Extra 3: ♡Adiós♡
N/A: Este capítulo es la continuación del extra anterior.
Anahí:
Días después:
Aidan había salido a vigilar a Isla y asegurarse de que todo estaba bien, yo decidí quedarme porque me dolía el vientre, ya que estaba en mis días. Estaba tomándome una taza de té, cuando en la habitación donde tenia su equipo de computo, empezó a sonar una especie de alarma. Así que poniéndome de pie y pausando la película que veía, me dirigí a la habitación y me acerqué, sabia que tenia prohibido entrar aquí, pero es que ese sonido ya me había fastidiado; además era muy fuerte.
Entré y me acerqué a la computadora que hacía ese sonido, dejé mi taza de té a un lado, me senté y miré el monitor. Tomé el mause y lo deslicé para abrir la carpeta que apareció acompañada de aquella canción estresante.
Cuando abrí el archivo y leí lo que decía, ahogué un gemido de sorpresa y me levanté sobresaltada de la silla. Era un correo para Aidan, pero no era cualquier correo, era uno de mi madre diciéndole cosas que me dolieron:
¤ De: Lenka Egorova.
Para: Mi Himero favorito.
Asunto: Te echo de menos, cariño.
Hola, mi bello Dios del Oráculo, ¿sabes? Últimamente he pensado mucho en ti, en todos los momentos en que me hiciste sentir una verdadera mujer con tus conocimientos camisticos (jajaja). Eres un hombre con dotes y conocimientos que sin duda lograron dejar huella en mi piel, recuerdo tus besos en mi cuerpo, a ti encima de mí susurrándome al oído que era una mujer madura y hermosa a tus ojos, mientras me hacías tuya. Quiero verte, por favor, vamos a vernos mañana, estaré en el trirreme, no me dejes plantada, cariño. Te extraño.
Con anhelo, Fiona. Ahora llámame Lenka.
No había notado que estaba llorando a mares, esto era doloroso y asqueroso al mismo tiempo. Me limpié las lágrimas con furia. No sé porque tuve que descubrir de esta manera que mi novio mantenía una cierta relación con mi madre a la que claramente se follaba.
¿Pero entonces yo que pintaba aquí?
¿Solo era la cara bonita en medio de una extraña relación en donde el enfermo de Aidan se tiraba a la madre y a la hija?
—Desgraciado asqueroso —mascullé asqueada.
Me dirigí a la habitación y me cambié en tiempo récord. Si antes me dolía la panza, ahora tenia unas fuertes ganas de vomitar y de echarme a llorar y de golpearlo en la polla. Tomé mi maleta y metí lo mas que pude de mis cosas. Justo cuando la estaba cerrando, Aidan llegó, hablaba feliz desde la sala y cuando me vio aparecer, borró la sonrisa y frunció el ceño. Dejó las bolsas de hamburguesas en la mesita de la sala y me observó extrañado.
—¿Qué pasó? ¿Qué haces? —miró mi maleta y luego a mí.
—¿No es obvio?, me voy. —no quería discutir con él, sentía repulsión de ver al tipo que me follaba como nadie y que también le daba orgasmos a mi madre, luciendo aparentemente "inocente", sexy... y jodidamente caliente.
¡Maldición!
—¿Qué? ¿Cómo que te vas? —rodeó la sala y se acercó a mí, intentó tocarme pero se lo impedí.
—Mi madre estará aquí mañana —recordé lo que puso al final del mensaje —, tenemos que deterla y sacar a mi hermano de ese infierno.
—¿Qué? ¿Hablaste con ella? —el que actuara como si no la conociera, me hacia hervir más la sangre, al grado de sentir que era lava lo que llevaba en las venas.
—Eso no te incumbe, apártate.
Rascó su nuca y parecía confundido, ajeno a que yo quería patearle la verga.
—¿Qué haces? ¿Por qué actuas así? Dime que te pasa ¿Qué te dijo tu madre? por qué no estoy entendiendo nada, Any
Me dolió que me llamara así, porque así era su manera tierna de referirse a mí, ya fuese dentro o fuera del sexo, pero era reconfortante ser su Any. Aunque esta vez no lo fui, en cambio dolió y me sentí utilizada; fui el reemplazo de mi madre.
—¡A mí no me dijo nada, ahora fuera de mi camino, Aidan! —bramé dando un paso al frente, pero él se puso delante del corredor a la salida y negó.
—No hasta que me digas lo que está pasando. Esta mañana estabamos bien, te cuidé en tu periodo y estoy consintiéndote para que te sientas mejor. No sé si esto se deba a tu cambio de humor por las hormonas menstruales o porque no hemos tenido sexo en dos días y estas acostumbrada a hacer el amor a casi diario. Pero...
—¡Cállate, silencio maldito mentiroso! ¡no vuelvas a decir que me follaste porque voy a vomitar! —grité enfurecida, colmando ya mi paciencia.
Enarcó la ceja, parecía dolido por mi reacción agresiva, pero aun así no se inmutó e intentó tocarme. Me eché para atrás y él resopló. Se frotó el mentón y me miró con la cabeza ligeramente ladeada.
