Capítulo 20: Una nueva pilar
Abrí un poco los ojos y ahogué un bostezo. Acababa de despertar y sentía que no estaba en donde debería. Me senté en el que según yo era mi futón, y bostecé. Sentí mi cuerpo frío en cuanto me quité la frazada de encima, así que, extrañada, miré hacia abajo.
¿Eh? ¿Dónde está mi ropa?
Qué extraño, yo nunca dormía desnuda. Entonces a mi mente llegaron las imágenes de la noche pasada, todas y cada una de las cosas que habían ocurrido en ese futón.
—Santo Itachi... —murmuré y, al colocar las manos en mis mejillas, las sentí cálidas.
Eché un vistazo a mi alrededor. Nunca antes había estado en el cuarto de Giyuu, aunque sí había visto un poco de él en el anime. Era bastante minimalista, tenía tan solo un escritorio con varios cajones y una papelera, además de su cama.
Pero Giyuu no estaba en esa habitación.
Hice el intento de ponerme en pie, pero mis piernas temblaron al tocar el suelo y una punzada me atacó la pelvis. Me senté de nuevo en el futón.
El diablo loco, creí que el dolor para levantarse era solo un mito.
Divisé mi ropa, dispersa en el suelo, y gateé hasta recogerla toda. Empecé colocándome la ropa interior mientras pensaba en él.
Hmm, me habría gustado despertar con Giyuu a mi lado. De seguro ya se fue a una misión.
Me puse mis shorts. Observando mi cuerpo, noté pequeños moretones en mi cuello y un poco más abajo. No pude evitar sonreír con un ligero sonrojo en los cachetes.
—Ay, y yo que creía que él no sabía de esas cosas —murmuré, terminando de ponerme la blusa—. De inocente no tiene nada.
De la nada escuché el ruido de la puerta shōji al abrirse y solté un «¡Ah!» de la impresión. Al ver de quién se trataba, suspiré, pero pronto me crucé de brazos y miré a otro lado:
—¿Por qué estás aquí?
Giyuu seguramente puso cara de póker.
—Porque es... ¿mi habitación? —contestó, y me palmeé la cara.
Pendeja tenía que ser.
—O-Obviamente, pero pensé que te habías ido a alguna misión o algo...
Giyuu se quedó callado y caminó hacia mí. Como sus pasos eran silenciosos, no advertí que lo hacía. Se sentó a mi lado en el futón, tomó mi mentón y me obligó a mirarlo.
Su cabello estaba suelto, y sus labios entreabiertos se me hacían tan apetecibles como siempre. El yukata que traía puesto dejaba a la vista parte de su pecho, y tenía un adorable semblante somnoliento. Pero algo a lo que aún no me acostumbraba era ese nuevo brillo que, casi igual que años atrás, daba el toque final a aquellos ojos del color del océano.
Pero él parecía entristecido por mi hostilidad.
—¿Hice algo malo? —preguntó, alarmándome.
No, eso nunca.
Llevé mi mano a su rostro y coloqué un mechón de su pelo negro detrás de su oreja.
—No, de eso nada —aclaré con la expresión suavizada, acariciando su mejilla con mi dedo—. Solo... quería despertar contigo a mi lado. No es algo que podamos hacer todas las mañanas, ¿verdad? Por nuestro trabajo como pilares.
Giyuu entreabrió la boca al oír mis palabras. Tomó mi mano que acariciaba su mejilla y besó su dorso, haciéndome sonreír. Entonces desvió la vista y se quedó contemplando un punto fijo, como si se estuviese preparando para para decir algo. Cerró los ojos con calma.
—Si eso es lo que te molestó, entonces podemos tener más noches como la de ayer. —(¡¿EH?!)—. Incluso si tiene que ser por el día, no me importa. —Al abrir un ojo y ver mi estupefacción, se apresuró a añadir algo más—: Vas a tener oportunidades de sobra para despertar conmigo.
Debo admitir que sus palabras me habían tomado por sorpresa, pero pronto relajé el rostro y solté un suspiro.
