Capítulo 1
No había nada como una buena taza caliente de leche con cacao molido para comenzar el día y leer un buen libro, ¿verdad? Era un placer culposo del que jamás me cansaría. Me abstraía de la realidad y me sumergía en realidades, secretos o ideas desconocidas que solo conseguían atraparme con vehemencia en su intrincada red.
No importaba ni mi largo vestido verde pastel, que se arrugaba al removerme inquieta por adoptar una buena postura, ni mi largo cabello rubio oscuro enredado y maltrecho en una coleta improvisada. Era mayor mi anhelo por perderme entre líneas en prosa y verso para poder reencontrarme con mi yo interno.
«De la oscuridad del mundo, la luz surgió como enemiga natural.
Aunque, como almas gemelas, se compaginan y complementan,
formarán un único ser, de cuyo fruto, nacería la vida.
Llena de fortunas y desgracias, afronta su desventura.
La tierra, ruda y firme, forjará su carácter.
El mar, bravo y turbio, acrecentará sus pasiones.
El viento, volátil e indomable, elevará sus ideales.
El fuego, abrasador e intenso, mostrará su fulgor.
Mundo terrenal y espiritual se transformarán,
por la paradoja del destino y el inevitable enemigo,
aquel a quien todos temen y respetan, el tiempo.
Paz y conflicto en una balanza yacerán.
Y de sus ojos el iris surgirá.»
Tomé mi vieja libreta de notas y copie la estrofa con la que finalizaba mi última lectura. Era difícil no encontrar un libro que me resultara interesante. Pero esta vez la prestación de mi mejor amigo había superado mis expectativas en el buen sentido.
Tras un profundo suspiro, satisfecha, acaricié los relieves del lomo y la portada mientras me quedaba contemplando la estancia en la que estaba en busca de mi próximo retiro lector e intelectual. Si bien la humilde casita en la que vivimos tía Agatha y yo no poseía demasiados lujos, la modesta biblioteca, con estantes de madera roídos y libros con páginas amarillas, es mi pequeño refugio. Mi paraíso.
Para una persona tan curiosa y con pocas posibilidades de viajar, una buena lectura resultaba siempre el mejor de los regalos. Junto con la familia y los amigos que tú eliges.
Las de amor y fantasía ocupaban un lugar especial dentro de mi selección de favoritos, pero sin duda aquellas narran eventos históricos y descripciones detalladas de lujares desconocidos también me fascinaban. Y eran esos, precisamente, los que más abundaban en la habitación por herencia familiar. El tío Armin había sido un explorador nato durante su juventud, hambriento de saber. Y me gustaba creer que yo heredé su pasión por comprender lo desconocido aunque no compartamos la misma sangre.
-¡Ginny!¿Se puede saber cuándo bajas?¡Se nos hace tarde para ir al pueblo!
Se me olvidaba mencionar que soy una despistada de campeonato por naturaleza. Al escuchar la advertencia a través de la ventana junto a la que estaba sentada, me terminé de beber rápidamente mi vaso mientras leía de nuevo los últimos versos del epílogo de El espíritu de Arcadia. Guardé mi cuaderno y el ejemplar en un saco a mis pies para echármelo al hombro y me apresuré hacia un pequeño espejo de pared para adecentarme.
Alisé como pude las arrugas de mi falda, deshice el nido que tenía por cabello y me lo recogí en una larga trenza de raíz. Tenía unas leves ojeras por quedarme hasta tarde repasando la última partitura que la señora Lindsey me había preparado, pero al menos no parecía muy demacrada. Un punto a mi favor eran mis ojos verdes con un halo ámbar en torno a la pupila, un rasgo muy llamativo que me hacía creer un poco más atractiva de lo que realmente me consideraba físicamente.
Al bajar las escaleras para dirigirme a la cocina en la planta baja, el leve olor chocolate caliente me atrajo al instante. Mi tía lo tomaba de una taza humeante cuando lo vi mientras contemplaba una de amalgama un tanto extraña sobre su mesa de preparación. Estaba tan distraída en su trabajo que no me sintió acercarme detrás de ella para darle dos besos por sorpresa.
-Buenos días, tita.-Saludé ligera mientras me guardaba una manzana para el camino.
-Bueno días, dormilona. ¿A quién acabo de escuchar era...
-Sí, se me pegaron las sábanas de nuevo, no hace falta que me lo recuerdes.-Resoplé con pesadez mientras veía de refilón su sonrisa burlona.-¿Por qué es tan malditamente madrugador?
