ten - coming home
chapter x.
( iron man )
déjame decirte que estoy lista para volar
sobreviví tormentas de lluvia y arena
peleé en una guerra
ahora es hora de volver a casa
journey ─── natasha blume
malibú, california
3 de mayo, 2010
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Las horas que siguen son borrosas. Apenas soy consciente de ser tratada médicamente. Las voces de los doctores dicen que no tengo lesiones duraderas de mi experiencia en Afganistán; le dicen tranquilamente a mi padre que todos los efectos negativos serán más mentales que físicos. Es como si estuvieran esperando que me vuelva loca. Me pregunto si ocurrirá. Papá se sienta conmigo mientras duermo en una carpa médica pequeña y luego nos llevan a un gran avión militar. Duermo casi todo el camino a California con la cabeza apoyada en el muslo de papá, como muchas de las noches en la cueva. Rhodey habla en voz baja con él, pero no hay mucho que decir. ¿Cómo puede cualquiera de nosotros esperar seguir adelante después de algo así?
La primera vez que fui al taller fue a los cinco años. Siempre me habían dicho que no bajara porque era peligroso y todo eso. Podría haber hecho caso, pero tuve una pesadilla y necesitaba que papá me recordara que estaba a salvo, incluso si las cosas habían estado un poco incómodas últimamente. Cuando empecé a hablar por primera vez, a él le encantó, pero luego se puso raro al respecto, especialmente después de que la abuela y Howard murieran. Pepper lo había traído de vuelta, pero todavía había períodos de tiempo incómodos. Simplemente se alejó como si no supiera qué decirme ahora que realmente podía responder. Probablemente lo estresaba.
Me asomé por las puertas de cristal, teniendo cuidado de mantenerme escondida detrás de la esquina de la pared. Él estaba trabajando en algo, retorciendo cables de cobre y conectándolos a un dispositivo extraño. Tenía una mirada de concentración y asintió cuando el objeto hizo lo que quería. De repente levantó la vista y me vio. Culpablemente me escondí detrás de la pared, mordiéndome el labio y esperando hasta que pensé que ya no estaba mirando. Salí un poco más, observándolo conectar el objeto a otra pieza. Cinco pequeños dedos tocaron el cristal, pero me aseguré de mantener una mano en la pared por si necesitaba escapar. Cuando mi padre volvió a levantar la vista, me sonrojé y retrocedí. Levantó un control remoto y las puertas se abrieron automáticamente. No me moví.
—Pensé que estabas en la cama —dijo en voz baja, como si ya supiera lo que estaba mal—, ¿has tenido otra pesadilla?
Asentí.
—Papi, ¿puedo entrar y sentarme contigo?
Me miró de reojo y apretó los labios.
—Vale, pero solo por esta vez.
Sonreí y entré, asimilando todo.
—Uh, ¿te gustaría ver lo que estoy haciendo?
Asentí y me acerqué a la mesa en la que estaba. Después de subirme fácilmente en un taburete junto a él, comenzó a señalar las cosas y a explicar qué eran. Me contó cómo estaba construyendo un robot que lo ayudaría a construir otras cosas y quedé completamente absorta. Eventualmente, pareció llegar al final de su explicación, así que solo frunció los labios y asintió torpemente. Lo miré e hizo una doble toma cuando notó que todavía lo estaba mirando.
—¿Te gusta mirarme o qué? —preguntó sin rodeos, bajando las manos.
Me encogí de hombros, sin saber qué decir.
—Has estado haciendo eso mucho últimamente —empezó a trabajar con herramientas sobre la mesa nuevamente—; cenamos o vemos la tele y tú te me quedas mirando como si me estuvieras acosando.
—No te estoy acosando. No soy un bicho raro, papi —le fruncí el ceño—, pensé que te gustaba la atención, como a los pavos reales.
Su cabeza giró en mi dirección.
—¿Disculpa?
—Rhodey te llamó 'cisne', pero creo que quería decir 'pavo real.' Sueles pavonearte mucho —puse mis dedos detrás de mi cabeza para imitar al pájaro.
