nine - threats & demands

chapter ix.
( iron man )

así es como un ángel llora,
siendo culpado por mi orgullo.
ven a navegar conmigo en la oscuridad
sail ─── awolnation

provincia de kunar, afganistán
26 de enero, 2010 — 30 de abril, 2010

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Yinsen pide misericordia para nosotros, pero lo empujan al suelo, ignorando sus ruegos. Un grito sale de mis labios y dos hombres me sacan de la cueva mientras otros arrastran a papá delante de mí. Me grita y les dice que me dejen en paz, pero no entienden ni les importa escuchar. Nos llevan a una sala redonda y nos dejan caer de rodillas. Papá sigue gritando cuando los diferentes tipos tiran de nuestro pelo y ponen nuestras caras cerca del agua. Agito los brazos en pánico, tratando de aflojar el fuerte agarre de mi cabeza. Me empujan más y más hacia el agua hasta que mi cara toca el fondo. De repente, tiran de mi pelo y el aire inunda mis pulmones jadeantes. El mundo de mis ojos es confuso e incierto.

—¡Lisa! ¡Dejadla en paz! ¡Lisa! —grita la voz jadeante de papá antes de que se ahogue de nuevo.

Parpadeo salvajemente, tratando de encontrarlo en la bruma. Mi pelo mojado ciega mi visión en su mayor parte, pero puedo distinguirlo: boca abajo mientras lo lo empujan cada vez más al fondo. Está luchando contra ellos, gritando amenazas amortiguadas todo el tiempo. Siento el tirón en mi cabello y sé lo que está por suceder. Estoy a punto de volver a hundirme.

—P-por favor, espera, espera —le suplico antes de que empujen mi cara al agua.

Ésta entra en mi boca y nariz, filtrándose en mis pulmones. Mis manos empujan desesperadamente los bordes del lavabo, tratando de ayudarme a escapar del peso en la parte posterior de mi cabeza. Mi cuerpo se empieza a sacudir como una reacción de asfixia. Mi interior se siente en llamas y, cada vez que trato desesperadamente de apagarlas, empeora. Creo que puedo escuchar a papá gritar, pero es difícil decirlo con certeza. Las visiones pasan ante mis ojos mientras sigo ahogándome.

El novio de mamá golpeando mi pequeño cuerpo mientras lloro para que paren.

Mamá dejándome dormir debajo del fregadero.

Papá quedándose conmigo durante algunas de mis pesadillas.

Pepper enseñándome a tocar el piano.

Rhodey y yo practicando esquí acuático.

Happy en la feria compartiendo algodón de azúcar conmigo.

Obie llevándome a dar largos paseos por el parque y comprándome helado.

Yo ahogándome en el fondo de la piscina de papá cuando tenía dos años.

De repente me sacan del agua y me tiran de espalda. Jadeo con fuerza por aire, pero no vendrá. Termino asfixiándome y tosiendo, y mis manos se aferran a mi ardor en el pecho. Siento la roca debajo de mí y el frío me hace temblar. Mis ojos están muy cerrados, así que no veo a los hombres venir antes de levantarme. Tropiezo de un lado a otro, tratando de descubrir qué está pasando. Me ponen una bolsa y grito un poco, aterrorizada de lo que me harán a continuación. Me empujan hacia adelante y me encuentro con otro cuerpo. Unos brazos repentinos me rodean y me asusto al quedar atrapada. Golpeo su pecho, tratando de hacer que me suelten.

—Sh, sh, ya está, soy yo —la voz de papá se hunde en mi mente mientras murmura en la bolsa sobre mi cabeza—. Estoy contigo, estoy contigo.

Las manos nos empujan hacia adelante y papá nos mantiene erguidos. Tropezamos mientras clavan sus manos en nuestros hombros y nos guían hacia adelante. Nos detienen bruscamente y nos arrancan las bolsas de la cabeza.

La luz supera mis sentidos y parpadeo con rapidez, adaptándome a mi nuevo entorno. Respiro hondo sin seguir acostumbrada al aire que está en mis pulmones. Papá se vuelve hacia mí y atrapa mi temblorosa cara en sus manos.

—¿Estás bien? —su voz es ronca.

Voy a responder, pero no tengo la oportunidad. Empujan la batería a los brazos de papá y luego lo impulsan cuesta abajo. Tropieza y usa a uno de los hombres para equilibrarse antes de llegar al final. Me mira mientras me tropiezo y choco contra él. De alguna forma se las arregla para atraparme mientras sostiene la batería en su otro brazo. Mientras vamos a través de un campamento, él envuelve su brazo protectoramente a mi alrededor. Echamos un vistazo, aún entrecerrando los ojos a causa del sol. Todos los hombres están con armas cargadas, hablando en una extraña mezcla de idiomas. Se han hecho diferentes carpas con lonas, alineando el camino. Debajo de cada tienda hay una gran cantidad de armas tácticas con dos palabras impresas en sus costados: Industrias Stark.