-¿Por qué es un chico responsable?
-Porque le encanta verme en ridículo, a mí no me engaña.
-Quizás no te costaría tanto madrugar si durmieses más y leyeras menos por las noches.
Su risa silenciosa ante mi apuro debería de frustrarme más. Pero lo cierto es que mi tía tenía el don de hacerme reír hasta en los momentos en los que me sentía más vulnerable. Era paz y calma, pero también sabía divertirse cuando pasábamos largos y duros inviernos en nuestra sencilla morada. Generalmente yo era su objeto de burla, pero con el tiempo aprendí a devolverle cada ataque con sarcasmo. Lo que le entretenía por igual.
-Tened cuidado cuando volváis de regreso. Últimamente el bosque ya no es tan seguro.
-¿Hay novedades sobre el último asalto por el valle?
-Ninguna novedad. Pero, nunca está de más prevenir.
-Tranquila, te prometo que no llegaremos demasiado tarde.
-¿Qué es "demasiado tarde" para ti?-Cuestionó y recalcó seria mientras se limpiaba las manos y me fruncía el ceño un poco, volteándose antes de que me diera tiempo a salir por la puerta trasera hacia el patio. No le hacía falta levantar el tono de voz para mostrar autoridad.
-Mmnnn... ¿Al anochecer?
-De eso nada, jovencita. Antes de que anochezca te quiero en casa.
-Pero...
-Esos ojitos de gacela podrán encandilar a cualquiera, pero a mí no, Ginevra. ¿Quién manda aquí?
-Tú...- Resoplé resignada. Era inútil protestar. Su sonrisa de superioridad era obvia.
Era la monarca absoluta. No tenía ningún poder para sublevarme y presentar oposición. Tendría todas las de perder, más teniendo en cuenta que, la última vez que le desobedecí, acabé encerrada en nuestra pequeña finca durante una semana y sin poder recurrir a mis amados libros.
¡Era cruel! Pero, ¿por qué no podía odiarla por ello? Porque entendía su postura. Dichosa empatía y cariño. Definitivamente no era justo.
-Pues diviértete. Si encuentras frutos rojos en el bosque o los compras en el puesto de Lindsey, prepararemos en la noche tu tarta favorita, ¿te parece?
-Eso es chantaje emocional.-Aseguré con rotundidad.
-Eso es astucia, mi querida gacela.
-¡GINNY!
El grito exterior me indicaba que estaba a punto de rebasar la última gota de paciencia de mi amigo mientras negociaba con mi tía. Así que, abdicando finalmente para mi disgusto, besé de nuevo su mejilla y, ya con todo listo, me apuré hacia la salida.
-¡Qué pases un buen día, tita! Por cierto, ¡esto no acaba aquí!
-¡No te olvides las fresas!
Tras cerrar la puerta un chico de cabello castaño alborotado y unos profundos ojos verdes me atravesó severo con la mirada. Su actitud serena no mostraba severidad a primera vista. Pero tras años de convivencia, era innegable que me estaba maldiciendo mentalmente. Y era el único capaz de intimidarme. Incluso más que mi tía.
Montado sobre Brisa, la yegua que siempre lo acompañaba y con la que habíamos crecido juntos, parecía aún más imponente. Pero esta, con su tonalidad marrón avellana y su frente y crines blancas, me transmitía serenidad y dulzura. Obedecía de manera noble y resultaba cercana hasta con personas que no conocía, peculiaridad con la que contrastaba con respecto a su dueño.
-Me voy a volver un árbol más del bosque de tanto esperarte, perezosa.
-Eres insufrible, ¿lo sabes?
-Solo tú lo piensa, así que, si hecho raíces aquí y cada vez que salgas de casa te caen manzanas sobre la cabeza, no te quejes. Es justicia divina.
-Justicia divina te voy a dar yo a ti como no tiremos. ¿No querrás hacer esperar a tu querida Imogen?
El sonrojo innegable y mal disimulado que vislumbre en sus mejillas mientras se aclaraba la garganta resultó tan tierno que no pude contener una pequeña risa. Venganza cumplida.
-Creo que ya entiendo porque te has comparado con un manzano antes. Las manzanas rojas son sus favoritas, pero ahora mismo te pegaría más ser una tomatera, querido.
-Mejor sube si no quieres que me arrepienta de llevarte conmigo al pueblo.- Murmuró con voz pequeña y huraña mientras me reía yo sola de mi broma anterior.