—Muy bien, Lisa —¿por qué no me estaba llamando por uno de mis apodos?—, no soy un pavo real y mucho menos me pavoneo, ¿entendido? —no esperó una respuesta antes de decir—: Estoy ocupado y no quiero que me distraigas. Ahora, sal de mi vista. Lo último que necesito es que una cría de cinco años molestando.
—No tengo una cría de cinco años. ¡Soy tu cría de cinco años! —fruncí el ceño nuevamente—. ¡Además, soy la única de los dos que no actúa como tal!
Él soltó un sonido exasperado y levantó las manos:
—¡Buuuuuuu! ¡Tu vida apesta! ¡Supéralo! Lo último que necesito son tus quejas.
—Pensé que lo último que necesitas —utilicé mis dedos como citas— es que una cría de cinco años te moleste.
Él gimió.
—Lo juro, mi último día de paz fue antes de que dijeras tus primeras palabras. Dios, cuánto deseo los días en los que no podías hablar.
Se sentía como si todo el aire hubiera sido sacado del taller. Mi labio tembló y lo mordí. Papá volvió a la mesa, sin mirarme a los ojos. Me deslicé del taburete y caminé hacia el gabinete del que saqué una botella de óxido para limpiar. Marchando hacia papá, la dejé caer sobre la mesa ante sus ojos. Enderecé mis hombros y él lo miró mientras trabajaba.
—Si así es como te sientes, Tony, deberías echar eso en mi garganta. Una cosa parecida me calló bastante bien la primera vez.
Él dejó de moverse y lentamente se giró para mirarme. Respiré pesadamente mientras lo observaba. Finalmente, decidí que ya tenía suficiente de nuestro concurso de miradas, así que me fui a mi habitación. Me quedé allí por unos diez minutos antes de escuchar unos pies familiares subir las escaleras y entrar en silencio. Lo sentí sentarse en el colchón a mi lado y me di la vuelta. Su cara estaba contorsionada mientras suavemente quitaba un poco de cabello de mi cara.
—Lo siento, pequeñaja —susurró—, nunca debería haber dicho eso.
No respondí.
—No era mi intención. Me enfadé y lo dije antes de que pudiera procesarlo. El día que hablaste fue uno de los mejores de mi vida.
—¿En tus diez primeros? —preguntó mi pequeña voz en voz baja.
Él asintió.
—En los tres primeros.
—Oh. ¿Cuál es el primero?
—El día que te traje a casa —sonrió un poco mientras jugaba con un pequeño mechón de cabello—. Lo siento, Lees. No he sido yo últimamente. Todo lo que mi padre y yo hacíamos era pelear, y sabes que lo último que hice con él fue discutir, y creo que estaba muy asustado por discutir contigo ahora que puedes hablar —suspiró y su rostro aún estaba triste—. ¿Me perdonas?
Mis dedos se alzaron suavemente y toqué sus labios, convirtiéndolos en una sonrisa.
—Sí.
Él sonrió para sí mismo y besó suavemente mi frente. Me dio las buenas noches y, cuando se dio la vuelta para irse, decidí que no quería que lo hiciera.
—Papi —le llamé en voz baja.
Se quedó quieto.
—¿Me mantendrás a salvo esta noche? —mi pequeña voz preguntó nerviosamente—. ¿Igual que lo hacías antes?
Se volvió y sus ojos brillaron por el recuerdo antes de asentir rápidamente. Sentí una sonrisa en mis mejillas mientras le indicaba que se tumbara en el colchón. Corrió y dejó caer su gran cuerpo. Me arrastré a su lado y descansé mi cabeza sobre su hombro, volviéndole la espalda como siempre. Los dos nos quedamos dormidos pacíficamente.
Cuando despierto, veo que algunas personas a nuestro alrededor están moviéndose. Rhodey grita sobre el zumbido del avión que estamos a punto de aterrizar, así que me siento y me froto el dolorido hombro. El avión aterriza en la pista y todo mi cuerpo tiembla como resultado. Luego, cuando se abre la puerta, siento que estoy a punto de empezar a llorar de alivio. Supongo que aún no estaría convencida de nuestro logro hasta que tocara el suelo americano. Hay mucha luz afuera y hace que sea difícil de ver. El brazo de papá está en un cabestrillo y Rhodey lo ayuda a bajar la rampa. Mientras lo sigo de cerca, veo a Pepper y Happy esperando al lado de un grupo de militares.
