eleven - lies on both sides

chapter xi.
( iron man )

estabas en el otro lado
preguntándote, como siempre,
que hacer con la vida
¿qué clase de hombre ama así?
what kind of man ─── florence + the machine

malibú, california
3 de mayo, 2010

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El tiempo pasa. El cielo se oscurece y sé que probablemente debería volver. El único problema es que no sé dónde está el camino de vuelta. Creo que mi móvil está en algún lugar del desierto y, definitivamente, no tengo dinero conmigo. Seamos realistas, estoy jodida. Pero, no queriendo lidiar con el problema, me levanto y empiezo a deambular por la calle. Después de limpiar toda la basura que pateé, puse el cubo en su lugar original. Le pido disculpas a quien quiera que esté mirando antes de deslizar mis manos en mis bolsillos y comenzar mi caminata.

Finalmente, termino en una carretera principal donde pido un taxi. Cuando le digo la dirección al conductor, se asombra y se queja de lo horrible que debe haber sido mi experiencia durante el viaje. Lo ignoro, descansando la cabeza entre las rodillas levantadas, y tarareo suavemente para mí. Probablemente parezco una loca pero, en este punto, no me importa. El cielo está completamente oscuro cuando el coche se detiene.

—Espera aquí, te traeré el dinero —murmuro mientras salgo.

—¿Segura? Podría entrar contigo, si te resulta más fácil —dice con emoción, deseando nada más que ver el interior de la mansión Stark.

Frunzo el ceño y cierro la puerta de golpe en respuesta. Mis pies me llevan al teclado holográfico y escribo algunas cosas antes de que la voz de Jarvis solicite mi identificación. Le doy un saludo, ya que echaba de menos su maravillosa voz británica.

—Bienvenida a casa, señorita Stark —dice Jarvis en su tono agradable habitual—, creo no debería tardar mucho en entrar.

Una sensación de temor aprieta mi estómago.

—¿Está preocupado?

—Indudablemente.

—¿Está enfadado?

—Un montón.

Suspiro.

—¿Cuáles son las probabilidades de que pueda llegar a Nueva York antes de que descubra dónde estoy, Jarvis?

—Son muy bajas, desafortunadamente, señorita Stark.

—Hm. Bueno, entonces abre la puerta, por favor.

—Por supuesto.

Las puertas se abren lentamente y le hago señas al taxista para que espere. Me pregunto que si actúo súper indiferente e informal, tal vez él no se asuste. Verá que estoy lo suficientemente bien como para ser meloso, así que me dejará en paz. Es una estrategia, no necesariamente una buena, pero es todo lo que tengo ahora. Abro la puerta principal y entro en la casa. El olor familiar me golpea y no puedo luchar contra la pequeña sonrisa que aparece en mi rostro. Miro alrededor con cautela y descubro que no él está. Suspiro de alivio y corro por la sala de estar para poder llegar a la escalera antes de que me vean.

—Ah, no te han secuestrado, menos mal —escucho una voz muy familiar hablar sarcásticamente detrás de mí—. Cómo puedes ver, no estaba muy seguro porque desapareciste sin decir una palabra.

Me detengo y me estremezco. Está sentado en el sofá, con los brazos extendidos a lo largo del largo reposacabezas y las piernas cruzadas. Todo en él grita con facilidad, pero puedo ver la rigidez en sus hombros y la furia en su rostro. Me estremezco. Pepper está aquí, sentada cerca del sofá. Parece que ha estado retorciéndose las manos durante las últimas horas.

—Ya, sobre eso...

—Ajá, sobre eso —sus ojos se entrecierran ligeramente.

Obligo a mis hombros a encogerse de hombros.

—Whoops.

—¿Whoops? —él se endereza y mira a Pepper—. ¿Acaba de decir 'whoops'?

—Um —Pepper duda, mirando de él a mí.

—Perdona —papá está de pie ahora y continúa con amargura—, pero pensé que estuvimos de acuerdo en que nunca te irías así.

—Lo siento, supongo que solo copio lo que he visto —le respondo con igual amargura.

Él se sorprendió.

—¿Espera, qué? ¿De qué estamos hablando?

—¡Nada, nada! —levanto mis manos.

—Que dejara a tu madre y que ella te dejara a ti no tiene nada que ver con lo que ha pasado hoy y lo sabes —ahora está frunciendo el ceño.

Él nunca me frunce.

