El poder del gato

Duro de matar, el isekai

Capítulo 5: El poder del gato

.

Picaron los bocadillos que Ramsay trajo, estuvieron de acuerdo que solo ella era capaz de dar sabor a las magras raciones insípidas que les daban las instructoras en la academia.

La comida alejó el frío de sus cuerpos, pero cuando la tormenta pasó de una cellisca, una lluvia de agua y nieve, a toda una tempestad que luego dio paso a una nevada más copiosa que las del mismo purgatorio, todas sintieron como sus narices y las puntas de sus dedos, tanto de las manos como de los pies, perdieron todo calor de los vasos capilares.

—¡Qué horror, se me va a caer la nariz! —se quejó Noa, que de forma continua expulsaba su vaho a la palma de sus manos para luego frotarse las manos y la nariz, pero nada, todo intento de calentarse era fútil.

—¡Ag, estúpidos troncos y estúpido cuidador! ¡¿No podía haber cortado los troncos para hacer leña antes de tirar estas cosas dentro de la casa?! —gritó Gamba que junto con las demás, se sintió frustrada con los vanos intentos de cortar leña usando sus espadas; lo único que lograron, aparte de bañar sus espaldas con sudor y sentir sus prendas pegadas a ellas de manera incómoda, fue mellar sus armas.

.

.

Ignorando las quejas e imprecaciones contra su persona y su digna madre, Pasmado estaba cómodo en su casucha más allá de la arboleda; el hombre, lejos de sentir frío, estaba calentito con el calor de la chimenea; el aullar del viento, penoso y a la vez feroz, no le trajo desasosiego alguno, la noche con sus dominios oscuros, no dejaba ver el exterior de muerte blanca que cubría todo el suelo.

Se preparó una comida de su mundo: un sándwich de carne.

Aunque esta estaba cruda, eso a él le gustaba; su mandíbula era tan poderosa, que la simple carne cocida, le parecía papilla para bebés, además, acompañó esa especie de sencilla cena con montón de kétchup, una receta que se le ocurrió en un momento de inspiración y muchas luces, algo por desgracia, poco frecuente en él y por lo mismo nunca se le ocurrió capitalizar tal cosa.

Mordió el sándwich con muchas capas de carne y exceso de kétchup; el aderezo rojizo, se escurrió y manchó gran parte de su pecho. Se limpió con pereza, pero sus ojos dieron un brillo al recordar algo.

«¡Orville!».

Dejó el sándwich a un costado, sobre una mesita de madera basta, se levantó y fue por su casucha con la mirada baja, como un cerdo, buscaba algo, pero no lo encontraba.

Se acercó a la ventana, pero nada, la oscuridad de la noche y la misma arboleda le negaron toda vista. Dio marcha atrás y tomó una vela para repetir la acción: pudo distinguir la fuerte nevada pero nada más, ¡esperen!, sí pudo distinguir algo: un par de hachas.

«¡Tonto, tonto, tonto!», pensó y se dio un puñetazo en la frente; tan fuerte que su mirada se volvió bizca y dio un traspié hacia atrás.

.

.

—Ni lo piensen, no vamos a desbaratar las paredes de la mansión, las instructoras nos van a despellejar vivas —dijo Chela.

—Entonces, ¿qué hacemos? —preguntó Sanae.

—No peleen, ya extraje este montoncito —dijo Dora y se puso afanosa con las virutas.

Cuando las llamas nacieron, las jóvenes sonrieron aliviadas, no esperaron lo que vino después:

Pese a que la chimenea contaba con una caperuza, la cual impedía que entrara cosas como la lluvia o la nieve, de todas maneras una cascada de nieve cubrió la humilde hoguera tras la alambrera.

—Pero, ¡¿qué diablos pasó?! —gritó Tania.

Ramsey tomó la alambrera y la arrojó a un costado, luego metió el torso y trato de ver la parte superior de la chimenea.

—¡Ay!

La chica salió lo más rápido que pudo, algo estaba pegado a su cara, algo peludo.

—¡Quítenmelo, quítenmelo!

—¡Aguarda! ¡No te muevas!

—¡¿Qué es, qué es?!

—Tranquila, es solo un gato —dijo Claes, quien tomó al gato desde la parte de atrás del cuello.

El felino pasó de estar siseando a mirar a todas con ojitos que pedían perdón por la intrusión.

—Puto gato, nos apagó la chimenea, ¿qué vamos a hacer? —quiso saber Briana.

La chicas miraron ceñudas al peludito, parecían sabuesos cercando al indefenso zorro. El gato ronroneó arrepentido con un rostro cariacontecido o al menos, lo más parecido posible dado la inexpresividad de los gatos.

—¡Qué lindo! No podemos enojarnos con esta ternurita —dijo Alaure, quien lo tomó entre sus brazos y le dio de besitos. Las otras chicas quisieron imitarla, el angelito (o tal vez diablillo) manipulador, las domó.

—Miren, el gato tiene un collar —señaló Claes.

