Capítulo 13
Capítulo 13
Segundo ensayo
Narrador omnisciente
—Buenos días, jóvenes. ¡Espero tengan mucha energía! —saludó Gissella—. Por ello, espero que podamos avanzar hoy, para terminar temprano la práctica de hoy, así cada uno lo repite con más comodidad en su respectivo hogar.
Todos asintieron. El baile les estaba pisando los talones a todos.
—Perfecto. Ahora vamos a formar nuestros grupos como en la sesión anterior —comentó—, y hasta donde nos quedamos. Al momento de que todos dan la tercera vuelta, cuando juntaban sus manos, los caballeros deberán tomar a la dama de su lado izquierdo, hasta que ella vuelva a llegar a su lugar, por medio de las rotaciones en el baile.
—¿Rotaciones? —inquirió Tamara y todos sus compañeros la siguieron.
—Les pondré un ejemplo. Isabela y Estaban, comiencen con los pasos de ayer.
Ambos se miraron y se encogieron de hombros. Se pararon en el centro de todo, observándose y brindándose apoyo con la mirada. Cuando comenzaron a realizar los pasos anteriores, un hincón se posó en el pecho de Lucas. Otra vez se sintió distinto.
Al finalizar con la pieza de ayer, Gisselle pido a los demás integrantes del grupo que se unieran al baile, y fue ahí cuando Isabela pasó de las manos de Esteban a las de Lucas, Mía a las de Alex y Tamara a las de Esteban.
—¿Entendieron? —preguntó y sus alumnos lo confirmaron.
La práctica comenzó. Las miradas que Lucas le propinaba a la pequeña fueron captadas por Mía, haciendo crecer una leve molestia en su corazón. No le prestaba atención siendo su pareja, sino a ella; quién parecía encantada con el muchacho bailarín.
—El cambio, chicos —avisó.
Lucas tomó a Isabela, se miraron recordando el día fantástico que tuvieron ayer y rieron. En ocasiones ella desvió su mirada para encontrarse con el par de ojos grises que esperaba ver otra vez por una razón que desconocía. Alex se encontraba con Mía; bailando, mientras ella no le quitaba la mirada de encima a la pequeña. Por otro lado, Támara trataba de seguirle los pasos a Esteban, mientras que este se burlaba, haciéndola reír también.
—Otra vez.
Ahora el muchacho ojos de avellana cuchicheaba con Támara sobre la nueva joven que había vuelto a su vida. Esteban rezaba para que el cambio se diera otra vez, al igual que Mía, pues, aunque jamás se habían tratado, sus vibras no congeniaban. Quienes parecían estar más tranquilos eran Alex e Isabela. Ninguno se dijo nada, pero tampoco había incomodidad o tensión.
—A sus puestos.
Todos tomaron su palabra y las chicas rotaron para encontrarse con sus respectivas parejas. El cambio provocó sonrisas y suspiros llenos de alivio.
—Ya te extrañaba —susurró Esteban, estremeciéndola.
—También yo —confesó sonrojada—. ¿Cómo te fue con ...?
—Es una bruja —rio—. Tú también lo eres, pero una bonita. Claro no más que yo.
Ella negó, observando a su amiga bien agarrada de Alex. Al chocar miradas, esta le guiñó un ojo y la otra correspondió. Y así fueron practicando durante toda las horas de inicio a casi fin. Se realizaron algunos cambios a pedido de los chicos en ciertos pasos de bailes que a algunos se les dificultó desde el inicio, y se agregó y mejoró otros para dar una mejor presentación.
...
—Bien, esto es todo por hoy. Practiquen en casa, nos vemos mañana a la misma hora —dijo Gisselle.
Al detenerse, Esteban tomó de la mano a Isabela y le dijo emocionado:
—¿Quieres venir conmigo? Tengo algo que mostrarte.
Ella no preguntó a dónde, sólo sonrió y asintió. Tomaron sus cosas y prosiguieron a salir del salón, bajo las miradas de muchos de sus amigos; mismos que comenzaron a especular una posible relación secreta que no era precisamente de amistad o hermandad. Eso tensó a Lucas, así que imaginando lo peor, salió tras ella y la detuvo.
—Isa —llamó. Ella se volteó, seguida de Esteban—. Necesito decirte algo.
—Dime —habló serena—, ¿Pasó algo malo?
—¿Podemos hablar en privado?
La presencia del muchacho lo ponía incómodo. Isabela miró a su amigo con mucha compresión y él entendió.
—Esteban...
—Tranquila, yo me adelantaré.
Se alejó, yendo al bosque.
—¿Qué sucede? —buscó sus ojos, preocupada.
—Yo quería decirte... más bien, quería preguntarte algo —dijo nervioso—, ¿Tú quieres...?
—¡Oh, Lucas, estás aquí! —Mía interrumpió la conversación—. Te estaba buscando. La maestra Gissella te necesita urgentemente.
Él suspiró resignado.
