CAPÍTULO 2
—¿Qué estás haciendo aquí?
Apreté los puños, preparado para volver a lanzarle un golpe si era necesario. Noté como mis ojos se volvían fucsias, sintiendo todo mi Don hasta en las puntas de los dedos. Si el profesor Sanderson no llega a interponerse entre nosotros, estaba seguro de que le hubiese atacado con todas mis fuerzas hasta que me dijese qué narices estaba pasando Anna.
—Peter, espera un momento.
—No tengo nada que esperar, profesor. —Me acerqué a Stuart todo lo que Albus Sanderson me dejó, señalándole con el dedo—. O vienes a decirnos que Anna va a volver con nosotros o prepárate para la mayor paliza que te han dado en tu vida.
El profesor me puso la mano en el pecho, alejándome. Mis manos estaban en tensión acumulando la mayor cantidad de luz posible. Sabía que en cualquier momento todo podía estallar. Albus, con un ligero movimiento, cerró la puerta que se encontraba tras de mí. No me di cuenta de si Rob se había dado cuenta de la presencia de Stuart, pero estaba seguro de que si lo hecho hubiese luces negras estaría volando en nuestra dirección.
—Vamos a escuchar lo que tiene que decirnos —susurró cerca de mi oído.
Por un segundo pensé en no hacerle caso, pero un pequeño recuerdo apareció en mi mente. El mismo momento, hace unos días, cuando Anna me recriminó golpearle. Estábamos en este mismo lugar, pero al mirar el rostro de Stuart me di cuenta de que algo estaba pasando. Tenía unas ojeras enormes que opacaban sus ojos verdes y parecía casi tan pálido como yo. Todo el aire de superioridad que siempre tenía cuando lo veía por el campus había desaparecido. En ese momento en el que nuestras miradas se cruzaron, no sabía por qué pero noté como algo nos unía por primera vez.
Me crucé de brazos y los tres nos quedamos en silencio. El profesor pareció relajarse y se dio la vuelta, dando pie con un gesto a Stuart para que comenzase a hablar.
—Sé dónde está Anna.
—Menuda novedad —dije con socarronería sin poder evitarlo, lo que hizo que el profesor me lanzase una mirada de reproche.
—Imagino que estáis trazando un plan para rescatarla —continuó, ignorando mi comentario—. No espero que me creáis, pero quiero ayudar.
Una risa, demasiado estridente, escapó de mis labios. Me parecía patético que volviese con la misma canción, cuando todos sabíamos que Anna estaba en esta situación por querer confiar en él.
—Stuart, entenderás que no podemos confiar en ti —respondió el profesor Sanderson con voz paciente—. No sabemos si estás aquí enviado por Patrick para intentar que fracasemos en nuestros intentos.
—No tengo manera de demostrar que no es así, pero me gustaría contar toda la información que sé. —Le tendió un trozo de papel—. Esto es un mapa de la casa de Hastings. Peter podrá confirmarlo. He marcado la habitación dónde se encuentra y las distintas formas de llegar a ella. Siempre hay vigilancia, pero hacen turnos rotatorios en los que...
Cogí el papel de su mano con rapidez y aprovechando le di un pequeño empujón mientras me colocaba a su lado. Lo desdoblé sin despegar los ojos de él y, aunque no me lo esperaba, sentí un poco de compasión al ver el cansancio en su rostro. Alejé esos pensamientos de mi mente y comencé a estudiar el mapa. Me fijé en que estaba todo correcto, pues recordaba la distribución de la casa de Hastings después de todo el tiempo que pasé allí. Según mi hermanastro, Anna se encontraba en una de las habitaciones que había en el sótano. Era un lugar por el que nunca había pasado, pues de pequeño las veces que intenté adentrarme mi padre me había pillado y el castigo por hacerlo fue suficiente como para persuadirme de visitar las entrañas de la casa. Incluso el recuerdo me dio escalofríos.
—El mapa es real —dije mientras le tendía el papel al profesor para que lo comprobase—, pero eso no quiere decir nada. Puede estar mintiéndonos sobre la ubicación de Anna.
—No lo estoy haciendo —respondió buscando mi mirada, como queriendo demostrar que decía la verdad—. El mejor momento es mientras rotan las guardias. Además, no sé si lo sabéis, pero hay una fiesta en cinco días y creo que será una buena oportunidad.
—Lo sabemos, nos han llegado las entradas— dijo el profesor, que seguía escrutando el mapa.
—Por favor, dejadme ayudar. O, al menos, haced caso de mis indicaciones. Hay que sacarla de ahí. Nunca me perdonaría si le pasase algo malo.
El tono de desesperación en sus palabras consiguió en mí el efecto contrario. La rabia comenzó a inundar mi cuerpo de nuevo al recordar la manera tan rastrera con la que engañó a Anna para sus propios fines. Entendía la parte de contentar a nuestro padre, pues hasta yo había caído en otras ocasiones en su juego, pero Stuart fue demasiado lejos. Justo cuando estaba a punto de intentar hacerle el mayor daño posible con mis acusaciones se abrió la puerta y apareció Rob, cuyo rostro estaba enrojecido por la ira.
—Robert, tranquilo —comenzó a decir el profesor interponiéndose entre ellos—. De nada va a servir que montemos el espectáculo.
—Tío, lo siento muchísimo. Me conoces desde hace años, sabes que soy un estúpido y que he hecho algo horrible, pero también has visto que lo que siento por Anna es real —suplicó Stuart.
Cuando terminó, intentó poner su mano en el hombro de Rob y este se apartó. Su semblante se suavizó, tornándose más neutral y sus ojos, que habían sido negros desde que salió por la puerta, volvieron a su color miel original.
