Garrapatas rockeras

A falta de amor, gato

Capítulo 5: Garrapatas rockeras

.

El yermo del pantano despedía sus hedores fétidos al compás del graznido de los cuervos, seres de sombra cuyos picos abrillantados extraían los globos oculares de las cuencas humanas. Cinco siluetas de mujer, vestidas como princesas de Disney, yacían colgadas de las ramas de un árbol.

—Así vamos a terminar. Todo por su culpa y elegir el tema incorrecto ante los elfos. ¡Nooo! —gritó Tatiana poniendo una expresión de terror, expresión que puso muy cerca de Basilia, quien también se puso a gritar.

Ambas chicas, cambiadas con sus atuendos habituales, se turnaban para gritar, haciendo eco de la reacción dramática de su compañera.

—¡Ya cállate hija de puta! ¡¿No ves que la estás haciendo gritar a la cojuda?! —gritó Gabriela.

—¿Cómo no quieres me ponga así si nos van a matar?

—No nos van a matar, esto es solo un malentendido. Seguro y todo se soluciona —dijo Lola.

—Sí, un tremendo malentendido de todos estos pelotudos traga mierdas —dijo Gabriela.

—Tranquilas, están muy alteradas, ¿qué tal si todas nos vamos a nuestro lugar feliz? Todas tienen un lugar feliz al cual ir, ¿verdad? Solo respiren con calma y vayan al lugar feliz —dijo Alba con la sonrisa de una madre con sobrepeso.

—Será tu culo y el culo de tu madre, yo...

«Que porquería, todo esto es un desastre y las chicas no hacen más que pelear. ¿Qué será de nosotras?, si al menos pudiéramos volar como las aves», pensaba Lola, decidiendo que de nada valía mediar entre las chicas, eso era, por lo general, trabajo de Alba.

Se fue a un rincón y desplegó su pantalla isekai, tal vez hallase algo que podría sacarla a ella y a las demás de su penosa situación.

—¿Qué haces? ¿Encontraste algo? ¿Tienes un plan? —preguntó Basilia, que se enjuagaba las lágrimas.

—No estoy segura. Ese neko kamisama nos dijo que no podría darnos grandiosos poderes como en los isekai, pero de seguro algo podríamos planear con lo que tenemos. Siempre hay un plan, solo es cuestión de pensarlo.

—Sabía que se podía confiar en ti, después de todo, eres nuestra lideresa. Nos cuidas como si fueras nuestra hermana mayor, ¡no!, como si fueras nuestra madre.

—¡¿Qué cosas dices?! —exclamó avergonzada—, mejor nos concentramos en salir de la pocilga, bueno, la bonita pocilga. A ver..., aquí están nuestras supuestas cabalgaduras, los gatos ñeko. ¿Qué podríamos planear con estas cosas?

Lola dobló las rodillas y se puso a rascarse la cabeza con ambas manos, toda una pose ridícula. Basilia la miraba, abriendo y cerrando la boca; su ceño se frunció y apretó un puño.

—Perdona, ¿y si usamos a los gatos ñeko para salir de aquí? Digo, tal vez podrían jalar de las barras de hierro de la ventana, podríamos, podríamos salir por allí, ¿no? No me hagas caso, mi idea es tonta.

La vocalista se separó los largos cabellos negros para mirarla mejor, parpadeó con fuerza, abriendo la boca de la impresión.

La mirada de Lola siempre daba lugar a malinterpretaciones, todos pensaban que era la mirada de una loca peligrosa, pero Basilia, conociendo lo buena que era su amiga, se acostumbró y no se asustó.

—¡Qué idea más genial! Eres maravillosa, venga para acá, un abracito —dijo y procedió a abrazar a la más pequeña del grupo.

—Abrazo grupal —dijo Alba que abrazó a las dos chicas. Como que la baterista, al ser la más gordita del grupo, estrujó al par, haciendo que pusieran muecas graciosas.

—¿Qué hacen? ¿No ven que nuestra situación no está para estas cosas? Solo Jesusito y la Virgencita saben cuándo vamos a salir de aquí.

—Tatiana tiene razón, actúan raro. Mejor búsquense un hotel para joder como putas —dijo con asco Gabriela.

—No es eso. Uf, perdón, Alba, ya córtala. Decía, no es eso, creo que encontré la manera de salir de aquí, bueno, Basilia la encontró.

—¿Pues qué encontraron? Más vale que sea bueno o nos vamos a morir aquí. Nuestros huesos formaran parte del decorado de este lugar. ¡Si es una estupidez, yo misma me mato! —exclamó Tatiana y la pobre de Basilia tragó saliva.

—Ya déjense de huevear, ¿cuál es el plan? —preguntó la guitarrista.

—Yo también quiero saber. Me muero de hambre, y pensar que tantas galletitas estaban en el buffet abierto de los elfos.