Entonces, yo se lo devuelvo.

—Ya lo sé. ¿Podemos terminar?

—Lisa —dice Pepper en voz baja.

—No, no podemos terminar. ¿En qué diablos estabas pensando?

—¿Cuándo? ¿Te refieres en la rueda de prensa?

Su ceño fruncido solo se vuelve más fuerte.

—¡Te he dicho muchas veces que no puedes irte sola!

—Bueno, gracias a ti ningún lugar es seguro, ¿verdad, querido padre? —me doy la vuelta e inmediatamente me arrepiento.

Ninguno de nosotros habla.

Pepper mira su regazo y los ojos de papá continúan perforándome..

Dejo escapar un suspiro tranquilo.

—Vale, uh —hay algo más que quiero decir, pero, en cambio, digo otra cosa—, hay un taxi esperando afuera. No tenía dinero. ¿Se lo puedo llevar?

Papá aprieta la mandíbula y asiente. Me arroja un par de billetes antes de irse al taller. No duermo esa noche. Doy muchas vueltas, tirando mis mantas por toda la habitación. Llega la luz del día, pero hago todo lo posible para ignorarla. Cuando llega la tarde, me arrastro fuera de la cama y bajo las escaleras. La televisión está encendida en la sala y muestra todo tipo de noticias sobre papá y su gran anuncio de ayer sobre la compañía.

Todo lo que realmente puedo decir es esto: wow.

Ni papá ni Pepper están en el piso de arriba, así que imagino que deben andar en el taller. Tengo la urgencia abrumadora de disculparme, pero sigo sin poder tragarme mi orgullo lo suficiente.

Sentarse en la terraza es miserable. Caminar alrededor de la despensa es miserable. Intenta desayunar y fallar es miserable. Finalmente, decido que he evitado ir a verlo el mayor tiempo posible. Aparto mi cabello enredado y obligo a mis piernas a bajar las escaleras. Jarvis comenta cómo este es el ritmo más lento registrado que he tenido y le digo que se calle. Cuando empiezo a doblar la esquina, aparece la cara de Pepper. Está disgustada extendiendo sus manos frente a ella y su piel brilla como si tuviera un poco de smile. Papá debió obligarla a hacer algo asqueroso otra vez. Sin embargo, no me sorprende. A ver, es papá. A pesar de esto, ella sonríe al verme.

—Buenas tardes, Lisa.

Sonrío un poco.

—Hola, Pepper.

—¿Cómo estás? —pregunta sinceramente.

Me encojo de hombros antes de preguntar:

—¿Está abajo?

—Sí —ella asiente—. Creo que entiende lo de ayer. Habéis pasado por mucho y no se puede esperar que todo vuelva a la normalidad.

—Dudo que comprenda que me voy de Industrias Stark sin decírselo —le digo, frunciendo el ceño.

—Bueno —hace una mueca y veo tristeza en sus ojos azules—, ahora lo entiende.

Estoy confundida por su extraña reacción, pero no pregunto.

—Uh, vale.

—Si alguna vez quieres hablar, Lees, sabes que estoy aquí, ¿de acuerdo?

Abrazándola, le susurro:

—Gracias, Pepper. Eres la mejor.

Ella se ríe y me abraza.

—No, pero gracias.

Nos separamos y ella me ofrece una sonrisa más. Lanzando otro suspiro, me muevo por el resto de los escalones. Puedo verlo a través de las puertas de vidrio. Está trabajando, enfocado, concentrado. Me recuerda cómo se veía antes de que todo esto sucediera. Recuerdo muchos días y largas noches en los que trabajábamos codo con codo en el taller que papá diseñó personalmente cuando decidimos mudarnos, junto a la sede de la compañía, a Malibú. O los dos estaríamos haciendo trabajo técnico o lo estaría él mientras yo dibujaba. La ciencia y la tecnología siempre han sido más del estilo de papá, mientras que el mío es más historia y arte. He heredado el cerebro de papá por la tecnología, pero no es lo que realmente disfruto.

Recuerdo cómo Pepper solía replicarme que descansara. Decía todo tipo de cosas sobre cómo necesitaría energía parael día siguiente o cómo mi cerebro no funcionaría correctamente si no dormía lo suficiente. Tenía unos seis años cuando finalmente se rindió; supongo que cuatro años de discusiones combinadas de papá y yo la desgastó.