Bastian Brown tenía una mandíbula cuadrada y una mirada intensa. Poseía una personalidad introvertida aunque de cara a la galería aparentara ser el típico chico inaccesible. Y ese tinte inalcanzable resultaba del gusto de muchas jóvenes de nuestra región. Era una lástima que la única que le había interesado a él toda la vida le considerara su mejor amigo o casi hermano.
O al menos eso es lo que él creía. Me moría de ganas por ver su cara cuando lo descubriera al fin durante el festival de primavera dentro de dos días. Aún tenía una conversación pendiente con cierta rubia para ultimar los detalles de nuestra operación secreta.
Mientras se aupaba y colocaba mi mochila junto al lomo de Brisa, yo me acerqué hasta el rostro del animal y lo acaricié a modo de saludo.
-Buenos días amiga, ¿qué tal, eh? ¿Te ha hecho madrugar demasiado este sabiondo quejica?-Me relinchó con alegría mientras le daba un trozo de manzana que había tomado anteriormente de la cocina.
-Pero bueno, ¿esto qué es? ¿Por qué te burlas de mí y a Brisa le dedicas todos los mimos?
-Porque es la única mujer que te aguanta las veinticuatro horas del día. Y eso se merece mis más sinceros elogios. Gruñón celoso.
De reojo detecté como ponía los ojos en blanco resignado a no seguir discutiendo en un tú a tú verbal. Porque era insufriblemente cabezota y siempre acababa cediendo ante mi insistencia inagotable.
-Yo también te quiero, gacelita.-Acotó con una sonrisa desdeñosa y burlona, usando el apodo cariñoso que solo empleaba mi tía conmigo para desquiciarme.-Ahora enserio, sube o se nos hará tarde.
Dicho y hecho, tomé la mano que me ofrecía y me senté tras él en la montura. Tomó las riendas, me aferré a su cintura por detrás para no perder el equilibrio y nos adentramos en la frondosa selva de abedules, álamos y robles hacia nuestro destino.
Egabro constituía una de las aldeas más prósperas al sur de Alastor, nación de la tierra y los bosques. Situada en un valle entre las extensas cordillera del reino, resultaba un paraje idóneo para perderse o aislarse del resto del mundo. Era realmente pacífico y hogareño. Muchos de los habitantes de la comarca vivían segregados por las laderas o en zonas más apartadas para cultivar los campos, motivo por el cuál Egabro, y más concretamente su plaza central, se convertía en el núcleo comunitario durante ceremonias y fiestas como la actual a la vuelta de la esquina. Este festival en concreto se celebraba para elogiar los buenos resultados obtenidos tras la recogida de la cosecha, la cual servía de fuente de alimento e ingresos para muchos durante el resto del año. Pero también, y especialmente, se llevaba a cabo para rendirle un culto a nuestra divinidad protectora.
A medida que nos acercábamos a la entrada del pueblo podía ver las ventanas y balcones de las casas decoradas con macetas de flores multicolores y guirnaldas de papel con formas de mariposa, una de las formas de representar a Eyre.
Nuestra diosa madre de la naturaleza, maestra del pastoreo y la agricultura, era además símbolo de numerosas creaciones vinculadas al mundo artístico, como la música, una de mis debilidades. Protectora de los seres vivos, su representación en forma de águila o mariposa estaba presente en cualquier elemento vinculado a la nación de la tierra, aunque eso no significaba que las otras deidades no fueran alabadas entre la población.
Mi tío Armin hasta que nos dejó siempre me manifestó su devoción por Alora, asociada al saber y al destino, como erudito y amante de la aventura que era.
-¿Terminaste la lectura, deboralibros?
-Solo diré que no eres tan malo escogiendo regalos como yo pensaba.
-¡Vamos! ¿Aún no me perdonas lo del año pasado?
-¿Qué tengo que perdonarte? Te olvidaste de mi cumpleaños y tuviste que suplicarle a mi tía que te ayudara a preparar al menos un pastel para celebrarlo.
-Nunca se me han dado bien los postres caseros, y lo sabes. Dame algo de mérito.
-Solo porque me da pena tus penosos intentos como cocinero y este año lo enmendaste por adelantado. -Me incliné sobre la montura y su espalda para regalarle un leve beso de agradecimiento en la mejilla.-Gracias hermanito.
-Para eso estamos, renacuaja.
-Ya puedes parar de decirme eso. En cuanto acabe el festival por fin cumpliré la mayoría de edad.
-Pero seguirás siendo una enana a mi lado. Cuanto antes lo asumas mejor para los dos.