—¿Recuerdan lo que vimos en nuestras pantallas isekai? ¿Eso de los gatos ñeko? Pues ¿qué creen?, Basilia vino con la genial idea de que podríamos usarlos para salir de aquí. Los invocaremos y haremos que jalen de las rejas de la ventana.

Las chicas cruzaron miradas, encantadas con la idea, después de todo, ¿qué podría malir sal?

—Abran todas sus pantallas. ¿Ya localizaron a los peluditos?, Bien, los invocaremos a la cuenta de tres: uno, dos, ¡tres!

No hubo ningún sonido, ni siquiera un estallido de humo que anunciara la presencia de las exóticas criaturas, no obstante, todas creían estar entre nubes de textura más material que las que se hallaban en lo alto del cielo.

Los cinco gatos enormes se materializaron en medio de la celda, como el lugar no era muy amplio, pasó lo que se supone debía pasar: todas estaban siendo apretujadas contra las paredes, siendo asfixiadas por suavidades y pelos sedosos.

«No puedo respirar. ¿Así que esto es morir de felicidad?», pensaban las chicas al sentir a los enormes gatos contra sus cuerpos.

—Pero ¡¿qué pasa aquí?! —gritó el carcelero al escuchar el bufido de los gatos, que lejos de estar contentos como las chicas, se mostraban disconformes de haber sido invocados en un espacio tan reducido.

Puesto que su inquietud no fue satisfecha, fue con sus llaves a abrir la puerta. Para su desgracia, la presión fue tan fuerte sobre los oxidados goznes que la entrada colapsó, ejerciendo como una ratonera mortal sobre el desdichado elfo.

Al sentir que la presión reculaba, las chicas tocaron sus pantallas isekai y devolvieron a los gatos gigantes al espacio dimensional de donde salieron.

—¿Están todas bien? ¿Eh?, creo que la puerta está abierta —dijo Lola, avanzando unos pasos hacia la entrada, caminando haciendo eses.

«¿Qué es esto? ¿Es la puerta? ¿Qué hace la puerta en el suelo?».

Lo mismo pensaron las otras al asomarse al travesaño. Cuando vieron como la sangre se escurría por entre las baldosas, abrieron los ojos y sus bocas se deformaron en gestos de horror.

Gabriela y Tatiana se pusieron a vomitar allí mismo; Basilia gritó, sin tener a nadie que hiciera como reflejo suyo.

—¿Qué fue lo que pasó? —preguntó Alba, dando saltitos sobre la punta de los dedos del pie, intercalando cada pierna, como si quisiera alejarse lo más que podía de la puerta.

—No sé, pero mejor nos vamos de aquí —dijo Lola, por causa del pánico se le contagió el pesimismo de Tatiana.

Alba asintió y tomó de la mano a la tecladista; Lola hizo lo mismo con Gabriela y Basilia. Las chicas, con los dientes apretados, corrieron lo más rápido que pudieron, haciendo memoria para hallar la salida.

Oyeron a un elfo gritarles, pero ni se dieron vuelta ni cesaron su rápida carrera.

Apenas llegaron al patio interior, invocaron a sus monturas gatunas.

—¡Vámonos de aquí antes de que nos atrapen! —gritó Gabriela y todas se subieron a los gatos.

En efecto, varios guardias iban hacia las chicas gritando órdenes para que cesaran en su huida.

No quedándoles otra opción, se subieron a las exóticas monturas. Como no tenían ni riendas ni sillas ni arneses, se vieron obligadas a sujetarse con fuerza con las manos, menos mal que las criaturas eran de pelo largo.

—¡Cierren las puertas! ¡Avisen a los arqueros! ¡Debemos detener a las espías demoniacas!

Vanos fueron los gritos, los gatos eran muy rápidos. Tras unos gritos agudos de las chicas, el grupo salió del palacio.

Al llegar a las calles de la capital, se armó tremendo barullo por parte de la población civil que corrió de forma caótica como las hormigas al verse sorprendidas, no importaba, lo único que valía era el ponerse a salvo.

Al caos de los gritos y diversas cosas cayendo ante la carrera de los gatos, se sumó el reclamo de los soldados que no sabían qué era lo que estaba pasando. Trataban de cerrar el paso a los felinos, obedeciendo al instinto forjado en el entrenamiento como los guardias de la capital.

—¡Fuera, apártense del camino! —gritaba Lola, pero era obvio que nadie le haría caso. Su montura, adivinando de alguna forma sus deseos, abandonó la idea de seguir avanzando hacia el muro de espadas, para en cambio, saltar hacia el techo, acto que fue imitado por sus hermanos, pasando la carrera sobre los adoquines a ser una sobre las tejas de las casas.

Viéndose sorprendidos por aquella táctica, no pudieron hacer nada para detener a las humanas, que salieron hasta perderse de la privilegiada vista de los elfos.

.

.

