Capítulo 9 - ¿Traición?
-¿Así que me decías que perdiste tu bufanda roja? -preguntó Raven a Iris, sin saber de su verdadera identidad.
-Sí Raven, estaba yendo a mi casa cuando me di cuenta que la había perdido y por eso estaba caminando hasta que te vi -mintió sin que La Sombra lo percibiera. Lo único que vio es su cara triste y angustiada.
-Quédate tranquila, Leslie, te ayudaré a buscarla -respondió.
Durante la conversación, Iris le hizo creer que se llamaba Leslie y que iba al encuentro de un amigo. Creando mentiras inocentes, no sabía hasta cuanto tiempo mantenerlas.
-Si quieres ayudarme, ¿no deberías salir de ahí?
-Tienes razón... pero no puedo.
La conversación se estaba poniendo peligrosa. Así que, sin mas preámbulo, ella se despidió amablemente y se fue caminando, dándole la espalda (si es que La Sombra tiene una).
Dicho esto, la niña siguió caminando hasta perderla de vista y se escondió en un callejón. Ahí mismo, sacó unos papeles y los plegó para formar un avioncito. Teniendo en cuenta la dirección del viento, lo había lanzado aunque aterrizó muy lejos de la sombra. Recordando que podía usar su pincel mágico para darle poder al papel, hizo otro. Sin embargo, mientras lo lanzaba, usó su pincel, como varita mágica, para direccionarla hasta la presencia oscura que, en ese momento, se encontraba como Iris la había visto por primera vez: una mancha negra y veloz. Afortunadamente, como no lo vio venir, el simple contacto del papel blanco provocó un desvanecimiento en Raven, convirtiéndola en múltiples cuervos que desaparecieron a lo lejos. Ahora, el camino estaba libre para poder seguir adelante sin preocupaciones.
***
-Ay, mi maldito corazón -se quejaba Félix mientras amenazaba a Franklin con la punta de la espada- Has lo que tienes que hacer.
***
Iris, estando a una altura bastante pronunciada que cualquier niño no se atrevería a estar, había encendido la segunda almenara y bajando las escaleras de la torre, mediante la abertura de una ventana, observó que, donde tendría que esperarla su fiel compañero, no había nadie. De esta forma, olvidándose de todas las advertencias pautadas previamente por él, salió corriendo desesperada hacia el viejo teatro. Recorrió el galpón donde se guardaban un montón de elementos como marionetas, telones de diferentes telas y colores e instrumentos de todos los tamaños (sin haber advertido aquellos que faltaban). Al salir de allí, lo que mas le había llamado la atención fue la presencia de un cuadro gigante cuyo retrato lucía un aspecto lúgubre de un mago con un rostro malicioso. Pensó en pedir ayuda, pero el cuadro no podía funcionar como portal, como los que pintaba, porque estaba roto y las piezas faltantes no se encontraban a simple vista. Así que lo descartó, cerró los ojos antes que la desesperación le gane y, agudizando los oídos, pudo escuchar los acordes de un violín. Dedujo que el sonido no provenía ni muy cerca ni muy lejos y, sin que nadie se interponga en su camino, había abandonado el viejo teatro a las corridas. A los pocos segundos, encontró la puerta que bloqueaba la última almenara y tuvo un mal presentimiento. Antes de seguir adelante, quiso contemplar la obra de arte que representaba esa puerta y lo que se encontraba a su alrededor: una puerta gigante de piedra con un grabado de un gran violín, brillando en sus cuerdas cuatro colores diferentes, y cuatro niños como estatuas contemplándolo, sosteniendo 4 instrumentos musicales (uno de ellos era un violín). A simple vista, adivinó que el sonido había provenido de ahí y que los cuatro colores representaban a los cuatro elementos (como en la historia heroica de su amigo). Luego de semejante maravilla para sus ojos, decidió avanzar, temiendo enfrentarse a lo que sea.
Una vez en la cima de la última almenara, ver al anciano como rehén es lo que menos se esperaba encontrar. Un hombre estaba al lado de él.
-¡Al fin nos encontramos, hija!
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