Tirano Amor
Suspiro lo más profundo que puedo.
El constante impacto, de la fuerte brisa contra el cristal del enorme ventanal, me despierta. Con pesadez, abro mis ojos y, lo primero que veo, es el azul brillante del mar extendido en el horizonte. La vista es fascinante, pero mejor que ver el océano en todo su esplendor, es poder despertar junto a mi amor. Duerme como un bebé. Como siempre me pasa, es verlo y querer hundirme en sus brazos, ¿qué rayos estoy diciendo?... ¡ya estoy acurrucada entre estos!
En fin, quiero comérmelo a besos, pero contengo mis alocados impulsos, no quiero interrumpir su sueño, el viaje ha sido un total viacrucis y él se ha llevado la peor parte, así que, sin mover un solo músculo hago lo único que puedo hacer, admirarlo.
Mientras detallo las simétricas y varoniles facciones de su rostro, intento digerir que sí, en efecto, estoy con Luifer en una lujosísima casa a orillas de la playa en la Isla de Margarita. Sonrío. No puedo evitarlo, al recordar mi cara de alucinada cuando por fin me dijo a dónde iríamos minutos antes de abordar el avión. ¡Canijo! Me había engañado diciéndome que celebraríamos el fin de nuestro régimen sexual en Puerto la Cruz, acampando en alguna playa, pero esto es... ¡SE PASÓ!
Me siento pletórica con su detallazo, aunque no puedo negar que, una parte de mí se aterra, como ahora, cada vez que Luifer, me sale con una de sus exageradas y extravagantes sorpresas. El dinero, en definitiva, no parece representar ningún problema para él, ni indirectamente para mí desde que estamos juntos, y eso más que tranquilizarme, me agobia, no saber la razón de tanta fluidez económica, como muchas otras cosas más de su vida, despiertan innumerables sospechas en mi mente como sus besos encienden la lujuria en mi cuerpo.
Me estremezco, de solo recordar algunas de las tantas veces en que, sus opulencias, me han abrumado y revivido mis temores más secretos durante estos últimos dos meses.
***
-Amor, que no las quiero - miento, sosteniendo entre mis manos, una de las carísimas plataformas doradas que vi y me encantaron en la zapatería de su amigo, Juan Pablo.
-Bueno, escoge otras que te gusten, nena -insiste.
Que no quiero ninguna -vuelvo a rechazar.
-Escoge una o no las llevaremos todas -me amenaza de vuelta y, por el brillo sentencioso que veo en sus ojos, sé que he perdido la batalla.
Esa tarde, regreso a la residencia con cinco pares de bellísimas plataformas Louis Vuitton y un humor de perros.
***
-Luifer, ya te dije que mi teléfono funciona bien - le gruño, apuñando en mi mano derecha mi cacharreado Sony Ericsson.
-Ese perol que te empeñas en llamar teléfono en cualquier momento se apaga y no prende más, pequeña - se burla, y mostrándome un aparato ultra planoy de teclado táctil de carcasa negra que se empeña en que acepte, me amenaza -no te llamaré, ni te enviaré más mensajes a ese trasto.
- ¡Qué no y qué no! Además, ¿cómo voy a explicarle a mamá la procedencia de ese teléfono tan caro? -uso mi último cartucho.
Por segundos se mosquea, por lo que le he contado, sabe que mamá es un hueso duro de roer y un mal paso puede costarme mi boleto de ida sin regreso a Calabozo. Y, cuando creo que mi argumento lo va a hacer desistir, vuelve al ataque.
- No sé, dile que te lo has ganado en una rifa, o que te lo han fiado y lo estás abonando por partes.
Indignada por insistencia y el descaro con el que me propone mentir, lo fulmino con la mirada y le arranco el costoso aparato de las manos. Esa noche me escribió hasta las 03:00 a.m. a mi nuevo móvil.
***
- ¡Te has vuelto loco! ¿qué le voy a decir a mamá esta vez? ¿qué me he vuelto a ganar otra rifa? ¡más soltaría y me mato! - me engrincho, cuando veo la laptop que me pone sobre las piernas.
- No tienes que decirle nada. Con no llevarla a tu casa basta.
Su solución me indigna más. Otra mentira. Me choca mentirle a mamá, además, cuando me descubra, que va a descubrirme, me va llover sobre mojado.
- De todas formas no la quiero. No la necesito - me mantengo firme.
Pero él, que sabe cómo doblegarme, alega en favor de su artimaña.
-'Claro que sí. Te será más cómodo hacer tus investigaciones y trabajos en la residencia que en el ciber, además, te mantendrás al día y eso será bueno para tus calificaciones.
Pongo mis ojos en blanco.
¡Tiene razón! Necesito subir mis notas.
Pero, negada a darle el gusto de verme ceder tan fácil, refunfuño.
-'De acuerdo, pero de una vez te advierto que seguiré yendo de vez en cuando al ciber, me gusta mirar los peces, además, tengo que imprimir mis trabajos en alguna parte ¿no?
Él sonríe triunfal, y tras meter la laptop de nuevo en su caja, me da un beso que pone fin a todo mi mal humor. He perdido otra batalla, y tres días después es que me doy cuenta de qué forma...
...Con indignación, miro mi nueva impresora HP conectada a la computadora, mientras le lanzo comida a los dos peces dorados con franjas negras que pululan dentro del agua de mi nueva pecera.
***
Hambrienta, recojo del mostrador el plato, donde se exhibe como una ballena mi enorme empanada de pabellón y, tras atenazar mi jugo y otras chucherías con la otra mano, le pregunto a Yessi:
- Loquilla, ¿Cuánto tedebo?
- Nada - me sonríe.
- ¡¿Nada?! -repito intrigada, y sin entender na' de na', le exijo me aclare - ¿Por qué? ¿desde cuándo tengo carta libre en este tarantantín?
Y ella, alargando aún más el rojo tinto de sus labios, me hace una revelación que me deja patidifusa.
- Desde que tu chico vino a hablar con mamá y le pidió que anoten a su cuenta todo lo que tú consumas aquí loquilla.
Con la mandíbula, casi en el piso, pestañeo aturdida y me alejo en silencio mientras invoco durante todo el camino a toda la generación de Luifer.
Su acoso se está pasando de la raya.
Cinco minutos después, sentada a la mesa rodeada de mis amigos, sin importarme si lee o no, o sí mi mensaje le molesta, pues está en una de sus desapariciones misteriosas, accedo a la aplicación de WhatsApp y me descargo.
Luifer (AMOR)
Ult. vez hoy a las 05:52 a.m.
¡Eres... eres... un psicótico y acosador sin remedio! Quieres dejarme al menos pagar mi desayuno. No me iré a la ruina si lo hago. Ah por cierto!!! Aunque quiero darte un puñetazo te extraño muuuuuuuucho... 09:34 a.m.