—De acuerdo, tú ganas —su rostro se endureció —. No me acercaré, pero dame una puta explicación, Dominika.
Él sabia que ese nombre lo odiaba y más sin en cambio lo pronunció solo para molestarme más. Lo fusilé.
—¡Pust' moya mat' ob"yasnit tebe eto, ublyudok! —exclamé acelerada y en ruso.
"Qué te lo explique mi madre, desgraciado!"
—¡No hablo ruso, Dominika y tú lo sabes bien!
Froté mi rostro con brusquedad y lo odié más por hacérmelo decir en inglés para que él lo entendiera. Pero así era mejor, porque así no me guardaría nada, él sabría por qué lo detestaba en estos momentos y así ya no me buscaría más y me dejaría en paz.
—¡Sé qué antes de mí, ya te tirabas a mi madre, asqueroso enfermo! ¡Eras su Himero personal y nunca me lo dijiste, maldito! —bien, eso logró moverlo y se dejó caer abatido en el posa brazos del sofá. Me miró aterrado —. ¿Ahora sí me entendiste, pendejo? —sonreí endemoniada.
Sacudió la cabeza y se puso de pie, volvió a acercarse.
—Any, déjame explicarte, las cosas no son así, tú madre y yo, no... —me tomó del brazo pero me giré a verlo y le solté una cachetada que hasta a mí me escoció la palma de la mano, pero poco me importó.
—Me asquea que hables sobre de ti y de mi madre en una oración.
Justo cuando él iba a protestar, su celular sonó y sin quitarme los ojos de encima, respondió:
—Diga —miré atenta los gestos que formaba conforme la otra persona le hablaba. No evité ver mi palma marcada en color rojo sobre su mejilla derecha y me sentí un poco mal por actuar tan salvaje como Lenka —. Bien, vamos para allá —colgó la llamada y resopló molesto —. Esto era lo que me faltaba, ¡mierda!
Pateó la mesita de centro y esta soltó un crujido brusco y las bolsas de hamburguesas cayeron al piso. Pero no me inmuté y en cambio pregunté:
—¿Qué sucede?
Caminó como león enjaulado y yo toda masoquista lo seguí, parecía sumamente enfadado, pero agotado al mismo tiempo. Su chamarra negra de cuero y pegada a su tonificado cuerpo, dejaba ver lo tenso y enojado que lucía.
—Isla va a salir, tenemos que impedirlo porque tal vez ya la tengan ubicada. ¡Esa mujer no entiende! Tenemos que avisar que Lenka estará aquí mañana. —fue a la habitación y del armario que tenia bajo llave, lo abrió y sacó un par de chalecos negros, me entregó uno más a menos pequeño y si que pesaba.
—No, gracias, estoy bien así. —dije, intentando devolverle el chaleco, pero me miró serio y negó.
—Úsalo, no sabemos lo que no espere allá. —se quitó la camisa dejando a la vista sus torso musculoso, él no dejó de verme mientras se acomodaba el chaleco antibalas y me obligué a ver a otro lado porque tenía que admitir que ver su cuerpo duro y tatuado, me afectaba mucho y me hacia querer saltar sobre él.
—Es mejor que yo aguarde aquí, es peligroso exponerme a eso. —susurré mirando la lámpara del techo.
Resopló con fuerza.
—No, vendras conmigo porque sé que cuando regrese tú ya no estarás.
Lo miré asombrada.
—¿Y prefieres ponerme en peligro que dejarme ir a un lugar seguro? —inquirí ceñuda.
—No hay mejor lugar seguro que el que estés a mi lado, yo te mantendré a salvo y si tengo que poner el pecho para recibir las balas por ti, lo haré sin dudar. Así que apresúrate porque el tiempo es oro. —cerró el gabinete y se acercó a mí.
—Te odio. —siseé cabreada.
El suspiró abatido y dijo, tomándome del brazo con delicadeza:
—Vamos, se hace tarde.
♧♧♧
Cuando llegamos al centro comercial, nos dimos cuenta de que en efecto, Isla estaba en peligro. La iban siguiendo en todo momento y por increíble que sonara ella no parecía haberse percatado del peligro en el que estaba metida. Aidan apagó el auto cuando ella se estacionó y me observó:
—Quédate aquí, estarás a salvo mientras yo vigilo a Isla. No te vayas a ir, es peligroso que andes sola, si luego de esto aun te quieres ir, yo mismo me aseguraré de que vayas a un lugar seguro. —pidió él con temor, tal vez temor de que yo me fuera de aquí en esta situación; me sonrió y abrió la puerta del auto.
—Espera —lo tomé del brazo y él me miró sobre su hombro, llevaba un chicharo de silicon en el lado derecho de su oreja. Me acerqué a él y lo besé, él me respondió el beso e incluso me estrechó contra su cuerpo fibroso mientras su lengua se colaba en mi boca. Luego de unos minutos, nos separamos por falta de aire y él apoyó su frente en la mía —. Cuídate, por favor.
