Sorpresivo Reencuentro (Parte 2)
Una vez regresamos a nuestra mesa, en el festivo salón del café, donde la banda en vivo deleita al público presente con su vasto repertorio, mi Luifer, proponer cambiar de ambiente e ir a una de las discotecas más exclusivas de la Isla en cumplimiento a la exigencia de Kat.
Es un antro llamado “Pin Mr. Frozzen”, según comenta Daniel, con la certeza de conocer a la perfección el lugar, lo que… ¡Ups! por el gesto huraño contenido de mi amiga, le ha causado mala espina a la pobre, y a mí, para que negarlo, también al comprender que las únicas en territorio extraño somos nosotras. A estos dos, por encima de la ropa se les nota que se sienten como peces en el agua.
Ya de camino, mientras miro parpadear las luces traseras del auto donde van mi amiga y su maridito… ¡Zas! Me entran los nervios, al recordar un detallito que puede terminar arruinándonos la noche.
- Luif… — vacilo, él nota el nudo de dedos peleando en mi regazo, y arropándolos con una de sus manos, espera a que siga, y lo hago — ¿Dejan entrar a menores de edad en ese lugar?
Con curiosidad, miro como sus labios, entre el sombrío interior del auto, se curvan durante segundos con esa expresión sínica de ‟yo sé algo que tú no sabes niñita tonta”y por fin me dice.
- Nena, conmigo tú siempre podrás entrar donde quieras.
- ¿Ah, sí? — soplo, mientras mi mente mentaliza las preguntas que me niego a dejar escapar de mi boca. ¿Por qué? ¿Acaso eres dueño de toda la isla o del mundo entero?
- Sí — susurra, fijando de nuevo su oscura mirada en el camino.
Poco tiempo después, llegamos al antro, en cuyo frente nos esperan ya Kat y Daniel, y tras darles alcance, observo intrigada como los ojos de ella escanean la aparatosa fachada del lugar con desgano, a diferencia de los míos que parecen dos enormes faros. Es como si estuviera viendo una simple bosta en medio de la sabana, y no, una imponente estructura revestida de granito blanco hueso de enormes puertas y ventanas doradas…¡Puro lujo!
Aunque, pasado unos segundos, al notar como su esbelta silueta de Miss, su ropa cara y sus finos modales combinan a la perfección con este lugar, lo comprendo todo: de seguro está acostumbrada a frecuentar sitios iguales o más lujosos. La única monja de pueblo aquí soy yo.
Tras recomponerme y disimular lo alucinada que estoy, mi amor y yo, tomados de las manos, caminamos junto a nuestros amigos directo a la puerta de entrada donde una pequeña multitud espera su turno para entrar. Mientras camino, observo a Kat, quien sigue sin verse muy a gusto… ¿Qué le pasará? pero, su maridito al percatarse también de que algo no anda bien con su mujercita, le da un casto beso en la boca y todo en ella vuelve a ser felicidad.
¡Qué mono es ese, Daniel!
No, no, no… ¡Qué noma es, Kat!
Luifer, descubriendo lo que miro, sin detener nuestra marcha, rodea con uno de sus brazos mi cintura, y pegándome más a su cuerpo, imita el gesto amoroso de su amigo, y como añadido, le da un ligero mordisquito a mi labio inferior que me jeda flipando…. ¡Uao!
Cuando vuelvo a poner los pies en la tierra, soy consciente de que, los otros tortolos, vienen pisándonos los talones y de paso riendo, otra vez, a nuestra costa.
¡Cristo, qué vergüenza!
Mi amor ríe sonrojado… ¡Dios, qué lindo se ve cuando sonríe!y yo… bueno, para que negarlo, también me pongo como un tomate, aunque después, animados por las porras que nos vitorean Kat y Daniel desde atrás ¡Que se besen! ¡Que se besen! saboreamos nuestras bocas de nuevo sin importarnos que medio mundo y ellos nos vean.
¡Qué pilluelos son estos dos!
Ya en la puerta, luego de adelantar de forma descarada a todos los que aguardan su turno para entrar al fulano “Pin Mr. Frozzen”, uno de los custodios; un hombre moreno, de cabello largo hasta los hombros y de contextura de luchador, reconoce a mi risueño amor y al maridito de mi guapa paisana, y tras pronunciar sus apellidos a modo de saludo, le ordena a los otros guardias de seguridad.
- ¡Fernández y Gossec, déjenlos pasar! — y se hace a un lado para que sigamos nuestro camino.