—Es... Está bien —respondí e incliné mi cabeza hacia su hombro, recostándola de lado en él. Giyuu se mantuvo inmóvil por unos segundos, pero pronto rodeó mis hombros con su brazo y me atrajo más hacia él—. Mmm... Del uno al diez, ¿qué tan espantosa luzco dormida?
Aquello lo hizo reír. Dios, nunca había escuchado una risa tan linda como la de él. Solo había salido de su boca unas cuantas veces, pero cada vez se me hacía más suave y genuina la risa.
—¿No puede haber un cero? —me preguntó, observándome de reojo con una ceja alzada.
—¡Claro que lo puede haber! —canturreé, alzando los brazos hacia él para abrazarlo por la cintura—. Aunque lo veo muy poco probable, ah.
Giyuu besó mi coronilla.
—¿Por qué crees que no te desperté?
Lo pensé seriamente por unos segundos.
—¿Porque duermo horrible y no querías ni verme?
Puso cara de póker.
—No, no es por eso. —Amé ver cómo se lo tomaba en serio—. Te ves perfecta durmiendo, eso quise decir. No quería despertarte.
Sonreí con ternura. ¿Cómo un hombre podía ser tan frío y tan cálido al mismo tiempo? Le di un beso en la mejilla.
—Te amo —le confesé, y eran aquellas dos palabras que planeaba repetirle incansablemente; para que no las olvidase nunca.
Mi Giyuu sonrió de nuevo, con ese brillo novísimo alumbrando sus ojos oceánicos.
—Yo también —murmuró, pegándome más a él.
Ojalá estos momentos durasen para siempre.
Caminaba apresurada por el jardín de la sede de los cazadores de demonios. Mis tacones rojos golpeaban las piedrecitas grises con impaciencia, el patrón —o como él me pidió que lo llamara, mi padre— nos había convocado a los pilares a asistir rápidamente a una reunión improvisada.
Me había preocupado tanto aquel término que ni siquiera me molesté en cambiar por mi uniforme el vestido carmesí escotado que había escogido para la misión de la que venía. Estaba acompañado por unos pendientes y un collar de rubíes que daban un toque de elegancia a mi apariencia intencionalmente occidental. Mi largo cabello castaño yacía recogido en un elegante moño, dejando salir solamente unos pocos mechones rebeldes.
Odiaba tener que ser vista así, pero mi padre no podía esperar y yo tampoco. Una vez llegué al punto de encuentro de la reunión, hallé a mis diez compañeros pilares a la espera de la llegada de nuestro jefe.
La primera en notar mi presencia fue mi querida Mitsuri.
—¡_____! —Se acercó a mí boquiabierta, llamando la atención de los demás—. ¡Qué linda! ¿Ese vestido es occidental? ¡Es hermoso! ¡Tú eres hermosa!
—¡Mitsuriiii! —Fui a saludarla con un fuerte abrazo, mas no le besé la mejilla porque no quería mancharla de rojo—. Gracias, preciosa. Tú te ves tan guapa como siempre, ¿ese es un perfume nuevo?
Los demás pilares nos contemplaban en silencio, algunos más impactados que otros. Empecemos por Iguro.
Él me miraba con el ceño fruncido, aunque no se veía tan enojado como creí que estaría.
¿Mitsuri le habrá hablado de mí? Si es así, tal vez no me odie tanto. Me gustaría ser su amiga; es un personaje al que le tengo mucho cariño.
Gyōmei... Bueno, está ciego, así que obviamente no pudo notar diferencia alguna.
Me gustaría visitarlo un día de estos y hacer su entrenamiento extremo. Me interesa la técnica con la que empuja las rocas, y así tal vez vea a Genya.
Y ahora que hablamos de un Shinazugawa, Sanemi tenía cara de querer matarme ahí mismo.
Me pregunto si después de la batalla en la Fortaleza Infinita querrá ser mi amigo. ¡Oh, cierto! Le encantan los ohagis, probaré haciendo unos para él.
A Tokito, por otro lado, le dio reverendamente igual. Simplemente se mantuvo inmerso en sus pensamientos acerca de nubes que parecían pájaros. ¿O cómo era?