Mis dedos golpean ligeramente el teclado y las puertas se abren. Él levanta la vista y sonríe un poco cuando me ve. Vuelve a mirar los hologramas cuando no digo nada por un largo momento. Me regaño en silencio por dejar pasar la rápida oportunidad de pedir disculpas. Mientras estoy allí, lo estudio y encuentro algo extraño y diferente.

—¿Te has cambiado el reactor, papá? —pregunto lentamente.

Él mira su pecho, toca el dispositivo azul brillante y asiente con la cabeza.

—Sí. Este es el nuevo y mejorado.

—Oh.

Volvemos a caer en otro silencio incómodo. Nunca tenemos silencios así. Nunca discutimos seriamente como anoche, tenemos bromas juguetonas o algunas peleas menores, pero nunca argumentos reales. Me enfurece pensar cómo han cambiado las cosas, pensar cómo la parte favorita de mi vida se ha contaminado. Él sigue trabajando y yo me quedo de pie. Cuando abro la boca para hablar, me detengo porque veo una revista Vanity Fair en un carrito cercano. Mi corazón da un vuelco cuando veo una foto mía en la portada. Mis manos la agarran rápidamente y escudriño la imagen.

—No, Lees —papá hace una mueca cuando se da cuenta de lo que estoy sosteniendo—, deja eso...

Es una foto de ayer durante mi 'entrevista' con Christine Everhart. Aparezco sola, ya que la cortaron magistralmente del marco. Estoy de espaldas a la gran señal de Industrias Stark y descanso una mano sobre mi estómago. Mi cara se desvanece cuando veo el gran subtítulo amarillo, 'La Heredera de Stark Embarazada Tras El Cautiverio Terrorista'. Papá me la quita de repente de las manos y levanta un mechero. Se enciende rápidamente y veo las páginas enrollarse mientras él la deja caer sobre suelo. Lo último claro en la portada ardiente es mi cara molesta y temerosa. Aunque solo quedan cenizas, no levanto la cabeza.

—No le hagas caso, Lees, no importa. Los medios de comunicación —rápidamente sacude la cabeza y toma mis hombros— son unos cobardes con tendencias manipuladoras. Pepper y yo llevamos toda la mañana intentando poner la cabeza de Christine Everhart en una pica.

No respondo por un largo momento.

—No me sentía bien —odio lo pequeña que suena mi voz—, nada más.

—No te preocupes.

—No estoy... —sorbo, sintiendo que mi cara se calienta y mis ojos comienzan a arder—. No estoy embarazada, papá.

—Oh Dios, pequeñaja, lo sé..

—Ella decía cosas sonaban como si supiera lo que pasó. Seguía diciendo que todos creían que pasó...

Papá me toma la cara con sus ásperas manos, mirándome a los ojos con sus tristes.

—Pero no fue así.

—No —digo en voz baja—, pero lo sería pronto.

Doloroso, él cierra los ojos y me empuja contra él.

—Lo siento mucho, bebé. Desearía poder quitártelo todo; la prensa, los recuerdos, el miedo, el dolor. Ojalá pudiera.

Mis brazos sostienen su pecho con fuerza.

—Siento lo de ayer.

—No importa —su voz se enfada—, no hubiera querido estar allí si ella me hubiera hecho ese tipo de preguntas.

—No, quiero decir, bueno, sí, pero me refiero a lo que te dije anoche.

Él hace una pausa.

—Yo también.

—Solo mantenme a salvo, ¿vale? —susurro.

Él asiente rápidamente y besa suavemente mi frente.

—Ya lo estás.

Cierro los ojos y le doy un último apretón antes de alejarme.

—Tienes un gran hábito para elegir mujeres malas, papá.

—Espera, ¿qué? —él frunce el ceño.

—Reconocí el nombre de Christine Everhart cuando se presentó, pero no podía ubicarlo —me limpié la nariz y me subí a su mesa de trabajo—, y esta mañana me acordé. Saliste con ella una semana el año pasado, ¿verdad?

Él entrecierra los ojos, tratando de recordar lo que le estoy diciendo.

—Papá, ¿te acuerdas? Lo descubrí porque salía en la gaceta y te pregunté al respecto y me dijiste que habíais roto —le digo en uno de esos tonos 'duh' de adolescente.

