sixteen - the climax
chapter xvi.
( iron man )
me despierto para tomar conciencia
de las cenizas y el polvo, me limpio
la frente y sudo mi parte oxidada
estoy respirando productos químicos
radioactive ─── imagine dragons
mansión stark
24 de mayo, 2010
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Después de mi vergonzosa crisis nerviosa, las cosas vuelven a la normalidad. Excepto el hecho de que papá ahora, otra vez, me trata como una muñeca de porcelana. No soy de cristal. No me romperé. Bueno, no físicamente, estoy super segura de que acabo de decir que tuve una crisis. Sigue diciéndome que duerma un poco y que coma más. Puedo ver que está tratando tanto de darme toda la atención que necesito, pero es obvio para mí que tiene un montón de cosas en mente.
Edgar, por un lado.
Eso ciertamente le ha estado pasando factura. Trata de no discutirlo conmigo, asustado de que pueda volver a quebarme. Lo aprecio, pero ya me siento un poco mejor. Creo que sacarlo ayudó. Lo único que lamento es que, de hecho, soy estúpida porque me lo guardé por mucho tiempo. ¿Quién sabía que el terapeuta tenía razón todo el tiempo, eh? Pero, de todos modos, no estoy sorda, así que puedo escuchar cuando habla bajito con Pepper. Bueno, no tan bajito. Por lo general, se vuelve ruidoso cada vez que se menciona. Sé que papá lo está buscando. Ha notificado a la policía y a Rhodey, quiénes dijeron que ayudarían de cualquier manera posible. Happy aumentó la seguridad de la casa.
Debería estar molesta, pero me siento segura.
Ahora, si eso no fuera suficiente, hay algo más que parece tan grande que me da miedo preguntar. Puedo verlo en los ojos de papá. Tiene esta determinación emocional en sus ojos que se extiende más allá de mí e incluso de Pepper. Sea lo que sea que tenga en mente, es enorme y lo atormenta, pero no puedo evitar pensar que tal vez sea para mejor.
Estoy bajando las escaleras después de una siesta que papá insistió en tomar cuando veo el cabello rubio fresa de Pepper desaparecer en el taller ante mí. Me deslizo hacia el final de la escalera y pongo mi pie entre la puerta que se cierra para dejarla abierta cuando escucho lo que parece el comienzo de una conversación seria. Casi frunzo el ceño, pensando en tener que escuchar de nuevo el nombre de Edgar Frost, pero eso no es lo que pasa.
—Hola —la voz de papá es muy baja y sincera cuando habla—, ¿te importa hacerme un recado? Necesito que vayas a mi despacho. Hackea el ordenador central y recuera los envíos recientes —mis ojos se abren mientras sigo escuchando—. Es un dispositivo anticierre. Usa esto. Estará como Archivos Ejecutivos. Si no, es un disco fantasma y deberás buscar el encabezamiento más bajo.
¿Qué diablos está pasando?
—¿Y si te traigo esa información qué piensas hacer con ella? —pregunta Pepper.
—Lo de siempre. Venden bajo mano y les pararé los pies. Cogeré mis armas y las destrozaré —suena tan tranquilo que me aterroriza.
No quiero que Afganistán se repita. Él casi muere. Justo como le dije que lo haría. Y seguirá haciéndolo, tal como me dijo. Pero sé que tenía razón cuando dijo que es el único que puede hacer esto.
—Tony —Pepper suelta una bocanada de aire—, sabes que te ayudaría en cualquier cosa, pero no puedo ayudarte si vas a volver a empezar con esto.
—No hay nada excepto esto —la voz de papá lentamente se convierte en un tono que nunca había escuchado antes—. No hay exposiciones de arte. Ni funciones benéficas. No hay nada que firmar —hace una pausa y dice severamente—: Está la siguiente misión y nada más.
—No me digas —dice ella en voz baja—. Pues entonces dimito.
Se me cae el corazón. La escucho dejar algo sobre una mesa antes de que sus talones se muevan hacia la puerta.