Si logro ir a la aldea de los herreros cuando él vaya, me gustaría ser su amiga al igual que Tanjiro. Siempre me he preguntado cómo será tener un hermano menor.
Kyōjurō no reaccionaba. Sus ojos se habían abierto un poco, y se habían clavado en mí. Sus mejillas sonrojadas me recordaron a Senjuro, lo cual me hizo querer sonreírle. Al percibir mi mirada atenta, dejó de lucir apenado y me devolvió la sonrisa con su típica energía positiva.
Es que míralo, es un ser de luz. Que por cierto, aún tengo una plática pendiente con él. Debo agradecerle por haberme hecho desistir en matar a Akaza... pero no sé si sea capaz de explicarle esa respiración que saqué de la nada. Quiero decir, ni siquiera yo sé qué hice en ese momento. ¿Habré sacado la marca?
Uzui me miraba de arriba a abajo sin pena alguna, reparando varias veces en la piel desnuda que dejaba ver mi escote. Murmuraba algunas cosas mientras se acariciaba el mentón, como pensando.
Tengen siempre me ha caído bien, pero yo mataría a Giyuu si mira así a otra mujer mientras está conmigo.
Ash tenía cara de querer arrancarle los ojos a todo el que los tuviera y me estuviera mirando a mí.
Mi hermano como siempre protegiéndome. Desde niños ha sido así; chico que me ve, chico que él espanta.
Shinobu me saludó con la mano al notar mi mirada, y yo le devolví el saludo con emoción.
¡Qué linda es! Ash se sacó la lotería con ella. Recuerdo que me dijo que tendría que ver más a fondo lo de la respiración de la glicina blanca conmigo. Sería un buen comienzo para al fin descubrir cómo utilizarla cada vez que lo desee.
La reacción de Giyuu se me hizo muy graciosa. Le había sorprendido verme con aquellas ropas —y no lo culpo—, pero me dio mucha gracia que, después de haberle clavado la mirada a mi escote, girara la cabeza de forma tal que no se le viera el rostro.
Seguro que está sonrojado, ¡a mí no me engaña!
Llevábamos una semana sin vernos. Sí, lo estás leyendo bien, una semana. El mismo día que desperté en su habitación, recibí por medio de Fulgencio de los Rosales Martínez una misión muy importante que padre había decidido encomendarme exclusivamente a mí.
Debía hacerme pasar por una dama occidental —lo cual ya era, pero no podía revelar mi verdadera identidad— e infiltrarme en varias fiestas de adinerados en Tokio. El objetivo era investigar las desapariciones de mujeres jóvenes que ocurrían en las fiestas cada noche celebradas y, de haber sido causadas por un demonio, exterminarlo. ¿Y qué mejor modo de atrapar al depredador que siendo la mismísima presa?
El demonio resultó ser muy débil, por lo que pude eliminarlo sin percance alguno. Lo que en realidad me hizo tardar fue el viaje a Tokio; la compra del disfraz; los trámites para entrar a la fiesta y, por supuesto, el trabajo que me costó encontrar al culpable. Tras salir victoriosa de una misión cumplida, Fulgencio de los Rosales Martínez voló hacia mí para avisarme de la reunión. Como iban a ser varias horas de viaje y el patrón no podía esperar (¿Quién sabe qué podría haber pasado?), con el mismo disfraz y mi katana bien escondida, partí hasta la sede.
Todo eso se lo tuve que explicar a Salami, digo, Sanemi, para que no me matara —excepto lo de que desperté en la habitación de Giyuu, claro está, eso no se lo iba a decir ni aunque me hubiese fumado diez porros de glicinas—. El albino no terminó totalmente convencido, pero por lo menos dejó de gritarme como loco.
Reparé de nuevo en Giyuu, que estaba apartado de los demás. Su expresión había vuelto a la misma estoicidad de siempre y, aun así, me fue fácil advertir el casi inexistente carmín que coloreaba sus mejillas. Entonces me atrapó admirando su silueta y me contempló por unos segundos antes de apartar la vista de mí. Aquello solo logró encender en mí la chispa de la diversión, por lo que aproveché la oportunidad que se me presentaba y me acerqué a él por detrás.