Acelero y paso a papá y Rhodey para alcanzar a Pepper, quien se apresura hacia mí. Ella abre los brazos y me abraza con fuerza.
—Te echado mucho de menos —me dice Pepper mientras me acuna un poco.
Enterré mi rostro en su hombro.
—Y yo a ti.
—¿Estás bien? —se aleja y me da vistazo rápido—. ¡Oh, Dios, mira tu cara! ¿Te duele?
Froto mis ojos punzantes y rio tranquilamente.
—No, Pepper, estoy bien.
—¿Segura? —me da esta mirada de grave preocupación.
Me río de nuevo un poco.
—Sí, muy segura.
Me giro y veo a Happy con la sonrisa habitual que hace cada vez que estamos juntos. Sonriendo, lanzo mis brazos alrededor de su cuerpo fornido mientras me palmea la espalda. Oigo a papá acercándose a Pepper y miro por encima del hombro para ver su interacción.
—Los ojos rojos. ¿Lágrimas por tu jefe perdido? —pregunta papá con una expresión extraña en su rostro, casi pensativa.
Ella parpadea y le da una pequeña sonrisa.
—Lágrimas por la hija del jefe.
—Ya veo —la sonrisa de papá se ensancha un poco—. ¿Segura? O sea, desde que empezamos a hablar las lágrimas han aumentado. Así que, no sé, pensé que a lo mejor me echabas de menos.
Sus ojos se entrecierran de manera burlona.
—Lágrimas de alegría. Es un rollo buscar otro empleo.
Él asiente.
—Adiós vacaciones.
Me alejo de Happy y veo que papá comienza a moverse hacia el auto. Desliza su brazo ileso sobre mi hombro y nos movemos hacia las puertas traseras.
Sin embargo, antes de llegar, se vuelve hacia todos los que esperan y muestra un signo de paz.
—¡Gracias a todos! Habéis sido de gran ayuda.
Hay algunos aplausos que nos dan la bienvenida y la actitud sarcástica de mi padre.
—¿De gran ayuda? —repito mientras me dejo caer en el acolchado asiento de cuero del auto.
—Si muestra un poco de aprecio, es más probable que ayuden cuando haya más problemas —papá se encoge de hombros mientras se inclina hacia atrás—. Regla 101 de los negocios.
—Si va a haber más 'problemas', voy a salir de este coche ahora mismo —le digo, principalmente burlona, pero también hablando enserio.
Él asiente y sus ojos se abren.
—Ah, ya lo pillo. No más problemas. Ya hemos tenido nuestra aventurita, ahora nos toca descansar.
—Bien —suspiré aliviada, recostándome.
—¿Destino, señor? —pregunta Happy desde alante.
Pepper se sienta a mi otro lado.
—Al hospital, por favor, Happy.
—No —dice papá, mirando al frente con una expresión seria.
—¿No? —Pepper lo mira sorprendida—. Tony, tienes que ir...
Papá interrumpe y yo suspiro ante las discusiones habituales.
—Es un no definitivo.
—Os tiene que examinar el médico —dice Pepper con insistencia.
—Yo estoy muy bien —me apresuro a decir.
—No tenemos que hacer nada —la voz de papá se vuelve un poco más fuerte a medida que continúa—, llevamos tres meses en cautividad. Hay dos cosas que quiero hacer. Quiero...
—Una hamburguesa con queso —lo interrumpo, sonriendo felizmente.
Papá me mira con una ceja levantada.
—Dios, somos casi iguales. Me estoy empezando a asustar —mira a Pepper—. Pero sí, queremos esas hamburguesas —hace una pausa y parpadea, con la cara seria—, y la otra...
Pepper asiente y mira hacia otro lado.
—No empieces con eso.
Frunzo el ceño.