Y, contra todo pronóstico, un par de minutos después, más abajo de mi testamento, aparece otro suyo.
Luifer (AMOR)
En línea
¿Psicótico y acosador sin remedio, YO? ¡Absolutamente SÍ, Señorita Marcano! pensé que YA lo tenía bastante claro, y puedo serlo más, así que deje de quejarse tanto y no me siga provocando. Y no lo hago por cuidar sus finanzas, lo hago porque me gusta estar pendiente de TODAS sus necesidades por más mínimas que estas sean. Ah por cierto! También la extraño muuuuuucho, y me muero por darle un par de nalgadas.................. 09:37 a.m.
No sé si reír o enfurecerme más. Decido hacer lo primero, en el fondo, me gustan todas sus obsesivas atenciones y me vuelve loca la forma tan asfixiante en la que me demuestra que me ama tanto como yo a él... ¡Masoquismo puro!
***
De pronto, de vuelta en el presente, estira su cuerpo bajo las sábanas, y unos segundos más tarde, siento sus dedos subir y bajar por mi espalda desnuda, de manera deliciosa. ¡Dioooooos! ese contacto, me pone a mil enseguida, pero permanezco quieta con la cara pegada al tibio calor de cuerpo.
- ¿Admirando la vista, Señorita Marcano? - me pregunta con voz adormilada, abriendo sus ojos.
- Sí, Señor Fernández, la vista es espectacular desde aquí -le sonrío.
Él, que sabe muy bien a qué vista me refiero con exactitud, de una patada nos quita el grueso cobertor de encima, y tras sentarme a horcajadas sobre su abdomen, me dice incitador mientras sus manos alzan el vuelo hacia mis pechos.
- Pues la mía mejora a cada segundo se lo aseguro.
Y, una vez les da alcance, acaricia, aprieta y espolvorea con sus dedos mis pezones hasta ponerlos como quiere, duros, muy, muy duros. Mientras yo, excitada y necesitada de sus deliciosas caricias, me dejo hacer a placer conforme mi respiración y los latidos de mi corazón se desbocan.
- ¿Te gusta, cielo? -inquiere, con una media sonrisa lobuna en sus labios.
«¡Me fascina!» se forma en mi mente. No le contesto, no puedo, el gozo que experimenta todo mi ser me tiene dominada por completo.
- Dímelo o pararé -me exige.
- Sí-gimo.
Mi asentimiento atiza el fuego en su mirada, que me abrasa con ansias y me deja saber cuánto disfruta de mi entrega, por lo que, deseosa de más de sus afrodisiacas caricias, le hago saber lo que quiero con mis ojos, y él como siempre, al leer en estos lo que en silencio le imploro, me complace. Acerca su boca a uno de mis pezones, y tras atraparlo entre sus dientes, le da un estimulante mordisquito que me hace chillar como una gata.
- ¿Quieres más? - me pregunta jadeante.
¡Sí, mas... más...más...!
Sin remilgo, dejo que mi lado animal hable.
- Sí -exhalo con los labios temblorosos.
Sin dudar, vuelve a complacer mi urgencia. Ataca con su lengua mi otro pezón, y tras dibujarle con esta un círculo alrededor, lo atrapa entre sus labios y lo chupa mientras mi otro pezón es desmoronado, simultáneamente, por sus largos y expertos dedos.
Su doble estimulación, me prende a fuego lento.
Mi boca, suelta un hondo jadeo.
La deliciosa tortura a la que está sometiéndome es sencillamente exquisita, y tras largos minutos, en los que disfruto a mis anchas de su asedio, lo detengo. Quiero saborear su cuerpo, necesito saborearlo o voy a explotar. Tomando el mando de la situación, aparto su otra mano de mis caderas, y privando a su boca y dedos del disfrute de mis pechos, tumbo de nuevo su espalda en la cama y hago lo que me muero por hacer, acariciarlo.
Y, erguida como una Diosa en su pedestal, encima de su cuerpo de atleta olímpico, deslizo las yemas de mis dedos con una suavidad pasional sobre sus pectorales, guiándolas luego hasta la tallada musculatura de su abdomen, donde con lentitud recorro una a una las líneas profundas que se dibujan en este, y al final, detengo su descenso sobre sus marcados oblicuos. Mi pulso se dispara en mi sexo cuando observo que, en la convergencia de estos, su enorme erección, contenida por la flexible tela negra de sus Calvin Klein, está que revienta.
Él, al ver lo que miro, clava su ardiente mirada en la mía y suplica, mientras con su dedo índice repasa mi labio inferior de forma provocativa.
-'¡Disfrútame, nena, disfrútame!
De inmediato, entiendo lo que su expresión salvaje me pide, pero... me agobio, de solo pensar en su exigencia siento que la cara me va a explota de vergüenza.
¡Oh Dios! ¡Oh Dios! ¡Dame valor!
¿Estará hablando en serio? ¡Sexo oral!
Me paralizo.
Miro sus candentes ojos devorarme impacientes y sí, habla en serio. Luifer, al notar que estoy bloqueada y los nervios están mermando mi lívido, toma el mando de la situación de inmediato, me coloca otra vez en la cama, y tras quitarme el cachetero de un solo jalón, me da la vuelta y me pone en cuatro patas.... ¡Qué agilidad!
Calor, calor, y más calor...
Siento que me quemo de nuevo.
-'Señorita Marcano, abra sus piernas más para que pueda enseñarle cómo es que tiene que disfrutar de lo que es suyo.
Casi infartada, por el inesperado giro de los acontecimientos, lo obedezco. Separo las rodillas a la anchura de mis hombros y espero su siguiente movimiento. Cuando me tiene a punto; con el pecho hundido en la superficie acolchada, hecha aguas y con el culo en popas, noto como su dedo medio comienza a explorar mi húmedo sexo, y tras separar mis labios vaginales, este comienza a recorrer de arriba abajo mi hendidura con una lentitud de muerte hasta lograr su objetivo: hacer que me retuerza y chille como una posesa mientras mi clítoris se hincha a reventar.
Desde mi contorsionada posición lo miro. El brillo en sus ojos es abrasador y carnal, lo dice todo: disfruta, disfruta y mucho haciéndome lo que me hace, y yo, de que lo haga. Mi encendido amor, al descubrirme espiándolo, se muerde los labios de manera sensual y después me lanza una sonrisa malévola, en la que, con claridad anticipo su siguiente ataque.
El ardor de mi vientre se estremece.
¡Sí! ¡Sí! ¡Sí! ¡Va a penetrarme!
Urgida por sentirlo dentro de mí y darle fin a nuestra larga sequía sexual, permanezco quieta, mientras, lo observo con ojos vidriosos de deseo, levantarse y liberar su enorme erección. Intento tragar, pero no tengo saliva. Es ver su hinchado pene enfilándose hacia mi sexo y paralizárseme hasta el corazón. No me muevo, no respiro, no puedo, solo siento que me quemo en carne viva.