Él tiene la costumbre de nunca contarme cuando está saliendo con alguien. Es otro de sus métodos de seguridad. Pepper me dice que es porque no quiere que me apegue a nadie. Sin embargo, me sentiría más molesta si fueran relaciones a largo plazo. Por lo general, sale con alguien por una semana como máximo, y si me lo dijera cada vez que tiene una nueva novia, me marearía.

—No me acuerdo —se encoge de hombros y camina hacia la mesa de trabajo.

—Ugh, pues fue así. Yo sí me acuerdo Aunque no me caía bien. Salimos a cenar para celebrar que rompiste con ella.

—De eso me acuerdo —me señala con su destornillador con un movimiento de cabeza.

—Pues resolvamos esto, ¿de acuerdo? —balanceo las piernas mientras hablo—. Saliste con la aterradora Meg Morson, ¿te acuerdas? —papá mira de reojo hacia el techo, tratando de pensar mientras continúo—. La tercera ex-esposa del senador Jackson.

—Ah, sí —papá se ríe.

—Y la modelo que no puede actuar: Carissa Franklin, esa tal Vanderbilt con la risa repugnante, luego la azafata europea...

—Auxiliar de vuelo —corrige papá—; no les gusta que las llamen 'azafatas'.

—Eso da igual, ya no es azafata o como diablos se le diga.

—¿En serio? Por qué no?

—La arrestaron por contrabando de drogas —me encojo de hombros y sigo—: Hay un montón de señoras que no conozco, pero claramente sé sobre la periodista Jezebel Christine Everhart, y luego está mi madre 'psicópata', Janice Montgomery.

Papá no responde.

Levanto mis piernas para cruzarlas antes de girar.

—¿Qué?

Él se encoge de hombros.

—Nada.

—Pasa algo.

Él suspira y escucho lo que creo que es remordimiento en su voz.

—No deberías haberla llamado 'psicópata'.

—Papá, fue hace muchos años. Ya no pasa nada.

—No necesitabas escuchar eso sobre ella.

—Tampoco necesitaba el maltrato, pero eso no la cambió, así que...

Él se estremece ante la idea.

Frunzo las cejas,.

—¿Por qué te importa lo que pienso de ella?

Él se encoge de hombros nuevamente.

—No me importa lo que pienses. Mi madre era lo que una madre debía ser y pensé que si tuviera un hijo...

—Tienes una hija —sonrío un poco.

—Sí, lo sé, gracias —me indica, rodando los ojos—. Me refiero a que, cuando era más joven, que si tenía un hijo quería que tuvieran una madre como ella. Nada más.

—Papá, mi madre y sus novios me pegaron —le digo seriamente y su rostro se contorsiona—. En lo que respecta a madres, estoy bien. Pero tenía un padre que era todo lo que necesitaba. Que no se te suba a la cabeza.

Él sonríe, volviendo a su normal arrogante pero adorable yo.

—¿Alguna vez lo hago?

—En serio, tendrías que haber mejores elecciones cuando se trata de la situación de las mujeres —sonrío un poco, pensando en él y Pepper.

—Bueno, te saqué de todo eso. Y si eres el resultado de un llamado 'mal hábito', supongo que lo estoy haciendo bastante bien.

Estoy un poco satisfecha por su respuesta, pero de todos modos doy un suspiro dramático.

—Siempre tienes que llevar la razón, ¿eh?

—No necesariamente —me mira con una sonrisa—, pero sí.

Ruedo los ojos antes de descansar los codos sobre mis muslos.

—¿En qué estás trabajando? ¿Es el nuevo camino a seguir? Ah, ¿y cómo fue la charla con Obie? ¿Estaba loco por el anuncio? ¿Y la reacción que tuvo contra mí? ¿Qué dijo?

Sus ojos se abren un poco por mis preguntas excesivas antes de contestarlas.

—Sí, es el nuevo camino a seguir. La charla con Obie fue sorprendentemente bien considerando lo enfadado que estaba por la rueda de prensa. Su reacción no fue nada personal contra ti, pequeñaja, es que no le apasionaba el tema. Obie dijo que nos quedáramos un poco. Seguramente piensa que vamos a empeorar la situación.

—¿Y lo haremos?

Él me sonríe de nuevo.

—Sí.

Le devuelvo la sonrisa.

—Guay.