Le imploré.
—Lo haré —sonrió y me volvió a besar —. Casi lo olvidé, te amo, Anahí —pasó su pulgar por mi labio inferior, ajeno a que me había causado un vuelco al corazón con esas dos palabras —. Esteré bien, siempre y cuando una bala no atraviese mi cráneo.
Le golpeé el hombro enfadada y él sonrió.
—Si mueres allá, te juro por Dios que te mato. —bramé colérica.
—No le encuentro fallas a tu lógica —sonrió divertido y repuso —. Tranquila, tus besos son de la buena suerte, ¿lo recuerdas? —mi corazón se oprimió ante ese recuerdo, porque siempre que él salía de vigía, me pedía besarlo para darle buena suerte y que todo le fuera bien. Él notó mi descontento y me obligó a verle a los ojos —: Estaré bien, Any. Tenemos que hablar de lo que pasó en casa, necesito el beneficio de la duda, por favor —apreté los labios y él exhaló —. No salgas del auto, es blindado y te mantendrá segura en lo que yo regreso.
Asentí y finalmente él salió y se dirigió a Isla. No despegue los ojos de su ancha y fornida espalda, Aidan caminaba hasta como modelo de Calvin Klein y luego me deteste por dejarlo tenerme y admirarlo hasta en lo más simple como su caminar. Resoplé y me centré en lo importante.
Todo parecía estar bien, Aidan hablaba con un hombre alto, muy alto y calvo. Luego en un de repente, todo fue un caos, unos motociclistas dispararon contra Isla y Aidan lo impidió, dejando que las balas atinaran en su chaleco. Bajé del auto y corrí a ellos.
—Quenolehayandadoenlacabeza, quenolehayandadoenlacabeza —imploré sin separar las palabras, mientras me acercaba a ellos, pero al ver la escena solté el aire acumulado y respiré más "tranquila".
Isla creyó que Aidan estaba muerto, pero yo sabía que no era así, digo, su cabeza estaba intacta y sus piernas no parecían tener agujeros; además no había rastros de sangre. El pelinegro estaría bien, por el momento ahora lo importante era sacar a Isla de aquí, pues algo me decía que el pelinegro aun no había pasado.
—Ven conmigo, Isla, si quieres que Aidan esté bien, tendrás que acompañarnos. —hablé y ella me miró con los ojos llorosos.
Aidan:
Me dieron de alta a los dos días del atentado, estuve en valoración porque uno de los proyectiles alcanzó a darme en el costado donde el chaleco no me protegía. Pero ya me encontraba mejor, con Anahí no había tenido la oportunidad de explicarme y tenia que buscarla para hacérselo saber. Y aquí estaba, tocando su puerta y esperando a que abriera. No me fue difícil localizarla, digo, al menos para mí, dar con la ubicación de una persona que quiere ser encontrada y deja rastros al "huir", es sumamente fácil dar con su paradero.
—¿Qué haces aquí? Se supone que tienes que estar en reposo. ¿Y cómo supiste dónde encontrarme?
—Usaste las tarjetas de crédito que te di, sabes bien que eso deja rastros, no eres tonta Anahí, tú querías que yo te encontrara y aquí me tienes —no dijo nada, solo me miró con los ojos en blanco. Continué —: Estoy aquí porque tenemos que hablar, desde ese día ya no pudimos hacerlo y tenemos una conversación pendiente... Te extraño, Any.
Recargó su hombro en el marco de la puerta y se cruzó de brazos, mirándome seria.
—Si viniste a negar lo que es evidente, es mejor que te devuelvas por donde venías, Aidan.
Apreté los labios y exhalé.
—Te echo de menos Any, mucho. Déjame explicarte como fueron las cosas... por favor.
Rodó los ojos y se hizo a un lado, dejándome entrar:
—Pasa. —concedió de mala gana.
Solté un suspiro de alivio e ingresé al apartamento que estaba alquilando. Debo decir que ella le daba un toque hogareño y único a cada lugar en el que estaba, como por ejemplo ahora que no estaba conmigo, mi casa se sentía sola, fría y abandonada. Porque era ella quien le deba ese toque hogareño al lugar, no las cosas ostentosas que en ella pudiera haber, sino su simple presencia que marcaba una diferencia extraordinaria; y saberlo me aceleraba el corazón.
Quería recuperarla.
—Toma asiento, Aidan. —el que me llamara por mi nombre con esa sequedad, me estrujó las entrañas y solo la quedé mirando triste.
Estaba dolida, su comportamiento era entendible pero yo no quería entenderlo, quería que ella estuviera en mi cama, abrazada a mí, aunque no hubiera sexo, porque el amor no solo es follar, el amor es una simple caricia, un beso, una platica e incluso dormir juntos sin soltarse. Y todo eso lo tuve con ella y quiero volver a tenerlo.
Me senté en el sofá como lo pidió y volví a mirarla.
—Te extraño. —repetí.
Ella suspiró cabizbaja.