Él, al percatarse de que la anticipación porque me empale tiene mi cuerpo petrificado, aproxima la punta de su erección a mis labios vaginales, y tras separarlos con esta, me somete a la estimulante tortura que su dedo ejecutó segundos atrás: con lentitud, resbala la lubricada y carnosa punta de su pene de abajo hacia arriba y viceversa entre mi húmeda hendidura, mientras de la misma forma parsimoniosa, mi clítoris se calcina y yo chillo enloquecida de tanto placer.
El contacto piel con piel es... ¡alucinante! ¡Quiero más! ¡Quiero más de ese exquisito roce! y, decidida a obtener lo que anhelo con desesperación, arqueo mis caderas y me empalo con ímpetu en la fuente de mi placer.
¡Sííííííííííííí!
Su erección me llena y alivia la ardorosa presión de mis entrañas. Y de forma automática, como si de una programación genética se tratará, mis piernas comienzan a impeler mi pelvis contra la portentosa erección de mi amor.
Me clavo en esta una y otra vez con sumo frenesí.
1...2...3.... placer.
6...7...8... placer y gemidos.
12...13...14... pálpitos, sudor y lujuria.
18...19...20... mi vientre se contrae y sus jadeos se tornan más desgarradores.
23...24...25... son sus manos, en mis caderas, las que me empalan urgidas de más y más placer.
Incontables penetraciones después, cuando siento que mi sobrexcitado cuerpo está alcanzando sus límites y la combustión orgásmica está a punto de tomarlo, todo aquel deleite cesa.
Me siento vacía.
¡NO! ¡NO! ¡NOOOOOOOOOO!
Alarmada, sudada, excitada y temblorosa, en cero coma un segundo me vuelvo hacia él en busca de una respuesta, pero... pero... lo que veo al darle el frente, me deja en shock, Luifer, mi amor ...¡Oh Dios!... no le doy crédito a lo que ven mis ojos... ¿Se está...? ¿Se está...?... ¡Masturbando!
No reacciono.
No respiro.
No digo nada.
No puedo.
Solo miro, miro y miro el apabullante morbo con el que de manera rítmica y hábil, soba su engrosado pene delante de mí con una naturalidad que me incapacita. Y él, tras ver mi expresión, que no sé cuál es, me abre de nuevo las piernas y posicionándose entre estas después, murmura sardónico.
- No tiene por qué sentir vergüenza por desear tocar y disfrutar lo que es suyo, Señorita Marcano. Le aseguro que este juguetito puede darle placeres que ni se imagina, solo tiene que atreverse a experimentarlos.
Lo que dice y cómo lo dice, me pone la piel de gallina e incrementa el fuego en mi cuerpo de una forma indescriptible.
¿Experimentar?
- Yo... yo... - se me corta hasta el aliento.
Sigo sin poder reaccionar.
Luifer, al notar que su morboso palabrerío ha avivado mi lívido, pero que el exceso de pudor en mi organismo no me deja ni mover, sonríe con perversión y me susurra de nuevo.
- ¿Quiere experimentarlos, SeñoritaMarcano?
Mis labios, convulsos, intentan responderle, aunque de estos solo sale un mudo gemido. La vergüenza me puede, y conocedor de eso, vuelve al ataque.
- Ya veo que no -deduce, y tras alargar mi labio inferior de un suave mordisco, agrega fatigoso -es una lástima que solo quiera ver.
¡¿VER?!
Ese monosílabo me alerta de inmediato.
¡Oh no, eso sí que no!
Al intuir lo que planea, recupero la movilidad al instante. ¡Que ni piense que va a dejarme caliente como un sartén! Y, tras cercar su cintura con mis piernas, busco empalarme otra vez en su empalmada erección. Pero, Luifer, es más rápido, pone su mano libre en mi vientre y ejerciendo presión sobre este, logra inmovilizarme.
Sus ojos, brillan carnales y pillos, los míos, de indignación. Intento zafarme de su aplastante yugo, pero su fuerza es indoblegable. Sin mucho esfuerzo, logra contener mis intentos de liberación, mientras al mismo tiempo, intensifica el manoseo de su pene, hasta que, tras segundos de inútil forcejeo, observo como sus pupilas se viran y deja salir de sus labios un ronco gruñido de satisfacción... ¡Llegó al clímax!
Y, para mí mayor furia, con un cinismo que me calienta la sangre, deja desparramar su semen sobre mi insatisfecho y achicharrado sexo.
¡No puedo creeeeeeeeerlo! ¡Uissssss!
Indignada por lo que ha hecho, me tapo el rostro con las manos y con la yemas de los dedos masajeo mi frente. ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué es... tan? ¡Aaaaaah! necesito levantarme de la cama o terminaré dándole un puñetazo, pero al primer intento, el peso de su cuerpo sobre el mío, me inmoviliza de nuevo.
- ¡Nena, escúchame! - lo oigo pedirme tras la cortina de dedos.
¡Nena, tus narices! ¡Quítate de encima o juro que te doy un buen piñazo!
Mi amenaza lo parte de risa.
- ¡Pequeña, mírame! -insiste.
Pero, mi humor es negro y no quiero escucharlo decir ni ‟mu", por lo que, de varios empujones más por fin logro quitármelo de encima, y dejándolo tirado en la cama con expresión, ahora, de entuerto, entro al baño y cierro la puerta de este de un tremendo portazo.
Enfurecida, como nunca en mi vida, entro al área de la ducha, abro el grifo de la regadera y dejo que el chorro de agua fría me caiga encima de golpe para bajarme la calentura.
Un minuto después, escucho la puerta del baño abrirse. ¡Es él! No lo miro, sigo enjabonando mi cuerpo y finjo ignorar su presencia.
¡Estoy que mato y como del muerto!
- Después de desayunar quiero que vayamos al centro comercial - me comenta,aproximándose.
El tono mandón en su voz y ese ‟quiero" intercalado en su oración empeoran mi humor. Odio sus imposiciones. No contesto. Me conozco y como habrá la boca, de esta no me van a salir flores.
Cauteloso, entra a la ducha y se mantiene en un segundo plano a mi espalda, no se me acerca, no me toca, y no sé si eso me gusta o me enfada más. Quiero que desaparezca de mi vista, pero al mismo tiempo deseo que se quede... ¡Qué lio!como sea, sigo enjabonando mi cuerpo bajo su silenciosa supervisión.
Una vez termino, sin apenas mirarlo, salgo de la ducha dejándole el grifo del agua abierto, y envolviéndome, en una de las enormes toallas blancas que están enganchadas en la abrazadera de la puerta, desaparezco del baño.
¡Qué le den! ¡Qué le den y que le den por malvado!