De repente, nos detenemos cuando Corpulento, cuyo nombre creo haber escuchado que es Bakaar, para al lado de Yinsen. Yinsen nos da una mirada de disculpa y triste antes de escuchar lo que dice Bakaar. Miro a mi alrededor una vez más y veo al hombre alto y calvo de pie en una colina a una buena distancia. Como si él pudiera sentirme observando, su atención se vuelve hacia mí y me encojo. El brazo de papá se aprieta mientras se prepara para más amenazas y tratos. Yinsen viene hasta nosotros.

—Quiere saber qué te parece —mira a mi padre.

Papá aprieta los dientes cuando dice:

—Que tiene muchas armas mías.

El aire se levanta y el polvo cubre nuestra piel y ropa mojadas. Toso cuando entra en mi boca y agacho la cabeza para evitar que ocurra otra vez.

Yinsen escucha al hombre hablar una vez más antes de fruncir los labios y traducir:

—Su jefe pregunta cómo ha estado la estadía hasta ahora.

Los ojos de papá se entrecierran y puedo ver su ira brotando.

—Han sido las vacaciones de nuestra vida. Mejor que ese viaje que hicimos a Dubai, ¿eh, Lees?

¿Lo dice enserio? ¿Bromea? ¿Y Dubai? ¡Vamos, Dubai es increíble! ¡Psh, Dubai!

Miro hacia él con incredulidad mientras intenta aclarar la situación.

Bakaar asiente cuando escucha a Yinsen traducir y le pasa algo más a papá:

—Su jefe también dice que espera que os hayáis mantenido bien hidratados.

Mal.

Una lágrima se desliza por mi mejilla y luego otra. Bakaar lo ve y sus ojos miran al hombre alto y calvo. Incluso desde esta distancia, puedo verlo sonreír. Aprieto los dientes y me limpio rápidamente la cara con las manos. Papá no responde; simplemente frunce el ceño.

Luego Yinsen escucha a Bakaar antes de decir:

—El hombre imagina que es suficiente para cambiar de opinión —hay una pausa antes de que Yinsen traduzca nuevamente—. Dice que tiene lo necesario para construir el misil Jericho. Quiere que haga una lista de los materiales. Dice que comience a trabajar inmediatamente —el hombre continúa y Yinsen termina de traducir— y que cuando termine os dejará a usted y a su hija libres.

Miro fijamente a Bakaar.

Está mintiendo.

—Es mentira —papá le da una sonrisa falsa y levanta la mano a Bakaar.

Bakaar sonríe y le estrecha la mano.

—Ja, es mentira —Yinsen está de acuerdo, sonriendo falsamente.

Nos llevan de vuelta a la cueva unos minutos más tarde y, tan pronto como la puerta se cierra con llave detrás de nosotros, papá gira con furia una de las mesas. Yinsen y yo nos miramos mientras papá se deja caer frente al fuego y lo mira, sombrío. Finalmente, se pasa las manos por el cabello aún húmedo y me mira. Extiende un brazo, esperando. Me acerco y me siento junto a él. No lloro mientras él me abraza y me quita el agua del cabello. Ninguno de los dos habla, pero creo que es mejor. Si él empieza a hablar, lo perderé. No quiero que tenga que preocuparse por cuidarme más de lo que debe.

—Estoy bien —finalmente acumulo suficiente fuerza en mi voz mientras me limpio la nariz.

Él apoya su cabeza contra la mía.

—Lo siento.

—Estoy bien —repito, incluso más fuerte que antes.

Él asiente. Se aleja un poco de mí y agarra una manta que deja caer sobre nuestros hombros. Luego vuelve al fuego y seguimos sentados en silencio durante mucho rato.

—Seguro que os están buscando —dice Yinsen en voz baja—, pero jamás os encontrarán en estas montañas.

Papá no responde.

—Lo que ha visto fuera es tu legado, Stark. El trabajo de su vida, su hija, en manos de esos monstruos —Yinsen se agacha junto a papá, intentando que escuche, que comprenda—; ¿así quiere acabar su vida? ¿Es este el último acto de rebeldía del gran Tony Stark? ¿O va a hacer alguna cosa para impedirlo?

Papá interrumpe, aún mirando el fuego.

—¿Por qué iba a hacer algo? Nos matarán. Y si no, lo más seguro es que me muera dentro de una semana.

Lo miro. Odio la desesperación que veo en su rostro. Las lágrimas hacen brillar sus ojos marrones. La idea de que nos maten me hace sentir enferma.

Yinsen inclina la cabeza hacia un lado.

—Pues entonces, es una semana muy importante para usted.

Sigue un largo silencio y veo que la determinación se apodera de su rostro.

Papá me mira lentamente con una pequeña sonrisa jugando en sus labios.

—¿Estás de humor para dibujar, Lees?

