Capítulo 5
Capítulo 5
Mi peor pesadilla en llamas
Isabela
Salí de mi nuevo hogar, era de día, el sol estaba muy brillante y a los lejos en todo el monte veía a un hombre viejo con su sombrero de paja. Eso me extrañó demasiado, jamás lo había visto, y aunque su porte me era algo familiar aún no podía recordar a alguien que se pareciera tanto a él. Me acerqué un poco más para poder reconocerle, y de tanto en tanto, le vi los ojos. Tenía una mirada muy triste.
—¿Abuelo?
Con gran felicidad corrí lo más que pude hacia él, pero mientras más me acercaba el más se alejaba. Comencé a llorar, pero aun así no dejaba de correr. No quería detenerme. De pronto el cielo se tornó de un color oscuro como si fuera una noche de tormenta y los rayos caían en aquella su figura tan lejana. Asustada dejé de correr, ya no le veía. Me era imposible seguirle el rastro. Me desesperé al no tenerlo cerca, empecé a ver borroso, todo me daba vueltas y en medio de todo, su fuerte voz me llamó.
—Isa...
No sabía que sucedía, quería correr a sus brazos y que él me consolara. Que me perdonara.
—Isa... —oí nuevamente, pero esta voz ya no era la de mi abuelo.
Y volvieron a gritar:
—¡Isa... Isa!
—Esa voz... ¿Támara? —dije.
Narrador omnisciente
Mientras Isa seguía en su inevitable ensoñación con el que parecía ser su abuelo, y sus amigos buscándola hasta debajo de las piedras, la gente del pueblo estaba cansada de caminar y de buscar en cualquier lugar que creyeran conveniente para refugio, así que, resignados, la mayoría emprendió camino a la casa de Marisol, quien tenía el corazón hecho trizas.
El pequeño grupo que se había quedado para seguir buscando, cansado, se detuvo un poco para beber agua y comer algo que les diera más energía. No obstante, otros prefirieron realizar algo que les produjera más relajación. Uno de los tanto vecinos, se alejó un poco de todos para encender su cigarrillo, y cuando lo hizo dejó lo llevó a su boca y luego dejó escapar el humo que había retenido sus pulmones.
Después de un rato, cuando la mayoría se puso de acuerdo para seguir con la misión, el hombre sopló su cigarrillo y creyendo que se había gastado, lo echó tras unos matorrales y corrió hacia donde estaban los demás. Durante los próximos minutos, un pequeño hilillo comenzó a salir del cigarro; mismo que poco a poco fue tocando los arbustos, encendiéndose como si de una fogata se tratara.
El olor llegó hasta los más cercanos: el grupo de búsqueda, y cuando notaron las encendidas llamas corrieron por sus vidas totalmente aterrador y haciéndoles olvida razón de todo.
Támara
—¿Cómo dices que se llama tu novia? —pregunté a Lucas, tratando de buscar algún tipo de conversación.
—¡Que no es mi novia Támara! —replicó.
—Bueno, no te enojes —alcé mis manos en señal de paz—. ¿Cómo se llama tu a-mi-ga? —deletreé la última palabra con un par de risas.
—Mía —respondió, observando todo a su alrededor.
—¿Qué edad tiene? —tenía mucha curiosidad, quería saber sobre la chica que nos estaba quitando un amigo a Isa y a mí.
—Trece, cumplirá catorce el próximo mes.
Buscaba con la mirada cualquier indicio de mi amiga, pero no encontraba nada más que árboles y arbustos, sin omitir las grandes rocas y restos de troncos.
—Interesante... —mascullé—. ¿Ya sabes que harás? ¿te quedarás?
Él suspiró.
—No lo sé —se veía confundido—, y ustedes, ¿Cómo han estado todo este tiempo en mi ausencia? ¿Qué han hecho? —desde que llegó no hemos tenido tantas oportunidades de entablar una conversación. Que bueno lo pregunta.
