir del mi asombro.

—¿Cómo es que tú estás aquí? ¿Por qué dice que eres su hijo? ¿Quién eres realmente? —cuestioné más que confundida.

Él volteo a verme, pero retiro la mirada sin decir una sola palabra cuando Layna, su madre se lo pidió. Ella sonrió y afirmó que Dylan era su hijo, lo que lo convertía en un tritón, mitad humano. Por lo que dijo Layna, ella había vuelto ha verlo hace poco gracias a mí.

—Fue una sorpresa saber que mi querido hijo era tu alma gemela, pero no hay nada que pueda hacer con eso. Más que nada, fue una molestia porque él te salvó de mi hechizo sin querer —confesó Layna sin ningún remordimiento.

—Es suficiente, madre —expresó Dylan para callarla, pero no lo consiguió.

—No aún no lo es, ¿cómo te atreviste a rechazar a mi hijo? ¿acaso sabes todo por lo que él tuvo que pasar por tu culpa y la de tu familia? —increpó dejando salir todo el resentimiento y rencor que sentía en ese momento.

Contó su historia y, es que mientras mis padres se casaban y se convertían en los líderes de la manada. Ella fue expulsada, vivió desterrada en la tierra sin una sola persona en la que pudiera confiar. En la superficie las reglas eran distintas a las que había del océano, sino encontraba un empleo no comía y no tenía ropa para vestir, fue duro para ella tener que adaptarse a las costumbres humanas. Por suerte encontró a un humano que la ayudó, ese fue el padre de Dylan. Era un pescador, hijo de los dueños de una pequeña tienda comercial en el puerto.

Por algunos años Layna vivió feliz y pensó en olvidarse de la venganza, con el tiempo supo que Elena tuvo dos hijas, casi al mismo tiempo en el que ella misma se convirtió en madre, era muy feliz por tener a Dylan y llegó a imaginar que no necesitaría nada más en el mundo; hasta que un día el padre de Dylan desapareció.
Fue en una tarde nublada, todo parecía muy calmado y el padre de Dylan salió a pescar, como siempre llevándose su bote del puerto. Todo parecía ser normal, pero una gran tormenta se desató minutos más tarde, ningún pescador que salió junto a él antes de la tormenta regreso. Layna saltó al agua, rompiendo las reglas del destierro para buscarlo, pero lo único que encontró fue su embarcación hecha pedazos y un trozo de tela de la playera que usaba.

Layna levantó su brazo derecho para mostrarme la improvisa pulsera de tela que traía consigo y el dolor en su mirada me reveló que sus sentimientos eran genuinos.

—Tus padres tuvieron la culpa de lo sucedió aquel día. Se suponía que tus padres eran los líderes de la manada, ellos debían encargarse de controlar el clima y de ver que la tormenta no llegará a las zonas de pesca —reclamó siendo contenida por su hijo, ya que su rabia y dolor era demasiado para que pudiera controlarse por si sola.

Mis pensamientos estaban dispersos y sin embargo, comprendía perfectamente el odio que Layna decía sentir por mi familia. Recordaba perfectamente el día de la tormenta, pues fue el mismo día en el conocí por primera vez al humano, que salvó mi vida.

—Es suficiente—intervino Alvira tomando la palabra—. Creo que la pequeña sirena esta lista para tomar una decisión—agregó esperando que le dijera donde se encontraba el tridente.

Continuará…

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