Capítulo 7: Confianza

Recién terminaba de leer una carta de Ash que hablaba sobre su entrenamiento con Rengoku. Por lo visto estaba aprendiendo mucho, a pesar de lo complicado que era seguirle el paso al talentoso Pilar de la Flama, pero según mi hermano se llevaban muy bien y eran amigos.

Amigos... Ahora que lo pienso, ¿podría considerarme amiga de Tomioka-san?

Anteriormente mencioné que Tomioka y yo nos habíamos vuelto más cercanos pasado medio año de entrenamiento, pero, ¿realmente era así?

Si bien ambos vivíamos juntos y nos habíamos vuelto inevitablemente cercanos debido a eso, no existía realmente una confianza entre nosotros. Si conocía a Giyuu de pies a cabeza era porque me tomaba mi tiempo para observarlo, y ya de tanto convivir se habían grabado en mi mente sus costumbres y gustos.

Pero eso no quitaba el hecho de que él podría no haber hecho lo mismo y que en realidad yo no fuese para él más que una alumna, o peor, un estorbo.

-¡Tomioka-san! ¡Mira, mira! ¡Ya no sangro cuando uso la primera postura!

-Bien, ahora intenta hacer decentemente las otras cincuenta y da veinte vueltas a la finca sin parar.

Mi entrenamiento con Tomioka era extremadamente difícil, pero el simple hecho de que finalmente cumpliría mi antiguo sueño de ser pilar me reconfortaba y me hacía darlo todo en cada entrenamiento.

Porque, ¿qué fan de Kimetsu No Yaiba no habrá soñado al menos una vez con ser un pilar? Y lo mismo aplicaba para los fans de otros animes. Los fans de Naruto, por ejemplo, quieren ser hokages. Y los de Boku No Hero Academia quieren ser héroes. Aunque ahora que lo menciono... el fandom de Tokyo Revengers la tiene mucho más fácil que nosotros.

Al terminar mi entrenamiento diario -del que por pura suerte no salí inválida y con veinte huesos rotos- eran ya las seis de la tarde. Una vez duchada y arreglada decentemente bajé al jardín trasero a relajarme un poco.

La finca Tomioka estaba constituida por una entrada o portón -casi como el de la Finca Mariposa- que conducía directamente a la casa de Tomioka. Su finca era idéntica a la que se mostró en el anime; minimalista, de pocos muebles. No obstante, llegué a encontrar en ella parajes que ni Koyoharu Gotouge ni los animadores de Ufotable mostraron ni en el manga ni en el anime.

Uno de esos parajes -y el que más yo solía frecuentar- era el jardín trasero. Este se encontraba detrás de la casa, oculto de las miradas de los indiscretos, y en él destacaba, entre la linda y sencilla vegetación, una cascada. Sí, una cascada, no lo leíste mal.

La cascada alimentaba un río caudaloso que parecía no tener fin; brindaba un ambiente relajante y poseía un encanto que le daba un toque mágico a la finca de mi maestro. Además, era gracias a ella que el patio trasero fuera mi lugar predilecto para entrenar. Esto se debía a que, al estar cerca de ella, se respiraba con más facilidad.

Me senté en el césped, frente a la cascada, y mi mente comenzó a divagar. Volví a recordar cuando llegué a Kimetsu No Yaiba por primera vez junto a Ash, el infierno que fue el entrenamiento que nos dio Sanae-sensei y lo bien que me iba gracias a ello. Recordaba hecho tras hecho, pero...

-¿En qué piensas?

Me sobresalté al escuchar la voz de Tomioka, que se había sentado a mi lado. Aun habiendo sido entrenada para detectar hasta el más mínimo ruido, no pude percibir el suyo.

Ni siquiera escuché el ruido del césped al ser pisado. ¿Este es el poder de un pilar?

-Sólo recordaba cosas -respondí, con la mirada perdida en el agua que caía por la cascada y se mezclaba con el río.

-Ya veo.

Nos quedamos en silencio por un rato. Pero, al término, fui yo quien rompió el silencio.

-Tomioka-san -hablé, y recibí un sonidito por respuesta para que continuara-. ¿Alguna vez te has arrepentido de algo?

Tomioka se quedó en silencio, como pensando en qué responderme. No supe qué expresión había colocado en su rostro, porque aún no tenía el coraje de posar mi mirada en la suya.

