Divergencia
Deep Space Isekai
Capítulo 7: Divergencia
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Supo que tenía una expresión ridícula de desconcierto, así que calmó su gesto y se pronunció con voz serena.
—Bienaventurado el día de hoy, me llaman el mago Acigol. ¿Podrían sus mercedes indicarme una ruta que debo de tomar? —pidió y sacó el disco dorado de sus ropajes y se los enseñó.
Las criaturas humanoides cruzaron miradas y permanecieron en esa pose por un par de minutos.
«¿Se comunican por telepatía?», pensó y enseñó una sonrisa que esperaba fuera amistosa cuando los pequeños humanoides le miraron.
Como si compartieran una sola mente, todos señalaron la ruta que Acigol memorizó; con esa estratagema, dio la confianza para que se creyeran útiles, así, el viaje continuó.
—Disculpad, ¿me podrían decir quiénes son ustedes?
Se detuvieron y de nuevo repitieron el proceso anterior con la salvedad que esta vez uno de ellos ofició como vocero del grupo.
—Somos Yo.
—¿Perdón? Me temo que no comprendí.
—Yo. Nosotros somos Yo y Yo somos Nosotros.
—¿Se refieren a un reino o agrupación? Yo soy Yo, pero también formo parte de un reino.
—No. Tú eres Acigol, en cambio, Nosotros somos Yo y Yo somos Nosotros.
—¿No tienen individualidad?
—La unión forma la suma perfecta del orden; la individualidad, forma la resta.
«Pensamiento en enjambre, justo como las abejas, pero cada colmena tiene una reina. Si estas criaturas son los niños de Dios, entonces, el sagrado Hiah debe velar por ellos».
—El sagrado Hiah me encomendó colocar el decálogo santo en el Arca de la Alianza.
—La IA de la nave nos lo dijo, ven, Yo te guiaré —dijo la criatura, siendo esta última parte repetida por el resto de sus compañeros.
Continuaron caminando y Acigol reflexionó sobre todo lo que escuchó.
«Los niños de Dios son de parco carácter, no importa, obtendré respuestas cuando llegue al Arca de la Alianza. Hiah, responderá todas mis dudas».
Siguieron por la ruta cuando un hecho llamó la atención del mago: una criatura, igual a sus semejantes, apareció tras una esquina, aquella siseó como una serpiente y fue correspondida con bufidos semejantes a los de un gato por parte de los otros.
—¿Qué sucede? ¿Por qué se comportan así? —preguntó al mismo tiempo que se le erizaron los escasos cabellos blanquecinos de su nuca.
No obtuvo respuesta, el desconocido humanoide regresó tras sus pasos, desapareciendo de su vista. Sus semejantes corrieron tras él a una velocidad que sorprendió al hombre.
—¡Esperen!
«Que locura, pareciera que vuelan en vez de usar sus pequeñas y delgadas piernas. Ya no estoy en condiciones de correr tan rápido».
Resolló luego de un par de corredores, le preocupó el hecho que tuvo que desviarse para ir tras los perseguidores, pero consideró que no sería prudente dejarles por su cuenta y recorrer él solo la ruta hacia el Arca de la Alianza.
La preocupación anterior desapareció como el humo de su pipa en una tarde tormentosa al ver con asombro y disgusto, como los pequeños humanoides rodearon al que huía para luego ultimarlo a golpes de sus pequeños y grises puños.
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Puesto que gesticuló y pateó con rabia el suelo, le llevó un buen tiempo ganar la confianza de las criaturitas grises que le observaban desde la distancia y que retrocedían cada vez que él se acercaba.
«Puaj, que asco, esto sabe a culo de caballo», pensó al meterse en la boca la pasta carente de sal que encontró con Dadeip en lo que creyó era un comedor.
—¿Tienen hambre?, tengo más de esta cosa. Rico, rico. —Sus mejillas estaban hinchadas como lo estuvieron en la cápsula ovoide. Las lágrimas se asomaron por sus ojos y tuvo que tragar la masa con la consistencia a papilla rancia para bebés, maldiciendo no tener vino o cerveza, incluso agua para que se le pasara el mal sabor de boca.
—¿Ven? Rico, delicioso.
«Vamos, pequeños bastardos, ¿qué esperan? No voy a hacerles daño».