¡Genial!
Sintiéndonos diosas en vez de simples mortales, Kat y yo, seguimos caminando entre la multitud que hierve por todos lados al ritmo de la atronadora música «Sexy Bitch de Akon ft. Davit Guetta» de la mano de nuestros amos del Universo, como si de verdad estuviéramos entrando al mismísimo olimpo.
Una vez dentro, nos ubicamos en una de las mesas libres en la zona VIP cercana a uno de los extremos de la barra, donde la estruendosa música electrónica retumba unos decibeles menos.
Es sentarnos y Daniel proponer.
- Y bien hermosas damas, ¿Quieren beberse unas deliciosas Smirnoff?
Kat, con una sonrisa de enamorada asiente, yo dudo, el alcohol no es que sea uno de mis mejores amigos, cosa que Luifer sabe, por lo que…
- Solo serán unas copas, nena, te prometo que cuando lleguemos a casa te haré sudar una a una cada gota de alcohol que te bebas — me susurra al oído, con ese tono perverso en su voz que presagia fuego en mi cuerpo.
- Ok — acepto con un murmullo apenas audible, que él bebe antes de fundir sus labios en los míos.
¡Mmmm, delicioso!
Creo que jamás me cansaré de besarlo.
Agotadas todas mis reservas de aire, me veo obligada a soltar su boca… ¡Dios! está tan rosada que parece helado de fresa, con lo que amo ese sabor. Quiero darle otra probada, y sus ojos vidriosos de deseo me imploran que lo haga, pero, reprimo mi impulso al notar que de nuevo somos el blanco de la guasa de nuestros amigos.
- ¡Por Dios Santo! otro segundo más y se engullen el uno al otro — se burla Kat, con eso modo suyo tan refinado de hablar, mientras mi amor y yo, con disimulo intentamos recomponernos.
Pero Daniel, quien no pierde oportunidad para seducir a su mujercita, rodea los hombros de esta y apretándola más contra su cuerpo, le susurra al oído en un tono diabólico y sexy que hace sonrojar sus mejillas:
- Yo, con gusto dejaría que me engulleras, ángel.
¡OH POOOR DIOOOOS!
Sin ningún pudor, como parece ser el modus operandi de nuestros chicos, el espigado rubio de mi amiga, hunde su boca entre su cuello y la besa cuesta arriba con auténtica devoción hasta atrapar sus labios.
¿Pero…qué es lo que veo?
La besa.
La besa.
Y la besa, como si su boca fuera la mismísima fuente de la juventud y, mientras ella le corresponde, intentando sin éxito, no darle rienda suelta a la pasión que desborda todo su cuerpo, yo, anonadada por lo que observo; a ese hombre casi tragársela viva, trato de entender por qué su vida de recién casados está siendo difícil si es más que obvio que la llama del amor y la pasión está viva y radiante entre ellos.
Pero a mi lado, otro es el panorama, mi sonriente y sexy amor, tras percibir el aumento de temperatura y que estamos sobrando allí, me propone:
- ¡Ven, nena! Démosle un poco de intimidad a los señores Gossec.
Sin hacerme del rogar, tomo su mano y me dejo guiar por él al medio de la pista, donde el hervor de gente baila enloquecido al ritmo de uno de los exitazos de Pitbull. El ambiente es una locura. Allí no cabe un alma más, pero Luifer… es Luifer, y como el Dios Todopoderoso que alardea ser, nos abre un espacio.
¡Me encanta!Hoy, sus arranques de macho alfa me saben a gloria, por lo que, en cuestión de segundos permito que la música domine mi cuerpo y que sus manos perfilen con sensualidad cada uno de mis movimientos, y mientras estas se deslizan posesivas por sobre la tela de mi vestido, bajo él, mi piel arde como siempre dispuesta todo. Porque sí, su contacto, su respiración, sus besos, su esencia, su sola existencia basta para encenderme por dentro, para hacerme olvidar mis remilgos de niña y transformarme en una mujer sedienta de placer.
- ¿Te gusta la música, nena? — me susurra al oído, provocándome espasmos en lo más profundo del vientre.
¡¿Música?!
¡¿Qué música?
- Sí — jadeo acalorada, antes de tumbar mi cabeza sobre su hombro y atrapar sus labios con los míos.
Lo beso. Me besa.
