Sorpresivo Reencuentro (parte 1)

Suspiro adormilada.
El tibio resuello que brota de sus labios, resbalando por mi cuello, me despierta, es música para mis oídos. «¡Todo está bien!» recuerdo y sonrío. Y con cuidado después, giro mi cuerpo entre sus brazos, deshaciendo nuestra posición de cucharita en el proceso, y al darle el frente, le estampo un casto beso en la boca, despertándolo.

-¡Hola nena! - suspira, abriendo sus ojos.

-¡Hola, dormilón! - rio, y mientras mis brazos envuelven su cuello, agrego - no quiero que volvamos a pele...

-¡Sssss! - me detiene, silenciando mis labios con un suave roce de los suyos, y al terminar de acariciarlos, murmura - ya todo está aclarado, así que por lo tanto es tema muerto ¿Tienes hambre?

- ¡¿Hambre?!

Por segundos, no sé qué responderle, el único apetito que siento es el que me provoca su atlético cuerpo desnudo enredado al mío, pero de repente, un gorgoreo en mi estómago me recuerda que, soy un ser humano no una máquina sexual, por lo que, le contesto.

- Sí.

- ¿Quieres que vayamos al Hard Rock café?

¿Al qué..?
Ni idea de qué lugar es ese, pero... ¡No importa!
Con un sonrisa asiento, y tras toquetear su nariz con la mía y provocarlo con una significativa mirada de ‟sígueme y hazme lo que quieras" aparto sus manos de mi cintra y salgo escopetada hacia el baño, gritándole en plena carrera.

- El último en bañarse es un huevo podrido.

El divertido eco de su risa, no tarda en seguir el rastro de mi cuerpo desnudo. Y, una vez me da alcance, bajo el copioso chorro de la regadera hace lo que sabe hacerme muy, pero muy bien, darme placer hasta hacerme suplicar, no sé si porque pare o por más y más. No estoy segura.
Una hora más tarde, mi adorado amor está listo, y yo, sigo liada con tanta ropa sin saber qué ponerme. Lo miro. Está de infarto como siempre. Lleva puesto un jeannegro que marca su firme trasero, una camisa de mangas largas azul oscuro y una chaqueta de cuero a juego con su pantalón.
¡Qué sexy!
Se me reseca la boca de solo imaginarlo desnudo.
Él, que no ha dejado de mirarme un segundo, al intuir como siempre la calaña de mis pensamientos, termina de echarse a los hombros la chaqueta y sonriendo con picardía, me propone.

- Señorita Marcano, deje de desnudarme con los ojos y dese prisa que llegaremos tarde, ¿o prefiere que nos quedemos aquí y convertirse en mi cena?

Su propuesta, aunada a su mirada lobuna paseándose por mi cuerpo semidesnudo, disparan mi pulso de manera brusca. Tentada estoy de aceptarla, pero, lo cierto es que me muero de hambre.... ¡Ya habrá tiempo de sobra para jugar a ser su comida después!
Sin poder apartar mis ojos de él, como me ordena, le contesto de lo más sugerente.

- Pues lo haré si usted deja de mirarme como si de verdad fuera su cena, Señor Fernández.

Como imagino, el tonito en mis palabras, atrapa su atención y se acerca a mí con esa expresión depredadora en su rostro de porcelana que me calienta la sangre, y tras darme alcance, rodea posesivo mi cintura con una de sus manos, mientras que con la otra, levanta mi mentón hasta dejarlo a la altura de su boca y me besa, me besa con una docilidad que electrifica a fuego lento todo mi cuerpo. Y, cuando se sacia de paladear el pulposo rosa de mis labios, susurra íntimo sobre estos.

- Con gusto la devoraría aquí mismo de muchas formas que ni se imagina, Señorita Marcano, y créame, son muchas, pero mejor salimos un rato, no quiero que siga tachándome de tirano o controlador.

Y sin más, sonriendo con perversión y tras estirar mi labio inferior de un suave mordisco, me suelta y sale de la habitación, avisándome en plena marcha.

- Te espero abajo, nena, no tardes.