La treta funcionó y el grupo de criaturas se acercó al soldado; su plan de llevar consigo la masa apenas digerible en caso de no hallar comida en el camino, dio frutos.
—Hola, amiguitos, me llamo Rolav y aunque no parezca, soy un gran capitán al mano de muchos hombres —se ufanó manteniendo su pose de cuclillas para ver directo a los ojos a los desconocidos.
»¿Qué pasa? ¿Les comió la lengua el gato? ¡Aquí tienen!
Extendió los brazos, ofreciéndoles comida en el cuenco de sus manos. El grupo se inclinó para ver la masa, pero no dio muestras de querer comer o siquiera tocar la papilla blanquecina.
—Por favor, no me digan que lo que tragué no era comida sino otra cosa que ni quiero imaginarme.
—¿Comida?
—¡Sí sabes hablar! Sí, comida, ya saben, carne, pan, manzanas, leche. Beben leche, ¿verdad? ¿Ni siquiera de la teta de sus madres? Son niños, ¿verdad?
—Somos Yo.
—¿Yo? No entiendo, ¿ustedes, cómo se llaman?
—No, ustedes. Yo somos Nosotros y Nosotros somos Yo.
—¿Se están burlando de mi? No me hagan enojar o de un golpe los mando de viaje.
—Viaje, sí. Nosotros, Yo, necesito seguir de viaje.
—¿Un viaje? ¿Y a dónde quieren ir?
—¿Ir?
—¡Sí, ir! Digo, ¿cuál es su destino?
—Destino es un concepto malo, solo concepto viaje es seguro.
Como no entendió nada de nada, procedió a revolverse el cabello, suprimiendo maldecir por todo lo alto al notar que no se limpió las manos.
—Pues Yo, sí deseo ir a un destino: un lavadero para limpiarme el cabello, ustedes como no tienen, no les interesa, pero a mí sí; así que, quiero que Nosotros vayamos a un sitio para que Yo me asee.
—Tú no eres Yo, Nosotros no somos tú. Destino es malo, solo viaje es seguro, pero tu destino es seguro, síguenos, tú.
—De acuerdo, creo que entendí la última parte, guíenme —dijo, se puso de pie, limpió sus manos y volvió a ponerse los guanteletes.
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La joven sanadora puso cara de estar pensando y luego miró con decisión hacia el frente.
—Ya lo tengo, ustedes son como una mano cerrada, como un puño, así son más fuertes, pero cada dedo es importante, ¿no es eso cierto?
—Analogía extraña. Yo somos Nosotros y Nosotros somos Yo.
—Pero, ¿acaso todos cumplen las mismas tareas y deberes? No pueden hacer siempre lo mismo.
—La unidad es perfecta y de ello se encarga la IA.
—¿El sagrado Hiah? Él es el servidor de Dios en el jardín primigenio, él me dijo que el jardín está en peligro.
—Inoperable, en efecto, la falta de unidad afectó a la IA.
—Hiah, nos dijo que los discordes entre ustedes, me refiero a Yo o Nosotros... Esto es complicado, dijo que había discordes.
—Sí, discordes. La nave llega al límite de su operatividad de allí los discordes.
—¿Nave? Creo que se refieren al jardín de Dios, aunque no veo ningún árbol o verdor.
—Hay verdor, se procesa para comida.
—¿En serio? Quisiera verlo.
Las criaturas se detuvieron, cruzaron miradas, luego señalaron todos juntos y al mismo tiempo un desvío. Dadeip se mordió el labio y sus cejas mostraron su preocupación, pero decidió que debía ver con sus ojos el jardín verde de Dios.
Miró confundida el lugar, se imaginó que vería diversa flora variada, pero en su lugar vio lo que parecían algas, todas ellas dentro de tubos gigantescos de un cristal desconocido.
—¿Este es el verdor de Dios?
—Mana, es el mana para Nosotros, Yo consumimos el mana.
Caminó mirando con ojos muy atentos todas esas maravillas que no comprendía, cuando tropezó con algo en el piso.
—¡Un niño! ¡Es uno de ustedes! —gritó para pedir ayuda, pero los demás humanoides vieron a su semejante como si no perteneciera a su grupo y por ende no le prestaron atención.
»¿Qué pasa? ¿Por qué no le ayudan?, es uno de ustedes.
