Capítulo 4 - La Persecución

Debido a la maldición en Stonebriar que siempre era de noche, Franklin se había despertado horas más tarde y preparó el desayuno, con las pocas cosas que pudo rescatar para poder sobrevivir mucho tiempo, mientras Iris seguía durmiendo.

Ellos se encontraban refugiados en una torre abandonada, con muchos pisos, de forma cuadrada, en las afueras de la ciudad. Antes funcionaba como una especie de faro, pero cuando la maldición llegó, las cosas cambiaron. Ese lugar lo custodiaban diferentes serenos ya que era uno de los pocos lugares fácil de usurpar, al igual que el castillo real, desde que Félix empezó con la búsqueda interminable del paradero de su hija. Con la llegada del éxodo, los serenos tuvieron que abandonar sus puestos de trabajos dejando la ciudad a la intemperie. Mientras que el anciano, astuto, logró esconderse entre la multitud y luego desviar su camino, sin que nadie lo viera, para esconderse en la torre. Por suerte estaba deshabitada, sin embargo el problema fue sobrevivir durante muchos años sin poder conseguir los alimentos. En ese momento, recordó usar <<EL PODER DE LA IMAGINACIÓN>> para crear múltiples mundos en diferentes lienzos y alimentarse allí, junto a Iris. Sin embargo, sabían que no podían vivir en sus creaciones para siempre, debido a la ley natural. Por eso, utilizaban la torre para dormir aunque la mayor parte de su tiempo aprovechaban para deambular en los mundos creados a través de los lienzos.

Una vez preparado el desayuno, el adulto despertó a la niña y se alimentaron juntos. A pesar de tantos años viviendo solos en una torre, siempre encontraban algún tema de conversación. Ambos no habían salido de allí durante once años. La melancolía, la nostalgia y la soledad podía llegar a apoderarlos, en cambio, junto a la paciencia de Franklin y la inocencia de Iris, los días dejaban de ser grises.

Después de un rato, ella se puso a pintar mientras su fiel amigo contemplaba, a través de una ventana, lo que quedaba de Stonebriar.

-La extraño mucho -rompió el silencio.

-Yo también la extraño, mi niña, más de lo que te imaginas.

Él contemplaba una imagen de la ciudad que hubiese quedado perfecta para plasmarlo en un cuadro, pero prefirió vagar en sus recuerdos: en cómo conoció a Katherine y mantuvieron su amistad por muchos años, a pesar de la gran diferencia de edad; en cómo disfrutaba de su antiguo trabajo, mientras Kate gobernaba Stonebriar, entre otras cosas. Al rato, sus pensamientos fueron interrumpidos por un pequeño resplandor que se iba asomando entre las fachadas. La cara de Franklin se transformó.

-Iris, junta tus cosas que nos tenemos que ir.

-¿Adonde? ¿Y mis pinturas?

-No podemos llevarnos todo, con que lleves tu pincel, un par de lapices y tu anotador será más que suficiente.

Ella no preguntó por el estado de su amigo, aunque sospechaba el motivo. Ambos empezaron a caminar rápido hasta llegar al sótano de la torre. 

-¿Te acuerdas cuando te conté que un día llegaría el momento de hacer justicia por lo que luchó tu madre muchos años?

La niña asintió con la cabeza.

-Pues ese día ha llegado.

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