—No es lo que imaginas —papá argumenta claramente—; organiza una rueda de prensa.
Lo miro bruscamente.
—¿Cómo dices, papá?
—¿Qué organice una rueda de prensa? —repite Pepper, confundida—. ¿Para qué demonios...?
Papá nos ignora y mira a Happy.
—Hogan, conduce. Primero las hamburguesas.
Cuando nos detenemos frente a Industrias Stark, estoy comiendo mi hamburguesa con queso, pero aún frunzo el ceño a papá, quien logra ignorarme. Da un último mordisco a su segunda hamburguesa antes de que Obie abra la puerta del coche.
Las brillantes luces de las cámaras hacen que me duelan los ojos mientras miro mis pies. Aplausos y vítores es todo lo que puedo escuchar. Mis piernas se sienten como si se hubieran encerrado y mi estómago está retorcido en nudos. Los periodistas nos gritan y hacen preguntas que no tienen derecho a hacer. Como de costumbre, papá los ignora fácilmente cuando sale para abrazar a Obie y hablar con él.
—Pepper —llamo en voz baja.
—Puedes quedarte en el coche —ella me da una expresión reconfortante.
—No quiero estar sin papá. Es que no puedo hablar con ningún periodista.
—No pasa nada, quédate a mi lado.
Asiento apresuradamente antes de salir. Los periodistas se vuelven más salvajes al verme, emocionados de que ambas generaciones de Starks estén frente a ellos. Siempre han tenido este extraño afecto por mí. Eso de ir de la pobreza a la riqueza. Salí de una mala casa y luego me dieron la mejor vida que cualquier niño podría desear. Les encanta el aspecto de una niña de catorce años previamente maltratada siendo el tesoro del multimillonario playboy que todos conocen. Agrega un bonito toque a la historia. Tenerme cerca humaniza a mi padre.
Pepper envuelve su brazo con el mío, sonríe cortésmente y asiente a las cámaras.
Papá me mira con expresión preocupada.
—¿Estás bien?
Asiento, mintiendo.
Todos seguimos a un Obie felizmente hablando al interior. La sala de prensa está llena de aún más reporteros, todos charlando. Papá asiente con la cabeza a todos y da otro mordisco a su tercera hamburguesa, caminando entre la multitud. Pepper y yo nos quedamos atrás, contentas de quedarnos solo a mirar. Papá se deja caer en el suelo frente al podio, todavía comiendo en silencio. Los reporteros se miran confundidos.
—¿Señorita Potts? ¿Señorita Stark? —pregunta una amable voz masculina junto a Pepper.
Las dos miramos para encontrarnos a un hombre de cabello oscuro con una pequeña y amigable sonrisa.
Pepper asiente.
—¿Sí?
—¿Podemos hablar? —el Señor Amigable, como ahora lo llamé, pregunta.
—Yo no formo parte de la rueda de prensa, pero está a punto de empezar —Pepper señala el podio, tratando de deshacerse de él.
—No soy periodista —sonríe nuevamente el Señor Amigable—. Soy el agente Phil Coulson del Sistema Homologado de Inteligencia, Espionaje, Logística y Defensa.
Pepper coge la tarjeta que le está ofreciendo.
—Caramba, tiene que ser difícil de memorizar —le digo con las cejas arqueadas—, ¿cuántas veces lo ha practicado delante del espejo?
El Señor Amigable sonríe levemente.
—Lo sé. Estamos en ello.
—Ya ha hablado con nosotros el Departamento de Defens, el FBI y la CIA ya se nos han acercado —Pepper asiente con una pequeña sonrisa, enumerando las diferentes agencias.
El agente Coulson, como supongo que debo llamarlo ahora, interrumpe:
—Somos una división aparte con un enfoque más específico —¿un enfoque más específico sobre qué?—. Tenemos que hablar con el señor y la señorita Stark sobre las circunstancias de sus huidas.
Mi cara se vacía de color ante el recordatorio.