Y, mientras nuestras lenguas continúan poseyéndose a su antojo al ritmo de «Imperial Blaze, de Sean Paul» la sincrónica danza de nuestros cuerpos se vuelve también más fogosa y erótica, y su erección, pegada a mis nalgas, acero puro. Hasta que de pronto, mi instinto más primitivo me hace soltar su boca, y tras estirar con mis dientes su labio inferior en el proceso, le suplico lo que con desesperación todo mi cuerpo desea en ese momento… ¡Placer!
- Creo que su cena está lista, Señor Fernández.
¡Dioooooos! ¡Las cosas que me hace decir este hombre!
Él, al entender a la perfección mi indirecta, sonríe con malicia y sensualidad y, con sus ojos ardiendo de deseo clavados en los míos, murmura antes de arrastrarme fuera de la multitud enardecida por la música.
- Ya era hora, Señorita Marcano, me muero de hambre.
Ahora, es David Guetta, el que estremece la pista y ambienta nuestro escape.
Sin saber a dónde me lleva, lo sigo, y mientras camino sudorosa y hecha aguas de su mano, es que caigo en cuenta de la magnitud de la locura que le he propuesto hacer: echar un polvo en aquel antro lleno de gente, y para rematar, con Kat y Daniel, esperándonos.
¡Qué locura! ¡¿Que hice?!
¡Mejor dicho, ¿Qué es lo que va hacer él?!
Pero, mi arrepentimiento y angustia llegan demasiado tarde, yo estoy que ardo y mi amor luce más que dispuesto a complacerme a pesar de los riesgos, por lo que, llevándome al extremo contrario de la barra, tras pedirle una especie de llave electrónica al bartender, nos adentrarnos por un corto pasillo, en cuyo final, hay una pequeña oficina privada.
El deja´vu me hace sonreír.
- ¿Dónde estamos? — le pregunto, con la garganta reseca de los nervios mientras él cierra la puerta tras nosotros.
- Es el despacho de Jack, el dueño del local — me explica, antes agarrar mi cintura, pegar nuestros cuerpos y besarme de forma apasionada.
Sin siquiera detenerme a pensar, en quién es el tal Jack o en las consecuencias de ser descubiertos fornicando como conejos en esa oficina, me engancho al cuello de mi, ahora, temerario amor y me dejo avasallar por el torbellino de emociones que hierve en mis venas.
Adiós… si alguien nos cacha.
Adiós… si parezco una puta en celo.
Adiós… incluso, Daniel y Kat.
La lujuria me posee, ya no soy dueña de mi cuerpo ni de mis actos, me he vuelto a convertir en su esclava hambrienta de sexo, y como tal, llevo una de mis manos hasta su entrepierna y con un suave apretón le insinúo a mi tirano y controlador dueño lo que quiero… placer…placer… y más placer.
¡No me reconozco, de veras no me reconozco!
Estoy que quemo.
Me siento perversa, muy, muy perversa, como nunca en mi vida, sensación que él percibe me domina y bebe gota a gota de mis labios. Su aguerrida invasión en mi boca me indica que le gusta, que le gusta y mucho este nuevo lenguaje corporal que le estoy demostrando, y contagiado por los niveles de desinhibición que estoy alcanzando, tras mordisquear con suavidad mi labio inferior, coloca sus varoniles manos en mi trasero y de un solo impulso me sube al escritorio que está a un paso de nosotros… ¡Dios!
Ya no hay marcha atrás, los dos estamos más que entregados a la causa. Es caer sobre la dura superficie y sentir mi sexo contraerse al encontrase frente a frente con ese brillo animal en sus ojos que jamás había visto. Su oscura mirada es aterradora y lujuriosa. Él, que de inmediato nota que me tiene dónde y cómo quiere, sonríe con perversión de mi cara de alucinada, y con ese carnal tono de voz que derrite aún más mis entrañas, me ordena.
- Sube tus piernas y flexiónalas.
Con el corazón a mil por tanta excitación, coloco mis manos en sus hombros y hago lo que siempre hago en tesituras como estas, obedecerlo. Flexiono mis piernas y apoyo mis pies, adornados con mis lindas plataformas, sobre el filo del escritorio y espero su siguiente orden, la cual no tarda, cargada de más erotismo.
- Ahora, levanta un poco tus caderas para que pueda quitarle el lindo envoltorio a mi cena ¿Ok?
¡Uff! ¡Uff!
Calor, calor y más calor.
Sin resistirme, pues él es el amo de mi voluntad en ese momento, muerdo mi labio inferior en asentimiento y lo dejo quitarme mis lindas y caras tangas de diseñador, que luego lleva a su nariz.