Lo siguiente que sé es que papá está dando órdenes a muchos de nuestros captores, diciéndoles qué equipo necesita y dónde colocarlo. Trabajo incansablemente en los bocetos que me pidió hasta que fueran exactamente lo que él quería, asegurándome de que los diseños estén debidamente protegidos. Los días y las semanas siguen pasando mientras trabajamos en el "Jericho", ya que en realidad es nuestro plan para salir de aquí con vida. Nuestra primera tarea es construir el reactor, como el que está en casa, para asegurar que la metralla quede fuera del corazón de papá. Descubrimos que el grupo que nos mantiene cautivos se llama los Diez Anillos y llevan años adquiriendo armas de Industrias Stark. Yinsen se convierte en mucho más que un amigo para nosotros, ya que pasamos lo que bien podrían ser nuestros últimos días con él. Nos cuenta todo sobre su hogar, sus tradiciones y su familia mientras trabajamos en el final de papá, como me gusta llamarlo.

Han pasado unos tres meses cuando al fin conseguimos parte delproyecto. El vello facial de papá ha crecido por completo y mi cabello está más sucio que nunca. Imagino que todos apestamos, pero ninguno podemos saberlo en este momento. La poca cantidad de alimentos que nos dan hace que nuestros huesos sobresalgan en lugares extraños y nuestra piel palidezca por la falta de luz solar. Seguimos trabajando porque es nuestra única oportunidad. Hablar es lo que nos mantiene cuerdos; eso y los ocasionales juegos competitivos que hacemos cuando necesitamos un descanso.

Estoy sentada en el suelo mientras Yinsen en el catre, cortando algunas piezas de tablero. Es algo muy importante que estar en esta cueva me ha enseñado. Ahora sé cómo tallar. Oh, qué importante será mi futuro, ya puedo imaginarlo.

De repente, Yinsen empieza a hablar:

—¡Eh, Stark!

—¿Sí? —papá pregunta distraídamente, todavía trabajando.

Trabaja más que cualquiera de nosotros.

Yinsen sopla sobre su pieza recién terminada.

—Adivina qué estamos haciendo.

—Si tuviera que adivinarlo, diría que es un pésimo tablero de backgammon —dispara rotundamente.

—Ouch —hago una mueca, bromeando.

Yinsen mira la madera en sus manos.

—Me impresiona que usted sepa lo que es. Le enseñaré a jugar cuando terminemos.

Papá se da vuelta y sé que está a punto de presumir.

—Estaría bien. Estoy un poco oxidado. Llevo sin jugar desde que fui campeón de backgammon cuatro años seguidos en el MIT —papá se rasca el ojo como si no fuera gran cosa, pero su tono está lleno de arrogancia.

Te lo dije.

Ruedo los ojos mientras Yinsen responde con un tono muy arrogante:

—¿En serio? Interesante. Yo fui el campeón en Cambridge. Mm.

Papá lo mira fijamente y mete una mano en el bolsillo.

—¿Acabas de decir 'interesante' y 'Cambridge' en la misma frase? Creo que es un oxímoron.

—Los dos sois tontos —ja, un juego de palabras, soy tan inteligente—, ¿por qué no hacemos una competición en vez de alardear como críos?

Ellos están de acuerdo. Cuando terminamos de hacer el tablero, los tres nos sentamos alrededor de la mesa improvisada. Sostengo una manta sobre mis hombros y cruzo las piernas mientras veo a los dos hombres sentarse uno frente al otro. Esto es muy estúpido, pero es el mejor entretenimiento que tenemos.

—Así que Cambridge —papá hace su movimiento o lo que sea (el backgammon no es mi juego)—, ¿acaso es de verdad una institución?

Sonrío a lo que dice mi padre.

Yinsen sonríe divertido mientras toma su turno.

—Es una universidad. No ha podido oír hablar de ella porque los estadounidenses no pueden entrar.

Jadeo con horror.

—Eso es ofensivo.

—Sí, a menos que sean profesores —le dice papá fácilmente a nuestro amigo.

De repente, la ranura para el ojo en la puerta se abre y Bakaar nos empieza a gritar. Miramos hacia arriba, un poco aburridos por el tipo. Cuando entra, comienza a agitar los brazos de nuevo y grita nuestros nombres.

—¿Cuándo? ¿Cuándo? ¡¿Cuándo?! —exige Bakaar en su inglés limitado—. ¡¿Cuándo terminado?!

Papá asiente levemente.

—Terminado —Bakaar extiende sus manos y papá agita su mano—. Listo.

Señalo a un lado de la sala cuando la manta se cae de mis hombros.

—Ahí.

Cuando Bakaar se acerca, los tres nos miramos y suspiramos en diversión. ¡Oh Dios, es el síndrome de Estocolmo! Lo aprendí en mi clase de psicología. Pero la cuestión es que Bakaar es, bueno, menos horrible que los demás. Solo da órdenes. O sea, está fuera de sí, pero es divertido, hasta me dio una manzana una vez. Recoge su pila de ropa mientras Yinsen y papá siguen tirando los dados. Está respirando con angustia y se da vuelta para mirarnos, gritando de nuevo.