—¿Qué tanto me veías, eh?
Giyuu no se sobresaltó al escuchar mi voz, ya que estaba perfectamente entrenado para detectar cualquier presencia. Mas, conociéndolo, sabía que lo que realmente lo sacó de su zona de confort fue sentir mi aliento cerca de su nuca. Giró un poco su cabeza para mirarme de reojo, suspiró y se volteó.
—Podría hacerte la misma pregunta —respondió hábilmente. Me disponía a replicarle con mayor ingenio, pero me quedé viendo, confundida, que se quitaba el haori, me lo colocaba en los hombros y ocultaba así el revelador escote—. Que ni se te ocurra quitarte esto.
Los demás dejaron de conversar para observarnos en silencio, sorprendidos —como yo— por el amable gesto de Giyuu. Dejé salir un suspiro y, aceptando la derrota, me puse de puntillas y deposité un rápido beso en sus labios, tiñéndolos «accidentalmente» de rojo.
—Eres un amor, gracias —le dije con una sonrisa y con mi dedo limpié el color rojo que le había dejado, sin percibir las miradas ajenas. Él me sonrió de vuelta, se veían tan bonitos esos labios curvados hacia arriba, y me atrajo hacia él para abrazarme.
Un silencio sepulcral inundó el espacio abierto, y fue entonces que me di cuenta de que, si nadie estaba platicando, era porque nos estaban mirando a nosotros.
—Espera, espera, espera. —La voz de Tengen hizo tensar a Giyuu mientras me abrazaba. Ya sabía lo que nos venía arriba—. ¡¿Ustedes se acaban de besar?!
—¡Estoy igual de confundido! —Rengoku sonreía... pero torcidamente.
—A-Ah, ¿_____ no les contó? —tartamudeó Mitsuri, a lo que Uzui negó con la cabeza.
Iba a responder, pero mi querido hermano se me adelantó.
—Ya explico antes de que armen drama, Tomioka es mi cuñado —dijo con naturalidad—... desde hace un mes. Creo.
Yo diría que más... Ay no, no se me da eso de acordarme de fechas importantes. A ver, ¿cuándo fue que me hice su novia...?
Mientras yo divagaba, Uzui discutía épicamente con mi hermano acerca de la veracidad de lo que decía.
—A mí se me va a olvidar después de todas formas —dijo Tokito, lo cual me hizo sonreír en medio de mi ensimismamiento.
Me separé de Giyuu para observar a Kyōjurō. Se le veía... triste. No era normal que se mostrara así y, aunque tuviera la misma sonrisa de siempre, en sus ojos podía ver perfectamente una llama apagándose.
No pude evitar preocuparme.
¿Qué le habrá pasado? ¿Debería preguntarle qué le pasa...? No, mejor no. Será raro. Pensará que insinúo algo raro. Sí, solo... espero que esté bien.
—Cielos, ya paren ustedes dos —dijo Shinobu, mirando con reprobación a Ash y a Uzui—. Creo que ha sido bastante obvia su relación desde el día en que _____ se hizo pilar.
—¡Tienes razón, Shinobu-san! —coincidió Mitsuri con las mejillas rosadas y unos corazones flotando a su alrededor—. Desde ese día se le ha visto a Tomioka-san más expresivo. ¡Y sé que _____ es muy feliz junto a él!
—En verdad lo soy —admití, sonriente—. Aunque cuando me hice pilar no era su novia todavía. Fue esa misma noche... creo.
Giyuu asintió, dándome a entender que estaba en lo correcto.
—Por cierto, _____. —Ash me llamó—. Hay algo que tengo que decirte. Yo...
—Oyakata-sama ha llegado. —La voz de una de las hijas del patrón cortó las palabras de mi hermano.
Nos apresuramos a postrarnos ante él cuando llegó.
—Buenos días, mis niños —dijo con voz débil y, con la ayuda de sus hijas, se sentó frente a nosotros. Shinazugawa le devolvió el saludo y le deseó salud y prosperidad—. Muchas gracias, Sanemi. Antes de comenzar la reunión quisiera darles una buena noticia.