¡OOOOH MIIII DIIIIOS!
Tragoneo con dificultad, no sé si de excitación o vergüenza. Creo que es por lo primero, pues, las pulsaciones en mi clítoris se hacen más y más ardientes conforme mi respiración se apaga y los espasmos en mi vientre se extienden por todo mi cuerpo.
- No tienes idea de cuánto llevo deseando hacer esto, nena — me dice tras la profunda inhalación, en la que aparentar estar aspirando la fragancia más exquisita del mundo.
¡Oh cielos!
No le respondo.
No puedo.
Por mi garganta, apenas si pasa un hilo de aire.
Solo soy capaz de sentir que me derrito por dentro, mientras, sin ningún pudor, lo dejo abrirme las piernas y barrer la humedad de mi hinchado sexo con su lengua.
¡Madre Santa, ya no puedo más!
La imagen es perversa y morbosa.
Y… ¡me gusta, me gusta, me gusta!
Es como si un globo lleno de aire caliente estuviera creciendo en mis entrañas, y él, al notar en mi silencioso estremecimiento que toda aquella morbosa anticipación sexual me tiene al borde del orgasmo, toma de nuevo el mando de la situación, y tras juntar mis piernas y apoyarlas en uno de sus hombros y besarlas a la altura de los tobillos, suelta otro murmullo cargado de lujuria.
- Recuéstese, SeñoritaMarcano.
Sin pensarlo, le hago caso.
Con cuidado, apoyo mis codos sobre la dura madera y descanso mi espalda en estos, mientras abro de nuevo mis muslos para deleite de su vidriosa mirada, que se ensancha con verdadero éxtasis al ver lo que ve y seguir uno a uno todos mis movimientos. Entre tanto, sus manos hacen lo propio también, para mi absoluto frenetismo, estas liberansu portentoso pene ya erecto y listo para el ataquede su prisión. Tragoneo con dificultad, al ver esa hinchada y venosa criatura ante mí dispuesta para mi disfrute… ¡No puedo creer que mi vagina sea capaz de tragarse ese animalón!
Al ver lo que miro con tanta ansiedad, mi deseo hecho hombre, esboza una sonrisa perversa que me deja claro lo que piensa… ¡Quiero cogerte, devorarte, follarte yaaaaa! y, tras palpar después con su enorme dedo medio la humedad en mi sexo y asirse con su otra mano a mi cadera, me clava en su lujuriosa erección de un solo empellón, iniciando con ese acto mi placentero suplicio.
¡Oh, sí!
Es abrirse mis carnes para recibirlo y mis labios, entreabiertos y en sincronía con los suyos, soltar un ronco y ahogado gemido, mientras el resto de mi cuerpo experimenta un escalofriante hormigueo… ¡Quiero más!
Necesito más de lo que me da y estoy sintiendo.
Y, movida por ese deseo, estrecho aún más el cerco que mis piernas tienen alrededor de sus caderas e intento menearme a mi antojo, pero Luifer… es Luifer, el controlador y me lo impide.
Con una fuerza pasional que me sobre excita y subyuga a la vez, me sujeta de los muslos con firmeza hasta dejar mi empalado sexo a la altura de su pelvis, y sin tomar un respiro siquiera, inicia el fuerte vaivén de su empalmado pene; dentro y fuera, fuera y dentro, se hunde frenético entre mis pliegues vaginales hambriento de placer hasta casi partirme.
Me retuerzo.
Gimo. Lo que siento es de verdad indescriptible.
E, incapaz de impedir que el morbo de la situación tome por completo mi cuerpo, me someto a su voluntad y dejo que mi “yo” desinhibida, responda los ataques de aquel ritmo diabólico del mismo modo: empalándome una y otra vez con absoluto deleite en su erección, mientras su oscura y salvaje mirada me exige no parar.
3…5…7…9… la sensación de llenura en mi vagina es plena y embriagadora.
Chillo.
Jadeo.
Disfruto.
11…13…15…17… y enloquezco más al sentir como sus testículos también chocan con un frenetismo de muerte contra mi sexo.
Ardo.
Ardo.
Y tiemblo, mientras disfruto de sus fieras acometidas.
29….21.…23….25… la poca conciencia de mí se esfuma.