—¿Orville? Que nombre más raro, ¿así te llamas, amiguito? —dijo Tania.

—¿De dónde vino este gato?, y no me digan: "de la chimenea, tonta" —dijo Gamba.

—Debe de ser del cuidador —dijo Noa; en eso, un potente rayo, el más fuerte hasta ese momento hizo saltar a mujeres y gato. El animalito se soltó y subió las escaleras.

—Traviesos rayos y relámpagos, ¿qué vamos a hacer? —preguntó Sanae.

—Es obvio, tenemos que ir por el gato —contestó Chela.

—¿Tras el gato?, ¿y para qué? —preguntó Dora.

—Es el gato del cuidador. Dime, ¿quieres que ese venga aquí buscando su mascota? Mejor si lo encontramos y alguien se lo va a dejar —dijo Alaure.

Las chicas intercambiaron miradas y dando un suspiro de resignación, fueron en busca del minino.

—Orville; vamos gatito, sal mientras sea gracioso —dijo Briana.

Decidieron buscar cuarto tras cuarto, así pudieron apreciar mejor la personalidad de cada una de las chicas.

El cuarto de Sanae olía apergamino viejo, y con razón: algunos libros, seguro muy queridos por ella, estaban sobre la cama.

—No me juzguen, me gustan las novelas cursis, de chico ama a chico —dijo esto último en un susurro.

Se sorprendieron con Chela, la joven hechicera conjuró lo que parecían ser ruiseñores, no podían cantar, pero igual se veían bonitos.

—¿No son muchas mantas? —preguntó Dora.

—Soy friolenta, en serio, mi debilidad es el frío, no puedo conjurar nada cuando me estoy helando.

Pasaron al lado y apreciaron la colección de hojas exóticas de Dora.

—Las embadurné con una poción especial para que no se marchitaran.

Con Gamba vieron cosas naturales como en el cuarto de Dora, pero de naturaleza más brutal.

—Mis padres y abuelos eran cazadores —se excusó ante la muestra de cabezas de animales menores.

—Nada que me sorprenda —dijo Alaure en el cuarto de Noa, lo mismo que la novata, la habitación era simple en decoración.

Opinión muy diferente fue la que dio al ver esas piedras que parecieron emitir una resonancia lumínica con la luz de las velas.

—No es para tanto, todas las joyas son solo bisutería —dijo Claes.

A diferencia de las demás, Tania cerró con fuerza la puerta de su cuarto y negó con la cabeza en una clara muestra de miedo y vergüenza.

—De acuerdo, pero si no hallamos al gato nos abres tu puerta —dijo Chela.

Lo mismo que con Noa, el cuarto de Briana no aportó ninguna novedad: laudes como decoración por parte de la bardo.

—Son mis bebés.

—Pues estos también son mis bebés —dijo Ramsay al ver los pastelillos sobre su cama—. ¡Los iba a compartir con ustedes, lo juro!

Pusieron todas los ojos en blanco y pasaron al siguiente cuarto.

—¡Les dije que era su favorita! —exclamó Alaure al coger a Orville debajo de su cama. El gato estaba cubierto con las flores que trajo la aprendiz de caballero.

Finalizada "la búsqueda del dragón", como la llamó Dora, las chicas bajaron a la planta baja.

—Que mal, la nevada empeoró —dijo Sanae.

—Ni loca salgo allí afuera —dijo Chela, opinión que fue compartida por el resto.

Desbastaron lo mejor que pudieron los troncos y obtuvieron leña decente para cada una de las chimeneas; el precio, sin embargo, fue haber mellado sus armas, parecía que llevaban las espadas de entrenamiento de la academia en vez de armas de verdad.

Rogaron para que la nevada terminara, ansiosas de que las demás chicas y las instructoras llegaran mañana, así podrían dar filo a sus espadas.

.

.

Se desvistió para dormir, sus caderas y glándulas mamarias eran impresionantes, claro que a Sanae no le gustaba presumir aquello y vestía con elegante humildad.

El pábilo de la vela ya iluminaba muy poco; sopló y la cálida luz se extinguió, liberando la vela esa frágil columna de humo que olía un poco a incienso agradable.

—¡Cielos! —exclamó al ver una sombra proyectada en la pared, producto del resplandor del rayo.

Sonrió por comportarse como un gatito asustado y posó sus atractivas y suaves nalgas como el resto de su cuerpo al borde de la cama, lista para acostarse, cuando en eso, un nuevo relámpago conjuró ya no una, sino varias sombras sobre la pared.

No supo si asustarse o no, quería comprobar si sus ojos la engañaban con una ilusión, por consiguiente, esperó el próximo retumbar del trueno y el fuego azul que le antecedería.

Sucedió, las sombras aparecieron, pero en vez de permanecer quietas durante el breve segundo que fueron conjuradas, se despegaron de la pared y fueron hacia la sanadora.

Quiso gritar, pedir ayuda, pero los truenos, crueles y burlones, apagaron sus gritos que se apagaron lo mismo que su vida.

CONTINUARÁ...


Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top