No supieron cuánto tiempo estuvieron encaramadas a los gatos, solo supieron que deberían detenerse al sentir como sus brazos y piernas les dolían por el esfuerzo de permanecer sobre sus monturas. Pidieron a gritos parar la veloz carrera y los gatos les comprendieron frenando en seco.

—¡Qué daño! ¿Están todas bien? —preguntó Lola al mismo tiempo que se frotaba las nalgas por haber caído de culo.

—Me siento una mierda —dijo Gabriela que caminaba dando eses, luego de unos pasos temblorosos, apoyó sus rodillas contra la hierba verde del campo.

Las chicas estaban acostadas, tan cansadas, que ni siquiera se preocuparon en acercarse a los gatos, que, como dócil ganado, se puso a caminar por entre tanto verdor mecido por la brisa de la estación.

—¿Qué haremos? ¿A dónde vamos? —preguntó Tatiana, clavando su mirada en el cielo despejado.

Giraron la cabeza tratando de ver a Lola, que lo mismo que sus amigas, respiraba con dificultad y mirando al cielo, sin poder ubicar nube alguna allá en lo alto.

—No tenemos mucha información, ese neko kamisama nos envió a este mundo para detener a un mal. Supongo que son los demonios. ¿Cómo lo hacemos? Creo que dijo que tendríamos que hallar una música, no sé, no tengo idea, pasaron tantas cosas y en tan poco tiempo.

—Los putos ángeles, digo, los gatitos con alas nos dijeron otra cosa, trataron de decirnos más cosas, ¿qué era? —dijo Gabriela, sentándose para ver mejor a sus amigas—. No dijeron mucho, solo mencionaron algo acerca de los elfos, los enanos y los demonios, espera, también mencionó a los ¿cornudos?, ¿se refería a los demonios?, al fin y al cabo, esos huevones llevan cuernos, supongo.

—Tenemos que regresar donde los elfos, no hay de otra —sugirió Lola, lamentándolo después al escuchar las quejas del grupo.

»¿Entonces qué hacemos? Tenemos que ir a alguna parte para saber más cosas sobre este mundo. Encontrar la magia que pueda detener a los demonios.

—¿Y si, y si vamos donde otros elfos? Nos fue terrible en la capital, pero si vamos a un poblado. ¿Qué tal si vamos donde esos otros elfos, los altos elfos? —sugirió Basilia, hundiendo su cabeza entre los hombros al verse observada.

—Pero nos dijeron que esos elfos son de pocas pulgas, eso fue lo que nos comentaron —dijo Alba que, recuperada del cansancio, abrió su pantalla isekai para buscar sus baquetas.

De nuevo miraron a Lola que suspiró por el peso que sus amigas depositaban en ella.

—De acuerdo, creo que la idea de Basilia es la mejor. Tratemos de ubicar a otros elfos, elfos que no sean los altos elfos y averigüemos lo más que podamos.

—¿Nos montamos en los gatitos? —preguntó Alba que tamborileaba sus baquetas en el aire, mirando expectante a los gatitos que olisqueaban la hierba, parecían curiosas vacas con forma felina.

—Supongo —dijo Lola—, pero fue muy incómodo montarlos, de hecho, más que montarlos, parecíamos garrapatas pegadas a ellos; miren, todavía tengo los antebrazos duros por el esfuerzo, mis músculos no se relajan. —Lola se arremangó y mostró a las demás cómo se frotaba los brazos.

Las otras chicas la imitaron, se frotaron brazos y piernas, luego, con cautela, se acercaron a los gatos gigantes, no querían espantarlos y verse obligadas a caminar millas y millas.

—¿Los guardamos en nuestras pantallas? Yo quisiera acercarme y acariciarlos un rato —dijo Basilia, partiéndose entre el deseo de dar mimos a los peluditos de altura irreal, y ceder ante miedo para guardarlos en el espacio dimensional, después de todo, sus tamaños eran intimidantes.

—No creo que pase algo, vamos, acerquémonos, dejen de cagarse de miedo —animó Gabriela a las demás, siendo lo habitual en ella, dar el primer paso, adelantándose al grupo.

Un gato paró las orejas y giró hacia la guitarrista principal. Los otros le imitaron, es más, como ganado bovino o vacuno, se acercaron a la muchacha.

Gabriela apretó los dientes, pero no reculó, dio un par de pasos cortos y extendió su mano. Los gatos se acercaron y luego de olfatearle los dedos, restregaron sus cabezas contra su cuerpo.

«¡Que feliz soy! Esto es mejor que cuando aparecieron en la celda».

Las otras integrantes de la banda, celosas, se olvidaron del miedo y avanzaron hacia los gatos, quienes, ansiosos de mimos, repartieron sus atenciones y ronroneos entre las chicas. Por unos breves momentos toda la misión y las preocupaciones se esfumaron haciendo eco de lo acontecido con las nubes en lo alto.

CONTINUARÁ...

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top