Irisha y Levi: Acercamiento
Mientras sus hombres de confianza tomaban asiento alrededor de las grandes mesas de roble negro y llenaban con sus voces graves el silencio imperante, ella se mantuvo en pié para contemplar el interior del salon principal del Castillo de Butrón.
Hacía más de siete años que Irisha no entraba en el interior de aquella fortaleza y se sentía una extraña. Aunque seguía perteneciendo al clan Volkov, el asesinato sin resolver de sus padres y sus continuos enfrentamientos con su prima Inna, habían provocado que la guerrera abandonara demasiado pronto el nido familiar. Por aquel entonces todo lo que deseaba era olvidar, avanzar, morder la garganta del destino y adueñarse de su vida, sin que nadie tomara decisiones en su nombre.
Dirigió sus ojos carmín hacia el techo del salón y se obligó a relajar uno a uno los músculos tonificados de su cuerpo. El fuego de las antorchas iluminaba y calentaba el ambiente, haciendo que su piel fria comenzara a volverse más elástica.
— Joder.
Irisha dejó escapar esa expresión de su boca sin poder evitarlo.
Justo en ese momento, las puertas del salón se abrieron repentinamente para dar paso a los anfitriones. Su pretenciosa prima entró en el habitáculo envuelta en un halo que despedía sensualidad y violencia al mismo tiempo, sosteniendo el brazo de su hermano Levi.
En el preciso instante en que su mirada se topó con la de Levi, una potente vibración se liberó del interior del pecho de la guerrera más famosa del clan Volkov, y cruzó el salón de un extremo a otro en el lapso de un segundo. Irisha aparentó calma, mientras percibía las miradas de soslayo que le dirigían la mayor parte de los que allí se habían congregado, y detectaba que una sonrisa sutil aparecía en el rostro pétreo de Levi.
¿Qué mierda había sido aquello?
Ella no estaba viva, por lo que expresar emociones era considerado un signo de debilidad entre los suyos. Gruñó y fulminó con la mirada a algunos de los allí presentes, para anular de forma contundente cualquier intención incipiente por desafiarla. Por suerte, sus primos continuaron avanzando por la sala hasta ocupar y presidir la mesa que había reservada para la familia.
— Buenas noches y bienvenidos, nocturnos — Escuchó que decía Inna, con un tono exageradamente cordial — Estamos muy agradecidos de contar con la presencia de todos vosotros en nuestra humilde morada.
Tras decir estas palabras, elevó las manos al aire con dramatismo e hizo una breve pausa. Los guerreros aprovecharon para golpear con sus enormes manos la madera de las mesas, satisfechos por el inicio de su discurso. Los sonidos generaron finalmente un eco ensordecedor en el salón que hizo temblar hasta los cristales de las ventanas.
— Celebraremos por todo lo alto estos meses de dura batalla — Continuó diciendo Inna, animada por los vítores de los guerreros — Tendréis las copas llenas de la mejor cosecha de sangre humana, donada voluntariamente — Un murmullo de voces discrepantes se elevó, haciendo que su prima sonriera y enseñara sus afilados colmillos por encima del labio inferior — Calma, calma — Pidió — Para los más tradicionales, pronto empezarán a llegar invitados...de los que podréis alimentaros para disfrutar de los placeres de la bebida fresca.
Estas palabras causaron furor entre los guerreros, por lo que su prima Inna le fue imposible retomar el discurso y dió permiso para que los sirvientes entraran a servir la bebida, mientras los ingenuos invitados iban llegando. Los sirvientes del castillo se adentraron en la estancia sosteniendo en sus manos grandes jarras de cristal y comenzaron a llenar los vasos con su contenido.
El olor a hierro que impregnó el salón, hizo que las fosas nasales de Irisha se dilataran y sus pupilas aumentaran de tamaño. Respiró agitadamente, para atrapar más cantidad de esencia, y notó que sus dientes puntiagudos se volvían mas grandes y empujaban la encía desde dentro, ensanchando su mandíbula para obligarla a abrir su boca y empezar cuanto antes a calmar su sed. En momentos como aquél, se daba cuenta de que la mecánica de su cuerpo era muy simple.