Con el cuerpo frío como un tempano, ubico mi maleta y saco de esta algo que ponerme: mi ropa interior, una blusa de algodón rosada con mangas, mis medias, uno de mis desgastados Jeanfavoritos de color azul marino y por supuesto miscómodas Converse.
Me visto. Y, mientras ventilo mi cabello con el secador para quitarle el exceso de humedad, Luifer, aparece de nuevo en el cuarto con expresión intranquila. Sé que ha entendido que hizo mal y el no saber cómo aplacar mi enojo lo está haciendo trizas, pero... ¡me vale!
Sigo ignorándolo.
En absoluto silencio y tensión, ambos terminamos de arreglarnos y casi en las mismas condiciones, desayunamos. Apenas si digo un par de ‟Sí" para aceptar los alimentos que me ofrece.
Cuarenta y cinco minutos después, entramos a un súper centro comercial en forma de estrella, si mi vista no me engaña, es el Sambil. Quiero soltar un enorme «Ooooooo» por tanta belleza que veo, pero, mi humor de perro me impide disfrutar del momento.
Sin tomarme de la mano, lo que me trae de peor genio, caminamos por los largos pasillos de la zona sur y miramos decenas de tiendas sin comprar nada. Comienzo a desesperarme. Voy a preguntarle qué rayos hacemos aquí cuando de repente, su voz de mando se impone.
- Vamos a la zona norte, allí hay varias tiendas en las que puedes comprar algunos trajes de baño.
De inmediato, para no perder la costumbre, me niego.
- Yo traje los míos.
Y, como siempre, mi renuencia lo disgusta, pone sus ojos en blanco e insiste.
- Yo quiero comprarte otros ¿me dejas hacerlo?
- ¿Tiene algún caso que me niegue? -le devuelvo con aspereza.
- No. Y lo sabes - ríe descarado, e inclinándose hacia mí, me da un beso fugaz.
Intento apartarme, pero lo cierto es que... Anhelo ese suave contacto... ¡Soy una blandengue! Al llegar al ala norte, Luifer, me arrastra al interior de una enorme y lujosa boutique, donde hay trajes de baños de diferentes tamaños, modelos y colores exhibiéndose en unos entallados maniquíes blanco hueso.
- ¡Buenos días! ¿en qué puedo ayudarlos? -nos aborda, una joven mujer muy elegante.
Ni tiempo pierdo en contestar su saludo, Luifer, lo hace por los dos, todo lo decide por los dos y eso... ¡Uf! caldea mucho más mi ánimo.
- ¡Buen día! -le dice, y seguido le informa -tenemos una cita con el señor Toledo.
Con gesto de reconocimiento, la empleada, le pregunta.
- ¿Es usted el señor Fernández?
- Si -le confirma.
- ¡Bienvenido, Señor Fernández! mi nombre es Clara, soy la encargada. Lo estábamos esperando. El señor Toledo, le deja sus disculpas, no va poder recibirlos, se encuentra en estos momentos atendiendo a unos proveedores, pero me encargó atenderlo en lo que usted y su esposa necesiten. ¡Adelante!
«¡¿Qué ha dicho?! ¡¿ESPOSA?!»
Mi cara es un poema.
Luifer, en cambio, ríe a mi lado pero no desmiente las suposiciones de la mujer.
- ¡Gracias! ¡Muy amable!
Nos adentramos en la tienda junto con ella. Y mientras, recorremos las distintas áreas del establecimiento mirando trajes de baños, unos más espectaculares que otros, el firme agarre de su mano me tranquiliza un poco.
¡Síííí! ¡Por fin me toca!
Quince minutos después, entro a los probadores con ocho modelos diferentes, entre bikinis y trikinis, en las manos. Y por supuesto, todos, son diseños de la última y limitada colección de la tienda y súper carísimos.
Aferrada a la esperanza, de que en esta ocasión, Luifer, cumpla con su palabra de no comprarme todos los modelitos si al menos me decido por uno, comienzo a desvestirme.
Tras probármelos en su totalidad, llego a la conclusión de que ninguno me gusta, a pesar de que, las diminutas y exclusivas piezas realzan las curvas descarnadas de mi cuerpo. Los detesto, los detesto y mucho solo por el simple hecho de que todos los ha escogido él. «¿Por qué siempre tengo que ceder a sus imposiciones?» me recrimino, lo amo con mi vida, pero vivir bajo su yugo a veces es exasperante.
Me descompongo.
Empiezo a sudar a chorros y todo me da vueltas. Intento sostenerme de las paredes del probador individual en el que estoy, pero, mis rodillas se doblan y caigo postrada sobre mis talones.
Inhalo.
Exhalo.
Gimoteo.
De repente, la cortina que cuelga a escasos centímetros de mi nariz se abre, y de inmediato, unos amplios ojos grises enfocan la llorosa palidez de mi rostro llenos de una curiosa preocupación.
-'¿Te encuentras bien? - me pregunta con dulzura la hermosa joven arrodillada frente a mí.
Sin esperar mi respuesta y sin que se lo pida, me ayuda a levantar. Cruza mi espalda con uno de sus brazos, y llevándome, hasta las butacas pegadas a la pared del largo probador, me sienta en una de estas.
- ¿Andas con alguien? - vuelve a preguntarme nerviosa.
Afirmo con un débil cabeceo.
- ¿Quieres que le avise que te sientes mal?
- ¿Qué? ¡Ni loca! Si el maniático que tengo por mari-novio me ve así, mínimo, me saca de allí en ambulancia.
- No. Ya estoy mejor ¡Gracias! - le aseguro, y después, secando el sudor de mi frente hago lo que siempre hago cuando estoy nerviosa: lanzo uno de mis chistes salva situaciones - estos precios son capaces de matar a cualquiera ¿no?
La desconocida sonríe.
Yo aflojo mis hombros y suelto el aire contenido.
- Sí. Le bajan la moral hasta a un roble- bromea de vuelta, un poco inquieta aún por mi mal aspecto, por lo que, saca una botella de agua mineral de su bolso y sentándose a mi lado, me ofrece - ¡Ten! bebe un poco.
Sin rechistar, la acepto y bebo más de la mitad de su contenido de un solo jalón. ¡Usssss, qué alivio! Necesitaba de verdad aquel fresquito bajando por mi garganta, y en vista de que mejoro, ella relaja su viva mirada que... ¡VAYA! parece un cielogris de invierno, e insiste:
- ¿En serio no quieres que llame a quién te acompaña?
- Segurísima - le confirmo con más fuerza en la voz para demostrárselo, e hipnotizada, por la cautivadora amplitud grisácea de sus ojos, me termino desahogando con ella - lo que quiero es voltearle la cara por... por... tirano y mandón.
