Capítulo 31. Evento especial
Estaba bien despierto, con los ojos fijos en la pantalla frente a nosotros mientras el aparato se deslizaba por la gelatina en el vientre de Amaya y que esta insistía que estaba muy fría. Por más que la doctora y mi novia hablaron a mi alrededor, yo solo estaba atento a la mancha en blanco y negro que se movía con una forma en específico que me hacía entender que... Este momento era real, muy real.
— ¿Karter? —La voz de la morena recostada me sacó de concentración y me hizo prestarle atención—, ¿estás bien?
— Sí, sí... —Claro que no lo estaba—. Solo estoy... Impresionado. Eso es todo.
— Si quieres llorar es normal, la mayoría de los hombres en tu posición han hecho lo mismo en las revisiones. —La doctora mostró una sonrisa compresiva al seguir moviendo el aparato me hizo entender de que era verdad.
Mierda, era cierto, tenía tremendas ganas de llorar. Pero la cara de Amaya me hacía entender de que tenía que ser fuerte si no quería que ella también lo hiciera por la emoción, así que me contuve. Solo hice acercarme a ella y tomarla de la mano para besar su frente con tranquilidad, entregándole una sonrisa ladina más sencilla.
— ¿Quieres una foto de la ecografía?
— Creo que... Queremos saber otra cosa doctora —susurró Amaya a la doctora, apretando nuestro agarre ante los nervios de la misma pregunta. Siendo sincero, también yo quería saber. Por más «indiferente» que tratara el tema, era cierta que anhelaba una niña, mientras que el tener un niño era la preferencia de la madre.
La profesional soltó una carcajada mientras se detenida de los movimientos circulares sobre la gran panza y se quitó los lentes por unos segundos mientras intentaba recuperar el aliento. Cuando volvió a colocarse sus gafas, negó suavemente su cabeza con cierta ternura.
— A veces olvido que son primerizos. En el segundo embarazo verán que lo menos importante es el género cuando se trata de traer una vida al mundo, si como quiera lo amarán.
Ella continuó su trabajo a su vez que Amaya y yo nos miramos, era como si habíamos considerado lo mismo. La doctora tenía razón, era una criatura, era nuestra y estábamos felices de tenerle con nosotros lo antes posible. Otros minutos más pasaron entre los ondulación de la maquina sobre la piel femenina hasta que se detuvo en un momento específico.
— Aquí está.
Amaya, que estaba recostada por completo, levantó casi de inmediato la cabeza, haciendo que nos asustáramos por lo repentino.
— Sí, ya sé, no movimientos bruscos por los mareos. Dígame qué es doctora.
Era evidente que los nervios le carcomían al querer saber lo antes posible, yo en un segundo estuve más preocupado de su movimiento que del género del bebé, pero luego entré en ambiente al tener que mirar a la doctora otra vez.
— Es un niña, muy fuerte y... creo que es algo terca, no deja de moverse a un lado para que no la vean. —Otra risa por parte de la doctora vino cuando otra vez, tuvo que mover el aparato para ver al... digo, a la bebé.
— ¿Tendremos una niña? —La cuestión de Amaya pareció un suspiro.
— Sí —le confirmé, ahora llevando mi mano a su cabello y acariciándole de nuevo. Pero mientras más le prestaba atención, más notaba que su rostro se convertía en un constante cambio de emociones, entre miedo, feliz, preocupación, alteración. No sabía qué pasaba por su cabeza con exactitud.
— Karter, seremos padres de una niña—ella se acercó a mí y escondió su cara en mi pecho, yo le abracé—, seremos padres de una bebé.
Sentí las lágrimas correr por mi ropa mientras apretaba su agarre contra mí, como si no quería dejarme escapar de la situación, a pesar de que es lo último que querría. Extrañamente, mis ganas de llorar habían bajado para ser intercambiados por una alegría infinita que estaban acompañados de gritarle a todo el mundo la fortuna que tenía de que sería padre de una bella niña que de seguro sería el reflejo de la mujer que más amaba.