—Me has apoyado todos estos años mientras me beneficiaba de la destrucción. ¿Y ahora que intento proteger a los que antes ponía en peligro, mi hija, tú, me vas a abandonar?
—Esto es un suicidio, Tony —dice Pepper con honestidad y miedo en su voz—. Y no quiero participar.
Escucho su voz casi temblar cuando él dice:
—Por qué vivir —su voz se vuelve áspera y emocional— si no tienes una razón. No estoy loco, Pepper. Es solo que ya sé que debo hacer. Y siento en el corazón que es lo correcto.
Aprieto los ojos, odiando que ahora yo esté convencida.
Los talones de Pepper vuelven lentamente a la sala antes de que ella diga en voz baja:
—Tú y Lisa sois todo lo que tengo.
Me alejo de la puerta y corro escaleras arriba rápidamente. Me dejo caer en el sofá y me estiro casualmente antes de ver a Pepper subir. Le doy una sonrisa cuando nos miramos a los ojos.
—Hola, Pep, ¿vas a algún lado? —pregunto con indiferencia.
—Mmhm —ella asiente con la cabeza y levanta su bolso—. Tengo que trabajar. Ya conoces a tu padre, me presiona mucho —sonríe débilmente.
Por su bien, pretendo creerla, así que respondo exasperadamente.
—¿A que sí?
Ella se ríe un poco antes de enderezarse.
—Bueno, me voy.
—Valep —sonrío.
La miro mientras camina hacia la puerta antes de darse la vuelta de repente.
—Por ahora quédate por casa, ¿de acuerdo?
Asiento severamente. Lo que sea que esté sucediendo con nuestras armas, sea cual sea el esquema que haga papá con Pepper, es mucho mejor si me quedo fuera. Por el bien de todos.
—Buena suerte, Pepper —le susurro mientras ella desaparece por la puerta.
Me siento ansiosa cuando el tiempo empieza a pasar. No sé exactamente qué está pasando, pero probablemente sea peligroso. No me gusta la idea de que Pepper haga algo así. Tampoco me gusta la idea de molestar a papá en un momento como este. Está lo suficientemente estresado y distraído. Deambulo por la casa sin rumbo fijo. Salgo a la piscina, subo a mi habitación, busco en la despensa y termino de nuevo en la sala de estar.
Estoy a punto de sentarme cuando una mano repentina toca mi boca y un brazo envuelve mi cuerpo, deteniéndome. Entro en pánico e intento girar para alejarme de quien me agarra. Empiezo a gritar sobre la mano, pataleando con la esperanza de que papá me escuche. Todo esto cesa cuando siento el cañón de una pistola en la espalda. Jadeo y me congelo. Una bala en la espalda no es mi forma de morir. Una mano me guía hacia una silla y me empuja bruscamente hacia ella.
—No pasa nada, cielo, no pasa nada —me susurra al oído una voz familiar.
Mis ojos se abren al mirar a los ojos de Obadiah Stane.
Santa. Mierda.
—No hagas ruido. Si gritas te disparo —empuja la pistola más adentro de mi piel y yo hago una mueca—. ¿Lo entiendes?
Asiento lentamente. Su mano se mueve de mi boca y dejo escapar un pequeño grito antes de que su mano me golpee. Un zumbido perfora mis oídos y siento que mi cuerpo se endurece por completo. Las venas de mi cara y cuello se elevan sobre mi piel. Mis ojos se abren cuando mi espalda cae en la silla.
Obie suspira mientras se pone pequeñas gomas azules en las orejas.
—Esperaba no tener que hacer eso, Lees, pero me obligas.
Mi cuerpo no se mueve. Ni mis manos. Ni mis piernas. No mi boca. Oh, señor, no otra vez.
—No te preocupes, cielo, durará quince minutos y luego, cuando termine el trabajo de verdad, estarás como nueva.