Mi cantaleta, toma por sorpresa a la desconocida, pero... ¡hombre hasta a mí!... mínimo debe estar pensando que estoy loca. Y antes de que yo también termine por creer que se me soltaron todos los tornillos de la cabeza, le digo avergonzada:
- ¡Lo siento! No sé ni por qué dije eso.
Con una franca sonrisa de comprensión, ella aparta unos mechones de cabello de mi rostro y me contesta:
- ¡Tranquila! supongo que lo dijiste porque lo necesitabas.
¡Tiene razón! Necesitaba decirlo o explotaría.
¿Pero a ella, a una completa desconocida?
¡Te pasaste, Elizabeth! ¡Bien bonito!
De repente, la suave voz de la chica brota como brisa fresca de sus labios y pone fin a mis tortuosos reclamos internos.
- Soy Katherine.
Ahora, la que no deja de mirarla como si le hubiera salido otro ojo en la cara soy yo, pero, dispuesta a corresponder su amabilidad, me presento también.
- Soy Elizabeth - y sonriéndole, agrego seguido - de nuevo, ¡gracias por ayudarme!
Diez minutos después, ya siento que conozco a esta chica de toda la vida. Lo que me parece extraño, no es que yo sea un chinche, pero por lo general, no soy tan parlanchina a las primeras con nadie. En fin, mientras ella continúa probándose sus trajes de baños, y yo los míos para ver si al fin me decido por alguno, la conversación entre nosotras fluye con una naturalidad agradable, tanto que, me olvido por completo de todo lo ocurrido con Luifer y que el susodicho me espera.
¡Pues, que siga esperando!
Súper entretenidas, reímos a todo pulmón cuando entre comentario y comentario descubrimos algunas cosas que tenemos en común. Resulta que ella, igual que yo, es Guariqueña, estudia la misma carrera ‟Economía" en la U.N.E.R.G y es su primera vez en Margarita.
¡Vaya dos!
- ¿En serio estas recién casada? - curioseo.
- Sí - me confirma, con cierto asombro en su voz, como si ni ella misma pudiera creer tal cosa, y ajustando la copa del traje de baño que se está midiendo, me pregunta-¿Y a ti, desde hace cuánto te está torturando ese troglodita novio que tienes?
Suspiro, no tengo tiempo ni ganas de hacer cálculos, así que redondeo.
- Desde hace cinco meses, quizás.
- Elizabeth, ¿todo ese tiempo y aún no has aprendido a lidiar con sus tiranías? - me pregunta con una incredulidad divertida.
- Pues, queridita si te sabes la formula dímela.
Y, con gesto de pillería, se da la vuelta, recoge de la butaca uno de los trajes de baño que ni siquiera se va probar por lo escandaloso y atrevido que es, y entregándomelo, me propone cizañosa.
- ¡Ten! Ponte este conjuntito, ve a dónde está y exhíbeselo. Con esto de seguro le das una buena sacudida para que agarre mínimo, eso sí, después lo compras sí o sí, así lo veas echado espuma por la boca. El fuego se combatesiempre con fuego, Elizabeth.
¡Ojojojojojojo! ¡Vaya plancito!
Esta Katherine, sí que es perversa y de armas tomar.
¡ME GUSTA!
Lo que pone en mis manos es más tiras que tela, un modelito muy al estilo Diosa Canales. Da lo mismo ponérselo que ir desnuda. Es tratar de buscarle forma suspendiéndolo en el aire y estar segura de que, Luifer, cuando me lo vea puesto convulsionará y no será del gusto. Con lo celoso que es, no quiero ni pensar lo que va a decirme.
Hecha un manojo de nervios, pero convencida de que el plan de Katherine va a ser el escarmiento perfecto para él, me desnudo, y tras colocarme el modelito de infarto que me ha facilitado mi inesperada compinche, salgo en busca de mi amor para darle la sorpresita.
Se me ve hasta el alma.
En efecto, cuando el susodicho me ve salir de los probadores, como imaginé, su cara lo dice todo. En cero, coma cero, coma cero un segundo, la mirada se le achina y su mandíbula y hombros se tensan.
- ¿Qué tal este modelo, te gusta? - le pregunto sarcástica, girando sobre mi propio eje justo en sus narices.
Mi tirano amor, que de inmediato descubre mis intenciones de venganza, intenta, sin éxito, recomponer su expresión, y como espero además, protesta:
- No. Y por lo que veo esto no es una consulta.
Ignorando su rígida mirada, que me subleva aún más, le recuerdo chocante:
- Dijiste que escogiera el que más me gustara y este es el que me gusta.
No contesta.
No parpadea.
Solo repasa mi cuerpo, casi desnudo, mientras su respiración se profundiza acezosa y las aletas de su nariz se inflan y desinflan como las de un toro embravecido. Está arrechísimo, lo sé y le está costando un mundo controlarse para no montar la tercera guerra mundial aquí, pero, eso a mí me importa un pepino, a él, le importó otro lo que yo sintiera esta mañana.
Y cuando creo que va a empezar a vomitar hasta la sangre, se acerca, toma mi rostro entre sus manos, me besa, me besa y me besa delante de la tal Clara y de todo ojo curioso que ronda por allí, y tras dejarme sintiendo mariposas en el estómago, murmura cariñoso.
- Nena, ¡Por favor! Deja esto por la paz, déjame...
- ¡Quiero este, lo prometiste! - lo corto, antes de que la blandengue que vive en mí toque mi puerta.
-¡Cómo que deje esto por la paz ni que ocho cuarto!
El instante de tregua llega a su fin.
Con la rabia instalada de nuevo en su rostro, retrocede, me mira con paciencia una última vez pidiéndome calma, pero, al leer en mis ojos que no voy a dar mi brazo a torcer esta vez, se da la vuelta, y sonriéndole con toda la falsedad que puede a la vendedora, le dice.
- Señorita Clara, mi esposa ha decidido llevarse todos los trajes de baño, le han encantado, incluyendo el que lleva puesto. Facture todo ¡Por favor!
¡Me vuelve a daaaaar!
Resoplo, apuño mis manos y le doy la espalda furiosa.
- ¡Calma! ¡Calma! La idea era que el infartado fuera él no tú, Elizabeth - una Katherine, risueña, intenta tranquilizarme una vez regreso al probador.
- Todo fue un fiasco, ¿sabes lo que hizo? ¡Los compró todos, Katherine, los compró todos!
Pero ella, dándome otro poco de agua, insiste.
- Si lograste que comprara el que llevas puesto, entonces la que ha ganado has sido tú y el hombre no es tan tonto como creí.
Confundida, sorbo mi nariz y, con la mirada, le pido me explique.
- ¿Qué no lo ves, Elizabeth? - y tras verme negar, me comenta sus conclusiones - el que ha cedido ha sido él, porque estoy segura de que escogieras o no alguno de esos trajes de baño igual te los hubiera comprado todos. En cambio, vas a salir de aquí con los ocho modelitos que él escogió más la obra de arte que llevas puesta.