Aturdida y excitada por cómo ese hombre me pone echa aguas de solo tocarme, abanico mi rostro con una de mis mano hasta que toda esa calentura abandona, de momento, mi cuerpo. Ya recompuesta, decido por fin qué ponerme y me doy a la tarea de hacerlo... ¡Me muero de hambre!
Quince minutos después, ya estoy lista y más que preparada para salir con mi amor a cenar, montada en unas lindísimas plataformas rojas a juego con mi vestido de cuello alto, ceñido a mi cuerpo hasta la cintura y de falda vaporosa, que se abre como una flor al darme la vuelta frente al espejo.
Satisfecha con mi apariencia, sacudo un poco mi cabello suelto y lacio en un intento inútil por darle más frondosidad, chequeo una última vez mi maquillaje, recojo mi cartera negra en forma de sobre y salgo en busca de mi tirano favorito casi bailando de felicidad. Pero, a tres pasos de distancia del umbral de la escalera, escucho el eco furioso de su voz subir por esta desde la planta baja.
Mis pies se paralizan en ese instante.

- ¡Lo que yo esté haciendo aquí no es asunto de ella ni de nadie, Fernanda!

¡¿Fernanda?!
Recuesto mi espalda a la pared de forma instintiva y me quedo allí plantada como la propia chismosa, escuchando.

- Pues dile lo de siempre, que no me interesa verla, que cuando quiera hablar con ella yo la llamaré, y que si se atreve a asomar sus narices por aquí que se atenga a las consecuencias - suelta una contundente amenaza.

¡¿Ella?! ¡¿Quién coño es ella?!
Silencio.
Mi pecho sube y baja, de forma angustiosa.
Hasta el lunes o martes, pero no le digas nada ¡por favor!
Más silencio.
Mi curiosidad, sube niveles indescriptibles.
No escucho otra voz, así que, asumo que discute con alguien por teléfono.

- ¡Pues contrólala! - grita más irritado, y segundos después, en los que siento que el corazón se me va a salir por la boca, arremete de nuevo contra quien está al otro lado de la línea -¡no sé, has lo que creas conveniente pero mantén sus narices lejos de mis asuntos. Puedes mandarla al exterior una temporada donde su amiga Amanda, no es eso lo que hacen siempre cada vez que le da uno de sus berrinches!

¡¿Qué quiere que manden a quién a dónde?!
Cada vez entiendo menos lo que pasa.
¿Qué si quiero saberlo?...¡Claro que quiero saberlo!
Siempre quiero saber todo de, Luifer.
Resoplo con amargura, al notar que estoy haciendo una cosa que detesto que me hagan: estoy pegada como garrapata a esa pared espiándolo, pero... ¡Por Dios!de alguna forma tengo que averiguar todas esas cosas que me oculta y muero por saber.
Y, decidida a lograr tal cosa, me dejo de moralidades y continúo pegada igual que una chata al blanco lustroso de aquel muro con los oídos semejantes a un par de antenas parabólicas, pero, al no oír nada más, solo mi respiración agitada subiendo y bajando mi pecho a marcha de locomotora, opto seguir mi camino con mi mejor sonrisa en los labios, tras aplacar mi agitado resuello y peinar un poco mi cabello con mis dedos.
¡Tranquila, Liz, ya descubrirás algo!
¡Lo harás, ya verás!
Es asomarme por las escaleras y mi amor atraparme con su mirada. Su gesto aún es de enfado, aunque el negro ardiente de sus ojos es otra cosa, en este se refleja con claridad su necesidad porque me aproxime, y a medida que lo hago, su expresión de ‟quiero matar a alguien" se suaviza de forma progresiva.

- Se ve usted deslumbrante, Señorita Marcano - me halaga, al rodear mi cintura con sus manos y pegarme a su cuerpo.

- ¡Gracias! - profundizo mi sonrisa, y colgando mis brazos en su cuello, añado imitando el tono seductor de su voz -usted tampoco se ve nada mal, Señor Fernández ¿Nos vamos?

- Lo que usted ordene, hermosa - sopla en mi oído, desatando mil sensaciones en mi cuerpo.

Sé lo que intenta, y antes de que el hormigueo que devora las partes más íntimas de mi anatomía se vuelva insoportable, separo nuestros cuerpos y le insinúo con coquetería al caminar directo a la puerta principal de la lujosa casa.

- Señor Fernández, se está haciendo tarde, y mientras más atrase mi cena más atrasaré yo la suya.

Segundos después, el eco divertido de su risa me alcanza, y un Luifer, alegre y seductor, se agarra a mi mano dispuesto a disfrutar de todo lo que nos depara la noche.
En quizás unos veinte minutos, llegamos al elegante café... ¡De lujo! siento como mis labios comienzan a formar una apretada ‟O" con la intención de soltar un silbido, pero, los aplano enseguida. El lugar, está repleto y el grupo de música en vivo está preparándose en la mini tarima para cantar.