Suspiré con alivio al lado de Giyuu.
Menos mal que es algo bueno, ya me había asustado.
—Una nueva pilar se nos une.
Casi me ahogo con mi propia saliva. ¿Una nueva pilar? ¿Escuché bien? ¡En ningún momento del manga se unían pilares nuevos! Giyuu notó mi desconcierto y frunció el ceño.
—¿Qué ocurre? —murmuró. Me encogí de hombros; ni siquiera yo lo sabía. Miré a Ash, esperando ver desconcierto en su mirada, pero él...
¿Sonreía?
—Reciban a su nueva compañera —dijo Oyakata-sama, y una de sus hijas hizo una seña con la mano para que alguien pasara—, La Pilar del Rayo: Dakeshi Sanae.
La mandíbula casi se me cayó al piso al ver a mi sensei entrar por la puerta, vistiendo un uniforme de cazadora con botones dorados y utilizando un haori negro con pequeños rayitos amarillos sirviendo de patrón —probablemente usó la tela de su kimono—. Se detuvo al lado de Oyakata-sama e hizo una reverencia.
—¡¿Sensei?! —exclamé, sin poder creer que ella realmente estaba ahí. Sanae me miró con los ojos brillosos—. ¿Y el puesto de pilar de mi hermano...?
—Eso es... una larga historia —dijo ella con una gotita de sudor en la sien—. En resumen, Ash y Oyakata-sama insistieron mucho y no me pude negar —se encogió de hombros y, pidiendo permiso, vino a mi lado a postrarse frente a Oyakata-sama.
—A partir de hoy, Sanae tomará el lugar de Ash como pilar del rayo —dijo él—, y Ash pasará a ser el Pilar del Sol.
De nuevo, mi mandíbula casi se cae al piso.
—¿Pilar del Sol? —Miré a Ash en busca de una explicación. Los demás pilares también estaban sorprendidos, solo Shinobu parecía enterada de la situación.
—De eso te quería hablar —dijo Ash, con una sonrisa de oreja a oreja—. En el tiempo en que estuviste en tu misión, me crucé con Tanjiro y le pregunté si podía enseñarme las posturas de la hinokami kagura, que es otra forma de llamarle a la Respiración del Sol.
»Utilicé toda esa semana para perfeccionar las posturas junto con él. Una vez que las estrené en una misión y me sentí listo, decidí contactar a Sanae-sensei para no dejar vacía la vacante de pilar del rayo. Fue difícil, pero entre el cuervo de Oyakata-sama y yo logramos convencerla de venir.
Aquello era ciertamente mucho que procesar. Sanae sin duda merecía el título de pilar: era fuerte, talentosa y sabía liderar como nadie. Me impresionaba saber que Ash había logrado hacer la respiración de Tanjiro, pero ya le preguntaría más tarde los detalles.
Oyakata-sama avisó que se retiraría por un rato para arreglar algo acerca de la reunión, por lo que tendríamos que esperar otra vez. Shinazugawa se cruzó de brazos, parándose como todos, y bufó.
—Más y más pilares siguen uniéndose —dijo, llamando la atención de todos, en especial la de Sanae—. Más te vale no ser un estorbo para ninguno de nosotros, rubia.
Un tic en mi ojo izquierdo alertó a Giyuu, quien agarró mi mano y la apretó ligeramente, previendo que hiciera algo precipitado. Ash también pareció molesto, pero la voz trémula de Sanae se escuchó:
—Estoy aquí por obligación. Ash y el cuervo de Oyakata-sama me persuadieron después de mucha insistencia para unirme a ustedes.
Eso fue suficiente para que Shinazugawa, furioso, se acercara a ella y agarrara el cuello de su uniforme.
—¡Shinazugawa-san! —Intentó llamarlo un Rengoku alarmado, mas fue en vano.
Apreté la mano de Giyuu con fuerza, una vena se me iba marcando en la frente.
—Mocosa —escupió Sanemi—, ¿estás diciendo que no te importa tu puesto como pilar? ¿Que te da igual hacer bien o no tu trabajo?
