Neko Kamisama

La chica que cambió de nombre y de mundo

Capítulo 1: Neko Kamisama

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El sonido del goteo era perceptible en toda esa oquedad que fungía como un receptáculo del vacío, sombras tan opresivas que negaban las formas e incluso el tiempo.

Todo ese ambiente primigenio fue roto con una explosión de luz y un grito agudo.

—¡Maestro! ¡¿De nuevo estuvo durmiendo en este lugar toda la noche?!

—¿Morgana? ¿Ya es de día? —dijo un hombre de cabello descuidado y blanquecino.

—Sí, ya lo es —dijo una jovencita, corrió las cortinas y abrió las ventanas para que el ambiente se airease.

El hombre dirigió su somnolienta mirada al candelabro y vio como de las velas no quedaba otra cosa que la cera que formaba lágrimas congeladas que se dirigían a la base metálica del receptáculo que las contenían.

—¡Mi experimento! —gritó y ordenó que Morgana le trajera cosas, sin embargo, ella solo puso mirada de enojo y se rascó la cabeza.

—No entiendo nada de lo que me dice, usted me pide que siempre le diga maestro, pero no me enseña nada de nada.

—¡La Alquimia no es cosa de mujeres!

—¡Entonces debió tener un chico como su ayudante! —exclamó Morgana y salió corriendo de la casa.

Pasó como dos horas caminando por la orilla del rio, se cansó y se recostó en una pendiente para observar el transito perezoso de las nubes. Su estómago rugió por el hambre.

«Sé que el tío no es malo, pero podría enseñarme algunas de las cosas de esa ciencia que llama Alquimia», pensó e hizo un puchero, cediendo ante el reclamo de su estómago. Levantó las piernas y luego se impulsó para levantarse.

Al acercarse a la casa, vio como las ventanas estallaron y salió humo por la chimenea.

—¡Tío, perdón, maestro! ¡¿Estás bien?! —quiso saber, una tos le indicó que el alquimista estaba con vida.

—¡Mira, Morgana! Este es el logro de toda una vida: la poción de crecimiento vegetal. Con esto las cosechas tendrán más de una siembra, seré el héroe del pueblo, del reino entero.

Siempre era lo mismo, le hubiera gustado irse de ese lugar, pero el hombre era la única familia que tenía y no tenía ganas de experimentar el tener que valerse por sí misma, al menos no por el momento.

Resultó que el trabajo del alquimista rindió frutos, por un glorioso año vivió en la capital y experimentó lo que era tener una vida acomodada. El problema llegó con la nueva temporada de siembra, los campos fértiles del reino se convirtieron en eriales.

Sin saberlo, la formula drenaba todos los nutrientes vitales del suelo para una próxima cosecha. Sin conocimientos en agricultura como la nutrición de los suelos, el cultivo rotativo y demás, la hambruna llegó a todas partes y con ello las revueltas internas y la guerra con otros países.

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Corrió, corrió como nunca antes lo hizo en su vida, resollaba por el esfuerzo y lo peor fue que empezó a dolerle el flato.

«Debo llegar al bosque», pensó y apuró sus pasos, los gritos de la muchedumbre se oyeron cada vez más cerca.

—¡Ya quemamos al hechicero, quememos a la bruja! —se escucharon esas y varias amenazas más.

La sombra de los árboles le dio cobijo del gentío iracundo que pasó de largo. Se tomó su tiempo para recuperar aliento y que se le fuera el dolor abdominal, luego se levantó y temblando, se internó buscando un arroyo o un claro.

«Qué frío hace», pensó mientras tiritaba de frío, su ropa húmeda por el sudor del esfuerzo físico y el miedo le pasaban factura, por fortuna halló un amplio claro, recolectó unas ramitas y con una piedra de pedernal encendió una hoguera.

Se quitó la ropa y trató de acercarse lo más posible a esa humilde hoguera, sin sospechar que ojos la veían desde las sombras.

Recordó cómo escapó de la muerte.