¿Las circunstancias? ¿Respecto a los hombres que amenazaron con venderme y violarme para que mi padre trabajara más rápido? ¿Sobre la muerte de Yinsen, el médico inocente que intentaba darnos más tiempo? ¿Sobre cómo papá creó un traje de metal para sacarnos de allí con vida? No. No quiero hablar de las circunstancias nunca más.
Pepper nota mi reacción y rápidamente le dice al hombre:
—Le apuntaré para una cita, ¿vale?
—Gracias —el agente Coulson asiente y se aleja educadamente.
Pepper me toma del brazo.
—Lo siento, ¿estás bien?
Parpadeo y asiento.
—Sí.
Ella no me cree, pero no replica. Miramos al frente de la sala, donde Obie mira a su alrededor con una sonrisa, tratando de encontrar una manera de manejar la situación.
—Vamos a empezar, eh —mira a papá, quien obviamente está haciendo que Obie sea un poco cauteloso.
Papá arruga el envoltorio, saca una cuarta hamburguesa y señala al suelo.
—¿Ocurre algo si todo el mundo se sienta? ¿Por qué no se sientan? Así podrán verme y será —se detiene y da un mordisco mientras todos obedecen, confundidos— menos formal y... —sigue masticando.
Rhodey, quien no sabía que estaba aquí, se agacha y me mira.
—¿Y esta sentada de paz y amor?
Me encojo de hombros.
—No me mires. No sé qué hace.
—Nadie suele saberlo —susurra Pepper con una leve sonrisa.
Papá mira a Obie con una cara seria antes de decir en voz baja:
—Me alegra verte.
—Y a mí también —Obie extiende la mano para apretarle el hombro.
Papá de repente dice:
—Nunca me despedí de papá.
Frunzo las cejas.
—¿Qué diablos está haciendo?
Papá mira a todos y anuncia:
—No pude despedirme de mi padre. Le hubiera preguntado cosas, cómo que qué le parecía que hace esta empresa. Que si no tenía conflictos con su conciencia. O tal vez fuera tal cual, como el que todos recordamos de las noticias —Rhodey sonríe un poco, pero la voz de papá se vuelve lentamente más emotiva—. He visto asesinar a jóvenes americanos con las armas que yo mismo diseñé para defender y protegerlos —sus ojos me encuentran en la parte de atrás y trato de darle una sonrisa reconfortante—, y he entendido que yo me convertí en parte del sistema al que no le molesta tener cero responsabilidad.
Mi mente vuelve a cuando estábamos en la cueva y papá conoció a Bakaar por primera vez. Recuerdo cómo lo llamó, "Tony Stark, el genocida más famoso de toda la historia de América." ¿Está pensando en eso?
Un periodista, creo que su nombre es Ben, levanta la mano.
—¡Señor Stark!
Papá asiente con la cabeza y confirma mis pensamientos.
—Hola, Ben.
—¿Qué es lo que pasó allí? —pregunta Ben con cuidado.
Veo explosiones y a Jimmy siendo disparado justo a mi lado. Hay agua y recuerdo no poder respirar. Veo las armas y los misiles. Veo el traje de papá y a Yinsen muerto. Eso es lo que pasó.
Papá se pone de pie y camina detrás del podio.
—Me han hecho abrir los ojos. Me he dado cuenta de que tengo mucho más que ofrecer que un don por crear cosas que explotan. Y por este motivo cierro la división de Stark internacional dedicada a la fabricación de armamento —mi mandíbula cae y los reporteros se vuelven locos, rápidamente, Obie de pone en pie para detenerlo—. Hasta que no llegue el momento en que pueda decidir el futuro de esta empresa.
—¿Sabías esto? —Rhodey me pregunta en voz baja, pero puedo escuchar lo que suena casi como resentimiento en su voz.
Sacudo la cabeza, tontamente.
Obie intenta alejar a papá del podio, sin embargo, no se detiene, nunca lo hace.
—El camino a seguir, algo con lo que pueda vivir y que sea lo mejor que se puede hacer por este planeta.
Los periodistas continúan clamando y me tapo la boca con la mano en estado de shock. Papá sale del podio y pasa por los reporteros para encontrar. Lo miro con los ojos muy abiertos, pero no ofrece ninguna explicación.