—Aidan, no puedo...
—¿Por qué no? Nos amamos, no hagas esto, Lenka no significa nada para mí, pero tú —me puse de pie y la miré —Tú significas todo, mi trabajo era eso, Any. Ser Himero sin corazón, créeme. —le supliqué, tenia ganas de acercarme y tocarla, pero no lo hice por miedo a su rechazo y que me dijera otra vez el asco que mis manos le producían en su piel.
Sé que me lo dijo porque se enteró por otra fuente (la computadora) que yo había tenido sexo, mucho sexo con su madre. Pero en mi defensa puedo decir que lo hacía por ambición, nunca amé a Lenka mientras me la follaba, era parte de mi trabajo como Himero Hot. Sí, admito que la paga que me dio siempre fue buena y eso me hacia regresar siempre al trabajo (Oráculo), por más.
Yo y mi puta ambición.
Después de todo Izan y yo no somos tan diferentes.
Hasta que un día Lenka decidió volverse más loca de lo que ya estaba, porque eso sí, mientras yo la follaba, ella nunca dejó de decirme lo mucho que me parecía a Izan y que compartíamos algunos rasgos faciales, nunca le dí importancia ni mucho menos me inmuté, porque sabia que él y yo eramos primos hermanos (pero ella no), y obviamente podríamos compartir algún parecido físico. Pero nunca me pasó por la cabeza que esa demente se hubiera obsesionado de mi primo y que haría esas cosas tan atroces al obligarlo a casarse con ella y nombrarlo Boss de su organización delictiva.
Pero bueno, volviendo a la chica que tengo sentada frente a mí, cuando conocí a Anahí, nunca pensé que ella lo cambiaría todo. Por primera vez dejé de pensar en mí y abrí mi mente e incluso mi corazón para que otra persona acaparara mis sentidos y me hiciera cuestionar muchas cosas. Y pese al parecido físico que Any compartía con su madre, debo admitir que tenia también rasgos James y esos eran su nobleza y su buen corazón; también el color de sus ojos verdes que la caracterizaban frente a mí.
Seguía callada mirándome, no había dicho nada, solo jugaba con sus manos entre si. Podría estar nerviosa pero su rostro inexpresivo no lo estaba demostrando.
—Any...
La vi cojer aire y detener el juego de sus manos:
—Te veo y solo sé que fuiste el Himero de mi madre.
—Era mi trabajo, nunca fue por amor.
—Pero nunca me lo dijiste. Tenias que habérmelo dicho antes de meterte entre mis piernas, Aidan. Ya hubiera sido mi elección si le abria las piernas al tipo que se tiró a mi madre antes que a mí.
Me llevé las manos a la cabeza, quería llorar, porque sentía que la estaba perdiendo por una estupidez.
—Tienes, razón, Any. Lo siento, perdóname. —le imploré con el nudo en la garganta.
Unas hebras de mi cabello negro, cayeron por mi frente; no las aparté.
—No puedo, Aidan —sus ojos se pusieron rojos —. Lo siento, pero no sabes como me siento de saber que eras uno de los prostitutos que mi madre se tiraba para saciar aquello que mi hermano no quería darle.
Bajé la cabeza y miré mis manos, las tenia unidas entre si y me dí cuenta de la fuerza que estaba empleando en ellas, al grado de ponerlas pálidas. Suspiré quejumbroso y moví los dedos de mis manos para que la sangre me volviera a circular.
—Decía mi abuela que lo que no fue en tu año, no te hace daño. Mira a Izan y a Isla, tu hermano también era un Himero como yo. Isla lo descubrió en el Oráculo y más sin en cambio ellos se aman y ella le dio una oportunidad a tu hermano para redimirse, porque su amor era más grande que todo eso —la miré suplicante, sentía que las piernas me temblaban —. Dame una oportunidad, Any, por favor. Déjame ser el buen chico que llevo aquí, a tu lado
Pero negó.
—Se te olvida que Izan no se follaba a las clientas y mucho menos se tiró a la madre de Isla. Pero tú sí, y luego retorcidamente te acostaste conmigo a sabiendas que yo era hija de la que ahora es la enemiga y que te la habías tirado muchísimas veces. Eres un puto cabrón, Aidan. —esta vez sus emociones salieron a flote, se echó a llorar y cubrió su rostro con las manos.
Me acerqué con rapidez y me puse de rodillas frente a ella, con manos titubeantes la tomé de un brazo y luego del otro, obligándola a apartar sus manos de su cara parcialmente enrojecida. Para mi suerte no me rechazó, me quedó mirando con sus ojos verdes acuosos por las lágrimas que bañaban su rostro blanco y luego sin esperarlo se lanzó a mí y me abrazó con fuerza.
—No llores, Any. No quise hacerte daño, lo siento. Si pudiera regresar al tiempo a la vez que te conocí, habría hablado contigo, te habría contado lo que pasó con tu madre y así dejaría que tú tomaras la decisión del futuro. Tal vez ahora me amarías y estarías conmigo pese a mis errores del pasado. —acaricié su espalda con miedo de que se alejara y perderla.