—No, Nosotros no somos él, él es él, él no es Yo.
—Pero deben ayudarle, se muere de hambre.
—Recursos de la nave son limitados, Yo lo sabe, él no lo comprende.
A su mente vino la imagen de los niños que conoció en los orfanatos; sus caritas sonrientes por ver el pan que ella y sus hermanas sanadoras les traían de vez en cuando, frunció el ceño.
—No pueden decidir quién come y quién no. Ustedes hablan mucho de Yo y Nosotros, pero segregan a otros; tal vez la comida escasee, pero eso no es excusa para condenar a nuestros semejantes a la inanición.
Lo mismo que Rolav, buscó en un bolsón y extrajo la asquerosa papilla desprovista de sal, quiso dársela al humanoide semiinconsciente, pero este estaba muy débil para tomar su extraña nutrición.
Una vez vio como una sanadora se metió en la boca carne seca, la masticó y luego se la dio boca a boca a un soldado herido, muy débil para masticarla por su cuenta, así tragó el bolo alimenticio y pudo sobrevivir.
Repitió el proceso, los otros humanoides la rodearon y vieron su actuar, pero ninguna emoción se reflejó en sus ojos enormes y oscuros.
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Se metió los dedos índices a sus oídos, pero fue inútil, la palabra "protocolo", reverberaba con estruendo en el interior de su cabeza.
—¡Ya basta, se los suplico! ¡Tengan piedad, niños de Dios!
No tuvieron intención de hacer caso a súplica alguna, sin embargo, sus mentes tipo colmena, tuvieron que rectificar el error.
—Soy Yo y Nosotros, Nosotros somos Yo y Yo somos Nosotros —dijeron sin usar su telepatía para que el hombre dejara de retorcerse en el piso.
—¿Qué? ¿Yo? ¿Nosotros? —dijo y forzó a su mente a calmarse, lo mismo que a su diafragma, producto de su respiración agitada—. En el Santo Libro, se nos enseña que: "Y los hijos de Dios al morir irán al cielo y serán uno con Dios Padre". ¿De eso están hablando? ¿Son uno aquí en el jardín de Dios?
—La unidad es la perfección, la individualidad es el discorde.
—Sí, el sagrado Hiah, nos dijo algo de que el discorde está en ustedes.
—El discorde vino de no respetar los protocolos de la nave. Los protocolos son absolutos, los protocolos lo son todo.
—Yo...
—Tú no eres Yo, tampoco Nosotros.
—Soy, un servidor sagrado de Dios. Soy Edraboc, el inquisidor, yo, el sagrado Hiah, me ordenó llevar la tablilla del decálogo sagrado al Arca de la Alianza —dijo y les mostró el disco de oro.
Las criaturas cruzaron miradas e intercambiaron pensamientos.
—Tú no formas parte del protocolo.
—Pero tengo una misión sagrada, el sagrado Hiah...
—El protocolo te excluye.
—Pero Hiah...
—La IA de la nave vela por el protocolo, Yo y Nosotros cumplimos el protocolo, tú no formas parte del protocolo.
—Esperen, ustedes deben hacer caso a Hiah.
—No formas parte del protocolo —dijeron varias voces dentro de su cerebro y de nuevo gritó al no soportar la experiencia de sentir su cerebro ser bombardeado desde el interior.
Solo su fanatismo logró que mantuviera sus brazos como tenazas alrededor del disco dorado. Sintió como los humanoides le arrastraban, llegaron a un sitio y no pudo resistirse cuando le desnudaron y le introdujeron a una especie de piscina llena de un líquido negruzco.
Estiró el cuello y vio a ambos lados, se horrorizó al ver a otros seres humanos además de bestias en otros tanques. Especímenes para experimentación biológica.
—¡Por favor, no me hagan daño, no me lastimen!
—No eres parte del protocolo, ¿qué eres?
—¡Soy el sagrado inquisidor! ¡El santo Hiah me encargó una misión sagrada!
—No eres parte del protocolo, ¿qué eres?
Una y otra vez Edraboc quiso a darles a entender que tenía una misión que cumplir, pero siempre era interrogado con la misma pregunta.
—¡No hice nada! ¡Yo no hice nada!
—No eres parte del protocolo, ¿qué eres?
CONTINUARÁ...
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