- ¡Buenas noches! ¡Bienvenidos al Hard Rock café! - nos aborda un mesonero al vernos entrar.

- ¡Buenas noches! - respondemos, mi amor y yo a coro. y luego él, le pregunta - ¿tiene una mesa disponible?

- Por supuesto, señor, ¡Síganme! - le asegura e insta poniéndose en marcha.

Lo seguimos. Tras serpentearnos entre algunas mesas, el hombre por fin nos indica cual es la nuestra, a la que mi compulsivo controlador amor y yo llegamos tomados de la mano y de besito en besito como dos románticos enamorados.
¡Es adorable!

- Señor Fernández, ¿intenta ganar puntos para después de la cena? - sospecho divertida, al verlo echar hacia atrás la silla para que me siente.

- Nada se pierde con probar, Señorita Marcano. Nunca está demás mostrar un poco de entusiasmo - risotea de vuelta.

Y justo, cuando mis nalgas tocan la superficie acolchada de mi asiento, una voz desconocida pone fin a nuestro divertido coqueteo.

- ¡Buenas noches!

Sin dudar, como autómatas, ambos volvemos nuestras miradas hacia atrás, desde dónde provino aquel vozarrón y... ¡Voilá!... lo que veo, mejor dicho, a quien veo me deja ojiplática... ¡No me lo creo! Mis hormonas adolescentes, se revolucionan en cero coma un segundos, y echa un mar de alegría, me levanto y me lanzo a los brazos de aquella espigada, despampanante y simpática chica de ojos grises como tormenta que pensé jamás volvería a ver.

- ¡Katherine! - vocifero, sin importarme que medio café crea que estoy loca.

- ¡Hola llorona! - repone la recién nombrada, correspondiendo mi abrazo con la misma efusividad.

Segundos, laaaaargos segundos después, en los que las dos nos dejamos llevar por la efusiva sorpresa del momento, nos sepamos y sonreímos casi a punto del llanto, hasta que un rubio espectacular; alto, de cuerpo bien trabajado y unos ojazos azul cielo a su espalda, que supongo de inmediato es su marido, carraspea su garganta haciéndose notar.

- Elizabeth, es el Daniel, mi esposo - me lo presenta una sonrojada Katherine, confirmando mi sospecha.

El susodicho, con aspecto de modelo de Calvin klein, que me detalla con expresión de estar comprendiendo un problema matemático, se acerca a mí, me extiende su mano y con cortesía repone.

- ¡Un placer, Elizabeth! ¡Daniel Gossec!

Parpadeo de forma estúpida.
Su imponente altura y las facciones finas de su rostro son impactantes, pero más aún su extraña forma de mirarme, por lo que, a duras penas logro expulsar fuera de mi boca.

- ¡Es... es...un placer, Daniel!

- Ella es la chica de la que te hablé Daniel, la que conocí en la boutique donde compré los trajes de baño - le recuerda, Katherine a su esposo.

Quien después, tras sonreírle en señal de entendimiento, extiende su azulada mirada por encima de mi hombro y para mi total desconcierto, articula sarcástico directo a mi amor:

- ¿Y tú qué atolondrado? ¿Te comieron la lengua los ratones? ¿No piensas venir a saludarnos?

Sorpresa es poco decir para describir lo que siento.
¡¿Qué?! ¿Se conocen?
Y mis sospechas son confirmadas, al volverme y mirar la clara expresión de reconocimiento en los amplios y oscuros ojos de mi Luifer, que está paralizado como si hubiera visto un fantasma.

- Daniel - reacciona al fin, recomponiéndose, al darse cuenta de que he notado su estado de tensión.

Abrumada; por tanta casualidad y por el miedo de que aquel encuentro termine mal porque existe mala vibra entre ambos rubios, observo a mi amor acercarse a nosotros, y tras intercambiar con el buenorro marido de mi amiga una mirada de machos alfa con la que se dijeron quién sabe qué, relaja su semblante, esboza una cínica sonrisa y le da un fuerte y efusivo abrazo a tal Daniel.
Mis hombros se hunden relajados, ¿A qué horas me he puesto tan tensa? y me percato de que, a mi lado, los de Katherine también se desinflan.

- ¿Me estás siguiendo, maricón? - le pregunta mi amor al esposito de mi amiga, mientras ambos se dan de palmadas en la espalda.

- Ya quisieras tú, cabronazo - refuta bromista mi maniático controlador favorito.