-Querrás decir más divertido para ti, ¿no?
-Por supuesto, ¿acaso lo dudabas?
Cruzando el pequeño viaducto de acceso a la aldea, Brisa se agitó entusiasta. Podía entenderla. El olor de las ricas tartaletas tradicionales recién cocinadas en tenderetes o en las cocinas de muchos hogares se filtraba por todas partes junto con el dulzor de jazmines, rosas y nardos. Estos decoraban los balcones y ventanas de las pintorescas casas de piedra con remates en madera.
Automáticamente mi estómago se hizo escuchar y quise que la tierra me tragara.
-Veo que no te has quedado satisfecha, deboralibros.
-¡Calla! Con las prisas no he desayunado como debería, eso es todo.
-¿Qué has comido?
-Leche con cacao molido y... una manzana.
-No será la que le diste a Brisa antes de partir, ¿verdad?-Me cuestionó severo al más mínimo atisbo de vacilación. Odiaba como era capaz de leerme sin ni siquiera tenerme delante.
-Puede que le dijera a mi tía que era para el camino y...
-Ginny, ¿cómo eres capaz de no comer algo más consistente? Pienso en ti también.-Manifestó con cierta preocupación más que como regaño. No había motivos para que yo replicara.-Después de dejarte con la señora Straus, buscaré a Imogen y luego tomaremos algo juntos para compensar.
-De acuerdo... Lo siento.
-No tienes que sentirlo. Entiendo que recién levantada puedas tener el estómago cerrado porque es algo normal si estás nerviosa. Pero no deberías de...
-¿Cómo sabes que estoy nerviosa?
-Créeme... Lo sé.
Enigmático y sabelotodo, pero protector y empático. Esas eran las cualidades que sin duda alguna definían a mi mejor amigo. Era mi red de seguridad cuando todo se tambalea. Apenas no separaban dos años de diferencia, pero el hecho de haber crecido juntos, jugando a las escondidas entre las raíces de los árboles y a provocarnos ahogadillas en el río, había originado recuerdos entrañables que siempre guardaría en mi corazón. Al fin y al cabo, vivíamos relativamente cerca en la espesura del bosque pasando muchas horas muertas. Mientras mi tía se dedicaba a preparar recetas culinarias o ungüentos con propiedades curativas, su padre llegaba a perderse días enteros por la llanura para recolectar leña y después distribuirla para las chimeneas de otras cabañas durante la larga estación invernal. Aunque la parte de su oficio que me resultaba más interesante era la confección de muebles y piezas artesanales.
Aún recordaba lo fascinada que quedé la primera vez que lo vi trabajar en su taller para crear mi obsequio más valioso hasta la fecha: el violín de mi tía Agatha. Ella siempre había sido una virtuosa del instrumento. Aprendió a partir de los primeros viajes que realizó junto a su querido esposo y tenía una sensibilidad artística que todo el que la conocía aplaudía. No solo era cuestión de buen oído, realmente había nacido para ello.
Mi tío me confesó en una ocasión que a él lo conquistó no por el estómago, como cualquiera podría suponer dada su labor diaria, sino por su extraordinaria manera de transmitir sus sentimientos por medio de sencillos acordes. «La música amansa a las fieras, Ginny» me decía irónico siempre mientras me reía cuando ella le reclamaba por ser un vasto inquieto al entrar en su cocina. Pese al tiempo transcurrido, aún le echábamos de menos. Prueba de ello era que, desde su falta, mi tía dejó su querida amiga en un rincón olvidado de nuestra biblioteca hasta que decidió entregármela como presente al cumplir los dieciséis. Hoy día yo pretendía seguir sus pasos, creando y tocando piezas que conmovieran el corazón de otros como ella lograba.
Desearía que mi tío, donde quiera que estuviese, estuviera orgullo de mí y de cómo las dos mujeres que tanto amó continuaron disfrutando de la vida con él siempre presente. Viajaría por el mundo como él hizo tiempo atrás, descubriría nuevos horizontes, formas de ver la realidad y quizás, con un poco de suerte, encontraría a alguien con quien compartirlo todo como ellos dos, mis dos ejemplos a seguir, hicieron.
-Pues ya hemos llegado.
