El relato de Pasmado
Duro de matar, el isekai
Capítulo 4: El relato de Pasmado
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El calor que hizo que se desvistieran se desvaneció con la presencia del hombrón avillanado, todas relajaron sus posturas al enterarse que solo se trataba del cuidador, no obstante, continuaron con la guardia alta ante la poderosa silueta a contra luz.
Pasmado no dijo nada, con movimientos robóticos, similares a un zombi, dio un par de pasos hacia Claes, estiró más la poderosa mano que sostenía el manojo de llaves.
—¿Son las llaves de la casa? —formuló la pregunta más para sacar valor y acercarse al hombre. Estiró su torso lo mismo que su brazo; sus ojos iban en movimientos nerviosos en un zigzag que iba de la mano del hombre hasta su rostro severo y poco agraciado.
»Gracias —fue lo único que dijo al recibir el manojo de llaves y retrocedió hasta el grupo de amigas.
«¡Que linda es!, parece una muñequita. Tranquilo, no digas nada que la pueda ofender. ¿Por qué se ve tan asustada? Mejor me retiro con calma, se nota que están nerviosas por estar en un lugar nuevo», pensó y dando un asentimiento de cabeza, se dio media vuelta y con pasos muy pausados, salió a la luz del sol.
Dejaron de estar tensas cuando la sombra salió del umbral de la puerta. Algunas se llevaron las manos al pecho, entre aliviadas y avergonzadas de haberse comportado como damiselas en peligro.
—Bueno, al menos ya conocimos al cuidador —dijo Tanía, que por ser la mujer con mayor presencia, casi tanto como el hombre, estuvo más avergonzada por su actuar de niña asustadiza, algo nada apropiado para la tanque del grupo.
—Ese hombre sí que me asustó —confesó Briana y manipuló con dedos nerviosos su laúd—. Mejor me pongo a tocar algo para que se me pasen los nervios.
—Yo quería preparar algo para picar entre todas, pero con este susto se me pasó el apetito —dijo Ramsay y varias de las chicas asintieron.
—Vaya sujeto más zaparrastroso, ¿vieron la cazcarria en sus mallas?, ¡toda la parte baja de sus mallas estaba cubierta de lodo seco! —se quejó Alaure.
—No se puede evitar, después de todo es el cuidador y se supone que no debe de estar de ocioso —dijo Sanae—. La casa está limpia, no hay nada que nos de asco.
—¿Saben qué es lo que da asco? Que estas llaves todavía están tibias —dijo Claes.
El grupo le enseñó los dientes apretados y esto hizo aflorar en Claes sus instintos traviesos, levantó el brazo y se acercó a sus amigas.
—¡No te nos acerques con esas cosas! —gritó Chela, pero su amiga con una sonrisa malvada, insistió en su juego.
Las otras chicas huyeron en grupo con Claes persiguiéndolas por la mansión.
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Como que el cuidador les daba algo de miedo, decidieron que su plan de tomar el sol semidesnudas se cancelaba, por consiguiente, se vistieron con algo más apropiado y cómodo que sus armaduras de cuero tachonadas.
—De todas maneras, no hubiéramos disfrutado el día, miren el cielo —señaló Dora, varias fueron a recorrer las cortinas de las ventanas. El cielo que en la mañana se veía tan impoluto de nubes, estaba encapotado.
—Y allí va el primer trueno a la distancia, seguro más tarde va a llover —dijo Gamba, negando con la cabeza—. Chicas, no hay leña para la chimenea, ¿ustedes vieron leña en algún lugar?
—Tal vez haya afuera, iré a ver.
Cuando Noa se ofreció para buscar la leña, no esperó que justo al abrir la puerta, se encontrara con Pasmado. Dio un gritito y retrocedió lo más que pudo; las chicas esta vez no estaban con la guardia baja, por consiguiente, no repitieron el absurdo de abrazarse entre todas, pero igual se mostraron nerviosas.
Ante el silencio y la mirada severa de las jovencitas, el gigante solo inclinó su torso de circunferencia oronda para alzar algo del suelo.
«Pobrecitas, ya se vistieron. De seguro sienten mucho frío y más con la tormenta que se viene. Rápido, debo ser diligente para con las princesas».
Sin tacto alguno, Pasmado arrojó la leña, que más se asemejó a árboles sin cortar, la fuerza del hombre era apabullante.
El fuerte ruido de la madera al estrellarse contra el piso puso más nerviosas a todas, siendo Claes de nuevo la elegida para hablarle.