Ya no existo, solo siento y disfruto como él disfruta, disfruta y mucho de mi entrega, de mis gemidos, de la forma en que mi vagina se estrecha al succionar su pene para maximizar su placer, mi placer, nuestro placer. La sensación es inigualable, y segura de que, el hormigueo que se agudiza en la cara interna de mis muslos es el preludio de mi tan ansiado orgasmo, estrecho con más exigencia mis piernas alrededor de sus caderas y mantengo su ritmo infernal, que él intensifica segundo a segundo, mientras sus roncos gemidos rompen el espesor del aire que nos rodea y anuncian la proximidad de su clímax también.
Constantes y posesivas penetraciones después, durante las cuales, mi controlador amor y yo, somos puro morbo, sudor y gemidos, un ardoroso escalofrió estalla en mis entrañas y sube semejante a millones de diminutas hormigas por mi espina dorsal hasta convertirse en un relajante cosquilleo en mi cabeza, haciéndome jadear desfallecida por tanto éxtasis, y tras una nueva arremetida, Luifer, suelta un último y desgarrador gruñido de disfrute total, que me hace saber que, de momento, nuestro apetito sexual está más que satisfecho.
De vuelta en la realidad, Luifer, sin perder tiempo y sin dejar acompasar del todo su respiración, tras deshacerse del, ahora débil, cerco de mis piernas, me dedica una traviesa sonrisa y saca su portentoso pene de mi vagina, la cual llora de inmediato un líquido transparente y viscoso, su semen.
¡Rayos!
Nerviosísima, pues he vuelto a ser yo, observo con cara de circunstancia mi encharcado sexo, que él limpia en un tris tras con un fajo de servilletas que pronto va a parar a un cesto de basura lateral al escritorio… ¿De dónde las ha sacado?
En fin, me concentro de nuevo en lo importante, recomponerme a toda costa y salir de allí antes de que alguien nos pille, pero…
- No pensarás que salga de aquí así, ¿verdad? — le pregunto, con la respiración aún espesa.
Luifer, al seguir la dirección de mi mirada hasta mi desnuda vagina, entiende con rapidez a lo que me refiero… ¡Mis pantaletas! y tras ensanchar con más perversión esa sonrisa de niño malo en su cara, me contesta mientras guarda entre sus carísimos bóxer la barra de acero en la que tenía empalada escasos segundos atrás, que de solo verla, mis entrañas se retuercen de nuevo ansiosas de más.
- Pues debería, Señorita Marcano, sería el castigo perfecto por hacerme cometer locuras como esta ¿tiene idea de lo mal que se ha portado esta noche?
¿Qué si lo sé?
¡Claro que sé que me he comportado como una zorra!
Pero, al parecer, eso cada día que pasa me importa menos si se trata de él.
- Pues mientras lo hacía no escuché a nadie quejarse — le regreso, imitando su chulería.
Lo que digo, y el tonito falso de indignación en mis palabras hacen explotar su risita maléfica, que apaga de manera instantánea tan pronto oímos unos toque en la puerta. ¡Rayos! ¡Rayos! ¡Rayos! ¡Rayos! Yo me alarmo. Él en cambio parece como siempre tener la situación más que controlada. Con una tranquilidad que me crispa los nervios, recoge mi carísima tanga de diseñador del piso y la desliza a través de mis piernas, y tras acomodarla bien en mis caderas, besa una vez más mi, ahora, cubierto sexo y murmura contra este.
- ¡Mmmm, deliciosa mi cena! — y luego, reincorporándose, me planta con cuidado otra vez en el piso, para después, rematar su amenaza con un azotico en mi trasero que…¡Ups! no sé por qué pero me encanta y no veo la hora se repita — ¡Vamos! salgamos de aquí antes de que Jack regrese y nos encuentre vagabundeando aún en su despacho. Ya más tarde me encargaré de castigarte en casa, niña traviesa.
Como puedo, pues no es nada fácil apagar las mil sensaciones que toman mi cuerpo cada vez que él me toca, acomodo mi vestido bajo la divertida supervisión de sus ojos, y tras arreglar un poco mi cabello también, camino de su mano directo a la puerta, por la que salimos más anchos que panchos y más livianos que una pluma.
Avergonzada, miro a todos lados, la incómoda sensación de que todos los allí presentes nos miran y cuchichean de nuestro furtivo encuentro sexual late por todo mi rostro, casi puedo sentí la palabra «zorra» tatuada en mi frente,… ¡Qué horror! pero, para mi alivio, nadie parece si quiera notar nuestra existencia.
Minutos más tarde, llegamos a nuestra mesa, donde una Katherine y Daniel brillan por su ausencia. Mi amor, los ubica de prisa en la pista, en la que bailan como dos tiernos enamorados. ¡Qué bellos! Cada minuto que pasa me convenzo más que hacen la pareja perfecta.