Lo que dice, me tranquiliza un poco y nos hace reír a las dos como brujas.
¡Tiene algo de razón!
Esta Katherine se las trae, es... ¡tremenda!
Cinco minutos más tarde, tengo que despedirme de mi inesperada, irreverente y lindísima paisana... ¡Uao! no dejo de asombrarme por lo guapa que es y de ese tono particular de ojos que se gasta. Tras intercambiar nuestros números de teléfonos y Facebook, por si alguna vez nos apetece volver a vernos, le dedico una sonrisa de agradecimiento y le planto un beso en la mejilla antes de salir del probador.
¡Qué mona es!
Durante el resto del día, la situación entre Luifer y yo no mejora. Compra y me obliga comprar ropa, zapatos, lencería, perfumes y un montón de cosas más... pero eso sí, a cada oportunidad le amargo la existencia como nunca pensé sería capaz. Si él dice blanco, yo digo negro, y aunque al final su voluntad se impone, con disgusto, hace valer la mía también. Y, cada cuanto que se me acerca en plan mimoso, lo corto de plano. Si quiere jugar chueco, entonces... ¡JUGAREMOS!
Sobre las siete de la noche regresamos a la casa. ¡Uf! Estoy rendida, suelto el montón de bolsas en la cama y me tiro como una morsa junto a estas. Luifer, que no ha dejado de verme ni un solo segundo, se tira a mi lado, y cuando busca besar mis labios, por enésima vez, retiro los míos.
- Elizabeth, ¡Por favor! ¡es suficiente del berrinchito! - me grita furioso, levantándose de la cama.
¡¿Berrinchito?! ¡Ay no!
- Pues yo no fui quien comenzó -le respondo sarcástica, sentándome.
- Eso lo sé de sobra, no es necesario que me lo digas, y por eso he soportado todo el santo día tus niñerías, pero esto ya llegó a su límite.
- ¡¿NIÑERÍAS?! - grito, magnificando con furia la palabrita.
- ¡SÍ, NIÑERÍAS! -ratifica, imitando el furioso y subido tono de mi voz.
¡Ojojojojojo!
Sin que pueda evitarlo, ¡EXPLOTO!.
- ¡Pues te recuerdo que el que se comportó como un niñito malcriado primero fuiste TÚ! ¿Qué crees que soy, una muñeca barata a la que tienes que disfrazar de barby para poder lucir? O peor, ¿una perrita a la que si le lanzas un hueso y no se lo quiere comer a la hora que tú quieras y como tú quieras la castigas? ¡Que te quede claro, a tus juegos morbosos no le entro ni le voy a entrar nunca... NO SOY TU CHIVITA!
¡Ándale!
Es terminar de hablar y sentir que la cara se me quema.
Ni que decir de su rostro, indignación es poco para definir lo que se refleja en este, hasta yo, soy consciente de que lo que acabo de decir es una verdadera bestialidad.
Me pasé. Ahora sí que sobrepasé cualquier límite.
Enfurecido, de una forma indescriptible, se sienta en la cama, no me mira, se lleva las manos a las sienes, y apretándoselas, como si quisiera impedir que la cabeza le explote, articula de manera forzada.
- ¿Eso es lo qué crees que significas para mí?
¡Claro que no!
¡Por supuesto que no! Y quiero decírselo, pero la voz no me sale, por lo que, ante mi silencio, se levanta de la cama, y tras dar un portazo de padre y señor nuestro, sale de la habitación dejándome en esta sola y con el corazón hecho trizas.
Se fue, se fue y yo... yo... estoy paralizada.
Cuando por fin recupero la movilidad, salgo escopetada a buscarlo, no puedo permitir que se imagine cosas que no son, pero, al llegar a la enorme estancia no lo encuentro y mi desesperación aumenta, y dominada por esa sensación tan desquiciante, examino el resto de la casa, incluida el área de la piscina, y lo mismo. No está.
Al no tener ya dónde más buscar, regreso a la enorme alcoba y me lanzo a gimotear como imbécil en la no menos gigantesca cama, en la que siento se acuesta a mi lado, sigiloso, entrada ya la madrugada con su rostro aún en tensión. Quiero abrazarme a su cuerpo y decirle que soy una bestia boca floja, que nada de lo que dije es cierto, pero decido dejarlo en paz, necesita calmarse y yo también, para así poder arreglar mi gran metida de pata.
***
La mañana siguiente, al abrir mis ojos, lo primero que noto es que, Luifer, no está a mi lado y el corazón se me arruga enseguida, por lo que, me levanto con rapidez, lavo mis dientes, me echo encima unas de sus camisetas y bajo a buscarlo, y a diferencia de horas atrás, al desembocar en la enorme sala logro verlo desde allí a través de la cristalera del fondo, sentado en una de las mesas junto a la enorme piscina.
Temblorosa y con el estómago hecho un puño de tanta ansiedad, voy en su búsqueda y, mientras acorto la distancia entre los dos, me fijo en su semblante, que se ve más calmado, aunque con él nunca se sabe. Sus ojos podrían estar echando chispas virulentas tras los condensados cristales de susRayBam y el resto de su cara ni se entera.
- ¡Buen día! - le digo, sentándome en la silla frente a él y absteniéndome de llamarlo amor y de darle un beso.
- ¡Buen día! - me contesta el saludo en tono monocorde, sin apartar su mirada del periódico que lee.
La tensión entre los dos se puede cortar con un cuchillo.
Suspiro nerviosa.
Yo soy la que ha provocado esto, y yo, soy la que debe arreglarlo, pero cuando separo mis labios para decir no sé ni qué, me dice.
- En la cocina hay frutas y cereal por si quieres desayunar, si te apetece comer otra cosa puedes preparártelo con toda confianza.
Su indiferencia me mata. Siento unas inmensas ganas de llorar. Aunque, dispuesta a sacarle conversación y arreglar el entuerto que provoqué, le pregunto.
- Ok, ¿Vamos a salir a alguna parte hoy?
Negándose a verme de nuevo, le da un trago a su café y luego me responde en el mismo tono impasible.
- No. Tengo que resolver algunos pendientes, si quieres puedes bañarte en la piscina, ir a la playa o lo que quieras.
¡Toma lo tuyo por bocona!
Y sin más, decido no darle más largas al asunto.
- Luifer, con respecto a lo que paso anoche yo...
- Elizabeth... - me corta en seco, y mientras se masajea con impaciencia la frente, continúa -creo que ya dijiste todo lo que tenías que decir, no empeores las cosas más de lo que ya están ¿sí?
Su postura es clara: no quiere háblame y punto. Y, su contestación de más de fría me sacude por dentro, y aunque la esperaba y sé que me la merezco completica no deja de dolerme horrores, por lo que, con la poca moral que me queda en pie, me levanto de la silla y me marcho antes de que las lágrimas me bañen el rostro.