Obie continúa con las manos extendidas.
—¡La conclusión a la que podemos llegar es que los Stark han vuelto! Y Tony está más sano que nunca.
Papá me pone la mano en la espalda antes de inclinarse para decir en voz baja:
—Vamos, Lees.
Asiento y me muevo para seguir su ritmo.
—Vamos a tener una reunión interna y volveremos con ustedes con los resultados —escucho decir a Obie.
La empresa es algo en lo que no he pensado en tres meses. Naturalmente, todas mis preocupaciones eran respecto a nuestras vidas, no de cómo le iba a nuestra empresa. Supongo que eso tiene que cambiar. Los periodistas siempre me preguntan si esa es la única cosa de la que me arrepiento de mi "nueva" vida como Stark; ¿me arrepiento de ser la heredera de una compañía multimillonaria y muy estresante de la cual algún día tomaré decisiones? Es como una pregunta muy superficial. Mi vida como Stark nunca se ha sentido como una transacción comercial o la promesa de obtener mucho dinero. Cuando mi padre tomó la custodia de mí, se sintió como una promesa de una familia y no podía importarme menos la fama. Cuando cumplí los nueve, me di cuenta de lo que el mundo esperaba de mí. Papá nunca presionó ni lo mencionó, y terminé siendo yo quien expresó mi necesidad de interesarme. Supongo que, en cierto modo, es como un deber, pero nunca me he arrepentido.
Al salir del edificio principal y caminar por el complejo de la compañía, lo miro.
—Y...
Él me mira y me da esa cara molesta y despreocupada.
—¿Y?
—¿Vas a decirme que está pasando?
Se pone serio.
—No podemos seguir haciendo lo que hacemos aquí, Lees. Has visto lo mismo que yo. Lo que hace Industrias Stark es matar y hacer daño a buenas personas.
—Tienes razón y te apoyo, pero tengo que estar segura.
—¿Segura? ¿Segura de qué?
—Necesito estar segura de tus razones para hacerlo. Necesito asegurarme de que no quieres hacer esto solo por algún tipo de expiación —le digo con el ceño fruncido—. Es lo que has dicho en la entrevista respecto a qué pasó en Afganistán, qué le pasó al convoy, que me pasó a mí. Porque crees que si no fuéramos una empresa de fabricación de armas, nunca hubiéramos sido capturados, ni siquiera habríamos estado allí.
—¿Por qué? —se detiene y se gira para mirarme—. ¿Es que crees que necesito pagar penitencia por eso?
Hay una extraña mezcla de emoción en su rostro. Está enfadado y preocupado, aterrorizado y enfermo. Es difícil responder.
—No —respondo fríamente—, no he dicho eso.
—¿Ah, no?
—No. Sabes que no te culpo por lo sucedido.
No, no lo culpo. Me culpo a mí misma. Por todo.
Caminamos de nuevo sin tener en cuenta a Happy, que nos sigue en el automóvil, ignorando las miradas de los trabajadores.
Él no menciona nuestras declaraciones anteriores y, en cambio, elige abordar la mía.
—No es penitencia, Lisa. Es una reacción. No quiero que mi legado sea algo de lo que te avergüences en treinta años.
Nunca podría estar avergonzada de él, pero supongo que podría estarlo de lo que su legado significa para otras personas. Quiero que la gente entienda quién es y sus buenas intenciones. Odiaría que creyeran lo que leen en los periódicos. Sin embargo, siempre ha sido así desde que tengo memoria. Se hizo cargo de la compañía a los veintiún años y para entonces ya había estado viviendo con él durante dos, así que Tony Stark ha estado siendo el centro de atención toda mi vida. Pero si podemos cambiarlo, quiero hacerlo. No quiero que su legado sea el de un hombre que mata estadounidenses, aunque no sea cierto.
No digo nada más durante unos minutos hasta que pregunto:
—¿Y a dónde nos llevará esta nueva dirección? ¿Industrias Stark seguirá siendo internacional?
Él sonríe un poco, mirando al frente.
—Estoy pensando en algo un poco más cerca del corazón.