¿Trabajo de verdad? ¡¿Trabajo de verdad?! ¿Qué está pasando? Sabía que Obie trabajaba tanto que se agotaba, pero no pensé que se estaba volviendo literalmente psicópata. ¿Ponerme un arma en la espalda? ¿Amenazar con matar a la niña que es básicamente su nieta? ¿Qué está haciendo? Vamos, ¿dónde está papá? Me doy cuenta de que Obie me ató a la silla y me puso cinta adhesiva en la boca. Obligo a mi nariz a inhalar y exhalar.
—Me preocupé mucho cuando descubrí que Pepper y tu padre saben lo que hago...
Mis ojos se clavan en su rostro mientras él se agacha frente a mí.
—Y supe que era hora de poner en marcha mi plan. Verás, no estaba preparado para que Pepper se colara en el despacho y supiera que fui yo quien ordenó atacar a tu padre.
Siento que mi pecho arde. ¿Él fue quien le contó a los Diez Anillos sobre nosotros? ¿Él fue quien intentó que nos mataran?
—La verdad, no sabía que tú ibas a Afganistán. Esperaba que algún día decidieras entregarme la compañía. Puede estar en tu sangre, Lisa, pero no en tu capacidad —Obie lo dice con mucha facilidad, como si nada fuera mal—. Entiende que mi deseo nunca fue matarte, cielo. Y sigue sin serlo. Tengo un plan mucho más grande para ti.
Siento temblar mis entrañas. De repente se levanta y deja mi línea de visión. Los minutos pasan lenta y dolorosamente mientras me quedo sentada, paralizada y muda de nuevo. ¿Qué quiere Obie de nosotros? ¿Todo esto es por la compañía de mi padre? Al instante, oigo un tono de llamada que viene del sofá. Mis dedos hormiguean cuando la sensación vuelve hacia mí. Incluso si pudiera moverme, las esposas que me encadenan a la silla no me dejarían contestar y la cinta adhesiva no me permitiría gritar pidiendo ayuda. Los pies suben las escaleras detrás de mí y yo sigo sin poder mover la boca.
—Hey, pequeñaja —dice la voz de papá—, ¿no lo vas a coger?
Mis dedos se aprietan y aflojan con ira.
Él camina a mi lado y busca debajo de la almohada el teléfono. Solo responde cuando se da la vuelta para mirarme. Sus ojos se abren al verme y luego Obie está detrás de él, haciendo sonar un timbre agudo. Papá se queda muy quieto. Observo cómo su piel se torna mortalmente pálida y las venas de su carne se hacen visibles. Sus ojos permanecen abiertos y centrados en mí. Su cuerpo se inclina lentamente hacia el sofá, cayendo inmóvil. Obie cuelga el teléfono y lo ayuda a acomodarse.
Él dice con una voz casi cantarina:
—Respira, tranquilo, tranquilo —papá suelta un suspiro mientras Obie levanta el dispositivo en la pantalla—. ¿Recuerdas este trasto, verdad? Que pena que el gobierno no lo aprobara. Hay tantas aplicaciones para la parálisis pasajera.
Al estar lo suficientemente cerca del estúpido dispositivo, mi cuerpo dejó de tener parálisis pasajera. Comienzo a sentir los dedos de mis pies nuevamente y mis rodillas rebotan de rabia. Mis dedos se aprietan cuando veo a Obie caminar y tomar la barbilla de papá, obligándolo a mirar.
Obie saca las gomas de sus orejas.
—Ah, Tony. Cuando di la orden para que te eliminaran —los ojos de papá de alguna manera se agrandaron— tenía miedo de estar matando a la gallina de los huevos de oro —Obie saca una garra de aspecto extraño y comienza a perforarla en el reactor de papá—. Pero ya ves —papá gime y gruñe cuando Obie empuja el dispositivo completamente en su pecho.
Empiezo a gritarle a la cinta adhesiva, pero todo sale amortiguado.
—¡Suéltalo! ¡Para, Obie! ¡Déjalo!