Y, mientras los tortolos continúan su idílico baile, mi tirano amor y yo, aprovechamos segundo a segundo nuestra reconciliación, entre trago y trago acabo mi deliciosa Smirnoff y tonteamos otro poco: besos, caricias y manoseo van y vienen a más no poder…¡Lo amo!¡Lo amo!
Eso nunca cambiará así se abra el suelo bajo mis pies.
Pasada la una de la madrugada, demasiado feliz y algo perjudicada por tanto trago exquisito, le hago compañía en la pista a mi amiga y gozamos de lo lindo bailando un poco de Reguetón con nuestros rubios particulares.
Manos arriba, risas, perreo y… ¡Vivaaaaa!
Lo siguiente que siento, son los labios de mi amor mordisqueando, como él solo sabe y puede hacerlo, los míos. Lo beso. Me besa. Y cuando el jugueteo de nuestras lenguas comienza a ponerse más interesante, de pronto, suelta mi boca y saca su teléfono guardado en el bolsillo de su pantalón. Apenas revisa la pantalla de este, tuerce su gesto. De inmediato me doy cuenta de que algo anda mal. Estoy tentada a preguntarle qué pasa, pero, autómata recuerdo lo de la estúpida condición y mis labios se sellan de inmediato.
Esto no puede seguir así.
Segura de que algo pasa y temerosa de preguntar, camino de vuelta junto con él y nuestros amigos a la mesa, donde Kat y yo, nos quedamos sentadas como pasmarotes, mientras Luifer, tras lanzarle una significativa mirada a Daniel, se aleja en compañía de este último para atender la misteriosa llamada.
Con exasperante disimulo, lo observo a lo lejos hablar alterado por teléfono, al tiempo que, el espigado rubio de mi amiga y paisana, intenta calmarlo.
¡Quiero saber, quiero saber, quiero saber!
Mi típica ansiedad vuelve al ataque.
- ¿Pasa algo? — indaga Kat, al notar el picoteo de mis dedos.
- Eso mismo quisiera saber yo — le respondo con visible amargura, pero recobro el sentido común y me disculpo — ¡lo siento! Es que… no sé.
Mejor me callo.
Calladita me veo más bonita.
Pasan los minutos y nuestros chicos siguen hablando. En el entretiempo, un camarero se acerca a la mesa y pone sobre esta otras ricas cervezas. Mi amiga y yo, cruzamos miradas, es obvio que ninguna de las dos quiere más, peeeero, estoy tan… ¡Ussssh! que termino empinando el codo y de un solo sorbo bebo casi la mitad de mi bebida.
- ¡Elizabeth, para! Eso no es agua mineral mujer, es alcohol aunque no lo parezca.
- Me muero de sed ¿tú no? — miento como una bellaca.
Kat, que de tonta no tiene un pelo, intuye como toda una bruja profesional el porqué de mi latente estado de tensión y me advierte.
- Sí sigues bebiendo de ese modo lo único que conseguirás es una resaca monumental, no respuestas. No es así como vas a lograr averiguar quién está al otro lado del teléfono.
Tiene razón, de verdad, tiene razón… ¡seré tonta!
Con cuidado, coloco la botella de nuevo en la mesa, y mirando sus ojos gris tormenta que me piden calma, le pregunto, desesperada por cambiar el tema.
- ¿Me escribirás cuando estés de regreso en Valle de la Pascua?
- Claro que sí, además planeo ir pronto a San juan de los Morros por cuestiones de la universidad y espero y aspiro que el truhan, obsesivo, compulsivo y controlador ese que te gastas como novio te deje tomar un rico café conmigo al menos — me asegura, dedicándome una tranquilizadora sonrisa de Miss.
Sonrío.
Esta Kat, ¿cómo puede ser tan refinada y a veces soltar por esa boca cosas tan venenosillas? ¡Jajajaja!
Sintiéndome más animada, voy a contestarle cuando de pronto, con una expresión de pocos amigos contenida en su rostro, Luifer, aparece de nuevo en la mesa con un Daniel, no menos circunspecto y me interrumpe.
- Elizabeth, levántate, debemos irnos.
Aturdida, por el nervioso tono mandón de su voz y su repentino cambio de humor, despego mis labios para preguntarle al fin qué demonios está pasando, pero Kat… es mucha Kat, e impetuosa como ella sola, se me adelanta.