— Les dejaré un momento a solas, ¿sí?
Asentí con la voz de la doctora sin tener que verla, era más que evidente que ya sabía a la perfección de la situación. Estrujé contra mí a la pelinegra que se mantenía en aquella posición para sentirla más, para hacerle saber de qué yo también estaba muy emocionado por esta nueva etapa, para que supiera que no estaba y nunca estaría sola mientras yo respirara. No mientras yo estuviera a su lado.
No podía quedarme de manos cruzadas, estaba actuando lento, estaba dejando que se aprovechen de mis miedos y no podía permitir eso. Solo alguien podía ayudarme, alguien tan estúpido como para seguirme ciegamente a pesar de que las pruebas están frente a sus ojos, alguien que no dudara de mí ni un segundo mientras estuviera a mi lado, y mi amistad.
El casillero se cerró y la rubia de pelo corto que había hecho la acción lanzó un grito del susto al verme parada a su lado. Sonreí de lado cuando pude ver que se relajó.
— Maldita sea Cooke, que susto me diste. —Susurró llevándose la mano a su pecho mientras acomodaba los libros en su diestra, comenzó a caminar y yo le seguí el paso a su lado mientras acomodaba mi bolso sobre el hombro.
— Lo siento por eso.
Conley era el tipo de persona leal hasta el punto de dejar sus creencias si de eso dependía salvar sus amigos, lo hizo aquella vez cuando nos salvó a mí y a Lohan de morir asesinados cuando aún existía El Haro y lo ha hecho cada vez más mientras estamos unidas. No podía perder esa oportunidad que la misma vida me ofrecía en bandeja de plata.
— ¿Cómo vas con las pastillas?
— ¿Qué?
— Las pastillas—repitió ella—, las que te recomendó mi médico, ¿te han hecho un mejor efecto?
¿Qué le diría? ¿Qué no? No podía negarme si no quería preocuparle, debía seguir fingiendo estar bien para que ella me siguiera el juego, para que continuara siendo mi protección ante toda esta situación que se estaba formulando mientras ella no se daba de cuenta. Las pastillas habían sido un asco, entre eso y tomar las de anterior recomendación, prefería la ultima opción, fueron las recomendadas por Allyson, las únicas que funcionaban conmigo.
— Sí, me siento mejor que antes. Ya puedo concentrarme por completo en la tesis—moví un poco mis hombro pasé mi mano por mi nuca, sentía los músculos un poco tensos, ¿acaso sería por el cansancio? —, así que no hay de que preocuparse—sonreí.
— Me alegra escuchar eso Cooke. —Ella repitió el gesto mientras seguíamos el rumbo por los pasillos del edificio principal—. Me preocupaba que sucediera de nuevo lo del salón de enfermería.
Mantuve el silencio por el resto del camino, no quería hablar de ese momento y menos el recordar que Maxwell fue el idiota que me salvó de quedar en peor condición de no haberme ayudado. Que asco.
Cuando llegó el momento de dividirnos Conley se separó mientras se despedía con la manos, pero yo estaba tan sumida en su mano que no consideré el hacer lo mismo al alejarme. Esto al parecer le hizo que se devolviera y tocara mi hombro para detenerme.
— Cooke, ¿qué pasa? ¿Aun hay algo que te preocupa?
No respondí al instante a pesar de mirar sus penetrantes ojos azules.
— ¿Es sobre Karter y Amaya? ¿O acaso pasó algo con Maxwell? ¿Con Lohan? —Frunció el ceño por unos segundos—, ¿O quizá con Alessa-...?
— ¡No pasó nada! —Le corté al instante, asustándola en el paso. Era obvio que no le diría nada más allá de lo que ya sabía, no podía decirle nada de lo que había hecho con Maxwell para doblegarlo o con Alessandro para quitarle aquella estúpida cinta que usaría en mi contra tras gravarme revelando todo lo que quería escuchar—. Solo estaba pensando en la tesis, nada más, tranquila.