Cuando los dos notan de nuevo que, Katherine y yo, seguimos allí se separan, y un Daniel sonriente rodea con uno de sus brazos la cintura de su esposa, y Luifer, enfocando algo receloso a la misma, la saluda.

- ¡Buenas noches, SeñoraGossec!

- Katherine - lo corrige ella al instante, y seguido, le aclara irónica mientras le tiende su mano - lo de Señora no creo que combine con una fierecilla indomable como yo.

Intrigada, por la obvia indirecta de Katherine, que ha hecho enrojecer el rostro de mi amor, observo fija a este último a la espera de que diga algo, pero es el bombonazo de Daniel, quien adosado a su mujercita, le explica meloso.

- Ángel, el atolondrado este no te ha apodado así por mal, ¿cierto monstruo apocalíptico?

- Por supuesto que no, Katherine, me disculpo si mi broma la ha ofendido - secunda mi amor.

Pero, la ofendida, que tiene cara de todo menos de eso, le sonríe soberbia y responde.

- Pues, solo lo olvidaré con dos condiciones.

¡Alto, alto, alto! ¿Acaso escuché lo que creo escuché?
¿Alguien habló de condiciones por aquí?
Sin poder evitarlo, mis labios se alargan en una sonrisa ante la ironía de la vida. Katherine, le está dando de beber a Luifer de su propio veneno. Si antes me caiga bien esta mujer, ahora... ¡LA ADORO! ¡JAJAJAJAJA!
¡Venganza, dulce venganza! Pero, el coaccionado, al interpretar el significado del regocijo reflejo en mi rostro, me dedica una miradita castigadora de las suyas y le pregunta a mi heroína.

- ¿Cuáles?

De pronto, me entra un poco de miedo. Ojala Kat... ¡Ups, que mono, así suena más lindo llamarla! en fin, me angustio de pensar que ella pueda pedirle hacer alguna pesadez que termine arruinando este sorpresivo reencuentro, pero antes de que mil y una idea locas comiencen a atormentar mi cabeza, Kat, se cuelga al brazo de su maridín, y tras intercambiar una sonrisa cómplice con él, le confiesa a un Luifer expectante igual que yo, su penitencia.

- Que tú y Elizabeth cenen con nosotros, y luego nos lleves a bailar a un sitio boom de la Isla.

Me parto de la risa. Si existe la amistad a primera vista, es lo que siento por aquella astuta mujer de ojos grises, a la que le dedico mi mejor sonrisa de agradecimiento, para después, engancharme al cuello de mi sonriente amor como niña chiquita y suplicarle.

- Dice que sí, amor, ¡Por fis! ¡Porfis! ¡Porfis!

Quien me mira, me mira y me mira, como siempre que le toca lidiar con algunas de mis infantiles reacciones, hasta que al final, decide complacerme con una inocente felicidad brillando en su mirada.
Sé que la idea le gusta aunque no lo admita.

- Lo que usted mande, Señorita Marcano.

Minutos más tarde, los cuatro estamos sentados alrededor de una mesa del fulano Hard Rock café... ¡Criollito en nombre! y mientras, esperamos las megas hamburguesas que ordenamos, Kat y yo, bebemos felices como perdices unos batidos de Fresa.
¡Mmmm delicioso! ¡Me encanta la fresa! y nuestros galanes, se sumergen en su propia conversación: la finca productora de maíz y ganado de Daniel y algunos extraños sucesos que están ocurriendo en esta.

- ¿Ya sabías de esto? - rompo el silencio entre mi amiga y yo.
Quien al ver lo que miro, su rubio y el mío, hablando como comadres, entiende todo y me contesta.

- Ni una pizca. Creo que los cuatro nos hemos llevado la sorpresa del siglo. Pero a la que casi le da un infarto es a mí cuando te vi entrar enganchada al brazo del susodicho este, mejor conocido como tu tirano personal ¡Madre de Dios! ¡aún no puedo creerlo, tú y el mejor amigo de Daniel! ¡Esto es una locura!

- Ni yo tampoco me lo creo, ¡tú y el mejor amigo de Luifer! Esto en serio tiene que ser obra del destino - le comento jocosa.

- ¡Sí claro, el destino! - se muestra escéptica, y como brujas, ambas reímos de la madre de las casualidades.

Por lo que, los protagonistas de nuestro chismorreo, al escucharnos, nos miran cada cual a su modo; Daniel divertido y encantador, y Luifer; con una mezcla de diversión, angustia y alivio en sus ojos, lo que me inquieta un poco, y acariciando su mejilla, le sonrío para hacerlo sentir cómodo.
Creo que lo logro.

