Aliados de Guerra 2/3
Yagami.
Izzy esperó varios tonos antes de que contestaran del otro lado.
—Hola Mimi —saludó el pelirrojo y la voz chillona de la chica casi le rompe los tímpanos. —¿Tienes algo que hacer el sábado?
—¿Por qué? ¿Quieres invitarme a salir? —preguntó ella entusiasmada.
—En realidad saldrás con Tai.
—¿Con Tai?, ¿Matt saldrá de gira?
—¡Eh! No, no que yo sepa, pero ¿por qué preguntas?
—Pues porque Tai y Matt siempre van juntos a todas partes.
—Pues eso cambió —y su tono salió con enfado demasiado marcado.
—¿Qué sucedió?
—En realidad no lo sé. Kari me llamó ayer muy noche para pedirme que asistiera a Tai con sus clases de aritmética, cuando pregunté por Matt ella simplemente evadió el tema, pero se notaba muy enojada.
—¡¿Kari enojada con Matt?!
—Sí, yo tampoco lograba vislumbrar el panorama, pero hoy cuando me reuní con Tai, él estaba, bueno la palabra sería devastado. No quise preguntarle porque estaba muy triste y para colmo este fin de semana tiene que ir a comprar un equipo de química para las prácticas de campo...
—Y tenía que ir con Matt —dedujo Mimi acertadamente.
—Sí, cuando le pregunté me dio la impresión de que pensaba ir solo, tu sabes cómo es Tai de despistado, igual pierde el dinero o le dan gato por liebre, yo no puedo acompañarlo y...
—Y te acordaste de mí.
—¿Estuvo mal?
—¡NO! yo estoy más que contenta de ayudar, y no te preocupes no dejaré que le llamen la atención por un trabajo mal hecho, voy a buscar bien ese equipo, me voy a esforzar más que en mi guardarropa.
—Y eso es decir mucho. Bien entonces te lo dejo. Muchas gracias Mimi.
—Oye no hay nada que agradecer, también es mi amigo.
La comunicación se cortó.
Mimi miró su teléfono y dio un suspiro, ¿Qué podría haber hecho Yamato para alejar a Tai? Y ¿por qué Tai estaba tan triste?
—Triste —susurró mirando el techo de su cuarto, nunca había visto triste a Tai, quizá cuando se enteró que su hermana era una digidestinada y del peligro que corría, pero hasta en ese entonces se mostró más preocupado que triste.
—Triste, yo voy a hacer que sonrías Tai, yo te devolveré ese brillo tan cálido como el sol de tu emblema — Se prometió a ella misma. —Después de todo te debo una, héroe.
Ese día de años atrás lo recordaba con cariño a pesar de haber sido uno tan doloroso, aun podía sentir el viento frio en sus mejillas mojadas de lágrimas, sus pies se balanceaban de adelante hacia atrás en aquella banca solitaria del parque cercano a su domicilio. ¿Cuánto llevaba ahí? No lo sabía, el cielo nublado pronosticaba lluvia y ni aun eso le hizo moverse de aquel sitio.
En su pecho se estrujó su corazón y el llanto se reanudó con mayor fuerza, estaba sola, ¿en dónde estaban tantos amigos que decían apreciarla? Dio una patada frustrada contra el suelo y volvió a llorar. El cuerpo le temblaba y los dientes le castañeaban.
Un delicioso aroma le inundó las narices.
—Chocolate —dijo mirando la bufanda que acababa de ser colocada alrededor de su cuello y la única persona con ese aroma tan característico era. —Tai.
El nombrado la miró serio y con algo de timidez tomó asiento en la misma banca dejando de lado la caja que traía consigo.
—Hace mucho frio —dijo él mirando al frente. Ella asintió acomodando mejor la bufanda a su alrededor. —Y bueno si te quedas mucho tiempo aquí mañana te encontrarán toda tiesa con el rostro... así.
Mimi viró para mirar a que se refería, Taichi abría sus fosas nasales con dos dedos y su boca abierta dejaba salir algo de baba. Mimi gritó antes de colocarle una buena cachetada y derribarlo de la banca.
—Oye eso dolió —se quejó mientras se ponía de pie
Ella soltó una sonora carcajada y siguió riendo cada que recordaba el incidente, si no paraba le dolería el estómago.
Taichi la miró y espero paciente, cuando ella por fin se tranquilizó simplemente se puso de pie. —Es mejor así. Una sonrisa hace a una chica un más bonita.