—Nosotras hemos estado bien, y por la escuela no ha ocurrido nada interesante. Pero, creo que este año será más difícil que de costumbre ¿Recuerda a la maestra Jane?
—¿Jane Luther? —cinco años no fueron suficientes para que se olvidara de los nombres de los maestros que le hicieron la vida imposible.
—Esa misma. Ella será nuestra tutora este año. Tenía esperanzas de que alguien más ocupara ese puesto, pero hasta ahora no hay más maestros disponibles para el área —dije con resignación.
—Oh... —fue lo único que comentó.
Narrador omnisciente
—¡No te vayas! —suplicó Isa—. Quédate conmigo, por favor.
El calor empezó a rodearla. Las llamas eran tan gigantescas que hacían que ella sudara hasta el punto de lograr despertarla. Con un grito despertó de su pesadilla sin saber que se vería envuelta en otra aún peor. Sus ojos se iluminaron por la intensidad del fuego, las llamas estaban tan cerca de ella que creía que ese sería su fin.
Por otro lado, Lucas se percató de un olor inusual en el bosque. Las aves volaron en la dirección contraria a la habitual y sabía que eso no era nada bueno. Enfocó a Támara y ella le observó confundida.
—¿Qué? ¿Tengo algo en la cara? ¿Qué tengo? ¡No me digas que es un grano!
Él negó serio.
—Algo huele extraño...
Ella se sonrojó, imaginando que...
—¡Yo no fui!
—¿De qué hablas? —hizo un par de muecas y pronto comprendió a lo que ella se refería—. ¡No hablo de eso!
—¿Entonces?
Ambos escucharon un grito muy cerca y luego notaron cómo a su lado se estaban quemando varios arbustos y árboles.
—¡El bosque está en llamas! —gritaron al unísono.
Narrador omnisciente
Isabela salió de la cueva con sus cosas desde que vio como todo a su alrededor ardía. Tenía miedo y extrañaba su hogar, quería estar de vuelta. Había concluido con que había sido una mala idea irse y hasta ahora se arrepentía. Corría entre las rocas con su vestido blanco, tratando de salir del bosque ilesa, sana y salva, aunque tosiendo cada segundo por la falta de aire y el humo en el aire.
Lucas y Támara también buscaron la forma de salir del bosque. Estaba oscuro y eso hacía del bosque un lugar más peligroso. En ese momento, ambos se encontraron con Isa corriendo mientras las llamas querían alcanzarla. Él admiró a su pequeña amiga mientras corría con su vestido largo y su cabello igual de encendido que las llamas. Sintió algo extraño en su pecho.
—Isa... —murmuró Támara, un poco mareada y trayéndolo de vuelta a la realidad—. ¡Es Isa, Lucas! ¡Ve por ella!
—Pero estás mal. Necesito sacarte de aquí primero. —dijo— ¿Puedes seguir?
Ella negó.
—Bien, yo te cargaré.
Cuando Lucas iba a tomar de lado a Támara, un muchacho de rizos negros apareció entre los arbustos. Y al ver a la hija de su jefe en tal mal estado se sorprendió.
—¡La señorita Támara! —exclamó.
—¡Necesito tu ayuda! —fue lo único que dijo Lucas.
El muchacho, apresurado corrió hacía el par que parecía ser consumido por el fuego. Lucas avanzó a él con Támara y pronto ella estuvo arrimada a su lado.
—Llévatela de aquí, por favor —pidió inquieto.
—Encuéntrala —susurró Támara, antes de toser y quedar inconsciente.
Y sin decir más, Lucas fue a buscarla. Estaba muy desesperado, pensaba que había perdido su rastro.
—¡Isa! ¿Dónde estás? ¡Vuelve!
La buscó con la mirada a su alrededor y no dio con ella, hasta que
—¿Qué haces ahí tonto? ¡corre! —gritó desde un lado muy desesperada, para echarse a correr.
—Voy tras de ti —avisó él, efectivamente, yendo tras ella.
Melany V. Muñoz
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