Yinsen traduce para nosotros mientras entrecierra los ojos un poco.

—Está enfadado porque ha mezclado blanco con colores.

Papá se pone inmediatamente a la defensiva.

—Lavé los blancos y los colores por separado. Solo los he doblado.

—Esta es la primera vez que lava la ropa —le toco el hombro con condescendencia—, y lo hizo muy bien.

—Gracias, pequeñaja —me frunce el ceño.

Bakaar se calma y parece aceptar nuestra respuesta. Pronto está cerca de nuestro tablero de backgammon y regañando a Yinsen antes de decirle dónde colocar sus piezas. Papá sigue molestando a Yinsen, quien solo frunce el ceño.

—Señora Lisa —dice Bakaar.

—¿Hm? —lo miro, ignorando el hecho de que acaba de llamarme como a una mujer mayor.

Señala con el dedo en el aire y comienza a hablar en árabe de nuevo, pero puedo entenderlo diciendo:

—¡Campeón!

Papá y yo miramos a Yinsen con paciencia.

—Dice que Abu Bakaar es el —levanta un dedo, imitando a Bakaar— campeón de una pequeña ciudad.

¡Gran ciudad! —Bakaar corrige rápidamente en inglés con el orgullo herido.

—Gran ciudad, lo siento —Yinsen asiente y levanta una mano para disculparse cuando Bakaar lo empieza a regañar una vez más.

Papá y yo asentimos, tratando de impresionarnos por él. Bakaar señala a Yinsen, aún siendo regañado. Se mueve para alejarse y gira, pero luego se detiene. Todos levantamos la vista y siento que se me hace un nudo en el estómago. El hombre alto y calvo está frente a Bakaar con una oscura sonrisa en su rostro. Papá se pone más cerca de mí. Entonces, de repente, el hombre saca una pistola y dispara a Bakaar en la cabeza.

Grito y me tapo la boca con las manos. Papá me atrae rápidamente y me pasa la mano por los ojos. Yinsen y él giran la cabeza cuando el cuerpo de Bakaar cae al suelo. Puedo sentir a papá moverse lentamente mientras mira al hombre alto y calvo. Miro a través de sus dedos y todo lo que veo es al hombre sonriendo.

Después de esto, dejamos de jugar.

El trabajo se vuelve más duro y más rápido a medida que el pánico nos invade.

Sin embargo, cuando trabajamos durante las largas noches, construyendo y modelando, pierdo la cabeza. Recuerdo la tortura de mi casi ahogamiento. Recuerdo la mano en mi pelo, empujándome más y más hacia el agua. Recuerdo cómo mamá me arrojaba platos cuando estaba demasiado lejos para usar su mano. Cómo me dijo que me odiaba en mi segundo cumpleaños. Cómo lloré la primera vez que un chico me besó porque me recordó el momento en que uno de los novios de ella lo hizo y tuvo que echarlo. Recuerdo a su novio más duradero y sus ojos azules llorosos y sus nudillos; recuerdo cómo me cortaba la piel porque dijo que le gustaba ver cómo reaccionaba la carne. Recuerdo las cicatrices que mantengo ocultas en mi espalda y estómago. Recuerdo cómo fue él quien vertió el veneno en mi garganta porque dijo que hablaba demasiado. Recuerdo el momento en que trató de convencerme de saltar del tejado y cómo casi lo hice.

Lo recuerdo todo. Siempre lo hago. Pero, cuando estoy en casa, cuando estoy pintando en el taller, cuando me río con papá y Pepper durante la cena, cuando compartido mis palomitas con Rhodey en el cine, cuando estoy aprendiendo a conducir con Happy, puedo alejar todo lo malo, porque todo lo que tengo es bueno. Puedo pasar de mamá y esos hombres que me hirieron. Pero no aquí; no cuando estoy rodeada de oscuridad, amenazas y tortura. Parece que no puedo olvidarlo. Me embrollo tanto en los recuerdos y las voces que flotan en mi cerebro que a veces ni siquiera puedo escuchar a Yinsen o a papá cuando me hablan. Me quedo callada, recordando esas pesadillas que, después de todo, no lo son realmente.

Mientras continúo cortando el metal sobre la mesa, oigo un fuerte ruido. Papá deja de soldar y Yinsen se gira de sus cables para mirar en la misma dirección que yo. La puerta se abre y mi corazón se detiene cuando veo quién está entrando. El hombre alto y calvo, Raza, portando un aire intimidante.

Lo odio.

Una gran banda de hombres lo sigue y forman dos columnas por las que él camina. Papá se quita la máscara para soldar de su cabeza y se endereza, estirando su mano un poco hacia mí.