—El destino de que sobrevivieras a aquello —continúa hablando mientras saca el reactor—, fue porque te quedaba un último huevo por poner.
—¡Obie! —grito y golpeo las patas de mi silla contra el suelo.
Papá mira a su mentor y amigo.
Obie se cierne sobre él.
—¿De verdad crees que, solo porque tengas una idea, te pertenece? Tu padre nos ayudó a poder crear la bomba atómica. ¿En qué mundo viviríamos si él hubiera sido tan egoísta como tú?
Saca por completo los cables del cuerpo de papá, quien suelta un sonido de dolor.
—¡Papá! —lucho contra las esposas.
Obie separa el reactor y lo mira.
—Oh, que maravilla. Oh, Tony, es tu Novena Sinfonía. Qué obra maestra. Fíjate. Es tu legado.
Su legado.
Obie se sienta a su lado y los ojos de papá se dirigen desde el reactor hacia mi cara.
—El corazón de una nueva generación de armas que servirán para guiar el mundo por el camino acertado, y dejar el poder en nuestras manos. Las manos acertadas —Obie pone el reactor en un estuche y comienza a reír—. Ojalá pudieras ver mi prototipo. No es tan, digamos, no tan conservador como el tuyo.
Se pone de pie y se mueve hacia mí, colocando una mano sobre mi hombro. Intento alejarme de su alcance. La mirada de papá se profundiza mientras nos mira.
—Es una pena que involucraras a Pepper en esto. La hubiera preferido viva —deja escapar un suspiro triste y lo miro con ojos aterrorizados.
Mis puños se aprietan cuando miro a mi padre.
—Y Lisa; mi plan para ella es mucho más interesante —la mano de Obie se aprieta en mi hombro—. Cielo, ¿recuerdas a un hombre llamado Edgar Frost?
Siento que toda la sangre baja de mi cara y mi estómago siente náuseas.
—Le ha encantado trabajar en mi laboratorio estos últimos dos años —me dice su voz grave—, y, cuando conseguí todos los diseños del traje de tu padre, creó algunas ideas aún más grandes para ti. Creo que te echa de menos.
Siento un gemido escapar de mí cuando los ojos de papá se llenan de lágrimas aterrorizadas y furiosas. Las manos de Obie desbloquean mis esposas de los reposabrazos. Tan pronto como me suelta de la silla, le intento dar un puñetazo en la cara. Inmediatamente lo ve venir, poniendo mi brazo detrás de mi espalda y empujándome hacia el suelo. Lloro y siento que las esposas se ciernen sobre mis dos muñecas. Gruño y lucho contra Obie mientras él me vuelve a poner de pie con una mano y sostiene el estuche con el reactor en la otra. Papá nos sigue mirando, incapaz de moverse. El pánico baila en sus ojos.
—Adiós, Tony —Obie asiente antes de tirar de mí y obligarme a cruzar la puerta principal.
Me levanta y me arroja al maletero de su auto. La oscuridad nubla el interior y siento que empiezo a entrar en pánico cuando el coche se mueve. Oh, no. Oh, no. Sigue alejándose más y más de la casa, de mi padre. No he tenido un ataque de pánico en mucho tiempo y ahora parece ser el momento. Aprieto los ojos, tratando de olvidar dónde estoy. Me niego a permitir que caigan las lágrimas y fuerzo el aire a entrar y salir de mis pulmones. Empiezo a contar mi mente.
Uno.
Papá va a morir sin el reactor en su pecho.
Dos.
Tengo que salir de este coche.
Tres.
Mi pie comienza a patear lo que creo que es la luz de fondo, pero no cede.
Cuatro.
Deslizo mis manos sobre la parte inferior del maletero e intento encontrar algo que me ayude.
Cinco.
El coche disminuye la velocidad.
Seis.
Nos estamos acercando a donde Obie me quiere llevar.
Siete.
Mis dedos encuentran una pequeña pieza afilada de metal, probablemente un tornillo.