—Profesor, puede que me arrepienta de ello, pero creo que deberíamos confiar en él.
Las palabras de Rob se me clavaron en el estómago como cientos de puñales. Pensaba que él, más que nadie, entendería que era imposible contar con alguien que nos había intentando hacer tanto daño. Tenía bastante claro que, al igual que las veces anteriores, esto era una estratagema por parte de mi padre para conseguir llevar a cabo sus planes. El rostro de Stuart esbozó una sonrisa aliviada que me congeló la sangre.
—¿Qué estás diciendo? ¿No te das cuenta? Está intentando engañarnos —pregunté a Rob, esperando que entrase en razón.
—Peter, lo conozco desde hace un montón de años. Puedo notar cuando está arrepentido.
—¡Tu hermana dijo lo mismo! —grité levantando los brazos con desesperación—. ¿Cuántas veces tiene que traicionar vuestra confianza para qué dejéis de caer en sus tretas?
—Sí, la traicioné, pero ni la he secuestrado, ni conté lo de Sonia, ni nada de lo que pasó después de que me disculpase con ella en este mismo lugar ha sido cosa mía. —Stuart se envalentonó mostrándose seguro por primera vez desde que llegó.
—No te creo —respondí, tajante—. Ni lo haré. Eres igual que mi padre, un manipulador. No sé qué quieres conseguir con esto, ni puedo controlar lo que piensen los demás, pero como vuelvas a acercarte a mí no seré capaz de contenerme.
Mis ojos brillaron con un fulgor fucsia, haciendo que Rob me pusiese la mano en el pecho intentando contenerme. Me zafé, alejándome de ellos por el pasillo. No quería formar más tiempo parte de esa conversación. Imaginaba que el profesor estaría de mi parte y que la razón se impondría. Con Rob no estaba tan seguro y un deje de melancolía se apoderó de mi pecho al notar lo que se parecía a su hermana. Físicamente estaban en las antípodas el uno del otro, pero su forma de ser, tan inocente y optimista, era idéntica.
Salí al exterior, respirando al fin aire puro. Llevaba demasiado tiempo entrenando y dándole vueltas a todo. Me dolían todos los músculos del cuerpo y estaba tan cansado que casi había llegado a mi límite. La esperanza de una oportunidad de rescatar a Anna me había revitalizado, pero la discusión con mi hermanastro me había vuelto a bajar las defensas. Solo quería ir a mi habitación y tumbarme y tener las fuerzas recargadas para la reunión de esa noche.
—Tienes una cara horrible.
La voz de Kevin resonó a mis espaldas. A pesar de que el verano se estaba acercando y el sol hacía los días cada vez más calurosos, el rubio llevaba una sudadera blanca que le quedaba tan grande como la mayoría de la ropa que solía usar. Le lancé una media sonrisa, aunque sabía que él podría ver que no era tan sincera como pretendía. Llevaba las manos en los bolsillos y estaba cabizbajo. Nos conocíamos desde hace mucho tiempo, por lo que me di cuenta de que quería decirme algo.
—¿Qué pasa, Kevin?
Se colocó delante de mí y, con un gesto, indicó que le siguiese. Caminamos en silencio y decidí darle su tiempo. Era la mejor manera de actuar cuando le pasaba esto. Si le metía demasiada presión, acabaría aturullándose y dando vueltas sin ir al grano. Deduje que nos dirigíamos a nuestra habitación, por lo que me sentí aliviado. Estaba llegando al límite.
—Esta mañana he tenido uno de mis sueños.
Sabía a lo que se refería, pues era algo que había estado investigando junto al profesor durante bastante tiempo. Escuchó la voz de Lily, lo que resultó ser una premonición de un pequeño accidente que tuvo después.
—No sabía que habías vuelto a tenerlos, Kevin.
—Volvió a empezar hace unos días. —Su respuesta tan escueta me hizo pensar que le estaba costando contármelo y no entendía muy bien por qué.
—¿Y qué te decía?
—Tonterías, como la otra vez —contestó con una sonrisa—. Puede que pronto vuelva a meterme en un lío y acabe sacando de sus casillas a nuestra amiga.
Entramos al edificio de nuestra residencia donde decenas de estudiantes se movían con tranquilidad, prisa o alegría, ajenos a lo que estaba pasando en estos momentos por nuestras mentes. Si ellos supiesen lo que podría suceder si mi padre llega a tomar el poder a lo mejor el caos estaría desatado, aunque estoy seguro de que tardarían mucho en darse cuenta. Patrick Shein había nacido para manipular a los demás y no entenderían lo que estaba pasando hasta que fuese demasiado tarde.
Nuestros pies resonaban en las escaleras mientras nos cruzábamos con compañeros a los que saludamos con cortesía pero sin ánimo. Agradecí que nadie nos interrumpiese para preguntar alguna banalidad, pues sabía que mi amigo tenía más cosas que contarme y estaba esperando a que estuviésemos a solas.
Cuando llegamos a nuestro cuarto, el simple hecho de saber que mi cama se encontraba tan cerca hizo que mis energías menguaran hasta mínimos que ni yo sospechaba. Sabía que lo mejor sería darle espacio y tiempo al rubio, pero no podía aguantar más tiempo, por lo que fui directo al grano.
—Kevin, ¿qué pasa? —pregunté mientras me colocaba enfrente de él con los brazos cruzados—. No sé si el profesor ha podido decírtelo, pero esta tarde tenemos una reunión. Hay una oportunidad de poder rescatar a Anna y puede que sea la única que tengamos. ¿Te ha contado Lily algo importante en tus sueños?
—No, Peter. —Su voz se tornó seria y supe que estaba haciendo un gran esfuerzo para contarlo—. No son mis premoniciones de las que quiero hablarte.
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