—Lisa —es todo lo que dice antes de que yo camine cuidadosamente hacia él, quedándose un poco por delante de mí.

Nuestras manos se levantan sobre nuestras cabezas mientras ellos continúan moviéndose dentro de la sala. Raza nos estudia lentamente, pero su mirada se prolonga en mí por más tiempo. Papá se tensa y mantiene los ojos entrecerrados en él.

—Tranquilo —dice Raza, su voz envía escalofríos a mi columna vertebral.

Nos incita a bajar los brazos y lentamente lo hacemos, sin saber si eso es lo que deberíamos hacer. Miro a Yinsen, que parece tan confundido como yo por ver que el líder de los Diez Anillos en persona nos ha visitado. Intercambiamos una mirada de preocupación antes de mirar a Raza, quien lentamente regresa a papá y a mí. Papá se endereza aún más y aprieta la mandíbula cuando él se detiene ante nosotros. De repente, Raza levanta un brazo y las yemas de sus dedos tocan mi mejilla antes de que papá agarre su mano y la aparte. El resto de los hombres en la sala levantan sus armas y las apuntan hacia él. Jadeo, apretándome a su brazo, aterrorizada de que puedan matarlo. Sin embargo, papá no se inmuta ni rompe el contacto visual con Raza. Él parece, no sé, ¿intrigado?

—Bajad las armas —inclina ligeramente la cabeza hacia sus hombres—, no podemos culpar al señor Stark por su reacción. Es comprensible que quiera proteger una cosita tan bonita —mis uñas se clavan en la chaqueta de cuero marrón de papá—, y estoy seguro de que cada hombre en esta sala haría lo mismo —mi estómago se agita ante esto, los ojos de Raza me encuentran una vez más—. Su hija es una mercancía muy necesaria, señor Stark, y, por esta razón, se le han hecho muchas ofertas.

Oh, Dios.

Siento que mis entrañas se caen al darme cuenta de lo que significa. Todo el color se drena de la cara de papá y mis rodillas se debilitan. Las lágrimas pican mis ojos y mi respiración se acelera. Miro a papá rápidamente y su mano encuentra la mía, agarrándola con tanta fuerza que duele, pero no me importa. No quiero que me deje ir, especialmente ahora que sé lo que me espera. Es difícil de digerir y estoy perdiendo la batalla contra el temblor en mi labio.

Raze toca ligeramente el reactor de papá antes de decir:

—El arco y la flecha fueron lo máximo en la tecnología armamentística —se aleja lentamente de nosotros y mira las herramientas sobre la mesa—. Hicieron posible que Genghis Khan dominara desde el Pacífico hasta Ucrania. Un imperio el doble de grande que el de Alejandro Magno y cuatro veces el tamaño del Imperio Romano.

Camina lentamente de nuevo hacia nosotros y toca mis bocetos.

—Pero hoy en día, quien tenga en su poder las últimas armas de Stark —papá mira con preocupación a Yinsen, quien extiende una mano para decirle que está bien— es quién dominará estas tierras. Y pronto, será mi turno.

De repente, sus hombre se mueven. Agarran a Yinsen y golpean el costado de su cara contra la mesa de soldar. Me separan de papá y él se lanza para recuperarme antes de que un hombre con cicatrices deslice un cuchillo contra mi garganta. Jadeo cuando me dobla ligeramente hacia atrás. Papá retrocede y vuelve a levantar las manos. Sus ojos se deslizan de mí a Yinsen, quien se estremece ante el dolor en su cara. Los hombres gritan en urdu o árabe, con Yinsen gritando desesperadamente. Papá se queda impotente, inseguro de lo que debe o puede hacer. Raza alcanza el fuego con las puntas de metal y saca un carbón caliente, avanzando hacia Yinsen. Grito y gruño, tratando de escapar de Scar, como ahora lo llama en mi mente.

—¿Qué quieren? —pregunta papá rápidamente.

Los gritos continúan mientras Raza se acerca a Yinsen.

Los ojos de papá van de mí a Yinsen mientras le preguntaban a Raza:

—¿Qué quiere? ¿Una fecha de entrega?

Papá camina hacia Yinsen y Raza. Los hombres gritan más fuerte y apuntan sus armas en su dirección. La cara de papá no muestra amenaza, solo desesperación. Entonces se transforma en determinación.

—Lo necesito —el carbón se cierne cerca de la boca de Yinsen y papá se encoge de hombros, continuando—: Es un buen ayudante.

Raza deja caer el carbón sobre la mesa, ante la nariz de Yinsen, y lo liberan.

—Tiene hasta mañana para montar mi misil —luego asiente con la cabeza hacia el hombre que me dirige hacia la entrada de la cueva.

Estoy demasiado conmocionada para gritar, así que me doy la vuelta para mirar a mi padre con los ojos muy abiertos.

Una pequeña voz escapa de mis labios y pregunta en voz baja:

—¿Papá?