Sin embargo, antes de empeorar la situación, Pepper baja e insiste en que comamos algo. Después de unos veinte minutos de discusiones y quejas, finalmente obedecemos. Ella puede ser tan terca como nosotros, o incluso más cuando quiere, y aparentemente esta es una de las batallas que no estaba dispuesta a perder. Aunque no creo que lamentemos haber cedido a las demandas de Pepper porque, tan pronto como vemos la despensa, nos recuerda cuántos artículos para el desayuno americano hay. Para cuando nos dejamos caer en la mesa de la cocina, cada uno tiene un vaso de zumo de naranja fresco, una taza de café, cuatro trozos de bacon, una rebanada gruesa de bacon canadiense, cinco gofres, dos rosquillas, dos muffins de arándanos, un tazón de cereal y una gran taza de fruta. Inmediatamente cavamos en nuestro festín, ignorando la expresión de "os lo dije" de Pepper mientras se sienta y trabaja frente a nosotros.

Papá me mira mientras echo sirope.

—Tus gofres van a necesitar un salvavidas.

Miro hacia abajo para verlos flotando en la riqueza azucarada.

—Se ahogan —me informa mientras da un gran mordisco a su bagel.

—No me oyes comentar sobre la cantidad de mantequilla en tu bagel, ¿verdad? —lo señalé burlonamente con mi tenedor—. Pues ya sabes.

Él levanta las manos en señal de rendición.

—Está bien, está bien, fierecilla.

Pongo los ojos en blanco y estoy a punto de zamparme un bocado cuando suena el teléfono. Papá y yo nos miramos antes de mirar simultáneamente a Pepper y decidir mentalmente que ella es la que está más preparada para responder el teléfono de casa. Ella levanta la vista de su portátil con el aparato aún sonando. Rápidamente nos centramos en nuestra comida, tratando de parecer distraídos y no disponibles.

—Maravilloso —Pepper suspira y se pone de pie—. Sabéis que tengo mucho trabajo que hacer.

Seguimos comiendo, sin mirarla a los ojos.

Ella suspira otra vez y sus talones hacen clic sobre el suelo. Supongo que podríamos hacer que Jarvis lo conteste y ponga el altavoz, pero tendríamos que hablar con ellos y eso suena terrible esta mañana. Se pone el teléfono de alta tecnología al oído y responde. Papá me da un mínimo de cinco. Me río un poco, pero me detengo cuando Pepper nos mira.

—Mmhm, sí, por supuesto —se aparta del teléfono—. Lisa, es tu asesor académico, el señor Hinckley del MIT. Quiere hablar sobre los detalles de tu graduación el año que viene —le sonrío a papá, quien rueda los ojos—. Le he dicho que no era un buen momento por el tema de Afganistán y traté de convencerlo de que volviera a llamar o que pidiera una cita, pero dice que no hay mucho tiempo. ¿Quieres hablar con él?

Asiento rápidamente, limpiándome la boca.

—Sí, claro. Debería. Quiero. Gracias.

Después de deslizarme por el suelo, le quito el teléfono. Le doy a papá una última sonrisa arrogante. Graduarme dos años antes que él no lo enfada necesariamente, solo está un poco descontento. Mi sonrisa persiste y él me arroja la servilleta. Sofoco una risita antes de dirigirme a la pared para poder concentrarme en la llamada. Escucho que Pepper y papá empiezan una conversación detrás de mí. Respirando profundamente, trago saliva y me llevo el teléfono a la oreja.

—Señor Hinckley, soy Lisa Stark —le digo profesionalmente.

—Hola, Lisa —dice una voz, pero no es del señor Hinckley.

Me estremezco por el sonido, pero realmente no sé por qué.

—Uh.

—No soy el señor Hinckley —dice lentamente.

—Sí, gracias por lo evidente —mis ojos se entrecierran, pero todavía muevo mi peso de un lado a otro incómodamente.

—¿No reconoces mi voz, hoyuelitos?

Siento que mi cuerpo se adormece y dejo caer una mano sobre la mesa para estabilizarme. Ese apodo. Nadie me llama así. Nadie. Me aseguré de que no fuera así. No después de todo eso. Mi respiración se acelera y mi mano se convierte en un puño.

—¿Q-Qu...? —no puedo sacar las palabras de mi garganta ardiente.

—Te ha comido la lengua el gato, ¿verdad?

Aprieto los ojos y sacudo la cabeza. Esto no puede ser real. Es una pesadilla. Una después de otra. Me duele la piel en la espalda y el estómago. Me estremezco ante la sensación imaginaria. Las lágrimas vienen a mis ojos y no puedo luchar contra ellas.