—Te quiero mucho, Aidan, pero tienes que entenderme. Si me lo hubieras dicho antes de llevarme a la cama, yo hubiera decidido si tomaba el riesgo o no. —susurró con agonía, sin dejar de abrazarme.
Yo la estreché con más fuerza a mí, no quería que este momento acabara, quería mantenerla así para siempre, en mis brazos. Quería que el tiempo se detuviera y que ella y yo nunca nos soltaramos. Pero el destino era cruel y caprichoso y pese a nuestro dolor nos obligó a soltar. Sentía que caía a agua glacial sin fondo; me estaba ahogando y dolía.
Se alejó un poco de mí y volvió a mirarme, yo también estaba llorando y quería besarla, pero ella se negaría y no quería causarle más repulsión de la que sintió cuando supo que yo fui el Himero de su madre.
—Tienes razón, pero es que tampoco estaba muy orgulloso del trabajo que tenía. Mi madre estaba muriendo y no teníamos el dinero suficiente para su tratamiento. Y cuando Oliver me habló del Oráculo, créeme, lo hice pensando en mi madre. Ya con el tiempo y luego de la muerte de mi madre, la ambición me ganó y siempre quería más dinero... Lenka me lo daba sin chistar.
—Pero a cambio tenias que tiratela. —expusó ella con acidez.
Me sentía avergonzado, pero si quería recuperarla, tenia que ser honesto con ella y hablarle con la verdad.
—Pero ya no trabajo ahí, no desde que supe que se llevó a mi primo con ella a cambio de salvarle la vida a Isla. —le expliqué tratando a toda costa de que no me dejara, que me perdonara y que volviéramos juntos al que hicimos nuestro hogar por casi ya cuatro meses.
Sé que no fue mucho tiempo juntos, pero para mí tenerla y verla a diario acostada en mi cama que por cierto ya olía a ella, fue toda una vida a su lado.
—Agradezco tu explicación, pero no puedo seguir contigo, Aidan —sentí que el corazón se me saldría por la boca. Su declaración fue como un tornado, furioso y destructivo.
La iba a perder y no podía evitarlo. Entré en pánico, nunca me había sentido así por nadie.
—Any no me dejes, vamos, nena. —me abracé a sus piernas con fuerza.
—No hagas eso, Aidan —chilló —. Levanté
—¡No hasta que me perdones y vuelvas conmigo! —grité tragándome mis lágrimas en el proceso.
—Entiéndeme, estamos hablando de mi madre y sí, sé que es una bruja desgraciada pero aquí y en China llevaré siempre su sangre y eso no cambiará. Así que no basta con que lo sientas y me implores; yo también lo siento pero no volveré contigo.
El corazón se me detuvo ante lo seguro de sus palabras.
—¿Me amaste? —la miré desde abajo, aun abrazodo a sus piernas. En este tiempo juntos ella nunca me dijo que me amará, sí, me decía cuanto me quería pero hasta ahí, no había más nada que un simple te quiero.
Ni siquiera cuando le confesé que la amaba, ella no dijo nada.
—No —eso me dolió, ella prosiguió ajena a que esa palabra de dos letras me había apuñalado el corazón. Mi culo pegó en mis talones y solté sus piernas —, pero estaba a punto de hacerlo. Sabia que me iba a enamorar perdidamente de ti, Aidan y tenia miedo de hacerlo, porque tú no querías lo mismo que yo buscaré en un futuro —sabia que hablaba de convertirse alguna vez en madre —. Ahora sé por qué... no somos el uno para el otro. —respondió secando sus lagrimas con las mangas de su suéter rosa y luego me tendió su mano para ayudarme a levantar, pero la ignoré y yo mismo me levanté de un salto.
Sin decir o hacer nada más, asentí y me di la vuelta, sentía que el mundo se me venia encima. No quería volver a sentirme así, no quería enamorarme nunca más. El amor duele y se supone que no debería de doler, debería de sentirme feliz pero era todo lo contrario. Me sentía miserable; sentía que moría.
—¿Aidan? —me llamó con pesar.
Sonreí entre mi dolor.
—¿Cómo le digo adiós a la mujer que es el amor de mi vida... pero yo no el suyo?
Alzó la cabeza y me miró. Lagrimas calientes volvieron a deslizarse por su rostro blanco.
—Si te hace sentir mejor, creo que tú también fuiste una víctima más de mi madre —sorbió por la nariz —. A su modo, pero también te perjudicó y dañó lo que pudo ser entre nosotros... pero nunca será.
Apreté los ojos y asentí.
—¿Te puedo besar por última vez? —imploré hipeando como niño pequeño, abrí los ojos justo cuando ella asintió sin dudarlo y se acercó a mí con rapidez.
Di un paso al frente, la tomé de la cintura, me incliné y deposité mis labios sobre los suyos con lentitud. Nuestras lágrimas se colaban en la boca del otro, era un beso salado y dolía.