—¡No! ¡No! ¡Dejadla! —papá exige, corriendo hacia mí.

Los hombres chocan con él, deteniéndolo mientras lucha. Raza se acerca para mirarlo. Junta las manos a la espalda y observa el pánico y el miedo en sus ojos.

—Es sólo una cría —la voz de papá adquiere un tono que nunca antes había escuchado en mi vida: está rogando.

Ruega por mí y es aterrador. Las lágrimas corren por mi cara y gimo en voz baja. Al escuchar esto, Raza se dirige hacia mí y levanta su mano hasta mi cara. Me estremezco e intento alejarme cuando sus dedos tocan las lágrimas. Papá pelea con más fuerza, pero no sirve de nada. Los dedos de Raza se deslizan por mis mejillas hasta mis labios, tocándolos ligeramente. Sus ojos miran los míos y sé que solo intenta intimidarme.

Qué idiota.

Ahogo los sollozos y aprieto la mandíbula, tratando de parecer dura. Lo miro profundamente a los ojos y siento que mis manos tiemblan de ira. Produzco toda la saliva que puedo en mi boca y la escupo en su cara. Retrocede sorprendido antes de levantar la cabeza y limpiar mi escupitajo con asco.

—¿Cuánto cuesta la saliva? —lo miro mientras me burlo—. Si tus postores preguntan amablemente, podrías decirles que es gratis.

Él suelta una risa sarcástica y baja, mirando a mi padre, quién observa con los ojos muy abiertos y horrorizados. Bueno, pensé que era bastante divertido, pero creo que ser sarcástica en este momento no es la mejor idea. Culpa mía. De repente, las fosas nasales de Raza se dilatan y sus ojos se ensanchan con furia. Me golpea en la cara con tanta fuerza que Scar y los otros que me frenan me dejan caer. Aterrizo sobre mi estómago y mi mano vuela hacia mi mandíbula.

—¡Raza! —grita papá desesperadamente—. ¡He hecho todo lo que has pedido! ¡Todo! ¡Para, por favor!

Una bota dura golpea mis costillas y lloro de dolor.

—¡Alto! ¡Dios! ¡Para! ¡Juro que os mataré! ¡Os voy a matar a todos!

Una mano se clava en mi pelo y me pongo de rodillas. No hago ningún sonido; acabo de escupir la sangre en mi boca sobre las botas antes de rodar mi cabeza hacia atrás para mirarlo. No me importa si estoy siendo imprudente; se merece esto y mucho más. De repente, saca una pistola de su cinturón y la pone debajo de mi barbilla.

Vaya. Esto se volvió real. Me arrepiento de todo.

—Raza, escúchame —papá habla en voz baja, tratando de calmar la situación—, si la matas, no terminaré tu misil. ¿Me oyes? Si no hay Lisa Stark, no hay misil Jericho.

Raza no quita el arma de mi barbilla y mi estómago se retuerce en nudos. Mis oídos suenan por pánico y el miedo se apodera de mi cara. Su mano libre agarra mis mejillas y gira mi cabeza de izquierda a derecha antes de que su pulgar frote mi pómulo, aún tratando de intimidarme. Intenta recordarme quién tiene el poder. Mi interior se estremece.

—Veo por qué tiene tanto éxito, señor Stark —susurra—, pone mucha belleza en todas sus creaciones.

Papá gruñe mientras trata de escapar.

—Déjala ir o juro que...

Raza se acerca a él e interrumpe:

—Mi misil. Le dije que lo quería hace tres meses y ha estado perdiendo el tiempo. Pase lo que pase ahora, Tony Stark, quedará en su conciencia.

Papá de repente arremete y Raza cruza la cara en diagonal. La cabeza de Raza se inclina hacia un lado y veo un largo corte en su ojo que se extiende hasta su boca.

Él mira a mi padre.

—Tiene hasta mañana o tú y tu 'asistente' moriréis sabiendo que la sangre de tu hija está en tus manos.

—¡Espera, espera! —papá grita cuando Scar me levanta del suelo y saca mi cuerpo de la cueva.

—¡Papá! —le grito, necesitando que sepa algo, sin importar lo que pase—. ¡Te quiero!

Espero que esta vez responda y me grite la desesperada frase. Nunca me lo ha dicho. Nunca en los doce años que he estado con él. Sé que me quiere; estoy bastante segura. Me ha cuidado. Pero él nunca lo ha dicho. A veces creo que le da miedo decir que ama a alguien para que luego desaparezca.

Mientras sigo gritando, Scar deja caer su mano sobre mi boca y me lleva a través de los túneles. De repente, me arroja a una celda pequeña y cierra la puerta oxidada detrás de mí. Mi cuerpo rueda por la piedra hasta que me detengo, chocando contra la pared enroscada. Gimo un poco y me siento, mirando a mi alrededor. Estoy en una celda diferente. Es mucho más pequeña y tiene menos objetos, pero sigue siendo solo una celda. ¿Por qué me sacarían de una para ponerme en otra?