—¿Por qué no hablo por los dos entonces, hm? —la voz pregunta—. Casi me había olvidado de ti hasta estos últimos meses, cuando tu padre y tú estabais en todos los medios. Era molesto. Todavía siguen hablando de ti —no puedo responder—. Pensaba que te habrían matado esta vez, pero ayer vi en las noticias tu gran regreso. Felicidades.

—Gracias —susurré antes de regañarme.

¿Por qué estoy agradeciendo a este monstruo? No tengo nada que agradecerle. Él me obligó a siempre 'respetarlo' y ahora estoy luchando por romper lo que se ha convertido en instinto cuando escucho su voz.

—He oído que pronto tendrás barriguita —continúa.

—No, es mentira —argumento débilmente.

Él dice:

—Ay, hoyuelitos, puedes ocultar tu vergüenza a mucha gente, pero no a mí.

—No estoy avergonzada.

—¡No me mientas! —estalla antes de que su voz vuelva a un tono más tranquilo—. Sabes que siempre he podido ver a través de ti.

Las cicatrices arden cuando recuerdo el cuchillo que cortó mi carne. Pudo ver dentro de mí. Es verdad. Todo es verdad.

Sacudo la cabeza y aprieto los dientes.

—No vuelvas a llamar, ¡¿me entiendes?!

—¿Lees? —oigo a papá confundido preguntar detrás de mí.

Lo ignoro mientras la voz se ríe.

—Te veré pronto.

La línea hace clic y yo me quedo allí, mirando la pared. Suavemente, vuelvo a bajar el teléfono y me froto la cara cansada.

—¿Lisa? —pregunta Pepper ahora.

Me aclaro la garganta y miro hacia el techo, tratando de ordenar mi cerebro.

—Uh, estoy b...—corto al final y olvido lo que estoy diciendo.

—Hey.

De repente, una mano agarra la mía.

—¡No! ¡Quítate! —grito, alejándome y dándole un fuerte empujón a la persona que tengo delante.

Papá se tropieza, sorprendido.

Mi mano vuela a mi boca.

—¡Lo siento! ¡Lo siento! L-lo siento.

Pepper ahora está de pie y se acerca lentamente.

—Cariño, ¿qué pasa?

Miro fijamente sus caras muy preocupadas por un largo rato antes de dejar escapar un profundo suspiro y decir:

—Uh, lo siento. Me perdí en mi pequeño mundo y no te vi venir.

—Lisa, ¿quién estaba en el teléfono? —pregunta papá con cautela, mirándome a la cara.

—Oh, era el señor Hinckley —miento, odiando el sabor de mis palabras en mi lengua—, no quería hablar de la graduación, el mentiroso —suelto un suspiro falso—. Quería obtener una entrevista exclusiva para el periódico de la academia, sobre Afganistán y el artículo de Christine Everhart.

Por alguna razón, Pepper no parece convencida.

Papá frunce el ceño sombríamente.

—Vale, le daré la exclusiva.

Me pasa hacia el teléfono, pero rápidamente lo agarro del brazo.

—No, no, por favor, solo les darás lo que quieren. Ya le di mi opinión y con eso basta.

Papá duda antes de asentir lentamente.

—Bien.

—Bien —tiro de él hacia la sala de estar—. Ya no tengo hambre. Ya podemos empezar.

—Vale, si eso es lo que quieres —dice papá, mirándome con cautela.

Asiento y miro hacia otro lado, odiando mentirles directamente a la cara. No estoy segura de por qué no les digo que Edgar Frost, el novio de mi madre, el hombre principal de mis pesadillas, me llamó por teléfono. No sé. Simplemente no puedo Pero tengo que mantener mi mente alejada del tema. Ni siquiera puedo pensar en ello, y sumergirme en el nuevo camino me dará la distracción que necesito desesperadamente.

Nuestra primera parada es en la base militar donde trabaja Rhodey. Mi cabeza da vueltas por el torbellino en el que nos lanzamos, pero no me quejo mientras sigo a papá. Tiene una mirada decidida pero relajada en su rostro, como si eso fuera posible. Sigo mirando hacia él, esperando que me dé algún tipo de explicación de lo que estamos haciendo. Sé que quiere hacerle una gran pregunta a Rhodey, pero eso es todo lo que me dirá. Me ignora por completo. Sé que lo hace a propósito. Seguramente para molestarme. Cuando finalmente vemos a mi tío, está dirigiéndose a un gran grupo de pilotos en entrenamiento en el hangar, dándoles una charla sobre el combate aéreo.