Ya en la soledad del cuarto, me desahogo, lloro tanto como me lamento. Sé que con eso no voy a solucionar nada pero no puedo evitarlo, y mi martirio empeora cuando pasan las horas y ni señales de que él quiera arreglar las cosas.
No me busca.
No se preocupa si estoy viva o muerta.
Sobre las once de la mañana, luego de jipiar como magdalena, decido comer algo y bajar un rato a la playa. Tal vez ya esté más tranquilo, y viéndome a mí de la misma forma, el tan ansiado acercamiento se produzca. No es un plan muy ingenioso, pero es lo mejor que tengo, no quiero correr el riesgo de que su humor empeore si se siente presionado.
Esperanzada como una niña, cojo una de las bolsas que están sobre mueble junto al ventanal, y tras sacar de su interior, el trikini negro con dorado que tanto le encantó y me compró en la dichosa boutique del Señor Toledo, me lo pongo y salgo de la habitación en plan de relajación total, con mi toalla y bloqueador solar entre mis manos.
¡Me veo sensacional!
Una vez llego a la enorme sala de nuevo, observo a mi mal humorado y rubio amor, y como siempre me sucede, el impulso de correr y arrojarme a sus brazos me atenaza. Sigue en la mesa junto a la piscina, esta vez, frente a su portátil, por lo que, con toda premeditación, alevosía y ventaja, le paso por el frente fingiendo estar más feliz que una perdiz, y pisando ya la calurosa arena, decido sembrarme justo en sus narices.
El trecho entre ambos es largo, pero sé que puede mirarme a la perfección, e inspirada, en las bombas sexys de la ochentosa serie de Baywatch, con la que alucina aún mi tía Roberta, extiendo mi toalla y tumbándome sobre esta, aplico bronceador en todo mi cuerpo.
1 hora... no me busca.
2 horas... ya no está en la piscina y mis nervios reaparecen.
3 horas... ya estoy hasta la coronilla de tanto sol.
4 horas... se me agota la paciencia y las esperanzas.
Hasta que por fin, sentada a orillas de la playa con las rodillas pegadas al pecho y siendo vapuleada con suavidad por las olas y el viento, comprendo que, lo que tanto espero no va a llegar. Si él me hubiera dicho la mitad de lo que yo le dije tampoco querría hablarle, es más lo odiaría, y quizás ya estuviera a miles de kilómetros lejos de aquí.
Lloro, sin poder evitarlo lloro... ¡Maldita ironía!
Ayer, trinaba de la rabia y me quejaba a morir por sus imposiciones y agobiantes atenciones, y hoy, que soy libre de su tirano amor, me siento hecha pedazos. Vivir bajo su yugo es asfixiante, sí, pero vivir sin él es de verdad insoportable.
Vuelta una papilla humana, recojo mis cosas y regreso a la casa, en la que, como sospecho, Luifer no está y eso termina por derrumbarme los ánimos, y casi en estado zombi, subo a la habitación donde me quito el trikini y lloro otro poco tendida en la cama hasta que los ojos me arden.
No puedo seguir así.
Mejor, me doy un baño.
En efecto, el agua fría, me sienta de perlas para aletargar el torbellino de pensamientos en mi cabeza y el ardor en mi piel. Me siento bajo el chorro, segundos, minutos, horas, no sé... y estando allí todo el estrés acumulado durante las últimas 24 horas emerge a través de mis poros y me devora... ¡estoy cansadísima! por lo que, recuesto mi espalda en la lustrosa porcelana de la ducha y dejo que el suave murmullo del agua al caer me arrulle.
Y, mi conciencia,desaparece.
***
- ¡Elizabeth! ¡Elizabeth! ¡Despierta!
La voz que me llama es apenas un eco lejano, pero aun así, la reconozco de inmediato, y de la misma forma, abro mis ojos al percibir en esta rastros de desesperación... ¡Luifer!
- Nena, ¿Estás bien? ¿Te lastimaste? ¿Qué rayos te pasó? - me formula un atropellado hilo de preguntas, mientras me saca en volandas del baño.
Y yo, una vez se tumba junto conmigo en la cama, pasando de sus azarosas interrogaciones, me echo a gimotear conforme me abrazo más fuerte a su tenso cuerpo.
Sí, necesito sentirlo, juro por Dios que lo necesito.
- ¡Lo siento! ¡Lo siento! nada de lo que te dije anoche es cierto, ¡Discúlpame, por favor! - murmullo llorosa, desde las profundidades de su pecho.
- ¡Ssssssssss! - sisea, poniendo sobre mis labios su dedo índice para silenciarlos, y después, tras repasarlos con delicadeza con el pulgar, se rehúsa a hablar de la espinosa discusión que tuvimos - no hablemos de eso ahora, ¿sí? ¿estás bien?
- Sí - le aseguro, y antes de que vuelva a preguntarme más de lo mismo, le confieso mientras acaricio su rostro - no me pasó nada, solo me recosté en la ducha y el cansancio me venció, es todo.
- ¡¿Eso es todo?! ¡Casi me matas del susto, nena! - me regaña, imitando mi debilitado tono de voz.
- Más asustada estoy yo de que ya no quieras ni hablarme - le susurro, y negada a seguir retrasando lo inevitable, insisto - ¿me perdonas? ¿me dejas explicarte?
- No volvamos con lo mismo, no quiero discutir de nuevo contigo, Elizabeth - y como sospecho, mi insistencia termina con el instante de tregua y lo mosquea de inmediato.
- No tenemos que discutir amor, hablémoslo ¿sí? -le propongo.
E, inclinándome más a su pecho, doy besos suaves a sus tensos labios, mientras él, con los ojos cerrados, disfruta de mis cariños y medita mi petición, hasta que,abriéndolos de nuevo, me explica, con voz firme, punto por punto.
- Primero: me gustas tal y como eres, jamás he querido ni quiero cambiarte, así que lo de Barbie sobra, si te compro cosas es porque quiero darte y que tengas lo mejor, daría lo que tengo y hasta lo que no tengo también por verte feliz, ¿Qué no lo ves? Segundo: conozco mi carácter, sé que soy un maniático dictador y controlador, que siempre quiero hacer las cosas a mi modo y eso te agobia, no creas que no me doy cuenta de eso, y en mi defensa lo único que puedo decirte es que en la medida que puedo trato de no serlo porque estoy loco por ti, te necesito como al aire que respiro. Tercero: eso de que no eres mi perrita, ni mi chivita y no sé qué otras pendejadas más fue... ¡indignante, Elizabeth! me hierve la sangre de solo pensar que eso es lo que crees que significas para mí, o que pienses que soy un enfermo sexual. ¡Escúchame bien! en lo que respecta al sexo, jamás sería capaz de obligarte hacer algo que tú no quieras, por eso cuando ayer en la mañana me di cuenta que no estabas dispuesta a experimentar otras cosas hice lo que hice, y sí, sé que estuvo mal haber tratado de presionarte negándome a complacerte, pero cuando quise parar era demasiado tarde, ya el mal estaba hecho. Traté de explicártelo pero tú...
