Una joroba útil

Dita y la joroba mágica

Capítulo 3: Una joroba útil

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Una vez aseada, se puso las extrañas ropas, le recordó a las que se veían en los vitrales de la iglesia del pueblo.

―Bien, ahora solo queda que cambies de peinado.

―¿Qué?

―Que cambies de peinado, debes cortarte el cabello y hacerte cambios... Yo te ayudaré.

Naricitas guio a Dita a un asiento tosco de madera y luego ofició como peluquero gracias a unas tijeras filosas que encontró cerca del lugar.

―¿Ves? Ahora puedes pasar como cualquier lugareña.

―Tengo nuevas ropas y peinado, pero no puedo hacer nada con esta joroba.

―Sí, esto puede ser un problema cuando te relaciones con la gente. Debe haber algo que podamos hacer... ¡Ya sé!, busca los pergaminos de la bruja, debe de haber algún hechizo que haga desaparecer jorobas.

―¿Tú crees?

―Claro, andando.

Dita y Naricitas estuvieron afanosos buscando los pergaminos mágicos y reunieron algunos que prometían mucho.

―Bueno, ¿qué esperas? Ayúdame a buscar en estos pergaminos.

―No creo que pueda.

―¿A qué te refieres?

―Pues que yo no sé leer, nunca me enseñaron.

―¿No sabes leer? ¿Qué es eso de que nunca te enseñaron? ¿Acaso no enseñan a leer y escribir a los niños en tu mundo?

―No, solo se enseña a los hijos de los señores de los castillos y a los que viven en los monasterios para ser sacerdotes.

―Vienes de un mundo primitivo. Descuida, yo sé leer; un efecto secundario del rebote del hechizo que me alcanzase. Solo ayúdame con los pergaminos, como que mis patitas no son muy largas si las comparo con los brazos humanos. Eso y que no tengo pulgares oponibles —dijo, pero esto traía más preguntas que respuestas al recordar cómo naricitas ofició de peluquero.

Vomo no quería que le doliera la cabeza, Dita extendía los pergaminos y Naricitas leía con avidez el contenido de estos.

¡Aja! Ya hallé el hechizo.

―¿Lo hallaste?

―Sí, ahora es cuestión de tener una tiza para dibujar un círculo mágico y luego tú te pones sobre ese.

Dita no entendió muy bien a qué se refería su felino amigo, pero ayudó a Naricitas a buscar la tiza y luego el gato se puso a dibujar un círculo mágico cuyo patrón era muy complicado.

―Bien, ya terminé, uf. Ahora, párate sobre el círculo mientras, yo recito el encantamiento.

Naricitas se puso a dos patas y empezó a decir palabras mágicas mientras movía la colita de un lado al otro. De pronto, sus bigotitos se movieron nerviosos, su cola se encrespó y el cascabel de Dita emitió un tintineo.

«¡Oh no, Dita lleva consigo esa cosa!», pensó.

―¡Dita, arroja el cascabel! ―gritó, pero ya era tarde. La casa de la bruja explotaba en miles de fragmentos.

Cuando el polvo se asentó, Dita empujó algunos escombros para así poder liberar su cuerpo.

―Naricitas... ¿Dónde estás?

― Por favor, sácame de aquí ―le respondió el gato. Sus patitas traseras eran lo único que se veía asomarse por la superficie.

Dita ayudó a su amiguito y este sacudió su cuerpo para quitarse el polvo que le cubría.

―Que mal, con el trabajo que costó asearte, ahora estás cubierta de polvo.

―Menos mal que estás a salvo, ¿cómo sobreviviste?

―Al ver que la casa iba a explotar, decidí entrar al círculo mágico. El cascabel y mi presencia cambiaron el hechizo en formas que desconocemos, pero al parecer se creó una especie de barrera mágica que nos protegió... Que lastima, tu joroba sigue allí... ¡Algo pasa!

De repente, de la joroba de Dita parecían salir haces de luz que conformaban múltiples círculos mágicos de intrincado diseño y una especie de runas aparecieron sobre la joroba de la jovencita.

Bolsa de contenido ilimitado. ¡Dita, al parecer tu joroba se ha convertido en una bolsa mágica!

―¡¿Qué?!

―No te preocupes, esto es muy conveniente, así nunca tendrás que cargar cosas pesadas de un lugar al otro.

―A mí no me parece bueno todo esto, ¿seguro que no puedes hacer desaparecer mi joroba?

―No sé, por ahora lo mejor será buscar los pergaminos y cualquier cosa importante que rescatemos. Pondremos todas las cosas en tu joroba.

Dita se imaginó siendo como una especie de caracol, pero no le quedó de otra que ayudar a Naricitas, por desgracia, varios pergaminos fueron destruidos, entre los cuales estaban los que decían como deshacerse de la joroba de Dita.

―Mejor no llorar sobre la leche derramada que no sirve de nada. Dita, mejor nos vamos de este bosque apestoso, por cierto, ¿sabías que los lugareños llaman al bosque: el bosque de la bruja?

―Pues no me extraña, sin necesidad de encontrarse con la bruja uno puede sentir que todo alrededor es maligno.

―Tal vez mejore con el tiempo. Ahora partamos hacia donde viven los humanos.

El sol anunciaba un nuevo día como dándole la bienvenida a Dita y Naricitas, pero luego de un tiempo, el astro rey se mostraba inclemente y los dos viajeros se morían de calor y sed.

―Trata de sacar algo de tu joroba, algo que nos refresque.

Dita recordó como Naricitas y ella solo hacían chocar en su espalda las cosas que querían guardar en su joroba, y estas desaparecían como por arte de magia.

―Pellejos de agua ―dijo mientras sus dedos rozaban su joroba y al instante estos se cerraron sobre los pellejos. Bebió de uno de ellos y luego le ofreció un poco a Naricitas.

Satisfechos, decidieron continuar caminando ya que el sol parecía que continuaría martirizando a todos los seres vivientes que moraban en el mundo.

―Ya llegamos, es un poblado chico, allá se ven los campos de labranza.

Dita respiró hondo y siguió a su amiguito de paso ligero y confiado, esperando que los lugareños la tratasen bien a diferencia del mundo del cual ella venia.

CONTINUARÁ...

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