Nos acercamos a ellos a la vez que papá habla.

—¿Coronel? ¿Por qué no coger un hombre sin el avión?

Rhodey nos mira con una sonrisa.

—Mira quiénes han aterrizado. El señor Tony y la señorita Lisa Stark.

Aterrizado. Ja, un juego de palabras accidental.

Papá le da la mano a uno de los pilotos mientras yo saludo. Habla de Rhodey frente a los hombres antes de que él finalmente los despida para que podamos hablar solos. Todos se ríen de los chistes de papá antes de alejarse, charlando en voz baja. Papá espera hasta que se van antes de finalmente recurrir a su mejor amigo. Me aseguro de estar a un lado para dar la impresión de que no lo estamos bombardeando, pero estoy muy segura de que lo estamos haciendo.

—Que sorpresa —le dice Rhodey.

—¿Por qué?

—No os esperaba veros caminando tan pronto. Y, por cierto, Lees...

—¿Sí? —mis ojos se mueven de papá a Rhodey mientras él me dirige sus palabras.

—Siento lo de Vanity Fair Es un asco, lo sabes. Todos los medios lo son.

—Cobardes con tendencias manipuladoras —sonrío y asiento—. Sí, lo sé. Papá ya me dio esa charla.

—Iba a decir 'animales', pero eso me gusta —papá me da una sonrisa triste antes de que Rhodey continúe—. Pero, lo juro, no esperaba veros así tan pronto.

—Hacemos algo más que caminar —papá asiente lentamente y con confianza.

—¿En serio?

—Sí —papá lo mira seriamente—. Rhodey, trabajamos en algo importante. Hemos venido a pedirte que trabajes con nosotros.

—Estás a punto de dar una alegría a mucha gente, porque ese espectáculo que montaste en la rueda de prensa fue una pasada —Rhodey se ríe.

Hago una mueca.

Papá me mira con otra mueca.

—Esto no es para el ejército. No estamos... —papá lo mira un poco mientras él niega con la cabeza—. Es diferente.

—¿Qué? ¿Os habéis convertido en humanitarios? —odio la burla cercana en su voz, pero sé que no es nada personal.

—Rhodey —empiezo, finalmente acercándome—, esto es importante. Ya viste lo que nosotros.

—Lees —Rhodey me mira—, los soldados ven eso todos los días —entrecierro los ojos a sus palabras—, por eso necesitamos las armas que proporciona Industrias Stark.

—Necesito que me escuches —papá habla en un tono uniforme.

—No —interrumpe con demasiada brusquedad—, lo que necesitas es tiempo para volver a tus cabales. Los dos.

Frunzo el ceño ante la implicación de que nos volvamos locos. No creo que sea así. Honestamente, no lo sé. Papá simplemente se ríe mientras dibuja una sonrisa que, para mí, es muy falsa.

—Lo digo en serio.

—Vale —papá asiente con la cabeza, actuando como si realmente estuviera siguiendo su consejo.

Luego su rostro cae aterradoramente rápido en una expresión en blanco, pero puedo ver la ira y la decepción.

Rhodey frunce el ceño.

—Me alegra veros.

—Gracias —murmura papá a Rhodey de espaldas.

Cuando se da vuelta y sale del hangar, troto para seguir el ritmo.

—¿Qué ha sido eso? Sé que no me vas a escuchar.

Me abre la puerta y luego me sigue hasta el coche que espera.

—Nope.

—Entonces —me burlo, deteniéndome abruptamente. Frena para mirarme—, ¿qué estás haciendo? Estoy confusa Me dijiste que estamos llevando a la compañía en una nueva dirección, pero tengo la sensación de que no es solo la compañía. Nosotros también, ¿verdad? —frunce el ceño, un poco culpable—. Harás, haremos, algo diferente. Quiero ayudar y sé que quieres mantenerme a salvo, pero ya estoy dentro. Además, no guardamos secretos entre nosotros —ahora soy yo la que frunce el ceño culpablemente cuando me doy cuenta de lo que acabo de decir—. Así que corta el rollo. Deja de callarte y habla conmigo.