Las palabras de Bastián me despertaron de mi nube y me percaté de que estábamos por fin en la plaza central. El Foro, la edificación central en la que se debatían los asuntos más relevantes, en consenso democrático, ocupaba gran parte de la fachada central del lugar. Se trataba en sí de un hemiciclo abierto rodeado y sustentado con postes y vigas de madera caoba tallada con motivos vegetales. En el centro de la explanada se erigía un inmenso sauce llorón milenario cuyas ramas frondosas cobijaban con sombras cada rincón, apenas dejando ver pequeños espacios del claro y raso cielo azul en aquella fresca mañana.
Resultaba inverosímil la transformación que este sitio experimentaba según el momento del día. A plena luz era el foco de todos los debates relacionados con la vida vecinal y también el principal centro de acuerdos comerciales, siendo que en los laterales se situaban los negocios más concurridos, en la planta baja de las casas. Por otro lado, en las noches, se volvía el corazón de la vida social y artística. De las calles aledañas siempre parecía surgir con naturalidad música con aires místicos e hipnóticos y en torno al gran sauce se congregaban los más jóvenes para bailar y festejar, logrando que las flores, hojas y musgo que cubrían hasta los tejados curvos de las residencias cobraran un brillo único y especial, gracias a los dones divinos de nuestra gente.
Al estar sentada de lado, no tuve más que dar un pequeño salto para bajar de Brisa y aterrizar sobre el suelo empedrado.
-Te esperaremos donde siempre para cuando acabes tu ensayo, pero espero que no te ocupe mucho. Compraré algo por el camino para ti.
-No hace falta que lo hagas.-Le recordé aún avergonzada.-Además luego tengo que comprar unas cosas para mi tía. Así que de cualquier manera nos entretendremos.
-No es molestia y lo sabes. Luego te veo, ¿vale?
-El interés tiene pies, ¿eh?
-Ginevra...
Y así, con una sonrisa más divertida que avergonzada, se marchó a lomos de Brisa y me dejó frente a la escalinata del Foro. La subí y pronto vislumbre, dentro del espacio, una figura menuda de melena larga, rubia y algo canosa. No paraba de dar direcciones a otros hombres que terminaban de apuntalar y retocar algunos elementos decorativos para la celebración.
-¡Pero seréis burros! Eyre, dame paciencia. ¿Cómo se os ocurre dejar las enredaderas de cualquier manera? Así no habrá manera de extenderlas por más lugares. Tened cuidado al trasplantar en las nuevas macetas. No queremos que los niños, mientras corran jugando, golpeen algo y tengamos un disgusto. Y por favor, que alguien me consiga más papel de seda para el gremio de ayer, el encargado del decorado durante la medianoche. Sé que podemos, venga. ¡A trabajar!
Lindsey Strauss era una mujer de armas tomar cuando la situación lo requería, cualidad por la cual parecía entenderse a las mil maravillas con mi tía. No existía un líder o gobernante como tal en nuestra comunidad, pero, si tuviera que nombrar a alguien capaz de asumir responsabilidades y ensuciarse las manos para ayudar a otros, esa sería ella.
Pero más allá de sus cualidades como nuestra guía y curandera, era capaz de establecer una especie de conexión a nivel extrasensorial con el mundo espiritual. Muy pocas personas en todo el continente de Pangea poseían esa capacidad con el mundo más allá del alma terrenal, Arcadia.
-¡Ginny, bella! ¡Por fin llegas! Te estaba esperando, ¿lista para la práctica?
Su sonrisa falsa y burlona me dio a entender, fuera cual fuera mi respuesta, que ese día no tendría lo que se dice un tranquilo y sencillo ensayo. Aunque para ser sincera, yo misma me había metido en ese berenjenal.
¿Cómo había aceptado la loca idea de tocar una pieza para el festival de Primavera, en un ritual de veneración, sin siquiera poseer ningún poder elemental divino?
Esto pintaba a catástrofe.
(❁'◡'❁)
¡Hola mis queridos lectores! ¿Qué tal todo?
Veo que algunos curiosos ya le han echado un ojo al prólogo y les ha gustado. Ginevra es una chica con puntos débiles pero también con un corazón que espero que os vaya conquistando a medida que vaya creciendo en el relato.
Déjadme en comentarios qué os va pareciendo cada capítulo y las interacciones entre cada uno de los personajes que iréis conociendo junto con nuestra querida gacela.
Intentaré que las actualizaciones no se demoren demasiado debido a mis obligaciones actuales y que no os estaréis preguntando cada dos por tres donde me meto. Perdón. Lo prometo.
Por cierto, felicidades a mi querida @CherryLeeUp. Espero que la vida te traiga grandes alegrías en esta nueva parte de tu vida que comienza a partir de ahora.
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