Ocho.
Edgar Frost.
Nueve.
Me va a hacer daño.
Diez.
Lo voy a matar.
La tapa del maletero se abre y Obie me saca. Me tropiezo con el pavimento y miro a mi alrededor. Un gran cartel de 'Industrias Stark' cuelga delante de mí, tiene sentido que me haya traído. Mientras me empuja a través de la propiedad y al Edificio del Reactor, trato de agarrar mejor el tornillo. Mis dedos están sudorosos y me cuesta sostenerlo correctamente. Obie mueve una tarjeta sobre un escáner y abre una puerta que dice "Sector 16." Me empuja al interior y, si pudiera, mi mandíbula se caería ante lo que veo ante mí. Un gran traje de metal. Una versión mucho más fea que la de mi padre. Un aspecto mucho más despreciable. Mi mano se aferra al tornillo. Me obliga a entrar a una sala trasera con una sola luz brillante sobre una mesa de metal.
Ahí es cuando dejo de moverme.
No voy a quedarme aquí.
Lanzo mi codo hacia atrás, aterrizando en el costado de Obie. Él gruñe cuando me giro e intento alejarme. Me detengo cuando me encuentro con una vista aterradora. Edgar Frost está frente a mí con una pistola apuntando a mi frente.
Obie suelta una leve carcajada.
—Me sorprendes, Lisa, en serio. Eres mucho más problemática de lo que esperaba. Una Stark es una Stark sin importar cuán patético pueda ser —desbloquea mis esposas y camina para mirarme—. Lo que va a pasar después es algo que compartes con tu padre, ¿no? —sus ojos se entrecerraron en una falsa confusión—. Igualmente, cuando sientas el dolor, recuerda que esta idea os pertenece. Decidí seguirla porque era fascinante —asiente con la cabeza a Edgar—. Es toda tuya. Tengo asuntos que atender.
Con eso, el hombre que consideraba mi abuelo se va y me deja con un monstruo, cerrando la puerta. Mi corazón late con fuerza en mi pecho mientras miro la cara sonriente de Edgar. Lucho contra las lágrimas y aprieto los dientes. Mis manos recién liberadas se alzan y salto sobre él. Mi tornillo se hunde en su rostro, causando un corte profundo y repugnante. Él grita y me patea. Me tropiezo y retrocedo antes de luchar para levantarme. Su mano encuentra mi garganta y su sangre gotea sobre mi cara mientras lo miro. Enfadado, limpia la herida, pero solo la mancha de sangre.
—Vamos, hoyuelitos, ¿no te dije que sería mejor salir de tu miseria? Mira lo que me dejas hacer. Deberías haber muerto cuando tuviste la oportunidad —lo que realmente puedo procesar es mi ira cuando sus ojos se entrecierran—. Pongámonos a trabajar.
Habla mientras abre las palmas de mis manos. Él habla y habla, pero yo lo evito. Intento callarlo todo. Su voz. El dolor. Su cuchillo excava mis brazos y me corta, abriéndolos. Grito en mi cinta adhesiva y golpeo contra mis nuevas restricciones, tratando de hacer que se detenga. Sus ojos están muy concentrados. Hay sangre en mis brazos y duele peor que cualquier cosa que alguien me haya hecho. Siento que él pone algo frío contra los huesos de mis manos. Empuja cables en mis venas y a través de mi cuerpo. Grito más fuerte cuando empieza a arder. Mi mente se nubla, luchando por mantenerme consciente, luchando por seguir con vida. Mis ojos buscan, una última vez, tratando de captar una última imagen antes de que la oscuridad me reclame.
Hay luz en mis manos.
¿Por qué hay luz en mis manos?
Otra destello me envía a la oscuridad.
Otro me saca de eso.