- ¿Puedo saber qué es tan gracioso, Señorita Marcano? - me pregunta risueño, antes de hundir sus labios en mi cuello y besarlo con tanta delicia.

- No sea tan curiosillo, Señor Fernández, son cosas de chicas - evado, mientras regulo mi agitada respiración y lucho contra las mil sensaciones que, el delicado roce de su nariz está desatando en ese preciso momento en todo mi cuerpo.

Y antes de que el animal lujurioso que vive dentro de mí haga acto de presencia, introduzco el sorbete del batido que estoy tomando en mi boca y regreso mi vista a Kat; quien al igual que su esposo, nos miran flipados a causa de nuestro flirteo subidito de tono.
Mis mejillas enrojecen.
Las de Luifer también.
Y nuestros amigos estallan en risas.
¡Dios qué vergüenza!
Tras varios segundos, en los que somos el objeto de guasa de los esposos Gossec, Luifer retoma su plática con Daniel, y una vez se normaliza el ambiente, escucho a mi amiga susurrar en tono muy bajo para que solo yo la escuche.

- ¡Uao! has dejado a la bestia tirana como a la seda.

Sonrío... ¡Esta Kat es de verdad terrible!

- Eso parece - contesto igual de sigilosa.

Divertida, por mi tonta respuesta, le da un corto sorbo a su batido y me comenta.

- Por lo que veo ya le has hallado el modo.

Sorprendida por su desatinada suposición, pues en lo que a mí respecta, es Luifer quien siempre encuentra el modo de doblegar mi voluntad, me le quedo mirando con los ojos como platos y, con estos, le pido me aclare.
Frustrada por mi reacción, retira parte de su larga y hermosa cabellera de uno de sus hombros, se encima más a mí y me susurra con un apretado hilo de voz.

- ¡Dios Santísimo! ¿Aún no te das cuenta?

Pestañeo más rápido. ¿De qué está hablando?
Pero cuando voy a preguntarle, aparece el mesonero en nuestra mesa y coloca sobre esta unas señoras hamburguesas frente a cada uno de nosotros. Mi estómago se retuerce de hambre, haciéndome olvidar de momento, la conversación con Kat y el resto del mundo.
Una hora más tarde, luego de haber tragado como ballena junto con mi amiga y nuestros galanes, aprovecho que, las dos estamos en el baño echando unas respectivas meadas para aclarar mis dudas.

- ¿Qué quisiste decir con lo que me dijiste hace un rato, Katherine? - le pregunto sin rodeos, mientras seco mis manos y ella se mira en el espejo y retoca su maquillaje.

Kat, de inmediato entiende a qué me refiero y resopla, como si no pudiera creer que en serio yo necesitara aquella explicación, pero al final, me da el frente y pregunta.

- Elizabeth, ¿En serio no te das cuenta? - yo niego con la cabeza para su escepticismo, y tomándome de los hombros, continúa en tono pausado como si le hablara a un niño -no soy ninguna psicóloga experta, pero creo que la cura a la compulsiva patología de Luifer por controlarte desde los latidos del corazón hasta el nivel de oxígeno en tu sangre, es llevarlo al límite. Elizabeth, asumí que ya lo habías entendido, debes hacer que sienta lo mismo que sientes tú - hace una pausa para que yo diga algo, pero al ver que sus palabras me ha dejado el cerebro bloqueado y casi boqueando, Kat, continua explicándome - si quieres que su relación funcione, debes nivelar las cosas entre ustedes. No puede ser que tú seas la única que siempre ceda a sus manías o excentricidades solo porque tienes miedo a que todo termine. No es reforzando su compulsivo comportamiento con tu sumisión que lograras hacerle ver lo mucho que su actitud te está lastimando. Estoy segura de que si pruebas sus límites como él prueba los tuyos, lo entenderá.

¡Madre, madre, madre!
Siento como todos los músculos de mi cuerpo se tensan.
Escuchar a Kat, decirme todo eso es como oír por fin al mayor de mis miedos hablarme. ¡Oh Dios! ¡Oh Dios! Tengo ganas llorar. Porque sí, esa es justo la razón por la que no me he atrevido, a pesar de todas mis dudas y sospechas, a romper su estúpida condición: que él desaparezca de mi vida para siempre.