- ¿Ocurre algo? ¿Alguien está muriendo y reclama tu presencia como último deseo?
La cara de Luifer es un poema. Sus penetrantes y oscuros ojos se dilatan violentos no sé si de sorpresa o indignación por las ácidas preguntas de mi amiga; quien con rapidez es abrazada y contenida por su maridín.
- Ángel, nada de eso. No pasa nada malo, solo que Luifer debe estar mañana en Caracas y tiene que salir dentro de pocas horas. El viaje es largo y tanto él como Elizabeth deben descansar un poco ¿no crees?
Yo no me trago ese cuento, pero aquella sarta de explicaciones logran aplacar la voluntariosa reacción de Kat; quien sonríe comprensiva en asentimiento y enamorada hasta las chanclas de su encantador rubio, mientras yo, bueno… lo único que hago es mirar la conocida e impenetrable mirada de Luifer y apretar mi mandíbula con una fuerza casi brutal para no dejar escapar una a una todas las preguntas que tengo atascadas entre pecho y espalda.
¿Caracas? ¿Qué va a hacer en Caracas? ¿Será verdad?» ¿Y sí lo es, por qué tiene que estar mañana allí? ¿Su viaje tendrá que ver con la llamada de la tal Fernanda o por la ‟ella” de la que hablaban? ¿Sería ella quien lo acaba de llamar? ¿Quién será esa Fernanda? ¿Quién es esa ‟ella”? ¿Qué demonios está pasando?
Con el llanto picando en mis lagrimales, tragoneo hasta bajar el nudo de amargura en mi garganta, y apartando mis ojos de la dura expresión en los suyos, cuelgo una enorme sonrisa en mis labios más falsa que un billete con la cara de Condorito y me despido de Kat y su amorcito.
- Bueno chicos, ha sido un placer, para otro día será que amanecemos — bromeo, estampándole a cada uno un par de besos en las mejillas.
- Cuenta con eso. La próxima vez haremos un maratón de salsa, ¿o no atolondrado? — propone entusiasta, Daniel.
Yo asiento con un leve cabeceo.
Luifer, como puede estira la cara de palo que tiene con una forzada sonrisa, y propone, imitando muy mal por cierto, la jovialidad de su amigo.
- Solo si incluimos castigo para los perdedores.
Reto que Kat, acepta con una sonora risita de quien le encantan los desafíos mientras me apachurra entre sus brazos y me dice cariñosa.
- Me escribes llorona — y, en un tono más bajo que solo yo puedo oír, agrega —y no olvides lo que hablamos, Elizabeth, no temas imponértele, lucha por hacerte visible en tu relación amiga, ese truhan te adora y tarde o temprano cederá, lo sé.
Cinco minutos después, tras alargar un poco más la despedida con nuestros amigos, vamos ya de camino a la enorme y lujosísima casa de playa en la que nos alojamos. Silencio. Silencio sepulcral durante todo el camino. No lo miro, de hacerlo explotaran mil preguntas, pero, la sensación de que él sí me observa atenaza mi estómago todo el trayecto. Es estacionar el auto en el garaje interno de la aparatosa estructura y yo bajarme sin decir ni ‟muuuu”. No quiero que la noche termine aún peor de lo que ya está.
Me niego.
No después de tanta maravilla.
Sé que Kat tiene razón, que Leo tiene razón, que hasta mi propia razón, a la que he ignorado todo este tiempo tiene razón, pero no quiero que todo se termi…
De pronto, en plena marcha, siento sus manos aferrarse a mi cintura y sus labios besar mi coronilla. No reacciono, sigo caminando agobiada por tantas preguntas que no sé cuánto más sea capaz de contener. Él tampoco dice nada, mantiene su silencio pues intuye la visible batalla de emociones que se libra en mi interior. Amor vs Razón. Dos titanes enemigos por naturaleza.
Pero, el incómodo silencio no tarda en llegar a su fin,… ¡Gracias a Dios! el no hablar solo agudiza mi miedo y la tensión entre nosotros. Tras atravesar la débil y penumbrosa claridad de la cocina, su boca suelta un estremecedor susurro en mi oído que me pone la carne de gallina.
¡Eres única, nena, única y mía! ¡nunca lo olvides!
Y… ¡Zas!de un plumazo, esas palabras que, parecen más una sentencia en vez de una declaración de amor, logran sacarme sin mucho esfuerzo del infierno de preguntas en el que ardo. En decimas de segundos, soy empotrada en la pared donde inician las escaleras y besada con suma pasión por mi amor hecho realidad, mientras que, como todo un controlador, mantiene encarceladas mis manos a ambos lados de mi cara con las suyas y se aprieta contra mí hasta dejarme por completo inmovilizada.