Se relajó. No quise hablarle así, pero últimamente mis impulsos parecían no ceder a mis verdaderos sentimientos, me estaba enojando por todo, me entristecía de la nada, las risas salían solas en cualquier momento de soledad en el departamento, ¿qué me pasaba?
«¿Serás que admitirás que ya estas perdiendo el juicio?» La voz en mi interior salió a relucir, tenía toda la mañana tranquila, así que no me sorprendió el que apareciera en un momento en el que justo estaba empezando a sentir algo de tensión.
— Si es eso, relájate. Todo saldrá bien, no por nada eres la mejor estudiante de la universidad, ¿no es así?
Reí para mis adentros. Sí, claro, la mejor.
— Está bien, te haré caso. Intentaré no exigirme de más.
— Perfecto. —Asintió complacida con una gran sonrisa—. Y tampoco dudes en llamarme en caso de que lo necesites, te quiero.
Volvió a despedirse con la mano y esperó a que yo hiciera lo mismo para alejarse, la miré perderse en la multitud sin dejar de hacer el gesto por unos segundos más. Por qué tenía esa sensación de que algo malo pasaría y esta vez no podría salir de ello tan fácil.
El sentimiento se disipó al instante en el que una mano se posó en mi hombro y me hizo sobresaltarme en mi lugar para girarme, contemplando el rostro de aquella mujer que todo el recinto conocía, se encontraba en compañía de una joven más pequeña que ella. Era la directora de la universidad.
— Perdón por asustarte Kylee, no era mi intención.
Su voz fue sutil a la vez que sus ojos de un marrón oscuro detrás de esos espejuelos redondos me examinan casi por completo en espera de una respuesta.
— No, estaba muy ensimismada en mis pensamientos, no tiene de qué preocuparse. —Ladeé un poco la cabeza al observarla con el mismo detenimiento—. Pero... ¿Le puedo ayudar en algo?
— Sí, justamente estaba pensando llamarte para hablar contigo, ven conmigo a la oficina.
Se dio la vuelta sin más que decir y le seguí cuando la otra chica también lo hizo, la que parecía ser su asistente portaba una ropa igual de ejecutiva que la directora, solo que era más pequeña, rubia y tenía un estilo más sencillo. Por otro lado, la directora era de esas personas que parecían querer comerse el mundo frente a ellos, tenía esa mirada desafiante que no cualquiera le podía sostener mientras su cabello pelirrojo natural, suelto sobre sus hombros, inquirían una seguridad que no se podía imitar con facilidad.
En pocos minutos estábamos en el despacho de la mujer de imponente figura, cerró la puerta cuando las tres entramos y dirigió sus pasos hasta su escritorio mientras que la otra chica se alejó para ir a una habitación más oculta.
— Pasa, no temas. —Empezó al sentarse en su respectivo lugar—. No te voy a comer Kylee.
Hice caso y me acerqué al lugar, cuando estuve al frente me senté en una de las silla que se encontraban más bajas que la de ella.
— Supongo que no te imaginas el porqué te encuentras aquí, ¿no?
— Puedo considerar que es para planear el próximo comité de bienvenida, pero no veo a mi hermano por ningún lado.
— Nada de eso querida. —Su espalda se recostó sobre el reclinable y se movió suavemente de un lado a otro sin deja de verme—. Te llamé para algo mucho más... digamos que «especial».
Tragué grueso. No podía imaginarme de qué quería hablar ella además del comité y me tensé. Esperaba no haberme metido en ningún tipo de problema.
¿Qué querrá decirle la directora a Cooke? ¿Acaso sabrás de sus andanzas? ¿O será otra cosa peor?
Desde ahora faltan: 09 Capítulos.
No olviden seguirme, darle me gusta/estrellita, comentar y compartir si te gusta la historia, eso me ayuda mucho y me hace tener más fuerza para seguir escribiendo. :3
¡Besitos suspensivos! Nos vemos en el próximo capítulo: «Capítulo 32. Índice máximo de maldad».
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