A su alrededor, sus compañeros bebían con ansia de las copas, haciendo que la sangre rebosara por exceso de ímpetu y algunas hebras coaguladas resbalaran escandalosamente por sus barbillas, nublando sus mentes. La guerrera tomó la copa que le correspondía en una de sus manos y removió su contenido para olfatearlo con interés, vigilando la llegada de los primeros invitados humanos.
Mujeres y hombres de diferentes edades, exquisitos, inexpertos y con una sexualidad diversa fueron entrando en el salón para interactuar con los guerreros.
— ¿No te gusta lo que hay en tu copa?
Una voz masculina habló a la altura de uno de sus oidos y casi provocó que el liquido de su copa se derramase sobre la mesa. Cualquier otro incauto habría terminado en el suelo pagando su osadía y rogando para evitar que ella hiciera estallar su corazón entre los dedos de sus manos, pero su primo sabía lo que hacía y tenía la virtud de ser extremadamente silencioso.
Irisha contuvo el movimiento de su mano y trató de aparentar serenidad, sin girarse. Luego, dio un sorbo lento de su copa. El sabor de la sangre se apoderó de su garganta y la llenó de calidez, cayendo por su pecho hasta ocupar parte del estómago como si fuera fuego liquido. Cerró los ojos y pasó su lengua por la punta de los colmillos.
— Lo que haga con mi copa no es de tu incumbencia — Respondió la guerrera, cortante, antes de volver a dejar la copa sobre la mesa y enfrentarse a Levi.
Se dio la vuelta con idea de apartarlo de su camino, pero se topó por sorpresa con su enorme pecho de vampiro adulto y de repente sus piernas quedaron ancladas al suelo. No recordaba que su fisonomía fuera tan desproporcionada. La mirada dorada de Levi inundó sus pupilas y, a través de esta breve conexión, su primo la hizo partícipe de una escena imaginaria en la que ellos dos compartían un momento de intimidad.
Irisha cortó la conexión de inmediato y apartó la mirada. Se aproximó al borde de la mesa y se sentó alli, adoptando una postura que le resultaba cómoda. Cruzó una pierna sobre la otra y recogió con una de sus manos la copa que había dejado encima de la mesa. Estaba segura de que aquel asalto duraría más de lo que deseaba y prefería tomar las riendas de la situación.
— ¿Te alejas de mi porque te doy miedo? — Siseó Levi, sonriendo abiertamente e inclinando la cabeza, estático, sin moverse de su posición — ¿O porque temes las consecuencias?
La guerra levantó una ceja, sujetando sus labios para no ofrecer a Levi una sonrisa complaciente. Le gustaba su forma de bromear y de tentarla, pero no estaba dispuesta a soportar otros años de ausencia. Ya había quedado demostrado que ninguno de los dos lo tenía lo suficientemente claro como para apostarlo todo por una relación y construir un futuro en común.
Él jamás abandonaria las intrigas de la corte e Irisha nunca dejaría de luchar en sus guerras.
— Me alegra verte Levi — Lo saludó la guerrera, como si no llevasen ya un rato hablando.
— Lo sé, te he sentido antes — Murmuró Levi, modificando el tono de su voz hasta alcanzar uno más grave.
Notar aquella vibración había hecho sonreir al vampiro mientras caminaba con su hermana al interior del salón, por lo que no le había sido indiferente.
— ¿Crees que ese sonido significa que me agrada encontrarte aqui? — Preguntó Irisha, moviendo ligeramente la copa en sus manos para que el olor a hierro flotara en el aire que los separaba — ¿Cómo sabes que no es todo lo contrario?
Levi avanzó un paso para acercarse a la mesa y apoyó una de sus manos cerca de donde se encontraba sentada la guerrera.
— Era deseo — Respondió, convencido.
La vampira no se dejó intimidar y siguió haciendo que el espeso liquido bailara en el interior de su copa, como si aquella conversación no estuviera adquiriendo un matiz peligroso.