La locura comienza de nuevo, y tras repetirme el mantra de «después me ocupo de todas las preguntas sin respuestas y sus misterios» me abandono a mi suerte, la mejor suerte del mundo, él, mi amor. Pero, cuando creo que el excitante efecto de una noche plagada de reencuentros sorpresivos, música, bailoteo, risas y sexo vuelve a tomar mi cuerpo, este se esfuma tan rápido como llega…
- ¿Luci? — escucho una temblorosa y aniñada voz salir de entre las penumbras de la enorme sala — ¿Luci, eres tú?
Me asusto, y no soy la única, en un pestañeo, Luifer, suelta mi boca, libera mi cuerpo, y resguardándolo tras el suyo, le hace frente a quién sea que haya invadido la casa.
De inmediato, imagino lo peor,… ¡un ladrón! y mis nervios se disparan enseguida junto con las pulsaciones de mi corazón, que amenazan con partirme el pecho. Por segundos, me quedo paralizada, no sé qué hacer, ni cómo reaccionar, lo único que sé es que no debo ponerme histérica o las cosas podrían ponerse peor.
Silencio absoluto.
Tensión.
Miedo y más se apodera del ambiente.
Desde mi posición, no puedo ver al invasor, solo los hombros tensos de Luifer alertas a cualquier ataque, ni tampoco escuchar nada, excepto, su agitada respiración inundar el insoportable mutismo que nos rodea.
¿Qué pasa? ¿Quién es?
Mi estado es de extrema tensión, y enloquezco aún más cuando de repente, soy consciente de que no soy la única en peligro allí… ¡Luifer! ¡Mi Luifer! e, impulsada por un irrefrenable instinto protector y sin medir las consecuencias de mis actos, lo agarro de la cintura dispuesta a apartarlo y encarar también la situación, pero él con un poderoso y fuerte agarre de su mano alrededor de mi muñeca me somete con facilidad. Su fuerza está muchos niveles más arriba que la mía.
Quiero llorar. Ya estoy llorando. Y, pegada aún a su tensa espalda como garrapata, suelto un angustioso murmullo apenas audible.
- Luif… ¡¿qué pasa por Dios? ¿Qué pasa?!
No me contesta, no se mueve, parece una estatua, pero en su lugar, es la aniñada voz de nuevo la que se deja escuchar.
- Luci…yo…yo… — parece asustada, tanto o más que la mía.
Más silencio, más tensión, y cuando creo que las cosas no pueden ir a peor, Luifer, suelta un feroz rugido a través de sus labios que me congela la sangre, e imagino que a quien sea que tenga en frente también.
- ¡¿QUÉ DEMONIOS HACES TÚ AQUÍ, BETZABETH?!
Como sospecho, la recién nombrada, incapacitada como yo de pronunciar palabra después de haber escuchado semejante grito, intensifica sus gimoteos en respuesta, no dice más, solo llora y su llanto me conmueve de formas que no sé explicar, mientras todo se vuelve un caos en mi cabeza y una única teoría cobra vida en esta.
¿Ella es… ella es…?
No puede… no puede… ser… no…
No me atrevo si quiera a darle forma a mi presentimiento. No estoy segura de respirar, y menos, de si mi corazón aún late.
Y, sintiendo que me rompo en mil pedazos por dentro, tapo mi boca y observo a través del llanto que nubla mis ojos; tal como si se tratara de una película de horror que corre a cámara lenta, aparecer por encima del hombro de Luifer unos enormes y vivaces ojos verdes llenos de lágrimas.
- ¡Luci, mi Luci, mi Luci! — solloza la sinfónica voz abrazada a su Luci, que no es otro que, mi Luifer.
Hola hola mis bellas irremediablemente enamoradas 😘😘😘😘 como estas? Me extrañaron? 😂😂😂 espero que si, y en recompensa pues paso a dejarles otro apasionante capitulo de este par que nos tienen a todas locas jajaja
Hagan sus apuestas... ¿Quien sera Betzabeth? ¿Vendra a hacerle la vida de cuadritos a esde par? ¿Que hara nuestro querido Luofer con este nuevo desaguizado? 😂😂😂 En fin, no olviden ademas de leer, votar y comentar mis niñas... 😘😘😘😘 hasta la proxima entrega 😘😘😘
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