Me detengo, pero él no.
¿Un poco más cerca del corazón?
—¿Huh?
Troto para alcanzarlo cuando entra al edificio. El aire frío nos alcanza mientras nos movemos por el suelo de baldosas. Se acerca a la barandilla que bloquea el gran reactor que alimenta el edificio y deja caer las manos sobre él, inclinándose un poco hacia atrás. Una vez más me detengo para mirar la gran cosa azul brillante.
—Oh —digo en voz baja, finalmente caminando a su lado.
Papá no responde. Solo lo mira. De repente, las puertas se abren y miro hacia atrás para ver a Obie entrar con un puro.
Él me sonríe.
—Bienvenida, cielo.
—Gracias, Obie.
Miro torpemente el reactor cuando papá mira a Obie. Obviamente teme la próxima conversación y algo sobre su actitud hacia él parece diferente. Obie pone sus manos en sus caderas, echando hacia atrás su abrigo.
—Bueno, bueno —suspira y dice sarcásticamente—, que exitazo.
Papá asiente levemente y mira hacia la barandilla.
—¿Me he pintado una diana en la nuca?
Papá tiene problemas con su cabestrillo y yo le ayudo a sacarlo.
—¿En tu nuca? ¿Qué hay de la mía? —Obie se acerca y se interpone entre nosotros—. ¿Cuántos puntos cotizarán la baja de nuestras acciones mañana?
—Ah, con optimismo —comienza papá.
Luego, al mismo tiempo, él y yo decimos:
—Cuarenta puntos.
Nos miramos.
—Como mínimo —Obie deja caer sus manos sobre la barandilla.
Una vez más miro a papá mientras dice:
—Sí.
—Tony, nosotros somos fabricantes de armas.
—Obie, no quiero que unas bolsas de muertos sean nuestro legado.
—Es nuestro oficio. Somos ferreteros. Hacemos armas.
—Esto lleva mi nombre —argumenta papá.
Obie lo ignora.
—Y evitamos que el mundo caiga víctima del caos.
—No basado en lo que he visto —le murmuro.
Ambos me miran; papá con interés, Obie con, bueno, menos interés.
—Cielo, ¿por qué no das un paseo y nos das un momento? —Obie me da una sonrisa forzada.
De alguna forma, parece que está diciendo que dejemos que los adultos hablen y que yo, la niña molesta, me calle.
Abro la boca para responder, pero papá me dice:
—Ella no se mueve de aquí. Además, la compañía será suya en un futuro.
Obie deja escapar un suspiro silencioso, pero me encojo de hombros y digo:
—No pasa nada. He estado rodeada de demasiados maníacos hambrientos de poder en los últimos meses; es mejor que busque una nueva compañía.
Papá frunce el ceño y Obie suelta una leve carcajada cuando me doy la vuelta y me alejo. Siguen hablando mientras salgo por las puertas giratorias. El sol me golpea, pero aún siento frío cuando paso a Happy. Él levanta las cejas, pero yo sigo adelante. Mis pies me llevan lejos del edificio, a algún lugar al azar. Realmente no me importa, pero sé que tengo que escapar.
—¿Señorita Stark? —escucho preguntar a una voz femenina.
Me giro para ver a una mujer alta y rubia caminando hacia mí.
—Mi nombre es Christine Everhart, de la revista Vanity Fair.
Reconozco su nombre, pero no creo que sea de la revista.
Tensa, respondo:
—Lo siento, pero no puedo hablar con ningún periodista ahora mismo. Si me disculpa... —me muevo para alejarme.
—Quería desearte un feliz cumpleaños.
Me congelo, balanceándome ligeramente.
—Sé que pasaste en cautiverio tu decimocuarto cumpleaños y me preguntaba cómo te sentiste al respecto —ella sostiene una grabadora con una expresión algo engreída.
Siento que mi interior se estremece ante el recordatorio.
—¿Qué?
—Pasaste tu decimocuarta fiesta de cumpleaños dentro de la prisión de un grupo terrorista. Muchas personas se preguntan cómo llevas ese hecho.
Sé que ella me quiere hacer una encerrona.