Estaba atada a un poste, la iban a quemar. Forcejeando logró liberar un brazo y sacó de sus ropas un tubo de ensayo que, al arrojarlo a las llamas, provocaron una humareda que la cubrió de la vista de aquellos que querían quemarla viva.

Se sintió a salvo en medio del bosque, pero supo que no podía quedarse allí para siempre. A su mente vinieron las terribles criaturas que merodeaban esos recónditos lugares, una de ellas era el escarabajo gigante, al cual algunos llamaban el protector del bosque debido a su costumbre de correr y apagar las hogueras a base de pisotones.

Se dio cuenta muy tarde de su error, apenas giró el rostro al ruido que se acercaba, fue su cuerpo embestido por un escarabajo gigante, tan grande como un camión.

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Abrió los ojos y se vio inmersa en una gran vacuidad, la única luz presente era la que desprendía su cuerpo con una luminosidad tal que hería sus ojos. Bajó los brazos y decidió cerrar los parpados mientras flotaba ingrávida en ese vacío oscuro.

El contacto de su espalda con una superficie fría hizo que levantara la cabeza y abriera los ojos.

«¿Dónde estoy? Que sitio más raro», pensó al ver el amplio recinto que era una curiosa mezcla arquitectónica en la que se podía apreciar mampostería del Antiguo Egipto, la Grecia y Roma clásica, del periodo victoriano a finales del siglo XIX y estéticos ambientes japoneses.

Al sentirse desnuda, decidió tomar un mantel y cubrir sus vergüenzas, el resultado fue muy similar a usar una toga.

Caminó por el lugar y divisó un amplio escritorio de madera de caoba y sentado en una silla de amplio respaldar: un gato.

No era un gato común y corriente, era tan grande como un león y se caracterizaba por tener muchas colas. Un cartel de oro rezaba: "Neko Kamisama".

Ladeó la cabeza al no comprender la extraña escritura que le pareció alienígena y, caminando de puntillas, rodeó al gato que estaba durmiendo.

Una hoja de papel bond tamaño oficio llamó su atención, nunca vio un papel tan prístino.

Se inclinó y lo tomó. La hoja brilló y los extraños signos dejaron de estar en kanji para tomar una forma que ella comprendió.

No era común que las mujeres de su mundo supieran leer y escribir, pero su excéntrico tío se encargó de educarla en ese aspecto al menos.

Era una especie de discurso que el extraño gato daba cada vez que un humano selecto moría arrollado por un camión. Según lo escrito, el humano era transportado o reencarnado a un mundo similar al suyo, pero con características fantásticas, dándole al fallecido, la capacidad de retener sus memorias, acceder a materiales, armas u otros elementos que facilitarían su vida en el otro mundo amen de poderes absurdos.

Le impresionó este hecho, pero la advertencia de la hoja no le gustó ni un poco:

Quien venga al cielo y pretenda ser isekeado a la inversa sin la autorización de Neko Kamisama, será condenado a quitarle las pulgas a los gatos por toda la eternidad.

Puso la hoja donde la encontró y se alejó lo más rápido que pudo sin hacer ruido.

Los gruñidos del estómago llamaron su atención y temió que la queja de sus tripas la delatara, vio un bolsón de cuero sin marcas distintivas y husmeó para ver si podía encontrar comida.

No encontró nada, pero se sorprendió que podía meter medio cuerpo en el bolsón, era un artefacto mágico con capacidad de contener mucho más volumen del que aparentaba acoger, neutralizando de paso todo el peso de cualquier cosa que se colocaba en su interior.

Las tripas volvieron a rugirle, esta vez con más fuerza y oyó para su espanto como el gato bostezaba.

Le dio pánico y vio una puerta a la cual se dirigió con premura, a medio camino agarró un cuenco que tenía miel aromatizada y la metió en el bolsón que colgaba de su hombro.

Abrió la puerta y la atravesó. No leyó el cartel sobre aquella.

Tierra paralela #75

—¡¿Dónde demonios estoy?! —gritó al verse en medio de un basural que se extendía a lo largo y ancho de su vista.

CONTINUARÁ...

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