- Pero... pero... Kat, yo... no sé... - comienzo a balbucear con los ojos ya encharcados.

- Sí sabes cómo, Elizabeth - me ataja Kat, cariñosa, al sospechar lo que voy a decirle, y con el mismo tono dulce de voz intenta hacerme comprender -no te menosprecies, él no lo hace, ¿por qué tú sí? Y claro que sabes cómo igualar tus fuerzas con las de él, te he visto doblegarlo, en la boutique, como luchaste e hiciste que te comprara ese horrendo traje de baño, y esta noche al pedirle que aceptara la cena y mis condiciones, no lo hizo porque quisiera disculparse conmigo, lo hizo por ti. Ese logro es solo tuyo y de nadie más, pero es ese miedo a perderlo el que él ha sabido aprovechar para someterte.

Lo que dice... ¡Oh Dios!.. Lo que dice Kat, pone mi cuerpo, ahora, a temblar. Si ella supiera lo de la estúpida condición lo entendería todo. ¿Es tan obvio que soy la esclava de Luifer? ¿Será eso lo que todos piensan que soy? porque quiera o no admitirlo, eso es preciso en lo que me he convertido, su esclava, o peor, una especie de sumisa.
Mi rostro palidece al pensar eso, jamás había considerado lo nuestro desde esa perspectiva tan... tan... ¡Oh Dios!...todo empieza a darme vueltas, por lo que, mi amiga, dándose cuenta de que estoy a unos segundos del desmayo, me acerca al lavamanos, y tras echa un poco de agua en mi frente y cuello, me suelta otra verborrea para calmarme al intuir lo que me ha puesto así de mal.

- ¡Oh Dios, Elizabeth! ¡Lo siento! Soy muy bruta a veces, no estoy diciendo que Luis te trate como a su mascota, ¡Por favor, cálmate! si eso pareciera, créeme, yo sería la primera en perder la compostura y darle un par de bofetadas a ese truhan. Pero no es así, ese cavernícola manipulador y tirano está que se cae de amor por ti, bueno, loco por ti, solo hace falta ver cómo te mira para darse cuenta.

Sin poder evitarlo, sonrío desganada al imaginar la escena: Kat abanicando el rostro de porcelana de mi Luifer, y a este... ¡Jesús! no quiero ni imaginar en que podría parar algo así. Más recompuesta, le quito de las manos la servilleta con la que seca mi cuello y le pregunto.

- Debo parecerte patética, ¿cierto?

Ella me sonríe, y con ese cálido gris de sus ojos que anuncian tormenta fijo en los míos, niega con un matiz melancólico en su voz.

- Claro que no, solo creo que te está costando, como a muchas otras personas, comprenderse a sí mismas y abrirse de verdad al amor.

Y en ese preciso instante, me doy cuenta de que no soy la única chica en ese baño agobiada por inseguridades y decisiones difíciles que tomar con respecto al amor.
Sintiéndome más tranquila, por sus comprensivas palabras de aliento y útil consejo, le devuelvo la sonrisa cargada de toda la alegría que soy capaz de reunir y la abrazo.

- ¡Gracias, Katherine!

Gesto que corresponde con la misma sinceridad, y con sus brazos aún alrededor de mi cuerpo, murmura con un conmovido hilo de voz.

- No diga tonterías Liz, no tienes nada que agradecer. Solo prométeme que no se la pondrás tan fácil, que lucharas por ser tú misma, por no perder tu esencia que de seguro fue la que enamoró al odioso ese.

Tres minutos más tarde, luego de que ambas nos recompusiéramos y retocáramos nuestros maquillajes, abandonamos el urinoconfesionario dispuestas a disfrutar sin preocupaciones del resto de la noche, ya habría tiempo después para ocuparnos de estas, pero esta noche no, claro que no, solo disfrutaremos de aquel maravilloso y sorpresivo reencuentro.

Hola hola mis irremediablemente enamoradas 😘😘😘😘 Feliz Viernes de actualizacion, espero hayan tenido una semana super productiva y entretenida 😍 Lo prometido es deuda 😘 aqui paso a dejarles un nuevo capitulo de Liz y Luifer 😍😍 nuestros queridos tortolos.... Espero le gusr tanto como a mí...
Como siempre, no olviden votar y dejarme sus valiosos comentarios mis niñas. Que para mí son el aliciente para seguir construyendo este sueño de amor 😘😘😘

Hasta el proximo Viernes mis Irremediablemente Enamoradas 😍😘😍😘. Las super quierooooooo

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top