-Me arrepiento de tantas cosas que a veces es difícil seguir viviendo. -Mi corazón se estrujó al escuchar aquellas palabras, mas, al mismo tiempo, la cascada comenzaba a generar un efecto de calma en mí-. Tú... ¿Conoces mi pasado, no es así? -preguntó en un susurro, y me lo imaginé diciendo eso con la cabeza gacha.

-Te mentiría si te dijera que no, pero te diría la verdad si te dijera que quiero escucharlo de ti -contesté, y sonriendo levemente me volví para mirarlo, sentado a mi derecha-: No tienes que decírmelo, pero si tu temor es que te juzgue, entonces puedes confiarme sin miedo todo lo que has estado guardando dentro de ti.

Giyuu abrió los ojos sorprendido y desvió la vista hacia la cascada. Se tomó su tiempo, pero respondió:

-A mi familia la devoró un demonio. Mi hermana estaba a punto de casarse, y aún así decidió esconderme de los demonios y protegerme.

Se quedó en silencio por unos segundos.

-Después de escapar con vida, me encontré con un cultivador llamado Urokodaki Sakonji -continuó-. Él me enseñó todo lo que sé. Fue gracias a él que aprendí a defenderme y a utilizar la Respiración del Agua. Conmigo entrenaba otro huérfano de mi edad: Sabito. Él fue mi mejor y único amigo. -Hizo otra pausa y me miró. Pude vislumbrar el vacío en su mirada-. Fuimos a la selección final. Yo no era capaz de matar a un sólo demonio, así que él me protegía a mí y a los demás. Entonces llegó un demonio... Y él...

Su voz fue apagándose poco a poco y sus ojos se fueron cristalizando, sin llegar a llorar, como si quisiera hacerlo pero no pudiera permitírselo a sí mismo. Su respiración se entrecortó y su cabello cubrió su rostro, como si estuviera frustrado y no quisiera demostrarlo.

Esa imagen de Giyuu queriendo ser fuerte para mí... me partió el corazón.

-Tomioka...

-Ignora todo lo que te dije. No hay nada que puedas hacer -susurró rápidamente y se secó los ojos con la mano, se puso de pie y caminó en dirección contraria para irse.

Pero yo no lo dejé. Apresé sus hombros rodeándolos con mis brazos y, de espaldas él, lo abracé.

-Giyuu -lo llamé con suavidad-, sé que te duele. Te duele que las personas que tanto te importaban se hayan sacrificado por ti. Te duele haber sobrevivido y ellos no. Los extrañas... ¿verdad? Crees... crees que él habría sido mejor pilar del agua que tú, si hubieras muerto en su lugar. -añadí, con la voz rota, y mis ojos se fueron cristalizando poco a poco-: Te sientes solo, ¿verdad?

Giyuu se quedó inmóvil. Su cuerpo comenzaba a temblar.

-No sabes... No tienes idea de cuánto me duele verte así, queriendo parecer fuerte e imperturbable cuando en realidad sólo quieres llorar y alejarte de todos -murmuré, recostando delicadamente mi cabeza en su espalda. Las lágrimas no tardaron en deslizarse por mis mejillas-. Si quieres llorar, hazlo ahora. No conseguirás nada reprimiéndote a ti mismo.

Y Giyuu sollozó.

Llevé a ciegas mi mano hasta su mejilla y sequé a tiempo una lágrima que caía por ella. La acaricié delicadamente, como si fuera tan frágil como un cristal, y lentamente lo obligué a voltear a verme. Era como un niño pequeño; un niño pequeño que sufría mucho y se veía obligado a dejar de expresarse frente a los demás.

Pero no me dejó verlo así por mucho tiempo, porque me atrajo hacia él rápidamente y me abrazó, escondiendo su rostro en mi hombro. Podía sentir sus lágrimas mojando mi cuello y deslizarse lentas por mi piel.

Giyuu lloró en mis brazos por mucho tiempo; tanto que anocheció y ni cuenta nos dimos. No me importaba quedarme quieta y de pie aunque pasaran los días y las noches, porque, a fin de cuentas, Giyuu no era el único que descargaba su dolor.

Finalmente, cuando ya su cuerpo no le permitía seguir llorando, Giyuu se separó de mí. Sus ojos, un tanto rojos de tanto derramar lágrimas, me miraron expectantes. ¿Estaría pensando en cuál sería mi reacción? Eso no me importó en su momento, pues sólo sequé las últimas lágrimas que quedaban en sus mejillas con toda la sutileza que pudo brindarle mi tacto, y le sonreí con toda la amabilidad que pudo emerger de mi alma.

No dije otra palabra y él tampoco. No hacía falta.

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