Sanae lo miró impasible. Sus ojos, de un azul casi tan puro como el del cielo, penetraron en los violáceos de Sanemi con total calma. Podría jurar que, durante aquel breve silencio, Sanemi se sintió aunque sea un poco abrumado por lo intimidante y a la vez magnífica que era aquella mirada.
Jamás había visto este lado de ella. Es... fascinante.
—No hay verdad en lo que dices. —Los finos labios de Sanae se abrieron para dar paso a firmes palabras—: Desde el día en que perdí a mi hermano, juré consagrarme a mi deber como cazadora. Asumí su lugar en la casa a la vez que entrenaba incansablemente y me exigía a mí misma como él solía hacerlo, inclusive más. ¿En verdad crees que me quede algo en la vida que no sea la voluntad de proteger a los débiles?
Aquello volvió a sumir a Sanemi en el silencio. Sus ojos estaban muy abiertos, pero no por la ira, sino por otro sentimiento que rara vez se asomaba en su rostro.
Admiración.
Sanae colocó su mano en la muñeca de él y, sin dejar de mirarlo con calma, la fue apartando poco a poco de su cuello. Una vez se aseguró que Sanemi tuviera su mano en su propio costado, Sanae sonrió.
—Olvidemos esto, ¿sí? —inquirió, con voz y sonrisa cálidas, mientras contemplaba al albino. Volvía a ser la misma Sanae de siempre—. Yo soy Dakeshi Sanae, puedes llamarme por mi nombre con total confianza. ¿Cuál es tu nombre?
Sanemi parpadeó dos veces y, sintiéndose pequeño ante aquella mirada azul, respondió:
—Shinazugawa... Sanemi.
Sanae amplió la sonrisa, se alejó un paso e hizo una reverencia.
—Es un gusto conocerte, Sanemi-san —contestó la rubia, me miró de reojo y me sonrió. Asentí firmemente con la cabeza ante su mirada, orgullosa de las agallas de mi maestra. Mi gesto hizo que su sonrisa se ensanchara y que sus bellos ojos volvieran a conectarse con los del albino—. Y no te preocupes. No descansaré hasta cumplir al pie de la letra mi deber como pilar del rayo, de eso puedes estar seguro.
(La escena post-créditos comienza. _____, Giyuu, Sanae y Sanemi están en la típica sala donde se hacen las escenas post-créditos).
_____: Ah, extrañaba estas oportunidades para romper la cuarta pared.
Giyuu: (Observa a ____ con calma.) Creo que hoy no nos toca a nosotros hacer los Rumores Taisho.
Sanae: ¡Así es, chico emo que aún no conozco! —dice Sanae, sonriendo con entusiasmo—. ¡Hoy nos toca a nosotros! ¿Verdad, Sanemi-san?
Shinazugawa: ... Déjenme en paz.
Sanae: Sí, sí, yo también estoy muy emocionada. (Sanae no deja de sonreír). ¡Traemos dos chismes! (Se acerca a la cámara y coloca su mano cerca de su boca, como contando un secreto). Se rumorea que paolinis nos hizo otro fanart.
_____: (Con lagrimitas en los ojos y una sonrisa.) Me dibuja más linda de lo que soy...
Sanemi: Genial, otro rule 34. Y yo que tenía suficiente con los fanarts que me emparejan con Tomioka...
Giyuu: Ni lo menciones. (Suspira.)
Sanemi: Ya qué, no tengo toda la vida para esto. (Hace el mismo gesto de Sanae, acercándose a la cámara con aburrimiento.) Se rumorea que _____ de pequeña escribía fanfics de Lectora x Tomioka.
_____: ¿El piso está hecho de piso?
Giyuu: (Sonríe un poco.) ¿Así que escribías cosas sobre mí?
_____: Jajaja (Risa nerviosa.) ¿Quién lo diría? Nos estamos quedando sin tiempo. ¡Hasta la próxima!
Giyuu: Pero-
_____: HASTA LA PRÓXIMA DIJE.
(La escena post-créditos termina.)
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