— ¿Ahora eres experto en interpretar ruidos torácicos?
Levi se inclinó hacia ella y la acorraló con su cuerpo contra la mesa.
— Oh, todo tipo de ruidos torácicos — Declaró su primo, susurrando cerca de su cuello — Los gemidos son mi especialidad. Y estás de suerte, porque estoy dispuesto a hacerte una demostración.
Irisha sujetó con fuerza la copa de su mano, para que el ligero temblor que la recorrió su antebrazo no la traicionara y se le cayera. Posteriormente, se acomodó en el borde de la mesa y con su mano libre sujetó el mentón de Levi para mirarlo de nuevo a los ojos.
Cuando por fin conectaron sus miradas, pasó la otra mano que sostenía la copa por encima de la cabeza de Levi y derramó su contenido.
— Quizás debas pedirle permiso a tu hermana antes de comportarte como un pavo real — Replicó, mordazmente.
El rostro de Levi mostró enfado. Soltó un bufido fuerte, que hizo que la gente de alrededor se alejara de ellos, y después agarró las manos de Irisha para obligarla a bajarlas hasta tocar la mesa, a la altura de su cintura.
Irremediablemente, la copa que sostenía Irisha cayó al suelo, mientras la sangre que había dejado caer sobre la cabeza de Levi resbalaba por su frente, ojos, nariz, mejilla y boca, dándole un aspecto grotesco. La guerrera se aproximó en un movimiento reflejo y pasó su lengua entre los colmillos para lamer una porción de la sangre que había quedado adherida a la piel de su primo, a medio camino entre su boca y la mejilla.
La sangre que contenía la copa había cambiado ligeramente de sabor después de haber estado en contacto con la piel de Levi, y provocó que explotasen pequeñas partículas picantes en la superficie de la lengua de la vampira.
— Irisha — Levi suspiró el nombre de la guerrera e intentó atrapar su boca, queriendo culminar lo que había ido a buscar.
Para su sorpresa, Irisha lo esquivó con agilidad. El vampiro cerró los ojos, gruñó y movió sus hombros en círculos para relajar los músculos de su espalda. Percibía que ella estaba preparada para él, pero no conseguía comprender el motivo de sus reticencias y decidió liberar sus manos.
— ¿Todavía sientes celos de mi hermana? — Preguntó Levi, en un tono acusatorio — Ya no tiene poder sobre mí. No necesito pedirle permiso para cortejarte ni tú para volver a este castillo — Contestó — Vuelve, Irisha. Te quiero aquí, conmigo.
Irisha parpadeó exactamente dos veces antes de reaccionar. Elevó sus piernas, rodeando la cintura de Levi y durante un instante estuvo segura de que originó una profunda confusión en el vampiro. Seguidamente, continuó desplazando las piernas hasta que sus rodillas quedaron apoyadas contra su enorme pecho. Utilizando sus manos para sujetarse al borde de la mesa, encogió las piernas todo lo que pudo, colocó sus pies en el lugar donde instantes antes estaban apoyadas sus rodillas y en un solo movimiento impulsó su cuerpo hacia delante, empujando a su primo lejos de ella.
— Los guerreros no suplican — Declaró Irisha, tocando con sus pies el suelo e incorporándose — Así que si me quieres a tu lado, abandona la comodidad de este castillo, la protección de tu hermana y permiteme comprobar la clase de vampiro que eres, Levi.
Levi la observó marcharse, con la cara cubierta de sangre y el orgullo herido. Sacó la lengua por una de las comisuras de su boca y alcanzó lamer un poco de liquido rojo, pensando distraídamente en lo que Irisha le había dicho.
— Trato hecho, pequeña, — Murmuró el vampiro — mañana preparo mi macuto, y pronto te tendré tan atada a mi cuerpo que nadie sabrá nunca que una vez fuimos seres independientes.
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*Debilidad: Celos
*Fortaleza: Pasión
*Catalizador: Un antiguo amor, jamás olvidado, reaparece en brazos de tu peor enemigo.
*Palabras: 1948
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