Ella enrojeció.
—Y bien ¿por qué llorabas? —Mimi, ya lo había olvidado, ¿Por qué tenía que recordárselo? —Mimi.
—Me voy a E. U. —comunicó sin más.
—¿Y?
—¿Te parece poco? No volveré a verlos y...
—¿Eres tonta o qué?
Ella le propinó un coscorrón, y ese desahogo se sintió tan bien que deseó probar a ver si con otros más se descargaba del todo su malestar.
—Para, para, está bien, no soy bueno hablando con tacto. Mira, es bueno saber que te vas...
—¿Cómo? —preguntó dolida, ¿acaso no la extrañarían?
—No sabes la envidia que me das, conocerás otros lugares, verás el mundo a través de otra cultura y por sobre todo harás nuevos amigos. No creo que eso sea malo, está bien, ya no estaremos tan juntos como antes pero... —Se colocó en pie e hizo una reverencia. —Princesa Mimi, jamás de los jamases perderá lo que aquí ya posee, una eterna y sincera amistad.
Ella sonrió, limpió una nueva lágrima antes de agregar con voz titubeante. —Y bueno, Michael...
La puerta del departamento de los Tachikawa se abrió de golpe, Michael se colocó en pie tan rápido como pudo esperando que fuera Mimi, después de su discusión la vio salir sin lograr detenerla y era hora en que no volvía, el reloj marcaba casi las nueve de la noche y él estaba preocupado.
Tai entro hecho un bólido a la casa y sin más soltó su puño contra el rostro del norteamericano. —Eso es por hacerla llorar. —dijo sin remordimiento.
Mimi entró en el segundo exacto para admirar el impacto.
—Taichi-san —mencionó Michael sin creerse del todo que le hubiera golpeado. —Mimi —llamó aliviado al verla aparecer, se colocó en pie e intento llegar a ella.
Otro puñetazo lo regresó a su lugar en el suelo.
—Eso es por ser poco hombre —insultó Tai.
Michael lo miró furioso, ¿Cómo se atrevía a golpearlo y a insultarlo sin saber la situación real?
—No es de un caballero esperar en casa para ver si acaso la chica aparece, tu deberías estar ahí afuera buscándola así la vida te fuera en ello grandísimo idiota.
Y Michael se quedó mudo, tenía razón, mucha razón. Tai dio medía vuelta para caminar hacia Mimi y soltarle un pequeño golpe con el dedo en la nariz
—Y tú no llores por quien no vale la pena, se arruinará tu bonito rostro, eso es lo que siempre le digo a Kari. Ahora sí. Ya puedes comenzar a explicarte Michael, yo me voy, pero pobre de ti si me entero que le hiciste daño otra vez —sentenció dirigiéndose a la puerta.
—Tai. —Mimi lo abrazó pensando que así se sentía tener un hermano mayor, no uno cualquiera, sino al mejor. —Gracias.
—No hay de que, para eso estamos los amigos.
—¡Con que aquí estabas! —Los tres presentes miraron al rubio que gritaba y jadeaba desde la puerta.
—¡Matt!
—Eres un maldito desconsiderado, me has metido un buen susto. Llevaba media hora esperándote, luego pensé en buscarte, imagínate lo que pasó por mi cabeza cuando encontré ESTO abandonado en el parque, pedazo de animal. —Matt lanzó a las manos de Tai la caja que había olvidado por las prisas en la banca. —Pensé que... creí que... —Dijo zarandeándolo de los hombros. —¡Ah! Eres un descerebrado y un inconsciente. Mira la hora, vámonos o llegaremos cuando todo se haya terminado.
—Lo siento Matt. —Se disculpó Tai y Mimi sentía que debía abogar por él, porque en primer lugar se había olvidado de todo por ella. Tai la miró y le sonrió como diciendo "Tranquila no pasa nada" antes de recibir un jalón de orejas y ser arrastrado a la puerta. Salieron de ahí, Tai disculpándose y Matt echando pestes.
Nunca, jamás lo admitiría, pero Tai en algún tiempo también fue su ídolo, el héroe deslumbrante que Hikari proclama a los cuatro vientos era su hermano mayor, aun ahora no lo dudaba, Tai era como pocos hombres, quizá único.
—Y ahora el héroe necesita ser rescatado —se dijo Mimi sin percatarse como poco a poco su gesto se endurecía. —Pues adivina que Tai aquí está la princesa llorona lista para abogar por ti príncipe azul.
Continuara...
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