Sus besos siempre me encantaron, sabían dulces, pero este no, tal vez porque sabía que era el último y ella ya no sería nunca más mía. En cambio seria de alguien más; de un hombre muy afortunado y dichoso. Formaría una familia, un humano pequeño la llamaría mamá y ella le regalaría su cuerpo al hombre que será el indicado para su transformación en otra etapa de su vida.
Y hoy en este momento bendigo a ese desconocido que se llevara no solo al amor de mi vida, sino también a una buena mujer que vale lo que pesa en oro.
Ella sí será feliz... o costa de mi felicidad. Reirá sobre mis lágrimas y vivirá encima de mi dolor; pero pese a todo siempre le voy a desear lo mejor. Porque se lo merece, Dios sabe que sí, porque ella es una buena mujer. Dejé de sentir sus labios y supe que ese beso había llegado a su fin. Abrí los ojos y la miré.
—Adiós, Aidan.
Sentía que el piso se me movía, las piernas me temblaban, el corazón me latía con fuerza dentro de mi caja torácica. Pero le sonreí:
—¿De qué te ríes? —preguntó confundida.
Tomé su rostro y besé su frente.
—Que fuiste la única mujer que pudo destruirme y aún así, desarmado y roto, te seguiré amando por el resto de mi vida.
Cerró sus ojos y suspiró:
—Espero que cuando nos volvamos a ver, el verme ya no sea doloroso para ti.
—Lo dudo, me refiero a que lo mejor será nunca volvernos a ver —ahira besé su mejilla suave y dije con pesar —: Adiós, Any.
Este sin duda se quedara en mi memoria como el adiós más doloroso de toda mi vida.
♤♤♤
Luego de esa visita que me dejó muerto en vida, Any se había ido al infierno de su madre, Lenka se la llevó para destruir la bondad que había en ella; su luz. La castigó por haber ayudado a su hermano, la lastimó solo porque Any era buena y ese era su "pecado" y merecía mano dura. Yo hice todo por encontrarlos pero esta vez no pude. Volví a las drogas, vendí todos mis sistemas de computo y destruí otros más. Me sentía impotente de no poder hacer nada por salvarlos. Me estaba muriendo y nadie sabia el porqué: solo yo y este tonto corazón que se estaba muriendo dentro de mí pecho.
Diez años después:
Cuando volví a saber de ella, ahora se hacia llamar Mía Gonzales y su esposo, Bayron Gonzales. Sí, se había casado y yo no podía olvidarla, aun no.
Y bueno, yo en cambio me había elegido un nombre más ameno.
—¿Es usted el señor Nicholas Warren?
Levanté la mirada, ya que me encontraba sentado bebiendo una taza de café y miré al detective que me observaba desde su altura.
—Sí, soy yo.
—Soy el agente Harold Lane. —se presentó el rubio, y le hice una seña para que se sentará.
Una vez sentado frente a mí, lo miré y pregunté:
—¿Gusta tomar algo?
—No, gracias. Estoy aquí por la intriga de saber quien es usted. —dijo el detective, mirándome suspicaz.
Surqué una sonrisa suave.
—¿La señora Gonzales ya ha llegado? —inquirí susceptible.
Él entrelazó sus manos por encima de la mesa y me observó detenidamente.
—Sí. Vino a verme recientemente con un hombre alto y trigueño, de ojos oscuros, dijo que el caso se reabrió y quería saber los detalles de lo que hemos avanzado, ya que se siente preocupada por la nota roja que leyó en el periódico donde sale ella como víctima en el listado. —me explicó lo que yo ya sabia.
—Sí, así es ella y no irá a ningún lado hasta que le den información concreta. —si lo sabre yo. Pensé. Luego brindé con mi taza y bebí más café.
El detective exhaló y dijo serio:
—Hay algo que no entiendo, y es que como dio usted con su paradero, si ellos están en el programa de protección a testigos y nadie además de tres agentes del FBI, sabían su ubicación exacta. Ni siquiera yo sabia donde encontrarlos.
Me encogí de hombros y limpié la comisura de mis labios con una servilleta.
—Le diría que le preguntara a Rhett, pero quiero sorprenderlo. Así que solo le diré que no hay peligro conmigo, estoy de su lado y también vine aquí solo por una cosa.
—¿Cuál?
Miré un punto fijo dentro del restaurante y respondí:
—Torturarme, quitarme la costra y echarle sal a la herida —negué con una sonrisa irónica y le expliqué —. Quiero saber cómo está ella y si es feliz con él, como nunca lo fue conmigo.
Formé un gesto de lado y le di un sorbo a mi taza de café. El hombre rubio parecía confundido por mis palabras, incluso me miró como si yo estuviera loco; y tal vez lo estaba. Por suerte no quiso más detalles y solo dijo:
—Como sea, debo irme, oh y por cierto, la señora Gonzales acaba de llegar. Le avisé de ti, le dije que me parecías un tipo extraño pero la señora Gonzales metió las manos al fuego por ti. Asi que ella me dijo que le interesaba hablar a solas contigo y creo que mi misión aquí está hecha —lo miré con los ojos abiertos y este solo agregó —: De nada. —y se marchó... y a su barco le llamó, libertad.