Me despierto, jadeando. Todo en mi cuerpo está gritando. Mis brazos y manos duelen. Queman. Me duele el pecho y no puedo entender por qué. Parpadeo un par de veces, tratando de acostumbrarme a la brillante luz sobre mí. No hay ninguna cinta adhesiva en mi boca y ya no hay restricciones en mi cuerpo. Puedo respirar y moverme libremente. Mis brazos y manos están cubiertas de vendajes, pero están manchados de rojo. Mi cerebro está muy nublado y el mundo parece muy distante. Hay personas a mi alrededor, así que trato de concentrarme en sus caras mientras respiro a través de una máscara de oxígeno.
Pepper está a mi lado, sollozando.
—¡Oh, gracias, Dios! ¡Dios! Lisa, cariño —su mano se sacudió temblorosamente el pelo sudoroso de mi frente—. ¡Estás viva!
—¿N-no lo estaba antes? —me cruzo con la máscara, mirando a mi alrededor aturdida.
¿Qué pasa?
¿Es que llegué a morir?
Esto es una locura.
Voy a vomitar.
—Vamos, señorita Stark —dice una voz que reconozco, pero que no puedo ubicar—, hay que sacarla de aquí.
Entrecierro los ojos en dirección a la voz y veo a un hombre. Uno con cabello oscuro que tiene una expresión seria cuando generalmente hay una pequeña sonrisa constante jugando en sus labios. ¿Quién es? ¿Qué está pasando?
—Lisa, vamos, cariño.
—Mi padre —susurro, dolida—, ¿está muerto?
Unas manos me quitan la máscara de oxígeno y me levantan de la mesa, así que giro la cabeza hacia atrás para ver al hombre otra vez.
—Agente Coul —murmuro al reconocerle.
—Sí —asiente y agrega—: Soy el Agente Coulson.
Miro a mi alrededor y veo un cuerpo tirado en el suelo. Ojos llorosos miran hacia el techo, sin vida. Hay un agujero de bala en su cabeza. Edgar está muerto. Quiero llorar de alivio.
—Estás a salvo ahora, cariño —me dice Pepper, apresurándose a nuestro lado mientras comenzamos a movernos.
Salimos de la sala y entramos en una oscura. El agua parece reflejarse en las paredes y hay cadenas por todas partes. Gimo de dolor y mi cerebro todavía se siente borroso. ¿Qué está pasando? El Agente Coulson es rápido y robusto mientras me lleva a través del suelo de metal. Los otros agentes que acabo de notar tienen sus armas en mano.
—O-Obie, el traje —murmuro, tratando de permanecer despierto—. ¿Dónde está? ¿Dónde está el traje?
—Pasamos el traje al entrar. No está ahí —me informa Coulson en voz baja.
—No pasa nada, Lees —agrega Pepper—, aunque fue extraño. Lo imaginaba más grande.
¿Más grande? Yo pensé que era realmente grande.
—Encontraremos a Obadiah Stane y lo arrestaremos —dice firmemente el agente detrás de mí.
Parpadeo, cansada. Es muy difícil mantenerse despierta. Suelto un gemido bajo mientras continuamos caminando, las cadenas a nuestro lado comienzan a temblar. El ritmo se ralentiza y ellos se vuelven cuidadosamente hacia el ruido. Los cables cuelgan y golpean desde el techo y hay un espacio vacío debajo. Me doy cuenta de que falta algo que vi de camino al sector. Algo no está donde debería. Desearía que mi cerebro no estuviera tan nublado. Creo que había algo importante allí. Los agentes se extiende y el Agente Coulson mira a su alrededor con los ojos entrecerrados.
Las cadenas continúan sonando y Pepper se acerca a mí, lista para protegerme si es necesario. Observo débilmente a mi alrededor para ver oscuridad.
De repente, unos ojos blancos y brillantes se abren. Escucho un fuerte ruido cuando los ojos se elevan más y más por encima de nosotras.
Pepper vuelve a tropezar con los ojos muy abiertos, gritando. El agente Coulson me deja caer sobre mis pies temblorosos y me empuja hacia ella. Pepper me abraza, forzándonos a correr. La gran bestia de metal corre tras nosotros.
