Capítulo 5 - Regresar
La torre, que por tantos años fue como su hogar, volvió a quedar abandonada cuyo único color en todo ese lugar eran las pinturas de Iris que poco a poco fueron perdiendo su brillo, su magia.
Mientras tanto, en las calles de la ciudad, la maldición que impuso Félix sintió que ha sido en vano porque no pudo encontrar a su hija. Pero no estaba solo, lo acompañaba un ángel caído llamado Raven, una presencia oscura con forma de ser humano (si es que se lo puede llamar así) protegida por una manta vieja, sucia, de color azul. El rey, con su caballo negro, iluminaba el camino con su antorcha hasta ver la ventana abierta de una antigua torre. Ambos se acercaron hasta la entrada principal.
***
El anciano accionó una trampilla en el sótano que comunicaba con uno de los tantos túneles de la ciudad y guió a su compañera hacia a un rumbo, en medio de la oscuridad. La única luz que entraba allí era la de la luna. Si antes se había quejado porque la torre le pareció un lugar pequeño, no podía decir lo contrario en este momento.
-Franklin, quiero saber qué viste en la ventana.
-¡Cuidado!
Frenaron antes de chocar con la pared. El camino se había vuelto demasiado oscuro y le dijo que podía utilizar la magia del pincel para transformarlo en una especie de antorcha. Este poder lo ejerció, gracias a sus innumerables pinturas y su imaginación.
***
Félix aprovechó a descansar y contemplar su obra maestra, mientras Raven investigaba por toda la torre.
-Dios, ¿Por qué no me has dado un niño? -reflexionaba el rey- ¿Qué mal hice yo para merecer semejante castigo?
***
-Izquierda.
-¡Frank! Aun no me contestaste.
Cuando quería, Iris se imponía ante él como si fuera toda un princesa. El trayecto se hacía cada vez mas angosto y largo. Ambos lucían cansados. De repente, escucharon ruidos en la parte exterior de la ciudad.
-Estamos llegando.
Franklin estaba en lo cierto. La luz al final del túnel desembocaba en una vieja escalera que los conducía exactamente a la entrada de Stonebriar, su vieja y extrañable ciudad.
-Ya te explicaré todo con lujos de detalles en el momento indicado. Ahora, necesito que me escuches, por favor. Te iré dejando indicaciones que te parecerán un poco fuera de lo común, pero es para el bien de todos. Una vez que estés afuera, ve directo a la almenara oeste y camina entre las sombras. Puede que haya gente que no conozcamos y no es bueno que caigamos en manos equivocadas cuando estamos en una misión muy importante. Acuérdate: por el bien de tu madre, por el bien de una gran mujer y amiga. Enciende la almenara y luego dirigite a la biblioteca que te estaré esperando. La vas a reconocer por su fachada particular.
Una vez que terminó de hablar, salieron del túnel y fueron caminando, de manera distanciada, como si fueran dos desconocidos.
***
-No hay nadie en la torre, señor. Sólo un par de pinturas.
-¡¿Con qué pinturas, eh?!
Raven, con su poder sobrenatural de recorrer muchas distancias en tan poco tiempo, en la visión de un mortal, fue como ver una mancha oscura en movimiento. En pocos minutos inspeccionó el lugar, de arriba a abajo. La actitud de su amo le sorprendió aunque su manta azul le impedía ver su rostro. El rey ocultó ante ella su debilidad de verlo llorar. Inesperadamente, una luminiscencia había aparecido en lo alto de una torre. <<UNA ALMENARA ENCENDIDA>>. Félix sintió una punzada en su corazón y Raven lo pudo percibir.
-Te ordeno que vayas inmediatamente a investigar quién la encendió. Si es quién pienso que es, sabes muy bien lo que puede llegar a pasar.
-Sí, mi amo, lo sé muy bien.
Inmediatamente, su presencia oscura desapareció en múltiples cuervos mientras Félix, lleno de furia y con un dolor en su corazón que intentaba persistir por momentos, se dirigió a Stonebriar a caballo. Su rostro jovial iba perdiendo vitalidad, no por su edad sino a las consecuencias que iba pagando por no cumplir su parte del trato al haber obtenido, en la feria de magia negra, a Raven como ángel caído. Este tipo de magia era tan poderosa que el rey no había tomado conciencia, en su estado de desesperación, lo fatal que podía llegar a ser. Ahora su vida pendía de un hilo.
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