—¿Justo ahora? —pareció dudar de sus palabras.
—Sí. Está adentro —contestó.
—¿Hablamos luego? —preguntó a su amiga y cuando ella le contestó, se fue, dejándolas a ambas en una tensión incontenible.
La pequeña ya estaba por irse en busca de su amigo bailarín, pero sintió una fuerza en su brazo que la hizo quejarse y enfocar a la responsable. Se halló con la mirada de Mía, una muy terrorífica y amenazante.
—Quiero que te alejes de él —ordenó tajante.
—¿Disculpa? —Isabela frunció sus cejas.
—Lo que escuchaste —volvió a hablar—. No quiero que te le acerques. Yo soy su amiga desde hace mucho tiempo.
La joven de cabellos de fuego rio irónicamente.
—Conocí a Lucas mucho antes que tú, crecí con él, lo vi rasparse una y otra vez las rodillas —aclaró—. Y si él ya no quiere relacionarse conmigo, pues debe ser él quien me pida distancia y no tú.
Nada contenta, Isabela apresuró el paso sin poder creer lo que había acontecido. No creía cómo ella se atrevió a pedirle eso. Lucas era su amigo y nadie le impediría acercarse a él, y menos una recién llegada.
Respiró pausadamente para tranquilizarse, mientras llegó a la entrada del bosque para ver a Esteban jugar con un par de piedras como un niño chiquito. Llegó hasta él, tomó un par de piedras y luego las lanzó lo más lejos que pudo con su fuerza, aturdiendo a Esteban por su comportamiento.
—¿Todo en orden?
Ella resopló.
—Sí —dijo, pero luego se retractó—, no.
—¿Sí o no? —se mostró confundido.
—Mía no quiere que me acerque a Lucas. ¡Pero él es mi amigo! ¡Siempre lo ha sido! —espetó—, ¡Y ella no es nadie para decirme a quién o no me le puedo acercar!
Esteban entendió la situación.
—Calma, no te alteres. Son celos —restó importancia—, ¿Has visto cómo lo mira? Está enamorada.
Ella le observó anonadada.
—¿Enamorada? —repitió—. ¿Estás seguro?¨
Él rio.
—Por supuesto. Soy muy observador.
—Y él... Lucas —tragó saliva—, ¿Él también está enamorado de ella? ¿Le ama?
Esteban notó en su mirada cierta pizca de melancolía que le removió el corazón.
—No lo sé, no le he prestado mucha atención a él —dijo, desviando la mira hacia la profundidad del bosque—. Cambiando de tema, ¿Nos vamos ya?
—Sí. ¿A dónde exactamente? —quiso saber.
—No seas curiosa —sacó de su bolsillo la cinta de su cabellos, y luego la colocó en sus ojos para cubrirlos, emocionándola.
Ella sonrió y pronto fue guiada en el camino por su amigo que más de una vez le sacó una gran carcajada. Fueron conversando de temas triviales como el futuro, las fiestas de cumpleaños y amistades. Pero ninguno prefirió tocar el tema de la familia, no estaban listos ni preparados, se tenían confianza, pero apenas estaban empezando.
—¿Ya llegamos? —preguntó emocionada.
—No.
Tres minutos después.
—¿Ya llegamos? —esta vez con desesperación.
—No.
Dieron unos cuantos pasos más.
—¿Ya llegamos?
—Sí. Abrirás los ojos a la cuenta de tres —dijo y comenzó a contar—. Uno —respiró—, dos —exhaló—, ¡tres!
La cinta cayó al suelo, estrellándose con las hojas secas y al abrir sus bellos ojos grises, se encontró con la más bonita sorpresa que había recibido en tanto tiempo. Había rosas por todas partes y una serie de tarjetas y cosas rotas en cada una de las ramas de los árboles y un par de telas.
Todo era fantástico frente a sus ojos.
—¡Esto es hermoso, Esteban! —chilló de alegría, lanzándose a sus brazos.
Aquel acto le conmocionó mucho, pues no creía que eso pasaría.
—¿Cuándo hiciste esto? —se soltó y fue hasta el árbol más viejo a ver las notas y tarjetas.
Aún no lo creía.
—Eso es un secreto —sonrió.
Ella le miró todo con ternura.
—Esto es demasiado importante. Lo que has hecho significa mucho —volvió a abrazarlo y él correspondió, aspirando el aroma de su cabello—. Gracias.
Esteban quiso estar así toda la vida, con tanta felicidad que hasta parecía que se iba rebosar. El sol se puso sobre ellos, todo encajaba perfectamente. Ellos como una dulce pareja, una tarde muy especial, su baile y sonrisas. Esteban quiso ganarse a Isabela desde que llegó, y que mejor que haciendo algo que sabía que la haría tan feliz, porque en este segundo ensayo, dos corazones danzaron como si fuera el último baile que tendrían en mucho tiempo.
Hola, querido/a.
Melany V. Muñoz
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top