Entonces me doy cuenta.

Raza me alejó de papá e Yinsen porque quiere que piensen que voy a ser vendida. Quiere que mi padre piense que un imbécil se está aprovechando de su hija. Quiere que estén más motivados para terminar el misil. No pasará ahora, pero no será muy tarde. Mi estómago se sacude como el pensamiento. Tengo miedo de tener un ataque de pánico hasta que me doy cuenta de lo enfadada que estoy. Estoy francamente furiosa. Mis puños se aprietan y pateo la puerta, haciendo un fuerte ruido. Nadie viene a ver qué causó el sonido, desearía que lo hicieran. Desearía poder hacerles tanto daño como el que ellos nos hicieron a nosotros. Me recuesto contra la pared, cruzando los brazos sobre el pecho. Me deslizo hasta el suelo, cruzando las piernas, sin saber qué más hacer. Solo espero que papá siga hasta el final. No puedo permitir que haga un misil para un grupo de terroristas por mí. Nunca me lo perdonaría.

Miro el óxido de la puerta por un largo minuto antes de pensar. Si pudiera pasar por esta puerta y, si papá e Yinsen terminaran el misil, nuestra fuga sería diez veces más fácil. Recorro el suelo y encuentro un par de piedras grandes. Me pongo a trabajar para separarlas y afilarlas hasta que tengan bordes muy puntiagudos. Luego me arrastro hacia la puerta y, vacilante, empiezo a frotar la roca contra el óxido. Hace un ruido increíblemente fuerte, pero sigue sin venir nadie, así que continúo. Algunas barras son más fáciles de romper que otras y solo puedo rezar para no contagiarme con algo como el tétanos que termine acabando con mi vida después de esto.

Casi he roto lo suficiente como para deslizarme cuando oigo disparos. Retrocedo instintivamente, aterrorizada por lo que pueda suceder. Podría ser Rhodey encontrándonos. Podrían ser papá e Yinsen con el misil. De cualquier manera, no puedo quedarme aquí. Mis brazos trabajan aún más rápido. Finalmente, me aferro a las barras y doy un tirón brusco. Éstas caen hacia atrás junto a mí por la repentina fuerza. Recogiendo una de las barras de metal más largas, me levanto y me deslizo a través del pequeño agujero que he creado. Los disparos y golpes continúan mientras corro por los pasillos, lista con mi arma. Doblo una esquina y llego a la sorprendente vista de un traje de metal muy grande que derriba a tres hombres con sus puños.

Cuando un hombre aparece detrás del traje, imito mi mejor postura de bateador y le asesto un golpe en la cabeza. El hombre cae de inmediato y yo respiro pesadamente, todavía sosteniendo la barra oxidada en mis manos. El hombre de metal se da vuelta vacilante y la máscara se levanta para revelar la cara de pánico y sorpresa de papá.

—¡¿Lisa?!

Aparto mi cabello oscuro de mi frente y asiento rápidamente.

—Hola.

—¿Qué haces aquí? ¿Qué ha pasado? ¿Cómo has escapado? ¿Estás bien?

—Eso no importa —sigo respirando con dificultad—, pero no te puedes imaginar lo feliz que estoy de verte en esa cosa. ¿Dónde está Yinsen?

Sus ojos se abren. De repente, se echa a correr por el túnel y yo intento seguir su ritmo. Jadeo cuando veo la horrible vista delante de mí. Yinsen está tendido en el suelo con un agujero sangriento y abierto en el pecho. Me arrodillo junto a él y presiono mis manos contra la herida, intentando de detener el flujo.

—Stark —murmura Yinsen débilmente—, Lisa, me alegra verte.

—Te pondrás bien —le digo rápidamente.

—Vamos. Tenemos que irnos —papá asiente hacia la salida no muy lejos de nosotros—. Muévete. Tenemos un plan. Hay que continuar.

Intento ayudar a papá a rodearlo con los brazos, pero Yinsen me rechaza.

—Este era el plan.

Mis ojos se abren cuando miro a papá.

—Verás a tu familia —él no acepta un "no" por respuesta.

—Mi familia ha muerto —dice Yinsen en voz baja—. Ahora voy a verla, Stark. No pasa nada. Quiero esto. Quiero esto...

Me ahogo en mis lágrimas.

La cara de papá se contorsiona.

—Gracias por salvarme.

—No lo desperdicies. No desperdicies tu vida. Tienes todo, Stark, ayuda a otros a conservar la suya —entonces Yinsen deja escapar su último aliento.

Mi boca se abre ligeramente, incapaz de procesar lo que acaba de pasar. Papá aprieta los dientes y mira el cuerpo sin vida de Yinsen con una expresión severa.

Nos sentamos en silencio unos segundos antes de escuchar gritos afuera, después puedo ver las siluetas de hombres con armas que bloquean nuestra ruta de escape.