Escucho al Agente Coulson gritar a los agentes mientras corremos.
Las balas vuelan y chocan contra el metal. Escucho el traje chocando, destruyendo todo a su paso. La luz explota a nuestro alrededor y las chispas tocan nuestra piel. Pepper me apresura para continuar antes de que tropecemos con una plataforma de metal. Lanzo mi cabeza sobre mi hombro y grito cuando veo una gran mano de metal yendo hacia nosotras. Nos deslizamos por la esquina y seguimos corriendo. Salimos del edificio, a la oscuridad.
—¡Pepper! —escucho una voz familiar gritar desde su auricular.
—¡Tony! —exclama aliviada—. Tony, ¿estás bien?
—Estoy bien —comienza a responder—. ¿Dónde está Lees? ¿La has visto? ¿Está bien?
Rápidamente miro su auricular mientras nos alejamos de las puertas de vidrio.
—¡Papá!
—¡Lisa! —su voz suena aterrorizada y emocionada al mismo tiempo—. Dios, bebé, ¿estás bien? ¿Frost te ha hecho daño?
—Creo que me mató —mi voz suena divertida y distante.
—¡¿Qué?! —papá grita de ira y terror—. ¡¿Cómo que te mató?! ¡Pepper! ¡¿Qué ha pasado?!
Pepper está llorando mientras su brazo se aprieta alrededor de mi débil cuerpo.
—Oh, Dios, estaba muerta cuando llegamos, Tony. Tuvimos que reanimar su corazón.
La respiración de papá se detiene de repente y me pregunto si es solo porque ya no puedo escucharlo
Finalmente, la voz de mi padre vuelve a hablar, pero esta vez llena de ira y odio.
—Lo voy a matar.
Mi mente se pregunta brevemente si habla de Obie o Edgar.
—¡Pero O-O-Obadiah, se ha vuelto loco! Ha construido un traje —empiezo a divagar, sintiéndome más despierta ahora que sé que mi padre está vivo.
—Tenéis que salir de ahí —interrumpe papá bruscamente.
—Tony, hay agentes dentro —Pepper me mira con los ojos muy abiertos—, y Lisa sigue herida.
—¡Voy de camino, salid de ahí! —su voz está amortiguada por un ruido fuerte y extraño detrás de nosotras.
Me inclino hacia Pepper mientras nos giramos lentamente para enfrentarlo. El suelo se está abriendo. Veo grandes manos de metal brotar del interior. Tiran con facilidad del cemento para revelar el traje con el hombre aterrador dentro de él. Dejo escapar un grito de pánico cuando Pepper se tambalea hacia atrás en estado de shock.
—¡Lisa! ¡Pepper! —escucho gritar a papá.
El traje sacude el suelo cuando se pone de pie ante nosotros, una voz grave y grave pregunta:
—¿A dónde crees que vas?
—¡Pepper! —susurro.
Ella grita mientras me tira hacia atrás.
El brazo del traje levanta una pistola.
—Tus servicios ya no son necesarios.
Aprieto los ojos con fuerza, esperando y rezando para que todo esto sea un mal sueño.
De repente, una voz fuerte grita:
—¡Stane!
Pepper y yo nos damos la vuelta y el traje levanta la vista hacia mi padre, blindado en rojo y dorado. Grito cuando el traje le dispara y me tropiezo cuando papá choca su traje contra el de Obie. Ambos salen volando a través del agujero en el suelo, desapareciendo de nuestra vista. Escucho un fuerte estrépito desde lejos y el mundo se nubla otra vez.
—Pepper —le susurro de nuevo cuando mis rodillas caen.
Pepper lucha por atraparme y cae al suelo también. El dolor que olvidé por unos momentos ha vuelto y, cuando entro al olvido, veo que el rojo y el dorado vuelan hacia el cielo, la luz se dispara desde sus pies y manos.
Él tiene que ganar.
Siempre gana.
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