Su ceño se convierte en una pequeña sonrisa.

—Suenas tan espeluznante como yo cuando te enfadas.

Sonrío un poco.

—Eso dice Pepper.

Él asiente, poniéndose serio de nuevo.

—No podemos hablar de eso aquí.

Mis ojos se abren.

—Oh, mierda, ¿es tan serio?

—Ajá —me dice mientras subimos a la parte trasera del coche—. Nadie puede saberlo.

—Pero puedo ayudar, ¿verdad? —pregunto ansiosamente.

Él suspira y sé que lo está debatiendo antes de finalmente decir:

—Está bien.

No puedo evitar la risita emocionada que se me escapa mientras me siento para pensar en cuál podría ser su gran plan. Pero, cuando estamos sentados en el taller después de que me lo diga, reír es lo último que tengo en mente. Se inclina un poco hacia adelante en su silla, esperando ver mi reacción. Miro al suelo con una expresión severa. Estuve en silencio durante unos cinco minutos antes de mirarlo furiosamente.

—¿Estás loco? —él hace una mueca antes de que continúe—. Osea, no, ya debes de estarlo, porque la última vez que hicimos un traje de metal fue cuando nuestras vidas estaban siendo amenazadas por terroristas... y era nuestra única oportunidad de escapar, ¿y ahora quieres hacerlo por diversión? —él no dice nada, sabiendo que necesito sacar todo esto antes de que pueda calmarme y podamos hablar—. Un traje de metal. ¿Me tomas por estúpida?

Esto realmente lo toma por sorpresa, ya que responde confundido:

—¿Qué?

—¡Venga ya, papá! —me pongo de pie—. Sería idiota si no pudiera decir para qué era este traje. ¡Es una armadura ¡Una para protegerte de hombres como los que nos atacaron en Afganistán! ¡Me prometiste que me mantendrías a salvo, que no me dejarías! ¿Por qué crees que deberías salir y poner tu vida en riesgo? No importa si llevas un disfraz de metal, ¡te harás daño! ¡Podrías morir! No creo que pueda —ahora estoy hiperventilando.

Creo que todo me está afectando ahora mismo. El artículo de Christine Everhart, la conversación con Edgar, y ahora la misión suicida de mi padre; todo se está volviendo un poco difícil de manejar.

—Eh, eh, Lees, no pasa nada —papá se levanta rápidamente y pone sus manos en mis brazos—. Está bien, bebé. Recuerda, cierra los ojos —obedezco rápidamente antes de que su voz tranquilizadora continúe—. Endereza tus hombros y relájate. Bien, ahora cuenta conmigo. Uno... —no escucho—. Lisa, cuenta conmigo.

Asiento y mi voz tiembla en pánico.

—Uno.

Seguimos contando hasta que me calmo. Descanso mi frente contra su pecho mientras él me acaricia la espalda, esperando que recoja mis pensamientos y empiece a gritarle de nuevo.

Sin embargo, en lugar de eso, digo:

—Papá.

—¿Sí?

—¿Es por Yinsen?

Hace una pausa.

—Sí. Es por Yinsen. Y por ti. Por Pepper. Por Rhodey y Happy. Es por las últimas palabras de Yinsen. Tengo que hacer esto, Lees.

Empujo mi rostro aún más en su pecho y murmuro:

—¿Por qué no puede ser alguien más?

—Porque nadie más puede.

Odio que tenga razón, así que en lugar de discutir, digo con voz suplicante:

—No quiero perderte, papá. Eres todo para mí. Por favor, promete que nunca morirás por mí, ¿de acuerdo?

Se ríe ligeramente mientras me rodea con sus brazos.

—Está bien —entonces puedo escuchar el ceño fruncido en su voz cuando dice—. Señor, pareces un espagueti. Tendrías que comer más.

Le sonrío.

—Te quiero.

Sé que no responderá de la misma manera, pero creo que tal vez sea suficiente para que lo sepa.

Él besa mi frente antes de asentir.

—Hay que ponerse manos a la obra, si ya terminaste con la bronca.

Me río y asiento.

—Sí, ya terminé con la bronca.

—Bien —sonríe mientras me lleva al ordenador y sus dedos se mueven a través del teclado holográfico—. Jarvis, ¿estás despierto?

—Siempre a su disposición —responde la maravillosa voz británica.

Papá se frota las manos y dice:

—Pues a trabajar.

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