—¿Cómo lo llevo? —repito, sintiendo mi cara sonrojarse.
—Mmhm —Christine Everhart asiente rápidamente—. Pues, ¿cómo estás?
—¿Lo preguntas de verdad? —me burlo y, cuando ella espera, respondo con dureza—: Estoy bien. ¿Esperas un informe de evaluación psicológica de mi parte o algo así?
Ella ignora mi comentario sarcástico y continúa.
—Tu padre evitó con habilidad, y de manera muy singular, la pregunta de lo que sucedió durante estos últimos tres meses, pero mucha gente quiere una respuesta legítima. Me imagino que, al ser una chica de catorce años, fue una situación difícil.
Puedo escuchar a mi padre llamarme mientras nos sacan de la cueva. Puedo sentir el agua infestando mi boca y mis pulmones.
Aprieto los dientes.
—¿Y qué significa eso, señorita Everhart?
Ella sonríe, complacida por mi interacción.
—El mundo no es ingenuo ante el tipo de cosas que suceden en los campos de prisioneros terroristas. Hay numerosos rumores y teorías de lo que le ocurrió a una bella joven como tú.
Los dedos de Raza tocan mis labios y puedo sentir su aliento sobre mi cara. Puedo escuchar la promesa de lo que planean hacerme. Puedo sentir sus manos sobre mí mientras me alejan de papá.
Mi mano encuentra mi estomago nauseabundo.
—Para, por favor.
—¿Qué tienes que decir a esas personas? —ella interrumpe, acercándose—. A las mismas que se preguntan cuáles son los métodos y acuerdos que la gran familia Stark tuvo que hacer para mantenerse con vida y escapar.
Ya no puedo escucharla. No puedo pensar más en eso. Tengo que salir de aquí
Lentamente me giro y no sé qué más estoy haciendo aparte de correr. Creo que puedo escuchar a Christine Everhart llamándome, pero una vez que empiezo, no puedo parar. Industrias Stark desaparece detrás de mí. Hay coches en la carretera, así que me quedo en la acera. Me giro en todas las direcciones; a la izquierda, luego a la derecha, otra a la izquierda, a la derecha, y sigo girando hasta que estoy segura de que el mundo que conozco está muy lejos de mí. Me arden las piernas por la falta de uso, pero presiono más fuerte y más rápido. Escucho el ruido repetitivo de mis zapatos contra el pavimento y su ritmo me permite enfocar mi mente en algo más que lo obvio. Mi pecho se agita y mis manos empiezan a temblar.
De repente me detengo. Mis piernas se mueven hacia adelante y hacia atrás, tratando de aliviar mi corazón furioso.
Cuando miro alrededor, me doy cuenta de que no sé dónde estoy. Soltando un suspiro de irritación, me inclino hacia adelante y apoyo las palmas sudorosas sobre mis rodillas. Es muy difícil respirar, así que pongo un gran esfuerzo en tratar de inhalar y exhalar de manera uniforme. Frunzo el ceño cuando las lágrimas caen por mis mejillas. Suelto un fuerte grito cuando doy una patada a un cubo de basura cercano.
Trozos de basura al azar vuelan por la calle vacía. Mi cuerpo se agacha y mis brazos descansan sobre mis rodillas mientras mis dedos se deslizan en mi cabello.
El pánico me encuentra y rápidamente aprieto los ojos, contando hasta diez. Poco a poco, el pánico se aleja de mi mente y me quedo sola. Suelto un sollozo y dejo caer mi barbilla para tocar mi pecho. Mis hombros tiemblan mientras lloro. Todo esto ocurre en una parte aleatoria de la ciudad. Algunas personas me miran desde sus casas, pero ni siquiera les devuelvo la mirada. Me concentro en mi dolor, en mí y en el cemento debajo de mis zapatos.
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#DespedirAChristineEverhart2k20
¿Os están gustando las actualizaciones tan seguidas? Tengo muchos capítulos listos. ¿Creéis que ya es momento de mencionar que se requieren pañuelos para leer esta historia? Yo lo creo.
¡Muchas gracias por leer!
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