- No quise escucharte lo sé - ahora, lo corto yo, sujeto su hermoso rostro, y acercándome hasta quedar nariz a nariz, aclaro sus puntos -primero: sí, sé que me comporté como una chiquilla malcriada, debí escucharte e intentar que lo habláramos como lo hacemos ahora y no comportarme como una tonta durante todo el día. Segundo: no hace falta que me compres cosas para hacerme feliz, con tenerte ya soy la chica más feliz del mundo ¿Qué no lo ves? Tercero: sí, eres un tirano controlador, me agobian todas tus imposiciones pero más me agobia la idea de perderte porque tú eres el aire que necesito para vivir. Cuarto: sé que me pasé de la raya con lo de chivita y perrita ¡Lo lamento! En mi defensa, solo puedo decir que estaba indignada por cómo me dejaste en la mañana... ¡Parecía un sartén! - esto último que digo lo hace reír y ese sonido me llega al alma, por lo que, más relajada continúo -... y no, no creo que seas ningún depravado sexual, y tampoco siento que me estés obligando a nada, en cuanto a experimentar, bueno... estoy abierta a nuevas posibilidades - otra risa - solo debes tenerme paciencia amor, tú sabes de primera mano que todo este rollo del sexo es nuevo para mí y no puedo evitar ser ...
- Lo que más deseo en este mundo, tú eres lo que más deseo en este mundo - enfatiza como punto final, interrumpiéndome.
¡Wao! ¡Wao! ¡Wao!
Eso me calienta la sangre enseguida.Y no es a la única, él... él...
Es terminar de hablar para que mi amor, me quite la toalla de encima, sujete mis caderas, me tumbe en la cama, separare mis piernas, y posicionándose entre estas, comience con el festín de estimulaciones.
¡Sííííí! Me agarro a su corto y rubio cabello de inmediato, mientras él, con sus grandes manos junta mis pechos, traza círculos con su lengua alrededor de mis pezones y, de uno en uno, tras mordisquearlos con una suavidad que se proyecta en lo más hondo de mis entrañas, los chupa, los lame, los degusta con verdaderas ansias.
Ardo.
Me retuerzo.
Enloquezco.
Y, doblegada por la intensa lujuria que ha comenzado a devorarme, aferro más fuerte mis piernas alrededor de su cintura e invierto la posición de nuestros cuerpos, y tras quedar sentada en mi pedestal: su abdomen, rodeo con mis brazos su cuello y con pasión embisto sus labios; los paladeo, primero el superior y luego el inferior, y cuando me da acceso al interior de su boca profundizo mi invasión como una verdadera cobra asesina, mientras, los largos dedos de sus manos continúa espolvoreando los picos de mis pezones con suma delicia.
Lo que eso me hace sentir... ¡Uf! comienza mi arrastre a las mismísimas llamas del infierno. Durante minutos, su lengua continúa respondiendo mi apasionado ataque, pero, cuando siento que mi húmeda hendidura late enfurecida reclamando su propio placer, interrumpo el estimulante intercambio de besos y caricias y de un solo tirón le quito la franelilla, para después, desabrochar su bermuda a toda prisa, y tras liberar su hinchadísima y venosa erección, me clavo en esta de un solo empellón que hace que mi espalda se doble como fierro oxidado.
Un suave hormigueo se eleva hasta mi nuca.
Es sentir su duro y lubricado pene dentro de mí, llenándome, y agarrarme a sus hombros para iniciar el lujurioso bamboleo de mis caderas. La sensación es indescriptible. Me hundo a mis anchas de adelante hacia tras y viceversa, una y otra vez en este desesperada por más y más placer, mientras sus manos, enormes y fogosas, separan mis nalgas para facilitar mi empalamiento.
2...3...4... me estremezco por dentro.
7...8...9... me besa, lo beso, y ardemos más en pasión.
11...12...13... las contracciones de mi vientre arrancan a sus labios incontables jadeos.
16...17...18... su violenta respiración se más y más afanosa.
De pronto, detiene nuestro frenético acoplamiento, y tras ejecutar un rápido movimiento, con el que me tumba en la cama de nuevo dejándome en cuatro patas, vuelve a empalarme posesivo en su castigadora erección. Siento que la punta de esta llega hasta mi útero y chillo, chillo y chillo al ritmo de cada embestida, con las que debilita mis piernas y me orilla al abismo donde solo puedo suplicarle clemencia.
Desfallecida por tanto placer, dejo caer mi pecho sobre el blanco acolchado de las sábanas, que aprieto entre mis manos como si se trataran de mi salvación y sigo chillando, gimiendo, suplicando por más y más de sus castigadoras acometidas. Su hinchado y empalmado pene sale y entra, entra y sale sin descanso ni piedad de mi interior, y durante el frenético vaivén, el suave impacto de sus testículos chocando contra mi sexo y esto triplica la escalofriante y ardorosa presión en mis entrañas.
¡Quiero llegar!
¡Quiero llegar!
¡Necesito acabar!
Y, dispuesta a conseguir lo que quiero y anhelo con desesperación... ¡El clímax! impulso mis caderas contra su dura y engrosada erección hasta que por fin estalla en mi vientre un delicioso orgasmo que me sabe a gloria.
Un electrizante escalofrío se desata en todo mi cuerpo.
Segundos después, tras varias impelidas más, los labios de mi amor sueltan un fiero gruñido de satisfacción al alcanza también la cúspide de su placer, y luego de caer tendido sobre mi espalda, besa el sudor en esta y me pregunta con la respiración aún afanosa.
- ¿Me has perdonado, nena?
Sin mirarlo, pues el éxtasis del momento aún me tiene sometida, le contesto.
- Solo si tú me has perdonado, amor.
Lo escucho sonreír e interpreto que ese alegre eco significa ‟sí" por lo que, segura de que todo ha vuelto a la normalidad entre nosotros, doy un hondo suspiro y me entrego a los brazos de Morfeo bajo el tibio y sudoroso cuerpo de mi tirano amos..
Hola mis Irremediablemete enamoradas 😘😘😘😘 paso a dejarles otro apasionante capitulo de estos tortolitos 😂😂😂😂 disculpen la tardanza, pero es que problemas con mi internet me han mantenido alejada 🙄🙄🙄 pero no crean que las olvido 😍😘😍😘
No olviden votar y comentar mis amores...
¿Qué tal el cascarrabia de Luifercillo? 😍😍
Esto cda vez se pone mas intenso..
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