—Gracias. Que tenga un buen día. —Pasmado no le respondió, solo la taladró con esa mirada avillanada tan propia de él.
Sin percatarse que las palabras de la joven implicaban que se despedía, decidió entrar con ese paso suyo tan firme como intimidante.
«Se ven con miedo, seguro porque se encuentran en un sitio desconocido. ¡Ya sé!, les contaré una historia para que se familiaricen más con la casa y se relajen, eso es, debo actuar como un caballero».
—Aquí vivían y asesinaban un grupo de sectarios satánicos.
—¿Perdón? —dijo Briana que por el nerviosismo sacó una nota destemplada al laúd que sostenía en sus manos.
—Quemaban vivas a jovencitas como ustedes en los alrededores, eso me dijeron. Las golpeaban, las violaban y luego las mataban, ¿o era que primero las mataban y luego las violaban?, ya no me acuerdo, pero esas cosas me dijeron.
—¿Qué les pasó a esos hombres?
Ante la pregunta con gesto asustado de Alaure, el hombre solo le dio una sonrisa de sicótico peligroso y luego se llevó el pulgar al lado izquierdo de la garganta e hizo el gesto que daba a entender el destino fatal de los sectarios.
«Sí, eso es, no hay nada mejor que una sonrisa y una historia para romper el hielo. Espero que todas estas chicas lindas se vuelvan mis amigas».
El sonido de los truenos a la distancia se hicieron más cercanos; un relámpago, el primero de muchos que vendrían, perfiló de manera siniestra la silueta de Pasmado.
«Espero que no le tengan miedo a los rayos, mejor las dejo haciendo sus cositas, no quiero perjudicarlas. Que mala suerte tienen, su primer día y con tormenta, creo que lo mejor es si les muestro una actitud positiva».
Acentuó su sonrisa que se vio burlona y empezó a carcajearse de manera siniestra, luego se dio la vuelta y con pasos lentos salió de la casa.
—Ese, ¿ese bastardo quería asustarnos? —dijo Dora quien cruzó los brazos y resopló enojada.
—Pues a mí sí me asustó con esa historia —dijo Sanae luego de cerrar la puerta.
—¿Crees que sea cierta?, las instructoras no nos dijeron nada con respecto a la mansión, solo que sería la subsede —dijo Gamba que no quería admitir que ella estaba igual de asustada que Noa.
—Seguro es mentira, ese infeliz solo quería asustarnos —dijo Tania.
Ante las palabras de la joven mujerona, todas se tranquilizaron, sin embargo, un potente trueno que rasgó el cielo y los tímpanos, hizo saltar a todo el núbil grupo.
La ventisca fue tal, que las chicas tiritaron de frió.
—Porquería de clima, ¿y qué hay con toda esta leña?, es muy grande para la pequeña chimenea, ¿no podemos hacer nada? —preguntó Alaure.
—Nada. Trajimos muchas cosas, menos ropa abrigada y hachas. Nuestras espadas no le hacen mella a los troncos, se necesita el hacha de un leñador —dijo Claes.
—¿Y si le pedimos al cuidador que nos dé un hacha? —preguntó Noa. Las otras chicas cruzaron miradas, no muy animadas con la idea.
—Por todos los dioses, no seamos tontas. Seguro debe de haber algún desván o trastero donde hay algo para abrigarnos.
—Buena idea, Chela. ¿Qué dicen? —preguntó Briana.
—O podríamos quemar tu laúd —bromeó Claes.
Briana frunció el ceño, pero las demás se rieron. Así, todas buscaron el desván.
Con la luminosidad de la tarde ida a causa de las negras nubes, los corredores y pasillos de la mansión victoriana, aunque elegantes, se vieron atemorizantes, más con los breves resplandores azules de la tormenta que cortaba la luz gentil de los pábilos de las velas.
Hallaron lo que estaban buscando, eran varias pieles abultadas y túnicas negras. Como desecharon el relato de Pasmado como un invento, ninguna tuvo reparo en vestir las vestiduras que una vez vistieran los sectarios, prendas que sirvieron como mortajas de esos sádicos practicantes de la demonología.
Al retirarse hacia la planta baja, las gentiles sombras de las chicas se proyectaron en las paredes, pero cuando el relámpago pintó de azul el pasillo recubierto de madera café oscuro, una sombra con ojos rojos y sonrisa macabra, apareció para luego desaparecer sin ser notada.
CONTINUARÁ...
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