Sentí unos pasos detrás mío, cuando sentí esa calidez expandirse por mi cuerpo, supe que era ella.
—Aidan. —no parecía sorprendida cuando me llamó por mi nombre real, al parecer ella sabia que era yo y que estaba aquí... por ella. Se acercó para ponerse de frente a mí y me quedó mirando con una sonrisa radiante.
Le devolví el gesto. Me mantuve impasible, no quería que notara que su cercanía seguía produciendo esas sensaciones románticas en mí.
—Hola, Anahí. —jugué inconscientemente con la oreja de la taza de porcelana que seguía en la mesa con muy poco café.
Ella apretó los labios al escuchar su nombre saliendo de mi boca de una manera neutra. Tal vez le fue extraño, ya que para mí ella era Any... mi Any.
—¿Puedo sentarme? —preguntó, poniendo su mano en la barriga y fue que lo vi.
Suspiré quejumbroso y regresé mi vista de su vientre abultado, a sus ojos verdes.
—Claro, permíteteme ayudarte. —me puse de pie como resorte y la ayudé a sentarse con caballerosidad. Su enorme barriga casi no le permitía moverse adecuadamente y la sostuve de su suave y delicada mano.
Al menos yo sí sentí esa corriente correr por mi cuerpo cuando la toqué. Ella tenia ese efecto en mí, tenia mi chispa; aunque yo no la de ella.
—Gracias. —dijo y la solté rápidamente para volver a sentarme frente a ella.
—¿Gustas comer algo? —le pregunté mientras le llamaba al mesero, con la mano.
—Un jugo de arándanos, un chocolate con menta y una empanada con crema de mani y cerezas, por favor. —le dijo al camarero que acababa de llegar y quien anotó su extraña orden y volvió a irse.
La miré extraño por su pedido y ella sonrió y bajando su mirada a su vientre pronunciado, dijo frotando su pancita:
—Desde que supe que estaba embarazada, mis antojos han sido muy... peculiares.
Sonreí y le di un trago a mi café ya tibio.
—Me imagino. ¿Y cómo te va?
—Bueno, antes de llegar aquí, pase al cementerio, mi padre finalmente tiene un lugar para descansar. Y yo por fin sé donde encontrarlo para llevarle flores.
—Me da gusto que lo hayas encontrado. No como hubieras querido, pero como tú misma lo dices, ya tiene un lugar mejor en el que estaba.
Ella asintió.
—¿Y a ti como te va?
De acuerdo, no estaba listo para esta pregunta. Me removí sobre la silla y fingí acomodar mi saco.
—Bien, gracias por preguntar, pero dime ¿Brandon te trata bien?
Le trajeron su jugo de arándanos y le dio las gracias a la mucama.
—Bayron, su nombre ahora es Bayron y sí, es un buen hombre y me trata bien. Nos trata bien —se corrigió con una pequeña sonrisa y luego me tiró el golpe más doloroso que aun no me había dado —. Él si quiso hijos.
Ok, me removí incómodo por aquello, llevé mi mano a la frente y ladeé un poco la cabeza. No quería que viera que su recriminación me había afectado.
—Te ves hermosa, Any. El embarazo te asienta...
—¿Cómo me llamaste? —preguntó con una sonrisa sincera.
Atrevido, me incliné hacia enfrente y respondí:
—Ese Bayron es afortunado de tenerte, Any —repetí el apodo que le daba cuando era mía y saboreé esas tres letras —. Él supo ganarse a mi chica a la buena y pese a que aún me duela, me alegro de ver que seas feliz a su lado.
—Nicholas...
—Para ti seré Aidan. Siempre.
Asintió con un ligero sonrojo en sus mejillas más llenitas.
—Aidan —sentí que también saboreó esas cinco letras cuando las pronunció —. ¿Te puedo preguntar algo?
—Adelante. —la miré atentamente.
Se pasó la mano por el rostro apartando un hebra de su cabello rubio, que se cruzó por su cara. Lucia nerviosa.
—¿Por qué decías que nunca querías hijos? ¿Era por qué no los querías tener conmigo? —su tono era entre curioso y pesado; incluso también dolido.
Me mantuve impasible, la miré por un par de minutos y ella me devolvió la mirada, aunque un poco más triste.
—Era porque no tenia nada bueno que ofrecerle. —solté honesto y ella apretó los labios y desvió la mirada de mis ojos.
—¿Sales con alguien?
—No, no me gustó mi última experiencia amorosa y sinceramente eso creo que me traumó. Dolió mucho.
Bebió de su jugo de arándanos.
—Yo también sufrí mucho, Aidan. Me refiero a lo que mi madre nos hizo, y aun así me permití sanar y amar.
Me dolió que lo recordara y formé un gesto de dolor.
—Perdóname por no haber estado cuando eso pasó. Si la hubiera logrado aprender a tiempo, eso no te habría pasado.