—Escúchame, Lisa —la voz de papá es repentinamente baja y contundente—, mírame.

Arrastro mis ojos desde la salida hasta él.

—Quédate detrás de mí. ¿Vale?

Asiento apresuradamente, obligándome a ponerme de pie. El traje de metal cruje la piedra hasta que aparece en la salida. Los disparos envuelven todo el ruido y me agacho detrás de una enorme roca. De repente, la munición frena y sigue el silencio.

—Mi turno —escucho decir a papá antes de lanzar fuego con las armas que le pusimos en los brazos.

Escucho gritos.

—¡Ahora! —papá interrumpe el ruido.

Salto de mi posición y envuelvo mis brazos alrededor del traje antes de que los propulsores nos levanten del suelo que estalla en fuego. Continuamos ascendiendo y alejándonos de la montaña. Grito y mantengo los ojos cerrados, absolutamente aterrorizada por la altura. Entonces una sensación extraña nos vence; se siente casi como si estuviéramos cayendo. Luego noto que es así. El suelo cubierto de arena se acerca cada vez más. Papá grita y, si está gritando, yo también debería. De repente caigo desde unos tres metros y aterrizo en la arena. Escucho un fuerte estruendo y me levanto para ver piezas del traje saliendo por los aires.

El cuerpo de papá, y lo que quedaba del traje, yace a unos centímetros de mí. Puedo ver sus brazos agitándose y decido acercarme.

—Papá —jadeo mientras me agacho.

Él sale del desastre y aterriza en la arena a mi lado.

Tose por el humo en sus pulmones.

—¿Estás bien?

Asiento una vez.

—¿Te han... te han...? —no puede terminar y me mira a los ojos, temeroso, enojado.

Sé lo que está pidiendo, así que respondo rápidamente:

—No. Estoy bien. Nadie me tocó.

Deja escapar un fuerte suspiro de alivio mientras se recuesta.

—Me quedé muy asustado y enfadado cuando te llevaron. Pensé que...

—Lo sé —interrumpí en voz baja.

—Lo siento —suena tan dolorido como lo dice.

—No —es todo lo que digo.

Él asiente al ver que no quiero hablar del tema, creo que en realidad está aliviado porque no quiere hablar de eso tampoco. Me sigue doliendo la cara por el golpe, pero honestamente me sorprende estar de una pieza.

Finalmente, él dice con un gruñido débil y un suspiro:

—No ha estado mal.

Lo miro de reojo y le digo:

—¿Estás de guasa? Esto apesta.

Él sonríe y parpadea cansado.

—Deberíamos ponernos en marcha.

Asiento de nuevo.

Nos ayudamos mutuamente y comenzamos a movernos en una dirección algo aleatoria que elige papá. A medida que avanzamos, envolvemos nuestras cabezas con cualquier material que tengamos para protegernos del sol. Hace tanto calor que una parte de mí anhela el frío de la cueva. Siempre hacía tanto frío allí. Es poco más de mediodía cuando papá murmura algo que no puedo distinguir.

—¿Qué? —digo con voz ronca.

—He dicho que apuesto que echas de menos el taller.

Por supuesto que sí, pero ¿qué tiene eso que ver eso ahora?

—¿Eh? —pregunto, aún confundida.

—Sabía que era una idea estúpida que vinieras a Afganistán —tropieza y trato de soportar su peso momentáneamente—; ¿este un mal momento para decir 'te lo dije'?

Me río y la risa hace eco a través de las dunas.

—Eres idiota.

Él sonríe débilmente y esa es la última vez que tenemos una especie de conversación antes de que llegue el anochecer. Mi cabeza da muchas vueltas y siento que voy a desmayarme en cualquier momento. Papá está soportando la mayor parte de mi peso, sosteniendo mi cuerpo a su lado. Sigue intentando decirme cosas, animarme, decirme que todo va a estar bien, pero es muy difícil concentrarme en su voz. Ahí es cuando escucho un extraño zumbido. Frunzo el ceño un poco y miro hacia el cielo. Helicópteros sobrevuelan nuestras cabezas detrás de nosotros. Papá se endereza y levanta una mano, agitándola con entusiasmo hacia el objeto volador.

—¡Eh! —grita y luego comienza a reír y a sacudirme.

Sonrío cansadamente y dejo caer mis brazos a su alrededor. Él sigue gritando por el helicóptero mientras aterriza a unos metros de nosotros. Mis piernas ceden y ambos terminamos de rodillas cuando papá pone el signo de paz en el aire. Una cara familiar corre hacia nosotros, Rhodey nos rodea con sus brazos.

Creo que está diciendo cosas, pero no puedo escucharlo. Papá le da una palmada en la espalda y me inclino cansadamente en su chaleco. Mi visión comienza a desvanecerse y lo último que pienso antes de desmayarme es que estamos a salvo.

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