Heraldo
16 de Julio del 2016.
Ahn se retorció los dedos, mirando su atuendo. Quizás era demasiado simple, o demasiado formal. «Nadie más que yo se pregunta si algo es demasiado formal en una compañía de negocios», pensó, aunque eso no la tranquilizó ni un poco. Con los dedos torpes, tomó el pomo y lo giró, dejando a la vista una sala donde sólo había dos personas. Tres si la contaban a ella.
—Oh, Ahn Banshee, qué bueno verte por aquí. —La dueña de la voz melosa se puso de pie, dejando a la vista su traje hecho por piezas que iban de un azul oscuro a un negro profundo. A su lado, sentado con los ojos fijos en los papeles que tenía enfrente, había un hombre cuya piel tenía un ligero tono rojizo. Incluso desde donde estaba podía ver los ojos de un color extraño que lo delataban. Ahn regresó la vista al frente, sintiendo que los nervios empezaban a jugarle en contra al darse cuenta de que se encontraba incapaz de mantener sus nuevos tacones libres de niebla.
Retorció sus dedos mientras avanzaba hacia ellos y tomaba asiento frente al demonio, quien le dedicó un escueto saludo con la cabeza antes de volver a mirar con gran interés a las hojas que tenía en frente.
—Me ha dicho la superior de tu departamento que eres una de las mejores videntes —empezó a decir la Jefa, ojeando los papeles que parecían pertenecer a su currículum. Ahn no dudó en asentir, aferrándose a la silla ante cada movimiento, por mínimo que fuera, de la cabeza de la Compañía—. Bien, me gustaría saber más sobre ello.
Ahn se relamió los labios, tragó saliva y apretó con fuerza sus manos, intentando que se quedaran quietas. Tomó aire al sentir que su pecho se atoró.
—Eh... y-yo... no, no sé cómo quiere que le muestre —tartamudeó Ahn, mirando de reojo a ambos. Sintió que sus mejillas ardían y fijó sus ojos en la mesa frente a ella.
—Dime qué ves en esta mujer.
Ahn miró la foto que la marid le pasaba. Era una mujer de rostro redondeado, ojos de un verde intenso, cabello castaño con ondas y se podían ver unos tatuajes que se asomaban por el escote abierto de la remera. Abrió la boca para decir que no veía nada, pero se cortó al instante.
Sí...
Sus dedos rozaron la imagen y lo comprendió. Vio cómo las víboras de sus brazos cobraban vida, enroscándose sobre ellas mismas antes de entrar en una niña de espaldas. De las serpientes salió una culebra que bajaba desde la oreja hasta la mano de la pequeña. El frío de la muerte y el dedo helado del miedo se contrarrestaban con el calor de la esperanza.
—El mundo está por ver el nacimiento de una leyenda —se encontró murmurando. Apartó la mano de inmediato, sintiendo un terror visceral—. Una leyenda que despertará a varias criaturas que dormitan en las cavernas más profundas.
Levantó la mirada. El demonio la observaba con los ojos desorbitados y la marid tenía sus labios presionados. Por un momento, un espantoso momento, se sintió como en sus tantas reuniones con las Ancianas de su clan.
—Ahn... ¿Cuántas visiones no se han realizado? De las que viste alguna vez.
La pregunta sonaba como un anuncio de tormenta. Una amenaza silenciosa, un llamado a elegir las palabras con cuidado. Volvió a relamerse los labios, considerando las opciones. Quería decir lo opuesto a lo que pasaba por su cabeza, lo contrario a las palabras que estaban a punto de saltar de la punta de su lengua.
¿Qué pasaría si callaba? ¿Qué diría la Gran Banshee de saberlo?
Miró al frente, encontrándose con otro escenario.
Una serpiente blanca salía del suelo, devorando a una araña negra con total facilidad. Sintió la tormenta y luego la calma. Escuchó las cadenas que caían con un tintineo contra la roca. Oyó el clamor de los truenos antes de que las aguas se agitaran. Surcó los cielos, reptó por la tierra, bailó bajo las olas y estiró sus ardientes alas.
—Lo que tiene que ocurrir, ocurrirá, aunque lo impidan. Si no es mañana, será la semana que viene. Las tierras buscan volver a ser una, regresar a su totalidad... —Por fin, pudo enfrentar al genio ante ella—. La muerte siempre acecha, y siempre recibe con alegría a quienes han cumplido con su tarea.
Sólo el demonio sonrió.
—No sé tú, Maya, pero esto suena a lo que estábamos esperando. —Miró a Ahn y, por primera vez, se sintió como lo que realmente era: una mensajera del Otro Lado.
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