Sonrió con dulzura.
—No fue tu culpa, en todo caso fue culpa mía por haberte dejado y alejado de mí, pero ya estoy mejor. —sobó su vientre y suspiré mirando su barriga pronunciada.
Por unos minutos no dijimos nada, solo parpadeabamos de vez en cuando y sonreímos cuando nuestros ojos chocaban con el otro. Hasta que rompí el silencio:
—¿En serio nunca me amaste? —le pregunté porque esa duda siempre me persiguió.
—Tú primero. Siento que hay algo mas del porque no querías tener hijos. —mencionó con una pequeña sonrisita.
Bien, al fin seria honesto con ella, después de todo, ya no tenia nada que perder porque ya la había perdido y con ella mis ganas de volver a amar.
—Estoy operado, aunque la operación era reversible, pero por las dudas preferí cuidarme cuando estaba contigo. Cuando trabajé en el Oráculo decidí hacerme la vasectomía, no pensaba convertirme en padre con una desconocida.
—Yo no era una desconocida, Aidan. ¿Y no se suponía que usabas protección? Me descepcionas —negó con pena y pesar.
—Claro que me cuidaba, pero no estaría de más protegerme al doble, por las dudas. —solté inteligente.
—Tienes razón. Hace diez años yo era tuya, y justo en este momento yo llevaría en mi vientre a un hijo tuyo.
—Tu turno. —la corté, porque no quería sufrir, no luego de rehabilitarme.
Suspiró con lentitud.
—Creí que no, que no te amaba pero cuando te dejé ir, sentí que me ahogaba. Y cuando estuve en cautiverio y me pasó todo... ya sabes —apretó los ojos y la vi soltar el aire. Estiré mi brazo y tomé su mano que reposaba encima de la mesa buscando reconfortarla, pero ella miró nuestras manos y yo la aparté rápidamente por miedo a que se incomodara y vomitara. Exhaló —: Estando encerrada ahí y siendo maltratada, te valoré, valoré lo que teníamos y me dije mil veces que de haberme quedado contigo, mi madre no habría podido lastimarme, porque tú me hubieras protegido... y sí, te amé. Te amaba demasiado, Aidan. Lástima que me dí cuenta tarde.
—¿Lo amas? —le pregunté por su marido colombiano, me miró con pesar y asintió.
—Mucho. —admitió sin titubear.
Le sonreí sincero.
—Eso quería escuchar, que te hace feliz y que ambos se aman y se respetan. Gracias, Any. Fue un placer volverte a ver, nena. Mis ojos y mi corazón te lo agradecen. —sin nada más que decir, me puse de pie, el mesero llegó con el pedido de la rubia y lo puso sobre la mesa.
—Aquí tienes, muchacho —le di un billete de cien dólares al chico y dije —: Quédate con el cambio.
El chiquillo se fue feliz, luego regresé mis ojos aceitunas a la mujer embarazada y sonreí.
—Ahora me puedo ir tranquilo. Cuídate mucho, y que todo salga bien con el parto y tu bebé. Sé que seras una excelente madre, Any.
Jugó con el vaso en donde su extraño brebaje esperaba.
—Gracias, Aidan. Cuídate mucho y que encuentres lo que estas buscando.
Sonreí por lo irónico que sonó eso.
—Te buscaba a ti, te encontré, te vi y me robaste el aliento una vez más. Pero ya es hora de que mi burbuja se rompa y vuelva a la vida real; la vida en donde tú no figuras en mi futuro —acomodé mi saco, asentí la cabeza en forma de despedida y me marché sin mirar atrás.
Como lo dije antes y lo reitero, saber que Anahí era el amor de mi vida y ver que ella era feliz con el amor de su vida, de cierta forma me hacía sentir tranquilo y en paz. Porque sé que se quedó con un buen hombre, uno que hace hasta lo imposible por hacerla feliz y cumplir sus sueños, como por ejemplo el de ser madre. Algo que yo nunca le podría dar.
No es que yo no quisiera hijos con ella, pero simplemente sentía que yo no estaba listo ni hecho para ello. Algo que la decepcionó y creo que eso atribuyó a que nunca se enamorara de mí; al menos no cuando estábamos juntos.
Cuando subí a mi auto y miré al interior del restaurante por los cristales de este, la miré sentada, parecía pensativa mientras me miraba y no evité pregúntame mentalmente.
¿Lo mirara a él con el mismo cariño que alguna vez me vio a mí?
¿Le mostrará la sonrisa de ojos brillosos que me dedicaba a mí luego de hacerle el amor?
Eso siempre será una incógnita para mí.
Apreté los labios y encendí el auto y me alejé una vez más de ella. Pero esta vez con esa voz diciéndole en mi interior.
Adiós, Any. Adiós, mi amor mío.
♥︎♥︎♥︎
Cuando se ama de verdad, el soltar siempre será un acto de amor hacia esa persona especial.
¿Qué les pareció? 😭
Las leo.
Anahí y Eric.
Fuente Pinterest.
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